25 de mayo de 2010

Crónica de un viaje a Corea del Norte de un abogado norteamericano de izquierdas



Eric Sirotkin (miembro del National Lawyers Guild o Gremio Nacional de Abogados)


Traducción de F.G. Montoya & J.C. Álvarez


Parecía un sueño. Me encontraba junto a un río cristalino en las serenas montañas de Corea del Norte, rodeado por grupos de coreanos del "eje de mal", dedicados a la placentera tarea de hacer picnics. La gente estaba relajada y las risas flotaban en el aire. Tras enterarse de que un grupo de americanos se encontraba allí, un nutrido grupo de coreanos se acercó a darnos la bienvenida. A través de nuestro intérprete, intercambiamos deseos de paz y saludos amistosos de parte de millones de americanos amantes de la paz.


Mientras bajábamos por el camino, otro grupo de norcoreanos quiso hacerse unas fotos con nosotros y nos pidieron que les cantáramos una canción. Un discordante pero bien intencionado “Venceremos” se alzó de nuestras gargantas, mientras los coreanos aplaudían y se reían. Cuando terminamos, los norcoreanos nos rodearon y llenaron alegremente nuestros bolsillos de manzanas, mientras nuestros ojos se llenaban de lágrimas y nuestros corazones quedaban conmovidos por sus expresiones de aceptación y de aprecio incondicionales, a pesar del hecho de que éramos americanos.Lo anterior no fue ningún sueño. Yo acababa de pasar una semana al norte de la infame Zona Desmilitarizada (ZDM), con una pequeña delegación de abogados abiertos al diálogo, con el objetivo de construir puentes para la paz y de practicar el camino del entendimiento, en el espíritu de Atticus Finch en Matar a un Ruiseñor, cuando decía que realmente no podemos “entender a una persona hasta que no consideremos algo desde su punto de vista ... hasta que no nos metamos en su piel y andemos por el mundo dentro de ella”. En medio de toda la retórica de los gobiernos, a menudo olvidamos nuestra universal condición --que todos los seres humanos son bondadosos y solidarios por naturaleza. Yo supuse que Corea del Norte representaría todo un desafío para mi corazón, pero al emprender este viaje de paz a una nación supuestamente peligrosa y devastada por el hambre, no estaba preparado para encontrarme en ella con los bolsillos repletos de comida, con el corazón rebosante del afecto de los norcoreanos, y con nuestras preconcepciones sobre esta tierra completamente trastocadas. Durante 1300 años o más, la península coreana fue una nación --y un solo pueblo. Aunque tuviera que sufrir la humillación y la tragedia de numerosas invasiones y ocupaciones violentas, no fue hasta mediados del siglo XX que una potencia extranjera, los Estados Unidos, dividió unilateralmente su país. Esta división ejemplifica una política exterior americana todavía atrapada en las prácticas fracasadas del siglo XX, una política que favorece los muros por encima de los puentes, las amenazas por encima del diálogo, y el conflicto por encima de la paz. Unos abogados de Pyongyang invitaron a nuestra delegación del Gremio Nacional de Abogados a pasar una temporada en Corea del Norte, con el fin de examinar con nuestros propios ojos al presunto "enemigo". Yo había trabajado en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Sudafricana, participando en mediaciones y realizando aproximaciones terapéuticas legales, y en dichas actividades había comprobado que tales aproximaciones reducen enormemente los conflictos. Cuando escuchamos activamente y entendemos los sentimientos y la experiencia “del otro bando”, profundizamos nuestra conexión y ponemos en práctica la esencia misma de las relaciones humanas --la compasión.


