20 de junio de 2021

Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética (y 3)

 

 

 

 

 

 

 

Con esta entrada concluimos la publicación del trabajo de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética sobre la crítica del Partido Comunista Chino a la experiencia soviética. Próximamente comenzaremos la publicación del tercer trabajo de análisis de este curso elaborado por la AAHS: «Crítica de los comunistas albaneses a la experiencia soviética».

Los nueve artículos del PCCh contra el PCUS

A partir del 6 de septiembre de 1963 y hasta el 14 de julio de 1964, los dirigentes chinos publicaron una sucesión de nueve artículos denunciando frontalmente, en sus diversas vertientes, el viraje revisionista que había impuesto el grupo de Jruschov al PCUS: “El origen y el desarrollo de las divergencias entre la dirección del PCUS y nosotros”, “Sobre el problema de Stalin”, “¿Es Yugoslavia un país socialista?”, “Apologistas del neocolonialismo”, “Dos líneas diferentes en el problema de la guerra y la paz”, “Dos políticas de coexistencia pacífica diametralmente opuestas”, “Los dirigentes soviéticos son los mayores escisionistas de nuestra época”, “La revolución proletaria y el revisionismo de Jruschov” y “Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el mundo”. Con estos artículos, el PCCh completaba la ruptura y pasaba al enfrentamiento abierto con el PCUS en todos los órdenes.

Aquí, vamos a referirnos únicamente a los artículos “Sobre el problema de Stalin” y “Acerca del falso comunismo de Jruschov…” y a las novedades que los dirigentes chinos introducen en ellos sobre su valoración de la edificación socialista en la Unión Soviética.

El primero de los artículos vuelve a imputar a Stalin –y a la política de la URSS en el período en que éste fue su máximo dirigente- los siguientes defectos sin concretar la base fáctica de los mismos:

“El Partido Comunista de China siempre ha considerado que Stalin cometió en efecto algunos errores. Estos tienen sus raíces gnoseológicas y socio-históricas. (…) Algunos fueron errores de principio y otros cometidos en el trabajo práctico; algunos pudieron haberse evitado, otros eran difíciles de evitar, en ausencia de un precedente que sirviera de ejemplo a la dictadura del proletariado. (…) En ciertos problemas, Stalin se apartó, en su manera de pensar, del materialismo dialéctico, cayó en la metafísica y el subjetivismo y, como consecuencia de ello, perdió a veces el contacto con la realidad objetiva y con las masas”. Y continúa con un resumen de los reproches publicados anteriormente que ya hemos citado.

El PCCh considera “que el problema de cómo apreciar y enfocar a Stalin no es simplemente la evaluación del propio Stalin, sino, lo que es más importante, cómo sintetizar la experiencia histórica de la dictadura del proletariado y del movimiento comunista internacional a partir de la muerte de Lenin”. Cuestionando lo que hizo Jruschov, considera asimismo que “es necesario analizar de manera cabal, objetiva y científica los méritos y errores de Stalin, empleando el método del materialismo histórico y presentando la historia tal como es, y que no se debe emplear el método del idealismo histórico, tergiversar y falsificar arbitrariamente la historia, ni negar a Stalin en forma subjetiva, ruda y total”.

El balance que traza es positivo: “Comparados sus méritos y sus errores, pesan más los primeros que los últimos. (…) La vida de Stalin fue la vida de un gran marxista-leninista, de un gran revolucionario proletario. (…) Es necesario criticar, desde una posición justa y con un método correcto, los errores efectivamente cometidos por Stalin y no los que se le imputan sin ningún fundamento”.

La crítica del PCCh a Jruschov tiene un carácter cualitativamente diferente, acusatorio, aunque todavía se refiere a él como “camarada”: “El camarada Jruschov negó por completo a Stalin en el XX Congreso del PCUS. En este problema de principio, que afecta a todo el movimiento comunista internacional, no consultó de antemano con los partidos hermanos e intentó imponerles luego un hecho consumado. (…) Cuando Jruschov tergiversa la historia y niega por completo a Stalin, es natural que tengamos el ineludible deber, en bien de los intereses del movimiento comunista internacional, de salir en defensa de Stalin. (…) Hasta ahora, Jruschov no se ha atrevido a permitir que el pueblo soviético y los pueblos del campo socialista lean el informe secreto, presentado en el XX Congreso del PCUS y en que niega por completo a Stalin, debido a que se trata de un informe que no puede soportar la luz del día, informe tristemente ajeno a las masas. (…) Si Jruschov no tiene mala memoria, debe recordar, por supuesto, que en el período de la dirección de Stalin, él mismo apoyó y aplicó con particular celo la política de la lucha por la liquidación de los contrarrevolucionarios de aquel tiempo. (…) En el informe pronunciado ante el XVIII Congreso del Partido Comunista (b) de la URSS en 1939, [Stalin] admitió también algunos errores cometidos en la depuración del Partido. ¿Y Jruschov? No sabe en absoluto lo que es la autocrítica; solamente sabe echar a otros la culpa de todos los errores y atribuirse todos los méritos. (…) La negación completa de Stalin ha proporcionado municiones a los imperialistas y reaccionarios de todos los países, municiones que ellos hacían todo lo posible por conseguir en su lucha contra la Unión Soviética y contra el comunismo. Poco después del XX Congreso del PCUS, los imperialistas utilizaron el informe secreto anti-staliniano de Jruschov y desplegaron una amplia campaña antisoviética y anticomunista en todo el mundo. (…) Como resultado de la frenética campaña que desplegó la dirección del PCUS contra Stalin, los trotskistas, que desde hacía largo tiempo no eran sino cadáveres políticos, resucitaron y armaron una alharaca sobre la necesidad de ‘rehabilitar’ a Trotski”.

Aunque los nuevos dirigentes soviéticos presentan sus críticas a Stalin como una mera lucha contra el culto a la personalidad, este artículo del PCCh les atribuye otra finalidad: “La línea revisionista de la dirección del PCUS se inició precisamente con el XX Congreso y acabó sistematizándose íntegramente en el XXII Congreso. Los hechos prueban cada vez con mayor claridad que la adulteración por parte de la dirección del PCUS de la doctrina marxista-leninista sobre el imperialismo, la guerra y la paz, la revolución proletaria y la dictadura del proletariado, la revolución en las colonias y semicolonias, el partido del proletariado, etc., es inseparable de su negación total de Stalin”. Los objetivos serían, por tanto:

“1. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, contraponer a Stalin, jefe del Partido, a las organizaciones del partido, al proletariado y a las masas populares;

2. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, denigrar al partido proletario, la dictadura del proletariado y el sistema socialista;

3. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, elevarse a sí mismos y atacar a los revolucionarios fieles al marxismo-leninismo, a fin de abrir el camino a la usurpación de la dirección del Partido y del Estado por parte de los intrigantes revisionistas;

4. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, intervenir en los asuntos internos de los partidos y países hermanos y esforzarse por derribar a voluntad la dirección de los partidos y países hermanos;

5. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, atacar a los partidos hermanos que se atienen al marxismo-leninismo y escindir el movimiento comunista internacional”.

Con respecto a esta última cuestión, vale la pena reflexionar que el PCUS sólo podía escindir el movimiento comunista internacional a condición de que una parte importante del mismo le siguiera (como así fue); que el viraje revisionista de esta parte equivalía forzosamente a la escisión del movimiento en su conjunto o, en el peor de los casos, a su casi total autodestrucción; y que, no obstante, esta escisión no tenía por qué impedir una práctica de frente común contra el imperialismo y la reacción -como propugnó Lenin y como se aplicó con éxito en la lucha antifascista-, a condición de que los críticos del revisionismo comprendieran el exacto carácter de clase de esta tendencia de conformidad con el materialismo dialéctico.

En los diez meses que median entre este artículo y Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el mundo, es apreciable una mayor concreción de la crítica de los dirigentes chinos, al mismo tiempo que una tendencia creciente a la exageración y a la unilateralidad que contradice la dialéctica que ellos mismos echan en falta en Stalin y en sus sucesores.

“En la sociedad socialista –se afirma en este último de los artículos-, durante un período bastante largo, la burguesía y demás clases reaccionarias derrocadas siguen siendo fuertes, y en algunos campos bastante fuertes”. No es riguroso, sino exagerado, hablar de burguesía y de otros reaccionarios, como tales clases, una vez que han sido, no ya sólo expulsadas del poder político, sino incluso expropiadas. En un primer período después de la Revolución de Octubre, siguieron existiendo como clases (kulaks y nepman) hasta que fueron suprimidas sus propiedades y su posición independiente en la producción social. Luego existieron como residuos de clases desaparecidas, una parte de los cuales asumió la posición de las clases a las que se incorporaron (proletariado, campesinado koljosiano y capas de empleados e intelectuales) y otra parte luchaba por reconquistar su anterior posición de clase.

