Con esta entrada concluimos la publicación del trabajo de la
Asociación de Amistad Hispano-Soviética sobre la crítica del Partido
Comunista Chino a la experiencia soviética. Próximamente comenzaremos la
publicación del tercer trabajo de análisis de este curso elaborado por
la AAHS: «Crítica de los comunistas albaneses a la experiencia
soviética».
Los nueve artículos del PCCh contra el PCUS
A partir del 6 de septiembre de 1963 y hasta el 14 de julio de 1964,
los dirigentes chinos publicaron una sucesión de nueve artículos
denunciando frontalmente, en sus diversas vertientes, el viraje
revisionista que había impuesto el grupo de Jruschov al PCUS: “El origen
y el desarrollo de las divergencias entre la dirección del PCUS y
nosotros”, “Sobre el problema de Stalin”, “¿Es Yugoslavia un país
socialista?”, “Apologistas del neocolonialismo”, “Dos líneas diferentes
en el problema de la guerra y la paz”, “Dos políticas de coexistencia
pacífica diametralmente opuestas”, “Los dirigentes soviéticos son los
mayores escisionistas de nuestra época”, “La revolución proletaria y el
revisionismo de Jruschov” y “Acerca del falso comunismo de Jruschov y
sus lecciones históricas para el mundo”. Con estos artículos, el PCCh
completaba la ruptura y pasaba al enfrentamiento abierto con el PCUS en
todos los órdenes.
Aquí, vamos a referirnos únicamente a los artículos “Sobre el
problema de Stalin” y “Acerca del falso comunismo de Jruschov…” y a las
novedades que los dirigentes chinos introducen en ellos sobre su
valoración de la edificación socialista en la Unión Soviética.
El primero de los artículos vuelve a imputar a Stalin –y a la
política de la URSS en el período en que éste fue su máximo dirigente-
los siguientes defectos sin concretar la base fáctica de los mismos:
“El Partido Comunista de China siempre ha considerado que Stalin
cometió en efecto algunos errores. Estos tienen sus raíces gnoseológicas
y socio-históricas. (…) Algunos fueron errores de principio y otros
cometidos en el trabajo práctico; algunos pudieron haberse evitado,
otros eran difíciles de evitar, en ausencia de un precedente que
sirviera de ejemplo a la dictadura del proletariado. (…) En ciertos
problemas, Stalin se apartó, en su manera de pensar, del materialismo
dialéctico, cayó en la metafísica y el subjetivismo y, como consecuencia
de ello, perdió a veces el contacto con la realidad objetiva y con las
masas”. Y continúa con un resumen de los reproches publicados
anteriormente que ya hemos citado.
El PCCh considera “que el problema de cómo apreciar y enfocar a
Stalin no es simplemente la evaluación del propio Stalin, sino, lo que
es más importante, cómo sintetizar la experiencia histórica de la
dictadura del proletariado y del movimiento comunista internacional a
partir de la muerte de Lenin”. Cuestionando lo que hizo Jruschov,
considera asimismo que “es necesario analizar de manera cabal, objetiva y
científica los méritos y errores de Stalin, empleando el método del
materialismo histórico y presentando la historia tal como es, y que no
se debe emplear el método del idealismo histórico, tergiversar y
falsificar arbitrariamente la historia, ni negar a Stalin en forma
subjetiva, ruda y total”.
El balance que traza es positivo: “Comparados sus méritos y sus
errores, pesan más los primeros que los últimos. (…) La vida de Stalin
fue la vida de un gran marxista-leninista, de un gran revolucionario
proletario. (…) Es necesario criticar, desde una posición justa y con un
método correcto, los errores efectivamente cometidos por Stalin y no
los que se le imputan sin ningún fundamento”.
La crítica del PCCh a Jruschov tiene un carácter cualitativamente
diferente, acusatorio, aunque todavía se refiere a él como “camarada”:
“El camarada Jruschov negó por completo a Stalin en el XX Congreso del
PCUS. En este problema de principio, que afecta a todo el movimiento
comunista internacional, no consultó de antemano con los partidos
hermanos e intentó imponerles luego un hecho consumado. (…) Cuando
Jruschov tergiversa la historia y niega por completo a Stalin, es
natural que tengamos el ineludible deber, en bien de los intereses del
movimiento comunista internacional, de salir en defensa de Stalin. (…)
Hasta ahora, Jruschov no se ha atrevido a permitir que el pueblo
soviético y los pueblos del campo socialista lean el informe secreto,
presentado en el XX Congreso del PCUS y en que niega por completo a
Stalin, debido a que se trata de un informe que no puede soportar la luz
del día, informe tristemente ajeno a las masas. (…) Si Jruschov no
tiene mala memoria, debe recordar, por supuesto, que en el período de la
dirección de Stalin, él mismo apoyó y aplicó con particular celo la
política de la lucha por la liquidación de los contrarrevolucionarios de
aquel tiempo. (…) En el informe pronunciado ante el XVIII Congreso del
Partido Comunista (b) de la URSS en 1939, [Stalin] admitió también
algunos errores cometidos en la depuración del Partido. ¿Y Jruschov? No
sabe en absoluto lo que es la autocrítica; solamente sabe echar a otros
la culpa de todos los errores y atribuirse todos los méritos. (…) La
negación completa de Stalin ha proporcionado municiones a los
imperialistas y reaccionarios de todos los países, municiones que ellos
hacían todo lo posible por conseguir en su lucha contra la Unión
Soviética y contra el comunismo. Poco después del XX Congreso del PCUS,
los imperialistas utilizaron el informe secreto anti-staliniano de
Jruschov y desplegaron una amplia campaña antisoviética y anticomunista
en todo el mundo. (…) Como resultado de la frenética campaña que
desplegó la dirección del PCUS contra Stalin, los trotskistas, que desde
hacía largo tiempo no eran sino cadáveres políticos, resucitaron y
armaron una alharaca sobre la necesidad de ‘rehabilitar’ a Trotski”.
Aunque los nuevos dirigentes soviéticos presentan sus críticas a
Stalin como una mera lucha contra el culto a la personalidad, este
artículo del PCCh les atribuye otra finalidad: “La línea revisionista de
la dirección del PCUS se inició precisamente con el XX Congreso y acabó
sistematizándose íntegramente en el XXII Congreso. Los hechos prueban
cada vez con mayor claridad que la adulteración por parte de la
dirección del PCUS de la doctrina marxista-leninista sobre el
imperialismo, la guerra y la paz, la revolución proletaria y la
dictadura del proletariado, la revolución en las colonias y
semicolonias, el partido del proletariado, etc., es inseparable de su
negación total de Stalin”. Los objetivos serían, por tanto:
“1. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’,
contraponer a Stalin, jefe del Partido, a las organizaciones del
partido, al proletariado y a las masas populares;
2. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’,
denigrar al partido proletario, la dictadura del proletariado y el
sistema socialista;
3. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’,
elevarse a sí mismos y atacar a los revolucionarios fieles al
marxismo-leninismo, a fin de abrir el camino a la usurpación de la
dirección del Partido y del Estado por parte de los intrigantes
revisionistas;
4. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’,
intervenir en los asuntos internos de los partidos y países hermanos y
esforzarse por derribar a voluntad la dirección de los partidos y países
hermanos;
5. So pretexto de la ‘lucha contra el culto a la personalidad’,
atacar a los partidos hermanos que se atienen al marxismo-leninismo y
escindir el movimiento comunista internacional”.
Con respecto a esta última cuestión, vale la pena reflexionar que el
PCUS sólo podía escindir el movimiento comunista internacional a
condición de que una parte importante del mismo le siguiera (como así
fue); que el viraje revisionista de esta parte equivalía forzosamente a
la escisión del movimiento en su conjunto o, en el peor de los casos, a
su casi total autodestrucción; y que, no obstante, esta escisión no
tenía por qué impedir una práctica de frente común contra el
imperialismo y la reacción -como propugnó Lenin y como se aplicó con
éxito en la lucha antifascista-, a condición de que los críticos del
revisionismo comprendieran el exacto carácter de clase de esta tendencia
de conformidad con el materialismo dialéctico.
En los diez meses que median entre este artículo y Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el mundo,
es apreciable una mayor concreción de la crítica de los dirigentes
chinos, al mismo tiempo que una tendencia creciente a la exageración y a
la unilateralidad que contradice la dialéctica que ellos mismos echan
en falta en Stalin y en sus sucesores.
“En la sociedad socialista –se afirma en este último de los
artículos-, durante un período bastante largo, la burguesía y demás
clases reaccionarias derrocadas siguen siendo fuertes, y en algunos
campos bastante fuertes”. No es riguroso, sino exagerado, hablar de
burguesía y de otros reaccionarios, como tales clases,
una vez que han sido, no ya sólo expulsadas del poder político, sino
incluso expropiadas. En un primer período después de la Revolución de
Octubre, siguieron existiendo como clases (kulaks y nepman) hasta que
fueron suprimidas sus propiedades y su posición independiente en la
producción social. Luego existieron como residuos de clases
desaparecidas, una parte de los cuales asumió la posición de las clases a
las que se incorporaron (proletariado, campesinado koljosiano y capas
de empleados e intelectuales) y otra parte luchaba por reconquistar su
anterior posición de clase.