Partí hacia Pyongyang con una mente abierta, con la intención de levantar el velo del "eje de mal”, pero, al estar saturado con las historias de los medios de comunicación sobre opresión, hambre y estalinismo, no sabía con certeza qué debía esperar. ¿Estaría a salvo en Corea del Norte? ¿Y si era encarcelado o no podía regresar a casa? ¿Seríamos capaces de vencer el resentimiento que los norcoreanos debían de sentir hacia nosotros como americanos? Estos temores resultaron ser tan exagerados e infundados como la historia con la que los medios de comunicación y el gobierno estadounidense nos bombardean acerca del "reino eremita". Viajamos cientos de kilómetros a través del país, visitando los sitios más bellos y motivo de orgullo nacional, la infame Zona Desmilitarizada, y los lugares donde habían tenido lugar la triste lucha, la muerte y la desesperación. Hablamos con tantas personas como nos fue posible acerca de la paz y de la oportunidad de forjar un nuevo modo de relacionarse en el siglo XXI. Mediante encuentros con abogados, funcionarios del gobierno, oficiales del ejército, turistas, y con los norcoreanos que a diario pintaban o hacían picnics en los parques, nuestros ojos se abrieron al poder de las personas que tienden la mano a otras personas. Pero lo más importante es que nos dimos cuenta del engaño que está siendo perpetrado por los Estados Unidos y por la prensa Occidental: que Corea del Norte es un "Imperio del mal" que mata de hambre a su propio pueblo, decidido a aislarse del mundo, el último “reino eremita" dedicado a perpetrar la guerra y la violencia en la región. Nuestras experiencias en Corea del Norte, conocida como República Democrática Popular de Corea (RDPC), pulverizaron todos y cada uno de estos mitos.


• MITO 1 - Corea del Norte se encuentra aislada del resto del mundo. Muchos países, incluyendo la Unión Europea, Italia, Canadá, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Suecia y otros mantienen relaciones diplomáticas formales con la RDPC. Durante nuestro vuelo conocimos a un consultor agrícola canadiense de Saskatchewan, a un sueco que ayudaba a los agricultores coreanos con las vacas, a diplomáticos congoleños, a periodistas británicos, a un ruso que establecía intercambios de arte con la RDPC, a un profesor de Liverpool, y oímos múltiples lenguas y acentos de muchos otros países en nuestro corto vuelo desde Beijing. Durante nuestra estancia vimos grandes grupos de turistas chinos, y nos topamos con turistas surcoreanos en un circo de Pyongyang. Conocimos a un hombre de negocios escocés de Edimburgo que se mostró entusiasta acerca del país y que esperaba poder establecerse en él, a un periodista británico que enseñaba a diseñar páginas web y daba clases sobre mercados bursátiles internacionales a estudiantes de periodismo y a funcionarios del gobierno norcoreano, y a una enfermera finlandesa que llevaba tres años en el país. Todos tenían una valoración muy positiva el país y de su gente, ninguno deseaba la guerra y todos esperaban que el pueblo de América llegase a conocer alguna vez la verdad sobre Corea del Norte. Los funcionarios congoleños confirmaron nuestras observaciones: que el nivel de vida en Corea del Norte es mayor que en muchos lugares de África, del Caribe y de otras partes del mundo.


• MITO 2 - El Gobierno está matando de hambre a su propio pueblo.Aunque los funcionarios que encontramos admitieron que había existido una escasez de alimentos durante las inundaciones y las catástrofes ocurridas a finales de los años 1990, éstas eran noticias pasadas. En aquel tiempo fue el propio gobierno de la RDPC el que se dirigió a la comunidad internacional para solicitar ayuda alimentaria ante aquel inmenso desastre natural. Hoy los norcoreanos todavía necesitan algunas importaciones, como la mayor parte de países, pero en todos los sitios a los que viajamos vimos que crecían las cosechas --incluso sobre los tejados. El arroz se dejaba secar al raso sin vigilancia. Había pequeñas fruterías y la gente parecía sana y activa. Muchas otras personas que encontramos y que habían viajado por todo el país corroboraron nuestras observaciones.


