29 de noviembre de 2017

Las tareas de los comunistas cien años después de la Revolución de Octubre

Por Gavroche, en Unión Proletaria.

La celebración del Centenario de Octubre por parte de los comunistas ha puesto en evidencia los progresos y carencias de nuestro movimiento. Lo positivo es la recuperación del prestigio de la puesta en práctica del marxismo-leninismo bajo la dirección de Stalin y el desprestigio de las insidias trotskistas, jruschovistas y eurocomunistas. Cada vez hay más unidad entre los comunistas en torno a esta cuestión, aunque todavía queda mucha confusión entre las masas obreras. No obstante, incluso éstas empiezan a desconfiar del relato burgués y revisionista sobre la historia de la URSS.

Sobre esta base, hay mejores condiciones para la unidad de acción entre comunistas e incluso para la discusión de nuestras divergencias. En Madrid, por ejemplo, se consiguió realizar una nutrida manifestación agitativa que discurrió por el barrio más obrero del centro de la capital hasta la Puerta del Sol, cuando hace 10 años sólo pudimos concentrarnos allí en número mucho menor.


No obstante, el vínculo con las masas obreras es todavía muy débil porque sigue predominando entre los comunistas una deficiente comprensión de la teoría del marxismo-leninismo [1] y de la importancia que tiene su difusión entre ellas. En su mayoría, siguen prisioneros del empirismo y del espontaneísmo. Ahora es el conflicto catalán entre la democracia y el imperialismo español el que anteponen a nuestro cometido principal. Es cierto que puede beneficiar a la revolución proletaria, pero sólo es una reserva de ésta [2]. Antes, hace falta que la clase obrera exista como sujeto político, que haya empezado a ponerse en movimiento en pos del socialismo, y esto no puede resultar del desarrollo espontáneo de su movimiento sindical.

Como Lenin explica, "La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras. (...) tiene sus raíces en las relaciones económicas actuales, exactamente igual que la lucha de clase del proletariado; y lo mismo que esta última, dimana de la lucha contra la pobreza y la miseria de las masas, pobreza y miseria que el capitalismo engendra. Pero el socialismo y la lucha de clases surgen juntos, aunque de premisas diferentes; no se derivan el uno de la otra. La conciencia socialista moderna sólo puede surgir de profundos conocimientos científicos. (...) los proletarios destacados por su desarrollo intelectual... lo introducen luego en la lucha de clase del proletariado, allí donde las condiciones lo permiten. De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera (...) en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente (...) dentro de ella. De acuerdo con esto,... es tarea de la socialdemocracia [entiéndase, de los comunistas] introducir en el proletariado la conciencia (...) de su situación y de su misión" [3].

¿Por qué se mantiene esta desorientación entre los militantes comunistas? Sobre todo, porque hace decenios que carecen de una sólida formación marxista-leninista desde que los revisionistas usurparon la dirección de los partidos comunistas y los destruyeron como escuelas de marxismo-leninismo. A partir de este momento, además, penetraron con facilidad en nuestras filas individuos no proletarios que trajeron a ellas concepciones propias de sus clases de origen [4], aumentando la confusión sobre las tareas que nos corresponde realizar.

Esta confusión atañe particularmente a la línea de masas y a la conquista de la hegemonía sobre ellas por parte del proletariado. ¿Cómo ganar a cada sector de las masas -con qué reivindicaciones y consignas- para avanzar rumbo a la revolución y no hacia ilusorias reformas?

Las organizaciones comunistas principales suelen limitarse a oponer la propaganda del objetivo estratégico a las reivindicaciones espontáneas y a los reformistas que las adulan, o bien la relegan en beneficio de otro objetivo más inmediato y asumible por masas más amplias (p.ej., la república, un proceso constituyente, la independencia de las nacionalidades periféricas, etc.). Unión Proletaria criticó tiempo atrás esta metafísica y procuró una relación dialéctica entre el programa mínimo y el máximo. Y, ya como integrantes del Partido del Trabajo Democrático, promovimos el criterio expuesto por Lenin en Tareas de los socialdemócratas rusos [5] para centrar nuestra atención inmediata en el proletariado principalmente fabril. Sin embargo, no pudimos avanzar mucho más, sobre todo porque nuestros compañeros de unidad no tenían realmente interés en desarrollar la conciencia revolucionaria de los obreros industriales y sí en utilizarlos para alcanzar una mayoría electoral limitada a objetivos democráticos, en la línea de Podemos. Nos opusimos a intervenir entre el proletariado fabril de otra manera que no fuera por medio de una propaganda marxista-leninista y construyendo la organización de vanguardia proletaria con quienes la fueran asumiendo.

