II) Historia de las controversias entre bolchevismo y trotskismo.
1º) Sobre el programa y el tipo de partido
Trotski ingresó en el Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia poco antes del Segundo Congreso de éste,
celebrado en 1903. El Congreso fundacional de 1898 no había resuelto las
cuestiones fundamentales y había sido víctima de la inmediata represión
de la policía zarista. Poco después, se extendió entre los militantes
más jóvenes la desviación oportunista del economismo. Los dirigentes más
firmes y experimentados -desde la prisión, el destierro y el exilio-
fundaron, a propuesta de Lenin, el periódico Iskra para
reorganizar el partido y hacer posible la celebración de su II Congreso.
En éste, Trotski se presentó como partidario de los iskristas pero, al
dividirse este grupo en dos alas, se decantó por los mencheviques,
contra los bolcheviques.
En la discusión del programa del partido, que ocupó casi dos tercios
del tiempo del Congreso, Trotski no se opuso a la inclusión en él de la
dictadura del proletariado, pero declaró que la existencia de ésta será
posible únicamente “cuando el Partido Socialdemócrata y la clase
obrera… se encuentren lo más cerca posible de la identificación. La
dictadura del proletariado no será la ‘toma del poder’ por medios
conspirativos, sino la dominación política de la clase obrera organizada
que constituya la mayoría de la nación”.[1]
Trotski nunca corregiría esta posición que le colocaba en el campo de
la socialdemocracia oportunista, frente a la lucha de los
marxistas-leninistas por alcanzar y consolidar la dictadura del
proletariado a través de la hegemonía de esta clase sobre las clases
intermedias de la sociedad. En el debate sobre los estatutos y el tipo
de organización, se posicionó con los mencheviques en contra del
carácter de vanguardia del partido defendido por Lenin. “Rótulo revolucionario+esencia reformista”: así caracterizó Lenin la actitud de Trotski en el II Congreso del POSDR.[2]
Después de este evento, colaboró activamente con los mencheviques
para impedir la aplicación de los acuerdos adoptados y atacó
violentamente las posiciones leninistas. En su artículo de 1904, Nuestras tareas políticas, calificaba a Lenin como: “fetichista de la organización”, partidario del “régimen de cuartel”, “dictador que quiere sustituir al Comité Central”, “dictador que quiere instaurar la dictadura sobre el proletariado” para quien “toda intromisión de elementos que piensen de otra manera es un fenómeno patológico”, instaurador de una “teocracia ortodoxa” y un “centralismo autócrata-asiático”; “¡No
puede manifestarse mayor cinismo hacia el mejor patrimonio ideológico
del proletariado que el que muestra el camarada Lenin! Para él, el
marxismo no es un método de análisis científico”; “… separa la
actividad consciente de la actividad ejecutiva. [Hay] el Centro, y, por
debajo, no hay más que disciplinados ejecutores de funciones técnicas”; Lenin está cegado por “la lógica burocrática de tal o cual ‘plan’ organizativo”, pero “el fiasco del fetichismo organizativo” es seguro; “El
jefe del ala reaccionaria de nuestro Partido, el camarada Lenin, da de
la socialdemocracia una definición que es un atentado teórico contra el
carácter de clase de nuestro partido”; Lenin “ha formulado una tendencia que se ha dibujado en el Partido, la tendencia revolucionaria-burguesa”; “La
tarea de la Iskra consistía en aterrorizar teóricamente a la
intelectualidad. Para los socialdemócratas educados en esta escuela, la
ortodoxia es algo muy próximo a esta ‘Verdad’ absoluta que inspiraba a
los Jacobinos [el partido burgués más radical de la Revolución francesa
de 1789-1794]. La Verdad ortodoxa prevé todo. El que contesta a esto
debe ser excluido; el que duda de esto se halla cerca de ser excluido”. “Esta
desconfianza de Lenin, malintencionada y moralmente penosa, esta clara
caricatura que ofrece de la intolerancia trágica del jacobinismo, no es,
hay que confesarlo, más que la herencia (y, al mismo tiempo, la
expresión) de la táctica de la antigua Iskra. Pero estos métodos y estas
prácticas, que tuvieron su justificación en determinada época
histórica, deben ser ahora liquidadas cueste lo que cueste porque, si
no, amenazan a nuestro partido con una completa descomposición:
política, moral y teórica”.