Hay que entender la categoría de clase de conformidad con el
materialismo dialéctico, es decir: 1º) sobre la base de las relaciones
de producción existentes; 2º) en su devenir histórico que contempla una
acumulación cuantitativa de características sociales parciales hasta
convertirse cualitativamente en clase; y 3º) en su relación con las
demás clases que conforman la sociedad. Si se toma la parte por el todo
en el significado de una clase social, es imposible implementar un
programa científico de transición desde el capitalismo hasta el
comunismo. Esta exageración desorbita el enfoque de la lucha de clases
hacia el idealismo y el subjetivismo, lo que termina por echar a las
capas sociales intermedias en brazos de la contrarrevolución y por
llevar al proletariado revolucionario a la derrota.
La burguesía, que tiene su origen en la pequeña producción mercantil y
en la división del trabajo existente en la sociedad feudal, adquiere su
pleno carácter de clase al convertirse en capitalista. Antes de ello,
sus futuros miembros pertenecen a la pequeña burguesía y a otras clases
sociales; en el socialismo, a las capas superiores de trabajadores
asalariados (dirigentes, intelectuales, etc.) y de campesinos
cooperativistas. Una vez advertida esta diferencia –importante por sus
consecuencias prácticas[1]-, parece bastante acertado el análisis que lleva a cabo este artículo acerca de estos gérmenes de burguesía:
“Están vinculadas de mil maneras con la burguesía internacional. No
se resignan a su derrota y se obstinan en seguir midiendo fuerzas con el
proletariado. Sostienen una lucha encubierta o abierta con el
proletariado en todos los terrenos. Bajo la bandera de apoyar al
socialismo, a los Soviets, al Partido Comunista y al marxismo-leninismo,
etc., llevan a cabo constantes actividades destinadas a socavar el
socialismo y restaurar el capitalismo. En lo político, perduran durante
largo tiempo como una fuerza antagónica al proletariado e intentan en
todo momento derribar la dictadura del proletariado. Se infiltran en las
instituciones del Estado, las organizaciones sociales y los
departamentos económicos, culturales y educacionales, para resistir a la
dirección del proletariado o usurparla. En lo económico, recurren a
toda clase de medios para socavar la propiedad socialista de todo el
pueblo y la propiedad socialista colectiva, y desarrollar las fuerzas
capitalistas. En lo ideológico, cultural y educacional, contraponen la
concepción del mundo burguesa a la proletaria y corrompen con la
ideología burguesa al proletariado y los demás trabajadores”.
En cuanto a sus orígenes sociales, el artículo menciona los siguientes:
“… mientras la propiedad colectiva no se eleve a la altura de
propiedad de todo el pueblo, mientras las supervivencias de la economía
privada no desaparezcan por completo, los campesinos conservan
inevitablemente algunas características propias de los pequeños
productores. En tales circunstancias, es inevitable que subsista la
tendencia espontánea al capitalismo, exista terreno para el surgimiento
de nuevos campesinos ricos y se produzca la polarización de los
campesinos. (…)
A causa de las actividades arriba mencionadas de la burguesía y su
papel corruptor en lo político, económico, ideológico, cultural y
educacional, a causa de la existencia de la tendencia espontánea de los
pequeños productores urbanos y rurales al capitalismo, por no haberse
eliminado completamente el derecho burgués y debido a la influencia de
la fuerza de la costumbre de la vieja sociedad, se engendran
constantemente elementos degenerados en las filas de la clase obrera y
en los organismos del Partido y del Gobierno; nuevos elementos
burgueses, malversadores y desfalcadores en las empresas estatales de
propiedad de todo el pueblo, y nuevos intelectuales burgueses en las
instituciones culturales y educacionales y entre la intelectualidad. En
colusión con los elementos de la vieja burguesía y demás clases
explotadoras, que han sido derrocadas pero no liquidadas completamente,
estos nuevos elementos burgueses y elementos degenerados atacan al
socialismo. Son particularmente peligrosos los elementos degenerados que
se han apoderado de los organismos dirigentes y los elementos burgueses
por ellos apoyados y amparados en las organizaciones de base.
Mientras exista el imperialismo, el proletariado de los países
socialistas debe luchar no sólo contra la burguesía en el país, sino
también contra el imperialismo internacional. El imperialismo aprovecha
toda oportunidad y trata de perpetrar intervenciones armadas contra los
países socialistas o desintegrarlos por medios pacíficos. Intenta por
todos los medios destruir a los países socialistas o hacerlos degenerar
en países capitalistas. La lucha de clases en el plano internacional se
refleja inevitablemente en el interior de los países socialistas”.
El artículo deduce de lo anterior que “Durante toda la etapa del
socialismo, de ninguna manera cesa la lucha de clases entre el
proletariado y la burguesía en los campos político, económico,
ideológico, cultural y educacional. Esta lucha es larga y complicada,
pasa por un camino zigzagueante y se renueva una y otra vez. Como la
marea, tiene flujos y reflujos, a veces se alivia, y otras se hace muy
aguda. Es una lucha que determinará el destino de la sociedad
socialista. De esta lucha prolongada dependerá que la sociedad
socialista marche hacia el comunismo o sea restaurado el capitalismo”.
¿Cuál es el centro neurálgico de la misma? “La lucha de clases en la
sociedad socialista -continúa el artículo- se refleja inevitablemente en
el seno del partido comunista. La burguesía y el imperialismo
internacional comprenden que, para hacer degenerar a un país socialista
en país capitalista, es necesario hacer degenerar primero al partido
comunista en partido revisionista. Los nuevos y viejos elementos
burgueses, los nuevos y viejos campesinos ricos y los elementos
degenerados de toda calaña, son la base social del revisionismo. Tratan
de mil maneras de encontrar agentes en el seno del partido comunista. La
influencia burguesa es la fuente interna del revisionismo, y la
capitulación ante la presión del imperialismo, su fuente exterior. A lo
largo de toda la etapa del socialismo, en el seno de los partidos
comunistas de los países socialistas es inevitable que exista la lucha
del marxismo-leninismo con toda clase de oportunismos, principalmente
con el revisionismo”.
Y, entonces, exagerando o anticipando un desarrollo en curso pero que
todavía no se ha completado, caracteriza al revisionismo por el hecho
de que “negando la existencia de las clases y la lucha de clases y
adoptando la posición burguesa, ataca al proletariado y convierte la
dictadura del proletariado en dictadura de la burguesía”.
En realidad, el revisionismo de Jruschov no niega la existencia de
clases en la sociedad soviética, pero sí de contradicciones y de lucha
entre ellas. No es cierto que adopte una posición burguesa porque, en
este caso, habría privatizado los medios de producción del Estado, como
se acabó haciendo treinta años después. Ataca al proletariado en el
sentido de que se opone a su dictadura, a su derecho a imponer sus
intereses sobre otras clases sociales, al tiempo que soborna y corrompe a
los obreros fomentando su “interés material individual”. No impone al
proletariado una dictadura de la burguesía: no puede hacerlo todavía
aunque quisiera y es aventurado sostener que tal es su propósito.
Objetivamente, el revisionismo de Jruschov impone al proletariado
revolucionario los intereses y la cosmovisión de la pequeña burguesía y
de las capas superiores de la sociedad soviética que todavía no son
capitalistas en cuanto a la inmensa mayoría de sus miembros. En todo
caso, se podría decir que los revisionistas jruschovistas arrebatan al
proletariado más consecuente la dirección del Estado de la dictadura del
proletariado, debilitándola pero sin derrocarla. La dictadura del
proletariado no es idéntica a la dirección del Estado por la fracción
más revolucionaria de esta clase, como prueba la Comuna de París de
1871: durante la misma, los marxistas estaban en minoría y eso no llevó a
Marx y Engels a negar que fuera la realización de la dictadura del
proletariado. Tras la conversión del PCUS al revisionismo de Jruschov,
la dictadura del proletariado se mantuvo en la URSS, a pesar de esa
ficción a la que llamó “Estado de todo el pueblo”, sólo que bajo
dirección pequeñoburguesa. Y esto debilitó a la clase obrera y permitió
la reconstitución de toda una clase burguesa capitalista que acabaría
tomando el poder político e imponiendo su dictadura bajo forma
parlamentaria.
El artículo sostiene acertadamente que, para alcanzar la sociedad
plenamente comunista, la revolución ha de completar sus tareas por medio
de la dictadura del proletariado. Se apoya en las siguientes citas muy
oportunas de Marx y de Lenin:
“Este socialismo es la declaración de la revolución permanente,de la dictadura de clasedel proletariado como punto necesario de transición para la superación de las diferencias de clase en general,para
la superación de todas las relaciones de producción en que éstas
descansan, para la superación de todas las relaciones sociales que
corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de
todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.”[2]
“La dictadura del proletariado no es la terminación de la lucha de
clases, sino su continuación bajo nuevas formas. La dictadura del
proletariado es la lucha de clases del proletariado que ha triunfado y
ha tomado en sus manos el Poder político contra la burguesía que ha sido
vencida, pero que no ha sido aniquilada, que no ha desaparecido, que no
ha dejado de oponer resistencia; contra la burguesía cuya resistencia
se ha intensificado.”[3]
Se comprende, por tanto, que “La victoria definitiva del socialismo
no se logrará en una o dos generaciones; la solución cabal de este
problema requiere cinco o diez generaciones, e incluso un tiempo aún más
largo”.
