Por Arturo del Villar
Lo
dijo, y tenía razón, otro grandísimo poeta republicano exiliado, Rafael
Alberti, al escuchar el 25 de octubre de 1956 que la Academia Sueca otorgaba el
premio Nobel de Literatura de ese año a Juan Ramón Jiménez, exiliado en Puerto
Rico: “Les han dado el premio Nobel a los sobrinos de Juan Ramón.” Gran verdad,
porque el poeta se hallaba hundido en una gravísima depresión que le impidió
volver a escribir desde julio de 1954, agravada a consecuencia de la muerte de
su compañera Zenobia Camprubí tres días después de hacerse pública la noticia.
Los demás sobrinos y los sobrinos nietos disfrutan los beneficios económicos del premio Nobel, como supuso Alberti. Según la Ley de Propiedad Intelectual de 1879, vigente a la muerte de Juan Ramón, sus herederos cobrarán los derechos de autor generados por sus obras durante 80 años desde la muerte de su tío, es decir, hasta 2038, año en que entrarán en domino público. Cobran, aunque discrepan totalmente de la ideología política del autor de esas obras que ellos ni siquiera han leído.
Fueron y son los vivos, militares en el
ejército rebelde, curas, una monja, numerarios de la secta del Opus Dei, y todos
extremistas de la derecha, monárquicos ultraconservadores. Por ese motivo
intentan falsificar la imagen del poeta, aduciendo la falsedad de que no le
interesaba la política, y siempre vivió aislado en la ridícula torre de marfil
de su poesía que se han inventado, sin preocuparles ridiculizar su imagen.
Republicano muy de izquierdas
En mi libro Juan Ramón Jiménez, poeta republicano, editado por el Colectivo
Republicano Tercer Milenio en la Biblioteca de Divulgación Republicana en 2006,
aporto documentos juanramonianos demostrativos de su inequívoca ideología
republicana y comunista. Sus familiares han impedido la difusión del ensayo,
porque poseen los derechos de sus obras, y niegan su edición a quienes
disienten de su probada ideología fascista.
Para publicar sus primeras colaboraciones en
la Prensa de carácter nacional, en marzo de 1899, a sus 17 años, eligió el
semanario madrileño Vida Nueva, republicano,
socialista y anticlerical. Sus primeros maestros en el Madrid de comienzos del
siglo XX fueron don Francisco Giner de los Ríos y los demás profesores de la
Institución Libre de Enseñanza, represaliados por la monarquía en 1876 debido a
su republicanismo y ateísmo, y el doctor Luis Simarro, gran maestre grado 33 y
último del Grande Oriente Español, que lo alojó en su domicilio particular
incluso. Todos los documentos acumulados a lo largo de su vida sobre su
ideología se reproducen en el ensayo citado, al que remito. Ahora vamos a reducirnos
a leer la declaración de su comunismo, expuesto públicamente en 1936.
Para ejecutar su propósito de popularizar la cultura
entre el pueblo, facilitándole los conocimientos que le prohibieron la
monarquía y la Iglesia catolicorromana, la República dedicó su empeño desde el
primer día a la creación de escuelas públicas, a la formación de las Misiones
Pedagógicas, a las representaciones del teatro clásico con La Barraca, y a la
difusión del libro. Están publicados los testimonios demostrativos de la
amistad del poeta con Manuel Azaña, jefe del Gobierno primero y presidente de
la República después, y con varios
ministros, especialmente con el de Instrucción Pública y Bellas Artes, Fernando
de los Ríos, una relación amistosa antigua, continuada durante su común exilio
en los Estados Unidos.
Precisamente el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes inauguró el 15 de junio de 1936 el Instituto del Libro Español, con una conferencia encargada a Juan Ramón Jiménez. El acto se celebró en el Auditorium de la Residencia de Estudiantes, en Madrid, pero sin la presencia del poeta, que alegó una indisposición. Hasta que las circunstancias de la guerra le animaron a intervenir en mítines públicos en defensa de la República, Juan Ramón no quiso presentarse ante los espectadores.
La unidad poética
Tampoco lo hizo en esta solemne ocasión,
pero el texto titulado Política poética, fue
impreso por cuenta del Ministerio en un folleto de 36 páginas, de modo que
conocemos lo que aquel día comunicó a los oyentes y a los posteriores lectores.
