Madrid vendida, no vencida
HACE
80 años Madrid cayó en poder de los militares monárquicos sublevados en 1936
contra la República. No se rindió, cumplió su promesa de resistir al fascismo,
en una defensa heroica que asombró al mundo, por la que fue llamada Capital de
la Gloria. Pero los militares republicanos encargados de su defensa, junto con
algunos civiles cómplices en la traición, habían acordado entregar la capital a
los primeros rebeldes, organizando una nueva rebelión interna contra el sistema
republicano legalmente instaurado en 1931. Tuvieron la desfachatez de llamar
Consejo Nacional de Defensa a su organización, constituida precisamente para no
defender la capital, sino permitir a los sublevados de 1936 ocuparla
tranquilamene, una vez la abandonaran ellos. Fue el domingo 5 de marzo de 1939,
nueva fecha para la infamia.
A media noche hablaron por los micrófonos de
Unión Radio y Radio España los infames dirigentes de la rebelón: el civil
presunto socialista Julián Besteiro, el coronel Segismundo Casado, comandante
jefe del Ejército del Centro, y el teniente coronel Cipriano Mera, jefe del IV
Cuerpo, supuesto anarquista. Invitaron a la población a aceptar la rendición
ante la Junta de Defensa Nacional de Burgos, constituida por los primeros
rebeldes el 24 de julio de 1936, integrada por cinco generales y dos coroneles.
Los nuevos rebeldes ni quieran fueron
originales en el nombre dado a su grupo de farsantes, porque imitaron el de los
iniciadores de la guerra, cambando solamente la condición de Junta por la de
Consejo. Ambos grupos facciosos decían defender a la nación, cuando lo que
hicieron, cada uno por su lado, fue destrozarla. Hubo unos defensores ciertos,
los españoles en cada rincón de su patria, enfrentados a los rebeldes.
El pueblo unido
Hasta entonces los madrileños habían superado con
heroísmo todas las dificultades del asedio y los bombardeos continuos a los que
era sometida la capital. Los testimonios recogidos por los historiadores son
unánimes en ese reconocimiento, y son incontables, por lo que bastará citar el
del socialista, éste sí verdadero, Julián Zugazagoitia en su libro de memorias Guerra y vicisitudes de los españoles, editado
en Buenos Aires en 1940, aunque se copia de la edición barcelonesa de Crítica
hecha en 1977, página 193:
Madrid en pie de guerra, la capital en línea
de combate. Sin defecciones. Todos improvisados soldados, todos trabajando para
la defensa de la ciudad. El viejo y el joven, la mujer y el niño. Un sacrificio
estéril, refunfuñaban los pesimistas, como si existiese un caso, uno solo, de
sacrificio infecundo. ¿No hay munición? ¡Se inventa! Y la inventaron los
metalúrgicos, acudiendo al expediente de recargar los cartuchos disparados y a
completar su fabricación con nuevos materiales que los técnicos recusaban.
Ignoro si esa cartuchería que inventaron los obreros del hierro tiene o deja de
tener defectos; lo que conozco es que sirvió a maravilla para defender la
capital.
Defendida por el pueblo, traicionada por los
militares que habían prometido fidelidad a la República. Faltaban los
alimentos, pero sobraba el orgullo. He oído relatar a un testigo que en la
ciudad asediada no quedó un gato vivo, porque primero eran los ciudadanos. Se
pasaba un hambre atroz, pero cuando los aviones facciosos bombardearon pan
sobre la ciudad, nadie lo cogió, todo fue a parar a las alcantarillas según mi
informador, testigo de los hechos. Citemos de nuevo a Zuga, como se le conocía
abreviadamente, ahora en la página 489:
La retaguardia estaba desnutrida y sólo por
un fenómeno inexplicable se mantenía en pie. Recuerdo la impresión que me
produjo un dictamen médico sobre la penuria colectiva de los madrileños en
punto a alimentación. Los madrileños, exactamente igual que los convalecientes
de una dolencia penosa, tenían media voz. Las madres con niños en período de
lactancia los alimentaban de su propia substancia vital, llegando a estados de
decaimiento rayanos en la inanición.
