24 de mayo de 2021

Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética (I)

Publicamos la primera parte del trabajo de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética (AAHS) «Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética». 

Consideramos de gran valor analizar las críticas más importantes realizadas dentro del movimiento comunista internacional al camino emprendido por los soviéticos, en un momento fundamental en el que existe una ruptura con las políticas del PCUS por parte de la nueva dirección, cuya cabeza visible era Jruschov. 

No estaría completo el estudio de la experiencia soviética si no analizásemos estas críticas, que pueden ayudarnos a comprender mejor los aciertos y los errores de los comunistas en el poder y los motivos, como una necesidad de actualidad para todos los comunistas. Este documento lo publicaremos en tres partes.

Crítica del Partido Comunista de China sobre la experiencia soviética

Mientras se hace cada día más evidente que, tal como demostrara Marx, el desarrollo del capitalismo produce las condiciones necesarias para su sustitución por el comunismo, este tránsito sigue interrumpido a causa de la derrota del movimiento revolucionario internacional nacido de la Revolución de Octubre de 1917; o, mejor dicho, a causa de la deficiente comprensión de toda esta experiencia.

Desde que la Unión Soviética y los países socialistas de Europa regresaron al capitalismo alrededor del año 1990, y en medio de la mayor campaña anticomunista de la historia desatada por la burguesía, la mayoría de los comunistas del planeta empezó a investigar las causas de este retroceso. Al tiempo que enfrentaba la revancha que los capitalistas se estaban tomando contra los trabajadores y sus conquistas pasadas, llegó a la conclusión de que esta contrarrevolución no había sido repentina, sino que había ido creciendo a lo largo de los años previos en los Estados socialistas. 

Así, la mayoría del movimiento comunista internacional se fue acercando al punto de vista de la minoría que, como los chinos y los albaneses, había denunciado la peligrosa deriva revisionista tomada por los dirigentes soviéticos desde los años 50. 

En la actualidad, las organizaciones comunistas respaldan cada vez más la política encabezada por Stalin y cada vez menos la política impulsada por Jruschov y Brézhnev.

Sin embargo, este acercamiento de la mayoría a la minoría no ha bastado para unificar al movimiento comunista internacional y para recuperar su autoridad política sobre la clase obrera. Esto se debe, ante todo, a que la comprensión de lo sucedido por unos y otros todavía no se corresponde plenamente con la teoría científica del marxismo-leninismo. 

Todavía no se estudia lo suficiente esta teoría como es debido, es decir, como ciencia. 

Todavía prevalecen los prejuicios, así como la confusión que éstos causan. 

Todavía hay que seguir experimentando el fracaso de la puesta en práctica de dichos prejuicios, mientras los refutamos teóricamente sobre la base del marxismo-leninismo y mientras los frutos de esta labor son, a su vez, puestos en práctica.

Los comunistas chinos y albaneses pretendieron defender y aplicar el marxismo-leninismo frente al revisionismo de los nuevos dirigentes soviéticos. En buena parte, así fue, pero los resultados objetivos fueron opuestos a sus intenciones: se creó una profunda división del movimiento obrero y comunista que el imperialismo supo aprovechar para recuperar la iniciativa perdida tras la Segunda Guerra Mundial; chinos y albaneses acabaron rompiendo entre sí; China socialista modificó su orientación política tras la muerte de Mao Zedong y Albania dejó de ser socialista al mismo tiempo que sus vecinos revisionistas, mientras otros Estados menos beligerantes con el revisionismo como Cuba, Vietnam, Laos y Corea han aguantado el vendaval.

A estas alturas, no parece que sea suficiente conformarnos acríticamente con la evaluación que chinos y albaneses hicieron de la experiencia soviética. Sin embargo, tampoco podemos pretender resolver las incógnitas que ésta nos legó prescindiendo de aquella crítica efectuada, no por un puñado de estudiosos ajenos al movimiento obrero, sino por acreditados partidos revolucionarios y de masas como fueron el Partido Comunista de China y el Partido del Trabajo de Albania.

En el presente documento, examinaremos la crítica que los dirigentes comunistas chinos hicieron de la teoría y la práctica soviéticas sobre la edificación del socialismo. 

Aunque procuremos ceñirnos a esta cuestión, su comprensión nos exigirá a veces a tocar sólo tangencialmente otros problemas como la política exterior de los Estados socialistas, la unidad y la lucha en el seno del movimiento comunista internacional, las vicisitudes de la construcción de la nueva sociedad en China, etc. Con el tiempo transcurrido, se han aplacado las pasiones, permitiendo un examen más objetivo de las políticas confrontadas, sobre todo a la luz de sus resultados.

La crítica china hacia la URSS ha ido desarrollándose y modificándose, a lo largo de las etapas vividas en ambos países, aunque conservó en todas ellas algunos elementos de continuidad.

Vamos a exponer cronológicamente esta crítica, valorándola sobre la marcha.

LA ETAPA DE LA UNIDAD CRÍTICA

Con anterioridad al XX Congreso del PCUS, la opinión de la dirección comunista china sobre la URSS y Stalin puede resumirse en la felicitación que Mao Zedong remitió a éste por su sesenta cumpleaños, el 20 de diciembre de 1939: “Felicitar a Stalin significa apoyarlo, apoyar su causa, la victoria del socialismo y el rumbo que él señala a la humanidad, significa apoyar a un amigo querido. Pues hoy la gran mayoría de la humanidad está sufriendo y sólo puede liberarse de sus sufrimientos siguiendo el rumbo señalado por Stalin y contando con su ayuda. (…) El amor y el respeto del pueblo chino por Stalin y su amistad hacia la Unión Soviética son profundamente sinceros; toda tentativa de sembrar discordias, toda mentira o calumnia serán en vano”.[1]

Ruptura sino-soviética - Wikipedia, la enciclopedia libre


 

 

Según algunos investigadores, habían surgido diferencias de enfoque entre ambas direcciones a finales de los años 30 (a través de los dirigentes chinos que habían estudiado en la URSS como el grupo de los “28 bolcheviques”, con Wang Ming al frente) y sobre todo tras concluir la Segunda Guerra Mundial. 

En aquel momento, al parecer, la URSS de Stalin “no creía posible, ni deseable, la revolución socialista en China, ya que se encontraba demasiado debilitada por la guerra. La Unión Soviética, preocupada sobre todo por la expansión del campo socialista en Europa, no se sentía preparada para sostenerla temiendo un enfrentamiento con Estados Unidos. Por lo que se limitó a dejar como única ayuda al PC [de China] un importante material de guerra que había capturado a los japoneses en Manchuria, y aconsejó a Mao entenderse, una vez más, con el Kuomintang [partido nacionalista burgués, entonces pro-yanqui] para formar con él un gobierno de coalición.[2]

A consecuencia de la mala voluntad de Chiang Kai-shek, este consejo no fue seguido. Por lo tanto, la guerra civil se reemprendió y, en menos de tres años y ante la sorpresa de Stalin, que reconoció en privado su error de apreciación, ésta instaló al PC en el poder”.[3]

Sin embargo, fue a raíz de las críticas a Stalin vertidas por Jruschov en 1956, durante el XXº Congreso del PCUS y especialmente en el Informe Secreto que éste leyó tras su clausura, que el PCCh se vio obligado a debatirse entre la defensa del socialismo y la defensa de la nueva política del PCUS. No hay que perder de vista que éste, por los éxitos acumulados desde 1917, se había convertido la autoridad suprema del movimiento comunista internacional y del campo socialista.

Es correcto el siguiente análisis de este problema que nos ofrece el historiador Jacques Lévesque, a condición de que no perdamos de vista que... 

1º) la unidad internacional del proletariado es, además de un deseo, una posibilidad real gracias a que sus intereses fundamentales son idénticos en todos los países.

2º) los Estados socialistas se basan en una alianza del proletariado con ciertas capas burguesas como los campesinos, lo cual provoca necesariamente reacciones nacionalistas. 

3º) la transformación del mundo exige tomar decisiones confiando en el desarrollo progresivo de las condiciones objetivas para la revolución socialista, asumiendo la inevitabilidad de contradicciones y aprendiendo a resolverlas por medio de la práctica revolucionaria.

