Publicamos la primera parte del trabajo de la Asociación de 
Amistad Hispano-Soviética (AAHS) «Crítica del Partido Comunista de China
 sobre la experiencia soviética». 
Consideramos de gran valor analizar 
las críticas más importantes realizadas dentro del movimiento comunista 
internacional al camino emprendido por los soviéticos, en un momento 
fundamental en el que existe una ruptura con las políticas del PCUS por 
parte de la nueva dirección, cuya cabeza visible era Jruschov. 
No 
estaría completo el estudio de la experiencia soviética si no 
analizásemos estas críticas, que pueden ayudarnos a comprender mejor los
 aciertos y los errores de los comunistas en el poder y los motivos, 
como una necesidad de actualidad para todos los comunistas. Este 
documento lo publicaremos en tres partes.
Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética
Mientras se hace cada día más evidente que, tal como demostrara Marx,
 el desarrollo del capitalismo produce las condiciones necesarias para 
su sustitución por el comunismo, este tránsito sigue interrumpido a 
causa de la derrota del movimiento revolucionario internacional nacido 
de la Revolución de Octubre de 1917; o, mejor dicho, a causa de la 
deficiente comprensión de toda esta experiencia.
Desde que la Unión Soviética y los países socialistas de Europa 
regresaron al capitalismo alrededor del año 1990, y en medio de la mayor
 campaña anticomunista de la historia desatada por la burguesía, la 
mayoría de los comunistas del planeta empezó a investigar las causas de 
este retroceso. Al tiempo que enfrentaba la revancha que los 
capitalistas se estaban tomando contra los trabajadores y sus conquistas
 pasadas, llegó a la conclusión de que esta contrarrevolución no había 
sido repentina, sino que había ido creciendo a lo largo de los años 
previos en los Estados socialistas. 
Así, la mayoría del movimiento 
comunista internacional se fue acercando al punto de vista de la minoría
 que, como los chinos y los albaneses, había denunciado la peligrosa 
deriva revisionista tomada por los dirigentes soviéticos desde los años 
50. 
En la actualidad, las organizaciones comunistas respaldan cada vez 
más la política encabezada por Stalin y cada vez menos la política 
impulsada por Jruschov y Brézhnev.
Sin embargo, este acercamiento de la mayoría a la minoría no ha 
bastado para unificar al movimiento comunista internacional y para 
recuperar su autoridad política sobre la clase obrera. Esto se debe, 
ante todo, a que la comprensión de lo sucedido por unos y otros todavía 
no se corresponde plenamente con la teoría científica del 
marxismo-leninismo. 
Todavía no se estudia lo suficiente esta teoría como
 es debido, es decir, como ciencia. 
Todavía prevalecen los prejuicios, 
así como la confusión que éstos causan. 
Todavía hay que seguir 
experimentando el fracaso de la puesta en práctica de dichos prejuicios,
 mientras los refutamos teóricamente sobre la base del 
marxismo-leninismo y mientras los frutos de esta labor son, a su vez, 
puestos en práctica.
Los comunistas chinos y albaneses pretendieron defender y aplicar el 
marxismo-leninismo frente al revisionismo de los nuevos dirigentes 
soviéticos. En buena parte, así fue, pero los resultados objetivos 
fueron opuestos a sus intenciones: se creó una profunda división del 
movimiento obrero y comunista que el imperialismo supo aprovechar para 
recuperar la iniciativa perdida tras la Segunda Guerra Mundial; chinos y
 albaneses acabaron rompiendo entre sí; China socialista modificó su 
orientación política tras la muerte de Mao Zedong y Albania dejó de ser 
socialista al mismo tiempo que sus vecinos revisionistas, mientras otros
 Estados menos beligerantes con el revisionismo como Cuba, Vietnam, Laos
 y Corea han aguantado el vendaval.
A estas alturas, no parece que sea suficiente conformarnos 
acríticamente con la evaluación que chinos y albaneses hicieron de la 
experiencia soviética. Sin embargo, tampoco podemos pretender resolver 
las incógnitas que ésta nos legó prescindiendo de aquella crítica 
efectuada, no por un puñado de estudiosos ajenos al movimiento obrero, 
sino por acreditados partidos revolucionarios y de masas como fueron el 
Partido Comunista de China y el Partido del Trabajo de Albania.
En el presente documento, examinaremos la crítica que los dirigentes 
comunistas chinos hicieron de la teoría y la práctica soviéticas sobre 
la edificación del socialismo. 
Aunque procuremos ceñirnos a esta 
cuestión, su comprensión nos exigirá a veces a tocar sólo 
tangencialmente otros problemas como la política exterior de los Estados
 socialistas, la unidad y la lucha en el seno del movimiento comunista 
internacional, las vicisitudes de la construcción de la nueva sociedad 
en China, etc. Con el tiempo transcurrido, se han aplacado las pasiones,
 permitiendo un examen más objetivo de las políticas confrontadas, sobre
 todo a la luz de sus resultados.
La crítica china hacia la URSS ha ido desarrollándose y 
modificándose, a lo largo de las etapas vividas en ambos países, aunque 
conservó en todas ellas algunos elementos de continuidad.
Vamos a exponer cronológicamente esta crítica, valorándola sobre la marcha.
LA ETAPA DE LA UNIDAD CRÍTICA
Con anterioridad al XX Congreso del PCUS, la opinión de la dirección 
comunista china sobre la URSS y Stalin puede resumirse en la 
felicitación que Mao Zedong remitió a éste por su sesenta cumpleaños, el
 20 de diciembre de 1939: “Felicitar a Stalin significa apoyarlo, apoyar
 su causa, la victoria del socialismo y el rumbo que él señala a la 
humanidad, significa apoyar a un amigo querido. Pues hoy la gran mayoría
 de la humanidad está sufriendo y sólo puede liberarse de sus 
sufrimientos siguiendo el rumbo señalado por Stalin y contando con su 
ayuda. (…) El amor y el respeto del pueblo chino por Stalin y su amistad
 hacia la Unión Soviética son profundamente sinceros; toda tentativa de 
sembrar discordias, toda mentira o calumnia serán en vano”.[1]
 
 
 
Según algunos investigadores, habían surgido diferencias de enfoque 
entre ambas direcciones a finales de los años 30 (a través de los 
dirigentes chinos que habían estudiado en la URSS como el grupo de los 
“28 bolcheviques”, con Wang Ming al frente) y sobre todo tras concluir 
la Segunda Guerra Mundial. 
En aquel momento, al parecer, la URSS de 
Stalin “no creía posible, ni deseable, la revolución socialista en 
China, ya que se encontraba demasiado debilitada por la guerra. La Unión
 Soviética, preocupada sobre todo por la expansión del campo socialista 
en Europa, no se sentía preparada para sostenerla temiendo un 
enfrentamiento con Estados Unidos. Por lo que se limitó a dejar como 
única ayuda al PC [de China] un importante material de guerra que había 
capturado a los japoneses en Manchuria, y aconsejó a Mao entenderse, una
 vez más, con el Kuomintang [partido nacionalista burgués, entonces 
pro-yanqui] para formar con él un gobierno de coalición.[2]
A consecuencia de la mala voluntad de Chiang Kai-shek, este consejo 
no fue seguido. Por lo tanto, la guerra civil se reemprendió y, en menos
 de tres años y ante la sorpresa de Stalin, que reconoció en privado su 
error de apreciación, ésta instaló al PC en el poder”.[3]
Sin embargo, fue a raíz de las críticas a Stalin vertidas por 
Jruschov en 1956, durante el XXº Congreso del PCUS y especialmente en el 
Informe Secreto que éste leyó tras su clausura, que el PCCh se vio 
obligado a debatirse entre la defensa del socialismo y la defensa de la 
nueva política del PCUS. No hay que perder de vista que éste, por los 
éxitos acumulados desde 1917, se había convertido la autoridad suprema 
del movimiento comunista internacional y del campo socialista.
Es correcto el siguiente análisis de este problema que nos ofrece el 
historiador Jacques Lévesque, a condición de que no perdamos de vista 
que... 
1º) la unidad internacional del proletariado es, además de un deseo,
 una posibilidad real gracias a que sus intereses fundamentales son 
idénticos en todos los países. 
2º) los Estados socialistas se basan en 
una alianza del proletariado con ciertas capas burguesas como los 
campesinos, lo cual provoca necesariamente reacciones nacionalistas. 
3º) la transformación del mundo exige tomar decisiones confiando en el 
desarrollo progresivo de las condiciones objetivas para la revolución 
socialista, asumiendo la inevitabilidad de contradicciones y aprendiendo
 a resolverlas por medio de la práctica revolucionaria.
