Enviado por el PTD
A lo largo de la historia el ser humano ha tratado de manejar y
controlar las fuerzas de la naturaleza con el fin de adaptar ésta al
propio ser humano, es decir, para vivir en las mejores condiciones a lo
largo de su vida. De esta manera, se ha establecido históricamente una
contradicción entre el ser humano y el propio entorno natural en el que
vive, el planeta Tierra.
Para poder adaptar ese entorno natural el ser humano ha desarrollado
una serie de medios de producción que parten del conocimiento que de las
Leyes de la Naturaleza poseía en cada momento hasta llegar a nuestros
días. Y para mover esos medios de producción que transformaban la
naturaleza, el ser humano necesitó establecer unas determinadas
relaciones entre cada uno de sus miembros.
Estas relaciones, tras miles de años de evolución, han llegado hasta
nuestra época en forma de relaciones capitalistas por las cuales una
minoría de la sociedad, poseedora de los medios de producción, explota a
una mayoría de la sociedad (desprovista de toda propiedad para producir
salvo su fuerza de trabajo, la cual vende por un salario), con el
objetivo de obtener un beneficio privado. Es evidente que bajo estas
condiciones, en el centro de la contradicción entre ser humano y
naturaleza, no puede más que situarse el ser humano, pero no toda la
humanidad sino esa minoría social.
Estos empresarios y banqueros tratan de aprovechar al máximo posible
la fuerza de trabajo de la mayoría social, la clase obrera, de
rentabilizar al máximo ese capital invertido en pagar esos salarios, al
igual que lo hacen con toda máquina que compran. De la misma forma se
comportan en relación con la naturaleza. Pretenden controlar las leyes
de la naturaleza para explotarla lo máximo posible, sacarle todo el jugo
lo antes posible para, en el menor tiempo, poder conseguir la máxima
ganancia. Deben competir entre ellos por el control de los mercados, uno
debe obtener más que los otros.
En esa lógica demencial la economía y el sistema productivo caen en
la irónica sobreproducción, llevando constantemente a la humanidad a
periodos de estancamiento y recesión. Ilógicamente destruyen grandes
cantidades de productos para volver nuevamente a la tendencia de
crecimiento, pero cada vez menor. Agudizan su problema de rentabilidad
y, entre muchas otras soluciones, desarrollan intencionadamente una
tecnología “defectuosa” para poder crear un mercado constantemente al
alza. Es decir, acortan la “vida útil” de los productos para dinamizar
artificialmente un mercado que les ha de reportar una ganancia sobre su
capital invertido lo antes posible y en la mayor cuantía posible.
Para la burguesía, la constante producción supone explotar
constantemente la fuerza de trabajo de la clase obrera. Cuanto más lo
hace más ganancia obtiene. Ésta se emplea para transformar la
naturaleza, para transformar las materias primas y crear mercancías con
una determinada utilidad. A la par que agota la fuerza de trabajo de la
clase obrera de manera acelerada también agota de manera acelerada el
planeta. Explota los recursos naturales como si no hubiera un mañana,
esparce los residuos en aquellos lugares o países subyugados, mantiene
tecnologías obsoletas y más contaminantes pero lucrativas porque los
propietarios de éstas poseen un gran poder económico y político frenando
así la rueda de la evolución tecnológica del ser humano, etc. La
contradicción entre el ser humano y la naturaleza se vislumbra hacia un
fatal desenlace.
Para salvar a la humanidad de este “callejón” aparentemente “sin
salida” es necesario que la producción y la sociedad no estén
organizadas por una minoría social atrapada entre los tentáculos de su
propio régimen social. Hay que racionalizar la producción para que toda
la humanidad acceda a los bienes, en cantidad y tipo suficientes,
garantizando su subsistencia y bienestar en el momento presente. Y
compatibilizarlo con la resolución de la contradicción entre el ser
humano y la naturaleza dirigiéndola hacia la protección del medio
ambiente para que podamos seguir subsistiendo en el futuro elevando
nuestro bienestar.
Son muchas las medidas que pueden aplicarse: la investigación, el
desarrollo y la innovación para implantar nuevas tecnologías, más
limpias, para la producción –tanto nuevas fuentes de energía y formas de
captación y su aprovechamiento como la mejora de los procesos
productivos-; el alargamiento de la vida útil de los productos cuando el
desarrollo tecnológico lo permite; el fomento y la organización social
para el reciclaje y la reutilización de productos; la planificación de
la economía para poner en sintonía la producción con el consumo y las
necesidades; esta misma para racionalizar la circulación de las personas
instalando la industria en los lugares de residencia de los
trabajadores, etc. La fuerza sindical de la clase obrera es capaz de
presionar para alcanzar algunos logros medioambientales porque se
encuentra en el centro productivo. Por ello debemos reforzar estas
estructuras de clase.
Pero en el marco del actual régimen social es imposible resolver
radicalmente los problemas medioambientales. Las declaraciones que
realizan en las cumbres gubernamentales se las lleva el viento.
Cumplirlas supondría renunciar a una parte o todo el beneficio privado. Y
no están dispuestos a ello porque su supervivencia como burguesía
frente a los demás está en juego. Más aun, a menudo las grandes
potencias industrializadas utilizan cínicamente la excusa de la
protección del medio ambiente y la limitación o reducción de emisiones
contaminantes como pretextos para presionar de cara a frenar el
desarrollo económico de aquellos países que se esfuerzan por superar el
subdesarrollo.
Así pues, el problema de la sostenibilidad medioambiental solo
podemos resolverlo de la mano del cambio de las viejas relaciones de
producción por unas nuevas. La sustitución de la propiedad privada por
la propiedad social de los medios de producción. La humanidad podrá
ejercer el control democrático sobre la economía para desarrollar las
fuerzas productivas hacia la armonización con el medio natural.
De las entrañas de lo viejo surge lo nuevo. Así, el
marxismo-leninismo es la teoría científica capaz de resolver
positivamente la contradicción entre el ser humano y la naturaleza,
porque su concepción del mundo posibilita comprender las causalidades de
los actos humanos y sus efectos, comprender los profundos cambios
sociales que han de materializarse. Y la clase obrera es la fuerza
social en posición de operar el cambio social; de encabezarlo pues se
encuentra en el centro de la producción capitalista como la fundamental
fuerza creadora de la riqueza social. Los obreros y obreras más
conscientes de la necesidad del cambio social, organizados en círculos
para el control de la actividad productiva en sus centros de trabajo,
serán la cabeza de esta fuerza social.
Así es como la clase obrera podrá
reconstituir su partido político, el Partido Comunista, como expresión
de la unión del movimiento obrero con el socialismo científico, como la
inteligencia, el honor y la conciencia de nuestra época.
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