Debemos aprender a desarrollar la unidad entre la difusión general del marxismo-leninismo y la atención prioritaria al núcleo industrial de la clase obrera. Esta unidad se concreta en la relación que debe establecer la clase de vanguardia con el resto de clases o fracciones de clase, tanto las que debe derrotar como las que debe atraer a la futura revolución popular que le permita conquistar el poder político. La formación de una mayoría es necesaria, no sólo para gobernar bajo la dictadura burguesa, sino más aun para instaurar la dictadura del proletariado. Pero, para este fin, no puede ser una mayoría cualquiera: tiene que consistir en una relación correcta entre la clase de vanguardia y el resto del pueblo, dentro del cual hay incluso sectores que sólo podemos aspirar a neutralizar.

En el momento actual, para nuestras pequeñas organizaciones comunistas, todavía prima la necesidad de reclutar a individuos capaces de asumir y aplicar el marxismo-leninismo entre las masas. En consecuencia, podemos lanzar nuestra propaganda indistintamente hacia todas las clases, pues en todas ellas los hay con esa capacidad. Se trata de individuos y no de clases. Para esto, nos basta internet y cualquier otro canal de propaganda indiscriminada. No será suficiente, claro está, cuando se trate de construir un partido enraizado en el proletariado.

Pero, mirando la cosa más de cerca, tampoco lo es ahora mismo, porque no nos permite educar a esos individuos en cuál debe ser el contenido concreto de su actividad, ni nos permite entresacar a los comunistas más consecuentemente proletarios de entre los muchos comunistas influidos por las concepciones pequeñoburguesas de nuestro entorno, ya sean de derecha o de "izquierda". Así, por ejemplo, ¿cómo podemos emprender la construcción de un partido de tipo bolchevique con comunistas que abandonan al proletariado fabril para entregar casi todas sus energías a las luchas democráticas [6] o con comunistas que abandonan a la mayoría de las masas obreras afiliadas a los sindicatos por hacerlo en CCOO y UGT (sindicatos cuyas direcciones, ciertamente, no practican la lucha de clases sino la sumisión de los trabajadores a la patronal y a su gobierno)?

¿Cuál es la clase revolucionaria?

El materialismo dialéctico nos exige definir la línea de masas sobre la base de la situación objetiva de éstas. La clase revolucionaria de la sociedad actual es la clase obrera, el proletariado [7]. Pero, ¿quiénes lo forman?, ¿quiénes reúnen las condiciones materiales que hacen de ella la clase revolucionaria?, ¿cuáles son esas condiciones?

La primera condición es carecer de propiedad sobre los medios de producción y verse entonces obligado a convertir la propia fuerza de trabajo en una mercancía que se vende a cambio de un salario. Si sólo consideramos esta característica básica, tres de cada cuatro miembros de una sociedad de capitalismo desarrollado como la española lo son de la clase obrera. Entonces, al constituir ésta la mayoría de la sociedad, los obstáculos a la revolución socialista serían sobre todo externos a nuestra clase: a saber, la dominación política y cultural de la burguesía. No obstante, desde el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels, advertían de la necesidad de que los comunistas nos enfrentáramos a las contradicciones internas que precisamente dificultan la acción de clase del proletariado (nacionalidad, generaciones, oficios, etc.). Y éstas no sólo debilitan la unidad de las masas obreras, sino incluso la acción conjunta de los comunistas cuya misión específica es destacar y reivindicar “los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado” y mantener “siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto” [8]. La causa de la unidad ideológica y política de los comunistas exige comprender las causas objetivas que dividen a las masas obreras y, gracias a ello, poder neutralizarlas en beneficio de la acción de clase del proletariado por el derrocamiento de la burguesía.

