25 de noviembre de 2018

La esencia del trotskismo y sus manifestaciones en el comunismo de hoy (III)




3º) La defensa del Partido en el período contrarrevolucionario.

            Cuando el empuje revolucionario se debilitó, el gobierno zarista desató la más violenta represión terrorista contra los obreros y su partido, con miles de muertos y decenas de miles de heridos, mutilados y encarcelados. “Los revolucionarios son exterminados, torturados y martirizados como nunca –escribió Lenin-. Hay quien se esfuerza por difamar y envilecer la revolución, por extirparla de la memoria del pueblo”.[1]

Frente a estas terribles dificultades, los bolcheviques reorganizaban el partido y su actividad en la más rigurosa clandestinidad, convencidos de que una nueva revolución era ineludible porque los objetivos de la anterior no se habían podido alcanzar. Había que educar y organizar a las masas con este fin, aprovechando al máximo todo tipo de posibilidades legales, sin dejar de realizar el trabajo ilegal necesario. Lenin exhortaba a “conservar y reforzar el partido ilegal lo mismo que antes de la revolución. Debemos preparar constantemente a las masas para la nueva crisis revolucionaria, lo mismo que de 1897 a 1903. Debemos reforzar por todos los medios los vínculos del partido con las masas, desarrollar y aprovechar para el socialismo todas las posibles organizaciones obreras…”.[2]

En cambio, los mencheviques fueron presa del pánico, renunciaban a las consignas revolucionarias, tendían a la conciliación con el régimen autocrático apoyado en las centurias negras y defendían el cese del trabajo clandestino y la liquidación del partido ilegal. Su oportunismo degeneró en liquidacionismo.

También en las filas de los bolcheviques surgió una corriente minoritaria de oportunistas de “izquierda” –los otzovistas o ultimatistas- que rompieron con el materialismo y llamaban a las acciones revolucionarias directas y a renunciar a la labor en las organizaciones legales, incluida la Duma de Estado (seudoparlamento). De seguir esta línea, el partido se habría apartado de las masas y transformado en un grupo sectario. Lenin llamaba a los otzovistas “liquidadores del envés” y advertía: “El otzovismo no es bolchevismo, sino la peor caricatura política que puede hacerse de él y que sólo hubiera podido idear el contrincante político más adverso”.[3] Entre los bolcheviques que vacilaron en la lucha contra el otzovismo, encontramos los nombres de futuros oposicionistas de los años 20, como Kámenev, Tomski y Rykov.

Este tipo de desviación de “izquierda” ha vuelto a aparecer, después del XX Congreso del PCUS y después del derrumbe de la URSS, entre quienes se han opuesto al revisionismo moderno en el movimiento comunista internacional. Ha causado y sigue causando un gran daño, impidiendo el resurgimiento de partidos revolucionarios de masas.

Para enfrentar la crisis del partido provocada por los liquidadores y otzovistas, los bocheviques concertaron una alianza con los mencheviques defensores del partido, encabezados por Plejánov.

En estos años de reacción, el grupo centrista de Trotski tomó la defensa de los liquidadores. Luchó sañudamente por la liquidación del partido revolucionario ilegal de la clase obrera y por la fundación de un partido centrista pequeñoburgués. En esos años precisamente fue cuando Lenin llamó Judas a Trotski.[4]

Durante los años de la reacción, el trotskismo fue una de las variedades más peligrosas del liquidacionismo. Constituía un peligro singular porque siempre encubría su apoyo a éste con frases “izquierdistas”. “La misión de Trotski —subrayó Lenin— consiste en encubrir el liqui­dacionismo, echando arena a los ojos de los obreros”[5]. Al querer demostrar que se mantenía “al margen de las frac­ciones”, Trotski hacía realmente de abogado de los liquidadores y de los otzovistas, “con los que no estaba en nada de acuerdo teóricamente, y en todo de acuerdo en la práctica”.[6]

Esta conducta de Trotski no era casual ni estaba motivada únicamente por su hostilidad personal hacia los bolcheviques, sino que descansaba en su “error fundamental”, el cual —según escribió Lenin en 1909— “estriba en que no quiere ver el carácter burgués de la revolución y en que no tiene una idea clara del paso de esta revolución a la revolución socialista”.[7]