Madrid resistió valientemente, soportando la
caída de los obuses y las bombas, acogiendo los cuerpos muertos de los
patriotas, hombres, mujeres y niños. No se rindió, la rindieron los renegados
que irónicamente crearon el Consejo Nacional de Defensa para entregarla. No la
vencieron, la vendieron los felones que ya se habían entregado a la Junta de
Burgos.
El último día
El martes 28 de marzo de 1939 brillaba la
primavera en Madrid, cuando las hordas nazifascistas recibieron la ciudad
callada de los judas que debieron defenderla. A media mañana cruzaron las
calles los primeros vehículos rebeldes, ocupados precisamente por los moros,
encargados siempre de iniciar el terror en los lugares conquistados,
asesinando, violando y robando a las poblaciones civiles. Fue la señal para que
los quintacolumnistas se hicieran notar, colocando banderas monárquicas en los
balcones y saliendo a las calles con uniformes del Ejército rebelde, de la
Falange y del Requeté. También los curas y frailes que vivieron tranquilamente
durante los años de asedio se echaron a las calles, para denunciar a las mismas
personas que los habían protegido. Por los balcones abiertos se escuchaban los
himnos rebeldes.
Las tropas que asediaron inútilmente a la
villa durante dos largos años avanzaron entonces hacia el centro, sin encontrar
ninguna resistencia. Las ratas del Consejo Nacional de Defensa habían huido,
excepto el renegado Besteiro, que quiso
quedarse para entregar la villa a sus compinches, convencido de que iban a
premiarle la alta traición a la patria, pero fue encarcelado muy merecidamente.
No se disparó ni un tiro. El ejército leal estaba diezmado por los casadistas y
besteiristas, de modo que nadie se enfrentó a los invasores. Entraron en Madrid
porque se la entregaron sus cómplices, no porque la hubieran vencido, sino
porque se la habían vendido. Madrid no se rindió, nunca fue conquistada, sino
traicionada.
El día 29 el exgeneral Eugenio Espinosa de
los Monteros, jefe del Primer Cuerpo de Ejército rebelde, declaró el estado de
guerra en toda la provincia de Madrid. Así quedó oficializado el reinado del
terror iniciado la víspera, con detenciones y fusilamientos de republicanos.
Los diarios publicaban la lista de ejecuciones llevadas a cabo el día anterior,
junto a la cartelera de los cines y los horarios de las misas.
Se autorizó la publicación de los diarios
facciosos Abc, Arriba y Ya de la mañana, y los vespertinos Informaciones y Madrid, al servicio de los invasores. Los talleres en los que se habían impreso las publicaciones
republicanas fueron confiscados. Las sedes de los partidos políticos republicanos
y de los sindicatos de clase pasaron a pertenecer al partido y sindicato únicos
de los vencedores. Los depósitos en los bancos de los republicanos quedaron
confiscados. Los billetes y monedas de la República carecieron de valor.
Comenzó la sanguinaria posguerra, cuyas consecuencias pagamos todavía.
Eterno honor al pueblo de Madrid que
resistió el asedio, y eterno desprecio a los Besteiro, Casado, Mera y demás
compañeros de infamia.
¡Fue una traición, no una derrota!
¡Salud y República!
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTICO REPUBLICANO TERCER MILENIO
Hoy como ayer gritaremos ¡¡NO PASARAN!!, vivimos unos momentos en donde el enemigo vuelve a reproducir escenas como la de que aquellos tiempos, no se les puede dar paso bajo ninguna circunstancia, si el pueblo no despierta volverá a ser carne de cañón bajo las botas del fascismo.
ResponderEliminarBuenos días camaradas.
ResponderEliminarPodéis poner otro fondo para que se pueda leer ???
Muchas gracias
Salud y República