20 de abril de 2021

La restauración del capitalismo en la URSS (3)

 

Tercera y última parte del trabajo de la AAHS sobre el proceso de restauración del capitalismo en la Unión Soviética. Esta tercera parte estudia el período de Mijail Gorbachov, en el cual se da el golpe definitivo al socialismo en la URSS.

3º La destrucción de la URSS, desde Gorbachov.

Con la llegada de Gorbachov, se ponen en marcha las reformas posteriores a 1986. Éstas tienen un fin muy concreto: pasar de la propiedad socialista a un gradual control del sector capitalista, ya incrustado en las relaciones económico-políticas a todos los niveles. Manifestaban la consecución de los intereses de los elementos, que dentro de la sociedad soviética, abogaban por la empresa privada y el libre mercado. Este sector estaba compuesto por empresarios y sus especuladores ocultos en todos los estamentos del estado desde hacía treinta años.

Una de las primeras medidas en el terreno ideológico fue apoyar como Jruschov, las teorías de defensa del comercio privado defendidas por Nikolai Bujarin. Bujarin y la “oposición de derecha” fueron derrotados en el XVº Congreso del Partido en 1927, cuando se aprobó la política de colectivización de la agricultura. Sesenta años después, Gorbachov leyó una biografía de Bujarin escrita por el historiador Stephen F. Cohen. Según su cercano consejero, Anatoli Cherniáyev, fue entonces que Gorbachov decidió rehabilitar a Bujarin y el proceso “abrió las puertas para reevaluar toda nuestra ideología”.

Las falsas reformas

En 1985, Gorbachov asumió el poder en un país que se enfrentaba a problemas largamente acumulados. Para implementar el paso fraudulento al poder, de los dirigentes que defendían la propiedad privada la economía ilegal y “el mercado negro”, tenía que hacerlo con consignas moralizantes como instaurar un socialismo eficiente, productivo y democrático. 

Ya en 1984, en un discurso ante el grupo de trabajo ideológico del Comité Central del Partido, Gorbachov planteó la necesidad de una apertura y publicidad (glásnost), y de la reestructuración del sistema económico (perestroika). Había sido promovido por Andrópov al ser ambos oriundos de la misma región, Stavrópol. Parecía por su juventud una renovación del C.C. y le gustaba trabajar en equipo. Pero él mismo no tenía la capacidad y conciencia de clase que su mentor.

Tenía unas deficiencias ideológicas y personales peligrosas. Le gustaba citar constantemente a Lenin, pero carecía de un conocimiento profundo del marxismo-leninismo y de la historia de la Unión Soviética, y usaba ambas fuentes de forma distorsionada para cumplir con sus propias intenciones y propósitos. Antes de ser nombrado como secretario general, había viajado más por países de Europa Occidental y Canadá que por las propias repúblicas que formaban parte de la URSS. Al contrario que Andrópov, una peculiaridad de su forma de vida era rodearse de artículos de lujo. Le gustaban los buenos vinos, la buena comida y un estilo de despilfarro y apariencia acomodada a su alrededor.

Al principio siguió las medidas propuestas por Yuri Andrópov de perfeccionar los métodos de dirección, mejorar la disciplina laboral y luchar contra la corrupción. Creó una comisión para evaluar la calidad de la producción que salía de las fábricas y las granjas colectivas: “gospriemka”. También concentró su ataque en la igualdad de salarios, una práctica que había reducido el diferencial entre los especialistas industriales y un trabajador común de un 146 % en 1965, a un 110 % en 1986. Según el nuevo sistema, el salario de los especialistas industriales y de los investigadores en educación, desarrollo y el sistema de salud, sería incrementado más que el salario de otros trabajadores.

Con esas medidas se avanzó en la economía: en 1985 y 1986, la producción y el consumo crecieron. El crecimiento económico se elevó uno o dos puntos de porcentaje en el comienzo mismo de las reformas. La productividad creció de un 2 %-3 % a un 4,5 %. Solo en la industria de máquinas herramientas en 1986, la inversión de capital creció 30 %, más que durante el quinquenio precedente. Ese mismo año, la producción agrícola creció 5 %. El consumo de bienes y servicios incrementó un 10 % en 1985 y 1986, casi una vez y media superior que los años precedentes. El mejoramiento de la calidad en las atenciones de salud y otras áreas, incrementó la expectativa de vida por primera vez en 20 años y disminuyó la mortalidad infantil.

