18 de junio de 2018

El intento de golpe contrarrevolucionario de 1953 en la RDA: lo que no te contarán nunca los medios hegemónicos

Por Berlín Confidencial.



Cientos de miles de berlineses se manifestaron en la tarde del 26 de junio de 1953 ante la Cámara de Ministros en la Leipziger Strasse, expresando su apoyo al gobierno de la RDA y al Partido Socialista Unificado (SED). Foto: Jóvenes de Berlín Este desfilan por la avenida Karl-Marx-Allee [antes Stalinallee]. La pancarta dice “Nuestra respuesta a los provocadores: la confianza firme en nuestro gobierno”

Este año (hoy 17 de junio) se cumple el 65 aniversario del llamado propagandísticamente por Occidente “levantamiento de 1953”, una serie de revueltas supuestamente “populares” que acontecieron en varias ciudades de la República Democrática alemana contra el gobierno del país. El descontento de un sector de los trabajadores por la difícil situación económica de la RDA, país que había partido desde un contexto desfavorable tras la II Guerra Mundial, fue aprovechado por un numeroso grupo de agitadores venidos de Berlín occidental, previamente adiestrados para la realización de sabotajes y actos terroristas, quienes pretendieron desestabilizar y cambiar el curso socialista del país. No sólo en los medios de comunicación, sino también en los libros de historia de la República Federal de Alemania y, en general, de Occidente, hoy se difunden amplias falsedades de lo que fue el intento de golpe contrarrevolucionario en la RDA, el 17 de junio de 1953, cuyo objetivo no era otro que el de provocar la anexión “expréss” de la RDA a la RFA e integrarse en el área de influencia de EEUU y la OTAN.

En los textos escolares de Alemania, y en los libros de historia occidentales, se pueden leer falsificaciones como las siguientes: “Los trabajadores de la RDA exigieron libertad política, elecciones libres y secretas y la retirada del Ejército Rojo”. Esto es completamente falso ya que esas demandas provinieron, fundamentalmente, de los agentes provocadores que EEUU y la RFA enviaron a la RDA, a través de Berlín Occidental, para radicalizar las protestas y cometer violencia en varias ciudades alemanas orientales, de modo que condujesen a la caída del gobierno comunista. Gracias a la intervención del ejército soviético y la firme determinación de la mayoría del pueblo de la RDA se pudo evitar un golpe de Estado. Pero el rodillo capitalista se ha encargado siempre de dar una versión sobre el golpe de 1953, y sobre la historia de la RDA, absolutamente manipulado.

Resulta cuanto menos curioso cómo la versión de aquellos acontecimientos de 1953 propagada por la Alemania Federal-Unificada es coincidente con la de algunos criminales de guerra nazis como el caso del que fue comandante de las SS en Italia, Erich Priebke, (quien ordenó la matanza de 335 civiles en las Fosas ardeatinas de Roma) cuando éste, en una alocución dada en el Colegio Alemán-nazi de Bariloche (Argentina), en 1975, donde estaba prófugo, dijo que el “levantamiento de 1953 fue un acto pacífico y popular” al mismo tiempo que se atrevía a recordar a las supuestas “víctimas” de aquellos hechos. De las suyas, en Italia, nunca se acordó, claro. Pero lo que verdaderamente recordaba y homenajeaba Priebke era a sus amigos nazis reclutados como grupos terroristas por Alemania Occidental (el Grupo de Lucha contra la Inhumanidad, entre otros) que fueron enviados a Berlín Este para ejecutar la fallida contrarrevolución fascista con el apoyo de los que estaban infiltrados en los comités de huelga, muchos de ellos con pasado nazi.

De lo que no cabe la menor duda es que el “experimento” occidental del “levantamiento” de la RDA, de 1953, sirvió como modelo a Occidente para ser puesto en práctica años después en Hungría (1956), Checoslovaquia (1968), en la guerra de EEUU, Alemania y la OTAN contra Yugoslavia (años 90) y más modernamente en las llamadas  “revoluciones de colores” (Georgia o el golpe nazi de Maidan, en Ucrania, apoyado por EEUU y la UE), el derrocamiento de Gadafi en Libia o en la campaña terrorista de EEUU, Israel y la OTAN en Siria apoyando a sus diferentes marcas “yihadistas”.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS: LA GUERRA ENCUBIERTA DE OCCIDENTE CONTRA LA RDA

El 7 de octubre de 1949, el primer estado socialista se había fundado en suelo alemán con la constitución de la República Democrática Alemana.  A diferencia de la “otra” Alemania, en la RDA los criminales nazis fueron barridos casi en su totalidad (por supuesto, quedaron simpatizantes o ex militantes del NSDAP) y no se les permitió que accediesen a ningún tipo de responsabilidad gubernamental sino que, al contrario, recibieron su justo castigo en los Juicios de Waldheim siendo condenados y sus bienes expropiados, algo que, obviamente, sentó muy mal en Alemania del Oeste que se había convertido en un cómodo refugio para miles de criminales de guerra nazis y fervientes militantes de la causa nacionalsocialista (aunque ahora integrados, la mayoría de ellos, en las siglas conservadoras del CDU-CSU).