Hay que entender la categoría de clase de conformidad con el materialismo dialéctico, es decir: 1º) sobre la base de las relaciones de producción existentes; 2º) en su devenir histórico que contempla una acumulación cuantitativa de características sociales parciales hasta convertirse cualitativamente en clase; y 3º) en su relación con las demás clases que conforman la sociedad. Si se toma la parte por el todo en el significado de una clase social, es imposible implementar un programa científico de transición desde el capitalismo hasta el comunismo. Esta exageración desorbita el enfoque de la lucha de clases hacia el idealismo y el subjetivismo, lo que termina por echar a las capas sociales intermedias en brazos de la contrarrevolución y por llevar al proletariado revolucionario a la derrota.

La burguesía, que tiene su origen en la pequeña producción mercantil y en la división del trabajo existente en la sociedad feudal, adquiere su pleno carácter de clase al convertirse en capitalista. Antes de ello, sus futuros miembros pertenecen a la pequeña burguesía y a otras clases sociales; en el socialismo, a las capas superiores de trabajadores asalariados (dirigentes, intelectuales, etc.) y de campesinos cooperativistas. Una vez advertida esta diferencia –importante por sus consecuencias prácticas[1]-, parece bastante acertado el análisis que lleva a cabo este artículo acerca de estos gérmenes de burguesía:

“Están vinculadas de mil maneras con la burguesía internacional. No se resignan a su derrota y se obstinan en seguir midiendo fuerzas con el proletariado. Sostienen una lucha encubierta o abierta con el proletariado en todos los terrenos. Bajo la bandera de apoyar al socialismo, a los Soviets, al Partido Comunista y al marxismo-leninismo, etc., llevan a cabo constantes actividades destinadas a socavar el socialismo y restaurar el capitalismo. En lo político, perduran durante largo tiempo como una fuerza antagónica al proletariado e intentan en todo momento derribar la dictadura del proletariado. Se infiltran en las instituciones del Estado, las organizaciones sociales y los departamentos económicos, culturales y educacionales, para resistir a la dirección del proletariado o usurparla. En lo económico, recurren a toda clase de medios para socavar la propiedad socialista de todo el pueblo y la propiedad socialista colectiva, y desarrollar las fuerzas capitalistas. En lo ideológico, cultural y educacional, contraponen la concepción del mundo burguesa a la proletaria y corrompen con la ideología burguesa al proletariado y los demás trabajadores”.

En cuanto a sus orígenes sociales, el artículo menciona los siguientes:

“… mientras la propiedad colectiva no se eleve a la altura de propiedad de todo el pueblo, mientras las supervivencias de la economía privada no desaparezcan por completo, los campesinos conservan inevitablemente algunas características propias de los pequeños productores. En tales circunstancias, es inevitable que subsista la tendencia espontánea al capitalismo, exista terreno para el surgimiento de nuevos campesinos ricos y se produzca la polarización de los campesinos. (…)

A causa de las actividades arriba mencionadas de la burguesía y su papel corruptor en lo político, económico, ideológico, cultural y educacional, a causa de la existencia de la tendencia espontánea de los pequeños productores urbanos y rurales al capitalismo, por no haberse eliminado completamente el derecho burgués y debido a la influencia de la fuerza de la costumbre de la vieja sociedad, se engendran constantemente elementos degenerados en las filas de la clase obrera y en los organismos del Partido y del Gobierno; nuevos elementos burgueses, malversadores y desfalcadores en las empresas estatales de propiedad de todo el pueblo, y nuevos intelectuales burgueses en las instituciones culturales y educacionales y entre la intelectualidad. En colusión con los elementos de la vieja burguesía y demás clases explotadoras, que han sido derrocadas pero no liquidadas completamente, estos nuevos elementos burgueses y elementos degenerados atacan al socialismo. Son particularmente peligrosos los elementos degenerados que se han apoderado de los organismos dirigentes y los elementos burgueses por ellos apoyados y amparados en las organizaciones de base.

Mientras exista el imperialismo, el proletariado de los países socialistas debe luchar no sólo contra la burguesía en el país, sino también contra el imperialismo internacional. El imperialismo aprovecha toda oportunidad y trata de perpetrar intervenciones armadas contra los países socialistas o desintegrarlos por medios pacíficos. Intenta por todos los medios destruir a los países socialistas o hacerlos degenerar en países capitalistas. La lucha de clases en el plano internacional se refleja inevitablemente en el interior de los países socialistas”.

El artículo deduce de lo anterior que “Durante toda la etapa del socialismo, de ninguna manera cesa la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía en los campos político, económico, ideológico, cultural y educacional. Esta lucha es larga y complicada, pasa por un camino zigzagueante y se renueva una y otra vez. Como la marea, tiene flujos y reflujos, a veces se alivia, y otras se hace muy aguda. Es una lucha que determinará el destino de la sociedad socialista. De esta lucha prolongada dependerá que la sociedad socialista marche hacia el comunismo o sea restaurado el capitalismo”.

¿Cuál es el centro neurálgico de la misma? “La lucha de clases en la sociedad socialista -continúa el artículo- se refleja inevitablemente en el seno del partido comunista. La burguesía y el imperialismo internacional comprenden que, para hacer degenerar a un país socialista en país capitalista, es necesario hacer degenerar primero al partido comunista en partido revisionista. Los nuevos y viejos elementos burgueses, los nuevos y viejos campesinos ricos y los elementos degenerados de toda calaña, son la base social del revisionismo. Tratan de mil maneras de encontrar agentes en el seno del partido comunista. La influencia burguesa es la fuente interna del revisionismo, y la capitulación ante la presión del imperialismo, su fuente exterior. A lo largo de toda la etapa del socialismo, en el seno de los partidos comunistas de los países socialistas es inevitable que exista la lucha del marxismo-leninismo con toda clase de oportunismos, principalmente con el revisionismo”.

Y, entonces, exagerando o anticipando un desarrollo en curso pero que todavía no se ha completado, caracteriza al revisionismo por el hecho de que “negando la existencia de las clases y la lucha de clases y adoptando la posición burguesa, ataca al proletariado y convierte la dictadura del proletariado en dictadura de la burguesía”.

En realidad, el revisionismo de Jruschov no niega la existencia de clases en la sociedad soviética, pero sí de contradicciones y de lucha entre ellas. No es cierto que adopte una posición burguesa porque, en este caso, habría privatizado los medios de producción del Estado, como se acabó haciendo treinta años después. Ataca al proletariado en el sentido de que se opone a su dictadura, a su derecho a imponer sus intereses sobre otras clases sociales, al tiempo que soborna y corrompe a los obreros fomentando su “interés material individual”. No impone al proletariado una dictadura de la burguesía: no puede hacerlo todavía aunque quisiera y es aventurado sostener que tal es su propósito. Objetivamente, el revisionismo de Jruschov impone al proletariado revolucionario los intereses y la cosmovisión de la pequeña burguesía y de las capas superiores de la sociedad soviética que todavía no son capitalistas en cuanto a la inmensa mayoría de sus miembros. En todo caso, se podría decir que los revisionistas jruschovistas arrebatan al proletariado más consecuente la dirección del Estado de la dictadura del proletariado, debilitándola pero sin derrocarla. La dictadura del proletariado no es idéntica a la dirección del Estado por la fracción más revolucionaria de esta clase, como prueba la Comuna de París de 1871: durante la misma, los marxistas estaban en minoría y eso no llevó a Marx y Engels a negar que fuera la realización de la dictadura del proletariado. Tras la conversión del PCUS al revisionismo de Jruschov, la dictadura del proletariado se mantuvo en la URSS, a pesar de esa ficción a la que llamó “Estado de todo el pueblo”, sólo que bajo dirección pequeñoburguesa. Y esto debilitó a la clase obrera y permitió la reconstitución de toda una clase burguesa capitalista que acabaría tomando el poder político e imponiendo su dictadura bajo forma parlamentaria.

El artículo sostiene acertadamente que, para alcanzar la sociedad plenamente comunista, la revolución ha de completar sus tareas por medio de la dictadura del proletariado. Se apoya en las siguientes citas muy oportunas de Marx y de Lenin:

“Este socialismo es la declaración de la revolución permanente,de la dictadura de clasedel proletariado como punto necesario de transición para la superación de las diferencias de clase en general,para la superación de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la superación de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.”[2]

“La dictadura del proletariado no es la terminación de la lucha de clases, sino su continuación bajo nuevas formas. La dictadura del proletariado es la lucha de clases del proletariado que ha triunfado y ha tomado en sus manos el Poder político contra la burguesía que ha sido vencida, pero que no ha sido aniquilada, que no ha desaparecido, que no ha dejado de oponer resistencia; contra la burguesía cuya resistencia se ha intensificado.”[3]

Se comprende, por tanto, que “La victoria definitiva del socialismo no se logrará en una o dos generaciones; la solución cabal de este problema requiere cinco o diez generaciones, e incluso un tiempo aún más largo”.