“Desde el principio del régimen soviético, con la fundación de la Internacional Comunista, sus dirigentes pensaron que la identidad de pareceres y de intereses que existía entre ellos y los Partidos Comunistas, sobre una cierta cantidad de cuestiones fundamentales, sería suficiente pare atenuar las contradicciones que podían sobrevenir en sus respectivos intereses, o en todo caso, debería suministrar la base que permitiría resolverlas fácil y rápidamente. Esta visión de los problemas podía ser correcta. No obstante, la potencia de los intereses comunes llevó a la Unión Soviética y a los demás partidos comunistas a subestimar las posibles contradicciones y a sobreestimar su capacidad de resolverlas adecuadamente. La unidad de los intereses fundamentales se impulsó hacia la unidad de acción y de estrategia única, imperativos que a su vez estimularían la coordinación y una rigurosa disciplina, que pasarían sin dificultad alguna bajo la ‘hegemonía’ soviética (para emplear el mismo término de Lenin)[4], privilegiando de este modo la percepción y los análisis soviéticos de la estrategia a adoptar. Y, a consecuencia de esto, varios partidos se vieron obligados a sacrificar objetivos nacionales en provecho de la perspectiva internacional y de la estrategia de conjunto. Esta estrategia fue casi siempre correcta, y dio los resultados previstos, por lo cual las contradicciones entre intereses a corto y a largo plazo, nacionales e internacionales, deberían haber sido superadas; pero en muchísimos casos no ocurrió así. (…) Con la formación del campo socialista, al terminar la Segunda Guerra Mundial, el campo de acción de varios partidos comunistas se extendió a realidades y a problemas todavía más difíciles y complejos”.[5]

Inmediatamente después del XX Congreso del PCUS, la dirección china elogió al partido soviético por su “actitud seria” y su “valiente autocrítica”; si bien intentó corregir la unilateralidad negativa de ésta, recordando los méritos de la dirección bolchevique y de Stalin. 

“Ya, Mao Zedong, el 23 de octubre de 1956, al recibir al embajador soviético en China, le manifestó: ‘Hay que criticar a Stalin, pero no estamos de acuerdo con el método utilizado. Hay otras cuestiones con las que tampoco estamos de acuerdo’. 

Al mismo tiempo, y después, en enero de 1957, Liu Shao-chi, por entonces presidente de la República Popular China y Chu En-lai, primer Ministro, habían manifestado ante sus camaradas soviéticos los principales errores cometidos por los dirigentes del PCUS: ‘ausencia total de un análisis de conjunto’ de Stalin, ‘ausencia de autocrítica’ y ‘ausencia de consultas previas a los otros partidos hermanos’.”[6]

Unidad y diferencia con Jruschov en el balance de la experiencia soviética

En esta línea, un mes después del congreso soviético, el PCCh publicó Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado[7], donde expone este difícil equilibrio.

En este documento, afirma que “Stalin cometió en el último período de su vida ciertos errores graves en su trabajo, como principal dirigentes del Partido y del Estado. Se volvió engreído, le faltó prudencia y surgió en su espíritu el subjetivismo y la tendencia a conformarse con aspectos parciales. Tomó decisiones erróneas sobre ciertas cuestiones importantes, lo que dio lugar a consecuencias muy desagradables… cometió el error de exagerar su propio papel y opuso su autoridad personal a la dirección colectiva… aceptaba y animaba el culto de la personalidad y tomaba decisiones personales arbitrarias”.

Esta acusación responde a la influencia y presión que ejercía la campaña de los nuevos dirigentes soviéticos contra Stalin. Los capitalistas y sus agentes en el movimiento obrero siempre han hecho este mismo reproche a todos los dirigentes proletarios (como Trotski a Lenin), pero la diferencia es que, ahora, procedía de un prestigioso partido revolucionario como el PCUS.

Con el tiempo, se desvelarían las intenciones oportunistas de esta crítica y se demostraría su falsedad al contrastarla con los hechos[8]. Todo parece apuntar a que el énfasis excesivo en su figura se produjo por voluntad ajena a él y mayoritaria, siendo exorbitado por quienes serían sus mayores detractores tras su muerte. En todo caso, se le podría reprochar no haber luchado lo suficiente por corregir este error, hasta hacer pública su oposición. Pero este problema no puede ser valorado al margen de la cruenta lucha de clases en la que el enemigo burgués procura destruir la unidad entre el pueblo, la clase obrera, el partido comunista y sus dirigentes, para poder derrocar el poder proletario. Los capitalistas también tienen sus reyes, caudillos y demás ídolos. Y todas las revoluciones se han cohesionado alrededor de sus mejores representantes porque cuesta sangre, sudor y lágrimas seleccionar a dirigentes capaces y fieles a las masas oprimidas. Ahí están Mao en China, Hoxha en Albania, Fidel en Cuba, Ho Chi Minh en Vietnam, Kim Il Sung en Corea, Chávez en Venezuela, etc., aun con sus defectos (inevitables en cualquier individuo). En cambio, los obreros revolucionarios repudian a los iconoclastas que, como Jruschov, ayudan a la burguesía[9].

Repitiendo los infundios del Informe Secreto, este documento del PCCh sostiene que Stalin “dio demasiada amplitud al problema de la represión de los contrarrevolucionarios; no mostró la vigilancia necesaria en la víspera de la guerra antifascista; no concedió toda la atención merecida a un más amplio desarrollo de la agricultura y al bienestar material de los campesinos; dio ciertos consejos erróneos acerca del movimiento comunista internacional, y, en particular, tomó una decisión equivocada sobre la cuestión de Yugoslavia”. 

Al margen del montón colosal de propaganda anticomunista sobre estas cuestiones, han ido publicándose, sobre todo desde la caída de la URSS, muchos trabajos científicos que explican los hechos en su contexto y refutan estas acusaciones. En la página web de la AAHS y en otras muchas publicaciones proletarias y progresistas, el lector podrá encontrar referencias de estos trabajos, para poder consultarlos.

Esta resolución del PCCh viene a resumir los presuntos errores de Stalin como “subjetivismo en los métodos de dirección”, frente al cual propugna una “línea de masas”, es decir, “partir de las masas para retornar a las masas”. Este criterio que perdura a lo largo de toda la historia del partido chino tiene indudables virtudes frente al dogmatismo, el sectarismo, el aventurerismo, el blanquismo, etc., pero también encierra el peligro de despreciar la necesidad de educar a las masas en la teoría científica del marxismo-leninismo, la cual no proviene únicamente de la experiencia de las masas proletarias ni de las masas de las clases oprimidas de sociedades anteriores. 

El marxismo es la continuación del saber universal acumulado a lo largo de siglos a partir de la experiencia de toda la humanidad y que, en la sociedad capitalista, encuentra al proletariado como única clase objetivamente interesada en asumirlo y desarrollarlo. Lenin advirtió, en su obra ¿Qué hacer?, contra el peligro de rebajar el socialismo a un espontaneísmo o empirismo estrecho.

Dicho esto, es parcialmente justa la crítica de la citada resolución del PCCh contra el burocratismo y al dogmatismo que también combatieron los dirigentes bolcheviques, incluido Stalin: “Después de la victoria de la revolución, cuando la clase obrera y el Partido Comunista se han convertido en la clase y el Partido dirigentes en el Estado, quienes dirigen el Partido y el Estado, acosados desde muchos lugares por el burocratismo, pueden encontrarse frente al gran peligro de servirse del aparato del Estado para emprender acciones arbitrarias, alejarse de las masas y de la dirección y colectiva, y recurrir a métodos autoritarios, violando los principios democráticos del Partido y del Estado. (…) cuando el marxismo era reconocido por todo el mundo como la ideología dirigente del Estado después de la revolución, un buen número de nuestros propagandistas, en vez de trabajar duro, de reunir un gran número de hechos, de practicar métodos de análisis marxistas-leninistas y de emplear el lenguaje del pueblo para explicar de manera convincente la unidad de la verdad universal del marxismo-leninismo y de la situación concreta de China, se han apoyado a menudo en el poder administrativo y el prestigio del Partido para insuflar el marxismo-leninismo en el espíritu de las masas bajo la forma de dogma”.

En esta descripción del fenómeno, la falta de un análisis de clase deriva en la absolutización de la democracia como remedio. En realidad, tanto el revisionismo como el dogmatismo son conductas que reflejan la presión de la ideología burguesa dominante en el mundo y de la situación desesperada del pequeñoburgués que se resiste a asumir la posición del proletariado. 

En su lucha de clase, las masas y dirigentes proletarios deben aprender, tomando decisiones correctas con rapidez para no ser derrotados. Para ello, hay que alcanzar éxitos que sean duraderos en el camino hacia el comunismo, evitando atajos que conducen a un callejón sin salida, ya sea renunciando a la dictadura o a la democracia. En definitiva, hay que aprender a atenerse a la concepción del mundo del materialismo dialéctico. 