“Desde el principio del régimen soviético, con la fundación de la 
Internacional Comunista, sus dirigentes pensaron que la identidad de 
pareceres y de intereses que existía entre ellos y los Partidos 
Comunistas, sobre una cierta cantidad de cuestiones fundamentales, sería
 suficiente pare atenuar las contradicciones que podían sobrevenir en 
sus respectivos intereses, o en todo caso, debería suministrar la base 
que permitiría resolverlas fácil y rápidamente. Esta visión de los 
problemas podía ser correcta. No obstante, la potencia de los intereses 
comunes llevó a la Unión Soviética y a los demás partidos comunistas a 
subestimar las posibles contradicciones y a sobreestimar su capacidad de
 resolverlas adecuadamente. La unidad de los intereses fundamentales se 
impulsó hacia la unidad de acción y de estrategia única, imperativos que
 a su vez estimularían la coordinación y una rigurosa disciplina, que 
pasarían sin dificultad alguna bajo la ‘hegemonía’ soviética (para 
emplear el mismo término de Lenin)[4],
 privilegiando de este modo la percepción y los análisis soviéticos de 
la estrategia a adoptar. Y, a consecuencia de esto, varios partidos se 
vieron obligados a sacrificar objetivos nacionales en provecho de la 
perspectiva internacional y de la estrategia de conjunto. Esta 
estrategia fue casi siempre correcta, y dio los resultados previstos, 
por lo cual las contradicciones entre intereses a corto y a largo plazo,
 nacionales e internacionales, deberían haber sido superadas; pero en 
muchísimos casos no ocurrió así. (…) Con la formación del campo 
socialista, al terminar la Segunda Guerra Mundial, el campo de acción de
 varios partidos comunistas se extendió a realidades y a problemas 
todavía más difíciles y complejos”.[5]
Inmediatamente después del XX Congreso del PCUS, la dirección china 
elogió al partido soviético por su “actitud seria” y su “valiente 
autocrítica”; si bien intentó corregir la unilateralidad negativa de 
ésta, recordando los méritos de la dirección bolchevique y de Stalin. 
“Ya, Mao Zedong, el 23 de octubre de 1956, al recibir al embajador 
soviético en China, le manifestó: ‘Hay que criticar a Stalin, pero no 
estamos de acuerdo con el método utilizado. Hay otras cuestiones con las
 que tampoco estamos de acuerdo’. 
Al mismo tiempo, y después, en enero 
de 1957, Liu Shao-chi, por entonces presidente de la República Popular 
China y Chu En-lai, primer Ministro, habían manifestado ante sus 
camaradas soviéticos los principales errores cometidos por los 
dirigentes del PCUS: ‘ausencia total de un análisis de conjunto’ de 
Stalin, ‘ausencia de autocrítica’ y ‘ausencia de consultas previas a los
 otros partidos hermanos’.”[6]
Unidad y diferencia con Jruschov en el balance de la experiencia soviética
En esta línea, un mes después del congreso soviético, el PCCh publicó Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado[7], donde expone este difícil equilibrio.
En este documento, afirma que “Stalin cometió en el último período de
 su vida ciertos errores graves en su trabajo, como principal dirigentes
 del Partido y del Estado. Se volvió engreído, le faltó prudencia y 
surgió en su espíritu el subjetivismo y la tendencia a conformarse con 
aspectos parciales. Tomó decisiones erróneas sobre ciertas cuestiones 
importantes, lo que dio lugar a consecuencias muy desagradables… cometió
 el error de exagerar su propio papel y opuso su autoridad personal a la
 dirección colectiva… aceptaba y animaba el culto de la personalidad y 
tomaba decisiones personales arbitrarias”.
Esta acusación responde a la influencia y presión que ejercía la 
campaña de los nuevos dirigentes soviéticos contra Stalin. Los 
capitalistas y sus agentes en el movimiento obrero siempre han hecho 
este mismo reproche a todos los dirigentes proletarios (como Trotski a 
Lenin), pero la diferencia es que, ahora, procedía de un prestigioso 
partido revolucionario como el PCUS.
Con el tiempo, se desvelarían las intenciones oportunistas de esta 
crítica y se demostraría su falsedad al contrastarla con los hechos[8].
 Todo parece apuntar a que el énfasis excesivo en su figura se produjo 
por voluntad ajena a él y mayoritaria, siendo exorbitado por quienes 
serían sus mayores detractores tras su muerte. En todo caso, se le 
podría reprochar no haber luchado lo suficiente por corregir este error,
 hasta hacer pública su oposición. Pero este problema no puede ser 
valorado al margen de la cruenta lucha de clases en la que el enemigo 
burgués procura destruir la unidad entre el pueblo, la clase obrera, el 
partido comunista y sus dirigentes, para poder derrocar el poder 
proletario. Los capitalistas también tienen sus reyes, caudillos y demás
 ídolos. Y todas las revoluciones se han cohesionado alrededor de sus 
mejores representantes porque cuesta sangre, sudor y lágrimas 
seleccionar a dirigentes capaces y fieles a las masas oprimidas. Ahí 
están Mao en China, Hoxha en Albania, Fidel en Cuba, Ho Chi Minh en 
Vietnam, Kim Il Sung en Corea, Chávez en Venezuela, etc., aun con sus 
defectos (inevitables en cualquier individuo). En cambio, los obreros 
revolucionarios repudian a los iconoclastas que, como Jruschov, ayudan a
 la burguesía[9].
Repitiendo los infundios del Informe Secreto, este documento del PCCh
 sostiene que Stalin “dio demasiada amplitud al problema de la represión
 de los contrarrevolucionarios; no mostró la vigilancia necesaria en la 
víspera de la guerra antifascista; no concedió toda la atención merecida
 a un más amplio desarrollo de la agricultura y al bienestar material de
 los campesinos; dio ciertos consejos erróneos acerca del movimiento 
comunista internacional, y, en particular, tomó una decisión equivocada 
sobre la cuestión de Yugoslavia”. 
Al margen del montón colosal de 
propaganda anticomunista sobre estas cuestiones, han ido publicándose, 
sobre todo desde la caída de la URSS, muchos trabajos científicos que 
explican los hechos en su contexto y refutan estas acusaciones. En la 
página web de la AAHS y en otras muchas publicaciones proletarias y 
progresistas, el lector podrá encontrar referencias de estos trabajos, 
para poder consultarlos.
Esta resolución del PCCh viene a resumir los presuntos errores de 
Stalin como “subjetivismo en los métodos de dirección”, frente al cual 
propugna una “línea de masas”, es decir, “partir de las masas para 
retornar a las masas”. Este criterio que perdura a lo largo de toda la 
historia del partido chino tiene indudables virtudes frente al 
dogmatismo, el sectarismo, el aventurerismo, el blanquismo, etc., pero 
también encierra el peligro de despreciar la necesidad de educar a las 
masas en la teoría científica del marxismo-leninismo, la cual no 
proviene únicamente de la experiencia de las masas proletarias ni de las
 masas de las clases oprimidas de sociedades anteriores. 
El marxismo es 
la continuación del saber universal acumulado a lo largo de siglos a 
partir de la experiencia de toda la humanidad y que, en la sociedad 
capitalista, encuentra al proletariado como única clase objetivamente 
interesada en asumirlo y desarrollarlo. Lenin advirtió, en su obra ¿Qué hacer?, contra el peligro de rebajar el socialismo a un espontaneísmo o empirismo estrecho.
Dicho esto, es parcialmente justa la crítica de la citada resolución 
del PCCh contra el burocratismo y al dogmatismo que también combatieron 
los dirigentes bolcheviques, incluido Stalin: “Después de la victoria de
 la revolución, cuando la clase obrera y el Partido Comunista se han 
convertido en la clase y el Partido dirigentes en el Estado, quienes 
dirigen el Partido y el Estado, acosados desde muchos lugares por el 
burocratismo, pueden encontrarse frente al gran peligro de servirse del 
aparato del Estado para emprender acciones arbitrarias, alejarse de las 
masas y de la dirección y colectiva, y recurrir a métodos autoritarios, 
violando los principios democráticos del Partido y del Estado. (…) 
cuando el marxismo era reconocido por todo el mundo como la ideología 
dirigente del Estado después de la revolución, un buen número de 
nuestros propagandistas, en vez de trabajar duro, de reunir un gran 
número de hechos, de practicar métodos de análisis marxistas-leninistas y
 de emplear el lenguaje del pueblo para explicar de manera convincente 
la unidad de la verdad universal del marxismo-leninismo y de la 
situación concreta de China, se han apoyado a menudo en el poder 
administrativo y el prestigio del Partido para insuflar el 
marxismo-leninismo en el espíritu de las masas bajo la forma de dogma”.
En esta descripción del fenómeno, la falta de un análisis de clase 
deriva en la absolutización de la democracia como remedio. En realidad, 
tanto el revisionismo como el dogmatismo son conductas que reflejan la 
presión de la ideología burguesa dominante en el mundo y de la situación
 desesperada del pequeñoburgués que se resiste a asumir la posición del 
proletariado. 
En su lucha de clase, las masas y dirigentes proletarios 
deben aprender, tomando decisiones correctas con rapidez para no ser 
derrotados. Para ello, hay que alcanzar éxitos que sean duraderos en el 
camino hacia el comunismo, evitando atajos que conducen a un callejón 
sin salida, ya sea renunciando a la dictadura o a la democracia. En 
definitiva, hay que aprender a atenerse a la concepción del mundo del 
materialismo dialéctico. 