El artículo explica que la tarea histórica de la dictadura del proletariado comprende dos aspectos: “la tarea interna y la tarea internacional. La tarea interna consiste principalmente en abolir por completo todas las clases explotadoras, desarrollar al máximo la economía socialista, elevar la conciencia comunista de las masas populares, eliminar las diferencias entre la propiedad de todo el pueblo y la propiedad colectiva, entre los obreros y los campesinos, entre la ciudad y el campo, y entre el trabajo intelectual y el manual, eliminar toda posibilidad de resurgimiento de las clases y de restauración del capitalismo, y crear las condiciones para hacer realidad la sociedad comunista, en la que se aplicará el principio de ‘de cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades. La tarea internacional consiste principalmente en conjurar los ataques (incluidas la intervención armada y la descomposición pacífica) del imperialismo internacional y apoyar la revolución mundial, hasta que los pueblos acaben definitivamente con el imperialismo, el capitalismo y el sistema de explotación del hombre por el hombre. La dictadura del proletariado seguirá siendo absolutamente necesaria mientras no sean cumplidas estas tareas y no se entre en la completa sociedad comunista”.

La Unión Soviética era pionera en la construcción del socialismo y le era difícil prever la fuerza de los restos de la vieja sociedad después de haber suprimido casi del todo la propiedad privada sobre los medios de producción. El artículo califica esta imprevisión como “una desviación de la dialéctica marxista-leninista en cuanto a la comprensión de las leyes de la lucha de clases en la sociedad socialista. A causa de todo esto, Stalin declaró prematuramente, después de consumada en lo fundamental la colectivización agrícola, que ‘no hay ya clases antagónicas’ ni ‘choques de clases’ en la Unión Soviética”. Aquí, los dirigentes chinos tienen la deshonestidad de citar únicamente lo que Stalin dijo después de la victoria del proletariado en las arduas luchas de clases que significaron, por un lado, la colectivización agraria y el cumplimiento del primer plan quinquenal, y, por otro lado, la destrucción de los complots contrarrevolucionarios previos a la Segunda Guerra Mundial. Se guardan mucho de recordar que, una vez completada la colectivización y en el fragor de la segunda de las batallas de clase mencionadas, Stalin había dicho: “Hay que demoler y arrojar lejos de nosotros la podrida teoría de que, a cada paso que damos adelante, la lucha de clases entre nosotros irá extinguiéndose paralelamente, que a medida que aumenten nuestros éxitos, el enemigo de clase se hará más manso”[4]. En 1957, los dirigentes chinos sí habían recordado esta tesis pero para acusar a Stalin de oponerse a la democracia socialista. Por lo demás, era cierto que, en la URSS de entonces, ya no había clases antagónicas en el pleno sentido de la palabra clase; ni, por tanto, podía haber choques entre ellas.

El artículo de los dirigentes chinos reprocha también a Stalin que “Subrayó unilateralmente la unidad interna de la sociedad socialista y menospreció sus contradicciones”. Parece cierto que no las comprendió suficientemente, tal vez porque no se habían desarrollado tanto como lo harían años después. Pero es, una vez más, excesivo afirmar que las menospreció. En el Informe al último congreso del PCUS al que asistió, se dice que “el camarada Stalin ha mostrado toda la complejidad de las tareas que debemos resolver en lucha contra las dificultades, superando las contradicciones que surgen en el curso de la construcción del comunismo. Al analizar con perspicaz visión los procesos que se operan en nuestra economía, el camarada Stalin ha mos­trado el error profundo del criterio de que bajo el socia­lismo no hay contradicción alguna entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas de la sociedad. Hay, indudablemente, contradicciones, y las habrá por cuanto el desarrollo de las relaciones de producción queda y se­guirá quedando atrás respecto al desarrollo de las fuerzas productivas. Naturalmente, en la sociedad socialista la cosa no llega de ordinario al conflicto entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, pero sería peli­groso no advertir que entre ellas existen y pueden existir contradicciones. Estamos obligados a advertir oportuna­mente estas contradicciones y a superarlas, oportunamente también, con una política acertada, para que las relaciones de producción cumplan su papel de fuerza principal y de­cisiva que determina el poderoso desarrollo de las fuerzas productivas”[5].

El artículo también miente al sostener que Stalin “No se apoyó en la clase obrera y las vastas masas populares en la lucha contra las fuerzas capitalistas, y consideró la posibilidad de la restauración capitalista sólo como un problema relacionado con ataques armados del imperialismo internacional. Todo esto es falso tanto en la teoría como en la práctica”. Lo que es falso son estas acusaciones de los dirigentes chinos. Stalin pudo equivocarse en tal o cual circunstancia pero, por regla general, siempre promovió la participación de las masas obreras y populares en la lucha de clases (industrialización, colectivización, represión de los contrarrevolucionarios, Gran Guerra Patria, etc.). En cuanto a la posibilidad de restauración capitalista por causas internas, Stalin nunca la descartó. Lo que dijo es que podía evitarse si se practicaba una política acertada. En cambio, ninguna política por más acertada que fuera podía impedir que el imperialismo atacase a la URSS y, en caso de derrotarla, restaurar en ella el capitalismo.

A pesar de estas críticas injustas, sostienen que Stalin “defendió con toda firmeza la dictadura del proletariado y la orientación socialista, aplicó una línea marxista-leninista y garantizó así el avance victorioso de la Unión Soviética por el camino socialista”.

Por contra, “Jruschov ha tomado una serie de medidas políticas revisionistas, lo cual contribuye al crecimiento extraordinario de las fuerzas capitalistas y conduce a una nueva agudización de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía y de la lucha entre el camino socialista y el capitalista en la Unión Soviética”.

Apoyándose en las informaciones de los propios periódicos soviéticos, el artículo muestran que “en la sociedad soviética no sólo existen numerosos elementos de las viejas clases explotadoras, sino que también están surgiendo multitudes de nuevos elementos burgueses, y que la diferenciación de clases está agravándose”. Habla de “talleres clandestinos”; de “empresas nominalmente socialistas, pero de hecho se han convertido en empresas capitalistas”, por medio de las cuales algunos directivos vienen enriqueciéndose; de “cómplices en las instituciones estatales”; de granjas colectivas convertidas en granjas de nuevos kulaks.

“No es de extrañar -continúa- que los nuevos y viejos elementos burgueses ataquen al socialismo en los países socialistas. No hay nada de temible en esto mientras la dirección del Partido y el Estado sea marxista-leninista. Sin embargo, en la Unión Soviética de hoy, la gravedad de la situación consiste en que la camarilla revisionista de Jruschov ha usurpado la dirección del Partido y el Estado soviéticos y que en la sociedad soviética ha surgido una capa social burguesa privilegiada”. Lo cierto es que esta capa ya existía con anterioridad y no puede por menos que existir en la sociedad de transición al comunismo. Pero, además, crece necesariamente si el proletariado revolucionario es desplazado de la dirección del Estado por elementos revisionistas que concilian con esta capa social.

Siguiendo a Lenin, el artículo también critica la política de altos sueldos para determinados cuadros dirigentes, política que se habría reanimado en los últimos años de Stalin. No obstante, reconoce que la lucha que éste sostuvo  “contra los trotskistas, los zinovievistas y los bujarinistas, fue en esencia un reflejo en el seno del Partido de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, de la lucha entre los dos caminos: el socialista y el capitalista. La victoria en estas luchas frustró el vano complot de la burguesía para restaurar el capitalismo en la Unión Soviética”.

Posteriormente, al “difamar la dictadura del proletariado y el sistema socialista so pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’, Jruschov ha abierto, en realidad, el camino a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética. Negando totalmente a Stalin, ha repudiado, en esencia, el marxismo-leninismo que Stalin defendió con firmeza, y ha abierto la compuerta para el desbordamiento de la corriente revisionista.

Al sustituir el principio socialista de ‘de cada uno según su capacidad; a cada uno según su trabajo’ por el llamado ‘incentivo material’, Jruschov no ha reducido sino que ha aumentado la diferencia entre el ingreso de una muy pequeña parte de gente y el de los obreros, los campesinos y los intelectuales en general;… ha acelerado la diferenciación de clases en la sociedad soviética.

Jruschov ha socavado la economía planificada socialista, ha aplicado el principio capitalista de los beneficios, ha fomentado la libre concurrencia capitalista y ha descompuesto la propiedad socialista de todo el pueblo.

Jruschov ataca el sistema socialista de planificación agrícola, calificándolo de ‘burocrático’ e ‘innecesario’. Se afana por aprender de los granjeros norteamericanos, promueve los métodos de administración capitalistas, fomenta la economía de los kulaks y descompone la economía colectiva socialista.