Es difícil, pero es lo único que nos puede fortalecer lo suficiente, mientras el capitalismo se descompone, para que podamos liquidarlo totalmente y liberar las relaciones humanas de los antagonismos de clase.

La resolución china hace otra crítica a Stalin que resulta injusta porque descontextualiza lo dicho por él: “… Stalin plantea la fórmula de que, en los diversos períodos revolucionarios, el golpe principal debe dirigirse con vistas a aislar las fuerzas políticas y sociales intermedias de la época. (…) En ciertas circunstancias, puede ser correcto aislar tales fuerzas, pero no es correcto aislarlas cualesquiera que sean las circunstancias. Nuestra experiencia nos enseña que en una revolución el golpe principal debe dirigirse contra el enemigo principal con vistas a aislarlo. En cuanto a las fuerzas intermedias, debemos adoptar hacia ellas la política de unirnos con ellas y al mismo tiempo luchar contra ellas, para por lo menos neutralizarlas… [Cuando ciertos camaradas han aplicado mecánicamente esta fórmula de Stalin] Nos hemos infligido pérdidas a nosotros mismos y le hemos hecho el juego al verdadero enemigo”.

El error no está en lo dicho por Stalin, sino en lo mal que lo entienden algunos. Ni mucho menos se trata de golpear al enemigo secundario y dejar a salvo al enemigo principal. Se trata de golpear al cómplice de éste entre las masas sólo en la medida en que obstaculiza la unidad combativa de éstas que es necesaria destruir el enemigo principal. 

Veamos cómo lo explica Stalin para la etapa socialista de la revolución rusa: “Objetivo: derrocar el imperialismo en Rusia y salir de la guerra imperialista. Fuerza fundamental de la revolución: el proletariado. Reserva inmediata: los campesinos pobres. Como reserva probable, el proletariado de los países vecinos. Como factor favorable, la guerra, que se prolongaba, y la crisis del imperialismo. Dirección del golpe principal: aislar a la democracia pequeñoburguesa (mencheviques y eseristas), que se esforzaba en atraerse a las masas trabajadoras del campo y en poner fin a la revolución mediante una componenda con el imperialismo. Plan de disposición de las fuerzas: alianza del proletariado con los campesinos pobres”.

Como se ve, Stalin apunta como objetivo principal al derrocamiento de la burguesía y no de los soviets que estaban dirigidos por la democracia pequeñoburguesa. Pero, ¿cómo hacerlo si ésta paralizaba la acción revolucionaria de las masas? Se trataba de aislarla de su base social, de las masas intermedias, campesinas, porque aparentaba apoyarlas mientras las traicionaba. 

Si la democracia pequeñoburguesa hubiese aceptado que los soviets dirigidos por ella tomaran el poder político, podrían haber sido aliados de los bolcheviques en el gobierno socialista. De hecho, lo llegó a ser el ala izquierda de los eseristas. Y, ¿cómo dar ese “golpe” a los partidos conciliadores, cómo aislarlos”? No se trataba de perpetrar acciones violentas contra ellos, sino de persuadir a las masas trabajadoras campesinas de que esos partidos no representaban realmente sus intereses y de que eran los bolcheviques los que sí lo hacían. Lenin lo expresó así: “El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía”.[10]

Por lo demás, cabría preguntarse si el PCCh mantuvo su acertado enfoque de unidad y lucha con las fuerzas intermedias cuando, sin solución de continuidad, pasó a considerar a la URSS como una superpotencia imperialista enemiga por el hecho de que sus dirigentes pretendieran imponer su línea revisionista.

Al lado de los errores de este primer posicionamiento sobre la línea de Jruschov, el PCCh tuvo ya entonces el valor de hacer un balance favorable de Stalin al frente de la anterior dirección bolchevique:

“Los méritos deben atribuirse al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética que ejerció una dirección enérgica en la lucha por realizar la línea política de Lenin, y una parte imborrable de estos méritos corresponde a Stalin.

Después de la muerte de Lenin, Stalin, como dirigente principal del Partido y del Estado, aplicó y desarrolló de manera creadora el marxismo-leninismo. En la lucha por la defensa de la herencia del leninismo contra sus enemigos -los trotskistas, los zinovievistas y otros agentes de la burguesía- Stalin tradujo la voluntad del pueblo y resultó un eminente luchador por el marxismo-leninismo. Si Stalin se ganó el respaldo del pueblo soviético y jugó un importante papel histórico, es ante todo porque había defendido, con los demás dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética, la línea de Lenin relativa a la industrialización del país de los Soviets y a la colectivización de la agricultura.

El Partido Comunista de la Unión Soviética, ejecutando esta línea, hizo triunfar el socialismo en su país y creó las condiciones para victoria de la Unión Soviética en la guerra contra Hitler. (…)

Importa subrayar aquí que deberemos todavía continuar estudiando atentamente las obras de Stalin como lo hemos hecho hasta ahora, y recoger de ellas, como una herencia histórica importante, todo lo que contienen de provechoso, particularmente en las numerosas obras en las que defiende el leninismo y traza de manera justa el balance de la experiencia de la edificación en la URSS. Adoptar otra actitud sería un error. (…)

Hay gente que considera que Stalin se equivocó en todo lo que hizo. Se trata de una grave incomprensión. Stalin fue un gran marxista-leninista, pero también fue un marxista-leninista que cometió algunos errores de bulto sin tener conciencia de ello. (…)

Tanto lo que hay de correcto como lo que hay de incorrecto en Stalin es un fenómeno del movimiento comunista internacional y lleva el sello de la época. El movimiento comunista internacional sólo cuenta con poco más de cien años, y sólo han transcurrido treinta y nueve años desde la Revolución de Octubre. (…)

Una buena dirección no consiste en no cometer ningún error, sino en tomarse los errores en serio. El hombre que nunca se ha equivocado no existe. (…)

Es ingenuo creer que ya no pueden existir contradicciones en una sociedad socialista. Negar la existencia de contradicciones es negar la dialéctica. (…) La sociedad socialista se desarrolla también en el seno de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. (…) La humanidad todavía es joven. Nadie puede decir en cuántas veces el camino que le queda por recorrer sobrepasa al que ya ha recorrido”.

Este último párrafo era una advertencia dirigida a los muchos comunistas presuntuosos de entonces[11] que descartaban una derrota del socialismo y fanfarroneaban con alcanzar pronto el comunismo como resultado automático del aumento de la producción. También hoy es una reflexión oportuna frente a los que dan por fracasado el movimiento comunista por la emancipación de la clase obrera. Aunque ésta haya tropezado en sus primeros pasos, aprenderá de su experiencia y volverá a ponerse en pie con mucha mayor seguridad hasta liberarse definitivamente de sus explotadores capitalistas.

Relaciones Chino-Soviéticas en el contexto de la Guerra Fría. timeline


 

 

 

El viraje revisionista del XX Congreso del PCUS espoleó a las fuerzas hostiles al socialismo en todo el mundo. 

En octubre-noviembre de 1956, se produjo un levantamiento contrarrevolucionario y pro-imperialista en Hungría socialista que fue derrotado con la ayuda de tropas soviéticas, de acuerdo con la comunidad de Estados socialistas. Al año siguiente, el líder yugoslavo Tito aprovechaba las protestas en Hungría y Polonia para volver a exigir a los comunistas del mundo que eligieran entre su línea y la línea “estalinista”. 

Ante estos acontecimientos, la dirección del PCCh publicó en diciembre de 1957 una nueva resolución titulada Una vez más sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado.

En ella aparecen nuevas acusaciones contra Stalin tomadas del arsenal de Jruschov: vulnerar el “centralismo democrático” y “la legalidad socialista”, condenar “gratuitamente a numerosos comunistas leales y buenos ciudadanos”[12] e “insistir en la agravación de la lucha de clases después de la liquidación de las clases” dificultando “así el desarrollo sano de la democracia socialista” (sobre esta última cuestión, volveremos más adelante).

Incluye también una acusación contra Stalin que es probablemente de cosecha propia y que los dirigentes chinos dirigirían violentamente contra los nuevos dirigentes soviéticos: “manifestó una tendencia al chovinismo de gran nación… intervenía indebidamente en los asuntos internos de ciertos países hermanos y de ciertos partidos hermanos”. 