Otras iniciativas fueron un gran fracaso como su campaña contra el alcohol, que intensificó el contrabando y el “mercado negro”, al actuar solo de manera administrativa. No se quiso atajar el problema en su raíz, a la manera obrera, basada sobre los impuestos para el consumo, la educación, la terapia social y la rehabilitación a los alcohólicos, lo cual habría dado mejores resultados.

Con la almohada de las mejoras conseguidas, vino un ataque profundo al sistema socialista. Sustituyó el concepto de Andrópov “de aceleración de los cambios científicos y tecnológicos”, por el más vago, difuso y potencialmente problemático concepto de “aceleración del desarrollo económico y social”. 

Parte de los comunistas que creían, que sus reformas tendían rápidamente a que se convirtieran en un espejismo cuando en sus discursos Gorbachov insistía, que él no las limitaba al campo económico, sino que vislumbraba cambios en los métodos de trabajo, y en las instituciones políticas e ideológicas. Fue en este instante cuando comenzó a reemplazar la palabra aceleración (uskorenie) por la palabra reestructuración (perestroika) y apertura (glásnost), a la vez que les infundía a estos viejos términos, significados nuevos. En abril de 1987 afirmó que perestroika significaba cambio total. En junio, que era el cambio de toda la sociedad. En julio, que significaba revolución. 

Esta ampliación sucesiva de nuevos conceptos dejó de resultar atractiva para la mayoría de trabajadores, porque intuyeron una maniobra y tomaron conciencia del real peligro. Vieron que esas reformas se dictaban contra las bases socialistas de la sociedad. El término “perestroika” se tornó destructivo: reestructurar por reestructurar, un círculo vicioso, cambiar por cambiar.

Gorbachov, además, varió sutilmente el significado de la palabra glasnost. Durante su primer año en el cargo, la usó en el mismo sentido que Andrópov, una mayor apertura y publicidad en el Partido, el Gobierno, el Estado y otras organizaciones públicas, y un nivel más alto de denuncia de la corrupción y de la ineficiencia. Pronto, transformó el significado de apertura y transparencia de la nueva política en el Partido y otros organismos y lo convirtió en críticas al Partido y a su historia. En junio se reunió con los funcionarios de los medios de comunicación e intelectuales, y los llamó a apoyar las reformas mediante la crítica abierta, específica, al Partido y su historia. Puso los medios de información en manos de personalidades hostiles al Partido y al socialismo. 

Gorbachov y sus defensores alegaban que habían heredado un país en crisis. Totalmente falso. En 1985, sus problemas económicos ni se acercaban a los niveles de inflación y de inestabilidad de la Alemania de los años veinte, ni a la depresión de los Estados Unidos en los años treinta. El ritmo económico había seguido siendo positivo entre 1975 y 1985, a pesar de que el promedio de crecimiento se debilitó en términos de ingreso nacional, ingreso real per cápita, inversiones productivas de capital, cantidad de trabajadores en la producción y productividad del trabajo, lo que llevaba hacia un estancamiento profundo de la economía soviética.

El ascenso de la mentalidad capitalista

En una alusión a las fuentes privadas de los ingresos de la población, el propio Brézhnev afirmó: “Nadie vive solo de su salario”. Durante su mandato la economía escondida, desde luego, no eran los robos de poca monta o las compras de algunos bienes en el “mercado negro”, sino el surgimiento de capas sociales completas que dependían de la actividad económica privada para todos sus ingresos, o por lo menos para una parte sustancial de sus ingresos. Hubo una cierta cantidad de personas, en cada lugar, en cada ciudad, que llegaron a ser conocidas como “los nuevos ricos de Brézhnev” y que abogaban por un cambio legislativo para que sus redes delictivas se instituyeran como legales.

Querían el ascenso al poder del crimen organizado. Para ello contaban con el apoyo de los servicios de propaganda de los medios de comunicación occidentales, que apoyaban a todas aquellas personas, entre artistas, intelectuales, nacionalistas y religiosos, que dentro de la Unión Soviética, propugnaban el modo de vida capitalista, llamándolos disidentes. Llenaban las páginas de slóganes antisociales: “Libertad de culto religioso, libertad para emigrar, libertad para no trabajar, libertad para hacer dinero, libertad para explotar a otros, libertad para escribir y publicar cuanto se quisiera”. 