Jruschov difunde la ideología burguesa, propaga la consigna burguesa de libertad, igualdad y fraternidad y la teoría burguesa de la naturaleza humana; inculca en el pueblo soviético el espíritu de la ideología reaccionaria del idealismo y la metafísica burgueses, así como del individualismo, el humanismo y el pacifismo burgueses; y deteriora la moral socialista. Como resultado de ello, la putrefacta cultura burguesa del Occidente está en boga y la cultura socialista está siendo suplantada y atacada”.

El artículo del PCCh expone también cómo los revisionistas han ido desplazando a los marxistas-leninistas al frente de la sociedad: “Actualmente, en la Unión Soviética, no sólo ha aumentado inusitadamente el número de los nuevos elementos burgueses, sino que ha cambiado radicalmente su posición social. Antes de que Jruschov subiera al Poder, no ocupaban una posición dominante en la sociedad soviética, y sus actividades estaban sujetas a diversas restricciones y golpes. Pero después de que Jruschov subió al Poder usurpando paso a paso la dirección del Partido y del Estado, fueron ocupando una posición dominante en los organismos del Partido y del Gobierno y en las instituciones económicas y culturales, y formando una capa social privilegiada en la sociedad soviética. (…)

La camarilla revisionista de Jruschov ha realizado una depuración tras otra en todo el país, desde el nivel central hasta los niveles locales, desde los organismos dirigentes del Partido y del Gobierno hasta los departamentos económicos, culturales y educacionales, destituyendo a un grupo de cuadros tras otro, desplazando a los que no contaban con su confianza y colocando a sus paniaguados en los puestos de dirección.

Tomemos el caso del Comité Central del PCUS. Las estadísticas muestran que, como resultado de las depuraciones, cerca del 70 por ciento de los miembros del Comité Central elegidos en el XIX Congreso en 1952 fueron expulsados del Comité Central en el curso del XX Congreso en 1956 y el XXII Congreso en 1961, y cerca del 50 por ciento de los miembros elegidos en el XX Congreso también fueron expulsados en el momento del XXII Congreso”.

El artículo del PCCh deduce de esto que se cierne sobre la URSS un peligro, más grave que antes, de restauración del capitalismo. Sostiene que “La contradicción entre el pueblo soviético y la capa social privilegiada es ahora la principal contradicción en el interior de la Unión Soviética. Es una contradicción de clase, irreconciliable y antagónica”. La contradicción de clase principal es realmente entre la clase obrera y esa “capa social privilegiada”. Y, por muy antagónica que fuera, los dirigentes chinos estaban furiosos por el comportamiento chovinista de ésta y no apreciaban que era más aguda la contradicción entre la Unión Soviética y el imperialismo. Por esta razón, no serían capaces de aplicar una línea de masas hacia esa “gran masa de militantes del Partido Comunista y el pueblo soviético” que, “manteniendo las gloriosas tradiciones revolucionarias cultivadas por Lenin y Stalin, persisten en el socialismo y aspiran al comunismo.

Las amplias masas de obreros, koljosianos e intelectuales de la Unión Soviética están muy descontentos con la opresión y explotación a que los somete la capa social privilegiada. Ven cada vez con mayor claridad la verdadera faz revisionista de la camarilla de Jruschov, que traiciona al socialismo y restaura el capitalismo. Muchos de los cuadros soviéticos siguen persistiendo en la posición revolucionaria del proletariado y en el camino del socialismo, y se oponen resueltamente al revisionismo de Jruschov. Las amplias masas populares, comunistas y cuadros de la Unión Soviética, boicotean y resisten en diversas formas a la línea revisionista de la camarilla de Jruschov, de modo que esta camarilla revisionista no puede realizar a su antojo la restauración del capitalismo. El gran pueblo soviético está luchando por defender la gloriosa tradición de la Gran Revolución de Octubre y las grandiosas conquistas del socialismo, por frustrar el complot de restaurar el capitalismo”.

Lamentablemente, los dirigentes chinos pecaron de idealismo y de metafísica al confiar en que su crítica teórica y su ruptura total llevarían a la masa de comunistas de la URSS y del mundo a ponerse de parte suya. No habían asimilado las lecciones de la Internacional Comunista, de los muchos años y acontecimientos que le había costado conquistar la dirección de la clase obrera en unos pocos países.

La parte siguiente del artículo pasa a criticar la tesis jruschovista del “Estado de todo el pueblo”: “Mientras exista el Estado, no podrá estar por encima de las clases ni ser de todo el pueblo”. Los dirigentes chinos parecen entrar aquí en conflicto con su clasificación mecánica de las contradicciones, la cual no reconoce antagonismos en el seno del pueblo. En lógica con esto, el Estado sí podría ser “del pueblo” y, de hecho, ellos mismos se refieren a la dictadura del proletariado en su país como “dictadura democrático-popular”. Bien es verdad que no hablan de todo el pueblo, sino del pueblo en oposición a las clases reaccionarias de la sociedad. La aparente paradoja se disipa comprendiendo dialécticamente el Estado como unidad contradictoria o alianza entre clases, una de las cuales es dominante y ejerce su dictadura (impone sus intereses) a través de él.

“Tratando de justificar su ‘Estado de todo el pueblo’ –dice el artículo-, la camarilla revisionista de Jruschov hace lo imposible para difamar la dictadura del proletariado como falta de democracia”. A esto, responde con acierto que “Sólo bajo la dictadura del proletariado, la democracia para las masas trabajadoras puede desarrollarse y extenderse hasta un grado sin paralelo. Sin la dictadura del proletariado, es imposible la auténtica democracia para los trabajadores”.

A la hora de determinar cuál es la esencia del “Estado de todo el pueblo” de Jruschov, los autores del artículo olvidan que el Estado es necesariamente el aparato de dominación de una clase para calificarlo de “dictadura de la camarilla revisionista… dictadura de la capa social privilegiada de la burguesía soviética… un Estado en que su pequeña camarilla revisionista ejerce la dictadura sobre las amplias masas de obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios de la Unión Soviética. Bajo la dominación de la camarilla de Jruschov, no hay ninguna democracia para los trabajadores soviéticos, y sólo hay democracia para el puñado de personas de la camarilla revisionista de Jruschov, para la capa social privilegiada y para los elementos burgueses, nuevos y antiguos”. Los dirigentes chinos no analizan dialécticamente la relación contradictoria entre quienes ejercen la dirección del Estado y la clase social en la que éste se sustenta. Abandonan así la concepción científica del Estado propia del marxismo y abrazan la concepción burguesa vulgar del Estado que considera posible que una pequeña camarilla o capa social puede ejercer su dictadura sobre las clases de la sociedad. Empeñados en la ruptura, han dejado de reconocer la identidad de intereses que subsiste entre el Estado soviético y las clases mayoritarias del país.

En vez de atenerse a la crítica concreta de los errores de Jruschov, especulan con que la camarilla revisionista de éste utiliza la máquina del Estado “para abrir camino a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética”, a pesar de que este objetivo no se contiene en el nuevo programa del PCUS ni expresa ni implícitamente: ciertamente, las medidas tomadas por el gobierno de Jruschov debilitan al proletariado revolucionario y favorecen el desarrollo de una burguesía, pero no transforman todavía a la URSS en un país capitalista.

La parte siguiente del artículo critica la tesis de Jruschov sobre la conversión del partido proletario en “partido de todo el pueblo”. Recuerda el abecé del marxismo-leninismo, según el cual “el partido político, igual que el Estado, es un instrumento de la lucha de clases. Todos los partidos políticos tienen un carácter de clase. El espíritu de partido es la expresión concentrada del carácter de clase. Nunca ha existido un partido que no sea de clase o que esté por encima de las clases. Nunca ha existido un ‘partido de todo el pueblo’ que no represente los intereses de una clase determinada”. Sin embargo, unos renglones más abajo dice que “el partido del proletariado es el único partido capaz de representar los intereses de todo el pueblo, que constituye más del 90 por ciento de la población. Esto se debe a que los intereses del proletariado y los de las amplias masas trabajadoras son idénticos”.

Al igual que hicieron con la cuestión del Estado, los dirigentes chinos tratan la cuestión del partido de manera no dialéctica. Los intereses del proletariado pueden coincidir momentáneamente con los de las otras clases trabajadoras, pero no pueden ser idénticos al ser clases sociales con diferentes condiciones de vida. Por otra parte, las clases no están separadas entre sí por una muralla de China, sino que están sometidas a una influencia mutua que puede alienar a muchos miembros de una clase respecto de sus intereses fundamentales. Así, los partidos socialdemócratas han seguido siendo partidos obreros, incluso mayoritarios en el movimiento obrero de masas, a pesar de tener una dirección revisionista que los conduce a la conciliación con la burguesía. En consonancia con esto, la lucha del partido proletario revolucionario contra estos partidos no es la misma que contra los partidos burgueses, sino que necesita aplicar una táctica para atraer hacia sus filas a los obreros influidos por los dirigentes socialdemócratas. Tampoco la lucha de los marxistas-leninistas contra los partidos dirigidos por revisionistas contemporáneos debe igualarse a la lucha contra los partidos imperialistas, sino que ha de aplicar una táctica para ganarse a los obreros comunistas influidos por los dirigentes revisionistas.