Trotski actuó en la Sesión Plenaria del CC del POSDR de enero de 1910 (la última conjunta de bolcheviques y mencheviques) bajo la bandera del cen­trismo, de la “conciliación” y la “unificación” de todos y de todo. Silenciando las cuestiones de principio litigiosas, se afanaba por imponer decisiones plenamente aceptables para los liquidadores. La esencia del plan de Trotski era “unir” todas las tendencias del partido, independientemente de su actitud hacia el liquidacionismo; conseguir, bajo la bandera de la “unificación”, la disolución de la fracción bolchevique; rechazar la línea leninista de lucha en dos fren­tes –contra el liquidacionismo y contra el otzovismo-; y asegurar a los oportunistas una situación dirigente en el partido. De hecho, el plan de Trotski pasó a ser la plata­forma de todos los oportunistas. Así, en la Sesión Plenaria cuajó un bloque liquidador-trotskista, apoyado por Zinó­viev, Kámenev y otros conciliadores, llamado por Lenin “el bloque de la gente sin principios contra el espíritu de partido y contra la fide­lidad a los principios”.[8]

Los trotskistas enjuiciaban mal la situación en el país al negar las posibilidades revolucionarias del proletariado si conseguía establecer una alianza con los campesinos trabajadores. Entonces, consideraban que la revolu­ción era posible en Rusia únicamente ligada con una gue­rra europea o en el caso de que triunfara la revolución en Alemania. Ya en 1911 Trotski dijo en el artículo La situación en el país y nuestras tareas: “¿No habrá que esperar que en los próximos uno o dos años las masas sean lanza­das de nuevo a la senda de las huelgas generales y las in­surrecciones? No, no lo creemos… Por supuesto, si se decla­rase pronto una guerra europea, en la que el zarismo ruso se viera envuelto, y si en Alemania estallara una revolu­ción proletaria abierta, entonces el torbellino europeo nos arrastraría a nosotros también”[9]. Cada vez más claramente, para los trotskistas, la revolución tendría que venir de fuera; pero, si había de ser así en todas partes, resultaría que la revolución es lisa y llanamente imposible.

Como, para Trotski, la revolución no se preveía para un plazo breve, había que centrarse en la lucha por las rei­vindicaciones inmediatas, por la “libertad de coaliciones”, y no dejarse llevar por el “apasionamiento huelguístico”. A pesar del nuevo auge del movimiento obrero y de las huelgas a partir de 1912, seguía defendiendo las posiciones liquidacionistas y atacando a los bolcheviques.

Él y los suyos escribían que la Pravda bolchevique no se editaba con dinero recaudado por los obreros, sino con “sumas de oscura procedencia”. Indignado por este ataque, Lenin escribió: “…Este trapacista y liquidador miente a de­recha e izquierda”. Y aconsejó a la redacción que respondiera en la sección de Correspondencia: “A Trotski (Viena). Es inútil su empeño de enviar cartas con intrigas y trapacerías. No tendrá respuesta.”[10]

Los dirigentes oportunistas de la II Internacional salieron en defensa de las tesis liquidacionistas de Trotski y otros mencheviques. “Es muy lamentable –se quejaba Lenin- que incluso Kautsky y Wurm no vean la banalidad y vileza de artículos como los de Mártov y Trotski… ¡¡¡Es un escándalo que Mártov y Trotski mientan y escriban impu­nemente libelos con apariencia de artículos ‘científicos’!!!”[11] Se iba a perfilando la identidad esencial entre los puntos de vista de Kautsky y Trotski.

Esa apariencia de sesuda erudición científica de los razonamientos de Trotski seduciría y sigue seduciendo a muchos jóvenes e intelectuales, apartándolos del camino de la revolución proletaria. De ahí que todavía sea necesario recordar lo que realmente se esconde debajo de esa apariencia.