Incluso en el campo, todos los habitantes de la RDPC tienen casas proporcionadas de manera totalmente gratuita por el gobierno. Llegamos a cubrir en nuestro viaje casi 500 kilómetros. Durante todo este tiempo tuvimos la oportunidad de ver comunidades agrícolas y pequeñas ciudades. Observamos que toda la gente estaba bien vestida y era muy activa. No vimos a nadie que pareciera desnutrido o demacrado, y nuestras observaciones fueron confirmadas por muchos extranjeros que llevaban a cabo transacciones a lo largo de todo el país. La RDPC tiene una tierra cultivable muy pequeña, y nosotros vimos cosechas en todas partes donde era posible cultivarlas. Cada pulgada de tierra arable se hallaba cultivada en la RDPC, y sobre las azoteas de las casas de campo la gente plantaba brotes de lo que parecían melones o sandías. La gente que encontrábamos por el camino o en las ciudades rurales parecía relajada. Las imágenes de los niños dirigiéndose a la escuela o jugando, y de las mujeres sentadas en la parte de atrás de sus bicis mientras sus maridos pedaleaban, proporcionaban momentos humanos que hacían totalmente inconcebible la eventualidad de una guerra contra este pueblo pacífico, alegre y laborioso. Nadie parecía desanimado ni deprimido.Las ciudades por las que pasamos, aunque no fueran en absoluto opulentas, parecían bastante prósperas y pudimos ver en ellas fábricas en funcionamiento y también granjas. Había claramente una carencia de maquinaria agrícola, y la mayor parte de la agricultura que pudimos ver se hacía mediante el trabajo manual; pero esto se debía, al menos en parte, a cincuenta años de sanciones, a la incapacidad para comprar el equipo adecuado, y a la escasez de combustible causada, en parte, por los cambios en la política internacional respecto a la RDPC relacionados con el Acuerdo Marco de 1994. También vimos varios puentes no reparados, derribados y dañados durante las inundaciones de 1995-96, y más recientemente durante un tifón que devastó el país. Nos enteramos de que las inundaciones habían sido catastróficas, destruyendo cosechas y casas, puentes y estaciones hidroeléctricas, e inundando minas. Está claro que los norcoreanos sufrieron una serie de calamidades que habrían dejado devastado a cualquier país, independientemente de su política económica. Sin embargo, es un gran mérito del pueblo coreano el que, a pesar de estos desastres, a pesar del continuado embargo económico estadounidense, y a pesar de los esfuerzos de algunas naciones para retrasar la llegada de alimentos y de otras ayudas con las esperanza de que el gobierno actual se derrumbase, los norcoreanos hayan logrado sobrevivir, reanimar su economía y proporcionar un nivel de vida básico muy aceptable. Todos los norcoreanos admiten francamente que, después de las inundaciones, la escasez de alimentos causó privaciones serias.


Tristemente, los EEUU insisten en las sanciones económicas, y su presión sobre Japón, Corea del Sur y otros países para que supriman su exportación de alimentos a la RDPC, ejemplifican la inhumanidad de la utilización de los alimentos y del hambre como instrumento político. Con las mismas justificaciones falsas utilizadas para iniciar la guerra contra Irak, resulta obligado para cualquier persona u organismo responsable conocer la realidad auténtica y basar todas sus decisiones en información actualizada.


• MITO 3- Los soldados de los Estados Unidos no pueden entrar en Corea del Norte sin ser tiroteados o asesinados. De forma sorprendente, encontramos a soldados estadounidenses, no sólo a lo largo de la ZDM, sino también en nuestra pensión en Pyongyang. Una pequeña unidad de soldados americanos se encontraba allí para viajar al campo con el fin de buscar los restos de americanos muertos en la Guerra de Corea. Aparte de su alarmante presencia, estos soldados americanos también proporcionaron la mejor corroboración para nuestras observaciones de las condiciones existentes en Corea del Norte. Habiendo viajado extensamente por todo el país, admitieron no haber visto a nadie que mostrara síntomas de hambre; dijeron que aquella gente parecía bien alimentada y también que se veían cosechas por todas partes. Reconocieron que todos los norcoreanos eran muy amables con ellos, y admitieron que la RDPC no era en absoluto como se la habían descrito.


• MITO 4 - Corea del Norte tiene uno de los ejércitos mayores y más espantosos del mundo, y utiliza a sus militares para amenazar e intimidar a su pueblo. Una de las mayores sorpresas de nuestro viaje fue que jamás vimos a ningún soldado o policía que llevara pistolas, fusiles, porras u otras armas intimidatorias. Había muchos soldados, pero a menudo trabajaban en los campos ayudando con la cosecha, o bien en las carreteras. En ninguna parte, exceptuando en la ZDM o en ocasionales puestos de guardia rurales, pudimos ver una pistola o un arma de cualquier otra clase. Esto estaba en marcado contraste con mis viajes por Centroamérica, donde detentaban el poder dictadores militares apoyados por EEUU, e incluso con la presencia de la policía en las áreas urbanas de EEUU. Para quien ha experimentado los helicópteros, las máscaras antigás, las armas, el gas lacrimógeno, los caballos y los perros de presa del Departamento de Policía de Albuquerque durante unas recientes protestas pacíficas, la presencia de la policía en la RDPC era mínima y pasaba casi totalmente desapercibida. Más aún, fueron nuestros contactos personales con los soldados los que nos convencieron todavía más del pacifismo del pueblo norcoreano. Cuando llegamos a la ZDM fuimos recibidos por el Comandante Kim Myong Hwan, oficial responsable de las negociaciones entre el norte y el sur en la ZDM.