Como ya hemos dicho, pudo haber algunas diferencias en los años 30 y 40 entre los comunistas chinos y los soviéticos al frente del movimiento comunista internacional. Podían deberse, no al chovinismo de la URSS, sino a una distinta apreciación de la correlación de fuerzas de clase en un determinado momento y lugar. No obstante, el proletariado revolucionario deberá reevaluar la necesaria relación contradictoria entre sus destacamentos: los que están en el poder y los luchan todavía por conquistarlo; los que han avanzado más en el camino al comunismo y los que acaban de comenzarlo. 

Es una cuestión muy compleja porque los que gobiernan tienen la ventaja de su mayor experiencia, pero el inconveniente de tener que conservar la hegemonía política sobre las clases nacionales no proletarias de su país. La tendencia al chovinismo o, al menos, a la priorización de sus intereses nacionales es un riesgo considerable.

De todos modos, en su nueva resolución, el PCCh demuestra tratar esta cuestión con altura de miras: “La Unión Soviética… es, desde hace treinta y nueve años, el centro del movimiento comunista internacional. Esta situación no se debe a una voluntad arbitraria, sino que es el producto natural de las condiciones históricas. (…) es difícil evitar que las victorias alcanzadas por un Partido o un país en la obra de la revolución le inspiren un sentimiento de superioridad”.

E insiste en primar la defensa del legado de Stalin: “La tragedia de Stalin fue creer que, incluso cuando cometía errores, sus actos eran necesarios para defender los intereses de los trabajadores contra los ataques del enemigo. (…) [El potente auge de la Unión Soviética socialista] es irrefutable y atestigua no sólo de la fuerza del sistema socialista, sino también del hecho de que Stalin era, pese a todo, un comunista inquebrantable. (…) Considerando la cuestión en todos sus aspectos, si se quiere absolutamente hablar de ‘estalinismo’, sólo se puede decir esto: ‘estalinismo’ es ante todo el comunismo, el marxismo-leninismo. Éste es su aspecto fundamental. (…) Estimamos que si se pone en paralelo los errores de Stalin y lo que consiguió, los errores sólo ocuparán el segundo puesto”.

La mayor novedad en este documento es la denuncia de la creciente presión de los revisionistas encabezados por Tito sobre los partidos comunistas y los Estados socialistas, que “puede conducir al movimiento comunista a la escisión”: “… emprendiendo la vía de un repudio total de Stalin y enarbolando la consigna errónea de la lucha contra el “estalinismo”, un cierto número de comunistas han contribuido al desarrollo de una corriente ideológica que tiende a revisar el marxismo-leninismo. (…) En el movimiento actual contra el dogmatismo, tanto en nuestro país como en el extranjero, los hay que, bajo el pretexto de luchar contra una copia ciega de la experiencia soviética, niegan el alcance internacional de lo que hay de esencial en la experiencia de la Unión Soviética, y que, bajo el pretexto de desarrollar el marxismo-leninismo de manera creadora, niegan la importancia de la verdad universal del marxismo-leninismo. (…) bajo el pretexto de desarrollar la democracia socialista, tratan de debilitar o de repudiar la dictadura del proletariado, tratan de debilitar o de repudiar el centralismo democrático del Estado socialista, tratan de debilitar o de repudiar el papel dirigente del Partido. (…)

Después de la aniquilación de las clases explotadoras y la liquidación, en lo esencial, de las fuerzas de la contrarrevolución, la dictadura del proletariado todavía era necesaria con relación a los restos de la contrarrevolución en el interior del país (restos que era imposible hacer desaparecer del todo debido a la existencia misma del imperialismo), pero su punta debía dirigirse sobre todo contra las fuerzas agresivas imperialistas del exterior”.

La resolución advierte que esta revisión del marxismo no discurre a salvo de las injerencias de los imperialistas: “Esta corriente revisionista facilita incontestablemente el ataque dirigido por el imperialismo contra el movimiento comunista, y el imperialismo utiliza en efecto activamente esta corriente. A la vez que combatimos resueltamente el dogmatismo, debemos combatir no menos resueltamente el revisionismo. (…) Para menoscabar la causa del comunismo, los imperialistas y los reaccionarios de los diferentes países explotan los sentimientos estrechamente nacionalistas y ciertas incomprensiones de carácter nacional entre diferentes pueblos, con el fin de atentar, por todos los medios, contra la solidaridad internacional del proletariado. (…) Los nacionalistas burgueses no descuidan nada para engordar los defectos de la Unión Soviética y cerrar los ojos sobre lo que ella ha aportado. Buscan que la gente no se pregunte cómo se comportaría el imperialismo hacia estos países y estos pueblos, si la Unión Soviética no existiera”.

Esta advertencia del PCCh resultó premonitoria de la situación de sometimiento que sufren ahora los pueblos de Europa oriental a manos del imperialismo americano y alemán. La resolución de los comunistas chinos cita, en apoyo a sus advertencias, las declaraciones del entonces Secretario de Estado de EE.UU. John Foster Dulles en una sesión del Consejo de la OTAN: “La estructura comunista soviética se encuentra en estado de degeneración, y el poder los dirigentes se desmorona… Frente a esta situación, las naciones libres deben mantener una presión moral que contribuirá a derrumbar el sistema comunista sino-soviético, y a mantener su potencia militar y su firmeza. (…) parece que una modificación del carácter del mundo [comunista] se encuentre desde ahora dentro de lo posible”.

La diferencia creciente de enfoques entre los dirigentes chinos y la nueva dirección soviética llevó a aquéllos a analizarla en las tres partes integrantes del marxismo-leninismo: la filosofía, la economía política y el socialismo científico. Las conclusiones empezaron a condensarse en Sobre el correcto tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo, escrito por Mao Zedong en 1957, y en una serie de charlas impartidas por él entre 1958 y 1960[13] en relación con los Problemas económicos del socialismo en la URSS de Stalin[14] y el Manual de economía política soviético en su edición de 1959[15].

La crítica de la economía soviética

Empezaremos por cómo valoraba Mao la economía soviética al pretender una mejor edificación económica del socialismo en China. Aunque reconoce que muchas cosas descritas en este último trabajo de Stalin son correctas, sus objeciones son muy numerosas (“En ciertos pasajes -afirma- es posible, sin embargo, que el mismo Stalin no haya logrado acertar”), pero escasa y dudosamente fundamentadas.

Sólo responderemos a algunas, dejando al lector que compruebe las demás comparando ambos textos. Además, Mao no distingue a menudo entre el artículo de Stalin y la situación creada en la URSS cinco años más tarde, tras los cambios introducidos por el gobierno de Jruschov.

Reprocha en abstracto a la Unión Soviética que “ha prestado escasa atención” a la industria ligera y a la agricultura en beneficio de la industria pesada. Sin embargo, ésta es la base de toda gran producción industrial y agrícola. Como explicó Marx en El Capital, la producción de medios de producción debe ir por delante de la de medios de consumo para que haya reproducción ampliada, es decir, desarrollo económico. La URSS necesitaba acelerar este desarrollo para recuperarse de la Gran Guerra Patria y hacer frente a la guerra fría declarada por los imperialistas. A pesar de ello, las condiciones de vida de las masas fueron mejorando lo suficiente como para que cerraran filas en la lucha contra el enemigo de clase. En cambio, el criterio opuesto que se aplicó a partir de Jruschov resultó ser pan para hoy y hambre para mañana.

Mao acusa a Stalin de “caminar con una sola pierna” en este tema y también en otros como la relación entre el interés inmediato y el interés a largo plazo del pueblo; la relación entre los cuadros técnicos y las masas; la relación entre la base económica y la superestructura; la relación entre ser “experto” y ser “rojo”; etc. Está más preocupado por poner en evidencia la contradicción que por estudiar si fue correctamente resuelta por los bolcheviques en cada momento. Es una cuestión que guarda relación con su comprensión de la dialéctica, sobre la que volveremos más adelante.

“No es cierto -según él- que la producción mercantil pueda limitarse únicamente a la producción de los medios de existencia”. Por tanto, rechaza la última carta anexada al artículo de Stalin, donde éste se oponía con sólidos argumentos a “vender los medios de producción a los campesinos. Fue Jruschov quien modificó esta política”. Así, Mao parece avalar el punto de vista de Jruschov de ampliar la esfera de las relaciones monetario-mercantiles[16]. Cualquier país, sobre todo atrasado como China, que acaba de iniciar la construcción del socialismo debe tratar probablemente con una producción mercantil muy extensa, pero el avance hacia el comunismo exige que la producción sea cada vez más directamente social y menos mercantil.