El artículo explica que la tarea histórica de la dictadura del
proletariado comprende dos aspectos: “la tarea interna y la tarea
internacional. La tarea interna consiste principalmente en abolir por
completo todas las clases explotadoras, desarrollar al máximo la
economía socialista, elevar la conciencia comunista de las masas
populares, eliminar las diferencias entre la propiedad de todo el pueblo
y la propiedad colectiva, entre los obreros y los campesinos, entre la
ciudad y el campo, y entre el trabajo intelectual y el manual, eliminar
toda posibilidad de resurgimiento de las clases y de restauración del
capitalismo, y crear las condiciones para hacer realidad la sociedad
comunista, en la que se aplicará el principio de ‘de cada uno, según su
capacidad; a cada uno, según sus necesidades. La tarea internacional
consiste principalmente en conjurar los ataques (incluidas la
intervención armada y la descomposición pacífica) del imperialismo
internacional y apoyar la revolución mundial, hasta que los pueblos
acaben definitivamente con el imperialismo, el capitalismo y el sistema
de explotación del hombre por el hombre. La dictadura del proletariado
seguirá siendo absolutamente necesaria mientras no sean cumplidas estas
tareas y no se entre en la completa sociedad comunista”.
La Unión Soviética era pionera en la construcción del socialismo y le
era difícil prever la fuerza de los restos de la vieja sociedad después
de haber suprimido casi del todo la propiedad privada sobre los medios
de producción. El artículo califica esta imprevisión como “una
desviación de la dialéctica marxista-leninista en cuanto a la
comprensión de las leyes de la lucha de clases en la sociedad
socialista. A causa de todo esto, Stalin declaró prematuramente, después
de consumada en lo fundamental la colectivización agrícola, que ‘no hay
ya clases antagónicas’ ni ‘choques de clases’ en la Unión Soviética”.
Aquí, los dirigentes chinos tienen la deshonestidad de citar únicamente
lo que Stalin dijo después de la victoria del proletariado en las arduas
luchas de clases que significaron, por un lado, la colectivización
agraria y el cumplimiento del primer plan quinquenal, y, por otro lado,
la destrucción de los complots contrarrevolucionarios previos a la
Segunda Guerra Mundial. Se guardan mucho de recordar que, una vez
completada la colectivización y en el fragor de la segunda de las
batallas de clase mencionadas, Stalin había dicho: “Hay que demoler y
arrojar lejos de nosotros la podrida teoría de que, a cada paso que
damos adelante, la lucha de clases entre nosotros irá extinguiéndose
paralelamente, que a medida que aumenten nuestros éxitos, el enemigo de
clase se hará más manso”[4].
En 1957, los dirigentes chinos sí habían recordado esta tesis pero para
acusar a Stalin de oponerse a la democracia socialista. Por lo demás,
era cierto que, en la URSS de entonces, ya no había clases antagónicas
en el pleno sentido de la palabra clase; ni, por tanto, podía haber
choques entre ellas.
El artículo de los dirigentes chinos reprocha también a Stalin que
“Subrayó unilateralmente la unidad interna de la sociedad socialista y
menospreció sus contradicciones”. Parece cierto que no las comprendió
suficientemente, tal vez porque no se habían desarrollado tanto como lo
harían años después. Pero es, una vez más, excesivo afirmar que las
menospreció. En el Informe al último congreso del PCUS al que asistió,
se dice que “el camarada Stalin ha mostrado toda la complejidad de las
tareas que debemos resolver en lucha contra las dificultades, superando
las contradicciones que surgen en el curso de la construcción del
comunismo. Al analizar con perspicaz visión los procesos que se operan
en nuestra economía, el camarada Stalin ha mostrado el error profundo
del criterio de que bajo el socialismo no hay contradicción alguna
entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas de la
sociedad. Hay, indudablemente, contradicciones, y las habrá por cuanto
el desarrollo de las relaciones de producción queda y seguirá quedando
atrás respecto al desarrollo de las fuerzas productivas. Naturalmente,
en la sociedad socialista la cosa no llega de ordinario al conflicto
entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, pero sería
peligroso no advertir que entre ellas existen y pueden existir
contradicciones. Estamos obligados a advertir oportunamente estas
contradicciones y a superarlas, oportunamente también, con una política
acertada, para que las relaciones de producción cumplan su papel de
fuerza principal y decisiva que determina el poderoso desarrollo de las
fuerzas productivas”[5].
El artículo también miente al sostener que Stalin “No se apoyó en la
clase obrera y las vastas masas populares en la lucha contra las fuerzas
capitalistas, y consideró la posibilidad de la restauración capitalista
sólo como un problema relacionado con ataques armados del imperialismo
internacional. Todo esto es falso tanto en la teoría como en la
práctica”. Lo que es falso son estas acusaciones de los dirigentes
chinos. Stalin pudo equivocarse en tal o cual circunstancia pero, por
regla general, siempre promovió la participación de las masas obreras y
populares en la lucha de clases (industrialización, colectivización,
represión de los contrarrevolucionarios, Gran Guerra Patria, etc.). En
cuanto a la posibilidad de restauración capitalista por causas internas,
Stalin nunca la descartó. Lo que dijo es que podía evitarse si se
practicaba una política acertada. En cambio, ninguna política por más
acertada que fuera podía impedir que el imperialismo atacase a la URSS
y, en caso de derrotarla, restaurar en ella el capitalismo.
A pesar de estas críticas injustas, sostienen que Stalin “defendió
con toda firmeza la dictadura del proletariado y la orientación
socialista, aplicó una línea marxista-leninista y garantizó así el
avance victorioso de la Unión Soviética por el camino socialista”.
Por contra, “Jruschov ha tomado una serie de medidas políticas
revisionistas, lo cual contribuye al crecimiento extraordinario de las
fuerzas capitalistas y conduce a una nueva agudización de la lucha de
clases entre el proletariado y la burguesía y de la lucha entre el
camino socialista y el capitalista en la Unión Soviética”.
Apoyándose en las informaciones de los propios periódicos soviéticos,
el artículo muestran que “en la sociedad soviética no sólo existen
numerosos elementos de las viejas clases explotadoras, sino que también
están surgiendo multitudes de nuevos elementos burgueses, y que la
diferenciación de clases está agravándose”. Habla de “talleres
clandestinos”; de “empresas nominalmente socialistas, pero de hecho se
han convertido en empresas capitalistas”, por medio de las cuales
algunos directivos vienen enriqueciéndose; de “cómplices en las
instituciones estatales”; de granjas colectivas convertidas en granjas
de nuevos kulaks.
“No es de extrañar -continúa- que los nuevos y viejos elementos
burgueses ataquen al socialismo en los países socialistas. No hay nada
de temible en esto mientras la dirección del Partido y el Estado sea
marxista-leninista. Sin embargo, en la Unión Soviética de hoy, la
gravedad de la situación consiste en que la camarilla revisionista de
Jruschov ha usurpado la dirección del Partido y el Estado soviéticos y
que en la sociedad soviética ha surgido una capa social burguesa
privilegiada”. Lo cierto es que esta capa ya existía con anterioridad y
no puede por menos que existir en la sociedad de transición al
comunismo. Pero, además, crece necesariamente si el proletariado
revolucionario es desplazado de la dirección del Estado por elementos
revisionistas que concilian con esta capa social.
Siguiendo a Lenin, el artículo también critica la política de altos
sueldos para determinados cuadros dirigentes, política que se habría
reanimado en los últimos años de Stalin. No obstante, reconoce que la
lucha que éste sostuvo “contra los trotskistas, los zinovievistas y los
bujarinistas, fue en esencia un reflejo en el seno del Partido de la
lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, de la lucha entre
los dos caminos: el socialista y el capitalista. La victoria en estas
luchas frustró el vano complot de la burguesía para restaurar el
capitalismo en la Unión Soviética”.
Posteriormente, al “difamar la dictadura del proletariado y el
sistema socialista so pretexto de la ‘lucha contra el culto a la
personalidad’, Jruschov ha abierto, en realidad, el camino a la
restauración del capitalismo en la Unión Soviética. Negando totalmente a
Stalin, ha repudiado, en esencia, el marxismo-leninismo que Stalin
defendió con firmeza, y ha abierto la compuerta para el desbordamiento
de la corriente revisionista.
Al sustituir el principio socialista de ‘de cada uno según su
capacidad; a cada uno según su trabajo’ por el llamado ‘incentivo
material’, Jruschov no ha reducido sino que ha aumentado la diferencia
entre el ingreso de una muy pequeña parte de gente y el de los obreros,
los campesinos y los intelectuales en general;… ha acelerado la
diferenciación de clases en la sociedad soviética.
Jruschov ha socavado la economía planificada socialista, ha aplicado
el principio capitalista de los beneficios, ha fomentado la libre
concurrencia capitalista y ha descompuesto la propiedad socialista de
todo el pueblo.
Jruschov ataca el sistema socialista de planificación agrícola,
calificándolo de ‘burocrático’ e ‘innecesario’. Se afana por aprender de
los granjeros norteamericanos, promueve los métodos de administración
capitalistas, fomenta la economía de los kulaks y descompone la economía
colectiva socialista.
