13º) El trotskismo se convierte en una autoridad política para las fuerzas contrarrevolucionarias
La oposición criticaba la política de la dirección bolchevique en todos los campos, proponiendo a cambio medidas que habrían colocado al poder soviético al borde del precipicio, como la “superindustrialización” a costa de aumentar impuestos a los campesinos, de elevar el precio de los artículos industriales y de retirar las inversiones a favor del comercio estatal y cooperativo. Apoyándose en hechos falseados o exagerados, denunciaban que el proletariado se debilitaba y que el Estado soviético, los soviets, los sindicatos, el Komsomol, el Partido y todas las instituciones del país degeneraban y se burocratizaban y, por eso, luchaban contra ellos que se consideraban a sí mismos como la vanguardia proletaria. La demagogia seductora de los oposicionistas sólo pudo ser desbaratada porque tenía enfrente al partido que gozaba de la confianza de la vanguardia proletaria y que había sido forjado muchos años antes de la revolución por los leninistas en una larga lucha contra el menchevismo y su variante “de izquierda”, el trotskismo.
Para mediados de 1926, el CC del Partido había comprobado que la oposición trotskista y zinovievista estaba celebrando reuniones clandestinas en diversas localidades, haciendo agitación entre los especialistas y organizando un partido paralelo, que incorporaba a los restos de grupos derrotados en debates anteriores y que enseñaba a sus miembros a practicar la doblez y el engaño para eludir las sanciones disciplinarias y continuar saboteando la ejecución de la política bolchevique. Así, a espaldas del Comité Central, promovieron la discusión de sus posiciones en las organizaciones territoriales del PC (b) de la URSS. Pero, al comprobar el nulo respaldo que estaban consiguiendo (a pesar de que la mayoría de la dirección se abstenía de participar en la discusión cumpliendo el acuerdo colectivo que la estimaba inoportuna), en vísperas de la reunión del CC, el 16 de octubre de 1926, enviaron una declaración prometiendo cesar la lucha fraccional y someterse a la disciplina del partido. Sin embargo, volvieron a la carga en las semanas siguientes, durante la XV Conferencia del Partido de noviembre y el VII Pleno ampliado de la Internacional Comunista de noviembre-diciembre. Los informes y proyectos de resolución presentados por Stalin para estos eventos analizaron, clarificaron y resolvieron el significado del bloque de oposición: “En esencia, el trotskismo actual es un falseamiento del comunismo en el sentido de aproximarlo a los modelos ‘europeos’ de seudomarxismo, o sea, en resumidas cuentas, en el sentido de la socialdemocracia ‘europea’.”[1]
En los meses siguientes, se sucedieron los mítines y manifestaciones de miembros del bloque, animados por la consigna de “¡Abajo Termidor!”, como si la dirección política bolchevique estuviera traicionando la revolución proletaria. En junio de 1927, los oposicionistas presentaron al CC la llamada “declaración de los 83”, en la que exigían la apertura de una discusión de todo el partido, se presentaban como “la izquierda leninista proletaria del partido” y calumniaban al gobierno soviético atribuyéndole intenciones falsas (abolir el monopolio del comercio exterior, renunciar a la nacionalización de la tierra y pagar las deudas contraídas por el zarismo con las potencias extranjeras). Pocos días después, el “grupo de los 15” envió su propia plataforma en términos similares. Justo antes de la sesión plenaria del CC de agosto de 1927, los oposicionistas volvieron a emitir una declaración en la que prometían cesar la lucha fraccional y cumplir todos los acuerdos del partido, evitando así que Trotski y Zinoviev fueran destituidos de sus cargos en dicho órgano. Pero, en septiembre, ambos estaban entre quienes suscribieron y publicaron la “plataforma de los 13”, lo que provocó que el CC acordara en octubre excluirlos de su seno. En dicha plataforma, los oposicionistas se quejaban de que el “grupo Stalin” los atacaba “no con nuestras opiniones reales, sino con opiniones imaginarias que no sustentamos ni hemos sustentado jamás”; sin embargo, unas pocas líneas después, insistían en “que para la construcción de una sociedad socialista en nuestro país es necesaria la victoria de la revolución proletaria en uno o más de los países capitalistas avanzados, que la victoria final del socialismo en un país, y sobre todo en un país atrasado, es imposible”[2].
Al tener conocimiento de que habían organizado imprentas clandestinas para difundir esta plataforma junto a otros materiales, el periódico de los demócratas-constitucionalistas emigrados Poslednie Nóvosti expresó su satisfacción por el hecho de que la “oposición bolchevique haya entrado en la fase de la prensa clandestina. Tenemos la esperanza de que la seguirán otras fases”. Y así sería.
El 7 de noviembre, con motivo del décimo aniversario de la Revolución de Octubre, organizaron manifestaciones con propósitos insurreccionales contra el Partido y el Gobierno, pero las masas de comunistas y obreros las disolvieron con firmeza. La transformación del bloque trotskista-zinovievista en una organización antisoviética y antibolchevique obligó al pleno del Comité Central y de la Comisión Central de Control a expulsar a Trotski y Zinóviev del partido y a excluir de aquellos órganos a otros dirigentes oposicionistas[3]. El XV Congreso del PC (b) de la URSS se reunió en diciembre con un balance inequívocamente claro de la discusión en las semanas previas: las propuestas de la mayoría fueron apoyadas por 724.000 militantes y las de la oposición conjunta por sólo 4.000. Acordó expulsar a un centenar de miembros de la oposición y adoptar “las medidas de influjo ideológico sobre los miembros de filas de la oposición trotskista con el fin de convencerles, depurando al mismo tiempo el partido de todos los elementos evidentemente incorregibles de la oposición trotskista”.
Stalin explicaba cómo había transcurrido el debate con el trotskismo: “El ejercicio de la democracia en el seno del Partido, admitiendo la crítica práctica de las deficiencias y errores del Partido, pero sin tolerar el menor fraccionalismo y eliminando todo fraccionalismo so pena de expulsión del Partido”[4]. Y señalaba que, después de cinco largos años de debate permanente, “El Partido quiere terminar con la oposición y pasar a una labor constructiva. El Partido quiere disolver, por fin, la oposición para poder dedicarse por entero a nuestra gran obra de edificación.” El XV Congreso encargó al CC unir estrechamente bajo esta bandera “a masas cada día mayores de trabajadores del país, reforzar los lazos de solidaridad fraternal con el proletariado de todos los países y hacer que la URSS sea la vanguardia cada año más poderosa de la revolución socialista mundial”. Sin embargo, Trotski respondía a su apabullante derrota vaticinando que “después del XV Congreso, la oposición será incomparablemente más fuerte que ahora dentro del partido”[5].
La lucha de los trotskistas contra la dirección bolchevique tuvo un alcance internacional, no sólo porque buscaban partidarios suyos en otros partidos y en la Internacional Comunista[6], sino porque reanimó a las fuerzas antisoviéticas en el exterior. Cuando en un discurso en Suecia, el 4 de diciembre de 1927, el menchevique Tsereteli, ministro del gobierno provisional burgués, relataba de manera denigratoria la situación de los obreros en la URSS, apostilló: “no lo decimos solamente nosotros, los enemigos de los bolcheviques, sino los propios jefes bolcheviques más respetables: Trotski, Zinóviev, Kámenev y otros”[7]. El órgano de prensa de los emigrados mencheviques Sotsialistícheski Véstnik decía, el 20 de junio de 1927: “La labor de zapa de la oposición, trasladada hace ya mucho fuera de los límites de la Rusia Soviética, ha acelerado, en efecto, el desmoronamiento y la muerte del ‘bolchevismo mundial’.” En este mismo periódico, el líder de los emigrados mencheviques, Dan, afirmaba: “Con su crítica del régimen existente, que repite casi palabra por palabra la crítica de la socialdemocracia, la oposición bolchevique prepara las mentes… para la aceptación de las tesis que contiene la plataforma de la socialdemocracia”.[8]
En Alemania, el miembro del partido socialdemócrata, Paul Levi, afirmaba que: “Nuestras opiniones coinciden con las de la oposición”, mientras que los trotskistas y “ultraizquierdistas” difamaban a la URSS y a las delegaciones obreras que regresaban de este país explicando los progresos del socialismo.
En Italia, los mismos fascistas que prohibían las obras de Marx, Engels y Lenin, traducían las publicaciones trotskistas para influir con ellas a los presos políticos. Cuando lo intentaron con Gramsci, éste comentó: “Trotski es la prostituta del fascismo” y, en sus Cuadernos de la cárcel, escribió: “Bronshtéin (Trotski), que aparece como un ‘occidentalista’, era en verdad un cosmopolita, es decir, superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo. Ilich (Lenin), por el contrario, era profundamente nacional y profundamente europeo”[9]. El dirigente comunista italiano se mostraba alarmado por las repercusiones negativas que podía tener para el partido bolchevique y para la Internacional Comunista el hecho de que la oposición no aceptara la disciplina y rechazara la democracia como medio de lucha. Analizaba que “desde el punto de vista del espíritu corporativo y no desde el leninista (…) se encuentra la raíz del error del bloque de oposición (…). En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y el sindicalismo (…). Y concluía que “sólo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria (…). Los camaradas Zinóviev, Trotski y Kámenev: a ellos especialmente nos dirigimos, como a los mayores responsables de esta situación”[10].