Es difícil, pero es lo único que nos puede 
fortalecer lo suficiente, mientras el capitalismo se descompone, para 
que podamos liquidarlo totalmente y liberar las relaciones humanas de 
los antagonismos de clase.
La resolución china hace otra crítica a Stalin que resulta injusta 
porque descontextualiza lo dicho por él: “… Stalin plantea la fórmula de
 que, en los diversos períodos revolucionarios, el golpe principal debe 
dirigirse con vistas a aislar las fuerzas políticas y sociales 
intermedias de la época. (…) En ciertas circunstancias, puede ser 
correcto aislar tales fuerzas, pero no es correcto aislarlas 
cualesquiera que sean las circunstancias. Nuestra experiencia nos enseña
 que en una revolución el golpe principal debe dirigirse contra el 
enemigo principal con vistas a aislarlo. En cuanto a las fuerzas 
intermedias, debemos adoptar hacia ellas la política de unirnos con 
ellas y al mismo tiempo luchar contra ellas, para por lo menos 
neutralizarlas… [Cuando ciertos camaradas han aplicado mecánicamente 
esta fórmula de Stalin] Nos hemos infligido pérdidas a nosotros mismos y
 le hemos hecho el juego al verdadero enemigo”.
El error no está en lo dicho por Stalin, sino en lo mal que lo 
entienden algunos. Ni mucho menos se trata de golpear al enemigo 
secundario y dejar a salvo al enemigo principal. Se trata de golpear al 
cómplice de éste entre las masas sólo en la medida en que obstaculiza la
 unidad combativa de éstas que es necesaria destruir el enemigo 
principal. 
Veamos cómo lo explica Stalin para la etapa socialista de la 
revolución rusa: “Objetivo: derrocar el imperialismo en Rusia y salir de
 la guerra imperialista. Fuerza fundamental de la revolución: el 
proletariado. Reserva inmediata: los campesinos pobres. Como reserva 
probable, el proletariado de los países vecinos. Como factor favorable, 
la guerra, que se prolongaba, y la crisis del imperialismo. Dirección 
del golpe principal: aislar a la democracia pequeñoburguesa 
(mencheviques y eseristas), que se esforzaba en atraerse a las masas 
trabajadoras del campo y en poner fin a la revolución mediante una 
componenda con el imperialismo. Plan de disposición de las fuerzas: 
alianza del proletariado con los campesinos pobres”.
Como se ve, Stalin apunta como objetivo principal al derrocamiento de
 la burguesía y no de los soviets que estaban dirigidos por la 
democracia pequeñoburguesa. Pero, ¿cómo hacerlo si ésta paralizaba la 
acción revolucionaria de las masas? Se trataba de aislarla de su base 
social, de las masas intermedias, campesinas, porque aparentaba 
apoyarlas mientras las traicionaba. 
Si la democracia pequeñoburguesa 
hubiese aceptado que los soviets dirigidos por ella tomaran el poder 
político, podrían haber sido aliados de los bolcheviques en el gobierno 
socialista. De hecho, lo llegó a ser el ala izquierda de los eseristas. 
Y, ¿cómo dar ese “golpe” a los partidos conciliadores, cómo aislarlos”? 
No se trataba de perpetrar acciones violentas contra ellos, sino de 
persuadir a las masas trabajadoras campesinas de que esos partidos no 
representaban realmente sus intereses y de que eran los bolcheviques los
 que sí lo hacían. Lenin lo expresó así: “El proletariado debe llevar a 
cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos 
semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la 
resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los 
campesinos y de la pequeña burguesía”.[10]
Por lo demás, cabría preguntarse si el PCCh mantuvo su acertado 
enfoque de unidad y lucha con las fuerzas intermedias cuando, sin 
solución de continuidad, pasó a considerar a la URSS como una 
superpotencia imperialista enemiga por el hecho de que sus dirigentes 
pretendieran imponer su línea revisionista.
Al lado de los errores de este primer posicionamiento sobre la línea 
de Jruschov, el PCCh tuvo ya entonces el valor de hacer un balance 
favorable de Stalin al frente de la anterior dirección bolchevique:
“Los méritos deben atribuirse al Comité Central del Partido Comunista
 de la Unión Soviética que ejerció una dirección enérgica en la lucha 
por realizar la línea política de Lenin, y una parte imborrable de estos
 méritos corresponde a Stalin.
Después de la muerte de Lenin, Stalin, como dirigente principal del 
Partido y del Estado, aplicó y desarrolló de manera creadora el 
marxismo-leninismo. En la lucha por la defensa de la herencia del 
leninismo contra sus enemigos -los trotskistas, los zinovievistas y 
otros agentes de la burguesía- Stalin tradujo la voluntad del pueblo y 
resultó un eminente luchador por el marxismo-leninismo. Si Stalin se 
ganó el respaldo del pueblo soviético y jugó un importante papel 
histórico, es ante todo porque había defendido, con los demás dirigentes
 del Partido Comunista de la Unión Soviética, la línea de Lenin relativa
 a la industrialización del país de los Soviets y a la colectivización 
de la agricultura.
El Partido Comunista de la Unión Soviética, ejecutando esta línea, 
hizo triunfar el socialismo en su país y creó las condiciones para 
victoria de la Unión Soviética en la guerra contra Hitler. (…)
Importa subrayar aquí que deberemos todavía continuar estudiando 
atentamente las obras de Stalin como lo hemos hecho hasta ahora, y 
recoger de ellas, como una herencia histórica importante, todo lo que 
contienen de provechoso, particularmente en las numerosas obras en las 
que defiende el leninismo y traza de manera justa el balance de la 
experiencia de la edificación en la URSS. Adoptar otra actitud sería un 
error. (…)
Hay gente que considera que Stalin se equivocó en todo lo que hizo. 
Se trata de una grave incomprensión. Stalin fue un gran 
marxista-leninista, pero también fue un marxista-leninista que cometió 
algunos errores de bulto sin tener conciencia de ello. (…)
Tanto lo que hay de correcto como lo que hay de incorrecto en Stalin 
es un fenómeno del movimiento comunista internacional y lleva el sello 
de la época. El movimiento comunista internacional sólo cuenta con poco 
más de cien años, y sólo han transcurrido treinta y nueve años desde la 
Revolución de Octubre. (…)
Una buena dirección no consiste en no cometer ningún error, sino en 
tomarse los errores en serio. El hombre que nunca se ha equivocado no 
existe. (…)
Es ingenuo creer que ya no pueden existir contradicciones en una 
sociedad socialista. Negar la existencia de contradicciones es negar la 
dialéctica. (…) La sociedad socialista se desarrolla también en el seno 
de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de 
producción. (…) La humanidad todavía es joven. Nadie puede decir en 
cuántas veces el camino que le queda por recorrer sobrepasa al que ya ha
 recorrido”.
Este último párrafo era una advertencia dirigida a los muchos comunistas presuntuosos de entonces[11]
 que descartaban una derrota del socialismo y fanfarroneaban con 
alcanzar pronto el comunismo como resultado automático del aumento de la
 producción. También hoy es una reflexión oportuna frente a los que dan 
por fracasado el movimiento comunista por la emancipación de la clase 
obrera. Aunque ésta haya tropezado en sus primeros pasos, aprenderá de 
su experiencia y volverá a ponerse en pie con mucha mayor seguridad 
hasta liberarse definitivamente de sus explotadores capitalistas.
 
 
 
 
El viraje revisionista del XX Congreso del PCUS espoleó a las fuerzas
 hostiles al socialismo en todo el mundo. 
En octubre-noviembre de 1956, 
se produjo un levantamiento contrarrevolucionario y pro-imperialista en 
Hungría socialista que fue derrotado con la ayuda de tropas soviéticas, 
de acuerdo con la comunidad de Estados socialistas. Al año siguiente, el
 líder yugoslavo Tito aprovechaba las protestas en Hungría y Polonia 
para volver a exigir a los comunistas del mundo que eligieran entre su 
línea y la línea “estalinista”. 
Ante estos acontecimientos, la dirección
 del PCCh publicó en diciembre de 1957 una nueva resolución titulada Una vez más sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado.
En ella aparecen nuevas acusaciones contra Stalin tomadas del arsenal
 de Jruschov: vulnerar el “centralismo democrático” y “la legalidad 
socialista”, condenar “gratuitamente a numerosos comunistas leales y 
buenos ciudadanos”[12]
 e “insistir en la agravación de la lucha de clases después de la 
liquidación de las clases” dificultando “así el desarrollo sano de la 
democracia socialista” (sobre esta última cuestión, volveremos más 
adelante).
Incluye también una acusación contra Stalin que es probablemente de 
cosecha propia y que los dirigentes chinos dirigirían violentamente 
contra los nuevos dirigentes soviéticos: “manifestó una tendencia al 
chovinismo de gran nación… intervenía indebidamente en los asuntos 
internos de ciertos países hermanos y de ciertos partidos hermanos”. 