Para concluir, el artículo del PCCh advierte con razón que, lejos de iniciar “el período de la edificación del comunismo en todos los frentes”, la camarilla revisionista de Jruschov “está conduciendo a la Unión Soviética por el camino de la restauración del capitalismo, y el pueblo soviético se halla en el serio peligro de perder las conquistas del socialismo”. Y denuncia el carácter involutivo de sus reformas:

“Bajo el sistema socialista, el gran pueblo soviético logró desarrollar las fuerzas productivas sociales a un ritmo sin precedentes en la historia. Pero los males del revisionismo de Jruschov están haciendo estragos en la economía socialista soviética. Sacudiéndose en medio de múltiples contradicciones, Jruschov ha cambiado con frecuencia su política económica dictando órdenes por la mañana para revocarlas por la tarde, y ha sumido la economía nacional soviética en el caos. Jruschov es un derrochador incorregible. Ha gastado todas las reservas de cereales del período de Stalin y acarreado tremendas dificultades a la vida del pueblo soviético. (…)

Jruschov se afana por hacer renacer la ideología burguesa en la Unión Soviética y trabaja de misionero de la putrefacta cultura norteamericana. Difunde el incentivo material, reduce las relaciones entre los hombres a simples relaciones de dinero y fomenta el individualismo y el egoísmo. Debido a él, el trabajo manual vuelve a ser considerado como algo indigno, y el amor a los placeres a expensas del trabajo ajeno, como algo honorable. (…)

Él no considera el comunismo como una sociedad en que se hayan eliminado completamente las clases y las diferencias de clase, sino que lo describe como ‘una escudilla accesible para todos, llena de productos del trabajo físico y espiritual’[6]. No considera la lucha de la clase obrera por el comunismo como una lucha por la total liberación de toda la humanidad y de sí misma, sino como la lucha por ‘un buen plato de goulash’ [plato de comida originario de Europa oriental]. En la mente de Jruschov, no se encuentra ni la sombra del comunismo científico; lo que sí se encuentra es una sociedad de filisteos burgueses. (…)

Dulles dijo que ‘había evidencias en la Unión Soviética de fuerzas inclinadas a un mayor liberalismo, las cuales, si persistían, podrían provocar un cambio básico en la Unión Soviética’[7]“.

El artículo del PCCh sustituye el socialismo científico por el maniqueísmo cuando acusa a Jruschov de abrigar “un propósito maligno”, aunque acierta al caracterizar la esencia del comunismo de éste como “una variedad del socialismo burgués”.

Convoca a todos los marxistas-leninistas a estudiar “seriamente las lecciones de la ‘evolución pacífica’” hacia la restauración capitalista que experimenta la URSS y termina insistiendo en su enfoque y sus medidas para prevenir el ascenso del revisionismo en los Estados socialistas:

“En los países socialistas, es inevitable la lucha entre los dos caminos: el socialista y el capitalista y la lucha entre las fuerzas capitalistas que procuran su restauración y las fuerzas que se oponen a ella. Pero de ninguna manera es inevitable la restauración del capitalismo en los países socialistas y su degeneración en países capitalistas. Siempre que tengamos una acertada dirección y una correcta comprensión de este problema, persistamos en la línea revolucionaria marxista-leninista, tomemos medidas acertadas y mantengamos una lucha prolongada e incansable, podemos evitar la restauración del capitalismo. La lucha entre los dos caminos: el socialista y el capitalista, puede convertirse en una fuerza motriz del progreso social. (…)

La sociedad socialista abarca un período histórico muy largo. En esta sociedad aún existen clases, la lucha de clases y la lucha entre el camino del socialismo y el del capitalismo. La revolución socialista realizada sólo en el frente económico (en la propiedad sobre los medios de producción[8]) no es suficiente ni sólida. Hace falta además una revolución socialista completa en los frentes político e ideológico. Es necesario un período muy largo para resolver el problema de ‘quién vencerá a quién’: el socialismo o el capitalismo en los frentes político e ideológico”.

A esto, le sigue la necesidad de mantener la dictadura del proletariado y de llevar hasta el fin la revolución socialista; seguir la línea de masas; confiar en la mayoría del pueblo, sobre todo en obreros y campesinos; combinar la enseñanza y el trabajo intelectual con el trabajo manual; formar intelectuales de la clase obrera “rojos y expertos”; hacer participar a los cuadros en el trabajo productivo; disminuir razonable y gradualmente las diferencias salariales; mantener la dirección del partido proletario sobre las fuerzas armadas populares; hacer que todo oficial sirva “como soldado raso a intervalos regulares”; organizar milicias y tener armado al pueblo; poner a los Estados socialistas al servicio del proletariado internacional; etc.

LA RUPTURA TOTAL DEL CAMPO SOCIALISTA Y DEL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL

Después de esta andanada de artículos del PCCh y las respuestas a los mismos por parte del PCUS y otros partidos, Jruschov intentó convocar una conferencia del movimiento comunista internacional para hacer valer su mayoría en él y condenar las posiciones de los dirigentes chinos, pero fue destituido a los pocos meses y sustituido por Brézhnev.

En el verano de 1964, China había hecho detonar su primera bomba atómica. Durante unos meses, el PCCh se abstuvo de criticar a la nueva dirección soviética y se limitó a condenar el revisionismo de Jruschov, hasta que los sucesores de éste ratificaron su línea y reanudaron los ataques contra la de los chinos.

En lo sucesivo, el PCCh rechazaría la unidad de acción antiimperialista con el PCUS, alegando que la oposición de los dirigentes de éste al imperialismo sólo era aparente y destinada a obtener ventajas propias en la colaboración con EE.UU[9]. Los dirigentes chinos no contemplaban aplicar la táctica leninista de frente unido con el PCUS y otros partidos dirigidos por los revisionistas. Sólo se proponían “proseguir la lucha contra el revisionismo jruschoviano a partir de las victorias adquiridas y llevarlas hasta el final”. Aseguraban que “De la lucha contra el revisionismo jruschoviano dependen el porvenir del movimiento comunista internacional, el desarrollo de la lucha revolucionaria de los pueblos y el destino de la humanidad”[10]. No se planteaban otra manera de luchar contra él que la de “matar a la serpiente… sacándola de la cueva”[11].

Los revisionistas soviéticos sabrían aprovechar este error de unilateralidad para presentarse como campeones de la unidad de acción –particularmente con motivo de la agresión yanqui contra Vietnam- y para aislar cada vez más al PCCh dentro del movimiento comunista internacional[12]. En un artículo publicado el 11 de noviembre de 1965, titulado Acerca de la unidad de acción en la nueva dirección del P.C.U.S., los dirigentes chinos negaron toda posibilidad de unidad de acción: “En el conjunto de las cuestiones fundamentales de nuestra época, un antagonismo irreductible les opone (a los marxistas-leninistas y a los revisionistas jruschovianos) y no existe entre ellos más que cosas que les separan y les oponen, y nada que les una y les sea común”.[13]

Al año siguiente, Mao Zedong y la mayoría de la dirección del PCCh lanzaron la Revolución Cultural dentro del país. Los litigios fronterizos con la URSS, generalmente causados por el chovinismo paternalista de los dirigentes soviéticos, fueron en aumento y estuvieron a punto de desencadenar una guerra entre ambos Estados socialistas en 1969.

En 1970, en una declaración emitida con motivo del centenario del nacimiento de Lenin y titulada Leninismo o socialimperialismo[14], el Comité Central del PCCh sintetizó la conclusión a la que había llegado sobre la URSS en los años precedentes.[15]

“Las tareas actuales de nuestra lucha –explica dicha declaración- son denunciar en toda su amplitud la traición al leninismo por parte de la pandilla de renegados revisionistas soviéticos, poner al desnudo la naturaleza de clase del social-imperialismo revisionista soviético”.

Los dirigentes chinos consideran entonces que el régimen social de la URSS es capitalista e incluso imperialista, y se imponen como tarea “fomentar por todos los medios la gran lucha de los pueblos del mundo contra el imperialismo de los Estados Unidos, el revisionismo soviético y toda forma de reacción”. La Unión Soviética pasa a ser considerada como enemigo principal, junto con EE.UU., o incluso peor que éste. La declaración cita palabras pronunciadas por Mao Zedong en 1964, que así lo indican: “La Unión Soviética actual es una dictadura de la clase capitalista, la dictadura de una gran clase capitalista; es una dictadura fascista de tipo germánico, una dictadura del tipo hitleriano”[16].