Los capitalistas se envalentonaron
Creyendo que la acción de los oposicionistas sería capaz de desestabilizar al Poder Soviético, el 27 de mayo de 1927, el gobierno británico con el apoyo de EE.UU. y Francia rompió relaciones con la URSS. Estuvo también detrás del asesinato del embajador soviético en Varsovia al mes siguiente. Por esas fechas, explosionó una bomba en la sede del partido bolchevique en Leningrado que segó la vida de decenas de militantes y sufrió un atentado mortal el máximo dirigente de la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) en Bielorrusia[11]. En esta situación que coincidía con una gran huelga de los obreros ingleses, Trotski reprochó al gobierno bolchevique que no entrara en guerra y esgrimió la “tesis Clemenceau” (nombre del más reaccionario representante de la burguesía francesa) según la cual “en interés de la auténtica defensa de la URSS, la vanguardia proletaria podría estar obligada a destruir el gobierno de Stalin y reemplazarlo por el suyo propio”[12].
Entretanto, la política de industrialización socialista comenzaba a dar sus frutos y la economía soviética rebasaba ya el nivel anterior a la Primera Guerra Mundial. También crecía su sector socialista, en detrimento del privado, así como la cantidad de obreros y sus retribuciones. Simultáneamente, la prensa soviética empezaba ya a publicar las evidencias de que los trotskistas estaban pasando de la lucha política abierta a la conspiración con vistas a derrocar al gobierno soviético por todos los medios necesarios y con todos los aliados posibles. Trotski, junto a una parte de sus colaboradores, incrementó su actividad antisoviética, por lo que fue deportado a Alma-Ata (Kazajstán) y, finalmente, expulsado de la URSS a principios de 1929[13]. En los meses siguientes, la mayoría de los trotskistas y zinovievistas pidieron su readmisión, declarando públicamente su ruptura con el trotskismo, su aceptación de la política del Partido y su sumisión a los acuerdos del mismo. Les fueron restituidos sus derechos de afiliados y, pasado un tiempo, se les volvieron a confiar puestos en el partido y en el gobierno.
14º) El trotskismo se convierte en el centro dirigente de los intentos de derrocamiento violento del gobierno soviético
En este período, ocurrieron acontecimientos que precipitaron el gran viraje de la Unión Soviética desde la NEP a la ofensiva del socialismo en todos los frentes: la producción agrícola desmenuzándose en pequeñas haciendas que no producían lo suficiente para la ciudad y la industria, las inclemencias climáticas del año 1928, la necesidad de pasar a la agricultura colectiva como remedio, la resistencia de los campesinos acomodados a este cambio, la crisis internacional de 1929 y la perspectiva cada vez más cercana de una nueva guerra de agresión contra la URSS, llevaron a la dirección bolchevique a tomar la decisión de colectivizar y mecanizar el campo soviético en tiempo récord, a partir de lo cual el país se asentaría sobre una base económica plenamente socialista. Todo esto sucedía al mismo tiempo que se ejecutaba el primer plan quinquenal de la economía nacional de la Unión Soviética. La lucha de clase del proletariado y del campesinado trabajador por la realización de estas transformaciones fue muy dura, con enorme resistencia de los kulaks, nepmen y otros elementos explotadores. La población sufrió muchas privaciones, pero, al mismo tiempo, trabajó con gran entusiasmo. En el PC (b) de la URSS, un grupo de dirigentes encabezado por Bujarin formó una oposición de derecha a este rumbo exigiendo frenar el ritmo de la industrialización y de la cooperativización agraria. Esta línea atrajo pronto la adhesión de funcionarios arribistas y de los campesinos ricos más extremistas.
Simultáneamente, Trotski ya exiliado había empezado a colaborar con la propaganda antisoviética occidental. Sus soflamas contra el gobierno soviético atrajeron enseguida el interés y el apoyo de los nazis, del aristócrata británico Lord Rothermere y del estadounidense William Randolph Hearst, ambos magnates de la prensa amarilla en sus respectivos países. Escribió en 1929 su autobiografía titulada Mi vida, la cual fue ampliamente difundida por aquéllos. El propio Hitler la leyó inmediatamente después de ser publicada y, calificándola de “brillante”, manifestó a un grupo de amigos en 1930: “mucho he aprendido en él tanto como pueden aprender ustedes también”[14]. Las obras de Trotski eran difundidas legalmente bajo los regímenes fascistas de Italia, Alemania, España y Polonia[15]. En aquel momento, Trotski había cambiado bruscamente el sentido de su crítica hacia el gobierno soviético: ya no exigía más, sino menos ritmo de industrialización y menos lucha contra el kulak.
Habían surgido las condiciones para un nuevo acercamiento entre Trotski y Bujarin, y para la formación de un bloque que agrupara a toda la oposición, de “izquierda” y de derecha. Este bloque se constituiría en 1932, con un programa conocido como la “plataforma Riutin”[16]. En él, participaban quienes se habían arrepentido de su pasada labor opositora trotskistas y zinovievistas sólo por conveniencia conspirativa, y también otros que quizás apoyaron sinceramente el gran viraje pero que luego se vieron superados por los retos del mismo y se dejaron influir por la propaganda difamatoria y derrotista de Trotski. En esta ocasión, ya no sería un bloque anunciado públicamente y destinado a convencer al Partido, puesto que sus impulsores ya habían comprobado su incapacidad para ganarse a la militancia bolchevique y a las masas obreras. Sería un bloque clandestino para derribar violentamente al gobierno, por medio del sabotaje, el terrorismo y la alianza con potencias extranjeras hostiles. Como explicaron Sayers y Kahn, “mediante golpes en perfecto sincronismo y de extensa repercusión”, la oposición se preparaba para “lanzar al gobierno de Stalin a un estado de desmoralización y de desconcierto irremediables. Entonces podrá tomar el poder”[17]. Trotski lo expresó abiertamente en sus escritos sucesivos dirigidos al público extranjero y, sobre todo, a personalidades y funcionarios soviéticos vacilantes[18].
Se reproducen a continuación algunas citas de esos escritos que preceden o acompañan a nuevos episodios de violencia contra el Poder Soviético:
“La política del gobierno actual del reducido grupo de Stalin está conduciendo velozmente a la nación a crisis y colapsos muy peligrosos”[19].
“La crisis que amenaza la economía soviética será inevitable y, en un futuro no lejano, hará trizas la melosa leyenda de que el socialismo puede ser implantado en un solo país; no cabe duda de que ocasionará muchas muertes… La economía soviética funciona sin reservas materiales y sin cálculos… La burocracia descontrolada ha comprometido su prestigio con la sucesiva acumulación de errores… es inminente una crisis en la Unión Soviética, con su secuela de hechos tales como el cierre forzoso de empresas y el inmediato desempleo”[20].
“El primer choque social, externo o interno, puede precipitar a la atomizada sociedad soviética en una guerra civil”[21].
“Sería infantil creer que la burocracia de Stalin pueda ser suprimida por medio de un Congreso del Partido o del Soviet. No hay medios normales, constitucionales, para eliminar a la camarilla gubernamental… Se les puede obligar a ceder el poder a manos de la vanguardia proletaria únicamente por la FUERZA”[22].
Al año siguiente, es asesinado Serguéi Kírov, secretario del Partido en Leningrado y miembro del Buró Político del CC. A partir de ese momento, se registran nuevos atentados y sabotajes por todo el país, que Trotski valora de la manera siguiente:
“La crisis política converge hacia la crisis general que se avecina”[23]. “Si supiésemos que Nikolaev (el asesino de Kírov) ha golpeado intencionadamente en un intento de vengar a los obreros cuyos derechos pisoteaba Kírov, nuestras simpatías irían sin reservas para el terrorista”[24].
En una entrevista concedida al New York Evening Journal el 6 de enero de 1937, manifiesta que “Dentro del Partido, Stalin se ha colocado por encima de toda crítica y por encima del Estado y es imposible desplazarlo a menos que se le asesine. Cada oposicionista se convierte ipso facto en terrorista”[25].
Trotski utilizaba a menudo la acusación de “totalitarismo” contra el socialismo soviético y lo equiparaba al fascismo, como ahora hacen todos los defensores del capitalismo, ya sean burgueses o pequeñoburgueses. Se le puede considerar un adelantado, un vanguardista, del anticomunismo actual.
En plena guerra civil española, en 1937, denunciaba que “el llamado gobierno republicano sirve como escudo legal a las bandas criminales del estalinismo”.[26]
En esos años, Trotski alentaba a los hitlerianos a agredir a la Unión Soviética al predecir la derrota inevitable de ésta en la guerra mundial que se aproximaba. Aseguraba que esta derrota sería “solamente un corto episodio en caso de triunfar el proletariado en otros países” y declaraba que “ninguna victoria militar podrá salvar la herencia de la Revolución de Octubre si el imperialismo continúa en el poder en el resto del mundo”. “¿Podemos esperar que la Unión Soviética escape a la derrota en la futura gran guerra? A esta pregunta, hecha con franqueza, respondemos también francamente. Si la guerra no llega a ser más que guerra, la derrota de la Unión Soviética es inevitable. El imperialismo es incomparablemente más fuerte en el aspecto técnico, económico y militar. Si no se ve paralizado por la revolución en Occidente, barrerá el régimen social engendrado por la Revolución de Octubre”[27].