Como ya hemos dicho, pudo haber algunas diferencias en los años 30 y 40 
entre los comunistas chinos y los soviéticos al frente del movimiento 
comunista internacional. Podían deberse, no al chovinismo de la URSS, 
sino a una distinta apreciación de la correlación de fuerzas de clase en
 un determinado momento y lugar. No obstante, el proletariado 
revolucionario deberá reevaluar la necesaria relación contradictoria 
entre sus destacamentos: los que están en el poder y los luchan todavía 
por conquistarlo; los que han avanzado más en el camino al comunismo y 
los que acaban de comenzarlo. 
Es una cuestión muy compleja porque los 
que gobiernan tienen la ventaja de su mayor experiencia, pero el 
inconveniente de tener que conservar la hegemonía política sobre las 
clases nacionales no proletarias de su país. La tendencia al chovinismo 
o, al menos, a la priorización de sus intereses nacionales es un riesgo 
considerable.
De todos modos, en su nueva resolución, el PCCh demuestra tratar esta
 cuestión con altura de miras: “La Unión Soviética… es, desde hace 
treinta y nueve años, el centro del movimiento comunista internacional. 
Esta situación no se debe a una voluntad arbitraria, sino que es el 
producto natural de las condiciones históricas. (…) es difícil evitar 
que las victorias alcanzadas por un Partido o un país en la obra de la 
revolución le inspiren un sentimiento de superioridad”.
E insiste en primar la defensa del legado de Stalin: “La tragedia de 
Stalin fue creer que, incluso cuando cometía errores, sus actos eran 
necesarios para defender los intereses de los trabajadores contra los 
ataques del enemigo. (…) [El potente auge de la Unión Soviética 
socialista] es irrefutable y atestigua no sólo de la fuerza del sistema 
socialista, sino también del hecho de que Stalin era, pese a todo, un 
comunista inquebrantable. (…) Considerando la cuestión en todos sus 
aspectos, si se quiere absolutamente hablar de ‘estalinismo’, sólo se 
puede decir esto: ‘estalinismo’ es ante todo el comunismo, el 
marxismo-leninismo. Éste es su aspecto fundamental. (…) Estimamos que si
 se pone en paralelo los errores de Stalin y lo que consiguió, los 
errores sólo ocuparán el segundo puesto”.
La mayor novedad en este documento es la denuncia de la creciente 
presión de los revisionistas encabezados por Tito sobre los partidos 
comunistas y los Estados socialistas, que “puede conducir al movimiento 
comunista a la escisión”: “… emprendiendo la vía de un repudio total de 
Stalin y enarbolando la consigna errónea de la lucha contra el 
“estalinismo”, un cierto número de comunistas han contribuido al 
desarrollo de una corriente ideológica que tiende a revisar el 
marxismo-leninismo. (…) En el movimiento actual contra el dogmatismo, 
tanto en nuestro país como en el extranjero, los hay que, bajo el 
pretexto de luchar contra una copia ciega de la experiencia soviética, 
niegan el alcance internacional de lo que hay de esencial en la 
experiencia de la Unión Soviética, y que, bajo el pretexto de 
desarrollar el marxismo-leninismo de manera creadora, niegan la 
importancia de la verdad universal del marxismo-leninismo. (…) bajo el 
pretexto de desarrollar la democracia socialista, tratan de debilitar o 
de repudiar la dictadura del proletariado, tratan de debilitar o de 
repudiar el centralismo democrático del Estado socialista, tratan de 
debilitar o de repudiar el papel dirigente del Partido. (…)
Después de la aniquilación de las clases explotadoras y la 
liquidación, en lo esencial, de las fuerzas de la contrarrevolución, la 
dictadura del proletariado todavía era necesaria con relación a los 
restos de la contrarrevolución en el interior del país (restos que era 
imposible hacer desaparecer del todo debido a la existencia misma del 
imperialismo), pero su punta debía dirigirse sobre todo contra las 
fuerzas agresivas imperialistas del exterior”.
La resolución advierte que esta revisión del marxismo no discurre a 
salvo de las injerencias de los imperialistas: “Esta corriente 
revisionista facilita incontestablemente el ataque dirigido por el 
imperialismo contra el movimiento comunista, y el imperialismo utiliza 
en efecto activamente esta corriente. A la vez que combatimos 
resueltamente el dogmatismo, debemos combatir no menos resueltamente el 
revisionismo. (…) Para menoscabar la causa del comunismo, los 
imperialistas y los reaccionarios de los diferentes países explotan los 
sentimientos estrechamente nacionalistas y ciertas incomprensiones de 
carácter nacional entre diferentes pueblos, con el fin de atentar, por 
todos los medios, contra la solidaridad internacional del proletariado. 
(…) Los nacionalistas burgueses no descuidan nada para engordar los 
defectos de la Unión Soviética y cerrar los ojos sobre lo que ella ha 
aportado. Buscan que la gente no se pregunte cómo se comportaría el 
imperialismo hacia estos países y estos pueblos, si la Unión Soviética 
no existiera”.
Esta advertencia del PCCh resultó premonitoria de la situación de 
sometimiento que sufren ahora los pueblos de Europa oriental a manos del
 imperialismo americano y alemán. La resolución de los comunistas chinos
 cita, en apoyo a sus advertencias, las declaraciones del entonces 
Secretario de Estado de EE.UU. John Foster Dulles en una sesión del 
Consejo de la OTAN: “La estructura comunista soviética se encuentra en 
estado de degeneración, y el poder los dirigentes se desmorona… Frente a
 esta situación, las naciones libres deben mantener una presión moral 
que contribuirá a derrumbar el sistema comunista sino-soviético, y a 
mantener su potencia militar y su firmeza. (…) parece que una 
modificación del carácter del mundo [comunista] se encuentre desde ahora
 dentro de lo posible”.
La diferencia creciente de enfoques entre los dirigentes chinos y la 
nueva dirección soviética llevó a aquéllos a analizarla en las tres 
partes integrantes del marxismo-leninismo: la filosofía, la economía 
política y el socialismo científico. Las conclusiones empezaron a 
condensarse en Sobre el correcto tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo, escrito por Mao Zedong en 1957, y en una serie de charlas impartidas por él entre 1958 y 1960[13] en relación con los Problemas económicos del socialismo en la URSS de Stalin[14] y el Manual de economía política soviético en su edición de 1959[15].
La crítica de la economía soviética
Empezaremos por cómo valoraba Mao la economía soviética al pretender 
una mejor edificación económica del socialismo en China. Aunque reconoce
 que muchas cosas descritas en este último trabajo de Stalin son 
correctas, sus objeciones son muy numerosas (“En ciertos pasajes 
-afirma- es posible, sin embargo, que el mismo Stalin no haya logrado 
acertar”), pero escasa y dudosamente fundamentadas.
      
Sólo responderemos a
 algunas, dejando al lector que compruebe las demás comparando ambos 
textos. Además, Mao no distingue a menudo entre el artículo de Stalin y 
la situación creada en la URSS cinco años más tarde, tras los cambios 
introducidos por el gobierno de Jruschov. 
Reprocha en abstracto a la Unión Soviética que “ha prestado escasa 
atención” a la industria ligera y a la agricultura en beneficio de la 
industria pesada. Sin embargo, ésta es la base de toda gran producción 
industrial y agrícola. Como explicó Marx en El Capital, la 
producción de medios de producción debe ir por delante de la de medios 
de consumo para que haya reproducción ampliada, es decir, desarrollo 
económico. La URSS necesitaba acelerar este desarrollo para recuperarse 
de la Gran Guerra Patria y hacer frente a la guerra fría declarada por 
los imperialistas. A pesar de ello, las condiciones de vida de las masas
 fueron mejorando lo suficiente como para que cerraran filas en la lucha
 contra el enemigo de clase. En cambio, el criterio opuesto que se 
aplicó a partir de Jruschov resultó ser pan para hoy y hambre para 
mañana.
Mao acusa a Stalin de “caminar con una sola pierna” en este tema y 
también en otros como la relación entre el interés inmediato y el 
interés a largo plazo del pueblo; la relación entre los cuadros técnicos
 y las masas; la relación entre la base económica y la superestructura; 
la relación entre ser “experto” y ser “rojo”; etc. Está más preocupado 
por poner en evidencia la contradicción que por estudiar si fue 
correctamente resuelta por los bolcheviques en cada momento. Es una 
cuestión que guarda relación con su comprensión de la dialéctica, sobre 
la que volveremos más adelante.
“No es cierto -según él- que la producción mercantil pueda limitarse 
únicamente a la producción de los medios de existencia”. Por tanto, 
rechaza la última carta anexada al artículo de Stalin, donde éste se 
oponía con sólidos argumentos a “vender los medios de producción a los 
campesinos. Fue Jruschov quien modificó esta política”. Así, Mao parece 
avalar el punto de vista de Jruschov de ampliar la esfera de las 
relaciones monetario-mercantiles[16].
 Cualquier país, sobre todo atrasado como China, que acaba de iniciar la
 construcción del socialismo debe tratar probablemente con una 
producción mercantil muy extensa, pero el avance hacia el comunismo 
exige que la producción sea cada vez más directamente social y menos 
mercantil.