La revancha contra los que iniciaron aquellos juicios contra el nazismo en la RDA, se materializó tras la ilegal anexión de la RDA en 1989, lo que hizo posible que se abriesen procesos penales contra jueces y fiscales de la RDA, como Otto Fuchs, (del que hablaré en la segunda parte del genocidio silencioso contra la RDA) que habían condenado a criminales de guerra nazis. Otro elemento revanchista lo constituyó el hecho de que en la RDA, tras la constitución como Estado, se había iniciado una reforma agraria que supuso que a los grandes terratenientes, industriales y bancos, la columna vertebral crucial del régimen de Hitler, les fueran expropiados sus bienes sin compensación alguna. Tras la “reunificación” alemana en 1990 aquéllos bienes fueron reintegrados a sus antiguos propietarios nazis.

EEUU, nada más terminar la II Guerra Mundial, comenzó su andadura anticomunista, cerrando el falso teatro anti-nazi de Nuremberg con la ejecución de los más relevantes del III Reich, y empezó a hacer borrón y cuenta nueva con el acopio de notables nazis que habían dirigido o ejecutado asesinatos masivos de civiles (sobre todo en el frente oriental) con el objetivo de utilizarles en la demolición del bloque soviético. En particular, servicios de espionaje como la CIA, y su aliado neohitleriano, el BND de la República Federal de Alemania, más el MI6 inglés, reclutaron ex miembros de la Gestapo y ex soldados las Waffen SS como tropas mercenarias de combate. La política exterior de EEUU y sus lacayos imperialistas de Europa Occidental se encaminó a la tarea de “liquidar” el comunismo a cualquier precio.

La estrategia operativa anticomunista de Washington fue encabezada por los hermanos Dulles, el que era jefe de la CIA, Allen Dulles (quién dijo, en plena II Guerra Mundial, en referencia a los nazis “nos hemos equivocado de enemigo”) y John Foster Dulles, a la sazón Secretario de Estado, cuya tarea fue la de hacer creer a la opinión pública estadounidense que el plan de lucha contra el comunismo no era otra cosa que una “cruzada por la libertad”. La doctrina era bien nítida: era legítimo interferir en los asuntos internos de otros países, especialmente los socialistas, mediante cualquier método, ya fuese el uso del terrorismo u otros tipos de intimidación para socavar el orden comunista.

Para hacer efectiva esta doctrina había que cercar a los países socialistas a través del uso, por ejemplo, de bases militares y tratados bilaterales que reforzasen la presencia estadounidense en Europa. La creación, en 1949, de un instrumento militar agresivo, neocolonial e imperialista como fue la OTAN sirvió para este pretexto, consolidando, al mismo tiempo, el dominio estadounidense sobre sus vasallos europeos. Esta fue la principal herramienta de ataque contra los países socialistas en el área europea e incluso para extender la influencia imperial incluso mucho más allá y el punto de partida para la creación de nuevos sistemas de pactos en otras partes del mundo, donde el imperialismo estadounidense decidió reforzar su dominación sobre otras regiones, como se ha podido ver recientemente con la adhesión de Colombia a la OTAN.

El vínculo decisivo en la estrategia neocolonial estadounidense contra los estados socialistas del Este de Europa fue la Alemania Federal del canciller Konrad Adenauer, un personaje del que cabe recordar fue blanqueado su pasado por los Aliados occidentales para comandar el país heredero del III Reich. Adenauer, siendo alcalde de Colonia, había sido muy condescendiente con la parafernalia nazi (desfiles, estandartes nazis en el Ayuntamiento, etc), además de pertenecer a la pronazi Orden Teutónica, cuya simbología copió el régimen nacionalsocialista, y de estar presuntamente implicado en el intento de golpe pro-nazi del ex Secretario del Ministerio de Propaganda de Goebbels, Werner Naumann, en 1953. La idea imperialista del Secretario de Estado norteamericano de Eisenhower en los años 50, John Foster Dulles, para la RDA era la siguiente: “Al llevar a Alemania Oriental a la esfera occidental de poder, se podría obtener una posición estratégica avanzada en Europa Central que socavaría las posiciones militares y políticas comunistas soviéticas en Polonia, Checoslovaquia, Hungría y otros países vecinos”