Posee una importancia especial, porque en aquellos momentos tan especiales para
la historia de España, a un mes de la sublevación de los militares monárquicos
contra la legalidad constitucional, Juan Ramón se declaró comunista, y eso está
impreso y no lo pueden eliminar sus sobrinos fascistas.
Comenzó haciendo una alabanza de la paz
universal, en unos instantes en los que
las naciones nazifascistas de Alemania e Italia preparaban la mayor guerra
destructiva en toda la historia de la humanidad, con un preámbulo en España a
punto de comenzar un mes después. El ideal de Juan Ramón era la fraternidad
universal por la igualdad de todos los seres gracias a la libertad, según los
lemas de la Revolución Francesa inspiradores de todas las revoluciones sociales
posteriores. Las revoluciones se hacen precisamente para implantar esos
ideales.
Sin duda Juan Ramón vivió en poeta, de modo
que todos sus actos estuvieron bendecidos por la poesía, aunque los motivaran intentos
sociales. Debido a ello adjetivó de poético su ideario comunista, desde la
perspectiva de la Política poética que
daba título a la conferencia. Y así declaró:
El propósito de fusión es la norma suprema
de la relación humana, fundirnos todos en todos lo que podamos, con amor o
convencimiento si no es posible el amor, que todos tenemos distintos lados
buenos para la fundición de carne y alma. Y aquí está ya la unidad poética, el
comunismo. El comunismo ideal, el “comunismo poético”, que es el que yo pienso,
sería aquel en que todos, iguales en principio, trabajásemos en nuestra vida,
con nuestra vida y por nuestra vida por deber conciente, cada uno en su
vocación, “en lo que le gustara”, y, entiéndase bien, con el ritmo conveniente
y necesario a ese gusto. (Páginas 12 s. En las citas se respeta la peculiar
ortografía juanramoniana.)
Es un propósito es idealista y difícil por
eso de implantar. La igualdad entre todos los seres humanos es desde siempre el
afán de las revoluciones sociales, pero también desde siempre hay quienes
desean impedirla para mantener unos privilegios. Suelen ser los patronos, que además
cuentan con elementos disuasorios eficientes para hacerse convincentes. El
programa juanramoniano se basa en que cada uno de los seres humanos integrados
en una sociedad sin clases trabajara en lo que le gustase. Viene a ser lo que
se canta en La internacional:
Ni en dioses,
reyes ni tribunos
está el
supremo salvador.
Nosotros
mismos realicemos
el esfuerzo
redentor.
Se imponía entonces en la Unión Soviética
ese ideario, generalmente exaltado por los mejores poetas unánimes en todos los
idiomas. Por algo se consideró a la Unión Soviética la patria común de los
trabajadores. Había trabajo para todos, sin discriminaciones de ninguna clase, y
cada uno estaba ocupado en hacer lo que
le gustase, lo que Juan Ramón llamaba “el trabajo gustoso”, porque cuando se
realiza con gusto no cansa, sino que se convierte en una distracción en la que
cada uno pone lo mejor de sí mismo.
Trabajar con poesía
Aunque la religión judeo-cristiana considera
el trabajo un castigo divino, puede ser una alegría dentro de la organización
socialista del trabajo. Durante siglos la palabra trabajo era equivalente a
esclavitud, incluso en sociedades tan avanzadas en otros aspectos humanos como
la griega y la romana clásicas. Todavía en las sociedades que abolieron
teóricamente la esclavitud se mantuvo la opresión del garrote, cuando los
trabajadores carecían de sindicatos que defendieran sus derechos, y podían ser
despedidos por cualquier motivo sin indemnización. Todo ello quedó abolido en
la sociedad socialista, en donde el trabajo dejó de ser un castigo capaz de dar
lugar a la esclavitud, para convertirse en una ocupación libre en la que es
imposible la explotación laboral, puesto que los beneficios redundan únicamente
en los propios trabajadores, y por ende en la sociedad.
Sabía Juan Ramón que en la Unión Soviética
de Lenin y Stalin la organización del trabajo se asentaba sobre un nuevo tipo,
el trabajo social basado en la disciplina libre de los propios trabajadores.