Jruschov difunde la ideología burguesa, propaga la consigna burguesa
de libertad, igualdad y fraternidad y la teoría burguesa de la
naturaleza humana; inculca en el pueblo soviético el espíritu de la
ideología reaccionaria del idealismo y la metafísica burgueses, así como
del individualismo, el humanismo y el pacifismo burgueses; y deteriora
la moral socialista. Como resultado de ello, la putrefacta cultura
burguesa del Occidente está en boga y la cultura socialista está siendo
suplantada y atacada”.
El artículo del PCCh expone también cómo los revisionistas han ido
desplazando a los marxistas-leninistas al frente de la sociedad:
“Actualmente, en la Unión Soviética, no sólo ha aumentado inusitadamente
el número de los nuevos elementos burgueses, sino que ha cambiado
radicalmente su posición social. Antes de que Jruschov subiera al Poder,
no ocupaban una posición dominante en la sociedad soviética, y sus
actividades estaban sujetas a diversas restricciones y golpes. Pero
después de que Jruschov subió al Poder usurpando paso a paso la
dirección del Partido y del Estado, fueron ocupando una posición
dominante en los organismos del Partido y del Gobierno y en las
instituciones económicas y culturales, y formando una capa social
privilegiada en la sociedad soviética. (…)
La camarilla revisionista de Jruschov ha realizado una depuración
tras otra en todo el país, desde el nivel central hasta los niveles
locales, desde los organismos dirigentes del Partido y del Gobierno
hasta los departamentos económicos, culturales y educacionales,
destituyendo a un grupo de cuadros tras otro, desplazando a los que no
contaban con su confianza y colocando a sus paniaguados en los puestos
de dirección.
Tomemos el caso del Comité Central del PCUS. Las estadísticas
muestran que, como resultado de las depuraciones, cerca del 70 por
ciento de los miembros del Comité Central elegidos en el XIX Congreso en
1952 fueron expulsados del Comité Central en el curso del XX Congreso
en 1956 y el XXII Congreso en 1961, y cerca del 50 por ciento de los
miembros elegidos en el XX Congreso también fueron expulsados en el
momento del XXII Congreso”.
El artículo del PCCh deduce de esto que se cierne sobre la URSS un
peligro, más grave que antes, de restauración del capitalismo. Sostiene
que “La contradicción entre el pueblo soviético y la capa social
privilegiada es ahora la principal contradicción en el interior de la
Unión Soviética. Es una contradicción de clase, irreconciliable y
antagónica”. La contradicción de clase principal es
realmente entre la clase obrera y esa “capa social privilegiada”. Y, por
muy antagónica que fuera, los dirigentes chinos estaban furiosos por el
comportamiento chovinista de ésta y no apreciaban que era más aguda la
contradicción entre la Unión Soviética y el imperialismo. Por esta
razón, no serían capaces de aplicar una línea de masas hacia esa “gran
masa de militantes del Partido Comunista y el pueblo soviético” que,
“manteniendo las gloriosas tradiciones revolucionarias cultivadas por
Lenin y Stalin, persisten en el socialismo y aspiran al comunismo.
Las amplias masas de obreros, koljosianos e intelectuales de la Unión
Soviética están muy descontentos con la opresión y explotación a que
los somete la capa social privilegiada. Ven cada vez con mayor claridad
la verdadera faz revisionista de la camarilla de Jruschov, que traiciona
al socialismo y restaura el capitalismo. Muchos de los cuadros
soviéticos siguen persistiendo en la posición revolucionaria del
proletariado y en el camino del socialismo, y se oponen resueltamente al
revisionismo de Jruschov. Las amplias masas populares, comunistas y
cuadros de la Unión Soviética, boicotean y resisten en diversas formas a
la línea revisionista de la camarilla de Jruschov, de modo que esta
camarilla revisionista no puede realizar a su antojo la restauración del
capitalismo. El gran pueblo soviético está luchando por defender la
gloriosa tradición de la Gran Revolución de Octubre y las grandiosas
conquistas del socialismo, por frustrar el complot de restaurar el
capitalismo”.
Lamentablemente, los dirigentes chinos pecaron de idealismo y de
metafísica al confiar en que su crítica teórica y su ruptura total
llevarían a la masa de comunistas de la URSS y del mundo a ponerse de
parte suya. No habían asimilado las lecciones de la Internacional
Comunista, de los muchos años y acontecimientos que le había costado
conquistar la dirección de la clase obrera en unos pocos países.
La parte siguiente del artículo pasa a criticar la tesis jruschovista
del “Estado de todo el pueblo”: “Mientras exista el Estado, no podrá
estar por encima de las clases ni ser de todo el pueblo”. Los dirigentes
chinos parecen entrar aquí en conflicto con su clasificación mecánica
de las contradicciones, la cual no reconoce antagonismos en el seno del
pueblo. En lógica con esto, el Estado sí podría ser “del pueblo” y, de
hecho, ellos mismos se refieren a la dictadura del proletariado en su
país como “dictadura democrático-popular”. Bien es verdad que no hablan
de todo el pueblo, sino del pueblo en oposición a las
clases reaccionarias de la sociedad. La aparente paradoja se disipa
comprendiendo dialécticamente el Estado como unidad contradictoria o
alianza entre clases, una de las cuales es dominante y ejerce su
dictadura (impone sus intereses) a través de él.
“Tratando de justificar su ‘Estado de todo el pueblo’ –dice el
artículo-, la camarilla revisionista de Jruschov hace lo imposible para
difamar la dictadura del proletariado como falta de democracia”. A esto,
responde con acierto que “Sólo bajo la dictadura del proletariado, la
democracia para las masas trabajadoras puede desarrollarse y extenderse
hasta un grado sin paralelo. Sin la dictadura del proletariado, es
imposible la auténtica democracia para los trabajadores”.
A la hora de determinar cuál es la esencia del “Estado de todo el
pueblo” de Jruschov, los autores del artículo olvidan que el Estado es
necesariamente el aparato de dominación de una clase para calificarlo de
“dictadura de la camarilla revisionista… dictadura de la capa social
privilegiada de la burguesía soviética… un Estado en que su pequeña
camarilla revisionista ejerce la dictadura sobre las amplias masas de
obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios de la Unión
Soviética. Bajo la dominación de la camarilla de Jruschov, no hay
ninguna democracia para los trabajadores soviéticos, y sólo hay
democracia para el puñado de personas de la camarilla revisionista de
Jruschov, para la capa social privilegiada y para los elementos
burgueses, nuevos y antiguos”. Los dirigentes chinos no analizan
dialécticamente la relación contradictoria entre quienes ejercen la
dirección del Estado y la clase social en la que éste se sustenta.
Abandonan así la concepción científica del Estado propia del marxismo y
abrazan la concepción burguesa vulgar del Estado que considera posible
que una pequeña camarilla o capa social puede ejercer su dictadura sobre
las clases de la sociedad. Empeñados en la ruptura, han dejado de
reconocer la identidad de intereses que subsiste entre el Estado
soviético y las clases mayoritarias del país.
En vez de atenerse a la crítica concreta de los errores de Jruschov,
especulan con que la camarilla revisionista de éste utiliza la máquina
del Estado “para abrir camino a la restauración del capitalismo en la
Unión Soviética”, a pesar de que este objetivo no se contiene en el
nuevo programa del PCUS ni expresa ni implícitamente: ciertamente, las
medidas tomadas por el gobierno de Jruschov debilitan al proletariado
revolucionario y favorecen el desarrollo de una burguesía, pero no
transforman todavía a la URSS en un país capitalista.
La parte siguiente del artículo critica la tesis de Jruschov sobre la
conversión del partido proletario en “partido de todo el pueblo”.
Recuerda el abecé del marxismo-leninismo, según el cual “el partido
político, igual que el Estado, es un instrumento de la lucha de clases.
Todos los partidos políticos tienen un carácter de clase. El espíritu de
partido es la expresión concentrada del carácter de clase. Nunca ha
existido un partido que no sea de clase o que esté por encima de las
clases. Nunca ha existido un ‘partido de todo el pueblo’ que no
represente los intereses de una clase determinada”. Sin embargo, unos
renglones más abajo dice que “el partido del proletariado es el único
partido capaz de representar los intereses de todo el pueblo, que
constituye más del 90 por ciento de la población. Esto se debe a que los
intereses del proletariado y los de las amplias masas trabajadoras son
idénticos”.
Al igual que hicieron con la cuestión del Estado, los dirigentes
chinos tratan la cuestión del partido de manera no dialéctica. Los
intereses del proletariado pueden coincidir momentáneamente con los de
las otras clases trabajadoras, pero no pueden ser idénticos al ser
clases sociales con diferentes condiciones de vida. Por otra parte, las
clases no están separadas entre sí por una muralla de China, sino que
están sometidas a una influencia mutua que puede alienar a muchos
miembros de una clase respecto de sus intereses fundamentales. Así, los
partidos socialdemócratas han seguido siendo partidos obreros, incluso
mayoritarios en el movimiento obrero de masas, a pesar de tener una
dirección revisionista que los conduce a la conciliación con la
burguesía. En consonancia con esto, la lucha del partido proletario
revolucionario contra estos partidos no es la misma que contra los
partidos burgueses, sino que necesita aplicar una táctica para atraer
hacia sus filas a los obreros influidos por los dirigentes
socialdemócratas. Tampoco la lucha de los marxistas-leninistas contra
los partidos dirigidos por revisionistas contemporáneos debe igualarse a
la lucha contra los partidos imperialistas, sino que ha de aplicar una
táctica para ganarse a los obreros comunistas influidos por los
dirigentes revisionistas.
