Por Juan Romero *
Samir Amin denomina imperialismo colectivo al conjunto de
asociaciones entre países centros-dominantes del sistema-mundo. Ese
imperialismo colectivo, durante la 2da mitad del siglo XX permitió la
coincidencia de EEUU-Unión Europea-Japón, bajo la “amenaza” de la
expansión comunista de la URSS y en menor medida, de China. Estos
imperialismos colectivos, tienen las características que definió Lenín
en su clásica obra El Imperialismo: fase superior del capitalismo. Es
decir, la concentración de la producción y el capital; la fusión del
capital bancario con el industrial; el predominio de la exportación de
capitales; la puja por el control y reparto de los mercados y la
preponderancia del elemento militar, como factor de presión.
En la economía-mundo capitalista, ese espacio multizonal y geográfico
que expresa las formas y relaciones del capital y el trabajo, las
tensiones entre los imperialismos colectivos son en determinadas
circunstancias, superadas para imponer “el orden coactivo” a los
estados-nación que no encajen dentro de los habitus del poder dominante.
Este aspecto es sustancial para comprender las tensiones a las que está
siendo sometido Venezuela y la naturaleza (y el papel) que juega la
República Cooperativa de Guayan, como actor ejecutante de las presiones
de los imperialismos colectivos.
Una gran paradoja derivada de la naturaleza explotadora de la
economía-mundo capitalista, es su insistencia en la denominada
acumulación incesante, eso es el afán de reproducir, una y mil veces el
proceso de acumulación (y explotación) del capital. Ese proceso de
acumulación, está asociado a los controles que los imperialismos
colectivos ejercen sobre los mercados, a través de su asociación con las
trasnacionales económicas, que están presentes en todo el patrón
geocultural de consumo que caracteriza está economía-mundo. La
acumulación incesante, se expresa en esfuerzos continuos por controlar
recursos, territorios, economías, favoreciendo con ello la apropiación
de lo que se denomina el plusvalor, es decir, la diferencia entre el
salario real y el esfuerzo del trabajo, en términos productivos.
La acumulación incesante que llevan adelante los imperialismos
colectivos (EEUU- la Unión Europea y Japón), choca con las democracias
insurgentes y revolucionarias que han surgido, esencialmente en
Suramérica, con Venezuela a la cabeza, a partir de los esfuerzos de
formulación realizados por Hugo Chávez a través del denominado Proyecto
Bolivariano desde 1998. La posición geoestratégica que asumió el país
desde ese momento, desarticulando la histórica posición de sometimiento y
obediencia neocolonial que el país había cumplido en todo el siglo XX,
generó las alertas de los imperialismos colectivos y particularmente, de
los EEUU, pues el accionar de Chávez se expresaba en lo que desde 1823,
consideraban su “patio trasero”. Los intentos de actuación de estos
imperialismos colectivos, desde el año 2001, se incrementaron,
particularmente por la circunstancias de las implicaciones que tuvo el
Plan Simón Bolívar 2001-2007, las leyes habilitantes (entre ellas la ley
Orgánica de Hidrocarburos) y la concreción de los Acuerdos Energéticos
de Caracas, que relanzaron el papel contrahegemónico de la OPEP y
recuperaron los precios de venta del barril de petróleo.
Ante esta reacción insurgente de los estados subalternizados o
periféricos, encabezados por Venezuela, el imperialismo colectivo actuó
duramente impulsando la conspiración con Fedecámaras en 2002, que
terminó con el golpe momentáneo contra Chávez y su retorno el 13 de
abril de ese año. Pero el imperialismo colectivo no desistió y si bien
actuó principalmente a través de EEUU, no es menos importante el papel
que juegan Inglaterra, Francia, Italia, entre otros. Su coincidencia
tiene una razón: las enormes reservas de petróleo que tiene Venezuela.
Es común señalar los 298.000 millones de barriles de la Faja petrolífera
Hugo Chávez en el Orinoco, pero no se divulga que la verdadera
capacidad de ese espacio llega a los 510.000 millones de barriles,
superando holgadamente los 245.000 millones de Arabia saudita,
perfectamente articulada con los intereses de los imperialismos
colectivos.
Sin embargo, a partir de la llegada de Barak Obama en 2008 a la
presidencia de EEUU, aumentó la presión sobre el país, pues los
intereses trasnacionales que hacen lobby en el Congreso y el gobierno
del coloso del norte, saben bien que a ambos extremos (oriental y
occidental) de la frontera venezolana hay enormes recursos petrolíferos.
En el Golfo de Venezuela, se estima que hay 1.8 veces más petróleo que
en la Faja, eso es unos 540.000 millones de barriles y en la frontera
del río Esequibo, otros 450.000 millones. Esto convierte a Venezuela, no
sólo en el país con mayores recursos, sino también en la región con
mayores reservas llegando a más de un billón de barriles de petróleo,
superando por más de 200.000 barriles a toda la península Arábiga y con
ello, desestabilizando las necesidades de acumulación de los
imperialismos colectivos.
Por eso, la doctrina Obama del “poder inteligente”, amenaza
directamente o indirectamente, a través de Guyana y Colombia a
Venezuela, pues sabe que es un “espacio vital” en su juego geopolítico
de pretensión hegemónica y que derrotar a Venezuela y al proyecto
bolivariano, constituye un objetivo estratégico que cumplir. En ese
sentido, la intervención del Presidente Maduro este lunes, tiene todo el
peso de la advertencia histórica de los peligros sobre nuestra patria.
Hoy más que nunca, vacilar es perdernos.
* Publicado en Resumen Latinoamericano.
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