Ya existían los trabajadores asalariados con anterioridad a que apareciera el modo de producción capitalista, sin que se convirtieran en la clase revolucionaria. Lo que convierte decisivamente a los proletarios modernos en la clase revolucionaria de la sociedad capitalista es su unidad orgánica con las fuerzas productivas sociales engendradas por ésta, la cual los convierte en la única fuerza capaz de liberarlas de los límites que la propiedad privada capitalista impone a su desarrollo. En este sentido, las masas de la clase revolucionaria se encuentran más en los grandes colectivos laborales que manejan modernos medios de producción que en los pequeños colectivos laborales basados en herramientas y métodos artesanales. Es fácil deducir de esto que la proporción de miembros de una sociedad como la nuestra que reúnen esta segunda característica ya no es de tres de cada cuatro, sino considerablemente más baja.

Pero es necesario acotar aún más. No todos los trabajadores asalariados producen bienes materiales, valor y plusvalía. Como explicó Marx en la sección sobre el capital comercial del libro tercero de El Capital, hay trabajadores asalariados que operan únicamente en la esfera de la circulación de mercancías o de la distribución del producto social. El trabajo de éstos no produce bienes materiales, no añade valor a los medios de producción empleados (ni plusvalía), sino que se limita a realizar en el mercado el valor de mercancías producidas con anterioridad. Aunque también sean explotados por cuanto su trabajo realiza una masa de plusvalía mayor que el valor de su propia fuerza de trabajo, dependen por entero del capital industrial en vez de ser éste el que depende de ellos, como sí ocurre con los obreros fabriles. Como observa Marx: "El acrecentamiento del producto neto abre al trabajo improductivo nuevas esferas que vivirán del producto de los obreros y cuyo interés se liga más o menos directamente al de las clases explotadoras" [9]. Esta división del trabajo hace depender a los trabajadores que no producen valor (ni plusvalía) de la explotación a la que el capital somete a los obreros fabriles y, por consiguiente, debilita la unidad de acción entre trabajadores asalariados.

La importancia de esta contradicción crece bajo el imperialismo, por cuanto crece en los países dominantes la proporción de este tipo de asalariados no productivos, sobre todo durante los períodos de crisis económicas estructurales, en detrimento del proletariado productivo, cuya proporción aumenta, por contra, en los países oprimidos. Los trabajadores del sector servicios -comercio, finanzas, administración, sanidad, educación, etc.-, sobre todo en los países imperialistas, no están en contacto con las verdaderas fuerzas productivas sociales y reproducen su fuerza de trabajo con mercancías cuya fabricación radica, a menudo, en el extranjero y particularmente en los países dominados. Esta situación cada vez más frecuente oscurece en ellos la perspectiva de resolver sus problemas inmediatos a través de una revolución socialista proletaria. Al contrario, parece vincular su suerte a la dominación y explotación que su propia burguesía ejerce sobre los pueblos por ella empobrecidos. De ahí la posibilidad que tiene la burguesía imperialista de seducir a grandes masas de asalariados con aventuras militares dirigidas a dominar otros países para vivir a expensas de ellos. Los ejemplos históricos más extremos de ello han sido, por ahora, la Alemania nazi, el Japón militarista y los Estados Unidos de América.

El imperialismo distorsiona el alineamiento de las fuerzas de clase. Superficialmente, aparece una paradoja: cuanto más crece el número de asalariados y su proporción en la sociedad, menos luchan contra los capitalistas. Este fenómeno afecta negativamente a la conciencia y a la moral de clase, incluso del núcleo industrial de la clase obrera y de los propios comunistas. En realidad, se debe a que la capacidad de la burguesía para alienar la conciencia de los obreros ha crecido debido, por una parte, al desarrollo de los medios de difusión cultural y, por otra parte, a la corrosión revisionista de las organizaciones comunistas. Esta causa subjetiva se ha visto potenciada por la división internacional del trabajo llevada a cabo por el imperialismo. De ahí la enorme importancia de promover entre los proletarios de nuestro país la solidaridad internacional con la lucha de los proletarios y de los pueblos oprimidos. Y esta solidaridad no debe tener un enfoque humanitario-caritativo, ni limitarse a su contenido democrático, sino que debe explicar sobre todo la identidad de clase de los proletarios del mundo y la necesidad de considerar como parte de la nuestra la lucha de todas las clases, pueblos y Estados contra el imperialismo, porque él es el sostén fundamental de la explotación capitalista también en todos los países.

La proporción de obreros productivos de la gran industria sobre el total de la población baja a menos de uno de cada cuatro. Éste es el sector más capaz, por su situación objetiva, de desplegar la lucha de clase de todo el proletariado y del cual el Partido Comunista debe extraer el núcleo más seguro de sus militantes. En los últimos años, su papel de vanguardia se ha podido evidenciar durante las huelgas generales y las luchas contra las reconversiones industriales.