Al mismo tiempo, a Trotski, no le quedaba más remedio que reconocer los progresos de la URSS: “Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor de un florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de las viejas ciudades industriales, la creación de otras nuevas, el rápido aumento del número de obreros, la elevación del nivel cultural y de las necesidades, son los resultados indiscutibles de la Revolución de Octubre en la que los profetas del viejo mundo creyeron ver la tumba de la civilización. Ya no hay necesidad de discutir con los señores economistas burgueses: el socialismo ha de mostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica que constituye la sexta parte de la su perficie del globo; no en el lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun en el caso de que la URSS, por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior —cosa que esperamos firmemente no ver— quedaría, como prenda del porvenir, el hecho indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia.”[28]
Pero, curiosamente, consideraba esos progresos como una consecuencia de la Revolución de Octubre, a pesar de la dirección supuestamente desastrosa y burocrática de los “estalinistas”. Pareciera como si esa revolución ocurrida veinte años atrás tuviera una inercia a prueba de sus “enterradores termidorianos”, cuando en realidad los progresos fueron el fruto de los aciertos y de los titánicos esfuerzos tanto del pueblo como de los dirigentes soviéticos. Algo similar plantearía Jruschov viente años más tarde al alabar los logros históricos de la URSS, a la vez que denigraba a su máximo dirigente.
La tarea fundamental de los partidarios de Trotski en territorio soviético era derrocar por la violencia al Gobierno, con la ayuda de las potencias del Pacto Anti-Comintern, y utilizar la “derrota inevitable” de la URSS en la futura guerra contra el fascismo para fortalecer las posiciones del trotskismo en la palestra mundial. Esta fue la realidad de las conspiraciones en las que Trotski participó y que lideró en parte. Aunque negó haber participado en ellas, cosa comprensible en toda actividad conspirativa, los hechos están acreditados por las deposiciones de otros participantes y testigos[29] en los cuatro grandes juicios de 1936 a 1938, por los testimonios de observadores ajenos a la investigación (los ingenieros John Littlepage y John Scott, el coronel Tokaiev[30], Humbert-Droz[31], etc.), por las pocas pruebas materiales que no destruyeron y por las nuevas pruebas ahora conocidas gracias a la desclasificación parcial de los archivos soviéticos tras la disolución de la URSS. No podemos detenernos en esta cuestión que no es determinante para el objeto del presente artículo, remitiendo al lector interesado a la consulta de los libros mencionados en este artículo y a las fuentes en ellos reseñadas.
Sí merece la pena hacer constar que los conspiradores eran, en parte, cuadros del partido y del Estado con posiciones prominentes, incluso en el NKVD encargado precisamente de desbaratar las intentonas contrarrevolucionarias. Yagoda y Yezhov, sus máximos dirigentes entre 1934 y 1938, resultaron condenados como partícipes de la conspiración de las derechas encabezada por Bujarin. El segundo de ellos, al fracasar el complot principal que iba a ser ejecutado por Tujachevski y otros militares, promovió la extensión del radio de la represión a masas inocentes, con el objeto de debilitar el apoyo popular al gobierno soviético. Esta última conspiración concluyó en 1939, cuando fue sustituido por Beria, lo que concedió a la URSS un breve período de estabilidad política de dos años que le permitió construir sus defensas sobre unas bases saneadas para hacer frente con éxito a la agresión nazi-fascista.
Después del desmantelamiento de las conspiraciones, Trotski seguía prediciendo la derrota de la URSS. Así, el 4 de septiembre de 1939, sostiene que “Stalin no puede hacer la guerra con obreros y campesinos descontentos y un Ejército Rojo decapitado”[32]. El 4 de diciembre de ese mismo año, escribe que “El nivel de sus fuerzas productivas [de la URSS] le prohíbe una gran guerra… El factor subjetivo, que no es menos importante que el factor material, ha empeorado profundamente en el curso de estos últimos años… El [Stalin] no puede emprender una guerra ofensiva con alguna esperanza de alcanzar la victoria. En el caso en que la URSS entrara en guerra, con las innumerables víctimas y privaciones que esto implica, todo el carácter fraudulento del régimen en el poder, sus ultrajes y su violencia provocarían inevitablemente una violenta reacción de parte de un pueblo que ya había conseguido realizar tres revoluciones en el curso de este siglo… La guerra actual puede derrocar la burocracia del Kremlin mucho antes que el desencadenamiento de la revolución en los países capitalistas”[33].
La práctica sería, una vez más, el criterio último de la verdad: la unidad política, la firmeza y la valentía de los pueblos soviéticos, los progresos de la economía socialista planificada y el poderío del Ejército Rojo consiguieron derrotar a los ejércitos comandados por la Alemania hitleriana y desbaratar los cálculos de Trotski, cálculos basados en su defectuosa teoría de la “revolución permanente”. La industrialización socialista y la colectivización agraria fueron las que produjeron tanto los famosos tanques y aviones soviéticos, como quienes habían aprendido a pilotar la versión civil y pacífica de esas máquinas en fábricas, koljoses y sovjoses. La mayoría del campesinado estaba tan identificada con el régimen colectivista que, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades nazis de las regiones ocupadas no consiguieron restaurar las explotaciones individuales[34].
El embajador de los EE.UU. en Moscú envió el 6 de junio de 1938 un memorándum a su gobierno con cifras explicativas del salto experimentado por las fuerzas productivas soviéticas tras la ejecución de los dos primeros planes quinquenales: el número de tractores se había multiplicado por casi 20 y la Unión Soviética era ya el primer productor mundial de máquinas agrícolas; la producción de trigo representaba un tercio del total mundial; la de avena, la mitad; la de centeno, el 80%; el país era el primero en producción de remolacha; la flota mercante se había triplicado; el salario medio había aumentado de 1427 rublos en 1932 a 2371 rublos en 1935; etc.[35]
Pero, ¿acaso la “decapitación” y purga en el Ejército Rojo significaba un debilitamiento absoluto de la capacidad defensiva de la URSS? El mismo embajador, en sus memorias posteriores, opina lo contrario: “Era justamente tres días después de que Hitler hubiera invadido a Rusia. Alguien en la reunión preguntó: ‘¿Qué hay sobre las quintas columnas en Rusia?’ Inmediatamente respondí: ‘No existen; sus miembros fueron fusilados’. No hubo o no se produjo la tan mentada agresión interna en Rusia, cooperando con el Alto Mando germano. La marcha de Hitler sobre Praga, en 1939, fue seguida del activo apoyo militar que le prestaron las organizaciones de Henlein en Checoslovaquia. De la misma manera fue invadida Noruega. En la vida interna de Rusia no hubo Henlein de los Sudetes, Tisos eslovacos, ni Degrelles belgas, ni Quislings noruegos. Ninguno de nosotros en Rusia en 1937 y 1938 daba importancia a la significación de las actividades de la Quinta Columna. La frase no era corriente. Es relativamente reciente el empleo en nuestro idioma de frases tan descriptivas de la técnica nazi, tales como ‘Quinta Columna’ y ‘Agresión Interna’. (…) El gobierno soviético, aparece claro ahora, ya estaba entonces sutilmente atento a los planes germanos y al trabajo interno que se venía desarrollando en Rusia como preparatorio para el futuro ataque alemán. Los anuncios de los procesos y ejecuciones (purgas) en toda Rusia durante ese año (1938) imputaban invariablemente a los acusados de ser causantes de una actividad desleal y subversiva, en pro de una ‘potencia extranjera’ que deseaba la caída del Estado Soviético”[36].
Incluso para un historiador trotskista como Isaac Deutscher, “(…) no hay que creer que la mayoría de la nación fuera hostil al gobierno. Si hubiera sido el caso, ningún llamamiento patriótico, ninguna promesa o ninguna medida de coerción hubieran evitado el desmoronamiento político de Rusia, que Hitler esperaba. La gran transformación que había experimentado el país durante los años que habían precedido a la guerra había (…) reforzado la moral de la nación. La mayoría estaba convencida del progreso social y económico y estaba decidida a defenderlo con determinación contra todo peligro que viniera del exterior (…)
[Stalin] alcanzó sin embargo algunos de sus objetivos vitales. Resistió bastante firmemente a la presión occidental para desanimar todo proyecto americano de extensión de la guerra; la industria nuclear soviética avanzó a saltos y produjo su primera bomba de hidrógeno en 1953, poco después que los americanos. Los sectores fundamentales de la economía soviética, que habían recuperado su nivel de ante-guerra en cuanto a rendimiento en los años 1948-49, lo sobrepasaron en un cincuenta por ciento durante los últimos años de Stalin. La modernización y la urbanización de la Unión Soviética fueron acelerándose. Al principio de los años cincuenta, la población urbana había aumentado en aproximadamente unos 25 millones de almas. Las escuelas secundarias y las universidades instruían dos veces más alumnos que antes de 1940. Después de las ruinas de la guerra mundial, estaban puestos los cimientos para la renovación industrial y militar de Rusia, renovación que pronto deslumbraría al mundo. (…)
(…) es un hecho que ‘Stalin se encontró una Rusia trabajando con arados de madera y la dejó equipada con pilas atómicas’ (…). Resumir así la dominación de Stalin es, sin duda, homenajear su éxito (las palabras citadas por Deutscher proceden de la nota necrológica sobre Stalin publicada en el Manchester Guardian del 6 de marzo de 1953)”[37].
