La clase obrera, compuesta por mujeres, hombres y niños, estaba
aún muy lejos de que se les pagara las 10 horas diarias de su fuerza de trabajo.
Se encontraba desunida, pues una parte
de ella pactaba con sus opresores. Estos compinches de los patronos, engañaban
a los explotados llamándose “socialistas”, impidiendo a los obreros que
lucharan por sus intereses en el plano político, siendo estos “compañeros”
quienes “moldeasen las luchas” a las leyes establecidas por la oligarquía.
Cuando tuvo lugar un nuevo reparto del mundo por las grandes
potencias guerreras, y al no llegar a un acuerdo, estalló una nueva guerra
europea. Estos propagandistas “socialistas” se quitaron la careta y vendieron
esas guerras en función de su jefe nacional, que impuso un nuevo alistamiento de
borregos para llevarlos al matadero.
Entonces, precisamente entonces, cuando la sangre de los
oprimidos corría por las arterias de las fronteras, hubo unos proletarios, allí
en la Rusia
zarista, que dijeron NO. Se mantuvieron firmes en sus acuerdos internacionales
de convertir la guerra entre mercaderes en una guerra social contra esos
criminales y denunciaron a los cómplices “socialistas” de la carnicería
imperialista.
Estos proletarios eran los más avanzados políticamente de
las organizaciones a nivel mundial. Habían consolidado el marxismo, de un modo
pragmático. Resolviendo las contradicciones que tenían entre ellos, del modo
más democrático posible, haciendo posible que las enseñanzas contenidas en el
“Manifiesto Comunista” pudieran salir del túnel de las palabras, a las avenidas
de las realizaciones.
Se llamaban bolcheviques. Tenían un objetivo principal en
sus vidas, conseguir el Socialismo. Eran la vanguardia del proletariado
mundial. Y no escatimaron esfuerzos para conseguir un Estado de los obreros, y
para los hijos de los obreros. Cuando consiguieron establecer esa identidad de
intereses con la clase obrera, demostraron a las hienas imperialistas que se
puede construir otro tipo de sociedad, basada en el trabajo colectivo y la
igualdad.
Esta sociedad duró 74 años, y ha sido un faro de esperanza
para los trabajadores del mundo. Pero también fue un crisol donde la ciencia,
la cultura y la humanidad más avanzó socialmente que en todos los 19 siglos
anteriores. Desde entonces, aunque la mayoría de la población no quiera pensar
en ello, existe de forma irreductible la noción de que es posible llegar al
Comunismo.
Cambiar para nada,
transformarlo todo
Cuando el imperialismo con las uñas sangrantes, producto de
las últimas guerras de esquilmación, vuelve sus ojos como en 1914 contra sus
propios trabajadores, la mayoría de los asalariados ven impotentes esta locura
de escándalos, crisis y opresión. Al igual que entonces los proletarios más
avanzados se encuentran divididos en castas de siglas y fronteras. Y con ello
cuentan los poderosos. Han adoctrinado convenientemente a los líderes
sindicales, marcándoles cuales son sus límites de exigencias; a los movimientos
reivindicativos de hasta donde deben ir sus protestas; a los partidos políticos
del sistema de cuáles son sus premisas de colaboración.
Y ahora, precisamente ahora, es cuando tiene que surgir una
fuerza proletaria que diga, NO. Y consecuentemente dirija sus esfuerzos para
construir, de nuevo, una sociedad más avanzada, que camine sobre el legado que
dejaron los países socialistas. Transformar la mentalidad, a partir de la
proletarización forzada de toda la población, realizada por el capitalismo.
Transformar la lucha por las reivindicaciones parciales, en reclamaciones
contra el estado imperialista, para conseguir un Estado de Obreros. Transformar
la propia mentalidad del oprimido, que sea consciente que sin sus manos y
cerebro nada cambiará, pues toda su fuerza radica en la unión con otros
mantenidos por el jornal usurero, para acabar con éste.
Como ayer, la mercancía lo inunda todo, para obtener su
beneficio, se vende, se roba, se amasa, se disculpa y se mata. Nos hacen dueños
de sus engaños, acumulamos objetos, baratijas y hasta la lápida de nuestra
sepultura, en vida. Nos han degenerado con sus ideas de la empresa, del
autónomo, derecho a ser desgraciado. Y muchos han hecho suyo estos mensajes,
colaborando con ese tiovivo de impuestos y chantajes.
Tenemos un gran tragón sobre nuestras habitaciones, que nos
inculca como debemos pensar. Ese cachivache de rancias recetas, que nos escupe
mensajes para dominar las mentes. Como en el siglo XIX, se recurren a príncipes
y espectáculos, a modas y truculentos robos, montajes de especuladores sobre “ongs”
contaminadas, todo bien engranado para que los míseros asalariados no sean
conscientes de su situación desesperada de la dependencia esclavista monetaria.
Para transformar necesitamos tener un equipaje mínimo de
camisas, mudas y calcetines con que echar mano cuando tengamos que vestirnos. Y
este bagaje es el socialismo. Y son las realizaciones conseguidas por las
sociedades donde se construyó esa nueva sociedad colectiva. Estas obras no
deben quedar reseñadas en los libros. Son ríos de pensamientos, meandros de
risas y gozos, mares de felicidad. Cambiar los enfoques derrotistas por un
telescopio de optimismo.
Porque los trabajadores son los artífices de toda la
riqueza, no el capital. Continuar la construcción el Socialismo desde donde los
países socialistas llegaron.
Porque hay una alternativa a la “Democracia burguesa” y esta
es la Democracia Proletaria.
Porque para cambiar esta Dictadura de los Imperialistas, de
los rentistas, del Capitalismo Monopolista de cada Estado tenemos entre todos
reivindicar y luchar por la
Construcción del Socialismo como única alternativa.
El Socialismo que viene, está a las puertas, será edificado
por los propios trabajadores, junto a sus hijos y nietos más preclaros, que ya
no se llamarán “socialistas”, vindicarán como objetivo social el Comunismo,
herederos de las enseñanzas marxistas-leninistas, desarrollando las ideas de
tantos revolucionarios, como Stalin, Mao, Ho Chi Ming y Che Guevara.
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