30 de agosto de 2022

"Para hacer cenizas la ambición de los tiranos" a Matilde Landa.

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Matilde Landa (a la izq.) con Julia Cossío, hija del educador Manuel Bartolomé Cossío, en Galicia.

(Foto cedida por Mariano López López).

 

Por Luís Izquierdo. Apoyo documental AAHS.

MATILDE LANDA. 
 
Tras la guerra le encomendaron la tarea de Reconstruir el PCE en el interior. Fue detenida, condenada a muerte y se le ofreció el perdón primero si renegaba del PCE y después sí permitía ser bautizada. Se negó a ambas cosas. Se suicidó. Su ejemplo, la fuerza del PCE.

Buena amiga y una gran compañera. Serena, tranquila, firme, independiente. En mis recuerdos es difícil que yo encuentre un ser humano tan definido y franco en sus opiniones y sentimientos. Y un día, escribiendo de la guerra española […] me parece que la mejor página será dedicada a dos grandes personas: Matilde y Antonio Machado.

Vittorio Vidali, comandante del Quinto Regimiento (en Ginard i Féron 2005).
Minutos antes de su suicidio, Landa escribió una carta a su hija donde, de manera encubierta, se despedió de ella rogándole perdón. 
 
La ceremonia de su bautizo ya estaba preparada. "Hoy es el gran día, dicen. Doña Bárbara, otras señoras de Acción Católica y las monjitas andarán relamiéndose con el triunfo. El dolor del pecho no me deja pensar, Carmencilla; pero no creo que el aceite alcanforado alivie mi sufrimiento, porque otro dolor, más hondo, es el que me acucia (...)".
 
"No puedo ver sin llorar los rostros de esos niños a los que amenazan con dejar sin leche si yo no me convierto -prosigue la misiva- Tú sabes, Camencilla, lo mucho que me preocupan los niños, los más desgraciados, con sus corazoncitos, tan sensibles y tan a merced de los caprichos de los mayores. No puedo, no puedo aceptarlo. Sería como prostituirme. Ay, esos niños... ¿Será lo mío un capricho? (...) Quien sobra soy yo. (...) Espero que me sigas queriendo y que te acuerdes de mí a pesar de lo que te cuenten, a pesar de lo que voy a hacer. Que tú, mi niña, mi chiquitina, y esos pobres niños me perdonéis", escribió Landa antes de su suicidio en una carta que recoge Antoni Tugores en la obra Víctimes invisibles.
 
Compromiso de Matilde
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Con su compañero, en la puerta del chalet de la colonia Residencia.

(Foto cedida por Mariano López López).

En 1930 unió su vida a Francisco López Ganivet, sobrino del escritor Ángel Ganivet. Tuvieron dos hijas, Jacinta, fallecida a corta edad y Carmen.

Cuando llega la República, se involucra totalmente con los cambios que vivía el país, y tras el fracasado movimiento revolucionario de octubre de 1934, se afilió al Socorro Rojo Internacional, una organización cuyo cometido era canalizar la ayuda proveniente de partidos y sindicatos de la izquierda internacional. A principios del 36 se afilió al Partido Comunista de España. «Finalmente soy miembro de un partido que siempre he estimado y militante de un movimiento al cual quiero dedicar toda mi vida«.

En su última carta, Matilde Landa recordaba lo mucho que echaba de menos leer los versos que el poeta Miguel Hernández le había dedicado. Hernández y Landa se conocieron cuando, en 1938, la mujer formaba parte de la sección de información popular del subsecretariado de Propaganda del Gobierno Republicano y recorría la España republicana organizando conferencias para levantar la moral a los combatientes republicanos.
 
"A Matilde"  
Miguel Hernández
 
En la tierra castellana
el castellano caía
con la voz llena de España
y la muerte de alegría.
 
Para conseguir la libertad de sus hermanos
  caen en los barbechos los más nobles castellanos.
No veré perdida España porque mi sangre no quiere.
El fascismo de Alemania
junto a las encinas muere.
 
Para hacer cenizas la ambición de los tiranos
caen en las trincheras los más nobles castellanos.
Españoles de Castilla
y castellanos de España
un fusil a cada mano
y a cada día una hazaña.
 
Voy a combatir al alemán que nos da guerra
hasta conquistar los horizontes de mi tierra.
 
Eran los años en los que la popularidad de Matilde Landa crecía sin parar.

Cuando tuvo lugar el golpe militar fracasado del 36, voluntariamente trabaja día y noche en el Hospital Obrero de Cuatro Caminos, en la recogida de refugiados, desde Almería hasta el frente extremeño.

