Por Federico Rubio Herrero, adicciones y notas AAHS.
Valeriano
Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, Duque de Rubí, militar y
político español, fue nombrado Capitán General de Cuba en febrero de
1896 por el Jefe del Gobierno Cánovas del Castillo, sustituyó al General
Martínez Campos, con órdenes expresas de zanjar los intentos
independentistas de la mayoría de los habitantes de la Isla.
Weyler
ejerció su mando en Cuba desde febrero de 1896 hasta octubre de 1897.
Durante este periodo contó con un ejército regular de más de 200.000
efectivos y, sumados a los voluntarios y guerreros de la isla al
servicio de España, disponía de más de 300.000 hombres armados.
Muchos
reclutas, sin embargo, ni siquiera llegaron a entrar en combate.
En
1896 hubo 232.000 hospitalizaciones y en 1897, 32.500 españoles
murieron, 14.500 de ellos a causa del tifus y la difteria, 6.000 de la
fiebre amarilla y 7.000 de malaria. La escasa y mala comida, además,
acrecentaba el problema sanitario ya que, para combatir el hambre, los
soldados acudían a las abundantes frutas locales, lo cual les provocaba
diarreas.
En el
período que ocupó esta Capitanía General, intenta frenar la lucha de
los insurrectos en el Occidente, y durante su mandato cae en combate en la
provincia de La Habana, el lugarteniente general del ejército libertador
Antonio Maceo, que combatía al colonialismo español desde el 12 de
octubre de 1868, en un breve encuentro con una columna española dirigida
por el Comandante Cirujeda.
A pesar de esto, los "mambises" cubanos
siguieron siendo fuertes y, en las largas campañas de verano, siguieron
acosando a las tropas españolas al son de las enfermedades y la
estrategia del General y Caudillo cubano Máximo Gómez. Las tácticas de
este líder, de nacionalidad dominicana, eran absolutamente asombrosas,
"lazo de la invasión" las llamaba. Consistían en retroceder unos
kilómetros ante fuertes columnas españolas destruyendo líneas férreas,
para luego efectuar un avance envolvente, de Oriente a Occidente,
volviendo a cortar todas las comunicaciones, esta vez por el Oeste.
Dejaba así a un gran contingente de tropas sin apenas suministros que
fueron hábilmente hostigadas por guerrillas que, si bien eran muy
inferiores en número, estaban en pleno conocimiento del terreno,
produciendo centenares de bajas entre los "quintos" españoles, todos de
extracción social humilde, que eran llevados por decenas de miles a
pelear a Cuba.
Ante esta situación, Weyler
ordenó la concentración de la población rural del Occidente cubano en
núcleos urbanos que se convirtieron en campos de concentración, hecho
conocido en la historia como la Reconcentración de Weyler, para evitar
que los campesinos abastecieran a la guerrilla.
La proclama que daba inicio a la reconcentración decía:
1.-
Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores
fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las
tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o
que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado
rebelde y juzgado como tal.
2.- Queda
absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto
de partida, sacar alimentos de las ciudades y trasladarlos a otras, por
mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y
condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.
Es
difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como
consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Se estima que para
diciembre de 1896, unos cuatrocientos mil cubanos no combatientes se
catalogaban como reconcentrados en lugares escogidos para ese fin.
Crónicas de la época
"Los reconcentrados fueron aislados de la población, muchos de ellos murieron de inanición a bordo de los trenes que los transportaban. Algunos andaban desnudos por las plazas en busca de comida que no
existía. La situación se agravaba por día. Los sufrimientos y
calamidades aumentaban en la inhumana permanencia dentro de los
barracones, almacenes o refugios abandonados, durmiendo a veces en
patios. Ancianos, mujeres y niños morían continuamente".
"Las
zonas confinadas de alojamiento de los reconcentrados no guardaban las
condiciones higiénicas favorables sin control del agua, de la
disposición de residuales líquidos, sólidos, sin control de los
vectores, moscas y cucarachas, roedores, una higiene personal
desfavorable dada la escasez de aquella y de instalaciones sanitarias No
existían tampoco lavabos, ni camas, lo cual favorecía los casos de
enteritis diversas y disenterías. La población infantil era la más
afectada". (2)
La mentalidad española de los generales y soldados que realizaban esta planificada matanza era "como de una operación de limpieza de no asimilables". Para ellos, la
medidas que se tomaron crearon una situación compleja, al no poder suministrar alimentos a
estas poblaciones, ello conllevó graves condiciones de insalubridad, que
experimentaron hambrunas y epidemias.