Con este fin, los EEUU diseñaron una campaña de agresión dirigida contra la RDA, la República Popular de Polonia, la Unión Soviética y Checoslovaquia con la que pretendían liquidar el sistema socialista y reorganizar territorialmente Europa Central y Oriental. El gobierno neohitleriano de Bonn (RFA), con el Canciller Adenauer, consideró que esta “política de fuerza” era el principal instrumento para la plasmación de sus objetivos agresivos y revanchistas. Esta fortaleza debía lograrse mediante el poder económico, la remilitarización y la potenciación de sus propios poderes sobre la OTAN, donde la RFA, a través de la influencia militar de los criminales de guerra nazis de Hitler (Erich Von Mannstein o Adolf Heusinger, entonces en la cúpula  militar del ejército heredero de la Wehrmacht, el Bundeswehr) estaba buscando puestos de mando.

Después de 1949, en la RFA esperaban que la RDA pudiera ser “engullida” rápidamente debido a su menor territorio, población y poder económico. En la RFA se esforzaron en presentar a la RDA como un Estado que no existía en el Derecho internacional, que no tenía legitimidad alguna y que pertenecía por derecho a la RFA. La llamada “doctrina Hallstein” (en honor a su promotor, el ex nazi Walter Hallstein, uno de los fundadores de la Comunidad Europea, luego Unión Europea, otro personaje al que también le fue blanqueado oportunamente su pasado nazi) propugnaba el aislamiento y el no reconocimiento de la RDA en los foros internacionales.

La llamada “crisis de Berlín de 1961” (un conjunto de provocaciones militares de Occidente destinadas a desestabilizar el territorio de la RDA que hizo que el líder soviético Jrushchov emitiese un ultimatúm a las potencias occidentales para que retirasen de Berlín Occidental todas sus tropas mlitares y la ciudad se convirtiera en zona neutral) fue abortada por la determinación del poder de los trabajadores y campesinos de la RDA, así como por la unidad del resto de países socialistas que fraternalmente dieron su apoyo a la RDA y que culminó con la construcción de la Barrera Protectora Antifascista en agosto de 1961 (llamada despectivamente en Occidente “Muro de Berlín” o de la “vergüenza”).

El llamado “Muro” fue una necesidad histórica del país, no sólo para cerrar el paso a las redes nazi-fascistas del Oeste (la Organización Gehlen y otras como el Grupo de Combate contra la Inhumanidad, que actuaba disfrazada de organización de “derechos humanos”), impermeabilizando con una frontera el paso de terroristas, sino también para evitar una invasión de la OTAN quien tenía planes preparados para ello (el llamado plan DECO II) y, sobre todo, para acabar con el ignominioso contrabando económico que estaba afectando gravemente a la economía de la RDA. Occidente dio otro relato propagandístico a la “crisis de 1961”: la RDA quería impedir la fuga de sus ciudadanos del país.

El peligro inmediato de una nueva guerra, que habría convertido a Alemania en un infierno 16 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, fue evitado por la prudencia de la RDA de construir la barrera antifascista de 1961. 

LA CRISIS DE 1953 Y EL FRACASO DEL GOLPE DE ESTADO DE ALEMANIA FEDERAL Y EEUU CONTRA LA RDA

El comienzo del rearme de la República Federal de Alemania a principios de los años cincuenta, su inclusión en el sistema de alianzas occidentales y la campaña de Occidente de pasar a la “acción” contra el socialismo en detrimento de la política de “contención”, requirió contramedidas apropiadas en los países socialistas y en la RDA.  Para la RDA, esto significaba la necesidad de hacer nuevos planes, a través de la tarea adicional de desarrollar sus propias fuerzas de defensa en una medida mucho mayor de lo planeado. Como no había recursos financieros y laborales disponibles para esta tarea, esto significó recortar todos los demás programas presupuestarios del plan económico.  Las dificultades a las que vió abocada la economía de la RDA se evidencian claramente en un borrador de una carta del Comité Central del SED dirigida al Gobierno de la URSS en enero de 1953.

De este modo, El 20 de enero de 1953, el Buró Político del Comité Central del SED confirmó que el proyecto de presupuestos para 1953 se basaba en un programa de medidas de austeridad, donde se iba a contener el gasto en administración, cultura, salud, aumento de precios en varios productos básicos, la supresión de reducciones en tarifas y otras 33 medidas de austeridad que totalizaron, finalmente, alrededor de un billón y medio de marcos.