Esto no quiere decir que este sector de la clase obrera no padezca conflictos internos entre nacionalidades, sexos, religiones, generaciones, fijos-eventuales, etc. Además, no todos los asalariados de la industria son igualmente explotados: los ingenieros y ciertos cuadros técnicos colaboran incluso con la explotación de los obreros [10]. De todos los conflictos que enfrentan a unos obreros fabriles con otros, el más grave, por ser antagónico, es el que enfrenta a la gran mayoría obrera con la exigua aristocracia obrera corrompida y comprada por los capitalistas imperialistas para tomar la dirección de los sindicatos y partidos proletarios. Sólo la lucha organizada contra ella sobre la base del marxismo-leninismo puede evitar o revertir esta usurpación.

Además de otros explotados, los obreros fabriles encontrarán el apoyo combativo de multitudes de desempleados y subempleados (que son obreros en potencia, con una existencia miserable y mucha energía contenida) a medida que su lucha alcance una dimensión de clase y, por tanto, política.

Por consiguiente, aunque los asalariados seamos la mayoría de la sociedad, la mayoría de los mismos se halla en una situación objetiva que dificulta su identificación con los intereses de su clase. No comprenderlo es condenarse a fracasar [11]. En cambio, si lo comprendemos, podremos hacer progresar nuestra causa revolucionaria al priorizar al proletariado industrial y al definir nuestra agitación y nuestra propaganda comunistas atendiendo a las contradicciones de este núcleo, tanto en su seno como con otros sectores de nuestra clase e incluso del pueblo en general. En definitiva, se trata de aplicar a nuestras condiciones la estrategia de lucha por la hegemonía del proletariado que Lenin y los bolcheviques desplegaron con las diferentes clases y capas de la población rusa.

Tareas principales

La propaganda indiscriminada de las verdades generales del comunismo (a través de internet, por ejemplo) es necesaria, pero no basta. También hay que salir al encuentro del proletariado fabril en sus lugares de trabajo, de residencia, de organización sindical (a pesar y en contra de sus jefes sindicales traidores), etc., con nuestra educación socialista comprensiva de sus condiciones objetivas de existencia. Hay que hacerlo y exigírselo a las demás organizaciones comunistas como una de las bases irrenunciables de unidad, junto con otras como la definición más concreta del centralismo democrático en el proceso de reunificación del partido revolucionario de la clase obrera.

No basta con que los comunistas intentemos deducir de la teoría marxista-leninista un programa, unas consignas, una táctica y un tipo de organización adecuados a la situación social. No hay ninguna garantía de que acertemos por cuanto no hemos conseguido todavía enraizarnos en las masas obreras más genuinamente representativas de nuestra clase. Nuestra principal tarea debe determinarse por el hecho de que el núcleo fabril del proletariado ignora desde hace muchos años lo más general y básico de la teoría del marxismo-leninismo. Por eso, no deberíamos enredarnos en los pormenores de la política -cuyos únicos sujetos son actualmente burgueses y pequeñoburgueses-, en detrimento de la educación de las masas de nuestra clase en los fundamentos de su ideología. Si se los aportamos, podemos confiar en que, a partir de ello, decenas de obreros e intelectuales se incorporen a nuestros esfuerzos por aplicarlos a las condiciones actuales, incrementando las probabilidades de acierto teórico y de éxito práctico.

Los comunistas rusos se pasaron años difundiendo y defendiendo los principios generales del marxismo antes de "hacer política". Las cuestiones políticas y sindicales inmediatas han de considerarse por los comunistas de hoy como menos urgentes que la "devolución" a las masas obreras de las bases ideológicas de su conciencia de clase. Para comprenderlo, basta con tener presente la difamación creciente de la que éstas son objeto a través de todos los medios con los que la burguesía procura someter el pensamiento y la actitud de la población: escuela, iglesia, televisión, radio, prensa, ciencia, arte, etc.

Hay tres tareas insoslayables para los comunistas actuales:
1º) Esclarecer, difundir y defender lo fundamental de la historia del socialismo, principalmente en la URSS y en China como los países en los que la revolución fue más lejos en extensión y profundidad.

2º) Abrir el debate programático con el objetivo de la unidad y la reconstitución del Partido Comunista.