En su artículo Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad, publicado en mayo de 1914, Lenin decía que “los viejos participantes en el movimiento mar­xista en Rusia conocen bien la figura de Trotski y para ellos no vale la pena hablar de ella. Pero la joven generación obrera no la conoce, y es preciso hablar…”[12]

4º) El imperialismo: la primera guerra mundial y la táctica revolucionaria

            Desde finales del siglo XIX, el desarrollo capitalista había experimentado un salto cualitativo, por el que todas las ramas de la economía habían quedado bajo el dominio de un puñado de empresas gigantescas -los monopolios-, y el mundo entero quedaba repartido entre unas pocas potencias de Europa, Norteamérica y Japón. Al engendrar fuerzas productivas altamente socializadas, el capitalismo había sustituido la libre competencia por una competencia monopolista y se había convertido en capitalismo monopolista o imperialismo. Había entrado en la fase última de su desarrollo. Habían madurado las condiciones materiales para el paso al socialismo.

Estalló entonces, en 1914, la Primera Guerra Mundial entre las potencias imperialistas y los partidos de la clase obrera debían determinar su actitud ante ella para cumplir con su cometido revolucionario. Al frente de los bolcheviques, Lenin fundamentó científicamente esta conducta en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, y la precisó en la necesidad de que los obreros dejasen de dispararse los unos contra los otros para volver las armas contra sus explotadores en cada país[13]. Sin embargo, la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II Internacional -y en Rusia los mencheviques y los eseristas (socialistas-revolucionarios, antiguos populistas)- se pronunciaron abiertamente durante la guerra en defensa del imperialismo de su propio país. El oportunismo creciente de los tiempos de paz se transformó en socialchovinismo y en socialimperialismo: socialismo de palabra, pero chovinismo e imperialismo de hecho.

De todos los socialchovinistas, los más engañosos y, por tanto, los más peligrosos eran los centristas, es decir, los que se disfrazaban con fraseología “izquierdista” y hablaban en nombre de la unidad del partido obrero. A escala internacional, el máximo representante del centrismo era el alemán K. Kautsky y, en Rusia, era Trotski.

Kautsky apreciaba equivocadamente las causas y el carácter de la primera guerra mundial, partiendo de que las “divergencias imperialistas no habían podido hasta ahora suscitar directamente la guerra”[14]. Según él, la guerra había comenzado casualmente: los gobiernos, asustados por sus amenazas recíprocas, habían desencadenado la guerra en contra de su propia voluntad. Kautsky justificaba por todos los medios a los chovinistas, diciendo que todos tenían derecho a defender la patria y estaban obligados a ello.

Los trotskistas compartían plenamente las opiniones oportunistas de Kautsky acerca de las causas y los fines de la guerra. Trotski reconocía de palabra el carácter imperialista de la guerra, pero declaraba que su surgimiento había sido un estallido espontáneo, en el que nada tenían que ver los gobiernos imperialistas, y decía: “La guerra no tiene un fin concreto, políticamente delimitado”, y para “todos los participantes se ha convertido en una guerra de exterminio recíproco”[15]. Este planteamiento abstracto, esco­lástico, de la cuestión del carácter de la guerra hacía caso omiso de su esencia de clase, de su esencia imperialista, y de la posición proletaria consecuente frente a ella.

Las opiniones oportunistas, kautskianas, acerca del carác­ter y las causas de la guerra sirvieron de base a las consignas tácticas de los trotskistas, quienes desde el primer día de la conflagración se declararon en contra de las consignas bol­cheviques. A primeros de noviembre de 1914, Lenin pronunció en Zurich un informe titulado La guerra y la social­democracia[16]. Trotski, que participó en la discusión, manifestó que, en general, estaba de acuerdo con la posición del in­formante. Pero, lo que defendió en su discurso fue el “pro­grama de paz” de los centristas.

Contra la táctica leninista, Trotski escribió una serie de artículos como La crisis bélica y las perspectivas políticas y Programa de paz. Declaró que “la guerra civil es una formulación fraccionalista de los bolcheviques, que quieren imponerla a los demás”[17], que la guerra paralizaba las posibilidades revolucionarias de la clase obrera y hacía imposible la orga­nización de acciones revolucionarias. La socialdemocracia era impotente ante la fuerza unida del poder gubernamental y por ello, en opinión de Trotski, el proletariado debía primero conseguir la paz, lograr el cese de la guerra entre el proletariado alemán y el francés, antes de pensar en la revolución.