Siguiendo a Jruschov y Mikoyán, Mao considera que Stalin tiene “una 
gran desconfianza respecto a los campesinos” y que el Estado soviético 
“ejerce un control asfixiante” sobre ellos. Es llamativo que el líder 
chino se refiera a los koljosianos como simples campesinos, pasando por 
alto la transformación social que han experimentado a través de la 
colectivización.
Otra crítica de Mao a este último escrito de Stalin consiste en que 
“no habla más que de relaciones de producción”. Sería todavía más exacto
 decir “relaciones de propiedad”, pues en Problemas económicos del socialismo en la URSS
 Stalin identifica la realidad material con sus formas jurídicas en la 
medida en que no analiza la relación contradictoria entre la propiedad 
de todo el pueblo sobre los medios de producción y la persistencia 
parcial de la vieja división social del trabajo.
Mao destaca el problema de las relaciones entre la superestructura y 
la base económica, lo cual está muy bien porque, en toda revolución, la 
clase ascendente debe transformar la base económica desde la 
superestructura. Pero esta superestructura está, a su vez, condicionada 
por las contradicciones de la base económica. Por una parte, no puede 
transformarla a su antojo, al margen del desarrollo alcanzado por dichas
 contradicciones. Y, por otra parte, por mucho que se pretenda 
revolucionar esta superestructura, tenderá a cumplir un papel 
conservador en la misma medida en la que no haya podido transformar la 
base económica. Al fin y al cabo, no puede dejar de ser un producto de 
ésta[17].
 La clave de la continuidad o del desarrollo de la revolución hacia el 
comunismo radica en promover desde la superestructura la socialización 
de las relaciones de producción que permite el carácter de las fuerzas 
productivas crecientes. Parece que Mao pone el énfasis en el medio y no 
en el fin: está más preocupado por cambiar la superestructura que por 
definir científicamente las tareas económico-materiales que dan sentido a
 ese cambio. De ahí que algunos de sus seguidores se hayan descarriado 
hacia un idealismo que predica una independencia de la conciencia 
respecto del ser social, tal que cree posible remodelar a éste 
despreciando sus leyes objetivas. Es el caso de la lucha contra el 
economicismo entendida a lo Bettelheim, la cual exagera la crítica de 
Lenin hasta desquiciarla de su base materialista.
A continuación, vemos cómo Mao se preocupa por revolucionar las 
relaciones de producción como una necesidad general y permanente dictada
 por el objetivo final, pero sin considerar las posibilidades concretas 
que ofrece el desarrollo social alcanzado.
“Entre nosotros -explica Mao-, los cuadros participan en el trabajo 
manual y los obreros participan en la gestión de las empresas. Enviamos 
los cuadros a trabajar en el campo o en las fábricas a fin de formarlos.
 Abolimos las viejas reglas y los viejos sistemas. Todo esto tiene que 
ver con la superestructura, es decir, con la ideología. Stalin habla 
únicamente de economía; no aborda la política. Aunque mencione el 
trabajo voluntario, en realidad en su país nadie quiere sacrificarse 
trabajando una hora más. No habla del papel del hombre ni del de los 
trabajadores. Hay que saber que sin movimiento comunista es difícil 
llegar al comunismo”.
Mao acierta al intentar reducir la división social entre trabajadores
 manuales e intelectuales. Stalin había explicado lo que la URSS había 
conseguido a este respecto al formar una intelectualidad de extracción 
obrera y koljosiana. Además, había explicado la condición insoslayable 
para superar esta división social, más allá de todo voluntarismo 
contraproducente: el desarrollo de las fuerzas productivas y la 
consiguiente reducción de la jornada de trabajo. Las incursiones de los 
intelectuales en el trabajo productivo y de los obreros en la dirección 
social son muy convenientes, así como la propaganda en favor de que 
todos los individuos alcancen un desarrollo completo combinando el 
trabajo manual con el intelectual. Ahora bien, estas acciones son parte 
de la lucha de clases, a pesar de que hayan sido suprimidas las clases 
explotadoras como tal, debido a que algunas de las funciones de éstas 
siguen siendo prerrogativa exclusiva de una parte de la sociedad 
(directivos, cuadros, intelectuales, etc.). Por eso, no toda la sociedad
 tendrá la misma actitud ante el objetivo de superar la vieja división 
del trabajo y, precisamente por este motivo, la acción desde la 
superestructura consistirá en hacer efectiva la dictadura del 
proletariado[18].
 Para ello, es imprescindible que los progresos alcanzados en la 
reducción de las diferencias de clase no eclipsen el análisis objetivo 
de las diferencias que subsisten.
En cuanto a acusar a los soviéticos de no querer trabajar una hora 
más por la sociedad, nos parece un despropósito tratándose de los 
fundadores de la emulación socialista y del movimiento stajanovista. En 
todo caso, habría que determinar si el entusiasmo con que las masas 
cumplieron los dos primeros planes quinquenales en los años 30 se enfrió
 después de la traumática Gran Guerra Patria y sobre todo con los 
cambios de criterio a lo largo del 5º Plan (1951-55). Pero, incluso en 
el más sombrío período revisionista de la URSS, hubo miles de personas 
realizando trabajo voluntario, como la construcción de la línea de 
ferrocarril Baikal-Amur entre 1972 y 1984.
“El poder legal de la burguesía -continúa Mao- se manifiesta en la 
enseñanza jurídica burguesa. Debemos destruir una parte de la ideología 
de este poder. Debemos resueltamente desembarazarnos de la actitud 
arrogante… y del desprecio hacia los simples trabajadores. (…) El 
sistema de la jerarquía refleja las relaciones entre padres e hijos, 
entre gatos y ratones. Hay que destruirlo día tras día. Enviar los 
cuadros al campo a trabajar en las granjas experimentales es uno de los 
métodos para transformar el sistema de la jerarquía”.
Para producir más y mejor, dice Mao que se deben “lanzar también 
movimientos de rectificación con el fin de destruir la ideología del 
poder legal de la burguesía”.
Esta determinación es muy necesaria para la revolución, aunque 
también es necesario tener en cuenta aquí la advertencia de Marx de que:
 “El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al
 desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionada”[19]. Al no hacerlo, Mao contribuye a que se cometa la unilateralidad opuesta, de tipo idealista y subjetivista.
Ya en 1960, Mao imparte sus “Notas de lectura acerca del Manual de Economía Política
 (tercera edición de 1959)”. En ellas, diferencia mejor entre la línea 
de Stalin y la línea de Jruschov y el blanco de sus críticas ya no es la
 primera, sino la segunda (aunque siga situando a Stalin en el origen de
 muchas de ellas). Vale la pena citarlas y reivindicarlas, sin dejar de 
advertir de sus exageraciones y defectos.
Empezando por este aspecto negativo, Mao cuestiona la tesis 
marxista-leninista de que el atraso de un país dificulta su paso del 
capitalismo al socialismo y, a cambio, sostiene que “mientras más 
atrasado sea un país económicamente, más fácil es su paso del 
capitalismo al socialismo, y no más difícil. Mientras más pobre es un 
hombre, mas quiere la revolución”. Pero querer no es igual que poder. 
Además, la revolución no es sólo la conquista del poder, sino la 
transformación social posterior que deben posibilitar las condiciones 
heredadas.
“La historia de todas las revoluciones –continúa Mao- ha probado que 
no era necesario tener previamente fuerzas productivas plenamente 
desarrolladas para poder transformar relaciones de producción caducas”. 
No se trata de que las fuerzas productivas de carácter social estén 
“plenamente desarrolladas” para poder pasar al socialismo, sino de que 
estén suficientemente desarrolladas como para que este 
tránsito sea posible. Ulteriormente, es la progresiva introducción de 
relaciones socialistas de producción la que seguirá desarrollando las 
fuerzas productivas hasta su completa socialización. Además, Mao no 
tiene en cuenta la dimensión internacional de este proceso: el paso del 
capitalismo a su etapa imperialista supone que, en cualquier país, ya no
 existe impedimento económico cualitativo para pasar al socialismo, 
aunque este tránsito se inicie por medio de una revolución 
democrático-burguesa allí donde sea todavía necesario suprimir las 
relaciones de producción precapitalistas. Tampoco menciona cómo la ayuda
 soviética permitió a China acelerar las transformaciones socialistas.
“La revolución china –prosigue Mao- comenzó por la propagación del 
marxismo. Gracias a esta propagación, ha nacido una nueva opinión 
pública, facilitando así la revolución”. En verdad, sin propagación del 
marxismo, la revolución proletaria no puede triunfar y consolidarse, ya 
sea en un país económicamente desarrollado o atrasado. Pero el marxismo,
 como superestructura ideológica del movimiento obrero revolucionario, 
sólo puede tener esta efectividad allí donde el desarrollo material de 
la sociedad sea suficiente: allí donde haya cierto desarrollo de la 
industria y del proletariado.