Su figura se va forjando en una leyenda para toda la población madrileña. Se enrola en el batallón femenino del Quinto Regimiento junto a la fotógrafa Tina Modotti. Según el historiador David Ginard, «Al parecer, la iniciativa de crear esta unidad surgió de Dolores Ibárruri, quien estaba muy interesada en que el Quinto Regimiento contara con compañías femeninas, cuya misión sería combatir en el frente exactamente igual como lo hacían los hombres«.

En aquellos días su labor es muy intensa junto con otros trabajadores de la cultura dentro del 5º ((Machado, María Teresa León, Alberti, Miguel Hernández, Bergamín, Herrera Petere, Josep Renau, Adolfo Sánchez Vázquez…). Mas, con gran riesgo de su vida, está en los frentes, galvanizando a las tropas, insuflándolas de amor por la democracia y la libertad.

Desde el Socorro Rojo, colabora en la formación de una potente estructura sanitaria del Ejército del Centro. En Málaga desarrolló una intensa actividad organizadora, para salvar a la población de caer en manos de los franquistas. 

A lo largo de los tres años de conflicto, también trabajó en el sector sanitario de la República y en la sección de Información Popular del Subsecretariado de Propaganda del Gobierno republicano. 

También se le encomendó la inspección de colonias infantiles y la evacuación de los niños de las zonas de guerra, que podían caer en manos fascistas. Esta medida, también tuvo que tomarla en 1938 con su propia hija, al ser salvada y llevada a la Unión Soviética.

Condenada a muerte
 
Tras la traición de Casado, los militares entran en Madrid. Por propia iniciativa, no se evacúa con el Socorro Rojo del Sector Central, pasando a la clandestinidad. Se la designa como reorganizadora del Comité Provincial del Partido Comunista en Madrid.  
 
El 4 de abril de 1939 fue detenida mientras preparaba la huida de los dirigentes del partido Domingo Girón, Eugenio Mesón y Guillermo Ascanio. Fracasó por la indiscreción de una antigua dirigente y los tres serían entregados a las autoridades franquistas y fusilados en 1941. Tras ser sometida a un Consejo de Guerra, fue condenada a muerte. Antes, por su popularidad, le habían ofrecido salir libre si renegaba públicamente del PCE. También se negó rotundamente.
 
Condenada a muerte, Matilde ingresó en la cárcel de Ventas de Madrid, donde permanecían alrededor de 10.000 presas. Desde dentro, con el permiso de la directora de la prisión, compañera de la residencia de estudiantes, montó la llamada Oficina de Penadas, que se encontraba en su misma celda. Se trataba de una máquina de escribir en la que Matilde escribía recursos para que sus compañeras no fueran fusiladas una vez escuchados sus casos. «Ahora, aunque estoy en el sanatorio, trabajo. Cuido a las enfermas más graves, me ocupo de su plan y voy consiguiendo que algunas, que después de operadas estaban desahuciadas por los médicos, mejoren«, cuenta Matilde Landa a su hija en una carta, escrita en lenguaje cifrado para eludir la censura postal.
 
En poco tiempo se convirtió en la reclusa más carismática. La joven comunista se había convertido en un símbolo de dignidad y resistencia para sus compañeras reclusas. Se mantenían pequeñas células clandestinas del Partido Comunista Español (PCE) y de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) en las distintas galerías.

Las tareas de Matilde Landa y de sus compañeras (Soledad Real, Juana Doña, Leonor García, etc..) marcarán hondamente al colectivo de presas. Apoyan su educación y formación, señalándoles el camino de la resistencia. Frente a la represión sólo cabe la organización, la autodisciplina. Los presos y presas antifascistas convertirán las cárceles en comunas donde se comparten los paquetes de comida. En escuelas y universidades donde se accede a los saberes negados. Cada segundo es la pequeña puerta por donde puede pasar la solidaridad, por donde puede redimirse la humanidad. Hasta en la cárcel se puede.

Las gestiones de su hermana Aida con un amigo de la familia, cercano al régimen franquista, intercedió para que no fuera ejecutada. A cambio, el régimen la condenó a 30 años de prisión que debían cumplirse fuera de la península. Fue entonces cuando la trasladaron a Palma de Mallorca. Era el mes de agosto de 1940.
 
Landa se convirtió entonces en el objetivo propagandístico de la Iglesia balear. Su conversión al catolicismo sería una gran arma propagandística y minaría la moral de los vencidos. No bastaba con vencer. Había que humillar y convertir a los derrotados. Matilde fue apartada del resto de presos y sólo podía hablar con Bárbara Pons, de Acción Católica, quien se encargaba de que finalmente aceptara la conversión al catolicismo.
 
