Por Esteban Zúñiga
El 12 de marzo de 1919 nacía en Madrid MIGUEL GILA CUESTA. Concretamente en la calle Zamora, en la barrio de Bellas Vistas, situado en el distrito de Tetuán, para posteriormente, tras quedarse huérfano de padre antes de nacer, criarse con sus abuelos en una buhardilla de la calle Zurbano, en el distrito de de Chamberí.
Un monologuista y humorista muy conocido por todos, que se enfrentaría a la intolerancia de la sociedad española utilizando el arma del humor, en especial, con su teléfono en ristre. Un hombre al que la vida le había recibido, en su juventud, con una guerra -lejos de aquella guerra desternillante que el nos transmitiría con su teléfono- de significación trágica, fratricida y atroz, en la que sería, según sus propias palabras "mal fusilado".
Debido a las estrecheces económicas de su familia dejaría los estudios a los 13 años; poniéndose a trabajar como empaquetador de café y chocolate, aprendiz de coches, aprendiz de 4º Grado en Boetticher y Navarro de Villaverde, sin dejar por ello de estudiar, en una escuela nocturna, delineación.
Como miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), tras el fallido golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936, se alistaría con diecisiete años como voluntario en el Regimiento "Pasionaria", para poco después pasar a formar parte del 5º Regimiento de Líster, combatiendo en Sigüenza, Somosierra y en los frentes de Madrid, Guadalajara y Ebro...
El 6 de diciembre de 1938 caería prisionero, luchando en el Frente de Extremadura, en El Viso de los Pedroches, Córdoba, -a donde había sido destinado a mediados de 1937-, en manos de unos marroquíes encuadrados en la 13ª División del coronel fascista Juan Yagüe -conocido como "El Carnicero de Badajoz"-. Poco después, estos mismo marroquíes, tras cometer la cobarde violación de una mujer, y borrachos conformar, al anochecer, un pelotón de fusilamiento sobre catorce soldados republicanos -entre los que se encontraba Miguel Gila-, con el resultado macabro del asesinato de doce de ellos y sobreviviendo, gracias a su borrachera, dos de ellos.
Miguel Gila, uno de los dos afortunados, narraría más tarde aquellos trágicos hechos de la siguiente manera:
"Nos fusilaron al anochecer, nos fusilaron mal.
El piquete de ejecución lo componían un grupo de marroquíes con el estómago lleno de vino, la boca llena de gritos y carcajadas, las manos apretando el cuello de las gallinas robadas con el ya mencionado "ábrete Sésamo" de los vencedores de batallas.
El frío y la lluvia calaba los huesos. Y allí mismo, delante de un pequeño terraplén y sin la formalidad de un fusilamiento, sin esa voz de mando que grita: "¡Apunten! ¡Fuego!", apretando el gatillo de sus fusiles, y caímos unos sobre otros.
Catorce saltos grotescos, en aquel frío atardecer del mes de diciembre. Las gallinas tuvieron poco para respirar, el que emplearon los del piquete de ejecución en apretar sus gatillos. Y sobre la tierra empapada por la lluvia nuestros cuerpos agotados de luchar día a día.
Catorce madres esperando el regreso de catorce hijos. No hubo tiro de gracia. Por mi cara corría la sangre de aquellos hombres jóvenes, ya con el miedo y el cansancio absorbidos por la muerte. Por las manos de los marroquíes corría la sangre de las gallinas que acababan de degollar.
Hasta mis oídos llegaban las carcajadas de los verdugos mezcladas con el gemido apegado de unos de los hombres abatidos. Ellos, los verdugos, bañaban su garganta con vino, la mía estaba seca de terror. No puedo calcular el tiempo que permanecía inmóvil. Los marroquíes, después de asar y comerse las gallinas, se fueron. Estaba amaneciendo. (...)".
("Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados, Miguel Gila". Ediciones Temas de Hoy. Madrid, 1995).
Más tarde, sería de nuevo hecho prisionero, e internado en el campo de concentración de Valsequillo (Córdoba), para después pasar por otras prisiones como: Yeserías, Santa Rita de Carabanchel y Torrijos (en donde coincidiría con Miguel Hernández). Al finalizar la guerra 1936-1939, sería obligado a cumplir el servicio militar, por cuatro meses en Zamora.
Tiempos después, Miguel Gila llegaría a confesar:
"Entré en el Ejército a los 17 años y salí diez años más tarde. Es el personaje tutelar, que más me crió, y con el que más me complazco en apedrear a todo aquello que me marcó."
Para después, en plena posguerra, y mientras continuaba la represión de la dictadura franquista, trabajar como humorista gráfico en "La Exedraa" -revista editada en Salamanca- y en "La Codorniz". Y ya en los últimos años del franquismo formar parte del equipo de redacción del semanario "Hermano lobo".
El éxito en los escenarios le llegó en 1951, cuando actuó en Madrid de forma espontánea en el teatro de Fontalba, donde contó un improvisado monólogo sobre su experiencia como voluntario en una guerra.