3º) Educar la conciencia de clase de los obreros con las obras clásicas del marxismo-leninismo (principalmente, El Manifiesto del Partido Comunista, El Capital, Anti-Dühring, El imperialismo, fase superior del capitalismo, El Estado y la revolución, Fundamentos del leninismo e Historia del PC(b) de la URSS).

Advertencia final

A cada vez que se exige tener en cuenta las condiciones objetivas para evitar el voluntarismo estéril, hay quien lo interpreta de manera no dialéctica, como si esas condiciones objetivas debieran traer el socialismo por sí solas, sin lucha, sin tensión, sin iniciativa, etc. Algunos lo hacen para justificar su reformismo y otros, los "izquierdistas", para renegar del materialismo y de la ciencia cuando éstos ponen de manifiesto los obstáculos que se alzan en el camino de la revolución.

He explicado que los asalariados, incluso los que son explotados, incluso los que forman la propia clase obrera, no se encuentran a menudo en las condiciones objetivas óptimas para asumir una actitud favorable a la revolución socialista. Los reformistas deducen que, como que no hay una mayoría espontáneamente identificada con el socialismo, no hay condiciones para organizar la revolución y hay que esperar a que la "clase trabajadora" se vuelva más homogénea en sus condiciones de existencia. Como esa tendencia no se está realizando, se conforman con defender una política democrática que pueda gozar del consenso de la mayoría del pueblo. Y, como los más explotados no son actores políticos porque están demasiado ocupados en sobrevivir, esa política democrática se adecuará sin falta a las capas medias pequeñoburguesas.

Quedaría en pie una tenue esperanza revolucionaria consistente en que, ganando las elecciones esa mayoría social, el gobierno que así se formara tomaría medidas que ayudaran a unir a la clase obrera y, en torno a ella, al pueblo en pos del socialismo. La experiencia histórica enseña que todo eso son esperanzas vanas en los países imperialistas, que el capital dispone de medios para impedir esa victoria electoral y que, si aun así se consiguiera, sería al precio de concesiones fundamentales que hipotecarían la acción de ese gobierno o éste no tardaría en verse derrocado por un golpe de Estado más o menos violento. Pero lo peor no serían las vicisitudes que tendría que atravesar ese gobierno filantrópico, sino que este camino no prepara a la clase obrera para una revolución, para una verdadera lucha por conquistar y ejercer el poder político hasta la transformación comunista completa de la sociedad.

La comprensión realmente marxista-leninista de la complejidad de la estructura de la clase obrera consiste en que existen dificultades que deben resolverse metódicamente, en un proceso de organización del ejército político para la revolución socialista. Desde la Revolución de Octubre que se produjo hace 100 años, hemos entrado en una época de transición entre dos formaciones económico-sociales: el capitalismo y el comunismo. Estamos en la época del imperialismo y de la revolución proletaria mundial. Mientras no culmine nuestra época con el triunfo definitivo de la clase obrera, tanto el capitalismo como el socialismo son, a la vez, viables e inestables (hasta que éste se imponga definitivamente sobre aquél): en cuanto al capitalismo, lo evidencia la historia desde 1917; en cuanto al socialismo, el Manifiesto del Partido Comunista expresa su proceso de realización como un conjunto de "medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindirse como medio para transformar todo el régimen de producción vigente".

Hay momentos puntuales en que el imperialismo se debilita y es entonces cuando debemos golpearlo y conquistar el poder. Pero no cabe esperar un debilitamiento tal del imperialismo que permita al socialismo caer del cielo. Después de esos momentos puntuales de debilidad, como fueron las dos guerras mundiales, el imperialismo se recompone y se refuerza para continuar su lucha contrarrevolucionaria. Por eso, no hay que esperar a esos momentos para organizar la revolución, porque entonces será tarde para derrocar la dominación burguesa (como ocurrió en Alemania, a diferencia de lo que pasó en Rusia).

Tener en cuenta la realidad objetiva, sus dificultades y sus oportunidades nos permite trabajar por la revolución de manera eficaz desde el primer momento, aunque el momento de llevarla a efecto todavía esté lejos. Si no "empujamos" a las masas obreras -con todas nuestras fuerzas y también toda la inteligencia de nuestra teoría científica- hacia la revolución, ésta no podrá producirse. El capitalismo no se irá voluntariamente. Antes, acabará con todo el progreso social del que es producto. Como dice Manifiesto del Partido Comunista, la lucha de clases "conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes". 