Siguiendo a Jruschov y Mikoyán, Mao considera que Stalin tiene “una gran desconfianza respecto a los campesinos” y que el Estado soviético “ejerce un control asfixiante” sobre ellos. Es llamativo que el líder chino se refiera a los koljosianos como simples campesinos, pasando por alto la transformación social que han experimentado a través de la colectivización.

Otra crítica de Mao a este último escrito de Stalin consiste en que “no habla más que de relaciones de producción”. Sería todavía más exacto decir “relaciones de propiedad”, pues en Problemas económicos del socialismo en la URSS Stalin identifica la realidad material con sus formas jurídicas en la medida en que no analiza la relación contradictoria entre la propiedad de todo el pueblo sobre los medios de producción y la persistencia parcial de la vieja división social del trabajo.

Mao destaca el problema de las relaciones entre la superestructura y la base económica, lo cual está muy bien porque, en toda revolución, la clase ascendente debe transformar la base económica desde la superestructura. Pero esta superestructura está, a su vez, condicionada por las contradicciones de la base económica. Por una parte, no puede transformarla a su antojo, al margen del desarrollo alcanzado por dichas contradicciones. Y, por otra parte, por mucho que se pretenda revolucionar esta superestructura, tenderá a cumplir un papel conservador en la misma medida en la que no haya podido transformar la base económica. Al fin y al cabo, no puede dejar de ser un producto de ésta[17]. La clave de la continuidad o del desarrollo de la revolución hacia el comunismo radica en promover desde la superestructura la socialización de las relaciones de producción que permite el carácter de las fuerzas productivas crecientes. Parece que Mao pone el énfasis en el medio y no en el fin: está más preocupado por cambiar la superestructura que por definir científicamente las tareas económico-materiales que dan sentido a ese cambio. De ahí que algunos de sus seguidores se hayan descarriado hacia un idealismo que predica una independencia de la conciencia respecto del ser social, tal que cree posible remodelar a éste despreciando sus leyes objetivas. Es el caso de la lucha contra el economicismo entendida a lo Bettelheim, la cual exagera la crítica de Lenin hasta desquiciarla de su base materialista.

A continuación, vemos cómo Mao se preocupa por revolucionar las relaciones de producción como una necesidad general y permanente dictada por el objetivo final, pero sin considerar las posibilidades concretas que ofrece el desarrollo social alcanzado.

“Entre nosotros -explica Mao-, los cuadros participan en el trabajo manual y los obreros participan en la gestión de las empresas. Enviamos los cuadros a trabajar en el campo o en las fábricas a fin de formarlos. Abolimos las viejas reglas y los viejos sistemas. Todo esto tiene que ver con la superestructura, es decir, con la ideología. Stalin habla únicamente de economía; no aborda la política. Aunque mencione el trabajo voluntario, en realidad en su país nadie quiere sacrificarse trabajando una hora más. No habla del papel del hombre ni del de los trabajadores. Hay que saber que sin movimiento comunista es difícil llegar al comunismo”.

Mao acierta al intentar reducir la división social entre trabajadores manuales e intelectuales. Stalin había explicado lo que la URSS había conseguido a este respecto al formar una intelectualidad de extracción obrera y koljosiana. Además, había explicado la condición insoslayable para superar esta división social, más allá de todo voluntarismo contraproducente: el desarrollo de las fuerzas productivas y la consiguiente reducción de la jornada de trabajo. Las incursiones de los intelectuales en el trabajo productivo y de los obreros en la dirección social son muy convenientes, así como la propaganda en favor de que todos los individuos alcancen un desarrollo completo combinando el trabajo manual con el intelectual. Ahora bien, estas acciones son parte de la lucha de clases, a pesar de que hayan sido suprimidas las clases explotadoras como tal, debido a que algunas de las funciones de éstas siguen siendo prerrogativa exclusiva de una parte de la sociedad (directivos, cuadros, intelectuales, etc.). Por eso, no toda la sociedad tendrá la misma actitud ante el objetivo de superar la vieja división del trabajo y, precisamente por este motivo, la acción desde la superestructura consistirá en hacer efectiva la dictadura del proletariado[18]. Para ello, es imprescindible que los progresos alcanzados en la reducción de las diferencias de clase no eclipsen el análisis objetivo de las diferencias que subsisten.

En cuanto a acusar a los soviéticos de no querer trabajar una hora más por la sociedad, nos parece un despropósito tratándose de los fundadores de la emulación socialista y del movimiento stajanovista. En todo caso, habría que determinar si el entusiasmo con que las masas cumplieron los dos primeros planes quinquenales en los años 30 se enfrió después de la traumática Gran Guerra Patria y sobre todo con los cambios de criterio a lo largo del 5º Plan (1951-55). Pero, incluso en el más sombrío período revisionista de la URSS, hubo miles de personas realizando trabajo voluntario, como la construcción de la línea de ferrocarril Baikal-Amur entre 1972 y 1984.

“El poder legal de la burguesía -continúa Mao- se manifiesta en la enseñanza jurídica burguesa. Debemos destruir una parte de la ideología de este poder. Debemos resueltamente desembarazarnos de la actitud arrogante… y del desprecio hacia los simples trabajadores. (…) El sistema de la jerarquía refleja las relaciones entre padres e hijos, entre gatos y ratones. Hay que destruirlo día tras día. Enviar los cuadros al campo a trabajar en las granjas experimentales es uno de los métodos para transformar el sistema de la jerarquía”.

Para producir más y mejor, dice Mao que se deben “lanzar también movimientos de rectificación con el fin de destruir la ideología del poder legal de la burguesía”.

Esta determinación es muy necesaria para la revolución, aunque también es necesario tener en cuenta aquí la advertencia de Marx de que: “El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionada”[19]. Al no hacerlo, Mao contribuye a que se cometa la unilateralidad opuesta, de tipo idealista y subjetivista.

Ya en 1960, Mao imparte sus “Notas de lectura acerca del Manual de Economía Política (tercera edición de 1959)”. En ellas, diferencia mejor entre la línea de Stalin y la línea de Jruschov y el blanco de sus críticas ya no es la primera, sino la segunda (aunque siga situando a Stalin en el origen de muchas de ellas). Vale la pena citarlas y reivindicarlas, sin dejar de advertir de sus exageraciones y defectos.

Empezando por este aspecto negativo, Mao cuestiona la tesis marxista-leninista de que el atraso de un país dificulta su paso del capitalismo al socialismo y, a cambio, sostiene que “mientras más atrasado sea un país económicamente, más fácil es su paso del capitalismo al socialismo, y no más difícil. Mientras más pobre es un hombre, mas quiere la revolución”. Pero querer no es igual que poder. Además, la revolución no es sólo la conquista del poder, sino la transformación social posterior que deben posibilitar las condiciones heredadas.

“La historia de todas las revoluciones –continúa Mao- ha probado que no era necesario tener previamente fuerzas productivas plenamente desarrolladas para poder transformar relaciones de producción caducas”. No se trata de que las fuerzas productivas de carácter social estén “plenamente desarrolladas” para poder pasar al socialismo, sino de que estén suficientemente desarrolladas como para que este tránsito sea posible. Ulteriormente, es la progresiva introducción de relaciones socialistas de producción la que seguirá desarrollando las fuerzas productivas hasta su completa socialización. Además, Mao no tiene en cuenta la dimensión internacional de este proceso: el paso del capitalismo a su etapa imperialista supone que, en cualquier país, ya no existe impedimento económico cualitativo para pasar al socialismo, aunque este tránsito se inicie por medio de una revolución democrático-burguesa allí donde sea todavía necesario suprimir las relaciones de producción precapitalistas. Tampoco menciona cómo la ayuda soviética permitió a China acelerar las transformaciones socialistas.

“La revolución china –prosigue Mao- comenzó por la propagación del marxismo. Gracias a esta propagación, ha nacido una nueva opinión pública, facilitando así la revolución”. En verdad, sin propagación del marxismo, la revolución proletaria no puede triunfar y consolidarse, ya sea en un país económicamente desarrollado o atrasado. Pero el marxismo, como superestructura ideológica del movimiento obrero revolucionario, sólo puede tener esta efectividad allí donde el desarrollo material de la sociedad sea suficiente: allí donde haya cierto desarrollo de la industria y del proletariado.