Para concluir, el artículo del PCCh advierte con razón que, lejos de
iniciar “el período de la edificación del comunismo en todos los
frentes”, la camarilla revisionista de Jruschov “está conduciendo a la
Unión Soviética por el camino de la restauración del capitalismo, y el
pueblo soviético se halla en el serio peligro de perder las conquistas
del socialismo”. Y denuncia el carácter involutivo de sus reformas:
“Bajo el sistema socialista, el gran pueblo soviético logró
desarrollar las fuerzas productivas sociales a un ritmo sin precedentes
en la historia. Pero los males del revisionismo de Jruschov están
haciendo estragos en la economía socialista soviética. Sacudiéndose en
medio de múltiples contradicciones, Jruschov ha cambiado con frecuencia
su política económica dictando órdenes por la mañana para revocarlas por
la tarde, y ha sumido la economía nacional soviética en el caos.
Jruschov es un derrochador incorregible. Ha gastado todas las reservas
de cereales del período de Stalin y acarreado tremendas dificultades a
la vida del pueblo soviético. (…)
Jruschov se afana por hacer renacer la ideología burguesa en la Unión
Soviética y trabaja de misionero de la putrefacta cultura
norteamericana. Difunde el incentivo material, reduce las relaciones
entre los hombres a simples relaciones de dinero y fomenta el
individualismo y el egoísmo. Debido a él, el trabajo manual vuelve a ser
considerado como algo indigno, y el amor a los placeres a expensas del
trabajo ajeno, como algo honorable. (…)
Él no considera el comunismo como una sociedad en que se hayan
eliminado completamente las clases y las diferencias de clase, sino que
lo describe como ‘una escudilla accesible para todos, llena de productos
del trabajo físico y espiritual’[6].
No considera la lucha de la clase obrera por el comunismo como una
lucha por la total liberación de toda la humanidad y de sí misma, sino
como la lucha por ‘un buen plato de goulash’ [plato de comida originario de Europa oriental]. En
la mente de Jruschov, no se encuentra ni la sombra del comunismo
científico; lo que sí se encuentra es una sociedad de filisteos
burgueses. (…)
Dulles dijo que ‘había evidencias en la Unión Soviética de fuerzas
inclinadas a un mayor liberalismo, las cuales, si persistían, podrían
provocar un cambio básico en la Unión Soviética’[7]“.
El artículo del PCCh sustituye el socialismo científico por el
maniqueísmo cuando acusa a Jruschov de abrigar “un propósito maligno”,
aunque acierta al caracterizar la esencia del comunismo de éste como
“una variedad del socialismo burgués”.
Convoca a todos los marxistas-leninistas a estudiar “seriamente las
lecciones de la ‘evolución pacífica’” hacia la restauración capitalista
que experimenta la URSS y termina insistiendo en su enfoque y sus
medidas para prevenir el ascenso del revisionismo en los Estados
socialistas:
“En los países socialistas, es inevitable la lucha entre los dos
caminos: el socialista y el capitalista y la lucha entre las fuerzas
capitalistas que procuran su restauración y las fuerzas que se oponen a
ella. Pero de ninguna manera es inevitable la restauración del
capitalismo en los países socialistas y su degeneración en países
capitalistas. Siempre que tengamos una acertada dirección y una correcta
comprensión de este problema, persistamos en la línea revolucionaria
marxista-leninista, tomemos medidas acertadas y mantengamos una lucha
prolongada e incansable, podemos evitar la restauración del capitalismo.
La lucha entre los dos caminos: el socialista y el capitalista, puede
convertirse en una fuerza motriz del progreso social. (…)
La sociedad socialista abarca un período histórico muy largo. En esta
sociedad aún existen clases, la lucha de clases y la lucha entre el
camino del socialismo y el del capitalismo. La revolución socialista
realizada sólo en el frente económico (en la propiedad sobre los medios
de producción[8])
no es suficiente ni sólida. Hace falta además una revolución socialista
completa en los frentes político e ideológico. Es necesario un período
muy largo para resolver el problema de ‘quién vencerá a quién’: el
socialismo o el capitalismo en los frentes político e ideológico”.
A esto, le sigue la necesidad de mantener la dictadura del
proletariado y de llevar hasta el fin la revolución socialista; seguir
la línea de masas; confiar en la mayoría del pueblo, sobre todo en
obreros y campesinos; combinar la enseñanza y el trabajo intelectual con
el trabajo manual; formar intelectuales de la clase obrera “rojos y
expertos”; hacer participar a los cuadros en el trabajo productivo;
disminuir razonable y gradualmente las diferencias salariales; mantener
la dirección del partido proletario sobre las fuerzas armadas populares;
hacer que todo oficial sirva “como soldado raso a intervalos
regulares”; organizar milicias y tener armado al pueblo; poner a los
Estados socialistas al servicio del proletariado internacional; etc.
LA RUPTURA TOTAL DEL CAMPO SOCIALISTA Y DEL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL
Después de esta andanada de artículos del PCCh y las respuestas a los
mismos por parte del PCUS y otros partidos, Jruschov intentó convocar
una conferencia del movimiento comunista internacional para hacer valer
su mayoría en él y condenar las posiciones de los dirigentes chinos,
pero fue destituido a los pocos meses y sustituido por Brézhnev.
En el verano de 1964, China había hecho detonar su primera bomba
atómica. Durante unos meses, el PCCh se abstuvo de criticar a la nueva
dirección soviética y se limitó a condenar el revisionismo de Jruschov,
hasta que los sucesores de éste ratificaron su línea y reanudaron los
ataques contra la de los chinos.
En lo sucesivo, el PCCh rechazaría la unidad de acción
antiimperialista con el PCUS, alegando que la oposición de los
dirigentes de éste al imperialismo sólo era aparente y destinada a
obtener ventajas propias en la colaboración con EE.UU[9].
Los dirigentes chinos no contemplaban aplicar la táctica leninista de
frente unido con el PCUS y otros partidos dirigidos por los
revisionistas. Sólo se proponían “proseguir la lucha contra el
revisionismo jruschoviano a partir de las victorias adquiridas y
llevarlas hasta el final”. Aseguraban que “De la lucha contra el
revisionismo jruschoviano dependen el porvenir del movimiento comunista
internacional, el desarrollo de la lucha revolucionaria de los pueblos y
el destino de la humanidad”[10]. No se planteaban otra manera de luchar contra él que la de “matar a la serpiente… sacándola de la cueva”[11].
Los revisionistas soviéticos sabrían aprovechar este error de
unilateralidad para presentarse como campeones de la unidad de acción
–particularmente con motivo de la agresión yanqui contra Vietnam- y para
aislar cada vez más al PCCh dentro del movimiento comunista
internacional[12]. En un artículo publicado el 11 de noviembre de 1965, titulado Acerca de la unidad de acción en la nueva dirección del P.C.U.S.,
los dirigentes chinos negaron toda posibilidad de unidad de acción: “En
el conjunto de las cuestiones fundamentales de nuestra época, un
antagonismo irreductible les opone (a los marxistas-leninistas y a los
revisionistas jruschovianos) y no existe entre ellos más que cosas que
les separan y les oponen, y nada que les una y les sea común”.[13]
Al año siguiente, Mao Zedong y la mayoría de la dirección del PCCh
lanzaron la Revolución Cultural dentro del país. Los litigios
fronterizos con la URSS, generalmente causados por el chovinismo
paternalista de los dirigentes soviéticos, fueron en aumento y
estuvieron a punto de desencadenar una guerra entre ambos Estados
socialistas en 1969.
En 1970, en una declaración emitida con motivo del centenario del nacimiento de Lenin y titulada Leninismo o socialimperialismo[14], el Comité Central del PCCh sintetizó la conclusión a la que había llegado sobre la URSS en los años precedentes.[15]
“Las tareas actuales de nuestra lucha –explica dicha declaración- son
denunciar en toda su amplitud la traición al leninismo por parte de la
pandilla de renegados revisionistas soviéticos, poner al desnudo la
naturaleza de clase del social-imperialismo revisionista soviético”.
Los dirigentes chinos consideran entonces que el régimen social de la
URSS es capitalista e incluso imperialista, y se imponen como tarea
“fomentar por todos los medios la gran lucha de los pueblos del mundo
contra el imperialismo de los Estados Unidos, el revisionismo soviético y
toda forma de reacción”. La Unión Soviética pasa a ser considerada como
enemigo principal, junto con EE.UU., o incluso peor que éste. La
declaración cita palabras pronunciadas por Mao Zedong en 1964, que así
lo indican: “La Unión Soviética actual es una dictadura de la clase
capitalista, la dictadura de una gran clase capitalista; es una
dictadura fascista de tipo germánico, una dictadura del tipo hitleriano”[16].