Domenico Losurdo resume impecablemente la situación en la que se desarrolló la prolongada lucha entre los partidarios del marxismo-leninismo y los partidarios del trotskismo para decidir el rumbo a seguir tras la victoria de la Revolución de Octubre de 1917:
“Entre el período histórico que va de 1918 hasta la invasión nazi, la URSS es arrastrada de un estado de excepción a otro, de una guerra civil a otra: la guerra de intervención imperialista (1918-1921), la guerra contra la colectivización agraria, y la guerra de la oposición dentro del partido bolchevique, guerra atravesada por sabotajes, actos terroristas, complots, injerencia y conspiración de las potencias capitalistas, contrarrevolucionarios blancos, etc. Éste es el contexto de la formación de la URSS bajo la dirección de Stalin en el PCUS, contexto que en la lucha de clases contempla lo más importante de los triunfos de la revolución, la colectivización del campo, la industrialización socialista, la alfabetización de las masas, pueblos y naciones enteras, la creación de un bienestar social gratuito, la creciente popularidad de la URSS en el movimiento obrero internacional y la intelectualidad progresista, la participación creciente de las masas en la defensa y construcción de la nueva civilización socialista y la victoria sobre el nazismo donde las potencias capitalistas europeas fracasaron. Es en este contexto y entre bastidores donde se dirimía el conflicto con la oposición dentro del propio partido bolchevique”[38].
Tras el fracaso del complot del bloque en la URSS, Trotski formalizó finalmente, en 1938, la constitución de la “IV Internacional” cuya misión principal sería combatir al “estalinismo”, considerado por él como el obstáculo principal a la revolución internacional. Profetizó que “En el transcurso de los próximos diez años, el programa de la IV Internacional conquistará millones de partidarios”[39]. Sin embargo, la temprana escisión en su mayor sección nacional, su muerte y la victoria de la URSS y sus aliados en la II Guerra Mundial dejaron muy debilitada esta “IV Internacional”. Fue después, con la ayuda del imperialismo durante la “guerra fría” y sobre todo a partir de los ataques de Jruschov contra Stalin, que el trotskismo se fue reanimando.
Desde entonces hasta hoy, esta corriente apoya algunas reivindicaciones inmediatas de las masas oprimidas, no para llevarlas a la revolución en su propio país, sino para combatir a los partidos comunistas, a los países socialistas y a los gobiernos soberanos, colaborando sin reparos con el imperialismo, puesto que, para los trotskistas, el desarrollo del imperialismo es la fuente de igualación y homogeneización social necesaria para que pueda haber una revolución internacional. Todas las revoluciones victoriosas del siglo XX y sus dirigentes han tenido que hacer frente a las actividades hostiles de los trotskistas: Mao en China, Ho Chi Min en Indochina, Kim Il Sung en Corea, Fidel Castro y Che Guevara en Cuba, etc.
Notas:
[1] El bloque de oposición en el PC (b) de la URSS, así como La desviación socialdemócrata en nuestro partido (ambos en https://www.marxists.org/ espanol/stalin/obras/oe15/ Stalin%20-%20Obras%2008-15.pdf ) y Una vez más sobre la desviación socialdemócrata en nuestro partido (en https://www.marxists.org/ espanol/stalin/obras/oe15/ Stalin%20-%20Obras%2009-15.pdf ).
[2] La Plataforma de la Oposición, Editorial Fontamara, capítulo XI, págs. 135-136.
[3] La experiencia de la guerra civil había mostrado que el Poder Soviético tenía enemigos demasiado poderosos y agresivos, dentro y fuera del país, como para permitir la actividad de partidos hostiles que acababan auxiliando a la contrarrevolución armada, como ocurrió con los kadetes, los eseristas y los mencheviques.
[4] https://www.marxists.org/ espanol/stalin/obras/oe15/ Stalin%20-%20Obras%2010-15.pdf , pág. 54.
[5] XV Congreso del PC (b) de la URSS, Actas taquigráficas, t. II, pág. 1285; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo.
[6] Los trotskistas polemizaron con particular vehemencia contra la táctica para la revolución china promovida por la Internacional Comunista. Básicamente, forzaban la analogía con la revolución rusa de 1905-07 y obviaban el carácter colonial de China, además de minimizar la existencia de vestigios feudales en este país y el papel revolucionario del campesinado, como era de esperar en ellos.
[7] Pravda, 6-12-27.
[8] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, págs. 246-247.
[9] Vita di Antonio Gramsci, Lucio Lombardo Radice y G. Garbone, Roma, ed. di Cultura Sociale, 1952.
[10] Stalin, historia y crítica de una leyenda negra, Domenico Losurdo. Citado en Stalin, ¡insólito!, Ricardo E. Rodríguez Sifrés, tomo 2, págs. 236-7, Ed. Templando El Acero.
[11] Stalin, ¡insólito!, Ricardo E. Rodríguez Sifrés, tomo 2, págs. 225-6, Ed. Templando El Acero.
[12] https://www.marxists.org/ espanol/trotsky/1940s/dm/07. htm
[13] “Considerando: el caso del ciudadano Trotski, Lev Davidovich, de acuerdo con el artículo 5810 del Código Criminal, por acusación de actividad contrarrevolucionaria expresada por medio de la organización de un partido ilegal antisoviético, cuya actividad se ha dirigido últimamente a la provocación de actos antisoviéticos y a la preparación de una lucha armada contra el poder soviético, resolvemos que el ciudadano Trotski, Lev Davidovich, sea deportado del territorio de la URSS” (Directiva de la OGPU [Directorio Político Unificado del Estado] de 18 de enero de 1929, citada en Stalin, ¡insólito!, pág. 240)
[14] Der Führer, Konrad Heiden; citado en Stalin, ¡insólito!, pág. 242.
[15] From Trotsky to Tito, James Klugmann, Lawrence & Wishart Ltd., Londres, 1951. Citado en Trotskisme ou léninisme, pág. 550.
[16] Según reconoce el historiador trotskista Pierre Broué, “El conjunto del material muestra que el ‘bloque’ o, al menos, una de sus partes constitutivas, estaba en contacto con el grupo Riutin-Slepkov”. (“Trotsky et le bloc des oppositions de 1932”, Cahiers Léon Trotsky (enero-marzo de 1980), págs. 5-37. Citado en Les amalgames de Trotsky, Grover Furr, Editions Delga, p. 58.
[17] La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert Kahn, pág. 209, Ed. Templando El Acero. Versión original en inglés en https://mltheory.files. wordpress.com/2017/06/great- conspiracy-against-russia.pdf
[18] Véase el capítulo “El papel de Trotski en vísperas de la Segunda Guerra Mundial” del libro de Ludo Martens Otra mirada sobre Stalin, págs. 113-9, en https://asturiesdixebra.files. wordpress.com/2014/08/otra- mirada-sobre-stalin.pdf
[19] Carta a los miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética, marzo de 1930. Citado en La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert Kahn, pág. 204, Ed. Templando El Acero. Versión original en inglés en https://mltheory.files. wordpress.com/2017/06/great- conspiracy-against-russia.pdf
[20] La economía soviética en peligro, 1932. Ibídem, p. 205.
[21] La Unión Soviética y la Cuarta Internacional. Ibídem.
[22] Boletín de la oposición, octubre de 1933, Ibídem.
[23] El asesinato de Kírov, 1935, Ibídem.
[24] Domenico Losurdo, citado en Stalin, ¡insólito!, tomo 2, pag. 238.
[25] Entrevista con William Randolph Hearst. Citado en La gran conspiración contra Rusia, pág. 205.
[26] http://www.ceip.org.ar/Es- hora-de-lanzar-una-ofensiva- mundial-contra-el-stalinismo
[27] Artículo en American Mercury, marzo de 1937.
[28] La revolución traicionada, Trotski, http://www. fundacionfedericoengels.net/ images/PDF/La%20revolucion% 20traicionada.pdf, pág. 18.
[29] Por ejemplo, la declaración de Valentin Astrov de 1937, confirmada por él mismo en 1989 y en 1993, citada en el reciente libro de Grover Furr, Las amalgamas de Trotski, “Les amalgames de Trotsky”, Editions Delga, págs. 317-8
[30] http://www.communisme- bolchevisme.net/download/ Trotskisme_ou_leninisme_ Harpal_Brar.pdf, págs. 267 a 270 y 597 a 602.
[31] Antiguo dirigente del movimiento comunista internacional retirado en su Suiza natal, Jules Humbert-Droz relata, en sus Memorias escritas en 1971, que se encontró por última vez con Bujarin en 1928 y éste le confió: “que habían decidido utilizar el terror individual para deshacerse de Stalin” (pág. 379). Citado en Les amalgames de Trotsky,
pág. 151.
[32] Le pacte germano-soviétique, Oeuvres, vol. 21, EDI, Paris, 1986, p. 390. Citado en Trotskisme ou léninisme de Harpal Brar.
[33] Hitler et Staline, étoiles jumelles, Oeuvres, vol. 22, EDI, Paris, 1985, págs. 176, 177 y 183. Citado en Trotskisme ou léninisme de Harpal Brar.
[34] Critique de Bettelheim, Claude Varlet, Ed. NBE, pág. 264.
[35] Stalin, ¡insólito!, tomo 2, págs. 325-7.