Una vez que se reúnen las condiciones objetivas y subjetivas es cuando las cosas transcurren como las describe Mao: “Primero hay que derrocar la antigua superestructura por medio de la revolución para que las antiguas relaciones de producción puedan ser abolidas. Es después de la eliminación de éstas cuando se pueden crear nuevas relaciones de producción, abriendo un camino al desarrollo de las fuerzas productivas de la nueva sociedad. Es enseguida cuando se puede desatar una gran revolución tecnológica para desarrollar vigorosamente las fuerzas productivas de la sociedad continuando al mismo tiempo la transformación de las relaciones de producción y de las ideologías”.

La revolución proletaria puede, entonces, y necesita “desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad” más allá de lo que lo hace el capitalismo, no sólo para mejorar las condiciones de vida de la población, sino también para poder culminar su cometido: la supresión de las diferencias de clase. “Para alcanzar este objetivo –recuerda Mao- hay que derrocar primero y después oprimir al enemigo”. Pero el Manual no menciona “la necesidad de oprimir a los enemigos y de reeducar a los enemigos de clase. Pues bien, hay que reeducar a los terratenientes, los burócratas, los contrarrevolucionarios y los malos elementos; hay que reeducar a la burguesía, la pequeña burguesía de la capa superior y los campesinos medios. (…) el Manual trata especialmente de la formación de los intelectuales de origen obrero y de los medios de integrar los intelectuales de origen burgués en el movimiento de edificación del socialismo. N habla de la transformación de los intelectuales. Ahora bien, hay que transformar no sólo los intelectuales burgueses, sino también los intelectuales de origen obrero y campesino que, en muchos aspectos, son influidos por la burguesía. (…) La concepción del mundo de los intelectuales se manifiesta a menudo en su actitud respecto al saber. ¿Este pertenece a ciertos individuos o a todo el mundo? Algunos consideran el conocimiento como su propiedad privada y esperan para venderlo al mejor precio. Rehúsan venderlo hasta tanto el precio no sea lo suficientemente elevado. Son solamente expertos pero no son ‘rojos’. Dicen que el Partido es ‘incompetente’, y por lo tanto incapaz de ‘dirigir a los competentes’. Los que trabajan en el cine dicen que el Partido no puede dirigir el cine. Los que hacen danzas afirman que el Partido no puede dirigir la danza. Los que se dedican a la investigación sobre la energía atómica declaran que el Partido no puede dirigir la investigación científica sobre la energía atómica. En una palabra, el Partido no puede dirigir nada en absoluto.

En el conjunto del proceso de la revolución socialista y de la edificación socialista, la transformación de los intelectuales constituye un problema muy importante. Estamos equivocados si no subrayamos este problema y si adoptamos una actitud de compromiso respecto de todo lo que es burgués”.

Mao reprocha al Manual que sólo habla “de las premisas materiales y no aborda sino raramente la superestructura, es decir, el Estado de clase, la filosofía de clase y las ciencias de clase”. No deja de reconocer que la ciencia económica “tiene por objeto principal el estudio de las relaciones de producción. Pero es difícil separar la economía política y la concepción materialista de la historia. Es difícil explicar claramente los problemas relativos a la base económica y a las relaciones de producción sin tener en cuenta los problemas concernientes a la superestructura”. En síntesis, está criticando con razón la ruptura metafísica, antidialéctica, que había iniciado Stalin como error (exageración sobre el alcance de las transformaciones económicas realizadas) y que los revisionistas aprovecharían y completarían para justificar la prohibición de la lucha de clase del proletariado y de su dictadura.

Como Mao observa con perspicacia, “cuando el Manual trata acerca de los diferentes derechos de que gozan los trabajadores, no menciona el derecho a la dirección del país, de las diversas empresas y de las organizaciones culturales y de educación. En realidad, estos son los derechos más importantes de los trabajadores en el sistema socialista. Se trata de derechos fundamentales sin los cuales el derecho de trabajar, de recibir una educación, de descansar, etc., no existen.

El problema de la democracia socialista es en primer lugar saber si los trabajadores tienen el derecho de vencer las diferentes fuerzas hostiles y sus influencias. ¿Quién controla cosas como los periódicos, las revistas, las estaciones de radio y de televisión, el cine? ¿Quién puede expresar opiniones? Todo esto es pertinente al problema de los derechos. (…) En resumen, el pueblo debe tener el derecho de tomar a su cargo la superestructura. En lo que concierne a la cuestión de los derechos del pueblo, no podemos admitir que el Estado sea administrado por una parte solamente de las gentes y que el pueblo no pueda gozar de sus derechos al trabajo, a la educación, a los seguros sociales, etc., sino bajo el control de ciertas personas”.

Mao considera correcta la afirmación del Manual de que, “En el sistema socialista, no hay clase que busque mantener a cualquier precio relaciones económicas anticuadas”. Pero advierte que “existen aún capas sociales conservadoras y grupos que recuerdan a los ‘grupos privilegiados’ de otras épocas. Existen aún diferencias entre los trabajadores intelectuales y los trabajadores manuales, entre la ciudad y el campo, entre los obreros y los campesinos. Estas contradicciones, a pesar de su carácter no antagónico, deben resolverse por medio de luchas.

Los hijos de nuestros cuadros nos causan grandes preocupaciones. No tienen experiencia sobre la vida y la sociedad. Pero se muestran arrogantes y tienen un sentimiento de superioridad muy marcado. Debemos educarlos a fin de que no se apoyen ni sobre sus padres ni sobre los mártires de la revolución sino únicamente sobre ellos mismos.

En una sociedad socialista, hay aún gentes avanzadas y gentes atrasadas. Hay quienes son fieles, diligentes y llenos de vitalidad respecto a la causa colectiva. Pero hay también quienes tienen en su mira la celebridad o la fortuna, no piensan más que en sí mismos y se dejan invadir por la morosidad. En cada una de las etapas del proceso de desarrollo socialista, hay siempre gentes que quisieran conservar las relaciones caducas de producción y las instituciones sociales ya superadas. (…)

En este proceso de desarrollo es posible que surja el problema de ciertos ‘grupos que han adquirido privilegios’, y esto a pesar del hecho de que, en una sociedad socialista, han sido abolidas las clases”. Aunque las clases hayan sido abolidas en cierto momento de la transición del capitalismo al comunismo, hasta el final de ésta no se habrán erradicado sus bases sociales: las ideas revanchistas de los miembros de las clases expropiadas, la producción mercantil, el cerco exterior capitalista, la vieja división social del trabajo, la familia[20], el derecho burgués de distribución de los medios de vida, etc.

“Los miembros de estos grupos –continúa Mao-, satisfechos con el sistema existente, no desearán cambiarlo. La aplicación de los principios ‘A cada uno según su trabajo’ o ‘Ganar más trabajando más’, por ejemplo, les resulta provechosa. En consecuencia es posible que se sientan incómodos cuando estos principios cedan el puesto al principio ‘A cada uno según sus necesidades’. Pues el establecimiento de todo sistema nuevo exige necesariamente la destrucción del antiguo. La construcción sin destrucción no existe. Si se destruye se provoca la oposición de una parte de las personas. El hombre es un animal extraño. En cuanto se encuentra en una situación privilegiada se muestra arrogante… No tener esto en cuenta es muy peligroso”.

Mao manifiesta su preocupación sobre el peligro de aumentar los privilegios al insistir tanto los dirigentes soviéticos en promover “los intereses materiales personales”, el “individualismo”.

Como explica con razón: “Considerar el problema de la distribución de los productos de consumo como una fuerza motriz decisiva constituye una concepción errónea del determinismo de la distribución. Según las propias palabras de Marx: ‘La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción’[21]. Es decisivo, por tanto, considerar quién controla los medios de producción. La distribución de los medios de producción determina la distribución de los bienes de consumo. Considerar la distribución de los bienes de consumo como una fuerza motriz decisiva, es revisar el punto de vista de Marx que acabamos de mencionar y que era correcto. Se trata aquí de un error teórico. (…)

Habla como si la actividad creadora de las masas dependiese de los intereses materiales. El Manual no pierde nunca una ocasión de hablar de los intereses materiales personales como si buscase sin cesar apelar a esos intereses para atraer a las gentes. Es el reflejo del espíritu de una parte considerable de los cuadros de los servicios económicos y de los cuadros dirigentes. Es igualmente el reflejo de una situación en la que el trabajo político ideológico no ha obtenido suficiente atención. En estas condiciones no hay otra salida que apoyarse en los estímulos materiales. La primera mitad de la frase ‘De cada uno según sus capacidades; a cada uno según su trabajo’ se refiere a la necesidad de hacer un esfuerzo máximo para la producción. ¿Por qué pues cortar en dos esta frase y hablar, de una manera parcial, del estímulo material? Si se da así publicidad a los intereses materiales, el capitalismo se tornará invencible».