La guerra no había proporcionado los resultados apete­cidos a ninguno de los grupos de potencias y había agravado las calamidades y los sufrimientos de las masas populares. Los trabajadores exigían tenazmente la paz. Los gobiernos de los países beligerantes estaban asustados por el creciente desarrollo de la revolución. La burguesía procuraba apro­vechar en su propio interés el anhelo de paz de las masas. Señalando este viraje hacia la paz en determinados círculos de la burguesía de los países beligerantes, Lenin decía que los representantes del capital “lloraban con amargura la guerra y expresaban infatigablemente su deseo de paz”.[18]

Los socialchovinistas y los centristas aprovecharon estas condiciones para especular con los deseos de paz de los trabajadores. En la Conferencia de socialistas de los países neutrales, celebrada en Copen­hague, en la Conferencia de socialistas de los países de la Entente, reunida en Londres, y en la Conferencia de los partidos socialdemócratas alemán, austríaco y húngaro, que tuvo lugar en Viena, sonó un llamamiento a los gobiernos a propiciar la firma de la paz. Trotski consideraba este fin­gido afán de paz de los socialchovinistas y los centristas de distintos países una plataforma para acciones “internacio­nales” unidas. Declaró que, bajo la bandera de la paz, se habían agrupado “todos los de la izquierda” y dijo que el Sotsial-Demokrat leninista se hallaba completamente aislado y su posición era el “grado sumo de ceguera sectaria…”[19]. Lenin le respondió reprochándole “asirse ahora a los faldones de las levitas de Kautsky y de Bernstein”.[20]

Los bolcheviques se pronunciaban resueltamente por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria en todos los países beligerantes, por la derrota del gobierno propio. Por tanto, estaban contra la consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas”, si exceptuamos a los futuros oposicionistas del grupo de Baugy (Suiza), Bujarin, Piatakov y otros (líderes de las fracciones opositoras en los años siguientes). Trotski  se negaba a ver en la derrota del gobierno propio “siquiera un aliado indirecto”[21]. Afirmaba que, si bien las derrotas desorganizaban a la “reacción gobernante”, “desorganizaban la vida social, y sobre todo a la clase obrera”[22]

Además, tergiversaba la posición bolchevique como si sólo exigiera la derrota del gobierno ruso, lo que conduciría al fortalecimiento del militarismo prusiano; en realidad, los bolcheviques exigían “de todos los partidos socialistas que luchen contra los gobiernos de sus propios países”[23]. En el artículo Sobre la derrota del gobierno propio en la guerra imperialista, Lenin mostró que Trotski y sus partidarios, en realidad, “mantenían el punto de vista de la guerra de los gobiernos y la burguesía, es decir, se inclinaban servilmente ante la ‘metodología política del socialpatriotismo’, por decirlo con el ampuloso lenguaje de Trotski”2.

La consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas” tra­taba de suplantar las relaciones de clase por las relaciones entre los gobiernos. Significaba mantener intangible el viejo orden de cosas, incluida la autocracia rusa. Era un lla­mamiento abierto a la “paz” con la burguesía, a la renuncia a la lucha de clase del proletariado. “Quien apoya la con­signa ‘ni victorias ni derrotas’ —decía Lenin— es un chovi­nista consciente o inconsciente; en el mejor de los casos, es un pequeñoburgués conciliador, pero, en todo caso, es un enemigo de la política proletaria, un partidario de los gobiernos actuales, de las clases dominantes actuales”. Para Lenin, la causa profunda del empeño erróneo de Trotski en conciliar con los partidarios del socialchovinismo consistía en no advertir el contenido de clase de éste[24].