[36] Stalin, ¡insólito!, tomo 2, págs. 310-1.
[37] Staline, Gallimard, Paris, 1973, págs. 487, 598 y 620. Citado en Trotskisme ou léninisme, pags. 50 a 52.
[38] Domenico Losurdo, citado en Stalin, ¡insólito!, tomo 2, pág. 235.
[39] Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 281.
La oposición criticaba la política de la dirección bolchevique en todos los campos, proponiendo a cambio medidas que habrían colocado al poder soviético al borde del precipicio, como la “superindustrialización” a costa de aumentar impuestos a los campesinos, de elevar el precio de los artículos industriales y de retirar las inversiones a favor del comercio estatal y cooperativo. Apoyándose en hechos falseados o exagerados, denunciaban que el proletariado se debilitaba y que el Estado soviético, los soviets, los sindicatos, el Komsomol, el Partido y todas las instituciones del país degeneraban y se burocratizaban y, por eso, luchaban contra ellos que se consideraban a sí mismos como la vanguardia proletaria. La demagogia seductora de los oposicionistas sólo pudo ser desbaratada porque tenía enfrente al partido que gozaba de la confianza de la vanguardia proletaria y que había sido forjado muchos años antes de la revolución por los leninistas en una larga lucha contra el menchevismo y su variante “de izquierda”, el trotskismo.
Para mediados de 1926, el CC del Partido había comprobado que la oposición trotskista y zinovievista estaba celebrando reuniones clandestinas en diversas localidades, haciendo agitación entre los especialistas y organizando un partido paralelo, que incorporaba a los restos de grupos derrotados en debates anteriores y que enseñaba a sus miembros a practicar la doblez y el engaño para eludir las sanciones disciplinarias y continuar saboteando la ejecución de la política bolchevique. Así, a espaldas del Comité Central, promovieron la discusión de sus posiciones en las organizaciones territoriales del PC (b) de la URSS. Pero, al comprobar el nulo respaldo que estaban consiguiendo (a pesar de que la mayoría de la dirección se abstenía de participar en la discusión cumpliendo el acuerdo colectivo que la estimaba inoportuna), en vísperas de la reunión del CC, el 16 de octubre de 1926, enviaron una declaración prometiendo cesar la lucha fraccional y someterse a la disciplina del partido. Sin embargo, volvieron a la carga en las semanas siguientes, durante la XV Conferencia del Partido de noviembre y el VII Pleno ampliado de la Internacional Comunista de noviembre-diciembre. Los informes y proyectos de resolución presentados por Stalin para estos eventos analizaron, clarificaron y resolvieron el significado del bloque de oposición: “En esencia, el trotskismo actual es un falseamiento del comunismo en el sentido de aproximarlo a los modelos ‘europeos’ de seudomarxismo, o sea, en resumidas cuentas, en el sentido de la socialdemocracia ‘europea’.”[1]
En los meses siguientes, se sucedieron los mítines y manifestaciones de miembros del bloque, animados por la consigna de “¡Abajo Termidor!”, como si la dirección política bolchevique estuviera traicionando la revolución proletaria. En junio de 1927, los oposicionistas presentaron al CC la llamada “declaración de los 83”, en la que exigían la apertura de una discusión de todo el partido, se presentaban como “la izquierda leninista proletaria del partido” y calumniaban al gobierno soviético atribuyéndole intenciones falsas (abolir el monopolio del comercio exterior, renunciar a la nacionalización de la tierra y pagar las deudas contraídas por el zarismo con las potencias extranjeras). Pocos días después, el “grupo de los 15” envió su propia plataforma en términos similares. Justo antes de la sesión plenaria del CC de agosto de 1927, los oposicionistas volvieron a emitir una declaración en la que prometían cesar la lucha fraccional y cumplir todos los acuerdos del partido, evitando así que Trotski y Zinoviev fueran destituidos de sus cargos en dicho órgano. Pero, en septiembre, ambos estaban entre quienes suscribieron y publicaron la “plataforma de los 13”, lo que provocó que el CC acordara en octubre excluirlos de su seno. En dicha plataforma, los oposicionistas se quejaban de que el “grupo Stalin” los atacaba “no con nuestras opiniones reales, sino con opiniones imaginarias que no sustentamos ni hemos sustentado jamás”; sin embargo, unas pocas líneas después, insistían en “que para la construcción de una sociedad socialista en nuestro país es necesaria la victoria de la revolución proletaria en uno o más de los países capitalistas avanzados, que la victoria final del socialismo en un país, y sobre todo en un país atrasado, es imposible”[2].
Al tener conocimiento de que habían organizado imprentas clandestinas para difundir esta plataforma junto a otros materiales, el periódico de los demócratas-constitucionalistas emigrados Poslednie Nóvosti expresó su satisfacción por el hecho de que la “oposición bolchevique haya entrado en la fase de la prensa clandestina. Tenemos la esperanza de que la seguirán otras fases”. Y así sería.
El 7 de noviembre, con motivo del décimo aniversario de la Revolución de Octubre, organizaron manifestaciones con propósitos insurreccionales contra el Partido y el Gobierno, pero las masas de comunistas y obreros las disolvieron con firmeza. La transformación del bloque trotskista-zinovievista en una organización antisoviética y antibolchevique obligó al pleno del Comité Central y de la Comisión Central de Control a expulsar a Trotski y Zinóviev del partido y a excluir de aquellos órganos a otros dirigentes oposicionistas[3]. El XV Congreso del PC (b) de la URSS se reunió en diciembre con un balance inequívocamente claro de la discusión en las semanas previas: las propuestas de la mayoría fueron apoyadas por 724.000 militantes y las de la oposición conjunta por sólo 4.000. Acordó expulsar a un centenar de miembros de la oposición y adoptar “las medidas de influjo ideológico sobre los miembros de filas de la oposición trotskista con el fin de convencerles, depurando al mismo tiempo el partido de todos los elementos evidentemente incorregibles de la oposición trotskista”.
Stalin explicaba cómo había transcurrido el debate con el trotskismo: “El ejercicio de la democracia en el seno del Partido, admitiendo la crítica práctica de las deficiencias y errores del Partido, pero sin tolerar el menor fraccionalismo y eliminando todo fraccionalismo so pena de expulsión del Partido”[4]. Y señalaba que, después de cinco largos años de debate permanente, “El Partido quiere terminar con la oposición y pasar a una labor constructiva. El Partido quiere disolver, por fin, la oposición para poder dedicarse por entero a nuestra gran obra de edificación.” El XV Congreso encargó al CC unir estrechamente bajo esta bandera “a masas cada día mayores de trabajadores del país, reforzar los lazos de solidaridad fraternal con el proletariado de todos los países y hacer que la URSS sea la vanguardia cada año más poderosa de la revolución socialista mundial”. Sin embargo, Trotski respondía a su apabullante derrota vaticinando que “después del XV Congreso, la oposición será incomparablemente más fuerte que ahora dentro del partido”[5].
La lucha de los trotskistas contra la dirección bolchevique tuvo un alcance internacional, no sólo porque buscaban partidarios suyos en otros partidos y en la Internacional Comunista[6], sino porque reanimó a las fuerzas antisoviéticas en el exterior. Cuando en un discurso en Suecia, el 4 de diciembre de 1927, el menchevique Tsereteli, ministro del gobierno provisional burgués, relataba de manera denigratoria la situación de los obreros en la URSS, apostilló: “no lo decimos solamente nosotros, los enemigos de los bolcheviques, sino los propios jefes bolcheviques más respetables: Trotski, Zinóviev, Kámenev y otros”[7]. El órgano de prensa de los emigrados mencheviques Sotsialistícheski Véstnik decía, el 20 de junio de 1927: “La labor de zapa de la oposición, trasladada hace ya mucho fuera de los límites de la Rusia Soviética, ha acelerado, en efecto, el desmoronamiento y la muerte del ‘bolchevismo mundial’.” En este mismo periódico, el líder de los emigrados mencheviques, Dan, afirmaba: “Con su crítica del régimen existente, que repite casi palabra por palabra la crítica de la socialdemocracia, la oposición bolchevique prepara las mentes… para la aceptación de las tesis que contiene la plataforma de la socialdemocracia”.[8]
En Alemania, el miembro del partido socialdemócrata, Paul Levi, afirmaba que: “Nuestras opiniones coinciden con las de la oposición”, mientras que los trotskistas y “ultraizquierdistas” difamaban a la URSS y a las delegaciones obreras que regresaban de este país explicando los progresos del socialismo.
En Italia, los mismos fascistas que prohibían las obras de Marx, Engels y Lenin, traducían las publicaciones trotskistas para influir con ellas a los presos políticos. Cuando lo intentaron con Gramsci, éste comentó: “Trotski es la prostituta del fascismo” y, en sus Cuadernos de la cárcel, escribió: “Bronshtéin (Trotski), que aparece como un ‘occidentalista’, era en verdad un cosmopolita, es decir, superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo. Ilich (Lenin), por el contrario, era profundamente nacional y profundamente europeo”[9]. El dirigente comunista italiano se mostraba alarmado por las repercusiones negativas que podía tener para el partido bolchevique y para la Internacional Comunista el hecho de que la oposición no aceptara la disciplina y rechazara la democracia como medio de lucha. Analizaba que “desde el punto de vista del espíritu corporativo y no desde el leninista (…) se encuentra la raíz del error del bloque de oposición (…). En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y el sindicalismo (…). Y concluía que “sólo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria (…). Los camaradas Zinóviev, Trotski y Kámenev: a ellos especialmente nos dirigimos, como a los mayores responsables de esta situación”[10].