La crítica de Mao es justa y también lo es la alternativa que propone: “Habría que poner el acento sobre la dificultad de las luchas, el aumento de la reproducción, las perspectivas comunistas. No hay que insistir sobre los intereses materiales personales. No hay que animar a la gente a ir tras sus intereses personales en lugar de ir tras el interés de la sociedad. No hay que atraer a las gentes hacia un camino que lleve hacia ‘un amante, una residencia secundaria, un coche, un piano, un aparato de televisión’. Un viaje de 1.000 li comienza con el primer paso. ¿Pero si no se ve más allá de sus pies, si no se piensa en el porvenir y en las perspectivas, cómo se puede entonces tener aún espíritu y entusiasmo revolucionarios?”

Pero Mao especula sin aportar pruebas con que esta tendencia individualista sería una reacción contra una supuesta exageración opuesta en el período anterior: “En la época de Stalin -nos dice-, se subrayaron exageradamente los intereses colectivos y se descuidaron los intereses individuales; se dio una importancia excesiva a los intereses públicos y no se prestó ninguna atención a los intereses privados. Ahora las cosas van hacia el otro extremo. Esta vez se pone el acento exageradamente en los intereses individuales y se descuidan los intereses colectivos. Si se continúa en esta dirección, se concluirá inevitablemente en una vía diametralmente opuesta.

El interés público no existe sino en función del interés privado y viceversa. Se trata de una unidad de contrarios. No puede haber allí únicamente interés público y absolutamente nada de interés privado, y a la inversa. Desde siempre preconizamos una promoción simultánea de los dos intereses. Hemos dicho, desde hace ya mucho tiempo, que era imposible eliminar completamente el interés individual para no dejar subsistir más que el interés público Hemos dicho también que había que ocuparse del interés público antes de pensar en el interés privado. El individuo constituye un elemento de la colectividad. Los intereses individuales mejoran en la medida en que los intereses públicos progresan”.

Mao resuelve bien el problema político, pero su legítima preocupación por evitar los juicios metafísicos, en el sentido de unilaterales y el dogmatismo, le lleva al eclecticismo y a la conciliación con el revisionismo al no analizar la contradicción en su estado histórico concreto. La dialéctica materialista no se conforma con reconocer los elementos contradictorios que forman toda unidad en su forma abstracta: también los enfoca históricamente, según el momento de su desarrollo y resuelve cuál es el aspecto progresivo en cada uno de esos momentos.

La afirmación de que, en la época de Stalin, se subrayaron exageradamente los intereses colectivos y se descuidaron los intereses individuales no parece justa porque no tiene en consideración la lucha que se desplegó entonces contra el igualitarismo pequeñoburgués y por el artel como forma básica de la explotación agraria colectiva frente a la comuna; la entrega de parcelas individuales a los campesinos cooperativistas, la apertura de mercados koljosianos en las ciudades, etc.

Pero quizás lo más grave del enfoque de Mao sea sustituir la unilateralidad por el equilibrio, al estilo Bujarin, y predicar una especie de virtud moral centrista, en lugar de comprender cómo la relación entre el individuo y la sociedad ha ido cambiando a lo largo de la historia, con el cambio de naturaleza de las fuerzas productivas de la sociedad. 

El individualismo fue una ideología progresiva en la lucha de la burguesía contra el régimen medieval de servidumbre y gremios. Permitió entonces la libertad de mercado para el burgués y la conversión de los trabajadores en asalariados. Contribuyó a liberar a las fuerzas productivas de las trabas feudales que las constreñían, gracias a lo cual se desarrollaron hasta modificar cualitativamente su naturaleza: las fuerzas productivas atomizadas se convirtieron en fuerzas productivas de carácter social. 

Desde este preciso momento, el individualismo ha pasado de ser una ideología revolucionaria a ser una ideología cada vez más reaccionaria: hoy en día, el individualismo significa la confrontación con el carácter social de las fuerzas productivas y la justificación de su usurpación por un puñado de magnates capitalistas. 

En la transición del capitalismo al comunismo, no es posible remplazar de golpe la ideología individualista por la ideología socialista, pero sí debemos sustituirla progresivamente, comprendiendo que el “interés material individual” sólo puede realizarse ahora suprimiendo toda traba individualista al crecimiento de las fuerzas productivas socializadas.

Tampoco acierta Mao, en 1960, al adoptar una posición más propia de un asceta luterano cuando convierte al crecimiento de riqueza material de la URSS en origen del viraje ideológico de sus dirigentes: “En tiempos de Stalin no había allí nada diferente a las masas en que apoyarse. Es por esto por lo que se pedía al Partido y a las masas obreras y campesinas hacer un máximo esfuerzo para movilizarse. Más tarde, cuando la Unión Soviética llegó a poseer alguna cosa, sus dirigentes no se apoyaron ya tanto en las masas”.

Bajo el socialismo, el desarrollo de las fuerzas productivas no conduce a la contrarrevolución burguesa. 

Es tan absurdo y reaccionario como pensar que la propiedad privada es lo que mejor corresponde a las fuerzas productivas cada vez más sociales. En realidad, lo que fortalece la tendencia a la restauración capitalista es frenar el progresivo desarrollo de las relaciones socialistas de producción en detrimento de la vieja división del trabajo, de la producción mercantil, etc.; y esto, a su vez, porque la conciencia del proletariado se rezaga de la creciente socialización de las fuerzas productivas, debilitando su independencia política, su lucha de clase y su dictadura. 

Nunca nuestra clase social había llegado tan lejos en el camino hacia su emancipación y era difícil que el inevitable retraso de su conciencia no le acabara costando un serio tropiezo. 

Ahora que los resultados están a la vista, es cuando el movimiento obrero puede encarar su misión histórica liberadora con una comprensión más completa de las tareas y exigencias que le esperan.

Unión Soviética archivos - La Revolución Espectral


 

 

Para concluir el examen de estos comentarios económicos de Mao, vamos a ver cómo centra su crítica a los dirigentes soviéticos en la negativa de éstos a reconocer la contradicción como motor del desarrollo de la sociedad socialista. De ahí, pasaremos a estudiar más profundamente su concepción de la dialéctica.

“El punto de partida de la investigación acerca de la economía socialista no es, en este Manual, la contradicción. De hecho, los soviéticos no admiten la universalidad de la contradicción. No admiten que, en una sociedad, las contradicciones constituyen la fuerza motriz del desarrollo del socialismo. En su sociedad, en realidad, la lucha de clases existe todavía, lucha entre el socialismo y los vestigios del capitalismo. Pero no la reconocen. Existen aún, en su sociedad, tres sistemas de propiedad: la propiedad de todo el pueblo, la propiedad colectiva y la propiedad individual. Claro que el sistema de propiedad individual es ahora diferente del que existía antes de la colectivización. En aquella época, la vida de los campesinos estaba basada enteramente sobre el sistema de propiedad individual. Actualmente, los campesinos tienen un pie en un barco y un pie en el otro; se apoyan fundamentalmente en la colectividad, pero también en el sistema de propiedad individual. Cuando hay tres sistemas de propiedad, hay ineluctablemente contradicciones y luchas. Sin embargo, el Manual no habla de estas contradicciones ni de estas luchas. No preconiza los movimientos de masas. No admite que haya primero que pasar al sistema socialista de la propiedad de todo el pueblo, para hacer de este el único sistema en toda la sociedad antes de pasar al comunismo”.

De la existencia de contradicciones sociales, de clase, en la transición socialista al comunismo, Mao deduce la necesidad de revoluciones, no para sustituir la dominación de una clase por la de otra, sino para que el proletariado pueda realizar una etapa tras otra su obra revolucionaria, hasta completar la transformación social:

“Aunque no haya guerra en el sistema socialista, la lucha existe siempre, una lucha entre diferentes facciones en el seno del pueblo. Aunque, en el sistema socialista, no haya revolución en el curso de la cual una clase derroque a otra, la revolución existe siempre. El paso del socialismo al comunismo es una revolución. El paso de una etapa a otra etapa del comunismo es también una revolución. Hay igualmente revoluciones técnicas y revoluciones culturales. El comunismo necesariamente atravesará numerosas etapas. Habrá, pues, muchas revoluciones”.