Por tanto, cuando el PCCh todavía hablaba de peligro de restauración
capitalista en la URSS, su líder iba más lejos en privado al afirmar sin
pruebas que, en el País de los Soviets, había “una gran clase
capitalista” que ejercía una dictadura con carácter fascista. La
dirección china sobrepasaba así a la propaganda antisoviética del
imperialismo y del trotskismo.
Según esta declaración, de la capa burguesa privilegiada soviética
“ha surgido una clase capitalista monopolista burocrática, es decir, una
gran burguesía de nuevo tipo, que tiene en sus manos todo el aparato
del Estado y controla toda la riqueza de la sociedad. (…) ha
transformado la propiedad socialista en propiedad de los dirigentes
seguidores del camino capitalista y ha transformado la economía
socialista en una economía capitalista, en una economía capitalista
monopolista de Estado”. En realidad, las relaciones de propiedad no se
modificaron antes de finales de los años 80[17].
No le falta razón cuando señala que, en la Unión Soviética de
Brézhnev, “se ha extendido a todos los ámbitos el llamado ‘nuevo sistema
económico’ y se ha establecido de forma legal el principio capitalista
de ganancia”. Sin embargo, lo atribuye al afán de intensificar la
explotación de los trabajadores, cuando es mucho más cierto y revelador
explicarlo como el intento de elevar la productividad del trabajo en una
sociedad socialista donde las masas obreras son desplazadas de la
dirección de las empresas, al mismo tiempo que seducidas con “incentivos
materiales individuales”, en vez de ser convocadas a continuar
revolucionando las relaciones de producción hacia el comunismo.
La declaración china también acusa a los dirigentes soviéticos de
acelerar “la militarización de la economía nacional para satisfacer las
necesidades de la carrera armamentista y de los preparativos de guerra
del socialimperialismo”. Incluso les acusa de conspirar “para lanzar un blitzkrieg
de tipo hitleriano”. Sin embargo, a diferencia de los países
imperialistas donde el gasto militar acrecienta los beneficios de los
capitalistas, en la URSS (incluso revisionista) resultaba un lastre que
frenaba su desarrollo económico, pero que se veía forzada a acometer
para disuadir a los agresores imperialistas.
“Las acciones perversas de la camarilla renegada revisionista
soviética –continúa la declaración con bastante razón- han causado
enormes daños a las fuerzas productivas de la sociedad y han tenido
serias consecuencias: la declinación de la industria, el deterioro de la
agricultura, la reducción de la ganadería, la inflación, la falta de
suministros, la insólita escasez de artículos en los mercados del Estado
y el empobrecimiento creciente de los trabajadores. Los renegados
revisionistas soviéticos no sólo han dilapidado la enorme riqueza
acumulada por el pueblo soviético durante décadas de arduo trabajo, sino
que se han humillado en pedir préstamos a Alemania Occidental, un país
derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y han llegado al punto de vender
los recursos naturales del país y abrir Siberia al capital monopolista
japonés”.
De aquí, deducen una nueva exageración: “Hoy en día, la economía de
la Unión Soviética está al borde de una crisis insalvable”. En realidad,
la economía soviética y el nivel de vida de las masas todavía seguirían
creciendo durante muchos años más.
A la nueva afirmación soviética de que “el Estado de todo el pueblo” y
“el Estado de la dictadura del proletariado” son “del mismo tipo”[18],
los dirigentes chinos responden que es otro engaño y camuflaje más, en
vez de considerar la posibilidad de que este cambio de criterio de los
soviéticos pueda obedecer a la lucha de los marxistas-leninistas dentro
de la URSS; en vez de dar alguna muestra de solidaridad y acercamiento
hacia ellos.
Mientras que en 1956 habían condenado a los contrarrevolucionarios
húngaros, a quien condenaban en 1968 era a la Unión Soviética porque “ha
enviado abiertamente, cientos de miles de tropas a Checoslovaquia para
aplastarla bajo su bota de hierro y ha creado a punta de bayoneta un
régimen títere en ese país”.
Esta declaración contiene todavía más afirmaciones unilaterales y
exageradas al extremo. Sus partidarios podrán presumir de que se
cumplieron algunos de sus malos augurios, pero todavía estamos esperando
que las ruinas de la restauración capitalista den paso a la revolución
proletaria, tal como profetizaban: la dominación revisionista que, según
Mao Zedong, “no durará mucho tiempo”[19],
se prolongó más de treinta años y le ha seguido una dominación
abiertamente burguesa y clerical que va para largo. Y, desde luego que,
renunciando al materialismo dialéctico y a la táctica leninista de
frente único, no ayudaron a la clase obrera soviética, como tampoco
ayudan a la clase obrera internacional los comunistas que, hoy, piensan y
actúan igual.
UN LEGADO DE ACIERTOS, CON DEFECTOS DE ORIGEN FILOSÓFICO
A modo de conclusión, opinamos que la valoración del PC de China
encabezado por Mao Zedong acerca de la experiencia del socialismo en la
URSS es correcta en la mayoría de sus aseveraciones, pecando de
unilateralidad y exageración[20]
en las demás. Su mérito es inmenso por: 1º) haber tenido la perspicacia
y el valor de rebatir la deriva revisionista que estaba experimentando
el partido comunista más importante del mundo, secundado por la mayoría
de los demás; y 2º) hallar parte de las causas de esta involución y del
remedio para evitarla en lo sucesivo. Si no fuera por su esclarecimiento
y su lucha, el hundimiento de la Unión Soviética tres décadas después
se interpretaría –casi sin oposición- como la prueba del fracaso de la
teoría científica del marxismo-leninismo. Así lo presentan los
capitalistas y sus agentes, pero los comunistas disponemos
afortunadamente del legado de este otro gran partido comunista del siglo
XX que fue el Partido Comunista de China, el cual demostró lo
contrario: el PCUS -glorioso en los tiempos de Lenin y de Stalin- había
destruido el socialismo precisamente porque había traicionado su pasado y
renegado de los principios revolucionarios del marxismo-leninismo. De
aquellas lluvias, estos lodos. Desde entonces, todos los militantes
comunistas que se han enfrentado a los dirigentes oportunistas lo han
hecho enarbolando plataformas políticas inspiradas en los “25 puntos de
Pekín” y otros documentos de la lucha del PCCh contra el revisionismo de
Jruschov.
Los dirigentes comunistas chinos demostraron que sus homólogos
soviéticos no querían continuar con las tareas de la revolución
proletaria y habían empezado una marcha atrás, siguiendo una lógica que
conducía a la restauración del capitalismo. En lugar de encarar las
dificultades económicas del desarrollo del socialismo transformando
progresivamente las relaciones de producción de acuerdo con el carácter
cada vez más social de las fuerzas productivas, los dirigentes
soviéticos las castigaron con más liberalismo, más individualismo. Así,
hasta que acabaron devolviendo las riendas de la economía a los
capitalistas experimentados en el arte de contener y destruir las
fuerzas productivas sobrantes para su régimen, mientras las grandes
masas de la población tienen cada vez menos. ¡A esto es a lo que llaman
reformas modernizadoras!
Los dirigentes chinos destacaban, entre las motivaciones de los
revisionistas soviéticos, el miedo al arma atómica. Tal vez fuera esto
en parte, pero también estaban su propia comodidad y pereza, su ansia
por “liberarse” de las necesidades revolucionarias de las masas
trabajadoras, por poner fin a la zozobra que la dictadura del
proletariado causaba en sus vidas aventajadas.
Aunque los méritos de los comunistas chinos fueron lo principal,
también hay que averiguar si su lucha contra el revisionismo adoleció de
algún defecto que impidiera salvar el prestigio del marxismo-leninismo y
evitar la depresión que se ha adueñado del movimiento obrero y
comunista internacional. En el actual repliegue temporal del socialismo
en el mundo han influido circunstancias objetivas como el crecimiento de
la economía capitalista mundial bajo mando yanqui, después de la
devastación de fuerzas productivas que acarrearon las dos guerras
mundiales. Pero también hemos visto a lo largo del presente documento
diversas desviaciones de Mao Zedong y el PCCh con respecto a la
cosmovisión marxista-leninista, al materialismo dialéctico.
Según la opinión bastante atinada de J. Lévesque, “los chinos
manifiestan una tendencia al voluntarismo que a veces vence sobre el
análisis de las condiciones objetivas. (…) A1 igual que la dominante
determinista de los soviéticos tiene por corolarios el economismo (a
menudo simplista) y el cientificismo, la dominante voluntarista de los
chinos tiene por corolarios el politicismo y el moralismo (sin ningún
sentido peyorativo). De este modo, para los chinos una causa ‘justa’
posee todas las posibilidades de triunfar, y un pueblo oprimido todas
las de vencer, precisamente por el simple hecho de estar oprimido. (…)
Estas características de las teorías soviéticas y chinas son, en parte,
reflejos deformados de la situación actual de la Unión Soviética y de
China”.[21] Cabe añadir que lo son también de las respectivas experiencias revolucionarias.
