Martín Villarroel Borgna (Integrante de la Brigada
Internacionalista Che Guevara)
Las noticias que hablan de Venezuela son un tanto
desconcertantes. Los hechos de la frontera y los derechos humanos, el
paramilitarismo y el narcotráfico, la especulación y el
desabastecimiento, el contrabando y el bachaqueo son algunas aristas de
un nudo mucho más grande que nunca terminamos de desentramar.
Para entender la situación actual del país es necesario partir de dos
elementos: que los venezolanos y venezolanas están parados sobre las
mayores reservas de petróleo del mundo; y que Venezuela se ha planteado
la construcción del Socialismo (y la riqueza de ese petróleo va ser disfrutada por todo el pueblo). Estos dos elementos, petróleo y
socialismo, son motivo suficiente para que esta tierra brava y generosa
esté en la mira de los imperios y grandes poderes financieros y
económicos globales.
Lo que aquí se denomina Guerra Económica, es una serie de ajustes y
presiones producidas desde afuera, principalmente desde Colombia pero
orquestadas desde los EUA, que buscan mediante la asfixia económica
desestabilizar el gobierno democráticamente electo de Maduro.
En Venezuela, como parte de un paquete de medidas sociales, todos los
productos de la canasta básica de alimentos están subvencionados y
regulados para garantizar el acceso de toda la población a una
alimentación sana y de calidad. En Colombia, en cambio, esos mismos
productos cuestan hasta diez o quince veces más. Esa diferencia, y los
desastrosos índices de desocupación que afectan a las poblaciones de
frontera, producen el fenómeno conocido como “bachaqueo”, que es el
contrabando a pequeña escala.
Decenas de miles de personas cruzan diariamente las fronteras y los
pasos ilegales llevando productos de contrabando. Los productos de
primera necesidad y los precios regulados desaparecen de Venezuela y se
consiguen sólo en Colombia a precios mucho mayores. El desabastecimiento
en todo el país es un fenómeno creciente que golpea mayormente a los
sectores populares. El arroz, la pasta, leche, azúcar, café, papel
higiénico, champú son prácticamente inalcanzables.
Ante este panorama de desabastecimiento, los productos empiezan a
valer cada vez más, las empresas aprovechan para acaparar su mercadería y
especular con el precio y se acelera el espiral inflacionario. Existen
numerosos almacenes y depósitos privados llenos de productos que
escasean en las góndolas, esperando, especulando.
Una de las respuestas del gobierno es aumentar la producción,
subvencionando a las empresas privadas, otorgando dólares para importar
materias primas y producir los alimentos que aquí no se producen, pero
prácticamente la totalidad de ese dinero se pierde en los pasillos de la
corrupción estatal. Se calculan en miles de millones los dólares
fugados entre los principales empresarios del país con la complicidad de funcionarios. Y la producción no crece.
Otra medida del gobierno bolivariano es atacar la distribución, se
intenta asegurar con numerosos mercados populares el acceso a los bienes
de primera necesidad. Pero es insuficiente, la demanda supera
ampliamente las posibilidades y se forman infinitas colas para conseguir
algunos kilos de arroz o jabón a un precio justo. La salida, para
aquellos que pueden, es pagar lo que los especuladores quieren.
Pero la verdadera sangría venezolana es el Petróleo. Se estima que
más de 200 mil barriles diarios de petróleo se fugan de manera ilegal.
¿Cómo salen de un país tantos litros de petróleo? Existen altos mandos
del Ejército, de la Guardia Nacional Bolivariana y funcionarios del
gobierno que están implicados en esta red de corrupción. Y una
estructura de cerca de 25 grupos mafiosos colombianos con logística,
recursos, armamento, seguridad y amparo político para operar con
tranquilidad.
Y como último ingrediente está el narcotráfico. Colombia es el
principal productor de cocaína de América y Venezuela el principal
exportador. La ruta del narcotráfico busca los puertos del Atlántico
para llegar a Europa y EUA. Otro negocio millonario con complicidad del
poder político y policial.
Es tan grande el peso del contrabando en los pasos fronterizos, que
la cotización del dólar paralelo en Venezuela se realiza del lado
colombiano. Y está en relación directa con las casas de cambio
colombianas que operan las divisas del contrabando de petróleo y
narcotráfico. Es decir que el valor del dólar y del bolívar es
establecido desde el otro lado de la frontera. Hoy el dólar oficial está
en 190 Bs y el dólar paralelo sube a 700 Bs. Y viene disparándose a un
ritmo estrepitoso. Lo que representa una pérdida de valor del bolívar y
del salario real de las venezolanas y venezolanos.
Todo este entramado mafioso es apuntalado y fogoneado con las
operaciones de desinformación de los grandes medios de comunicación de
Colombia, España y los EUA. Algunos autores hablan de una guerra de
cuarta generación, con la población civil como rehén. Es notable la
campaña de desprestigio que emprenden los grupos mediáticos, donde
manipulan y tergiversan los hechos para desestabilizar y generar confusión en la comunidad internacional y dentro del país
.
Por último, en la estrategia golpista y desestabilizadora, la
violencia es una herramienta más.
Organizaciones populares aseguran que
hay en Venezuela cerca de veinte mil células paramilitares dispuestas a
actuar, preparadas para generar escenarios de conflictos y caos. Todos
recordamos las “guarimbas” de principios del 2014 (pequeños focos de
insurrección urbana reaccionaria) o los hechos de sicariato que se
vienen sucediendo. El caso más nombrado de los últimos tiempos es el
diputado de la Asamblea Nacional Robert Serra asesinado hace menos de un
año. En silencio, cientos de militantes, luchadores, campesinos y
dirigentes son eliminados por las fuerzas paramilitares mediante
asesinatos selectivos.
La última medida del gobierno fue cerrar la frontera y destituir
varios cargos de la guardia, deportar a colombianos indocumentados en
masa y tratar de acomodar el problema interno. Declarar el Estado de
Excepción, anular las garantías constitucionales (con todo lo que eso
significa en nuestro continente) para hacer frente al contrabando y el
paramilitarismo. En el corto plazo se medirá la capacidad política del
gobierno de Maduro para enfrentar tantos flancos simultáneos de
conflicto, la guerra económica, el contrabando, la corrupción, el
narcotráfico, la presión mediática y el paramilitarismo.
Lo que podemos leer de trasfondo de estas maniobras son dos claros
objetivos inmediatos: el fortalecimiento del engranaje capitalista de
acumulación y al mismo tiempo desestabilizar el gobierno chavista. Hay
una clase dominante de uno y otro país que se está aprovechando y viendo
beneficiada directamente con estos negociados mafiosos.
Así y todo, pese a la asfixia económica y la pérdida de valor de los
salarios, la humillación de las colas y los miles de dólares que se van
con la corrupción y la violencia, la gente de a pie, los que más sufren
esta situación, buscan con ingenio e iniciativa las alternativas para
hacer frente a esta situación. Fuimos testigos de numerosos proyectos
comunales para acelerar la producción y la distribución, o para
resguardar su seguridad y autodefensa, o para hacer reales los procesos
de control sobre los mecanismos estatales.
Ellos, los venezolanos y
venezolanas de abajo, heróicamente, siguen apostando y trabajando por el socialismo y el sueño
de Chávez de construir una nueva democracia popular, participativa y
protagónica.
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