En abstracto, este punto de vista concuerda con la ley dialéctica del tránsito de los cambios cuantitativos a los cambios cualitativos, una ley observable en todo el desarrollo de la materia, en la naturaleza, en la sociedad y en las ideas en que se refleja. 

En la historia de la Unión Soviética, después de la Revolución de Octubre, hubo el comunismo de guerra; luego, la NEP; después, la ofensiva del socialismo en todos los frentes; posteriormente, la agudización de la lucha de clase interna y externa (terrorismo, sabotaje, complots, invasión nazi-fascista, guerra fría), durante la cual el proletariado supo mantener su dominación política por varios años hasta acabar derrotado por la contrarrevolución y evolución pacífica hacia el capitalismo bajo programa revisionista.

NOTAS:

[1] Mao Zedong. Stalin, amigo del pueblo chino. https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/SFCP39s.html

[2] Si bien no se trata de un documento publicado oficialmente, la versión de Mao habría sido la siguiente: “Simplemente no querían permitir que China hiciera su propia revolución. Esto ocurrió en el año 1945. Entonces, Stalin obstaculizó como pudo la Revolución China y declaró que no se debería desencadenar ninguna guerra civil y que teníamos que colaborar con Chang Kai-chek…” (Discurso en el décimo pleno del VIII Congreso del partido, el 24 de septiembre de 1962; recogido en Mao íntimo. Escritos, conversaciones y discursos de Mao Tse-tung inéditos para Occidente (1949-1971), Ed. Dopesa, pág. 182)

[3] El conflicto chino-soviético, Jacques Lévesque, 1974, oikos-tau, s.a. – ediciones, págs. 27-28

[4] En 1919, Lenin decia: “Para un lapso de corta duración, ni que decir tiene que la hegemonía en la Internacional proletaria revolucionaria ha pasado a los rusos, de la misma manera que en la última época del siglo XIX perteneció a los ingleses, después a los franceses, y por último a los alemanes”. La Tercera Internacional y su lugar en la historia, Obras, vol. 29, pág. 13, ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, 1962.

[5] El conflicto chino-soviético, págs. 164-165.

[6] Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, emiliano escolar editor, 1976, pág. 24.

[7] https://www.centremlm.be/A-propos-de-l-experience-historique-de-la-dictature-du-proletariat-%E2%88%92-1956

[8] http://aahs-100revolucion.com/index.php/2017/12/06/stalin-y-el-culto-de-la-personalidad/

[9] Más atinado estaba Mao en este discurso: “Hay dos clases de culto personal. Una es correcta, por ejemplo, hacia las ideas correctas de Marx, Engels, Lenin y Stalin; los tenemos que venerar. Hay que venerarlos eternamente, pues sería grave no hacerlo así. La verdad está en sus manos, ¿por qué, entonces, no deberíamos venerarlos? Creemos en la verdad, puesto que la verdad es el fiel reflejo de lo que existe objetivamente. (…) La segunda clase es el culto incorrecto. Obedecer ciegamente, sin reflexionar, es incorrecto. De esta forma, los adversarios del culto personal tienen dos objetivos diferentes: unos luchan contra la veneración incorrecta y los otros se oponen a la veneración de los demás y exigen el culto de su propia persona. El culto personal no es problemático, sino el hecho de si corresponde o no a la verdad. Si corresponde a la verdad, no se puede prescindir de él. Si no correspondiese a la verdad, tampoco se solucionaría con la existencia de un mando colectivo”. («Discurso en la conferencia de Ch’engtu», 10 de marzo de 1958, Mao íntimo,pág. 38-39)

[10] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/1905-vii.htm

[11] Poco después, Jruschov llegaría al paroxismo afirmando taxativamente en el XXI Congreso del PCUS (1959): “No existen actualmente en el mundo fuerzas capaces de restaurar el capitalismo en nuestro país, de aplastar al campo socialista. El peligro de restauración del capitalismo en la Unión Soviética está excluido. Esto significa que el socialismo ha triunfado no sólo totalmente, sino también definitivamente. Se puede pues considerar que el problema de la construcción del socialismo en un solo país y de su victoria total y definitiva, está solucionado por la historia de la evolución social del mundo”. (Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, pág. 40)

[12] Las condenas injustas no eran tantas y, en muchos casos, todavía no se pueden evaluar ya que la instrucción de las causas sigue inaccesible por estar clasificada, como desglosa en detalle el historiador Grover Furr en varios de sus trabajos como el libro “Jruschov mintió” (Editorial Templando el Acero: http://librosml.blogspot.com/)

[13] La construcción del socialismo (http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Mao(SP)/CSEalls.html). No existe ninguna edición oficial de estas ponencias de Mao, supuestamente recopiladas en una publicación interna para guardias rojos durante la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria entre 1967 y 1969 y tituladas Mao Zedong Ssu-hsiang Wan-sui (Viva el pensamiento de Mao Zedong) . Sin embargo, hay una considerable coherencia teórica entre este documento y los oficiales, por lo que podemos apoyarnos en él para estudiar el análisis que los dirigentes chinos hacían de la economía y de la política soviética en aquel momento.

[14] Problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2015-15.pdf

[15] Manual de economía política, edición de 1959. https://www.marxists.org/portugues/ostrovitianov/1959/manual/index.htm

[16] “Los soviéticos afirman que para realizarlo [el comunismo] es preciso e incluso ‘indispensable utilizar a fondo las relaciones comerciales y monetarias conforme al nuevo contenido que les es propio en período de socialismo’ (Programa del XXII Congreso del PCUS). Las declaraciones de Stalin afirmando que la ampliación de estas relaciones a sectores a sectores más vastos de la economía soviética perjudicaría al progreso hacia el comunismo, serían rechazadas como erróneas. La desaparición de las relaciones comerciales y monetarias quedó diferida a la fase comunista». (El conflicto chino-soviético, pág. 111)

[17] «El conjunto de estas relaciones de producción -dice Marx- forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. (…) Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en un a palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que , por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción». (Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1959. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm)

[18] Véase “Desarrollo de la economía soviética desde 1936 hasta 1953 (y 3)”. Aciertos y posibles errores en la transición del socialismo al comunismo. http://aahs-100revolucion.com/index.php/2020/04/19/desarrollo-de-la-economia-sovietica-desde-1936-hasta-1953-y-3/

[19] Marx, Crítica del programa de Gotha.

[20] Los dirigentes chinos intentaron revolucionar la base material de las relaciones familiares: “La liberación jurídica completa de la mujer ha sido proclamada en todos los países socialistas, pero la proclamación de la igualdad jurídica no es más que un punto de partida, un primer paso, hacia una liberación completa que permita a las mujeres jugar un papel social igual al de los hombres. Siendo los trabajos domésticos, con los niños, la servidumbre más pesada para las mujeres será preciso encontrar el medio de suprimir esta carga. Los países capitalistas han creado la ilusión de que trataban de superar estas dificultades multiplicando un equipo individual de máquinas cada vez más variado, que es al mismo tiempo una gran fuente de beneficios. En realidad todos estos mecanismos, desde el aspirador a la lavadora, no hacen más que consolidar las servidumbres de la mujer, como ha demostrado muy bien Betty Friedan en su libro La Mística de la Feminidad.

                Nos limitaremos a citar una observación original de Emile Schreiber, antiguo director de Echos, a su regreso de un viaje a China en 1960. Escribe:

                “Mao Zedong quiere adaptar la colectividad a las grandes máquinas y no el maquinismo al hogar familiar. Considera ciertamente como una herejía la tentativa que se ha hecho en todos los países occidentales, e incluso en la Unión Soviética, para proporcionar a cada individuo las máquinas de modelos pequeños que le permitan crearse una especie de fábrica artesanal familiar.

                No quiere que cada uno tenga que batirse en su casa con una multitud de pequeñas máquinas, incluyendo un motor de coche. Quiere poner a disposición de la colectividad grandes fábricas, grandes máquinas, grandes medios de transporte.

                Es 1o que me ha parecido más nuevo y sorprendente en relación a lo que he visto por todas partes, y sobre todo en la URSS. Cuando sea comprendida en Francia, esta concepción nueva provocará remolinos mucho más importantes que el propio problema político. ¿Por qué? Por que esta es la clave de la liberación de la mujer”. (Los orígenes de la controversia chino-soviética, Jean Baby, págs 248-249)

[21] Crítica del programa de Gotha, Marx, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/M&E(SP)/CGP75s.html

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