Matilde Landa quiso convencer a sus guardianas que la religión es necedad y opresión. Le daban libros católicos y ella los devolvía con anotaciones en el margen. No se rinde e incluso protagoniza pequeñas acciones de resistencia como negarse a besarle el anillo al Obispo. 
La placa que el Ayuntamiento de Palma puso en Can Sales en 2012.
 Labor de educación de su hija desde la carcel
 
29 cartas envió a su hija que se conservan, son una buena muestra de ello. A pesar de que se encuentra en los umbrales de la muerte, del tiempo que ha transcurrido sin ver a su hija y de los censores al acecho, las cartas rebosan ternura y serenidad. Desde los saludos (Carmencilla querida, chiquinina de mi corazón, hija de mi alma) hasta las sugerencias más nimias, todo está envuelto en un tono de moderación y al tiempo de afecto. Son cartas que respiran alegría, escritas en un lenguaje en clave que permita entender la situación de la prisión. Cartas para poder ser leídas con los nueve años que ahora tiene Carmen o cuando sea adulta. «Este sanatorio es muy alegre», dice refiriéndose a la cárcel. «Lo peor son los amaneceres», escribe cuando quiere aludir a los fusilamientos. Matilde Landa incluso se inventa un personaje llamado Elvira, que precisamente era su nombre clandestino cuando la detuvieron. 

En una de sus últimas cartas, en febrero de 1941. Matilde estimula la conciencia en su hija, la solidaridad con los más desvalidos, el saber discernir entre caridad y deber:

«Señora colegiala: entre el diploma… sin orla y saber que ya empiezas a hablar inglés voy a tener que tratarte con muchísimo más respeto. ¡Cuánto me alegra saber que estás tan bien, tan contenta! Pero que el hecho de que tú hayas tenido la suerte de que te rodeen personas que te quieren tanto y se ocupan tantísimo de ti, no te haga ser egoísta y olvidar a los niños que han tenido menos suerte que tú. Piensa en ellos y no olvides sobre todo a los que… el destino ha dejado sin padres. Estos son los más desgraciados y los que merecen nuestra mayor atención. Creo que no los olvidarás y quisiera que todos los días hicieses algo por ellos. Esto no es sentimentalismo ni caridad, sino sencillamente tu obligación».

Su hija Carmen López Landa regresó a España en 1975. Por sus escritos fue detenida y encarcelada durante dos meses. 
 
Ensañamiento fascista
 
A mediados de 1941, sus condiciones de prisión se agravaron, al defender tenazmente el marxismo leninismo frente al catolicismo. Los interrogatorios y extorsiones fueron diarios, privándole de cualquier comunicación con las demás presas y con el exterior. 
 
Desafiando el orden establecido, no pudo continuar viviendo. El 26 de septiembre de 1942 Matilde falleció al saltar desde una galería de la prisión. Tenía 38 años.
 

Cárcel de Palma de Mallorca, otoño de 1942: la oveja descarriada.

Está todo listo. 

En formación militar, las presas aguardan. Llegan el obispo y el gobernador civil. Hoy Matilde Landa, roja y jefa de rojos, atea convicta y confesa, será convertida a la fe católica y recibirá el santo sacramento del bautismo. La arrepentida se incorporará al rebaño del Señor y Satanás perderá a una de las suyas.
Se hace tarde.
Matilde no aparece.
Está en la azotea, nadie la ve.
Desde allá arriba se arroja.
El cuerpo estalla, como una bomba, contra el patio de la prisión.
Nadie se mueve.
Se cumple la ceremonia prevista.
El obispo hace la señas de la Cruz, lee una página de los evangelios, exhorta a Matilde a renunciar al Mal, recita el Credo y toca su frente con agua consagrada.

Eduardo Galeano.

Obras consultadas:

Ginard i Féron, David, Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas; Barcelona, Flor del Viento, 2005.

Ni tontas ni locas. Las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX, FECYT, Madrid, 2009, págs. 218-221]. Puede descargarse el libro completo en pdf en este enlace.

Las carceles de Soledad real. Consuelo García. Editorial: Alfaguara, 1983.

 

Otros enlaces:

https://rebelion.org/matilde-landa-amor-y-revolucion/ 

https://manuelaguilerapovedano.wordpress.com/2020/08/02/las-ultimas-horas-de-matilde-landa/

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