Tomando números coincidentes en determinados textos, pudiera
señalarse que más de medio millón de cubanos sufrieron los horrores de
aquellos “campos”, una cantidad extraordinaria para la población de
entonces, y la cifra de vidas segadas se estima por encima de 300.000 seres humanos. Es decir, aproximadamente un 20% de la población de la
Isla.
Pero hay un testimonio que contradice esa cifra.
Este testimonio, son los son los importantes escritos realizados por José Canalejas. Quien, a los 43 años y después de haber
ocupado diversas carteras ministeriales (Fomento, Gracia y Justicia y
Hacienda hasta ese momento) se fue a Cuba, se alistó como un soldado más
y obtuvo la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo. Su objetivo
era obtener información de primera mano sobre la situación en la mayor
de las Antillas, describiendo de primera mano este genocidio:
«(…)
Curas y soldados, radicales y conservadores, todos convienen en que la
guerra y la concentración han originado la muerte de una tercera parte,
por lo menos, de la población rural, es decir, más de cuatrocientos mil
seres humanos; añada usted a ese número crecido de reconcentrados que
van padeciendo por días en proporciones aterradoras . Entre unos y
otros, población civil, insurrectos armados y soldados, la guerra, aún
acabando pronto representará la pérdida de seiscientas mil vidas. ¡Qué
horror!» (3)
Si bien mermó con la salida de Weyler, la tristemente célebre reconcentración estuvo vigente hasta marzo de 1898.
Cuando en 1897, el alcalde de Güines
visitó a Weyler para exponerle las terribles condiciones en las que se
encontraban los reconcentrados en esa villa y solicitarle algunas
raciones para evitar que siguieran muriendo de hambre, este le
respondió:
"¿Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre? pues,
precisamente, para eso hice la reconcentración".
Periódicos
de Estados Unidos como "The Word" y el "New York Journal"
lanzaron duros ataques contra su figura llegando a calificarlo de "el
carnicero de la Manigua" y de "la hiena mallorquina".
Fue
retirado de Cuba en octubre de 1897, cuando Sagasta sustituyó al
asesinado Cánovas.
Por otra parte,
en España a pesar del tono apocalíptico empleado por Blasco Ibáñez y
demás líderes republicanos en sus mítines a lo largo del país:
"Saldríamos
de este apático afeminamiento, el día en que en vez de desear
insurrecciones con toda clase de garantías y probabilidades, dijéramos
como el lacónico Saint Just, cuando le preguntaron con qué apoyo contaba
para la revolución: Contamos con la muerte. O cuando arrojando lejos de
nosotros a la sensatez, máscara de la cobardía, tengamos como bandera
el grito de Danton: Audacia, audacia y siempre audacia".
En
política exterior estos partidos estaban a favor, solamente, de
conceder una estructura autonómica a la "región española de Cuba".
La Reconcentración contribuyó a todo lo contrario
por lo que fue implantada: la indignación de toda la población, que provocó el incrementó de asesinatos, y
aceleró la lucha de los cubanos para su independencia de España.
Su
bisnieto, Fernando Weyler, defendía que su bisabuelo, capitán general de
las islas desde 1878 hasta 1883 y de 1896-97, fue al archipiélago para luchar por la
región y que sus actuaciones no tenían nada que ver con el fascismo.
Según él, los periódicos norteamericanos “machacaron” la imagen del
militar y le llamaron “el carnicero” para crear un estado de opinión que
facilitara a Estados Unidos entrar en Cuba. (4).
En
Palma, ciudad natal de Weyler, ningún partido con representación en el
consistorio ha planteado hasta el momento cambiar el nombre de la plaza.
Notas:
Enlaces consultados:
http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/10/20/a-125-anos-del-inicio-de-la-reconcentracion-en-cuba/
https://serhistorico.net/2018/02/16/valeriano-weyler-y-la-reconcentracion-cubana-heroe-o-carnicero/
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