Así pues, ya a comienzos de 1953, especialmente bajo una fuerte presión política, económica e ideológica del imperialismo, hubo disrupciones en la economía de la RDA.  Esto ocasionó dificultades en la población, lo que a veces condujo a la insatisfacción entre las capas pequeñoburguesas de la gente, pero también entre la clase trabajadora, lo que ocasionó una situación muy favorable para todas las fuerzas antisocialistas de dentro y fuera de la RDA. El Politburó del Comité Central del Partido Socialista Unificado (SED, 9 de junio de 1953) y el Consejo de Ministros de la RDA (11 de junio de 1953) adoptaron inmediatamente medidas para superar las dificultades. Bajo estas premisas, las fuerzas reaccionarias imperialistas decidieron intentar, aprovechando una coyuntura que les era favorable, un golpe contrarrevolucionario contra la RDA, antes de que las medidas del partido y el gobierno fueran exitosas.

El 17 de junio de 1953, fue el día señalado por el Oeste para dar comienzo al golpe de Estado contra la RDA. Innumerables agentes de varios servicios de inteligencia occidentales (entre ellos la CIA y el BND de la RFA), fueron transferidos desde Berlín Occidental a la capital de la RDA (Berlín Este) y a algunos otros distritos-ciudades del país (recordemos que no existía la frontera o Muro de defensa antifascista y Berlín Oeste estaba en territorio RDA). Los agitadores tuvieron éxito, en un principio, en su cometido, tanto en Berlín Este como en otros lugares de la República Democrática ya que lograron promover paros temporales y manifestaciones.  Mientras, en algunas ciudades, grupos perfectamente organizados de provocadores y criminales se dedicaron al saqueo, a ejecutar incendios, arrancar lemas socialistas e incluso a golpear y asesinar a trabajadores. También lograron sacar de las cárceles a criminales de guerra nazis y pidieron el derrocamiento del Estado de Obreros y Campesinos.

Sin duda, se trataba de una prueba de fuego para el joven Estado socialista de la RDA que, pese a la perversa propaganda que ha ido vertiendo a lo largo de los años la República Federal alemana y el resto de Occidente sobre estos acontecimientos, hay que decir que una mayoría aplastante de la clase trabajadora y el resto del país se mantuvo al lado del gobierno socialista de la RDA. En numerosas empresas, las más grandes, como la Eisenhüttenkombinat Ost, en las fábricas de hierro en la parte oeste del país (Calbe), en la industria minera, así como en la acería y las factorías de laminación de Brandenburg, los trabajadores rechazaron enérgicamente a los provocadores.

Para proteger al país del hampa subversiva de Occidente se organizaron guardias obreros de combate en las fábricas y los que no estaban, en un principio, al tanto del carácter golpista de las movilizaciones contrarrevolucionarias luego se fueron dando cuenta de ello y se distanciaron de los agitadores violentos. Regresaron al trabajo y ayudaron, en muchos casos, a arrestar a los delincuentes-provocadores. Gracias a la acción decidida de los sectores de vanguardia de la clase obrera y sus aliados, junto a las fuerzas soviéticas y las fuerzas armadas de la RDA, el golpe contrarrevolucionario fue destruido en 24 horas. El intento de eliminar por la fuerza a la RDA y el socialismo en suelo alemán había fracasado.

Una manifestación multitudinaria, el 26 de junio de ese año, en Berlín Oriental, de cientos de miles de personas mostró su apoyo al gobierno de la RDA y en contra de las provocaciones golpistas de Occidente. Otto Grotewohl, primer jefe de gobierno de la RDA, dijo del intento de golpe de 17 de junio de 1953: “Muchos trabajadores con conciencia de clase presenciaron los sucesos y afirmaron: Hemos visto muchas huelgas, pero donde se destruyen casas de trabajadores, se saquean empresas nacionales, se derriban banderas rojas y se incendian allí ya no se habla de una lucha por los intereses de los trabajadores sino que el enemigo de clase está actuando contra ellos”.

Sin embargo, a pesar del revés sufrido en 1953, en la RDA, Occidente no abandonó su política agresiva hacia la RDA.  Por el contrario, persistieron en sus acciones hostiles contra la RDA y el resto de los países socialistas. Dos años después del intento fallido de golpe de Estado contra la RDA, en la primavera de 1955, se elaboró en los EEUU un plan de acción detallado contra la RDA para el cual se crearon organizaciones e instituciones especiales para la desestabilización del Este socialista de Europa.  El principal centro de propaganda fue el “Comité para una Europa Libre”, que, si bien era oficialmente considerado como una institución privada, en realidad estaba financiado y dirigido en su totalidad por el gobierno de los Estados Unidos.  El Comité creó la estación de radio “Europa libre” en Munich y dirigió innumerables acciones criminales contra los países socialistas.