Cuando reconoció a Peter, un miembro de nuestra delegación, por haberle tratado en un viaje anterior, los dos se abrazaron, el oficial norcoreano se rió y una radiante sonrisa se extendió por su rostro. “Bienvenido, mi viejo amigo”, le dijo. Él y Peter se estrecharon las manos, mientras reían y rememoraban una relación corta pero significativa que habían tenido dos años antes. El intercambio, obviamente, había dejado un poso en los corazones de ambos.


Más adelante el comandante Kim compartió sus sueños: había querido hacerse escritor o periodista después de la graduación; pero en tonos más sombríos describió la historia que le llevó a él y a sus cinco hermanos a "recorrer la línea de la ZDM” como soldados. Dijo que quería que escucháramos su historia como americanos y como abogados. "Los abogados", dijo, “llevan la fe y la justicia en sus corazones, y los americanos deben entender lo que ocurrió aquí. Yo estoy solo, pues toda mi familia murió en Sinchon”. Nosotros sabíamos que Sinchon era una ciudad del norte conocida por las extremas atrocidades de guerra cometidas por las fuerzas estadounidenses. El comandante describió cómo su abuelo fue ensartado en un poste, torturado y asesinado por los americanos, mientras su abuela era muerta por una bayoneta en el vientre. Las lágrimas afloraron a sus ojos mientras describía cómo su padre se había quedado huérfano a los seis años, así como la incapacidad de su padre que, siendo un chiquillo, no pudo defender a su familia. “Así pues, mis hermanos y yo tenemos que hacerlo ahora”, dijo. Y sabiamente afirmó: “No tenemos nada en contra del pueblo americano. Nos oponemos a la política hostil del gobierno estadounidense y a sus esfuerzos por ejercer el control del mundo entero e infligir la calamidad a otros pueblos”.


Esa misma tarde encontramos a un Coronel, un poco más lejos siguiendo la línea de la ZDM; el coronel nos urgió a ayudar a la gente a ver lo que realmente ocurre en la RDPC, en vez de basar sus opiniones en la desinformación. Él nos dijo: “Sabemos que, igual que nosotros, las gente americana amante de la paz tiene niños, padres y familias”. Mirando fijamente hacia fuera, al terreno majestuoso a menudo calificado como “el lugar más peligroso de la tierra”, le hablamos de nuestra misión de llevar a América un mensaje de paz, y que esperábamos volver un día a Corea y "pasear juntos libremente por estas hermosas colinas”. Él hizo una pausa y dijo: “Yo también creo que eso es posible”.


Durante otra tarde, asistimos a un espectáculo circense en Pyongyang. Era una actuación al estilo del Circo du Soleil, con acróbatas, patinaje sobre hielo y una orquesta en directo. El impresionante espectáculo se hacía más notable por la presencia de un gran número de soldados y marineros entre el público que se reían estruendosamente con los cómicos y aplaudían y vitoreaban como el resto de nosotros en los números de trapecio. El ejército de la RDPC es descrito a menudo en la prensa occidental como monolítico, robótico y criminal. Esta exageración simplista se redujo a polvo antes nuestros ojos mientras compartíamos la alegría y la risa, en vez de la cascada de amenazas y de retórica típica de nuestro gobierno. A menudo, las relaciones internacionales se basan más en las apariencias que en la realidad. Comprendimos que los políticos suelen olvidar que el presunto "enemigo" está formado realmente por personas con corazones y sentimientos, y que los ejércitos son principalmente de adolescentes y adultos jóvenes atrapados en un drama mortal. Me senté en el circo pensando en cómo nuestros gobiernos, igual que los ejecutantes circenses, caminan sobre una cuerda floja tendida sobre un peligroso conflicto nuclear. Aun así, durante un momento todas nuestras diferencias se desvanecieron, mientras nos reímos juntos de la locura y el esplendor de la humanidad. Desde entonces me he preguntado: ¿podría la paz ser tan sencilla? La única respuesta que me sigo dando a mí mismo es: “Tal vez lo sea”.