Los capitalistas se envalentonaron
Creyendo que la acción de los oposicionistas sería capaz de desestabilizar al Poder Soviético, el 27 de mayo de 1927, el gobierno británico con el apoyo de EE.UU. y Francia rompió relaciones con la URSS. Estuvo también detrás del asesinato del embajador soviético en Varsovia al mes siguiente. Por esas fechas, explosionó una bomba en la sede del partido bolchevique en Leningrado que segó la vida de decenas de militantes y sufrió un atentado mortal el máximo dirigente de la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) en Bielorrusia[11]. En esta situación que coincidía con una gran huelga de los obreros ingleses, Trotski reprochó al gobierno bolchevique que no entrara en guerra y esgrimió la “tesis Clemenceau” (nombre del más reaccionario representante de la burguesía francesa) según la cual “en interés de la auténtica defensa de la URSS, la vanguardia proletaria podría estar obligada a destruir el gobierno de Stalin y reemplazarlo por el suyo propio”[12].
Entretanto, la política de industrialización socialista comenzaba a dar sus frutos y la economía soviética rebasaba ya el nivel anterior a la Primera Guerra Mundial. También crecía su sector socialista, en detrimento del privado, así como la cantidad de obreros y sus retribuciones. Simultáneamente, la prensa soviética empezaba ya a publicar las evidencias de que los trotskistas estaban pasando de la lucha política abierta a la conspiración con vistas a derrocar al gobierno soviético por todos los medios necesarios y con todos los aliados posibles. Trotski, junto a una parte de sus colaboradores, incrementó su actividad antisoviética, por lo que fue deportado a Alma-Ata (Kazajstán) y, finalmente, expulsado de la URSS a principios de 1929[13]. En los meses siguientes, la mayoría de los trotskistas y zinovievistas pidieron su readmisión, declarando públicamente su ruptura con el trotskismo, su aceptación de la política del Partido y su sumisión a los acuerdos del mismo. Les fueron restituidos sus derechos de afiliados y, pasado un tiempo, se les volvieron a confiar puestos en el partido y en el gobierno.
14º) El trotskismo se convierte en el centro dirigente de los intentos de derrocamiento violento del gobierno soviético
En este período, ocurrieron acontecimientos que precipitaron el gran viraje de la Unión Soviética desde la NEP a la ofensiva del socialismo en todos los frentes: la producción agrícola desmenuzándose en pequeñas haciendas que no producían lo suficiente para la ciudad y la industria, las inclemencias climáticas del año 1928, la necesidad de pasar a la agricultura colectiva como remedio, la resistencia de los campesinos acomodados a este cambio, la crisis internacional de 1929 y la perspectiva cada vez más cercana de una nueva guerra de agresión contra la URSS, llevaron a la dirección bolchevique a tomar la decisión de colectivizar y mecanizar el campo soviético en tiempo récord, a partir de lo cual el país se asentaría sobre una base económica plenamente socialista. Todo esto sucedía al mismo tiempo que se ejecutaba el primer plan quinquenal de la economía nacional de la Unión Soviética. La lucha de clase del proletariado y del campesinado trabajador por la realización de estas transformaciones fue muy dura, con enorme resistencia de los kulaks, nepmen y otros elementos explotadores. La población sufrió muchas privaciones, pero, al mismo tiempo, trabajó con gran entusiasmo. En el PC (b) de la URSS, un grupo de dirigentes encabezado por Bujarin formó una oposición de derecha a este rumbo exigiendo frenar el ritmo de la industrialización y de la cooperativización agraria. Esta línea atrajo pronto la adhesión de funcionarios arribistas y de los campesinos ricos más extremistas.
Simultáneamente, Trotski ya exiliado había empezado a colaborar con la propaganda antisoviética occidental. Sus soflamas contra el gobierno soviético atrajeron enseguida el interés y el apoyo de los nazis, del aristócrata británico Lord Rothermere y del estadounidense William Randolph Hearst, ambos magnates de la prensa amarilla en sus respectivos países. Escribió en 1929 su autobiografía titulada Mi vida, la cual fue ampliamente difundida por aquéllos. El propio Hitler la leyó inmediatamente después de ser publicada y, calificándola de “brillante”, manifestó a un grupo de amigos en 1930: “mucho he aprendido en él tanto como pueden aprender ustedes también”[14]. Las obras de Trotski eran difundidas legalmente bajo los regímenes fascistas de Italia, Alemania, España y Polonia[15]. En aquel momento, Trotski había cambiado bruscamente el sentido de su crítica hacia el gobierno soviético: ya no exigía más, sino menos ritmo de industrialización y menos lucha contra el kulak.
Habían surgido las condiciones para un nuevo acercamiento entre Trotski y Bujarin, y para la formación de un bloque que agrupara a toda la oposición, de “izquierda” y de derecha. Este bloque se constituiría en 1932, con un programa conocido como la “plataforma Riutin”[16]. En él, participaban quienes se habían arrepentido de su pasada labor opositora trotskistas y zinovievistas sólo por conveniencia conspirativa, y también otros que quizás apoyaron sinceramente el gran viraje pero que luego se vieron superados por los retos del mismo y se dejaron influir por la propaganda difamatoria y derrotista de Trotski. En esta ocasión, ya no sería un bloque anunciado públicamente y destinado a convencer al Partido, puesto que sus impulsores ya habían comprobado su incapacidad para ganarse a la militancia bolchevique y a las masas obreras. Sería un bloque clandestino para derribar violentamente al gobierno, por medio del sabotaje, el terrorismo y la alianza con potencias extranjeras hostiles. Como explicaron Sayers y Kahn, “mediante golpes en perfecto sincronismo y de extensa repercusión”, la oposición se preparaba para “lanzar al gobierno de Stalin a un estado de desmoralización y de desconcierto irremediables. Entonces podrá tomar el poder”[17]. Trotski lo expresó abiertamente en sus escritos sucesivos dirigidos al público extranjero y, sobre todo, a personalidades y funcionarios soviéticos vacilantes[18].
Se reproducen a continuación algunas citas de esos escritos que preceden o acompañan a nuevos episodios de violencia contra el Poder Soviético:
“La política del gobierno actual del reducido grupo de Stalin está conduciendo velozmente a la nación a crisis y colapsos muy peligrosos”[19].
“La crisis que amenaza la economía soviética será inevitable y, en un futuro no lejano, hará trizas la melosa leyenda de que el socialismo puede ser implantado en un solo país; no cabe duda de que ocasionará muchas muertes… La economía soviética funciona sin reservas materiales y sin cálculos… La burocracia descontrolada ha comprometido su prestigio con la sucesiva acumulación de errores… es inminente una crisis en la Unión Soviética, con su secuela de hechos tales como el cierre forzoso de empresas y el inmediato desempleo”[20].
“El primer choque social, externo o interno, puede precipitar a la atomizada sociedad soviética en una guerra civil”[21].
“Sería infantil creer que la burocracia de Stalin pueda ser suprimida por medio de un Congreso del Partido o del Soviet. No hay medios normales, constitucionales, para eliminar a la camarilla gubernamental… Se les puede obligar a ceder el poder a manos de la vanguardia proletaria únicamente por la FUERZA”[22].
Al año siguiente, es asesinado Serguéi Kírov, secretario del Partido en Leningrado y miembro del Buró Político del CC. A partir de ese momento, se registran nuevos atentados y sabotajes por todo el país, que Trotski valora de la manera siguiente:
“La crisis política converge hacia la crisis general que se avecina”[23]. “Si supiésemos que Nikolaev (el asesino de Kírov) ha golpeado intencionadamente en un intento de vengar a los obreros cuyos derechos pisoteaba Kírov, nuestras simpatías irían sin reservas para el terrorista”[24].
En una entrevista concedida al New York Evening Journal el 6 de enero de 1937, manifiesta que “Dentro del Partido, Stalin se ha colocado por encima de toda crítica y por encima del Estado y es imposible desplazarlo a menos que se le asesine. Cada oposicionista se convierte ipso facto en terrorista”[25].
Trotski utilizaba a menudo la acusación de “totalitarismo” contra el socialismo soviético y lo equiparaba al fascismo, como ahora hacen todos los defensores del capitalismo, ya sean burgueses o pequeñoburgueses. Se le puede considerar un adelantado, un vanguardista, del anticomunismo actual.
En plena guerra civil española, en 1937, denunciaba que “el llamado gobierno republicano sirve como escudo legal a las bandas criminales del estalinismo”.[26]
En esos años, Trotski alentaba a los hitlerianos a agredir a la Unión Soviética al predecir la derrota inevitable de ésta en la guerra mundial que se aproximaba. Aseguraba que esta derrota sería “solamente un corto episodio en caso de triunfar el proletariado en otros países” y declaraba que “ninguna victoria militar podrá salvar la herencia de la Revolución de Octubre si el imperialismo continúa en el poder en el resto del mundo”. “¿Podemos esperar que la Unión Soviética escape a la derrota en la futura gran guerra? A esta pregunta, hecha con franqueza, respondemos también francamente. Si la guerra no llega a ser más que guerra, la derrota de la Unión Soviética es inevitable. El imperialismo es incomparablemente más fuerte en el aspecto técnico, económico y militar. Si no se ve paralizado por la revolución en Occidente, barrerá el régimen social engendrado por la Revolución de Octubre”[27].