De nosotros depende que esto último no ocurra. La actual situación pudre todo el organismo social, precisamente por estar tan maduras las condiciones materiales, y tan confusa la conciencia de la clase obrera. Ayudemos a las masas proletarias a desbloquearla.

Notas:

[1] El marxismo-leninismo se ha demostrado la guía eficaz para poder derrocar la dominación burguesa, pero también y sobre todo, para ejercer la dictadura del proletariado hasta cambiar la base de la sociedad, mejorando las condiciones de vida de la inmensa mayoría. La importancia de este segundo aspecto es la que explica por qué la burguesía critica cada vez más la lucha de clase del proletariado a través del falseamiento de la experiencia de edificación del socialismo. Por eso, sin defender la verdad sobre ésta, será imposible desarrollar plenamente la lucha obrera.

[2] Stalin señala que las reservas de la revolución proletaria son de dos tipos: las directas, entre las que menciona "a) el campesinado y, en general, las capas intermedias del país; b) el proletariado de los países vecinos; c) el movimiento revolucionario de las colonias y de los países dependientes; d) las conquistas y las realizaciones de la dictadura del proletariado, ..."; y las indirectas, que consisten en "a) las contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias del propio país, contradicciones y conflictos que el proletariado puede aprovechar para debilitar al adversario y para reforzar las propias reservas; b) las contradicciones, conflictos y guerras (por ejemplo, la guerra imperialista) entre los Estados burgueses hostiles al Estado proletario, contradicciones, conflictos y guerras que el proletariado puede aprovechar en su ofensiva o al maniobrar, caso de verse obligado a batirse en retirada". (Los fundamentos del leninismo).

[3] ¿Qué hacer?, Lenin.

[4] Estas influencias no proletarias deben ser continuamente combatidas por el partido comunista. Cuando éste tomó una dirección revisionista y dejó de contrarrestarlas, las taras ideológicas de los nuevos reclutas inclinaron todavía más la balanza en contra de la orientación marxista-leninista del movimiento obrero. Es lo que pasó, por ejemplo, cuando el movimiento anti-revisionista de los años 60 y 70, a la vez que combatió las desviaciones de los partidos comunistas y de los Estados socialistas, incurrió, por su parte, en graves errores "izquierdistas", semi-anarquistas y sectarios, que son errores cuya naturaleza es pequeñoburguesa.

[5] www.bcn.cl/obtienearchivo?id=docume..., así como http://unionproletaria.net/spip.php.... Lenin sostuvo la necesidad de dirigirse primero a las masas obreras fabriles, a pesar de que éstas eran minoritarias en Rusia y a pesar de que la revolución inmediatamente factible allí no era socialista proletaria sino democrático-burguesa.

[6] Por muy justas que sean las luchas democráticas, es poco probable que tengan éxito, en países de capitalismo plenamente desarrollado como el nuestro, si no existe un movimiento obrero independiente y revolucionario que les preste apoyo. Es el caso evidente de las luchas por el derecho de autodeterminación de Euskadi y Cataluña frente a la fuerza represiva del Estado imperialista español.

[7] "No se trata -según Marx y Engels- de lo que este o aquel proletario, o incluso el proletariado en su conjunto, pueda considerar de vez en cuando como su meta. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer, con arreglo a ese ser suyo. Su meta y su acción histórica se hallan clara e irrevocablemente predeterminadas por su propia situación de vida y por toda la organización de la sociedad burguesa actual." (La Sagrada Familia, Marx y Engels)

[8] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels.


[9] Marx, Histoire des doctrines économiques, Paris, Alfred Costes, 1947, t. 5, p. 158

[10] "Las clases -explica Lenin- son grandes grupos de hombres que se diferencian entre si por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen de economía social." (Una gran iniciativa)

[11] Es lo que ha ocurrido con todas las "aventuras" democráticas que se han emprendido como alternativa al punto de partida marxista-leninista para la acumulación de fuerzas revolucionarias: ya sea la anhelada "ruptura" en los años 70, la lucha contra el ingreso de España en la OTAN y contra las reconversiones industriales en los 80, el movimiento anti-globalización y anti-bélico en los 90 e inicios de este siglo, el movimiento republicano e indignado de los últimos diez años y, ahora, el movimiento catalán por el derecho de autodeterminación (versión pacífica de su precedente vasco).

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