• MITO 5 - Corea del Norte quiere ser una potencia nuclear.La RDPC ha dado señales contradictorias sobre si realmente posee o no armas nucleares. Habitualmente se refiere “a una fuerza nuclear como elemento disuasorio”. Un oficial nos dijo que ellos no tienen tales armas, y otros funcionarios afirmaron que sí. Entonces uno puede concluir que es posible que exista una fuerza nuclear como elemento disuasorio, aunque esto pueda ser un bluff para hacer que el gobierno estadounidense se lo piense dos veces antes de lanzar un ataque. Sin embargo, la pregunta no es simplemente si la RDPC posee tales armas, sino si los EEUU, que tienen alcance nuclear sobre la península coreana y más de 700 misiles nucleares en Corea del Sur, están dispuestos a firmar un tratado de paz. Al final, el juego del gato y el ratón es un círculo vicioso. Nosotros observamos que los norcoreanos desean ardientemente la paz y no quieren tener armas nucleares si la paz puede ser alcanzada. Sin embargo, en esta era de "cambio de régimen” en Irak, de la doctrina de la guerra preventiva de Bush, de los esfuerzos estadounidenses para desarrollar armas nucleares a bajo costo y de su rechazo de los tratados internacionales, no es sorprendente que la RDPC juegue la baza nuclear. Todos los norcoreanos que encontramos nos dijeron que, como habían prometido en el Acuerdo Marco de 1994, abandonarían su programa nuclear a cambio de relaciones pacíficas con los EEUU. Aprender a ponerse en el lugar de los demás no sólo implica liberarse de los mitos. La realidad de las experiencias del pueblo coreano debe ser reconocida, y nuestra nación debe aceptar su responsabilidad por su papel actual e histórico en el mantenimiento del contencioso. Como los acontecimientos del 11 de septiembre nos han enseñado de manera terrible y dramática, debemos entender por qué la gente de otras naciones guarda resentimiento hacia nosotros. En 1905, en lo que los coreanos llaman la “primera traición”, el gobierno estadounidense dio su aprobación secreta al Japón para que ocupase y gobernase Corea, lo que condujo a varios millones de muertes y a la deportación al Japón de mujeres coreanas como “chicas de placer” y trabajadoras esclavas. La división del país llevada a cabo por Washington a finales de la Segunda Guerra Mundial se hizo sin consultar a los coreanos. La Guerra coreana de 1950-1953 fue una de las más bárbaras y brutales de la historia del mundo, y ningún tratado de paz se firmó nunca, de modo que técnicamente nuestras naciones todavía están en guerra. A lo largo del país advertimos que ningún edificio parecía tener más de 50 años. Durante la guerra coreana, los aviones estadounidenses bombardearon despiadadamente el país, destruyendo prácticamente todo hasta que, según dijeron los militares americanos, no quedó en pie “nada digno de tener nombre”.


El bombardeo intensivo de áreas civiles urbanas viola la ley internacional, pero raras veces es perseguido como crimen de guerra. A la luz de las descripciones y de las fotos de la devastación, el bombardeo de Corea del Norte fue un acto atroz igual o mayor que los implacables bombardeos sobre la población civil en Londres, Coventry, Rotterdam, Dresde, Hamburgo, Tokio, e incluso Hiroshima y Nagasaki. El New York Times divulgó que 17.000.000 de libras de Napalm habían sido enviadas a Corea en los 20 primeros meses de la guerra. En Washington tenemos monumentos a los 53.000 soldados estadounidenses que murieron en la guerra, pero nada se dice ni se enseña en nuestras escuelas sobre los más de 3,5 millones de víctimas de la guerra en el Norte, en la que uno de cada diez coreanos resultó herido o muerto. En 1951, una delegación internacional de mujeres relató que aviones estadounidenses bombardeaban a civiles en el campo norcoreano. En 1952 la investigación realizada por la Asociación Internacional de Abogados Democráticos en Corea del Norte reveló la utilización de sustancias químicas prohibidas y de armas biológicas por parte de las fuerzas americanas. Nosotros visitamos Sinchon, en la provincia de Hwang Hoe, donde muchas de estas atrocidades han sido documentadas. Fue en este lugar donde tropas del Sur y soldados estadounidenses cometieron horribles crímenes de guerra. 35.000 personas murieron durante la breve ocupación de esta provincia.