Gracias a ello se había conseguido incrementar la productividad, que es el fin
de toda política laboral, debido a que los trabajadores se hallaban contentos
en su puesto. Precisamente en 1935 Alexei Stajánov, minero en un pozo de
carbón, superó con creces las cifras de extracción, lo que dio lugar al
movimiento llamado en su honor estajanovista: los trabajadores sin amos se
esforzaban con gusto en su tarea, por
saber que el beneficio era para ellos, no para un patrón tiránico. Es lo que
Juan Ramón calificó de trabajar con poesía:
Si todos, insisto en mi comunismo,
trabajásemos con poesía, si todos tuvieran que pensar y sentir su trabajo,
altavoces y otras armas permitidas de guerra vecinal nadie las utilizaría sino
en forma conveniente, en metamórfosis simpática. Siempre he sido feliz
trabajando y viendo trabajar a gusto y con respeto, y por dondequiera que he
ido he ayudado y exaltado este poético trabajar a gusto. (Pág. 17.)
Fue lo realizado por Stajánov, porque la
revolución comunista suprimió las barreras existentes en el capitalismo para
las relaciones de producción, lo que propició el crecimiento de las fuerzas
productivas. Aquella Rusia zarista medieval dio paso a la Unión Soviética
convertida en primera potencia industrial europea, gracias a los iniciales
planes quinquenales impulsados por Stalin desde 1929. Todo ello debido a que
los trabajadores aplicaban el plan leninista conocido, pero también el
juanramoniano inducido.
Todos estaban comprometidos en la tarea de
sacar a la Unión Soviética del atraso secular en que se hallaba, en comparación
con los países europeos capitalistas. Lo hacían con gusto, al saber que
trabajar para lograr una sociedad justa para ellos y sus hijos. Los esfuerzos y
las privaciones se aceptaban como medio imprescindible para lograr el fin
socialista. Y Stajánov dio nombre a una política laboral en la Unión Soviética
que Juan Ramón Jiménez traducía al castellano como trabajar con poesía.
La remuneración
La Política
poética abordó también el tema de la remuneración salarial. En la sociedad
socialista es imposible la explotación del hombre por el hombre, necesaria en
el capitalismo. En la Unión Soviética estaba implantado el derecho de todos los
ciudadanos al trabajo garantizado y remunerado, con arreglo a su cantidad y
calidad. Desaparecieron la mendicidad callejera y el desempleo, dos lacras
comunes a las sociedades capitalistas. Los beneficios del trabajo en la
sociedad socialista no van a manos de unos empresarios, sino que se aplican a
favor de los mismos trabajadores. Debido a ello se preocupan por incrementar
los buenos resultados de la producción.
El asunto le preocupaba a Juan Ramón, como
andaluz conocedor de las angustias de los braceros, necesitados de ser
contratados cada día por los capataces, para obtener un jornal mísero a cambio
de un trabajo que solía denominarse “de sol a sol”, sin ningún derecho. La
República intentó poner en marcha una reforma agraria, pero tropezó con la
obstrucción de las fuerzas derechistas pagadas por los terratenientes. Juan
Ramón abordó el tema salarial en su conferencia sobre poética, pero política:
Subida su remuneración [a los trabajadores]
necesaria a lo que merecían de veras, ¿qué no hubieran hecho estos trabajadores
gustosos en la vida, en su vida y nuestra vida? Todos debemos ganar lo que merezcamos
con la calidad de nuestro trabajo. (Pág. 26.)
Es exactamente el principio del socialismo leninista:
“De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según su trabajo”, lo que
implica el deber de todos los ciudadanos de trabajar conforme a su capacidad, y
el derecho a recibir el salario debido a la cantidad y la calidad del trabajo
realizado. Así el trabajo individual de cada uno de los trabajadores redundaba
en beneficio de toda la comunidad. En una sociedad que aplicara la teoría
juanramoniana, el trabajo gustoso mejoraría la productividad, con lo que sería posible
poner en práctica el principio del comunismo marxista-leninista: “De cada cual
según capacidad, a cada cual según sus necesidades.” El comunismo poético
descrito por Juan Ramón se basa en el comunismo político estructurado por Lenin
y aplicado por Stalin en aquellos mismos años.