Una vez que se reúnen las condiciones objetivas y subjetivas es 
cuando las cosas transcurren como las describe Mao: “Primero hay que 
derrocar la antigua superestructura por medio de la revolución para que 
las antiguas relaciones de producción puedan ser abolidas. Es después de
 la eliminación de éstas cuando se pueden crear nuevas relaciones de 
producción, abriendo un camino al desarrollo de las fuerzas productivas 
de la nueva sociedad. Es enseguida cuando se puede desatar una gran 
revolución tecnológica para desarrollar vigorosamente las fuerzas 
productivas de la sociedad continuando al mismo tiempo la transformación
 de las relaciones de producción y de las ideologías”.
La revolución proletaria puede, entonces, y necesita “desarrollar las
 fuerzas productivas de la sociedad” más allá de lo que lo hace el 
capitalismo, no sólo para mejorar las condiciones de vida de la 
población, sino también para poder culminar su cometido: la supresión de
 las diferencias de clase. “Para alcanzar este objetivo –recuerda Mao- 
hay que derrocar primero y después oprimir al enemigo”. Pero el Manual no
 menciona “la necesidad de oprimir a los enemigos y de reeducar a los 
enemigos de clase. Pues bien, hay que reeducar a los terratenientes, los
 burócratas, los contrarrevolucionarios y los malos elementos; hay que 
reeducar a la burguesía, la pequeña burguesía de la capa superior y los 
campesinos medios. (…) el Manual trata especialmente de la 
formación de los intelectuales de origen obrero y de los medios de 
integrar los intelectuales de origen burgués en el movimiento de 
edificación del socialismo. N habla de la transformación de los 
intelectuales. Ahora bien, hay que transformar no sólo los intelectuales
 burgueses, sino también los intelectuales de origen obrero y campesino 
que, en muchos aspectos, son influidos por la burguesía.  (…) La 
concepción del mundo de los intelectuales se manifiesta a menudo en su 
actitud respecto al saber. ¿Este pertenece a ciertos individuos o a todo
 el mundo? Algunos consideran el conocimiento como su propiedad privada y
 esperan para venderlo al mejor precio. Rehúsan venderlo hasta tanto el 
precio no sea lo suficientemente elevado. Son solamente expertos pero no
 son ‘rojos’. Dicen que el Partido es ‘incompetente’, y por lo tanto 
incapaz de ‘dirigir a los competentes’. Los que trabajan en el cine 
dicen que el Partido no puede dirigir el cine. Los que hacen danzas 
afirman que el Partido no puede dirigir la danza. Los que se dedican a 
la investigación sobre la energía atómica declaran que el Partido no 
puede dirigir la investigación científica sobre la energía atómica. En 
una palabra, el Partido no puede dirigir nada en absoluto.
En el conjunto del proceso de la revolución socialista y de la 
edificación socialista, la transformación de los intelectuales 
constituye un problema muy importante. Estamos equivocados si no 
subrayamos este problema y si adoptamos una actitud de compromiso 
respecto de todo lo que es burgués”.
Mao reprocha al Manual que sólo habla “de las premisas 
materiales y no aborda sino raramente la superestructura, es decir, el 
Estado de clase, la filosofía de clase y las ciencias de clase”. No deja
 de reconocer que la ciencia económica “tiene por objeto principal el 
estudio de las relaciones de producción. Pero es difícil separar la 
economía política y la concepción materialista de la historia. Es 
difícil explicar claramente los problemas relativos a la base económica y
 a las relaciones de producción sin tener en cuenta los problemas 
concernientes a la superestructura”. En síntesis, está criticando con 
razón la ruptura metafísica, antidialéctica, que había iniciado Stalin 
como error (exageración sobre el alcance de las transformaciones 
económicas realizadas) y que los revisionistas aprovecharían y 
completarían para justificar la prohibición de la lucha de clase del 
proletariado y de su dictadura.
Como Mao observa con perspicacia, “cuando el Manual trata 
acerca de los diferentes derechos de que gozan los trabajadores, no 
menciona el derecho a la dirección del país, de las diversas empresas y 
de las organizaciones culturales y de educación. En realidad, estos son 
los derechos más importantes de los trabajadores en el sistema 
socialista. Se trata de derechos fundamentales sin los cuales el derecho
 de trabajar, de recibir una educación, de descansar, etc., no existen.
El problema de la democracia socialista es en primer lugar saber si 
los trabajadores tienen el derecho de vencer las diferentes fuerzas 
hostiles y sus influencias. ¿Quién controla cosas como los periódicos, 
las revistas, las estaciones de radio y de televisión, el cine? ¿Quién 
puede expresar opiniones? Todo esto es pertinente al problema de los 
derechos. (…) En resumen, el pueblo debe tener el derecho de tomar a su 
cargo la superestructura. En lo que concierne a la cuestión de los 
derechos del pueblo, no podemos admitir que el Estado sea administrado 
por una parte solamente de las gentes y que el pueblo no pueda gozar de 
sus derechos al trabajo, a la educación, a los seguros sociales, etc., 
sino bajo el control de ciertas personas”.
Mao considera correcta la afirmación del Manual de que, “En 
el sistema socialista, no hay clase que busque mantener a cualquier 
precio relaciones económicas anticuadas”. Pero advierte que “existen aún
 capas sociales conservadoras y grupos que recuerdan a los ‘grupos 
privilegiados’ de otras épocas. Existen aún diferencias entre los 
trabajadores intelectuales y los trabajadores manuales, entre la ciudad y
 el campo, entre los obreros y los campesinos. Estas contradicciones, a 
pesar de su carácter no antagónico, deben resolverse por medio de 
luchas.
Los hijos de nuestros cuadros nos causan grandes preocupaciones. No 
tienen experiencia sobre la vida y la sociedad. Pero se muestran 
arrogantes y tienen un sentimiento de superioridad muy marcado. Debemos 
educarlos a fin de que no se apoyen ni sobre sus padres ni sobre los 
mártires de la revolución sino únicamente sobre ellos mismos.
En una sociedad socialista, hay aún gentes avanzadas y gentes 
atrasadas. Hay quienes son fieles, diligentes y llenos de vitalidad 
respecto a la causa colectiva. Pero hay también quienes tienen en su 
mira la celebridad o la fortuna, no piensan más que en sí mismos y se 
dejan invadir por la morosidad. En cada una de las etapas del proceso de
 desarrollo socialista, hay siempre gentes que quisieran conservar las 
relaciones caducas de producción y las instituciones sociales ya 
superadas. (…)
En este proceso de desarrollo es posible que surja el problema de 
ciertos ‘grupos que han adquirido privilegios’, y esto a pesar del hecho
 de que, en una sociedad socialista, han sido abolidas las clases”. 
Aunque las clases hayan sido abolidas en cierto momento de la transición
 del capitalismo al comunismo, hasta el final de ésta no se habrán 
erradicado sus bases sociales: las ideas revanchistas de los miembros de
 las clases expropiadas, la producción mercantil, el cerco exterior 
capitalista, la vieja división social del trabajo, la familia[20], el derecho burgués de distribución de los medios de vida, etc.
“Los miembros de estos grupos –continúa Mao-, satisfechos con el 
sistema existente, no desearán cambiarlo. La aplicación de los 
principios ‘A cada uno según su trabajo’ o ‘Ganar más trabajando más’, 
por ejemplo, les resulta provechosa. En consecuencia es posible que se 
sientan incómodos cuando estos principios cedan el puesto al principio 
‘A cada uno según sus necesidades’. Pues el establecimiento de todo 
sistema nuevo exige necesariamente la destrucción del antiguo. La 
construcción sin destrucción no existe. Si se destruye se provoca la 
oposición de una parte de las personas. El hombre es un animal extraño. 
En cuanto se encuentra en una situación privilegiada se muestra 
arrogante… No tener esto en cuenta es muy peligroso”.
Mao manifiesta su preocupación sobre el peligro de aumentar los 
privilegios al insistir tanto los dirigentes soviéticos en promover “los
 intereses materiales personales”, el “individualismo”.
Como explica con razón: “Considerar el problema de la distribución de
 los productos de consumo como una fuerza motriz decisiva constituye una
 concepción errónea del determinismo de la distribución. Según las 
propias palabras de Marx: ‘La distribución de los medios de consumo es, 
en todo momento, un corolario de la distribución de las propias 
condiciones de producción’[21].
 Es decisivo, por tanto, considerar quién controla los medios de 
producción. La distribución de los medios de producción determina la 
distribución de los bienes de consumo. Considerar la distribución de los
 bienes de consumo como una fuerza motriz decisiva, es revisar el punto 
de vista de Marx que acabamos de mencionar y que era correcto. Se trata 
aquí de un error teórico. (…)
Habla como si la actividad creadora de las masas dependiese de los intereses materiales. El Manual
 no pierde nunca una ocasión de hablar de los intereses materiales 
personales como si buscase sin cesar apelar a esos intereses para atraer
 a las gentes. Es el reflejo del espíritu de una parte considerable de 
los cuadros de los servicios económicos y de los cuadros dirigentes. Es 
igualmente el reflejo de una situación en la que el trabajo político 
ideológico no ha obtenido suficiente atención. En estas condiciones no 
hay otra salida que apoyarse en los estímulos materiales. La primera 
mitad de la frase ‘De cada uno según sus capacidades; a cada uno según 
su trabajo’ se refiere a la necesidad de hacer un esfuerzo máximo para 
la producción. ¿Por qué pues cortar en dos esta frase y hablar, de una 
manera parcial, del estímulo material? Si se da así publicidad a los 
intereses materiales, el capitalismo se tornará invencible».