Por tanto, cuando el PCCh todavía hablaba de peligro de restauración capitalista en la URSS, su líder iba más lejos en privado al afirmar sin pruebas que, en el País de los Soviets, había “una gran clase capitalista” que ejercía una dictadura con carácter fascista. La dirección china sobrepasaba así a la propaganda antisoviética del imperialismo y del trotskismo.

Según esta declaración, de la capa burguesa privilegiada soviética “ha surgido una clase capitalista monopolista burocrática, es decir, una gran burguesía de nuevo tipo, que tiene en sus manos todo el aparato del Estado y controla toda la riqueza de la sociedad. (…) ha transformado la propiedad socialista en propiedad de los dirigentes seguidores del camino capitalista y ha transformado la economía socialista en una economía capitalista, en una economía capitalista monopolista de Estado”. En realidad, las relaciones de propiedad no se modificaron antes de finales de los años 80[17].

No le falta razón cuando señala que, en la Unión Soviética de Brézhnev, “se ha extendido a todos los ámbitos el llamado ‘nuevo sistema económico’ y se ha establecido de forma legal el principio capitalista de ganancia”. Sin embargo, lo atribuye al afán de intensificar la explotación de los trabajadores, cuando es mucho más cierto y revelador explicarlo como el intento de elevar la productividad del trabajo en una sociedad socialista donde las masas obreras son desplazadas de la dirección de las empresas, al mismo tiempo que seducidas con “incentivos materiales individuales”, en vez de ser convocadas a continuar revolucionando las relaciones de producción hacia el comunismo.

La declaración china también acusa a los dirigentes soviéticos de acelerar “la militarización de la economía nacional para satisfacer las necesidades de la carrera armamentista y de los preparativos de guerra del socialimperialismo”. Incluso les acusa de conspirar “para lanzar un blitzkrieg de tipo hitleriano”. Sin embargo, a diferencia de los países imperialistas donde el gasto militar acrecienta los beneficios de los capitalistas, en la URSS (incluso revisionista) resultaba un lastre que frenaba su desarrollo económico, pero que se veía forzada a acometer para disuadir a los agresores imperialistas.

“Las acciones perversas de la camarilla renegada revisionista soviética –continúa la declaración con bastante razón- han causado enormes daños a las fuerzas productivas de la sociedad y han tenido serias consecuencias: la declinación de la industria, el deterioro de la agricultura, la reducción de la ganadería, la inflación, la falta de suministros, la insólita escasez de artículos en los mercados del Estado y el empobrecimiento creciente de los trabajadores. Los renegados revisionistas soviéticos no sólo han dilapidado la enorme riqueza acumulada por el pueblo soviético durante décadas de arduo trabajo, sino que se han humillado en pedir préstamos a Alemania Occidental, un país derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y han llegado al punto de vender los recursos naturales del país y abrir Siberia al capital monopolista japonés”.

De aquí, deducen una nueva exageración: “Hoy en día, la economía de la Unión Soviética está al borde de una crisis insalvable”. En realidad, la economía soviética y el nivel de vida de las masas todavía seguirían creciendo durante muchos años más.

A la nueva afirmación soviética de que “el Estado de todo el pueblo” y “el Estado de la dictadura del proletariado” son “del mismo tipo”[18], los dirigentes chinos responden que es otro engaño y camuflaje más, en vez de considerar la posibilidad de que este cambio de criterio de los soviéticos pueda obedecer a la lucha de los marxistas-leninistas dentro de la URSS; en vez de dar alguna muestra de solidaridad y acercamiento hacia ellos.

Mientras que en 1956 habían condenado a los contrarrevolucionarios húngaros, a quien condenaban en 1968 era a la Unión Soviética porque “ha enviado abiertamente, cientos de miles de tropas a Checoslovaquia para aplastarla bajo su bota de hierro y ha creado a punta de bayoneta un régimen títere en ese país”.

Esta declaración contiene todavía más afirmaciones unilaterales y exageradas al extremo. Sus partidarios podrán presumir de que se cumplieron algunos de sus malos augurios, pero todavía estamos esperando que las ruinas de la restauración capitalista den paso a la revolución proletaria, tal como profetizaban: la dominación revisionista que, según Mao Zedong, “no durará mucho tiempo”[19], se prolongó más de treinta años y le ha seguido una dominación abiertamente burguesa y clerical que va para largo. Y, desde luego que, renunciando al materialismo dialéctico y a la táctica leninista de frente único, no ayudaron a la clase obrera soviética, como tampoco ayudan a la clase obrera internacional los comunistas que, hoy, piensan y actúan igual.

UN LEGADO DE ACIERTOS, CON DEFECTOS DE ORIGEN FILOSÓFICO

A modo de conclusión, opinamos que la valoración del PC de China encabezado por Mao Zedong acerca de la experiencia del socialismo en la URSS es correcta en la mayoría de sus aseveraciones, pecando de unilateralidad y exageración[20] en las demás. Su mérito es inmenso por: 1º) haber tenido la perspicacia y el valor de rebatir la deriva revisionista que estaba experimentando el partido comunista más importante del mundo, secundado por la mayoría de los demás; y 2º) hallar parte de las causas de esta involución y del remedio para evitarla en lo sucesivo. Si no fuera por su esclarecimiento y su lucha, el hundimiento de la Unión Soviética tres décadas después se interpretaría –casi sin oposición- como la prueba del fracaso de la teoría científica del marxismo-leninismo. Así lo presentan los capitalistas y sus agentes, pero los comunistas disponemos afortunadamente del legado de este otro gran partido comunista del siglo XX que fue el Partido Comunista de China, el cual demostró lo contrario: el PCUS -glorioso en los tiempos de Lenin y de Stalin- había destruido el socialismo precisamente porque había traicionado su pasado y renegado de los principios revolucionarios del marxismo-leninismo. De aquellas lluvias, estos lodos. Desde entonces, todos los militantes comunistas que se han enfrentado a los dirigentes oportunistas lo han hecho enarbolando plataformas políticas inspiradas en los “25 puntos de Pekín” y otros documentos de la lucha del PCCh contra el revisionismo de Jruschov.

Los dirigentes comunistas chinos demostraron que sus homólogos soviéticos no querían continuar con las tareas de la revolución proletaria y habían empezado una marcha atrás, siguiendo una lógica que conducía a la restauración del capitalismo. En lugar de encarar las dificultades económicas del desarrollo del socialismo transformando progresivamente las relaciones de producción de acuerdo con el carácter cada vez más social de las fuerzas productivas, los dirigentes soviéticos las castigaron con más liberalismo, más individualismo. Así, hasta que acabaron devolviendo las riendas de la economía a los capitalistas experimentados en el arte de contener y destruir las fuerzas productivas sobrantes para su régimen, mientras las grandes masas de la población tienen cada vez menos. ¡A esto es a lo que llaman reformas modernizadoras!

Los dirigentes chinos destacaban, entre las motivaciones de los revisionistas soviéticos, el miedo al arma atómica. Tal vez fuera esto en parte, pero también estaban su propia comodidad y pereza, su ansia por “liberarse” de las necesidades revolucionarias de las masas trabajadoras, por poner fin a la zozobra que la dictadura del proletariado causaba en sus vidas aventajadas.

Aunque los méritos de los comunistas chinos fueron lo principal, también hay que averiguar si su lucha contra el revisionismo adoleció de algún defecto que impidiera salvar el prestigio del marxismo-leninismo y evitar la depresión que se ha adueñado del movimiento obrero y comunista internacional. En el actual repliegue temporal del socialismo en el mundo han influido circunstancias objetivas como el crecimiento de la economía capitalista mundial bajo mando yanqui, después de la devastación de fuerzas productivas que acarrearon las dos guerras mundiales. Pero también hemos visto a lo largo del presente documento diversas desviaciones de Mao Zedong y el PCCh con respecto a la cosmovisión marxista-leninista, al materialismo dialéctico.

Según la opinión bastante atinada de J. Lévesque, “los chinos manifiestan una tendencia al voluntarismo que a veces vence sobre el análisis de las condiciones objetivas. (…) A1 igual que la dominante determinista de los soviéticos tiene por corolarios el economismo (a menudo simplista) y el cientificismo, la dominante voluntarista de los chinos tiene por corolarios el politicismo y el moralismo (sin ningún sentido peyorativo). De este modo, para los chinos una causa ‘justa’ posee todas las posibilidades de triunfar, y un pueblo oprimido todas las de vencer, precisamente por el simple hecho de estar oprimido. (…) Estas características de las teorías soviéticas y chinas son, en parte, reflejos deformados de la situación actual de la Unión Soviética y de China”.[21] Cabe añadir que lo son también de las respectivas experiencias revolucionarias.