Al ser los medios de producción propiedad
socialista, todos los ciudadanos aptos para el trabajo tienen acceso a ellos en
la sociedad socialista. La remuneración debida a su esfuerzo no dependerá ya de
los intereses del patrón, empecinado en aumentar sus ganancias, sino que estará
en consonancia con su laboriosidad.
Ventajas del comunismo
Antes de terminar su conferencia quiso Juan
Ramón remachar su idea del comunismo poético. Su propósito consistía en
facilitar unas normas de conducta laboral que pudieran ayudar a los políticos
republicanos a consolidar las reformas sociales que trataban de impulsar en el
Congreso, pese a los impedimentos puestos por la derecha anticonstitucional.
Desgraciadamente, la historia de España iba a retroceder a la Edad Media, con
el triunfo de los militares monárquicos sublevados un mes después.
La conferencia fue una exaltación del
trabajo, apellidado gustoso por el poeta, inspirado por el comunismo según se
estaba poniendo en práctica en la Unión Soviética con éxito, a pesar también de
las dificultades internacionales propiciadas por el capitalismo de los Estados
Unidos y, mucho más cercanas, por el nazismo alemán deseoso de destruir al
comunismo, según su dictador anunciaba a todas horas. Sin imaginar que todos
los planes democráticos en España iban a quedar sepultados a consecuencia de la
rebelión de los militares monárquicos, ayudados decisivamente por el nazifascismo
internacional, Juan Ramón defendió su ideario comunista:
La ventaja del trabajo, en mi comunismo
poético, del trabajo repartido y retribuido noble y justamente, con arreglo a
la vocación, y en una equilibrada exijencia, está en que se trabajaría por el
trabajo, y aquí sí que se puede decir, sin pérdida ninguna, arte por el arte,
poesía por la poesía, esfuerzo como premio, según la ley de los espartanos cuando
pedían para honra máxima de su poder gustoso la rama lijera y fugaz del
perejil. (Pág. 35.)
La teoría poética juanramoniana es una
adaptación de la tesis leninista acerca de la construcción del comunismo. La
premisa necesaria partía de la elevación de la productividad, cosa que se
lograría cuando el trabajador estuviese satisfecho en su puesto, como lo estaba
Stajánov en la mina de carbón. Merced a la política socialista era posible
economizar los costes de la producción, lo que se dedicaba a mejorar el nivel
de vida de los trabajadores. Ellos sabían que trabajaban para ellos mismos.
Español en exilio
La conocida ideología comunista de Juan
Ramón hizo que se convirtiera en un enemigo a abatir para las derechas.
Comenzada la sublevación de los militares monárquicos, el presidente Manuel
Azaña le encargó una misión diplomática en los Estados Unidos, en donde residía
la familia de Zenobia muy bien situada. Consistía en explicar a la opinión
pública la realidad de la guerra en España. Lo hizo en mítines y artículos, y
ante la victoria de los sublevados no quiso volver a su patria, pese a estar
necesitado de escuchar el castellano porque era su herramienta de trabajo.
Su casa en Madrid fue asaltada al caer la
capital en poder de los sublevados. Una banda falangista acaudillada por Carlos
Sentís, Carlos Martínez Barbeito y Félix Ros la saqueó, y entre otros objetos
valiosos robó un retrato de Juan Ramón realizado por su amigo Daniel Vázquez
Díaz, que ha desaparecido. En el aspecto literario, las publicaciones del
régimen, que estaban todas sometidas a la censura, lanzaron campañas
difamatorias contra el poeta republicano y comunista exiliado.
Hasta que la concesión del premio Nobel en
1956 motivó un cambio de estrategia, para intentar que regresara a la patria,
porque después de la muerte de Zenobia se quedaba solo en Puerto Rico. Las adulaciones
y halagos que se le hicieron llegar no movieron su firme decisión de no volver
a España mientras estuviera sometida a la dictadura fascista. Por eso murió en
el exilio, como republicano, comunista y ateo, aunque monárquicos, fascistas y
clérigos se apoderasen de su cadáver, con permiso de su familia. Pero lo
publicado por él no admite discusión, por mucho que intenten disfrazarlo.
ARTURO DEL VILLAR
Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.