En el edificio conmemorativo de Sinchon recorrí las filas de fotografías y de representaciones de los ataques realizados contra civiles, y las fotos de cuerpos carbonizados y decapitados. Las fuerzas estadounidenses y surcoreanas repartieron folletos y propaganda por toda la provincia, llamando a la caza y asesinato de miembros del Partido Comunista y de "sus familiares”. Vimos pruebas de las más de 500 personas que fueron introducidas en una zanja, empapadas de gasolina, rociadas con fuego y quemadas vivas. Cerca del edificio conmemorativo, entramos en un refugio aéreo donde más de 900 personas, incluyendo a mujeres y niños, se reunieron durante un ataque. Los soldados estadounidenses vertieron gasolina y colocaron dinamita en los conductos de ventilación de los refugios, prendiendo fuego a continuación. Las paredes del refugio todavía están ennegrecidas por la carne quemada. Ante semejante horror, como en la visita que yo había hecho unos años antes a Hiroshima, podía sentir las impresiones viscerales de los terribles gritos de socorro atravesando como puñales mi corazón.


Mientras salíamos del refugio, absolutamente conmocionados por las atrocidades cometidas en nuestro nombre, vimos a varios soldados norcoreanos que escuchaban una historia contada por una mujer cuya familia había muerto en Sinchon. Su voz se estremecía de emoción, y los soldados nos miraron con curiosidad mientras caminábamos solemnemente hacia el edificio conmemorativo y las tumbas masivas de Sinchon. Depositamos algunas flores allí, dejando también un pedazo de nuestros corazones.


El sentimiento de vergüenza no puede ni siquiera comenzar a describir los sentimientos que experimentamos en Sinchon. Tales actos de terror y de barbarie cometidos por nuestros propios soldados sólo nos dejan una opción. Podemos o bien cerrar nuestros corazones o bien usar dicha experiencia como una oportunidad para abrirlos aún más. La tragedia de Sinchon reforzó nuestro compromiso de trabajar por la paz, y es un recordatorio poderoso de quiénes sufren realmente cuando los gobiernos tocan los tambores de guerra. Añádase a esta experiencia de guerra el rechazo de los EEUU a cumplir el Acuerdo Marco firmado en 1994 con Corea del Norte, un acuerdo que los funcionarios de Clinton admiten que nunca pensaron cumplir porque pensaban que el régimen de la RDPC se derrumbaría pronto, y fácilmente podremos entender por qué los norcoreanos tienen tan poca confianza en el gobierno de los EEUU y buscan poseer una fuerza nuclear como elemento disuasorio. La Administración Bush también tiene sus propios motivos para mantener este contencioso nuclear. No es ningún secreto que los EEUU están absolutamente decididos a mantener una fuerte presencia militar en Asia. Los programas que constituyen la base de la política exterior de la administración, tales como el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano o el Choque de Civilizaciones, exigen que nuestros militares de conviertan en “la nueva caballería de la frontera americana”.


La premisa adoptada por la administración es que debemos tener los militares más fuertes del mundo, siempre disponibles para librar dos o más “guerras de exhibición” simultáneamente, y para “desalentar" a cualquier otra nación a que desafíe nuestro liderazgo o tan siquiera aspire a desempeñar “un mayor papel regional o global”. Los dirigentes estadounidenses proclaman que las próximas luchas y guerras se librarán contra el Islam y más tarde se desplazarán a Asia, y que representan un choque de culturas consistente en "Occidente contra el resto del mundo”. Para muchos de nosotros, sobre todo los que vivimos en Occidente, la noción de nuestros militares volviendo a sus raíces en la “caballería" del siglo XIX no logra evocar imágenes positivas basadas en la construcción de relaciones bilaterales y de paz.