El “pensamiento Mao Zedong” o maoísmo presta poca atención a las leyes concretas del desarrollo social y al carácter concreto de las fuerzas productivas de la sociedad, lo cual debilita su base materialista y abre una vía de entrada al idealismo. Así, por ejemplo, el manual de Materialismo dialéctico editado en 1961 en Pekín reclama “reconocer al hombre como factor decisivo en las relaciones entre éste y las cosas”, en vez de hacer “hincapié unilateralmente en que los actos del individuo están determinados por los esquemas muertos de las leyes objetivas, en que el hombre puede únicamente subordinarse de manera pasiva a las leyes”.[22] Esta percepción de lo objetivo como “esquemas muertos” a los que “subordinarse de manera pasiva” denota una visión no dialéctica de la materia, la cual es nuestro origen como hombres, nuestra composición y nuestra condición circundante. Las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad vienen determinadas por las contradicciones de ésta y, junto con la actividad consciente, forman una unidad dialéctica en la que lo consciente persigue el conocimiento de dichas leyes[23] para realizar aquel desarrollo social.

Análogamente, en un artículo de 1965 de Sing tsiangché, órgano de la sección de ciencias filosóficas y sociales de la Academia de Ciencias de la RPCh, se dice: “Los instrumentos de trabajo en la producción, los objetos de trabajo, las armas en la guerra, etc., aunque tienen suma importancia, aunque son sin duda factores bastante importantes en la producción y en la guerra, en comparación con el hombre, sin embargo, ocupan un lugar secundario. No importa dónde -en la lucha de producción o en la lucha de clases- el factor que juega el papel determinante es el hombre y no el objeto”. El hombre “…puede pensar, puede trabajar, domina la actividad subjetiva, puede conocer y transformar el mundo; el objeto no posee esas cualidades… Entre todas las cosas, las más importantes son los instrumentos de trabajo en la producción y las armas en la guerra… Sin embargo, sin la actividad humana, la naturaleza no puede proporcionar al hombre los instrumentos de trabajo y las armas que necesita. Sin la actividad humana, las herramientas y armas existentes se convertirán en trastos viejos”.[24]

Esto es falso. La naturaleza ha proporcionado al hombre las primeras herramientas y armas antes de éste las produjera mejoradas desde el punto de vista de sus necesidades. El hombre puede pensar y transformar la naturaleza sólo a partir de la propia naturaleza. Su relación contradictoria con ésta -es decir, las fuerzas productivas- constituye el motor del progreso humano desde antes de que surgieran las clases y la lucha entre ellas se convirtiera en condición indispensable para adecuar las relaciones de producción al carácter de las fuerzas productivas.

Como bien puntualizaban los soviéticos: “El marxismo-leninismo parte de que, al actuar sobre la naturaleza, el hombre no sólo transforma ésta, sino que se transforma a sí mismo. Se perfecciona en los modos de crear instrumentos de trabajo. Pero ese perfeccionamiento depende del nivel logrado en cada momento dado por las fuerzas productivas. Conviene no olvidar que las fuerzas y posibilidades del hombre están limitadas en cada etapa histórica por el nivel correspondiente del desarrollo de la producción material y, ante todo, de los medios de trabajo”.[25]

Las fuerzas productivas engendradas por unas determinadas relaciones de producción son el primer factor revolucionario que reclama el cambio de dichas relaciones de producción. Son, por tanto, de ordinario, el aspecto dinámico de la contradicción. Sin embargo, Mao Zedong tiene razón frente a los revisionistas de la URSS en que las nuevas relaciones de producción se convierten, a su vez, en el factor principal y dinámico de la contradicción en las épocas revolucionarias, cuando el cambio de relaciones de producción es necesario para liberar el desarrollo de las fuerzas productivas. Sea cual fuera su verdadera intención, los jruschovistas sacrificaron las fuerzas productivas sociales levantadas con titánico esfuerzo en el período de Stalin con tal de conservar y favorecer las relaciones de producción que promocionaban el desarrollo de las capas sociales superiores de la sociedad soviética como clases opuestas al proletariado. El inconveniente de Mao, como vimos con respecto a China, es que no presta suficiente atención al carácter particular de éstas en un momento y lugar. Incurre en la confusión entre el plano histórico y el político que Lenin reprobaba[26] y tiende a una teorización separada de la realidad histórico-concreta.

De la misma manera, Mao tiene razón en atribuir el papel principal a la superestructura ideológica y política en una etapa revolucionaria, pero no presta la suficiente atención a la base económica concreta que determina los límites dentro de los cuales aquélla puede ejercer dicho papel principal. De este modo, desquicia la tesis marxista sobre la autonomía relativa de la ideología, por la que las ideas se convierten en una fuerza material cuando prenden en las masas. Al despegarse de las leyes objetivas del desarrollo social, el “pensamiento de Mao Zedong” pierde la fuerza vivificadora que pretende, se convierte en una especie de idea absoluta hegeliana que se trata de materializar en la sociedad y defrauda las expectativas formuladas así al principio de la Revolución Cultural Proletaria:

“Cuando las ideas de Mao Tse-tung se difundan ampliamente por el mundo, cuando vayan penetrando paulatinamente en los pueblos revolucionarios del orbe, podrán cambiar la fisonomía espiritual de éstos y transformar la fuerza espiritual en una fuerza material enorme. Una vez que dominen las ideas de Mao Tse-tung, los pueblos revolucionarios del mundo quebrarán con fuerza incontenible al viejo mundo, enterrarán totalmente al imperialismo, al revisionismo moderno y a la reacción de todos los países, y construirán en la Tierra un gran mundo comunista nuevo, infinitamente radiante y hermoso, un mundo sin yugos ni explotación”.[27]

Ligado al desprecio por el dinamismo inherente a las fuerzas productivas, a la materia, a lo objetivo, Mao Zedong tiende a reducir el significado objetivo de la práctica: pasa a menudo por alto que se trata de un proceso determinado por condiciones ya dadas por la naturaleza y la práctica pretérita. De este modo, tiende al empirismo. Así criticó en 1963 esta tendencia el filósofo e historiador chino Ho In-tsiu: “Algunos camaradas consideran que la teoría nace en la práctica y que si realizan una gran actividad práctica, pueden estar tranquilos: habrá mucha experiencia práctica y la teoría se desarrollará ‘por sí sola’. No se han dado cuenta de que la teoría nace indudablemente de la práctica, pero no es ni mucho menos equivalente a ella. Si no se someten a un estudio minucioso todas las cuestiones relacionadas con la realización práctica de la revolución u otros problemas importantes, no se las eleva al nivel de la teoría, considerando equivocadamente verdades generales a la experiencia limitada, se cometerán inevitablemente faltas empíricas”.[28]

 El riesgo es descarriar la práctica por el camino del voluntarismo y el subjetivismo. Si no se asimila lo concreto mediante la teoría, la práctica se convierte en un vano afán por realizar objetivos abstractos.

Finalmente, están las carencias en la dialéctica de Mao Zedong, como las que ya hemos señalado en cuestiones particulares. El líder chino tuvo el mérito de recordar la importancia primordial de las contradicciones en la sociedad socialista, cuando los revisionistas destacaban interesadamente la armonía y unidad. Reivindicó la dialéctica, pero en una versión un tanto primitiva e ingenua, sin la riqueza y plenitud con que la asume el marxismo-leninismo. La redujo a la ley de unidad de contrarios que, como dice Lenin, “aprehende el núcleo de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo”[29]. Mao presta poca atención a las otras dos leyes de la dialéctica (la transformación de los cambios cuantitativos en cambio cualitativos y la negación de la negación) y, por consiguiente, al movimiento concreto de la contradicción como un proceso, a la dialéctica del desarrollo: ese principio histórico que hace de la dialéctica “la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más profunda del desarrollo ”[30]. No examina la identidad de contrarios como resultado de la oposición interna existente en cada uno de ellos, que permite la intertransición e intertransmutación de los mismos. Reduce la transformación de la cantidad en calidad a la contradicción entre ambas categorías, no menciona la negación de la negación, etc.

Un ejemplo de cómo Mao no se atiene plenamente a la dialéctica y plantea a veces las cosas de manera metafísica es su reclamo de «combinar la verdad general del marxismo-leninismo con la práctica con­creta de la revolución»[31] en cada país. Se comprende que la intención de esta formula es evitar el dogmatismo, pero incurriendo en el eclecticismo y el revisionismo. Utilizando el estilo maoísta de expresión, convierte el «uno se divide en dos» en «dos hacen uno». La verdad general del marxismo-leninismo y la práctica concreta de la revolución no son dos cosas ajenas entre sí, sino que el marxismo-leninismo expresa las leyes de la revolución que actúan en todos los países. De lo contrario, no sería una verdad general: «lo general -decía Lenin- sólo existe en lo particular y a través de lo particular». A su vez, cada revolución concreta, además de sus rasgos peculiares y originales, pone de manifiesto nuevas regularidades que enriquecen la teoría marxista. De lo que se trata, por consiguiente, no es de «combinar», sino de aplicar la teoría general a la práctica particular. Eso sí, ha de hacerse prescindiendo de todo lo que en dicha teoría no sea realmente general, de todo lo que se compruebe que no se corresponde con la realidad particular. Ha de tomarse la teoría marxista-leninista, no como dogma, sino como guía para la acción.