La crítica de Mao es justa y también lo es la alternativa que 
propone: “Habría que poner el acento sobre la dificultad de las luchas, 
el aumento de la reproducción, las perspectivas comunistas. No hay que 
insistir sobre los intereses materiales personales. No hay que animar a 
la gente a ir tras sus intereses personales en lugar de ir tras el 
interés de la sociedad. No hay que atraer a las gentes hacia un camino 
que lleve hacia ‘un amante, una residencia secundaria, un coche, un 
piano, un aparato de televisión’. Un viaje de 1.000 li comienza
 con el primer paso. ¿Pero si no se ve más allá de sus pies, si no se 
piensa en el porvenir y en las perspectivas, cómo se puede entonces 
tener aún espíritu y entusiasmo revolucionarios?”
Pero Mao especula sin aportar pruebas con que esta tendencia 
individualista sería una reacción contra una supuesta exageración 
opuesta en el período anterior: “En la época de Stalin -nos dice-, se 
subrayaron exageradamente los intereses colectivos y se descuidaron los 
intereses individuales; se dio una importancia excesiva a los intereses 
públicos y no se prestó ninguna atención a los intereses privados. Ahora
 las cosas van hacia el otro extremo. Esta vez se pone el acento 
exageradamente en los intereses individuales y se descuidan los 
intereses colectivos. Si se continúa en esta dirección, se concluirá 
inevitablemente en una vía diametralmente opuesta.
El interés público no existe sino en función del interés privado y 
viceversa. Se trata de una unidad de contrarios. No puede haber allí 
únicamente interés público y absolutamente nada de interés privado, y a 
la inversa. Desde siempre preconizamos una promoción simultánea de los 
dos intereses. Hemos dicho, desde hace ya mucho tiempo, que era 
imposible eliminar completamente el interés individual para no dejar 
subsistir más que el interés público Hemos dicho también que había que 
ocuparse del interés público antes de pensar en el interés privado. El 
individuo constituye un elemento de la colectividad. Los intereses 
individuales mejoran en la medida en que los intereses públicos 
progresan”.
Mao resuelve bien el problema político, pero su legítima preocupación
 por evitar los juicios metafísicos, en el sentido de unilaterales y el 
dogmatismo, le lleva al eclecticismo y a la conciliación con el 
revisionismo al no analizar la contradicción en su estado histórico 
concreto. La dialéctica materialista no se conforma con reconocer los 
elementos contradictorios que forman toda unidad en su forma abstracta: 
también los enfoca históricamente, según el momento de su desarrollo y 
resuelve cuál es el aspecto progresivo en cada uno de esos momentos.
La afirmación de que, en la época de Stalin, se subrayaron 
exageradamente los intereses colectivos y se descuidaron los intereses 
individuales no parece justa porque no tiene en consideración la lucha 
que se desplegó entonces contra el igualitarismo pequeñoburgués y por el
 artel como forma básica de la explotación agraria colectiva 
frente a la comuna; la entrega de parcelas individuales a los campesinos
 cooperativistas, la apertura de mercados koljosianos en las ciudades, 
etc.
Pero quizás lo más grave del enfoque de Mao sea sustituir la 
unilateralidad por el equilibrio, al estilo Bujarin, y predicar una 
especie de virtud moral centrista, en lugar de comprender cómo la 
relación entre el individuo y la sociedad ha ido cambiando a lo largo de
 la historia, con el cambio de naturaleza de las fuerzas productivas de 
la sociedad. 
El individualismo fue una ideología progresiva en la lucha 
de la burguesía contra el régimen medieval de servidumbre y gremios. 
Permitió entonces la libertad de mercado para el burgués y la conversión
 de los trabajadores en asalariados. Contribuyó a liberar a las fuerzas 
productivas de las trabas feudales que las constreñían, gracias a lo 
cual se desarrollaron hasta modificar cualitativamente su naturaleza: 
las fuerzas productivas atomizadas se convirtieron en fuerzas 
productivas de carácter social. 
Desde este preciso momento, el 
individualismo ha pasado de ser una ideología revolucionaria a ser una 
ideología cada vez más reaccionaria: hoy en día, el individualismo 
significa la confrontación con el carácter social de las fuerzas 
productivas y la justificación de su usurpación por un puñado de 
magnates capitalistas. 
En la transición del capitalismo al comunismo, no
 es posible remplazar de golpe la ideología individualista por la 
ideología socialista, pero sí debemos sustituirla progresivamente, 
comprendiendo que el “interés material individual” sólo puede realizarse
 ahora suprimiendo toda traba individualista al crecimiento de las 
fuerzas productivas socializadas.
Tampoco acierta Mao, en 1960, al adoptar una posición más propia de 
un asceta luterano cuando convierte al crecimiento de riqueza material 
de la URSS en origen del viraje ideológico de sus dirigentes: “En 
tiempos de Stalin no había allí nada diferente a las masas en que 
apoyarse. Es por esto por lo que se pedía al Partido y a las masas 
obreras y campesinas hacer un máximo esfuerzo para movilizarse. Más 
tarde, cuando la Unión Soviética llegó a poseer alguna cosa, sus 
dirigentes no se apoyaron ya tanto en las masas”.
Bajo el socialismo, el desarrollo de las fuerzas productivas no 
conduce a la contrarrevolución burguesa. 
Es tan absurdo y reaccionario 
como pensar que la propiedad privada es lo que mejor corresponde a las 
fuerzas productivas cada vez más sociales. En realidad, lo que fortalece
 la tendencia a la restauración capitalista es frenar el progresivo 
desarrollo de las relaciones socialistas de producción en detrimento de 
la vieja división del trabajo, de la producción mercantil, etc.; y esto,
 a su vez, porque la conciencia del proletariado se rezaga de la 
creciente socialización de las fuerzas productivas, debilitando su 
independencia política, su lucha de clase y su dictadura. 
Nunca nuestra 
clase social había llegado tan lejos en el camino hacia su emancipación y
 era difícil que el inevitable retraso de su conciencia no le acabara 
costando un serio tropiezo. 
Ahora que los resultados están a la vista, 
es cuando el movimiento obrero puede encarar su misión histórica 
liberadora con una comprensión más completa de las tareas y exigencias 
que le esperan.
 
 
 
Para concluir el examen de estos comentarios económicos de Mao, vamos
 a ver cómo centra su crítica a los dirigentes soviéticos en la negativa
 de éstos a reconocer la contradicción como motor del desarrollo de la 
sociedad socialista. De ahí, pasaremos a estudiar más profundamente su 
concepción de la dialéctica.
“El punto de partida de la investigación acerca de la economía socialista no es, en este Manual,
 la contradicción. De hecho, los soviéticos no admiten la universalidad 
de la contradicción. No admiten que, en una sociedad, las 
contradicciones constituyen la fuerza motriz del desarrollo del 
socialismo. En su sociedad, en realidad, la lucha de clases existe 
todavía, lucha entre el socialismo y los vestigios del capitalismo. Pero
 no la reconocen. Existen aún, en su sociedad, tres sistemas de 
propiedad: la propiedad de todo el pueblo, la propiedad colectiva y la 
propiedad individual. Claro que el sistema de propiedad individual es 
ahora diferente del que existía antes de la colectivización. En aquella 
época, la vida de los campesinos estaba basada enteramente sobre el 
sistema de propiedad individual. Actualmente, los campesinos tienen un 
pie en un barco y un pie en el otro; se apoyan fundamentalmente en la 
colectividad, pero también en el sistema de propiedad individual. Cuando
 hay tres sistemas de propiedad, hay ineluctablemente contradicciones y 
luchas. Sin embargo, el Manual no habla de estas 
contradicciones ni de estas luchas. No preconiza los movimientos de 
masas. No admite que haya primero que pasar al sistema socialista de la 
propiedad de todo el pueblo, para hacer de este el único sistema en toda
 la sociedad antes de pasar al comunismo”.
De la existencia de contradicciones sociales, de clase, en la 
transición socialista al comunismo, Mao deduce la necesidad de 
revoluciones, no para sustituir la dominación de una clase por la de 
otra, sino para que el proletariado pueda realizar una etapa tras otra 
su obra revolucionaria, hasta completar la transformación social:
“Aunque no haya guerra en el sistema socialista, la lucha existe 
siempre, una lucha entre diferentes facciones en el seno del pueblo. 
Aunque, en el sistema socialista, no haya revolución en el curso de la 
cual una clase derroque a otra, la revolución existe siempre. El paso 
del socialismo al comunismo es una revolución. El paso de una etapa a 
otra etapa del comunismo es también una revolución. Hay igualmente 
revoluciones técnicas y revoluciones culturales. El comunismo 
necesariamente atravesará numerosas etapas. Habrá, pues, muchas 
revoluciones”.