En los años ochenta, decenas de cientos de asociaciones existían en la URSS, sin reconocimiento legal, que extendían la idea de que la propiedad privada y el lucro eran beneficiosos para la población. Atacaban en sus publicaciones las consignas de la lucha de clases, la propiedad social de los medios de producción y la lucha por el comunismo. Sus escritos alentaban el consumo de productos, el individualismo, y a la abolición de los artículos de la constitución soviética que prohibían “el mercado privado” (artículo 153 del Código Penal Soviético que declaraba ilegal la actividad empresarial privada).

Toda esta atmósfera prooccidental, donde la ilegalidad y las formas privadas de obtención de riquezas, no eran perseguidas por el Estado, alentaba la creación de potentes grupos mafiosos burgueses con lazos internacionales de transacciones mercantiles, que minaban fuertemente la legitimidad del socialismo. Por otro lado, la economía subterránea sirvió como un polígono de entrenamiento para los empresarios, conformando un estado de conciencia favorable a las relaciones de mercado y ayudando a crear un consenso sobre la necesidad de ampliar las relaciones monetario-mercantiles.

Ya a finales de los años ochenta apareció en diferentes órganos del Partido Comunista una especie de “Crisis de desmoralización”. La notable influencia de las actividades ilegales, la estafa, el derroche de tiempo-trabajo estatalmente remunerado, el soborno y la corrupción como blasón omnipresente de la economía de favores, y las desigualdades crecientes, minaron la confianza de muchos habitantes en la viabilidad de la URSS como estado socialista.

Como la glasnost eliminó las interrupciones al espectro radioeléctrico, Radio Libertad alcanzó una audiencia mensual de 22 millones de soviéticos. Esta emisora fomentaba el nacionalismo, alentaba el malestar en torno al desastre de Chernóbil, estimulaba la oposición a la guerra de los soviéticos en Afganistán, dotó de una plataforma de comunicación a los que abogaban por el libre mercado, como Yeltsin, y difundió campañas de descrédito contra los líderes del Partido, entre ellos Ígor Ligachov que denunciaba las reformas y políticas del gobierno hacia el libre mercado.

El punto de viraje se desarrolló en 18 meses, desde enero de 1987 hasta junio de 1988, cuando las reformas políticas y económicas esenciales convirtieron definitivamente la perestroika en un programa potencialmente destructivo: un proyecto demoledor que destruyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Las nuevas políticas debilitaron y desmantelaron el sistema de planificación centralizada y lo sustituyeron por las leyes del mercado; promovieron la propiedad privada y abandonaron la solidaridad internacional. Se aceptaron las propuestas estadounidenses de desarme militar, se abandonó Afganistán y se rompieron los vínculos ideológicos con los demás partidos comunistas. 

En los dos años posteriores de 1989 a 1991, llegó la desintegración: la secesión de las nacionalidades en Estados independientes, los conflictos étnicos, las protestas masivas contra la ocupación de las fábricas por los nuevos empresarios, las largas colas para conseguir la alimentación básica, las huelgas de obreros, mineros, estibadores, metalúrgicos, contra las leyes que desmantelaban la propiedad colectiva socialista.

La liquidación del Partido Comunista.

Dentro del PCUS, las ideas sobre el socialismo eran contradictorias. Mientras una mayoría defendía el marxismo-leninismo, una muy fuerte minoría alentada por los cargos en el gobierno veían que el futuro de la organización admitiría otras propuestas ideológicas burguesas-capitalistas. Estas ideas introducidas desde Jruschov, aupaban a los segmentos corruptos del Partido y del Estado, que favorecían el capitalismo, el libre mercado, la propiedad privada, y el desarrollo de las ideas burguesas occidentales.

La Gran Guerra Patria (Segunda Guerra Mundial) había privado al Partido de millones de cuadros que entregaron sus vidas por la defensa del socialismo. Jruschov debilitó el Partido al abrir las puertas al ingreso masivo de no obreros, a la vez que cambiaba las normas y requisitos de ingreso. La política de estabilidad de los cuadros implantada por Brézhnev, convirtió los cargos en el Partido en prebendas y posibilitó que los funcionarios se amarraran a los cargos, aún después de haber perdido las condiciones para desempeñarlos cualesquiera que fueran las causas. Privó al Partido de sangre e ideas nuevas.