El “pensamiento Mao Zedong” o maoísmo presta poca atención a las leyes concretas del desarrollo social y al carácter concreto
de las fuerzas productivas de la sociedad, lo cual debilita su base
materialista y abre una vía de entrada al idealismo. Así, por ejemplo,
el manual de Materialismo dialéctico editado en 1961 en Pekín
reclama “reconocer al hombre como factor decisivo en las relaciones
entre éste y las cosas”, en vez de hacer “hincapié unilateralmente en
que los actos del individuo están determinados por los esquemas muertos
de las leyes objetivas, en que el hombre puede únicamente subordinarse
de manera pasiva a las leyes”.[22]
Esta percepción de lo objetivo como “esquemas muertos” a los que
“subordinarse de manera pasiva” denota una visión no dialéctica de la
materia, la cual es nuestro origen como hombres, nuestra composición y
nuestra condición circundante. Las leyes objetivas del desarrollo de la
sociedad vienen determinadas por las contradicciones de ésta y, junto
con la actividad consciente, forman una unidad dialéctica en la que lo
consciente persigue el conocimiento de dichas leyes[23] para realizar aquel desarrollo social.
Análogamente, en un artículo de 1965 de Sing tsiangché,
órgano de la sección de ciencias filosóficas y sociales de la Academia
de Ciencias de la RPCh, se dice: “Los instrumentos de trabajo en la
producción, los objetos de trabajo, las armas en la guerra, etc., aunque
tienen suma importancia, aunque son sin duda factores bastante
importantes en la producción y en la guerra, en comparación con el
hombre, sin embargo, ocupan un lugar secundario. No importa dónde -en la
lucha de producción o en la lucha de clases- el factor que juega el
papel determinante es el hombre y no el objeto”. El hombre “…puede
pensar, puede trabajar, domina la actividad subjetiva, puede conocer y
transformar el mundo; el objeto no posee esas cualidades… Entre todas
las cosas, las más importantes son los instrumentos de trabajo en la
producción y las armas en la guerra… Sin embargo, sin la actividad
humana, la naturaleza no puede proporcionar al hombre los instrumentos
de trabajo y las armas que necesita. Sin la actividad humana, las
herramientas y armas existentes se convertirán en trastos viejos”.[24]
Esto es falso. La naturaleza ha proporcionado al hombre las primeras
herramientas y armas antes de éste las produjera mejoradas desde el
punto de vista de sus necesidades. El hombre puede pensar y transformar
la naturaleza sólo a partir de la propia naturaleza. Su relación
contradictoria con ésta -es decir, las fuerzas productivas- constituye
el motor del progreso humano desde antes de que surgieran las clases y
la lucha entre ellas se convirtiera en condición indispensable para
adecuar las relaciones de producción al carácter de las fuerzas
productivas.
Como bien puntualizaban los soviéticos: “El marxismo-leninismo parte
de que, al actuar sobre la naturaleza, el hombre no sólo transforma
ésta, sino que se transforma a sí mismo. Se perfecciona en los modos de
crear instrumentos de trabajo. Pero ese perfeccionamiento depende del
nivel logrado en cada momento dado por las fuerzas productivas. Conviene
no olvidar que las fuerzas y posibilidades del hombre están limitadas
en cada etapa histórica por el nivel correspondiente del desarrollo de
la producción material y, ante todo, de los medios de trabajo”.[25]
Las fuerzas productivas engendradas por unas determinadas relaciones
de producción son el primer factor revolucionario que reclama el cambio
de dichas relaciones de producción. Son, por tanto, de ordinario, el
aspecto dinámico de la contradicción. Sin embargo, Mao Zedong tiene
razón frente a los revisionistas de la URSS en que las nuevas relaciones
de producción se convierten, a su vez, en el factor principal y
dinámico de la contradicción en las épocas revolucionarias, cuando el
cambio de relaciones de producción es necesario para liberar el
desarrollo de las fuerzas productivas. Sea cual fuera su verdadera
intención, los jruschovistas sacrificaron las fuerzas productivas
sociales levantadas con titánico esfuerzo en el período de Stalin con
tal de conservar y favorecer las relaciones de producción que
promocionaban el desarrollo de las capas sociales superiores de la
sociedad soviética como clases opuestas al proletariado. El
inconveniente de Mao, como vimos con respecto a China, es que no presta
suficiente atención al carácter particular de éstas en un momento y
lugar. Incurre en la confusión entre el plano histórico y el político
que Lenin reprobaba[26] y tiende a una teorización separada de la realidad histórico-concreta.
De la misma manera, Mao tiene razón en atribuir el papel principal a
la superestructura ideológica y política en una etapa revolucionaria,
pero no presta la suficiente atención a la base económica concreta que
determina los límites dentro de los cuales aquélla puede ejercer dicho
papel principal. De este modo, desquicia la tesis marxista sobre la
autonomía relativa de la ideología, por la que las ideas se convierten
en una fuerza material cuando prenden en las masas. Al despegarse de las
leyes objetivas del desarrollo social, el “pensamiento de Mao Zedong”
pierde la fuerza vivificadora que pretende, se convierte en una especie
de idea absoluta hegeliana que se trata de materializar en la sociedad y
defrauda las expectativas formuladas así al principio de la Revolución
Cultural Proletaria:
“Cuando las ideas de Mao Tse-tung se difundan ampliamente por el
mundo, cuando vayan penetrando paulatinamente en los pueblos
revolucionarios del orbe, podrán cambiar la fisonomía espiritual de
éstos y transformar la fuerza espiritual en una fuerza material enorme.
Una vez que dominen las ideas de Mao Tse-tung, los pueblos
revolucionarios del mundo quebrarán con fuerza incontenible al viejo
mundo, enterrarán totalmente al imperialismo, al revisionismo moderno y a
la reacción de todos los países, y construirán en la Tierra un gran
mundo comunista nuevo, infinitamente radiante y hermoso, un mundo sin
yugos ni explotación”.[27]
Ligado al desprecio por el dinamismo inherente a las fuerzas
productivas, a la materia, a lo objetivo, Mao Zedong tiende a reducir el
significado objetivo de la práctica: pasa a menudo por alto que se
trata de un proceso determinado por condiciones ya dadas por la
naturaleza y la práctica pretérita. De este modo, tiende al empirismo.
Así criticó en 1963 esta tendencia el filósofo e historiador chino Ho
In-tsiu: “Algunos camaradas consideran que la teoría nace en la práctica
y que si realizan una gran actividad práctica, pueden estar tranquilos:
habrá mucha experiencia práctica y la teoría se desarrollará ‘por sí
sola’. No se han dado cuenta de que la teoría nace indudablemente de la
práctica, pero no es ni mucho menos equivalente a ella. Si no se someten
a un estudio minucioso todas las cuestiones relacionadas con la
realización práctica de la revolución u otros problemas importantes, no
se las eleva al nivel de la teoría, considerando equivocadamente
verdades generales a la experiencia limitada, se cometerán
inevitablemente faltas empíricas”.[28]
El riesgo es descarriar la práctica por el camino del voluntarismo y
el subjetivismo. Si no se asimila lo concreto mediante la teoría, la
práctica se convierte en un vano afán por realizar objetivos abstractos.
Finalmente, están las carencias en la dialéctica de Mao Zedong, como
las que ya hemos señalado en cuestiones particulares. El líder chino
tuvo el mérito de recordar la importancia primordial de las
contradicciones en la sociedad socialista, cuando los revisionistas
destacaban interesadamente la armonía y unidad. Reivindicó la
dialéctica, pero en una versión un tanto primitiva e ingenua, sin la
riqueza y plenitud con que la asume el marxismo-leninismo. La redujo a
la ley de unidad de contrarios que, como dice Lenin, “aprehende el
núcleo de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo”[29].
Mao presta poca atención a las otras dos leyes de la dialéctica (la
transformación de los cambios cuantitativos en cambio cualitativos y la
negación de la negación) y, por consiguiente, al movimiento concreto de
la contradicción como un proceso, a la dialéctica del
desarrollo: ese principio histórico que hace de la dialéctica “la
doctrina más multilateral, más rica en contenido y más profunda del
desarrollo ”[30].
No examina la identidad de contrarios como resultado de la oposición
interna existente en cada uno de ellos, que permite la intertransición e
intertransmutación de los mismos. Reduce la transformación de la
cantidad en calidad a la contradicción entre ambas categorías, no
menciona la negación de la negación, etc.
Un ejemplo de cómo Mao no se atiene plenamente a la dialéctica y
plantea a veces las cosas de manera metafísica es su reclamo de
«combinar la verdad general del marxismo-leninismo con la práctica
concreta de la revolución»[31]
en cada país. Se comprende que la intención de esta formula es evitar
el dogmatismo, pero incurriendo en el eclecticismo y el revisionismo.
Utilizando el estilo maoísta de expresión, convierte el «uno se divide
en dos» en «dos hacen uno». La verdad general del marxismo-leninismo y
la práctica concreta de la revolución no son dos cosas ajenas entre sí,
sino que el marxismo-leninismo expresa las leyes de la revolución que
actúan en todos los países. De lo contrario, no sería una verdad
general: «lo general -decía Lenin- sólo existe en lo particular y a
través de lo particular». A su vez, cada revolución concreta, además de
sus rasgos peculiares y originales, pone de manifiesto nuevas
regularidades que enriquecen la teoría marxista. De lo que se trata, por
consiguiente, no es de «combinar», sino de aplicar la teoría general a
la práctica particular. Eso sí, ha de hacerse prescindiendo de todo lo
que en dicha teoría no sea realmente general, de todo lo que se
compruebe que no se corresponde con la realidad particular. Ha de
tomarse la teoría marxista-leninista, no como dogma, sino como guía para
la acción.