A cambio, el ideal de Trotski era “la personalidad política
global, haciendo respetar frente a todos los ‘centros’ su voluntad y
esto, bajo todas las formas posibles, ¡incluido el boicot!”. En definitiva, el credo de un intelectual pequeñoburgués, individualista y semi-anarquista.[3]
Vemos cómo, en su juventud, Trotski lanzó contra Lenin las mismas
acusaciones, y con la misma hostilidad, que dirigiría más tarde contra
Stalin. Su concepción de la revolución y del partido de la clase obrera
era muy diferente a la de Lenin y los bolcheviques, por no decir
diametralmente opuesta, es decir, menchevique. Más tarde, Trotski
pretendería que “la revolución había sido traicionada” por Stalin y la dirección del Partido bolchevique. Sin embargo, como Harpal Brar observa muy pertinentemente, “si
las ideas oportunistas de Trotski sobre la organización hubieran
prevalecido, no habría habido Partido, por lo que ninguna revolución
habría podido ser ‘traicionada’.”[4]
En 1904, fue apartado de la redacción menchevique de la nueva Iskra
¡por su enfoque excesivamente derechista sobre la guerra ruso-japonesa
de 1904-05!: no veía tras ella el interés imperialista de la burguesía,
sino únicamente el de la autocracia.[5]
Entretanto, los bolcheviques conseguían cohesionar tras de sí a la mayoría de los comités del POSDR.
2º) Sobre el carácter de la revolución rusa, sus fuerzas motrices y la táctica para conducirla a la victoria
La primera revolución rusa de 1905-07
puso en movimiento a todas las clases y partidos del país. Las mostró
mutuamente y al mundo entero, escribía Lenin, “en su auténtica
naturaleza, en la verdadera correlación de sus intereses, de sus
fuerzas, de sus medios de acción, de sus objetivos inmediatos y lejanos”[6].
No se trataba todavía de una revolución socialista, puesto que el
obstáculo a remover era el régimen político y económico de la
aristocracia terrateniente que tenía como antagonista a la mayoría
campesina de la población con su demanda de tierra. En definitiva, se
trataba de una revolución democrático-burguesa.
La revolución planteó ante el partido la tarea de dirigir
políticamente a la clase obrera, forjar la alianza del proletariado y
del campesinado y unir estrechamente todas las fuerzas revolucionarias
para luchar contra la autocracia. Eran “exigencias que la historia
no había presentado nunca ni en ningún sitio a la clase obrera en la
época de la revolución democrática”.[7]
“Esta revolución —subrayaba Lenin— marca precisamente
un período de desarrollo de la sociedad en el que la masa de ésta se
encuentra precisamente entre el proletariado y la burguesía, forma un
amplísimo sector pequeñoburgués, campesino”.[8]
En su libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática,
Lenin mostró que la revolución democrática burguesa triunfante, cuya
fuerza hegemónica sería el proletariado, no debería conducir a la
conquista del poder por la burguesía ni al establecimiento de “un gobierno de la democracia obrera”,
sino a la dictadura democrática revolucionaria de los obreros y de los
campesinos. El carácter de este gobierno, señalaba Lenin, “define
tanto a las clases en las cuales pueden y deben apoyarse los nuevos
‘constructores’ de la nueva superestructura como su carácter (dictadura
‘democrática’ a diferencia de la socialista) y el método de construir
(dictadura, esto es, aplastamiento por la violencia de la resistencia
violenta, armamento de las clases revolucionarias del pueblo)”.[9]
“Sólo el proletariado está en condiciones de llevar hasta el fin
la revolución democrática, a condición de que, como única clase
revolucionaria hasta el fin de la sociedad contemporánea, lleve tras de
sí a la masa del campesinado a la lucha sin cuartel contra la propiedad
agraria terrateniente y el Estado de la servidumbre…”.[10]
La dirección proletaria es la que permitiría transformar la
revolución democrática, en poco tiempo, en una revolución socialista, de
modo que la revolución rusa se desarrollaría ininterrumpidamente en dos
etapas.