Las reuniones del Partido se convirtieron en una rutina desde el nivel más alto hasta el más bajo. La ideología devino en simples fórmulas, e ingresaron más intelectuales y miembros del Partido con escasa conciencia de clase, apoyando a los que hacían las reuniones con actitud mecánica. 

Pero el aislamiento del partido entre la población se desarrolló también por fases. De nuevo se inició una virulenta campaña de desestalinización. Personalmente en dos ocasiones, a inicios de 1987 y en 1988, Gorbachov y Yákovlev incitaron a los medios de comunicación a revisar la historia del Partido. Jruschov fue el pionero de estas prácticas contra los que se le oponían en 1956 y en 1961. Posteriormente el ataque contra el stalinismo le permitió a Gorbachov crear una coalición contra las fuerzas trabajadoras socialistas honestas, responsables y defensoras de los logros del socialismo.

En 1987, el control anticomunista de los medios de comunicación comenzó a tener otras consecuencias que propugnaban la desintegración social. Por ejemplo, cuando el Buró Político estuvo discutiendo una propuesta de alto riesgo hecha por Gorbachov y su grupo, de reducir la demanda estatal al 50 % y obligar a las empresas a vender el resto libremente en el mercado, los seguidores de Yákovlev en los medios de comunicación iniciaron una campaña contra los que se oponían dentro del Partido a la proposición, con acusaciones amenazadoras y ominosas de conservadurismo, desaceleración y retorno al estancamiento.

Después de 1987, ninguna persona, excluyendo al propio Gorbachov, tenía tanta influencia en las políticas soviéticas como Yákovlev, particularmente sobre aquellos que minaron el partido comunista soviético, y cedieron el poder a los intelectuales antipartidistas y procapitalistas. Yákovlev, así como otros asesores importantes de Gorbachov, se reconocían como socialdemócratas. Georgi Shajnazárov se refería a sí mismo como un socialdemócrata desde los años sesenta. Anatoli Cherniáev como un pensador político liberal de larga experiencia. Gorbachov presentó a Cherniáev como “mi alter ego” a Felipe González, el primer ministro español socialdemócrata.

Bajo el tutelaje de Yákovlev el concepto político de la perestroika asumió un nuevo significado: el pluralismo socialista se convirtió en pluralismo de opinión, y finalmente en pluralismo político.

La frase de Gorbachov “varias formas de realización de la propiedad socialista”, pronto perdió la palabra realización, después socialista y quedó solamente en varias formas de propiedad. El Estado socialista de derecho se convirtió en Estado basado sobre lo establecido por la ley. El apoyo a los mercados socialistas evolucionó hacia socialismo de mercado hasta llegar a la economía regulada de mercado. Mientras las repúblicas no rusas sucumbían en el nacionalismo separatista, los medios de comunicación bajo la dirección de Yákovlev evitaban las palabras nacionalismo y separatismo. 

Gorbachov desató una secuencia de sucesos que atacaron y silenciaron la importancia del Partido. Es más, rompió en los hechos con la autoridad y legitimidad del Partido Comunista de la Unión Soviética. Enarbolando la consigna de democratización y descentralización, el proceso que desató en 1988-1989, en nombre del Partido Comunista y de sus líderes, se volvió rápidamente un proceso irreversible y fuera de control. Se dividió el Partido en secciones nacionales, portadoras de reivindicaciones socialdemócratas o abiertamente antisocialistas.

En esencia, se sustituyó un partido marxista-leninista con 70 años de lucha contra el imperialismo, en unas organizaciones de rendición y sometimiento a la mafia establecida en el Estado. El movimiento revolucionario así sometido, se acomoda con el capitalismo y expande sus normas de actuación al interior y al exterior de sus fronteras.

Situación de los trabajadores soviéticos tras la liquidación de la URSS.

Desde los años cincuenta, una burguesía soterrada, ascendente fue imponiéndose a todos los niveles en la Unión Soviética, a raíz de que Jruschov detuvo la lucha de clases contra la propiedad privada y las ideas procapitalistas. La corrupción fue ascendiendo a todos los niveles en las décadas siguientes. 