Lo que más llama la atención es el carácter abstracto y especulativo de la dialéctica de Mao que, en la práctica, lo empuja al aventurerismo, más allá de la necesaria audacia. Además de habernos referido a la lucha sin unidad, en relación con los destacamentos del proletariado dominados por los revisionistas, sirva como ilustración de este defecto el siguiente razonamiento pronunciado por Mao en el VIII Congreso del PCCh:

“Supongamos que en el partido se produce una escisión. Esto provocará desórdenes. El desequilibrio tiende siempre a su contrario, es decir, al equilibrio. La escisión puede convertirse en cohesión”.[32]

Frente a este juego político con categorías filosóficas, “la dialéctica marxista requiere un enfoque histórico concreto de los fenómenos sociales. No puede servir de esquema abstracto del que por vía puramente lógica se puedan obtener respuestas a todas las cuestiones concretas de la práctica. Exige que se tengan en cuenta no sólo los rasgos generales propios de un fenómeno en todas las fases de su desarrollo, sino también las peculiaridades del desarrollo contradictorio que caracterizan al fenómeno estudiado en el estadio concreto en que se encuentra”.[33] Además, la tendencia dominante en toda contradicción no es al equilibrio, sino a la lucha (mal que les pese a los seguidores de Bujarin, ya sean de derecha o «de izquierda»). En definitiva, el camino hacia la reanimación de la revolución proletaria mundial está lleno de trampas: no podemos comprender la experiencia histórica del socialismo sin apoyarnos en la contribución crítica de los comunistas chinos, pero tampoco debemos dejarnos deslumbrar por sus aciertos porque, entonces, repetiremos sus errores fatales y no podremos aplicar íntegramente el marxismo-leninismo. Aquí también, necesitamos la negación de la negación; necesitamos volver a colocar al movimiento comunista sobre los raíles del materialismo dialéctico. Éste es el reto para comprender y actuar con acierto.


Notas:

[1] El diablo está en los detalles o, como dijera Lenin en los albores de la construcción del Partido: “De la consolidación de tal o cual ‘matiz’ puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años”. (¿Qué hacer? http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/WD02si.html)

[2] Marx, “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”

[3] Lenin, “Prólogo al discurso Sobre el Embaucamiento del Pueblo con la Consigna de Libertad e Igualdad”

[4] Sobre los defectos del trabajo del partido y las medidas para la liquidación de los trotskistas y otros fariseos, Stalin, 1937: https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2015-15.pdf

[5] https://docs.google.com/file/d/0ByP565N0sPRSaHc3ZjI1bmpRQ2M/edit

[6] Jruschov, Discurso en Austria para la radio y la televisión, 7 de julio de 1960.

[7] Dulles, Conferencia de prensa, 15 de mayo de 1956.

[8] Insistimos en que el frente económico no se limita a la cuestión de la propiedad de los medios de producción, sino que abarca toda la revolucionarización de las relaciones de producción que exija el grado de socialización alcanzado por las fuerzas productivas. De lo contrario, la elevación política e ideológica de la conciencia social se interrumpirá y se convertirá en una caricatura, en una conciencia falsa.

[9] Mao Zedong especulaba con que EE.UU. y la URSS se habían puesto de acuerdo para dominar el mundo. No era sólo una acusación contra Jruschov, sino también contra Stalin. Pasando por alto las necesidades de seguridad de la Unión Soviética evidenciados en su historia hasta la II Guerra Mundial, el líder chino afirmó lo siguiente a la delegación de una fracción izquierdista del Partido Socialista Japonés que le visitó el 10 de julio de 1964: “La Unión Soviética tiene demasiados territorios ocupados. En la Conferencia de Yalta se concedió la independencia nominal a Mongolia exterior, pero nominalmente fue separada de China tan solo para pasar en realidad a control de la Unión Soviética… En su día preguntamos si sería posible la devolución de Mongolia exterior a China. Ellos contestaron que no… También a Rumanía le quitaron una parte; se llama Besarabia. De Alemania también separaron una parte, a saber, un trozo de Alemania Oriental… También quitaron una parte de Polonia, agregándola a la Rusia Blanca. Al final quitaron también una parte a Finlandia. Todo lo que pudieron anexionar de alguna forma lo han anexionado… Según mi criterio, no deberían haberse anexionado nada en absoluto. El territorio de la Unión Soviética es bastante grande, … Por ello, vuestra islas Kuriles no son ningún problema: tienen que seros devueltas. (Mao íntimo, págs. 51-52)

[10] Artículo con motivo del segundo aniversario de la Carta de los 25 puntos, citado en Los orígenes de la controversia chino-soviética, pág. 159.

[11] Observaciones incidentales sobre una conferencia-informe “contra el revisionismo” del 4 de septiembre de 1964. (Mao íntimo, pág. 43)

[12] Jacques Levesque habla de “el fracaso relativo de la precedente política de estímulo de las escisiones y la formación de partidos comunistas prochinos. En efecto, después de diez años de conflicto chino-soviético, los partidos oficialmente prochinos permanecen extremadamente débiles en efectivos numéricos respecto a los partidos prosoviéticos. Este fracaso perece sorprendente teniendo en cuenta la difusión política e ideológica de China”. (Op. Cit., pág. 164)

[13] Los orígenes de la controversia chino-soviética, págs. 162-163.

[14] http://criticamarxista-leninista.blogspot.com/2013/05/leninismo-o-socialimperialismo.html

[15] El partido chino no la modificaría hasta la muerte de Mao en 1976. Con la política de reforma impulsada por Deng Xiaoping, cesó la crítica ideológica a la Unión Soviética, manteniendo únicamente su oposición al “hegemonismo” de ésta.

[16] Una conversación del Presidente Mao, 11 de mayo de 1964; citada en Leninismo o socialimperialismo.

[17] «La producción capitalista -explica Stalin- comienza allí donde los medios de producción están concentrados en manos privadas y los obreros, que no poseen medios de producción, se ven constreñidos a vender su fuerza de trabajo como una mercancía. Sin eso, no hay producción capitalista». (Problemas económicos del socialismo en la URSS).

[18] Pravda, 5 de marzo de 1970; citado en Leninismo o socialimperialismo.

[19] Discurso del Presidente Mao en la reunión de trabajo (ampliada) del Comité Central del Partido Comunista de China, 30 de enero 1962; citado en Leninismo o socialimperialismo.

[20] Lenin avisaba que “toda verdad, si se la obliga a ‘sobrepasar los límites’ (como decía Dietzgen padre), si se exagera, si se extiende más allá de los limites dentro de los cuales es realmente aplicable, puede ser llevada al absurdo, y, en las condiciones señaladas, se convierte infaliblemente en absurdo”. (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo: http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html)

[21] Op. Cit., págs. 74-75

[22] El materialismo dialéctico, pág. 10, citado en “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao Zedong” de M. Altaiski y V. Gueórguiev, Ed. Progreso, pág. 86. Este libro soviético es, en su objetivo y en su mayor parte, un ataque sectario hacia Mao Zedong. No obstante, contiene también algunas críticas que nos parecen justas y útiles para nuestro propósito de esclarecimiento de esta etapa de la revolución proletaria internacional que ha arrojado luz, pero también ha proyectado una espesa sombra que sigue pesando como una losa en la conciencia de los comunistas.

[23] “La unidad del pensar y el ser equivale a que el pensar refleje correctamente al ser, que lo subjetivo refleje correctamente a lo objetivo; la unidad aquí tiene sentido de ‘correspondencia’.” (Yan Siang-chen, citado en íbid., pág. 114)

[24] Sing tsiangché, nº 7, pág. 23; citado en ibíd., págs. 87-88.

[25] Ibíd., pág. 89.

[26] “El parlamentarismo ‘ha caducado históricamente’… ¿Ha ‘caducado políticamente’ el parlamentarismo? Esto es ya otra cuestión”. Según Lenin, “remitirse en una cuestión de política práctica a la escala de la historia universal, es la aberración teórica más escandalosa”. (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, capítulo VII, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s7)

[27] Renmin Ribao, 10 de junio de 1966; citado en “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao Zedong” pág. 94.

[28] Ho In-tsiu, Sinhua Ribao, Nankin, citado en ibíd., págs. 190-191.

[29] Véase nota 23.

[30] Lenin, Carlos Marx, http://marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/KM14s.html#s1

[31] ¡Viva el leninismo!

[32] Mao Zedong, Discurso en el VIII Congreso del PCCh – segunda sesión; citado en ibíd., pág. 140. Dicho sea de paso, comete aquí el mismo error que Bujarin al centrar su atención en el equilibrio, y no en el desarrollo, como resultado de la lucha de contrarios.

[33] “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao Zedong”, págs. 165-166.

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