Al mismo tiempo, a Trotski, no le quedaba más remedio que reconocer los progresos de la URSS: “Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor de un florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de las viejas ciudades industriales, la creación de otras nuevas, el rápido aumento del número de obreros, la elevación del nivel cultural y de las necesidades, son los resultados indiscutibles de la Revolución de Octubre en la que los profetas del viejo mundo creyeron ver la tumba de la civilización. Ya no hay necesidad de discutir con los señores economistas burgueses: el socialismo ha de mostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica que constituye la sexta parte de la su perficie del globo; no en el lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun en el caso de que la URSS, por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior —cosa que esperamos firmemente no ver— quedaría, como prenda del porvenir, el hecho indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia.”[28]
Pero, curiosamente, consideraba esos progresos como una consecuencia de la Revolución de Octubre, a pesar de la dirección supuestamente desastrosa y burocrática de los “estalinistas”. Pareciera como si esa revolución ocurrida veinte años atrás tuviera una inercia a prueba de sus “enterradores termidorianos”, cuando en realidad los progresos fueron el fruto de los aciertos y de los titánicos esfuerzos tanto del pueblo como de los dirigentes soviéticos. Algo similar plantearía Jruschov viente años más tarde al alabar los logros históricos de la URSS, a la vez que denigraba a su máximo dirigente.
La tarea fundamental de los partidarios de Trotski en territorio soviético era derrocar por la violencia al Gobierno, con la ayuda de las potencias del Pacto Anti-Comintern, y utilizar la “derrota inevitable” de la URSS en la futura guerra contra el fascismo para fortalecer las posiciones del trotskismo en la palestra mundial. Esta fue la realidad de las conspiraciones en las que Trotski participó y que lideró en parte. Aunque negó haber participado en ellas, cosa comprensible en toda actividad conspirativa, los hechos están acreditados por las deposiciones de otros participantes y testigos[29] en los cuatro grandes juicios de 1936 a 1938, por los testimonios de observadores ajenos a la investigación (los ingenieros John Littlepage y John Scott, el coronel Tokaiev[30], Humbert-Droz[31], etc.), por las pocas pruebas materiales que no destruyeron y por las nuevas pruebas ahora conocidas gracias a la desclasificación parcial de los archivos soviéticos tras la disolución de la URSS. No podemos detenernos en esta cuestión que no es determinante para el objeto del presente artículo, remitiendo al lector interesado a la consulta de los libros mencionados en este artículo y a las fuentes en ellos reseñadas.
Sí merece la pena hacer constar que los conspiradores eran, en parte, cuadros del partido y del Estado con posiciones prominentes, incluso en el NKVD encargado precisamente de desbaratar las intentonas contrarrevolucionarias. Yagoda y Yezhov, sus máximos dirigentes entre 1934 y 1938, resultaron condenados como partícipes de la conspiración de las derechas encabezada por Bujarin. El segundo de ellos, al fracasar el complot principal que iba a ser ejecutado por Tujachevski y otros militares, promovió la extensión del radio de la represión a masas inocentes, con el objeto de debilitar el apoyo popular al gobierno soviético. Esta última conspiración concluyó en 1939, cuando fue sustituido por Beria, lo que concedió a la URSS un breve período de estabilidad política de dos años que le permitió construir sus defensas sobre unas bases saneadas para hacer frente con éxito a la agresión nazi-fascista.
Después del desmantelamiento de las conspiraciones, Trotski seguía prediciendo la derrota de la URSS. Así, el 4 de septiembre de 1939, sostiene que “Stalin no puede hacer la guerra con obreros y campesinos descontentos y un Ejército Rojo decapitado”[32]. El 4 de diciembre de ese mismo año, escribe que “El nivel de sus fuerzas productivas [de la URSS] le prohíbe una gran guerra… El factor subjetivo, que no es menos importante que el factor material, ha empeorado profundamente en el curso de estos últimos años… El [Stalin] no puede emprender una guerra ofensiva con alguna esperanza de alcanzar la victoria. En el caso en que la URSS entrara en guerra, con las innumerables víctimas y privaciones que esto implica, todo el carácter fraudulento del régimen en el poder, sus ultrajes y su violencia provocarían inevitablemente una violenta reacción de parte de un pueblo que ya había conseguido realizar tres revoluciones en el curso de este siglo… La guerra actual puede derrocar la burocracia del Kremlin mucho antes que el desencadenamiento de la revolución en los países capitalistas”[33].
La práctica sería, una vez más, el criterio último de la verdad: la unidad política, la firmeza y la valentía de los pueblos soviéticos, los progresos de la economía socialista planificada y el poderío del Ejército Rojo consiguieron derrotar a los ejércitos comandados por la Alemania hitleriana y desbaratar los cálculos de Trotski, cálculos basados en su defectuosa teoría de la “revolución permanente”. La industrialización socialista y la colectivización agraria fueron las que produjeron tanto los famosos tanques y aviones soviéticos, como quienes habían aprendido a pilotar la versión civil y pacífica de esas máquinas en fábricas, koljoses y sovjoses. La mayoría del campesinado estaba tan identificada con el régimen colectivista que, durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades nazis de las regiones ocupadas no consiguieron restaurar las explotaciones individuales[34].
El embajador de los EE.UU. en Moscú envió el 6 de junio de 1938 un memorándum a su gobierno con cifras explicativas del salto experimentado por las fuerzas productivas soviéticas tras la ejecución de los dos primeros planes quinquenales: el número de tractores se había multiplicado por casi 20 y la Unión Soviética era ya el primer productor mundial de máquinas agrícolas; la producción de trigo representaba un tercio del total mundial; la de avena, la mitad; la de centeno, el 80%; el país era el primero en producción de remolacha; la flota mercante se había triplicado; el salario medio había aumentado de 1427 rublos en 1932 a 2371 rublos en 1935; etc.[35]
Pero, ¿acaso la “decapitación” y purga en el Ejército Rojo significaba un debilitamiento absoluto de la capacidad defensiva de la URSS? El mismo embajador, en sus memorias posteriores, opina lo contrario: “Era justamente tres días después de que Hitler hubiera invadido a Rusia. Alguien en la reunión preguntó: ‘¿Qué hay sobre las quintas columnas en Rusia?’ Inmediatamente respondí: ‘No existen; sus miembros fueron fusilados’. No hubo o no se produjo la tan mentada agresión interna en Rusia, cooperando con el Alto Mando germano. La marcha de Hitler sobre Praga, en 1939, fue seguida del activo apoyo militar que le prestaron las organizaciones de Henlein en Checoslovaquia. De la misma manera fue invadida Noruega. En la vida interna de Rusia no hubo Henlein de los Sudetes, Tisos eslovacos, ni Degrelles belgas, ni Quislings noruegos. Ninguno de nosotros en Rusia en 1937 y 1938 daba importancia a la significación de las actividades de la Quinta Columna. La frase no era corriente. Es relativamente reciente el empleo en nuestro idioma de frases tan descriptivas de la técnica nazi, tales como ‘Quinta Columna’ y ‘Agresión Interna’. (…) El gobierno soviético, aparece claro ahora, ya estaba entonces sutilmente atento a los planes germanos y al trabajo interno que se venía desarrollando en Rusia como preparatorio para el futuro ataque alemán. Los anuncios de los procesos y ejecuciones (purgas) en toda Rusia durante ese año (1938) imputaban invariablemente a los acusados de ser causantes de una actividad desleal y subversiva, en pro de una ‘potencia extranjera’ que deseaba la caída del Estado Soviético”[36].
Incluso para un historiador trotskista como Isaac Deutscher, “(…) no hay que creer que la mayoría de la nación fuera hostil al gobierno. Si hubiera sido el caso, ningún llamamiento patriótico, ninguna promesa o ninguna medida de coerción hubieran evitado el desmoronamiento político de Rusia, que Hitler esperaba. La gran transformación que había experimentado el país durante los años que habían precedido a la guerra había (…) reforzado la moral de la nación. La mayoría estaba convencida del progreso social y económico y estaba decidida a defenderlo con determinación contra todo peligro que viniera del exterior (…)
[Stalin] alcanzó sin embargo algunos de sus objetivos vitales. Resistió bastante firmemente a la presión occidental para desanimar todo proyecto americano de extensión de la guerra; la industria nuclear soviética avanzó a saltos y produjo su primera bomba de hidrógeno en 1953, poco después que los americanos. Los sectores fundamentales de la economía soviética, que habían recuperado su nivel de ante-guerra en cuanto a rendimiento en los años 1948-49, lo sobrepasaron en un cincuenta por ciento durante los últimos años de Stalin. La modernización y la urbanización de la Unión Soviética fueron acelerándose. Al principio de los años cincuenta, la población urbana había aumentado en aproximadamente unos 25 millones de almas. Las escuelas secundarias y las universidades instruían dos veces más alumnos que antes de 1940. Después de las ruinas de la guerra mundial, estaban puestos los cimientos para la renovación industrial y militar de Rusia, renovación que pronto deslumbraría al mundo. (…)
(…) es un hecho que ‘Stalin se encontró una Rusia trabajando con arados de madera y la dejó equipada con pilas atómicas’ (…). Resumir así la dominación de Stalin es, sin duda, homenajear su éxito (las palabras citadas por Deutscher proceden de la nota necrológica sobre Stalin publicada en el Manchester Guardian del 6 de marzo de 1953)”[37].