Los mencheviques, en cambio, deducían del carácter burgués de la
revolución rusa que la clase obrera no debía intentar dirigirla, sino
apoyar a la burguesía liberal hasta que ésta convirtiera a Rusia en un
país de capitalismo desarrollado, en el que el proletariado abarcase la
mayoría de la población. Para ellos, entre la revolución burguesa y la
revolución socialista tendrían que transcurrir muchos años, incluso
decenios.
En el período culminante de la primera revolución rusa, Trotski dirigía con Parvus el periódico Rússkaya Gazeta,
pretendidamente neutral entre mencheviques y bolcheviques; pero, al
mismo tiempo, ambos colaboraban con el periódico menchevique Nachalo.
Su proclamada equidistancia enfilada a unir las dos alas del partido
habría sido positiva si la controversia entre éstas hubiera versado
sobre cuestiones secundarias y no sobre cuestiones de principios: si los
bolcheviques no hubieran sido los firmes partidarios de los principios
marxistas y los mencheviques, quienes se dedicaban a tergiversarlos para
justificar su tendencia a conciliar con la burguesía. En vez de
contribuir a resolver esta discusión, Trotski y Parvus la embrollaron
con el absurdo anti-materialista de negar el carácter burgués de la
revolución rusa. Su consigna “sin zar, por un gobierno obrero” pretendía superar por la izquierda a los bolcheviques, pero no era más que otra frase en el aire, ajena a la realidad.
“La original teoría de Trotski —explicaría Lenin más tarde— toma
de los bolcheviques el llamamiento a una decidida lucha revolucionaria
del proletariado y a la conquista por él del poder político, y de los
mencheviques, la ‘negación’ del papel del campesinado”[11].
Había nacido la teoría trotskista de la “revolución permanente”
que introduciría el aventurerismo revolucionario de Bakunin en el
movimiento marxista. Trotski explica su teoría particular sobre la
revolución permanente en su obra 1905, publicada en 1909. Esta
teoría se diferencia sustancialmente del punto de vista de Marx y Lenin
sobre el carácter continuado, ininterrumpido o permanente de la
revolución, como bien explica Stalin en su obra Los fundamentos del leninismo.[12]
La tormenta revolucionaria de 1905-07 puso en evidencia el
menchevismo de Trotski, a menudo eclipsado por su lenguaje
“izquierdista”:
1º) Trotski consideraba que el principal método de lucha era la
huelga general, que debía repercutir en los países adelantados de
Occidente y servirles de señal para la revolución socialista. En el
fondo, Trotski negaba la necesidad de la insurrección armada, su
organización y su preparación. “La huelga política general —decía— es, en su esencia, una insurrección”.[13]
En uno de los prólogos a su folleto El 9 de enero, Trotski escribió que el tumultuoso movimiento revolucionario de 1903 le había enseñado que “el zarismo sería derrocado por la huelga general”
y no por una insurrección armada. Este mismo punto de vista lo expuso
en la carta del 14 de junio de 1906 al CC del POSDR, en la que
justificaba a los mencheviques por no haberse dedicado al aspecto
técnico de la preparación de la insurrección ni a armar a la clase
obrera[14].
Posteriormente Trotski intentó caracterizar asimismo la huelga
política general de octubre de 1905 como un movimiento espontáneo,
negando que había sido una forma revolucionaria nueva, un medio de
llevar a las masas a la insurrección armada.
La actitud de Trotski ante la insurrección dimanaba del enfoque
antimarxista de los mencheviques del desenvolvimiento del proceso
revolucionario. Lo mismo que éstos, Trotski conceptuaba la insurrección
como un acaecer espontáneo e ineludible de los sucesos, y por eso
menospreciaba la labor de organizar prácticamente la insurrección, de
conseguir armas y de formar destacamentos revolucionarios. “Por importantes que sean las armas —decía en plena revolución—, no
está en ellas la fuerza principal. ¡No, no está en las armas! No es la
capacidad de las masas para matar, sino su gran disposición a morir lo
que, desde nuestro punto de vista, asegura en última instancia la
victoria de la insurrección del pueblo”.[15]
Claro que la “gran disposición a morir”, o sea, la
fidelidad sin reservas a la revolución, es una condición indispensable
para la victoria de la insurrección, pero siempre que el acento se
ponga en organizar esta victoria insurreccional. En cambio, los
razonamientos de Trotski sobre la insurrección significaban una
negativa rotunda a su organización. Expresaban el papel que los
mencheviques reservaban a la clase obrera, no como dirigente, sino como
carne de cañón de la revolución encabezada por la burguesía.