Tristemente, un vistazo al mundo de hoy permite contemplar esta marcha militar hacia la locura, que se revela plenamente en Oriente Medio. Siendo dicha política de conquista la que guía las actuaciones del ejército americano, no resulta sorprendente que, mientras nos encontrábamos en la frontera norte de la ZDM, oyéramos a las tropas estadounidenses en el Sur emitiendo por los altavoces la obertura de Guillermo Tell –más conocida como el tema central del Llanero Solitario --“High Ho Silver”. La paz y la estabilidad en Asia son contrarias a estos proyectos de dominación norteamericana, y harían superflua la presencia de nuestras tropas en Corea. Un mercado asiático floreciente en tiempos de paz y la alianza comercial entre los países asiáticos representaría una gran amenaza económica para el predominio y el control estadounidense de la región.


Actualmente la mayor parte de los países de la zona se dirigen a China, la nación productora más grande del mundo, en busca de comercio y apoyo. Corea del Sur, nuestro aliado más cercano al que decimos defender, negocia más con China que con los EEUU. Se desconoce la forma en que la Administración Bush "desalentará", de modo consistente con su Nuevo Siglo y sus objetivos fronterizos, este progresivo "desafío a nuestro liderazgo” o “el papel regional y global cada vez mayor” desempeñado por China. Lo que realmente sabemos es que una guerra en Corea causaría a las economías de las naciones circundantes un daño calculable hasta en un trillón de dólares, sin mencionar el consiguiente sufrimiento humano de millones de personas en Corea. De manera terrible, la Administración puede creer que el ejército americano y una guerra en Corea podrían ser su única opción para asegurar su dominio de esta parte importante del mundo en el siglo XXI. El método principal para mantener la inestabilidad y generar el apoyo a la guerra ha sido una campaña concertada para demonizar a una nación entera. Podemos ver esto por todas partes. Recientemente me llamó la atención un titular colgado en el tablón de anuncios de un supermercado local: “El Arca de Noé Ha Sido Encontrada en Corea del Norte…


Kim Jong Il la convierte en su propiedad personal”. El artículo citaba a un reciente desertor que supuestamente había visto el Arca, y decía que este “símbolo poderoso para los cristianos” era la carta de triunfo “de un hombre cuya cordura es más que dudosa”. El artículo terminaba con una súplica para que “los EEUU se muevan rápidamente para salvar este tesoro inapreciable”. Es verdad que esto apareció en el tablón de un supermercado, pero no es demasiado diferente de las opiniones extremistas vertidas en los medios de comunicación acerca de Corea del Norte y de su supuesto “líder porno” que trafica con drogas y se dedica a la trata de blancas en el mundo entero.


El retrato de una sociedad orwelliana, totalitaria, empobrecida y hambrienta, un retrato que está muy lejos de la realidad que nosotros experimentamos en la RDPC, junto con las alegaciones de “armas de destrucción masiva”, tiene un toque demasiado familiar. Cuando nuestro presidente George W. Bush califica al país como “perverso”, a su Presidente Kim Il Jong como un dictador "enano", y cuando habla del cambio de régimen, podemos ver claramente cuáles son sus verdaderas intenciones. Éstos han sido los mismos tipos de alegaciones propuestas por los Estados Unidos para justificar todos sus recientes actos militares de agresión contra Irak, Afganistán, Yugoslavia, Panamá, Nicaragua, Libia y así ad infinitum. Como mínimo, ello sirve como una justificación falsa para mantener una fuerte presencia militar en Asia, compatible con su plan para un Nuevo Siglo Americano. Irónicamente, George W. Bush afirma que “Nuestra nación ha sido escogida por Dios y comisionada por la historia para ser un modelo para el mundo”. Pero obras son amores y no buenas razones. Debemos preguntarnos si debemos apostar por el diálogo, la paz y el desarme, o bien por la fuerza, la agresión y las ventajas de poseer armas nucleares. No bastan las promesas de no agresión y de justicia. Los actos de una nación deben reflejar sus palabras. Demonizar a otro país como "el mal absoluto" implica que nuestra nación es pura e inmaculada. Como Alexsander Solzhenitzn, el antiguo disidente soviético, sabía tan bien:"Si todo fuera tan simple, Si sólo hubiera gente malaen algún sitio,insidiosamente cometiendo maldades,y sólo fuera necesario separarlos del resto de nosotros y destruirlos. Pero la línea que divide el bien y el malatraviesa el corazón de cada ser humano .¿Y quién está dispuesto a destruirun pedazo de su propio corazón?"

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