El ejemplo de lo sucedido con los acontecimientos golpistas en Hungría en 1956 puso de relieve el papel involucionista desempeñado por las naciones imperialistas. La analogía húngara con la alemana de la RDA en 1953 fue muy similar. La economía húngara, al igual que las de otros países socialistas, tuvo que luchar casi en solitario frente al boicot capitalista, por lo que sufrió fuertes desequilibrios que provocó dificultades de suministro e insatisfacción entre la población.  A estas dificultades de desarrollo en la construcción del socialismo en Hungría, se añadió el informe-basura “antiestalinista” del líder soviético, Nikita Jruschov, en febrero de ese año, durante el XX Congreso del PCUS, que posibilitó que hubiera un escenario adecuado para Occidente con el que forzar la propaganda antisoviética dentro del país magiar.

Aunque la contrarrevolución húngara de 1956 ya se trató ampliamente en otra entrada conviene, de nuevo, recordar, que el imperialismo jugó en Hungría con las mismas bazas subversivas que en el mal llamado “levantamiento de 1953” en la RDA: introdujo armas y elementos hostiles golpistas en Hungría, propagó y diseminó en el país, incesantemente, publicidad agresiva llamando al derrocamiento del gobierno socialista húngaro a través de Radio Free Liberty o lanzando propaganda que había sido fabricada en Baviera, en Alemania Federal, mediante el envío de globos al espacio aéreo húngaro y también mediante la infiltración de grupos de terroristas (pro-nazis y pro-occidentales) que cometieron innumerables crímenes contra funcionarios comunistas húngaros o simples ciudadanos no conformes con la violencia perpetrada por las bandas nazi-húngaras.

En definitiva, en el levantamiento de 1953 en la RDA no estuvieron en juego ni “elecciones libres”, ni mejorar el nivel de vida de los germano orientales, ni la manoseada “libertad capitalista”, sino que grupos bien organizados de provocadores procedentes de Berlín Occidental se aprovecharon de la buena fe de una parte de los trabajadores de Berlín Este y otras ciudades de la RDA para organizar paros armados y manifestaciones violentas de modo que desembocasen en una represión que hiciera caer al gobierno comunista. El Politburó del SED aplicó todas las medidas necesarias y correctas para eliminar las causas de la insatisfacción en la población y mejorar el sustento de los trabajadores, algo que pretendieron evitar los agentes terroristas enviados desde el Oeste cuya intentona golpista, finalmente, fue aplastada por la fuerzas  populares de la RDA y el ejército de la Unión Soviética.

A partir de entonces, el acoso contra la RDA fue “in crescendo”, con Occidente conspirando, un día sí y otro también, para derrocar el Estado de obreros y campesinos a través de sus agentes terroristas y saboteadores, algo que finalmente fue cortado o evitado en agosto de 1961 cuando las autoridades de la RDA decidieron poner fín a la campaña de provocaciones terroristas y contrabandismo en el país con la construcción de la Barrera Protectora Antifascista en Berlín Oriental, que no evitó, a pesar de ello, ni la construcción de túneles desde “el otro lado del Muro” ni el asesinato de guardias fronterizos de la RDA (que cumplían su deber de proteger el país).

Lo que queda en el aire es la cuestión de por qué el movimiento comunista, tanto en la RDA como en otros países socialistas, no encontró las fuerzas internas necesarias para poner fin al proceso revisionista iniciado por Jrushchov en la URSS en 1953, un proceso que hizo que el bloque socialista (incluida la Unión Soviética) optara por seguir la senda tramposa de la “coexistencia pacífica” y el postcomunismo-farsa del prestidigitador soviético y fueran capitulando por etapas hasta llegar a la implosión precipitada por el agente de Occidente en la URSS, Mijaíl Gorbachov. en 1985. Tal vez la respuesta, o una de ellas, esté en que había una inevitable (por tanto, necesaria) dependencia militar y también económica de los países socialistas con el gigante soviético que condicionaba cuestionar las directrices del Kremlin. Una prueba de ello es cuando Stalin falleció: Moscú ordenó que todos sus retratos y calles fueran retirados/suprimidas en todos los países del Pacto de Varsovia.

En cualquier caso, como decía el historiador comunista alemán occidental, Kurt Gossweiler “Solo cuando se dé la respuesta correcta, el movimiento comunista volverá a ser una fuerza que dé forma al futuro”.


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