Un paso importante en la unidad de los internacionalistas consecuentes fue la Conferencia socialista internacional de Zimmerwald, en septiembre de 1915. En ella, se formó un ala izquierda que actuó cohesionada gracias a la lucha intransigente de los bolcheviques y que constituyó el embrión de la futura III Internacional. Allí, Trotski volvió a actuar como centrista: votó a favor de que se debatiera el proyecto de resolución de la izquierda, pero declaró al mismo tiempo que las masas no estaban preparadas para la lucha revolucionaria contra la guerra y que era pronto para exigir la condena de los socialchovinistas, por cuantos las masas mismas se habían contagiado de chovinismo”[25]. Después de esta conferencia, llamó a desplegar la lucha “en dos frentes”: contra la derecha y contra “el sectarismo desorganizador de los extremistas”[26], es decir, de los partidarios de Lenin. Además, se dio de baja del club de los internacionalistas de París al votar éste mayoritariamente por las posiciones de la izquierda de Zimmerwald.[27]

Al comunicar a A. Kolontái el 17 de febrero de 1917 que Trotski estaba organizando en Novi Mir un bloque de los de la derecha contra los de la izquierda, Lenin dijo: “¡Qué, cerdo es este Trotski! ¡¡Pronun­cia frases de izquierda y amaña un bloque con los de la derecha contra la izquierda de Zimmerwald!! Hay que desenmascararlo…”[28]

En Rusia, a pesar de que la minoría menchevique en la Duma de Estado había votado a favor de los créditos de guerra solicitados por el gobierno zarista, Trotski afirmó que “ocupaba una posición de la que no tenía por qué desolidarizarse ningún internacionalista”[29]. Seguía intentando crear un partido centrista, exento, según él, de los “pecados del leninismo y el menchevismo”. Se apoyó, para ello, en los mezhrayontsi, un grupo que oscilaba entre los internacionalistas y los defensistas. Los mezhrayontsi declaraban reconocer las consignas bolcheviques de “transformación de la guerra imperialista en guerra civil” y de “derrota del gobierno propio”. Pero afirmaban a la vez que la guerra civil sólo era posible como una simultánea “acción del pro­letariado de todos los países contra sus gobiernos”[30].

Desprovistos de raíces entre las masas obreras rusas, fracasaron en su intento de unir en un mismo partido a los bolcheviques y a los mencheviques, a los revolucionarios y a los oportunistas: “El trotskismo y la política de conciliación de nuevo han resultado ser un cero a la izquierda. Simplemente no tienen cabida en el vivo movimiento obrero práctico de Rusia”[31]. Ante este fracaso, Trotski optó por acercarse a la posición del partido bolchevique, hasta que su grupo fue admitido en él en agosto de 1917.


Notas:

[1] Obras completas, t. 19, pág. 196.
[2] Obras completas, t. 19, pág. 80.
[3] Obras completas, t. 17, pág. 368.
[5] Obras Completas. t. 21. pág. 31.
[6] Obras Completas, t. 20, pág. 31.
[7] Obras Completas, t. 17, pág. 381.
[8] Obras Completas, t. 19, pág. 271.
[9] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 159.
[10] Obras Completas, t. 48, pág. 69.
[11] Obras Completas, t. 47, pág. 269.
[13] Véanse las Tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea (Tesis sobre la guerra), en https://es.scribd.com/document/111722700/Tesis-sobre-la-guerra-V-I-Lenin, así como el manifiesto del CC del POSD(b) de Rusia La guerra y la socialdemocracia de Rusia, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/28-ix-1914.htm.
[14] El Estado nacional, el Estado imperialista y la alianza de Estados, pág. 7, Moscú, 1917.
[15] Golos, 28 de noviembre de 1914.
[16] Obras Completas, t. XXII, pág. 105-112, Ed. AKAL. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 193.
[17] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 195.
[18] Obras Completas, t. 26, pág. 192.
[19] Nashe Slovo, 13 de octubre de 1915.
[20] Obras Completas, t. 26, pág. 296.
[21] Nashe Slovo, 14 de marzo de 1916.
[22] Nashe Slovo, 1 de septiembre de 1915.
[23] Sotsial-Demokrat, 12 de febrero de 1915.
[24] Obras Completas, t. 26, págs. 151 y 290.
[25] Nashe Slovo, 6 de octubre de 1915.
[26] Nashe Slovo, 25 de noviembre de 1915.
[27] En lucha por el socialismo, A. Shapoválov, pág. 803, Moscú, 1934.
[28] Obras Completas, t. XL, pág. 33, Ed. Akal.
[29] Nashe Slovo, 11 de julio de 1915.
[30] Vperiod, 23 de abril de 1915.
[31] Sotsial-Demokrat, 20 de noviembre de 1915.

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