23 de abril de 2016

Playa Girón desde el aire. Parihuelas para los pilotos

Por Nicolás Pérez Delgado. La Joven Cuba.
 
Fue una historia de la que ya debió haberse filmado una taquillera película de guerra. El enemigo fue más pérfido que el de Pearl Harbor. Coloreó sus aviones como si fueran de la fuerza aérea revolucionaria cuando aquel 15 de abril atacó la base aérea de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana. Destruyeron un chorro T-33, dos B-26 que estaban de baja, un F-47, también de baja, un Catalina, un  C-47, un DC-3 y un T-6.
Propulsion a chorro T-33 de la Fuerza Aerea Rebelde
Propulsion a chorro T-33 de la Fuerza Aerea Rebelde

Sólo doce pilotos y nueve aeronaves tenía la Revolución dos días después, cuando el desembarco por Bahía de Cochinos. Dos de los pilotos murieron derribados por la artillería de los buques enemigos: Luis Silva, en su segunda misión combativa, y el nicaragüense Carlos Ulloa, en la primera. Ocho de los pilotos volaron 70 veces sobre Bahía de Cochinos y sus alrededores. Cinco de ellos, además de apoyar las operaciones de milicianos y ejército rebelde en tierra, derribaron 9 cazabombarderos B-26 y hundieron varios buques y barcazas de la brigada 2506, organizada por la CIA y con base en Nicaragua, país bajo la dictadura de Anastasio Somoza,
    Los periodistas estadounidenses David Wise y Thomas R. Ross, quienes tuvieron acceso a los archivos del gobierno de los EE.UU. y confraternizaron con los invasores revelaron en su libro “El Gobierno Invisible” que “había sesenta y un pilotos cubanos en Retalhueu, Nicaragua, además de navegantes, operadores de radio y tropas de mantenimiento. Seis asesores americanos permanecieron con los pilotos durante los meses de adiestramiento y la invasión.”
    Revelaron que para lograr sus fines “la CIA creo una considerable fuerza aérea  (….) inicialmente dieciséis bombarderos del tipo B-26. Durante la invasión se le agregaron ocho más, haciendo un total de veinticuatro.” Además tenían seis C-16 y seis C-54 para lanzar paracaidistas.
    Esto sin sumar modernos cañones, ametralladoras pesadas, tanques de guerra, morteros, parque de sobra, equipos de comunicaciones y excelente avituallamiento para más de mil doscientos hombres bien entrenados y seguros de ganar, tanto que pensaban que en 72 horas estarían en la populosa esquina  de L y 23, en la capital cubana, brindando en el hotel que de nuevo sería Habana Hilton.
     ¿Cómo fue que fracasaron?
    Cuenta la historia que luego del alevoso ataque del día 15 de abril a la Base de San Antonio y a la de Santiago de Cuba, donde destruyeron un T-33 y una aeronave civil, Fidel  llegó a San Antonio, se reunió con los pilotos y jodedor, político, les pico el amor propio. Les dijo que aviones nuevos llegarían, sin decir, por supuesto, que  pensaba en MIG-15, pero antes, como medio encabronado, preguntó qué habían hecho los pilotos cuando el ataque, ¿se habían escondido?
    Le informaron que bajo el bombardeo despegaron dos aviones que ni siquiera estaban de alta para volar, que despegaron de Patria o Muerte. Uno de los pilotos le dice que si se espera un ataque en grande, por qué no se adquiría un escuadrón de aviones ingleses Hawker Hunter y agregó que los pilotos que estaban allí eran revolucionarios probados.
    Fidel le responde que no le pidiera aviones nuevos y, más que jodedor, le dice que lo que te voy a meter aquí es doscientas vacas lecheras, que la aviación ya lo tenía obstinado.
    Cuenta la historia que un piloto negro y de familia pobre, piloto de combate gracias a la Revolución, dijo:  “Lo que tienen que traer aquí son parihuelas”. Nadie entendió. ¿Para cargar pangola para las vacas?  “No, dijo el negro, para que nos carguen los cojones de nosotros los pilotos hasta los aviones, porque en esos aviones nosotros vamos a salir a repeler cualquier agresión”.
    Pocos meses después, luego de la derrota más grande del imperialismo en América Latina, llegaron embalados en cajas, los famosos Mig 15.
    ¿Pero antes, con que aviones se repelió la tan bien organizada agresión de  la CIA que inició el presidente Eisenhower y que heredó John F. Kennedy?
    Veamos algunos ejemplos. El caza Sea Fury carecía de los cartuchos de arranque de los motores y había que arrancarlo con sogas para darle vueltas a la hélice. Tenía adaptados bandas de frenos de camiones, carecía de los indicadores de combustible, temperatura y aceite. A los dos T-33 los mecánicos le hacían inventos prohibidos por la fábrica. En su máxima potencia sus motores adquirían 175 grados centígrados de calor sobre lo permitido: una barbaridad. Ni hablar de piezas de repuesto, ni suficientes rockets ni otros armamentos. Los mecánicos reparaban los inyectores con plomo: con una agujita abrían la salida del combustible. En ruta hacia su objetivo un B-26 que hacía tiempo no volaba por su pésimo estado, tuvo que regresar a la carrera por un cortocircuito que comenzó a incendiarlo.
   Pero el piloto sale a combatir. Que traigan la parihuela, pues le pesan mucho. Se ajusta la máscara de oxígeno. Desciende la cúpula transparente que cierra la cabina. A solas ahora con su máquina. Chequea los instrumentos que a veces se le hacen borrosos: han sido demasiadas las misiones de combate, hasta más de diez del amanecer al atardecer. Lleva cuatro días que prácticamente no duerme. Ha perdido hasta el apetito. Está extenuado. Cuando él o sus compañeros aterrizan las máquinas, no se deslizan: torpes, brincan sobre la pista. Todos físicamente están hecho leña. Pero sus espíritus sienten lo contrario.
    Levanta vuelo. 300 kilómetros a Bahía de Cochinos. Y si entra en combate la USAF, la gigantesca fuerza aérea estadounidense, la más poderosa del mundo, y lanza una sola ráfaga de sus ametralladoras sobre nuestros milicianos y rebeldes que pelean allá abajo, contra ella también combatirá.
     No es suicidio. Es la Patria nueva, socialista, la del pueblo. Patria en la que sobran parihuelas para llevar lo que más hace falta en un combate. Por eso en Playa Girón se le propinó al imperialismo por primera vez en América una gran derrota, aunque todavía falte la película que muestre tan corajuda historia de acción, digna para Hollywood si Hollywood no temiera al guion, obligatoriamente revolucionario.

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