En abstracto, este punto de vista concuerda con la ley dialéctica del
 tránsito de los cambios cuantitativos a los cambios cualitativos, una 
ley observable en todo el desarrollo de la materia, en la naturaleza, en
 la sociedad y en las ideas en que se refleja. 
En la historia de la 
Unión Soviética, después de la Revolución de Octubre, hubo el comunismo 
de guerra; luego, la NEP; después, la ofensiva del socialismo en todos 
los frentes; posteriormente, la agudización de la lucha de clase interna
 y externa (terrorismo, sabotaje, complots, invasión nazi-fascista, 
guerra fría), durante la cual el proletariado supo mantener su 
dominación política por varios años hasta acabar derrotado por la 
contrarrevolución y evolución pacífica hacia el capitalismo bajo 
programa revisionista.
NOTAS:
[1] Mao Zedong. Stalin, amigo del pueblo chino. https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/SFCP39s.html
[2]
 Si bien no se trata de un documento publicado oficialmente, la versión 
de Mao habría sido la siguiente: “Simplemente no querían permitir que 
China hiciera su propia revolución. Esto ocurrió en el año 1945. 
Entonces, Stalin obstaculizó como pudo la Revolución China y declaró que
 no se debería desencadenar ninguna guerra civil y que teníamos que 
colaborar con Chang Kai-chek…” (Discurso en el décimo pleno del VIII 
Congreso del partido, el 24 de septiembre de 1962; recogido en Mao íntimo. Escritos, conversaciones y discursos de Mao Tse-tung inéditos para Occidente (1949-1971), Ed. Dopesa, pág. 182)
[3] El conflicto chino-soviético, Jacques Lévesque, 1974, oikos-tau, s.a. – ediciones, págs. 27-28
[4]
 En 1919, Lenin decia: “Para un lapso de corta duración, ni que decir 
tiene que la hegemonía en la Internacional proletaria revolucionaria ha 
pasado a los rusos, de la misma manera que en la última época del siglo 
XIX perteneció a los ingleses, después a los franceses, y por último a 
los alemanes”. La Tercera Internacional y su lugar en la historia, Obras, vol. 29, pág. 13, ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, 1962.
[5] El conflicto chino-soviético, págs. 164-165.
[6] Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, emiliano escolar editor, 1976, pág. 24.
[7] https://www.centremlm.be/A-propos-de-l-experience-historique-de-la-dictature-du-proletariat-%E2%88%92-1956
[8] http://aahs-100revolucion.com/index.php/2017/12/06/stalin-y-el-culto-de-la-personalidad/
[9]
 Más atinado estaba Mao en este discurso: “Hay dos clases de culto 
personal. Una es correcta, por ejemplo, hacia las ideas correctas de 
Marx, Engels, Lenin y Stalin; los tenemos que venerar. Hay que 
venerarlos eternamente, pues sería grave no hacerlo así. La verdad está 
en sus manos, ¿por qué, entonces, no deberíamos venerarlos? Creemos en 
la verdad, puesto que la verdad es el fiel reflejo de lo que existe 
objetivamente. (…) La segunda clase es el culto incorrecto. Obedecer 
ciegamente, sin reflexionar, es incorrecto. De esta forma, los 
adversarios del culto personal tienen dos objetivos diferentes: unos 
luchan contra la veneración incorrecta y los otros se oponen a la 
veneración de los demás y exigen el culto de su propia persona. El culto
 personal no es problemático, sino el hecho de si corresponde o no a la 
verdad. Si corresponde a la verdad, no se puede prescindir de él. Si no 
correspondiese a la verdad, tampoco se solucionaría con la existencia de
 un mando colectivo”. («Discurso en la conferencia de Ch’engtu», 10 de 
marzo de 1958, Mao íntimo,pág. 38-39)
[10] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/1905-vii.htm
[11]
 Poco después, Jruschov llegaría al paroxismo afirmando taxativamente en
 el XXI Congreso del PCUS (1959): “No existen actualmente en el mundo 
fuerzas capaces de restaurar el capitalismo en nuestro país, de aplastar
 al campo socialista. El peligro de restauración del capitalismo en la 
Unión Soviética está excluido. Esto significa que el socialismo ha 
triunfado no sólo totalmente, sino también definitivamente. Se puede 
pues considerar que el problema de la construcción del socialismo en un 
solo país y de su victoria total y definitiva, está solucionado por la 
historia de la evolución social del mundo”. (Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, pág. 40)
[12]
 Las condenas injustas no eran tantas y, en muchos casos, todavía no se 
pueden evaluar ya que la instrucción de las causas sigue inaccesible por
 estar clasificada, como desglosa en detalle el historiador Grover Furr 
en varios de sus trabajos como el libro “Jruschov mintió” (Editorial 
Templando el Acero: http://librosml.blogspot.com/)
[13] La construcción del socialismo (http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Mao(SP)/CSEalls.html).
 No existe ninguna edición oficial de estas ponencias de Mao, 
supuestamente recopiladas en una publicación interna para guardias rojos
 durante la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria entre 1967 y 
1969 y tituladas Mao Zedong Ssu-hsiang Wan-sui (Viva el pensamiento de Mao Zedong)
 . Sin embargo, hay una considerable coherencia teórica entre este 
documento y los oficiales, por lo que podemos apoyarnos en él para 
estudiar el análisis que los dirigentes chinos hacían de la economía y 
de la política soviética en aquel momento.
[14] Problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2015-15.pdf
[15] Manual de economía política, edición de 1959. https://www.marxists.org/portugues/ostrovitianov/1959/manual/index.htm
[16]
 “Los soviéticos afirman que para realizarlo [el comunismo] es preciso e
 incluso ‘indispensable utilizar a fondo las relaciones comerciales y 
monetarias conforme al nuevo contenido que les es propio en período de 
socialismo’ (Programa del XXII Congreso del PCUS). Las declaraciones de 
Stalin afirmando que la ampliación de estas relaciones a sectores a 
sectores más vastos de la economía soviética perjudicaría al progreso 
hacia el comunismo, serían rechazadas como erróneas. La desaparición de 
las relaciones comerciales y monetarias quedó diferida a la fase 
comunista». (El conflicto chino-soviético, pág. 111)
[17]
 «El conjunto de estas relaciones de producción -dice Marx- forma la 
estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se 
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden 
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la 
vida material condiciona el proceso de la vida social política y 
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina 
su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su 
conciencia. (…) Al cambiar la base económica se transforma, más o menos 
rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando 
se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los 
cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción
 y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias 
naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o 
filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres 
adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del 
mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de 
sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su 
conciencia, sino que , por el contrario, hay que explicarse esta 
conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto
 existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de 
producción». (Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1959. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm)
[18] Véase “Desarrollo de la economía soviética desde 1936 hasta 1953 (y 3)”. Aciertos y posibles errores en la transición del socialismo al comunismo. http://aahs-100revolucion.com/index.php/2020/04/19/desarrollo-de-la-economia-sovietica-desde-1936-hasta-1953-y-3/
[19] Marx, Crítica del programa de Gotha.
[20]
 Los dirigentes chinos intentaron revolucionar la base material de las 
relaciones familiares: “La liberación jurídica completa de la mujer ha 
sido proclamada en todos los países socialistas, pero la proclamación de
 la igualdad jurídica no es más que un punto de partida, un primer paso,
 hacia una liberación completa que permita a las mujeres jugar un papel 
social igual al de los hombres. Siendo los trabajos domésticos, con los 
niños, la servidumbre más pesada para las mujeres será preciso encontrar
 el medio de suprimir esta carga. Los países capitalistas han creado la 
ilusión de que trataban de superar estas dificultades multiplicando un 
equipo individual de máquinas cada vez más variado, que es al mismo 
tiempo una gran fuente de beneficios. En realidad todos estos 
mecanismos, desde el aspirador a la lavadora, no hacen más que 
consolidar las servidumbres de la mujer, como ha demostrado muy bien 
Betty Friedan en su libro La Mística de la Feminidad.
                Nos limitaremos a citar una observación original de Emile Schreiber, antiguo director de Echos, a su regreso de un viaje a China en 1960. Escribe:
                “Mao Zedong quiere adaptar la colectividad a las 
grandes máquinas y no el maquinismo al hogar familiar. Considera 
ciertamente como una herejía la tentativa que se ha hecho en todos los 
países occidentales, e incluso en la Unión Soviética, para proporcionar a
 cada individuo las máquinas de modelos pequeños que le permitan crearse
 una especie de fábrica artesanal familiar.
                No quiere que cada uno tenga que batirse en su casa 
con una multitud de pequeñas máquinas, incluyendo un motor de coche. 
Quiere poner a disposición de la colectividad grandes fábricas, grandes 
máquinas, grandes medios de transporte.
                Es 1o que me ha parecido más nuevo y sorprendente en 
relación a lo que he visto por todas partes, y sobre todo en la URSS. 
Cuando sea comprendida en Francia, esta concepción nueva provocará 
remolinos mucho más importantes que el propio problema político. ¿Por 
qué? Por que esta es la clave de la liberación de la mujer”. (Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, págs 248-249)
[21] Crítica del programa de Gotha, Marx, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/M&E(SP)/CGP75s.html