Pero la clase obrera contrarrestaba esta tendencia con luchas desde el komsomol, las publicaciones partidarias y sindicales, contra esos especuladores que se estaban alimentando del trabajo realizado por la mayoría de los trabajadores, dentro del socialismo.

Gorbachov no tuvo que crear de la nada, tenía amplio bagaje de conocimientos, sabía el camino que conducía hacia el capitalismo. Por eso pudo diseñar un ataque tan profundo al sistema social soviético, utilizando las consignas revolucionarias de reformas y campañas de rectificación. Heredó las ideas políticas que habían surgido en el Comité Central y en la Unión Soviética durante décadas, tras el XXº Congreso. 

Durante el último año de la perestroika, los “nuevos ricos” (“vorys” ladrones) demandaron legitimidad y poder. El “mercado negro” y el gangsterismo (los “tenevikí” grupos mafiosos) se multiplicaron por todas las repúblicas, como parásitos. Las empresas privadas —con el ropaje legal de falsas cooperativas—, crecieron. Los codiciosos seguidores de Yeltsin presionaron por avanzar radicalmente hacia la economía de mercado. Si el mercado reemplazaba el plan y Yeltsin privatizaba la economía rusa, los altos funcionarios, los directores de empresas y los administradores y gerentes, utilizaron esas leyes para su beneficio, separando a los trabajadores de cualquier control o derechos. Estos elementos comenzaron a robar las posesiones estatales como su propiedad privada.

La carne y los productos lácteos descendieron a una cuarta parte de su dimensión, y los salarios a menos de la mitad. El tifus, el cólera y otras enfermedades alcanzaban proporciones de epidemia. Millones de niños sufrían malnutrición. Las expectativas de vida de los hombres se redujeron en Rusia a 60 años, como a finales del siglo XIX. 

En 1990, millones de trabajadores en toda Rusia se pusieron en huelga indefinida, pero ya sin el apoyo del Partido, por lo que las plataformas reivindicativas eran muy diversas. La desorganización, la desorientación y la pérdida de poder limitaron la respuesta y la resistencia de la clase obrera. A pesar de todos estos factores, en marzo de 1991, los trabajadores soviéticos votaron en su inmensa mayoría por la preservación de la Unión Soviética. Preocupados con las dificultades de la vida diaria, los cuadros y trabajadores no se manifestaron mucho más allá de las demandas económicas, pero estaban mal dirigidos, o sin dirección alguna.

Tras 1991 con la caída de la URSS, en un informe de las Naciones Unidas de 1998 se afirmaba: “Ninguna otra nación del mundo ha sufrido tal retroceso en los años noventa, como los países de la extinta Unión Soviética y de Europa del Este”. La pobreza aumentó en más de 150 millones de personas, una cifra mayor que la población total combinada de Francia, el Reino Unido, los Países Bajos y Escandinavia. 

Lecciones de la época revisionista en la Unión Soviética.

La historia del socialismo soviético nos demuestra que la lucha de clases, y por abolir las clases, no termina con la toma del poder del Estado, ni después de casi setenta años de construcción del socialismo. En cuanto hubo un secretario general del partido (Jruschov) que paralizó esta importante medida del socialismo, que aspira el empoderamiento de la clase obrera hacia el comunismo, los enemigos de la clase -imperialismo, burguesía y pequeña burguesía- actuaron para quitar el poder a la clase obrera.

Hubo etapas en la Construcción del Socialismo, como en 1928-1929, cuando el Estado soviético desarrolló un proceso acelerado de colectivización e industrialización, donde más se intensificó la lucha de clases. Y a pesar, del atraso secular de la conciencia de los campesinos de las diferentes repúblicas en los años 30 y 40, la influencia beneficiosa del marxismo-leninismo en las relaciones sociales, sobre los objetivos a alcanzar por toda población, era nítida y revolucionariamente consecuente.

Pero tras la Gran Guerra Patria (Segunda Guerra Mundial) nuevos afiliados al partido, con menos preparación ideológica, relajaron la lucha de clase tanto en el campo como en las ciudades. No hubo una consecuente adecuación de los parámetros en la defensa de la línea proletaria frente a las ideas de otras formas de entender el socialismo, como en época de Zhdánov.