Un hombre que, ante el ambiente asfixiante tanto moral como político de la oscura y sombría España, que había actuado en la radio y en el cine (decenas de apariciones con su cómica visión del mundo que le rodeaba), de los años cincuenta y sesenta, se trasladaría en 1968, a América Latina. Estaba acosado y perseguido por el franquismo, por el hecho de convivir con la mujer que amaba, lo que suponía enfrentarse a la moral del nacional catolicismo franquista.
Fijó su residencia en Buenos Aires, desde donde realizaría giras artísticas por toda América Latina. Así en México colaboró con la revista satírica La gallina, y también destacó por sus monólogos en el programa "Sábados circulares". En Venezuela, participó en programas de humor tanto en Radio Rochela como Radio Caracas Televisión, invitado por Tito Martínez del Box.
En Argentina, participó en varios programas de televisión, siendo recordada su participación en Al estilo de Mancera
en 1978, donde tenía una sección fija llamada «Que se
ponga», en donde Gila realizaba llamadas telefónicas imaginarias de forma cómica.
Esporádicamente regresaba para realizar diferentes contratos en España, desde 1977. Trabajó en los guiones de las películas "El Ceniciento" y "El hombre que viajaba despacito". Apareció en la película animada "Historias de amor y masacre", dirigida por Jordi Amorós, con guión de Gila, Chumy Chúmez, Ivá y Jaume Perich, con dibujos de todos.
Regresó a España finalmente en 1985, donde contaría con una importante popularidad tras aparecer en las pantallas de decenas de películas de cine y actuaciones en televisión. Se hizo popular con sus monólogos, y su teléfono compañero de fatigas, y en los que mostraría unas geniales parodias del militarismo y de la sociedad.
Forges, otro imprescindible humorista, recuerda a Gila en el prólogo del libro Miguel Gila: Vida y obra de un genio, escrito por Juan Carlos Ortega, y Marc Lobato. En este prólogo indaga ante el futuro de este gran maestro del humor:
"Es un hecho que Gila fue un impulsor primigenio de la caterva de humoristas que «nacimos» a la sombra de su personal punto de vista humorístico; todos nos sentimos «hijos» de su ingenio, y su recuerdo perdurará a través de los tiempos entre las majestades humorísticas españolas, los Reyes Magos del Humor: Cervantes, Quevedo y Gila. ¿Admiración excesiva? Ninguna admiración puede ser excesiva si se trata de Miguel Gila. Y si no, al tiempo...".
Miguel Gila fallecería en Barcelona el 13 de julio de 2001 -tenía 82 años- por una insuficiencia respiratoria provocada una enfermedad pulmonar crónica que padecía.
Su ideología antifascista y antifranquista siempre le acompañaría en sus actuaciones, escritos, viñetas, poemas..., que se verían reflejadas en sus memorias donde se explicitarían todos los problemas y obstáculos a los que tuvo que enfrentarse durante el franquismo.
A continuación, compartimos dos de sus poemas, basados en la desazón y la amargura de sus días de combate y de cárcel. En el recuerdo y emoción de aquellos camaradas y compañeros que había combatido -y perdido- por la libertad, la democracia y la justicia social. Camaradas y compañeros que habían caído bajo las tinieblas del olvido...
"DERROTA.
Se han apretado los silencios,
para ahogar en el no sé,
y el no recuerdo,
una derrota que aún palpita,
en la profunda y oscura cobardía,
de los miedos...
Están encadenados,
fingiendo que están ciegos,
durmiendo en los oscuros laberintos,
del bueno,
del sí,
del que está,
del qué más da.
¿Y los muertos?
¿¡Qué importan!?
¿Para qué recordar por qué murieron?
¿Qué más da?
¿Para qué recordarles cuando vivos?
¿Para qué?
¡Si ahora son ya tan solo muertos!
Miguel GILA."
Y a continuación, compartimos el segundo poema:
"YO.
Yo he recorrido a pie,
el camino gris de la vulgaridad,
y he sentido el cansancio de no ser.
He pasado sobre aquellos,
que,
no teniendo valor,
para llegar al final,
se acostaron a dormir,
con su cobardía,
arropándose con los harapos,
descoloridos, de lo fácil.
He luchado noches enteras,
con el sueño y la fatiga,
que,
sabiendo de mi humilde cuna,
tratan de clavar su garra,
en mi cerebro.
He llegado al final,
de este camino,
y he penetrado en el valle donde,
escritos en cada puesta de sol,
están los nombres de los que fueron algo.
Si al dejar de ser materia,
y abandonar este valle,
no consigo que mi nombre se escriba junto al suyo,
al menos me iré,
con la satisfacción de saber,
quiénes fueron,
y haberles comprendido.
Miguel GILA."
Fuentes gráficas:
https://www.lavanguardia.com/cultura/20190312/46981482387/miguel-gila-vinetas-humorista-cien-anos-nacimiento.html#foto-4
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