Domenico Losurdo resume impecablemente la situación en la que se desarrolló la prolongada lucha entre los partidarios del marxismo-leninismo y los partidarios del trotskismo para decidir el rumbo a seguir tras la victoria de la Revolución de Octubre de 1917:
“Entre el período histórico que va de 1918 hasta la invasión nazi, la URSS es arrastrada de un estado de excepción a otro, de una guerra civil a otra: la guerra de intervención imperialista (1918-1921), la guerra contra la colectivización agraria, y la guerra de la oposición dentro del partido bolchevique, guerra atravesada por sabotajes, actos terroristas, complots, injerencia y conspiración de las potencias capitalistas, contrarrevolucionarios blancos, etc. Éste es el contexto de la formación de la URSS bajo la dirección de Stalin en el PCUS, contexto que en la lucha de clases contempla lo más importante de los triunfos de la revolución, la colectivización del campo, la industrialización socialista, la alfabetización de las masas, pueblos y naciones enteras, la creación de un bienestar social gratuito, la creciente popularidad de la URSS en el movimiento obrero internacional y la intelectualidad progresista, la participación creciente de las masas en la defensa y construcción de la nueva civilización socialista y la victoria sobre el nazismo donde las potencias capitalistas europeas fracasaron. Es en este contexto y entre bastidores donde se dirimía el conflicto con la oposición dentro del propio partido bolchevique”[38].
Tras el fracaso del complot del bloque en la URSS, Trotski formalizó finalmente, en 1938, la constitución de la “IV Internacional” cuya misión principal sería combatir al “estalinismo”, considerado por él como el obstáculo principal a la revolución internacional. Profetizó que “En el transcurso de los próximos diez años, el programa de la IV Internacional conquistará millones de partidarios”[39]. Sin embargo, la temprana escisión en su mayor sección nacional, su muerte y la victoria de la URSS y sus aliados en la II Guerra Mundial dejaron muy debilitada esta “IV Internacional”. Fue después, con la ayuda del imperialismo durante la “guerra fría” y sobre todo a partir de los ataques de Jruschov contra Stalin, que el trotskismo se fue reanimando.
Desde entonces hasta hoy, esta corriente apoya algunas reivindicaciones inmediatas de las masas oprimidas, no para llevarlas a la revolución en su propio país, sino para combatir a los partidos comunistas, a los países socialistas y a los gobiernos soberanos, colaborando sin reparos con el imperialismo, puesto que, para los trotskistas, el desarrollo del imperialismo es la fuente de igualación y homogeneización social necesaria para que pueda haber una revolución internacional. Todas las revoluciones victoriosas del siglo XX y sus dirigentes han tenido que hacer frente a las actividades hostiles de los trotskistas: Mao en China, Ho Chi Min en Indochina, Kim Il Sung en Corea, Fidel Castro y Che Guevara en Cuba, etc.
Notas:
[1] El bloque de oposición en el PC (b) de la URSS, así como La desviación socialdemócrata en nuestro partido (ambos en https://www.marxists.org/
[2] La Plataforma de la Oposición, Editorial Fontamara, capítulo XI, págs. 135-136.
[3] La experiencia de la guerra civil había mostrado que el Poder Soviético tenía enemigos demasiado poderosos y agresivos, dentro y fuera del país, como para permitir la actividad de partidos hostiles que acababan auxiliando a la contrarrevolución armada, como ocurrió con los kadetes, los eseristas y los mencheviques.
[4] https://www.marxists.org/
[5] XV Congreso del PC (b) de la URSS, Actas taquigráficas, t. II, pág. 1285; citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo.
[6] Los trotskistas polemizaron con particular vehemencia contra la táctica para la revolución china promovida por la Internacional Comunista. Básicamente, forzaban la analogía con la revolución rusa de 1905-07 y obviaban el carácter colonial de China, además de minimizar la existencia de vestigios feudales en este país y el papel revolucionario del campesinado, como era de esperar en ellos.
[7] Pravda, 6-12-27.
[8] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, págs. 246-247.
[9] Vita di Antonio Gramsci, Lucio Lombardo Radice y G. Garbone, Roma, ed. di Cultura Sociale, 1952.
[10] Stalin, historia y crítica de una leyenda negra, Domenico Losurdo. Citado en Stalin, ¡insólito!, Ricardo E. Rodríguez Sifrés, tomo 2, págs. 236-7, Ed. Templando El Acero.
[11] Stalin, ¡insólito!, Ricardo E. Rodríguez Sifrés, tomo 2, págs. 225-6, Ed. Templando El Acero.
[12] https://www.marxists.org/
[13] “Considerando: el caso del ciudadano Trotski, Lev Davidovich, de acuerdo con el artículo 5810 del Código Criminal, por acusación de actividad contrarrevolucionaria expresada por medio de la organización de un partido ilegal antisoviético, cuya actividad se ha dirigido últimamente a la provocación de actos antisoviéticos y a la preparación de una lucha armada contra el poder soviético, resolvemos que el ciudadano Trotski, Lev Davidovich, sea deportado del territorio de la URSS” (Directiva de la OGPU [Directorio Político Unificado del Estado] de 18 de enero de 1929, citada en Stalin, ¡insólito!, pág. 240)
[14] Der Führer, Konrad Heiden; citado en Stalin, ¡insólito!, pág. 242.
[15] From Trotsky to Tito, James Klugmann, Lawrence & Wishart Ltd., Londres, 1951. Citado en Trotskisme ou léninisme, pág. 550.
[16] Según reconoce el historiador trotskista Pierre Broué, “El conjunto del material muestra que el ‘bloque’ o, al menos, una de sus partes constitutivas, estaba en contacto con el grupo Riutin-Slepkov”. (“Trotsky et le bloc des oppositions de 1932”, Cahiers Léon Trotsky (enero-marzo de 1980), págs. 5-37. Citado en Les amalgames de Trotsky, Grover Furr, Editions Delga, p. 58.
[17] La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert Kahn, pág. 209, Ed. Templando El Acero. Versión original en inglés en https://mltheory.files.
[18] Véase el capítulo “El papel de Trotski en vísperas de la Segunda Guerra Mundial” del libro de Ludo Martens Otra mirada sobre Stalin, págs. 113-9, en https://asturiesdixebra.files.
[19] Carta a los miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética, marzo de 1930. Citado en La gran conspiración contra Rusia, Michael Sayers y Albert Kahn, pág. 204, Ed. Templando El Acero. Versión original en inglés en https://mltheory.files.
[20] La economía soviética en peligro, 1932. Ibídem, p. 205.
[21] La Unión Soviética y la Cuarta Internacional. Ibídem.
[22] Boletín de la oposición, octubre de 1933, Ibídem.
[23] El asesinato de Kírov, 1935, Ibídem.
[24] Domenico Losurdo, citado en Stalin, ¡insólito!, tomo 2, pag. 238.
[25] Entrevista con William Randolph Hearst. Citado en La gran conspiración contra Rusia, pág. 205.
[26] http://www.ceip.org.ar/Es-
[27] Artículo en American Mercury, marzo de 1937.
[28] La revolución traicionada, Trotski, http://www.
[29] Por ejemplo, la declaración de Valentin Astrov de 1937, confirmada por él mismo en 1989 y en 1993, citada en el reciente libro de Grover Furr, Las amalgamas de Trotski, “Les amalgames de Trotsky”, Editions Delga, págs. 317-8
[30] http://www.communisme-
[31] Antiguo dirigente del movimiento comunista internacional retirado en su Suiza natal, Jules Humbert-Droz relata, en sus Memorias escritas en 1971, que se encontró por última vez con Bujarin en 1928 y éste le confió: “que habían decidido utilizar el terror individual para deshacerse de Stalin” (pág. 379). Citado en Les amalgames de Trotsky,
pág. 151.
[32] Le pacte germano-soviétique, Oeuvres, vol. 21, EDI, Paris, 1986, p. 390. Citado en Trotskisme ou léninisme de Harpal Brar.
[33] Hitler et Staline, étoiles jumelles, Oeuvres, vol. 22, EDI, Paris, 1985, págs. 176, 177 y 183. Citado en Trotskisme ou léninisme de Harpal Brar.
[34] Critique de Bettelheim, Claude Varlet, Ed. NBE, pág. 264.
[35] Stalin, ¡insólito!, tomo 2, págs. 325-7.
[36] Stalin, ¡insólito!, tomo 2, págs. 310-1.
[37] Staline, Gallimard, Paris, 1973, págs. 487, 598 y 620. Citado en Trotskisme ou léninisme, pags. 50 a 52.
[38] Domenico Losurdo, citado en Stalin, ¡insólito!, tomo 2, pág. 235.
[39] Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 281.
La historia rusa demostró ante el mundo, hasta hoy en día que el trotskismo fue y seguira siendo la contrarrevolución, la defensa del capitalismo y la contra del socialismo-comunismo y de toda la filosofía científica de Marx y de Engels, en una palabra la peste infecciosa de Trotski.
ResponderEliminarImpresionante nota! Admiro mucho esta pagina!!
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