Así tras la muerte de Stalin, afloraron diversas diferentes visiones en el Comité Central, que dieron paso a que un revisionista como Jruschov instalara un discurso, que desdibujó el camino que tenía que haber hollado el proletariado para su liberación y empoderamiento.

La construcción del socialismo es particularmente difícil. Porque después de que los trabajadores han demostrado que con una revolución socialista se puede tomar y mantener el poder, defenderse del imperialismo, apoyar la lucha antimperialista en el exterior, industrializarse y elevar la capacidad de organización y trabajo de la mayoría de las obreras y obreros, satisfacer sus necesidades básicas, no solamente alimenticias sino educativas y culturales, es necesario emprender un salto superior en la lucha de clases.

La clase obrera necesita realizar las políticas que conducen a su liberación del Estado, profundizando para ello la lucha de clases; todo lo contrario de lo que sucedió en las épocas de Jruschov, Brezhnev y Gorbachov. 

¿Es posible para el socialismo aceptar y cumplir reto semejante? Sí es posible, porque avanzando en el desarrollo del marxismo-leninismo entre las nuevas generaciones de jóvenes, impide que las clases enemigas del proletariado detengan el progreso hacia la auténtica libertad de laborar según las necesidades de cada ser humano.

También se debe consignar el fracaso de la tercera vía, del revisionismo soviético, que al fin y al cabo es de la socialdemocracia. Como ideología, la socialdemocracia permanece como un competidor —insidioso e influyente— del marxismo-leninismo en el movimiento de la clase obrera. La lucha ideológica incesante en su contra debe desarrollarse, junto a la labor incansable de lucha contra el aventurerismo izquierdista. 

Al introducir las relaciones mercantiles dentro de un socialismo avanzado, los revisionistas giraron hacia las reformas que sustentan las leyes del mercado. Este fue un desastroso retroceso, por el cual socavaron la economía y la confianza de la mayoría de la población en el Partido Comunista.

El centralismo democrático se había deteriorado. Los lazos entre el Partido y los trabadores por medio de los sindicatos y de los sóviets se habían osificado. La crítica y la autocrítica languidecieron. El liderazgo colectivo se debilitó. La unidad dentro del Partido, como expresión de la defensa de la línea proletaria en la consecución de los objetivos se desvaneció. 

La introducción de las ideas de la burguesía, su constante poder y corrupción, las leyes y decretos con consignas socialistas que llevaban al afianzamiento de otras clases dentro del Partido y del Estado, fueron las causas principales de que el desarrollo del socialismo en la Unión Soviética fuera truncado.

Lenin dijo: “La Comuna de París le dejó como lección al proletariado europeo plantearse concretamente las tareas de la revolución socialista”. Donde el socialismo del siglo XX ha sobrevivido: China, Cuba, Corea del Norte y Viet Nam, el desarrollo de las contradicciones nacionales y de clase que condujeron a la revolución ayudará como sostén de la apuesta por el socialismo.

Que el imperialismo siga invocando la “democracia” y el fantasma del “stalinismo” a cada paso, es una evidencia de que su principal enemigo son las ideas comunistas, y sobre todo, la construcción del socialismo en tiempos de Stalin. Si la palabra “democracia” significa la toma del poder por el pueblo trabajador, la Unión Soviética tuvo unas características democráticas que sobrepasan a cualquier sociedad capitalista.

La explotación de la clase obrera sigue creciendo, y esta clase intentará nuevas ofensivas por su emancipación. Aprender las lecciones del desmembramiento de la Unión Soviética es la mejor forma de honrar su memoria, para nutrir a nuestra clase de herramientas para un próximo resurgimiento de la conciencia proletaria.

Obras y enlaces consultados:

Notas: 

– Todas las citas: XXIIIº Congreso del PCUS, ed. Agencia Novosti, 1966.
– Todas las citas: XXIVº Congreso del PCUS, ed. Agencia Novosti, 1971
– Todas las citas: XXVº Congreso del PCUS, Moscú, 1976, ed. Agencia Novosti.
– Todas las citas: XXVIº y XXVIIº Congresos del PCUS; ed. Agencia Novosti, Moscú, 1981 y 1986.

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