2º) El 18 de octubre de 1905, por acuerdo del Comité de San
Petersburgo del POSDR, los bolcheviques organizaron una manifestación de
los obreros de esta capital para liberar a los presos políticos. Cuando
las multitudes se aproximaban al edificio en el que estaba reunido el
Comité Ejecutivo del Soviet de San Petersburgo, los bolcheviques
propusieron a los miembros del Comité Ejecutivo, mayoritariamente
mencheviques, que encabezaran la manifestación. Esta propuesta los
pilló desprevenidos. Tras largas discusiones, se eligió para dirigir la
manifestación a los mencheviques Trotski y Sverchkov y al bolchevique
Knuniánts. Cuando los manifestantes hubieron recorrido durante más de
ocho horas las calles de la ciudad y llegaban ya a la cárcel, Trotski
les mintió al anunciarles que el gobierno había dado la amnistía a los
presos políticos y disolvió la manifestación. Poco después Knuniánts se
enteró de que la declaración de Trotski había sido una maniobra para
hacer fracasar la iniciativa bolchevique. Pero ya era tarde para
recomponer la situación.[16]
3º) El 12 de octubre de 1905, Trotski al frente del Comité Ejecutivo
menchevique del Soviet de San Petersburgo defendió cesar la lucha por la
jornada laboral de 8 horas cuando los patronos, con ayuda del gobierno,
despidieron a cien mil obreros como represalia. Frente a ellos, los
bolcheviques proponían preparar la insurrección. Al proponer Lenin una
resolución en este sentido, fue aprobada por la unanimidad del soviet,
aunque sus dirigentes mencheviques siguieron negociando con los patronos
contra la voluntad de los obreros. A propuesta de Trotski, se acordó
alejar las tropas de la capital, lo que privaba al proletariado de la
posibilidad de apoyarse en las masas de soldados para la lucha
revolucionaria. Reiteradas veces, intervino para acabar con las huelgas
políticas de octubre y noviembre. Cuando se supo que el gobierno se
proponía detener a los miembros del soviet el 3 de diciembre, en vez de
interrumpir inmediatamente la reunión, Trotski continuó hablando. Como
consecuencia de esto, gran parte de ellos fueron detenidos y el Soviet
de San Petersburgo no pudo convertirse en órgano de la insurrección
armada ni pudo apoyar la insurrección armada de diciembre en Moscú.[17]
Citas:
[1] Segundo Congreso del POSDR, Actas,
ed. en ruso, pág. 136, Moscú, 1959. Citado en “La lucha del partido
bolchevique contra el trotskismo”, t. I, págs. 15 y 16, Editorial
Progreso.
[2] Obras Completas, en ruso, t. 49, pág. 356.
[3] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1904/tareas.htm.
[4] Trotskisme ou léninisme, Harpal Brar. http://www.communisme-bolchevisme.net/download/Trotskisme_ou_leninisme_Harpal_Brar.pdf
[5] Nuestra campaña militar, Trotski. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 42-43.
[6] Obras Escogidas, en tres tomos, en ruso, t. 2, pág. 24.
[7] Obras Completas, en ruso, t. 10, pág. 218.
[8] Obras Completas, t. 10, pág. 9.
[9] Obras escogidas, en tres tomos, t. I, pág. 572.
[10] Obras Completas, t. 15, págs. 366-367.
[11] Sobre las dos líneas de la revolución, OO.CC., t. XXIII, pág. 51, Ed. Akal.
[12] https://www.marxists.org/espanol/stalin/1920s/fundam/fundam3.htm
[13] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 81.
[14] Idem.
[15] Idem.
[16] Ibídem, pág. 82.
[17] Ibídem, págs. 82 a 87.
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