Lo que más llama la atención es el carácter abstracto y especulativo
de la dialéctica de Mao que, en la práctica, lo empuja al aventurerismo,
más allá de la necesaria audacia. Además de habernos referido a la
lucha sin unidad, en relación con los destacamentos del proletariado
dominados por los revisionistas, sirva como ilustración de este defecto
el siguiente razonamiento pronunciado por Mao en el VIII Congreso del
PCCh:
“Supongamos que en el partido se produce una escisión. Esto provocará
desórdenes. El desequilibrio tiende siempre a su contrario, es decir,
al equilibrio. La escisión puede convertirse en cohesión”.[32]
Frente a este juego político con categorías filosóficas, “la
dialéctica marxista requiere un enfoque histórico concreto de los
fenómenos sociales. No puede servir de esquema abstracto del que por vía
puramente lógica se puedan obtener respuestas a todas las cuestiones
concretas de la práctica. Exige que se tengan en cuenta no sólo los
rasgos generales propios de un fenómeno en todas las fases de su
desarrollo, sino también las peculiaridades del desarrollo
contradictorio que caracterizan al fenómeno estudiado en el estadio
concreto en que se encuentra”.[33]
Además, la tendencia dominante en toda contradicción no es al
equilibrio, sino a la lucha (mal que les pese a los seguidores de
Bujarin, ya sean de derecha o «de izquierda»). En definitiva, el camino
hacia la reanimación de la revolución proletaria mundial está lleno de
trampas: no podemos comprender la experiencia histórica del socialismo
sin apoyarnos en la contribución crítica de los comunistas chinos, pero
tampoco debemos dejarnos deslumbrar por sus aciertos porque, entonces,
repetiremos sus errores fatales y no podremos aplicar íntegramente el
marxismo-leninismo. Aquí también, necesitamos la negación de la
negación; necesitamos volver a colocar al movimiento comunista sobre los
raíles del materialismo dialéctico. Éste es el reto para comprender y
actuar con acierto.
Notas:
[1]
El diablo está en los detalles o, como dijera Lenin en los albores de
la construcción del Partido: “De la consolidación de tal o cual ‘matiz’
puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante
muchísimos años”. (¿Qué hacer? http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/WD02si.html)
[2] Marx, “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”
[3] Lenin, “Prólogo al discurso Sobre el Embaucamiento del Pueblo con la Consigna de Libertad e Igualdad”
[4] Sobre los defectos del trabajo del partido y las medidas para la liquidación de los trotskistas y otros fariseos, Stalin, 1937: https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2015-15.pdf
[5] https://docs.google.com/file/d/0ByP565N0sPRSaHc3ZjI1bmpRQ2M/edit
[6] Jruschov, Discurso en Austria para la radio y la televisión, 7 de julio de 1960.
[7] Dulles, Conferencia de prensa, 15 de mayo de 1956.
[8]
Insistimos en que el frente económico no se limita a la cuestión de la
propiedad de los medios de producción, sino que abarca toda la
revolucionarización de las relaciones de producción que exija el grado
de socialización alcanzado por las fuerzas productivas. De lo contrario,
la elevación política e ideológica de la conciencia social se
interrumpirá y se convertirá en una caricatura, en una conciencia falsa.
[9]
Mao Zedong especulaba con que EE.UU. y la URSS se habían puesto de
acuerdo para dominar el mundo. No era sólo una acusación contra
Jruschov, sino también contra Stalin. Pasando por alto las necesidades
de seguridad de la Unión Soviética evidenciados en su historia hasta la
II Guerra Mundial, el líder chino afirmó lo siguiente a la delegación de
una fracción izquierdista del Partido Socialista Japonés que le visitó
el 10 de julio de 1964: “La Unión Soviética tiene demasiados territorios
ocupados. En la Conferencia de Yalta se concedió la independencia
nominal a Mongolia exterior, pero nominalmente fue separada de China tan
solo para pasar en realidad a control de la Unión Soviética… En su día
preguntamos si sería posible la devolución de Mongolia exterior a China.
Ellos contestaron que no… También a Rumanía le quitaron una parte; se
llama Besarabia. De Alemania también separaron una parte, a saber, un
trozo de Alemania Oriental… También quitaron una parte de Polonia,
agregándola a la Rusia Blanca. Al final quitaron también una parte a
Finlandia. Todo lo que pudieron anexionar de alguna forma lo han
anexionado… Según mi criterio, no deberían haberse anexionado nada en
absoluto. El territorio de la Unión Soviética es bastante grande, … Por
ello, vuestra islas Kuriles no son ningún problema: tienen que seros
devueltas. (Mao íntimo, págs. 51-52)
[10] Artículo con motivo del segundo aniversario de la Carta de los 25 puntos, citado en Los orígenes de la controversia chino-soviética, pág. 159.
[11] Observaciones incidentales sobre una conferencia-informe “contra el revisionismo” del 4 de septiembre de 1964. (Mao íntimo, pág. 43)
[12]
Jacques Levesque habla de “el fracaso relativo de la precedente
política de estímulo de las escisiones y la formación de partidos
comunistas prochinos. En efecto, después de diez años de conflicto
chino-soviético, los partidos oficialmente prochinos permanecen
extremadamente débiles en efectivos numéricos respecto a los partidos
prosoviéticos. Este fracaso perece sorprendente teniendo en cuenta la
difusión política e ideológica de China”. (Op. Cit., pág. 164)
[13] Los orígenes de la controversia chino-soviética, págs. 162-163.
[14] http://criticamarxista-leninista.blogspot.com/2013/05/leninismo-o-socialimperialismo.html
[15]
El partido chino no la modificaría hasta la muerte de Mao en 1976. Con
la política de reforma impulsada por Deng Xiaoping, cesó la crítica
ideológica a la Unión Soviética, manteniendo únicamente su oposición al
“hegemonismo” de ésta.
[16] Una conversación del Presidente Mao, 11 de mayo de 1964; citada en Leninismo o socialimperialismo.
[17]
«La producción capitalista -explica Stalin- comienza allí donde los
medios de producción están concentrados en manos privadas y los obreros,
que no poseen medios de producción, se ven constreñidos a vender su
fuerza de trabajo como una mercancía. Sin eso, no hay producción
capitalista». (Problemas económicos del socialismo en la URSS).
[18] Pravda, 5 de marzo de 1970; citado en Leninismo o socialimperialismo.
[19]
Discurso del Presidente Mao en la reunión de trabajo (ampliada) del
Comité Central del Partido Comunista de China, 30 de enero 1962; citado
en Leninismo o socialimperialismo.
[20]
Lenin avisaba que “toda verdad, si se la obliga a ‘sobrepasar los
límites’ (como decía Dietzgen padre), si se exagera, si se extiende más
allá de los limites dentro de los cuales es realmente aplicable, puede
ser llevada al absurdo, y, en las condiciones señaladas, se convierte
infaliblemente en absurdo”. (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo: http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html)
[21] Op. Cit., págs. 74-75
[22] El materialismo dialéctico,
pág. 10, citado en “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao
Zedong” de M. Altaiski y V. Gueórguiev, Ed. Progreso, pág. 86. Este
libro soviético es, en su objetivo y en su mayor parte, un ataque
sectario hacia Mao Zedong. No obstante, contiene también algunas
críticas que nos parecen justas y útiles para nuestro propósito de
esclarecimiento de esta etapa de la revolución proletaria internacional
que ha arrojado luz, pero también ha proyectado una espesa sombra que
sigue pesando como una losa en la conciencia de los comunistas.
[23]
“La unidad del pensar y el ser equivale a que el pensar refleje
correctamente al ser, que lo subjetivo refleje correctamente a lo
objetivo; la unidad aquí tiene sentido de ‘correspondencia’.” (Yan
Siang-chen, citado en íbid., pág. 114)
[24] Sing tsiangché, nº 7, pág. 23; citado en ibíd., págs. 87-88.
[25] Ibíd., pág. 89.
[26]
“El parlamentarismo ‘ha caducado históricamente’… ¿Ha ‘caducado
políticamente’ el parlamentarismo? Esto es ya otra cuestión”. Según
Lenin, “remitirse en una cuestión de política práctica a la escala de la
historia universal, es la aberración teórica más escandalosa”. (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, capítulo VII, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s7)
[27] Renmin Ribao, 10 de junio de 1966; citado en “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao Zedong” pág. 94.
[28] Ho In-tsiu, Sinhua Ribao, Nankin, citado en ibíd., págs. 190-191.
[29] Véase nota 23.
[30] Lenin, Carlos Marx, http://marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/KM14s.html#s1
[31] ¡Viva el leninismo!
[32] Mao Zedong, Discurso en el VIII Congreso del PCCh – segunda sesión; citado en ibíd.,
pág. 140. Dicho sea de paso, comete aquí el mismo error que Bujarin al
centrar su atención en el equilibrio, y no en el desarrollo, como
resultado de la lucha de contrarios.
[33] “Crítica de las concepciones filosóficas de Mao Zedong”, págs. 165-166.