12 de marzo de 2019

El sábado en el Ateneo de Madrid, ciclo Obras Maestras del Cine Soviético, La Madre de Pudovkin





Proyectamos esta fantástica película, obra maestra de Vsevolod Pudovkin, "La Madre".

Su argumento está basado en la obra homónima de Máximo Gorki. 

1905. En una fábrica de la Rusia zarista se produce una huelga de trabajadores. Pavel Vlasov es un obrero activista, mientras que su padre Vlasov, también obrero, es captado por los que quieren romper la huelga. Tras la muerte del padre y el arresto y la farsa de juicio a la que es sometido Pavel, Pelageia Nilovna Vlasova, la madre, poco a poco va tomando conciencia de la situación, alineándose de forma cada vez más activa con las ideas de su hijo.

Análisis de la película "La Madre"

Por Nestor Guadaño

Pudovkin es un nombre clave en la historia del cine, junto a Eisenstein.

La Revolución de Octubre, desarrolló todas las facetas científicas y culturales que la propiedad privada de los medios de producción, los intereses del mercado y la elitista concepción del poder sobre la población habían impedido.

Una nueva sociedad requería nuevos enfoques, nuevas técnicas y sobre todo búsqueda de horizontes más cercanos a lo colectivo, a la mayoría de los trabajadores.

En el mundo cinematográfico, numerosos creadores soviéticos son quienes desarrollaron estos conceptos. Desde Kuleshov hasta Vertov, son decenas los cineastas soviéticos quienes aportaron sus visiones de la realidad. La mayoría desconocidos en Occidente, tanto en sus avances estéticos como didácticos, y mucho menos el desarrollo colectivo de sus guiones.

En 1925 en la URSS, en el marco de las celebraciones del 20 aniversario de la Revolución de 1905, se pensó en realizar varias películas conmemorativas de los eventos acaecidos aquel año. Se rodaron dos guiones: ‘Bronenósets Potyomkin (El Acorazado Potemkin)’, de Eisenstein y la película que nos ocupa: ‘Mat (La Madre)’, de Pudovkin.

La experimentación en torno al montaje y la planificación es tan vanguardista como la de Eisenstein, siendo impresionantes las metáforas visuales con elementos de la naturaleza, la utilización de contrapicados para reforzar la idea de poder o la utilización de primerísimos planos. 

Sin embargo en Pudovkin, la construcción de la historia es mucho más clásica, desarrollando la narración en torno a personajes protagonistas. De hecho, Pudovkin rechazó expresamente las consignas de Eisenstein y Kuleshov en cuanto a no usar actores profesionales y la disolución del protagonismo individual en favor del colectivo.

De este modo, el director siempre se apoyó en los actores, convirtiéndolos en uno de los elementos artísticos principales de sus trabajos. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que Pudovkin es uno de los primeros experimentadores de la dirección de actores, ya que consigue de ellos una fuerza y una expresividad inconmensurable.

Sus protagonistas, desgranan cada personaje para volcar una convicción interpretativa muy profunda, en este caso la protagonista de la historia, que va avanzando junto al espectador en un viaje tras el cual logran una toma de conciencia total. Se pasa de la individualidad a la conciencia social. El personaje se funde con el colectivo reivindicativo o de lucha, con el pueblo trabajador, que se une para derrocar al opresor incluso a riesgo de morir.  Después de tantos años desde la fecha de su estreno se mantiene como una obra referente del arte revolucionario.

Tiene además la valía, que en una película de 1926 una mujer se convierta en líder de una revuelta, aunque sea de una forma más o menos circunstancial, pero las imágenes adquieren más valor cuando previamente hemos visto cómo otra mujer es una de las líderes de la célula en la que está el hijo. No parece casual si recordamos que la Revolución Rusa se inició en febrero de 1917 precisamente con una movilización de obreras textiles que decidieron conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con una huelga.

¿Qué tiene de conmovedora esta película? 

Uno de los rasgos fundamentales del cine soviético es el protagonista colectivo. Son películas atípicas a ojos del espectador occidental del Siglo XXI, acostumbrado a héroes individuales que salvan el mundo con poderes sobrenaturales o acciones inverosímiles. En las obras de Dovjenko, Eisenstein o Pudovkin, basadas casi siempre en hechos históricos, el pueblo organizado y concienciado cambia, y revoluciona la sociedad mediante la acción conjunta. Fue Pudovkin quien supo mezclar historias individuales en contextos colectivos con mayor sensibilidad.

Pero este hilo conductor va mucho más allá. Atesora en breves minutos una diseccion absoluta de la sociedad, del porque de la Revolución Proletaria, de la enorme fractura social que había en el zarismo, pues a los obreros huelguistas los patronos y burgueses los ven como “buscalíos”, no entienden que es la propia explotación la que impulsa a la rebeldía.  

La propia madre, la gran protagonista de la historia, es una de estas que no termina de comprender por qué su hijo lucha contra los opresores. Y ahí es donde la película adquiere su enorme valor progresivo y cultural, que germinará en cada espectador, porque siguiendo la desgracia de esa madre, en el metraje final adquieren todas las imágenes un sentido, una coral belleza, de enorme emoción y fuerza arrolladora, asistimos a la toma de conciencia de la madre, que ante la injusticia y el abuso de poder decide pasar a la acción hasta sus últimas consecuencias.

Cada parte de la película encierra una fantástica melodía fílmica, pero sobre todo, la parte final, esas imágenes de la bandera sobrevolando las cabezas de los manifestantes, y la madre sola y convencida, caminando hacia la caballería son de una impresionante belleza y emotividad... 

La historia es muy sencilla pero la manera de narrarla, roturando de forma poética e incisiva la acción, es una contínua búsqueda de sensaciones, logrando la unión perfectra de los personajes y el contenido del drama, por todo ello, es de obligado visionado para los estudiosos del séptimo arte.

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