8 de abril de 2021

La restauración del capitalismo en la URSS (2)

Publicamos la segunda parte del trabajo de investigación y análisis de la AAHS sobre el proceso de restauración del capitalismo en la URSS. Esta segunda parte se centra en el período en el que secretario general del PCUS era Leonid Brezhnev.

2º La restauración gradual del capitalismo, bajo Brezhnev.

En el XXIIIº Congreso celebrado en 1966, Brezhnev afirma al principio: «En todos estos años (1961-1966), el PCUS, inspirándose en la línea emanada de los XXº y XXIIº congresos del partido, ha guiado con firmeza al pueblo soviético en la vía de la construcción del comunismo». En sus informes, no se encuentra la menor crítica de las ideas revisionistas que caracterizaron las medidas políticas y económicas efectuadas por Jruschov.

Algunos consideran que la llegada al poder de Brezhnev en 1965 supuso el comienzo de una crítica del revisionismo de Jruschov. Pero, por las pruebas y hechos no fue así. Porque, si bien hubo un reconocimiento general de que las medidas económicas y políticas de la época de construcción del Socialismo bajo Stalin fueron beneficiosas para la población, lo realizaron únicamente para evitar violentas reacciones populares. Pues tras los pasos de Jruschov, los dirigentes revisionistas en la práctica tanto ideológica como económicamente incrementaron fuertemente las medidas antisocialistas. De hecho abogaban por un socialismo imbuido de elementos del mercado capitalista, del sistema de gerencia y de formación política anclada a la producción, no al desarrollo social.

Con la llegada de Brezhnev al poder, el marxismo-leninismo se convierte ideológicamente, de ciencia para la revolución, en falsa conciencia que esconde los intereses privados de una capa privilegiada divorciada de los trabajadores. 

Los informes que Lenin presentaba a los congresos del partido eran modelos de análisis concreto, materialista, de las realidades socio-económicas en constante cambio, modelos de espíritu de lucha y combate. En los informes de Stalin, se ve el marxismo-leninismo como ciencia de la práctica de la lucha de clases; el análisis tiene por objeto impulsar la revolución mundial y la lucha de clases en la Unión Soviética; en ellos encontramos el debate, la crítica, el enfrentamiento político en el seno del partido.

En el informe del XXIIIº Congreso, Brezhnev usa una fraseología mistificadora, alejada de la realidad del pueblo soviético: a imagen y semejanza de los discursos de la socialdemocracia en occidente, que hablan de socialismo, de ideales igualitarios, de humanismo y de lucha contra el capitalismo monopolista para velar mejor los antagonismos de clase y llevar a las masas a la colaboración con el sistema imperante en mejores condiciones.

Vemos cómo Brezhnev se mantiene fiel a algunas de las tesis esenciales de Jruschov.

Se repiten generalidades del tipo: «la teoría siempre debe abrir el camino a la práctica» y «todo el trabajo ideológico debe estar estrechamente ligado a la vida, a la práctica», pero separando claramente esta teoría de la práctica. «El Partido Comunista», dice Brezhnev, «se ha vuelto todavía más fuerte y monolítico». Un año después de la caída de Jruschov, ¿de qué tipo de «monolitismo» cabía hablar? Sin el menor análisis de las realidades económicas, políticas, culturales y religiosas existentes entre las 131 nacionalidades y etnias que había en la URSS, Brezhnev declara perentoriamente: « Los pueblos de la URSS se han adentrado en un proceso de acercamiento cada vez más acelerado, su unidad y su cohesión se refuerzan hasta el punto de convertirse en indestructibles». Vemos cómo Brezhnev se mantiene fiel a algunas de las tesis esenciales de Jruschov, según las cuales la lucha de clases dejó de existir en la URSS, salvo bajo formas marginales de delincuencia y parasitismo.

En la vida de los trabajadores es muy perniciosa la lucha de los revisionistas contra la Dictadura del Proletariado, pues es apartada conscientemente la lucha de clases mediante el “Partido de todo el pueblo”, y también se va introduciendo el economicismo en los soviets de fábrica y sovjoses. 

Economicismo en la práctica

Esta tendencia a sólo considerar los problemas directos que se dan en la producción y en el trabajo en la fábrica o la oficina, es el tipo de ideología burguesa que se impone espontáneamente a los trabajadores. El economicismo impide que la conciencia de los trabajadores se eleve hacia la comprensión de los intereses de las distintas clases y capas sociales, así como la lucha y la oposición entre ellas. 

El economicismo vela la cuestión principal de la dictadura de clase, que se expresa en la acción del Estado, no de las bases, no de los soviets, no de los trabajadores. Esta es la tesis economicista fundamental que elaboró Brezhnev acerca de la construcción del partido: «En las nuevas condiciones, las organizaciones del partido son aún más responsables del trabajo que se hace en los colectivos de producción, del desarrollo económico de las ciudades y las repúblicas. Deben ser verdaderos organizadores de la realización de los planes (quinquenales) fijados por el partido». A continuación, Brezhnev define las tareas de los sindicatos: «En las condiciones actuales, la actividad de los sindicatos, en tanto que escuelas de comunismo, adquiere un nuevo significado. La extensión de las prerrogativas y de la autonomía económica de las empresas, y el empleo sistemático de estimulantes económicos, aumentan considerablemente la responsabilidad de los sindicatos en lo que respecta al cumplimiento del plan estatal, el perfeccionamiento técnico de la producción, la proliferación de los inventores y racionalizadores»

Sin embargo, durante el periodo de la construcción socialista, en el terreno de la edificación económica subsiste la lucha entre la vía socialista y la vía capitalista. Pero tras el XXIIIº Congreso, van ganando terreno las tesis revisionistas economicistas -la autonomía de las empresas, así como los estimulantes materiales-, desarrollándose elementos capitalistas en las principales esferas económicas, en la propiedad de los medios de producción, en el reparto de bienes, en las relaciones sociales y en la conciencia política. La discusión de estos problemas es significativamente descartada conscientemente, para permitir que los elementos burgueses del partido y el Estado puedan consolidar sus posiciones con total tranquilidad.

Y como la realidad expresa el alejamiento de la clase obrera de las consignas del partido, constata debilidades («En estos últimos años, han empezado a notarse ciertos fenómenos negativos, como la disminución de la tasa de crecimiento de la producción y de la productividad del trabajo, la disminución de la eficacia en el empleo de los fondos productivos y de las inversiones»), pero dejando actuar a los elementos burgueses en ciernes.

Coexistencia con el imperialismo

Brezhnev no hace un análisis materialista y dialéctico de los puntos fuertes y débiles del imperialismo, ni de los fenómenos positivos y negativos en los países socialistas, como tampoco, lo hace de la evolución de la lucha entre el socialismo y el imperialismo en diferentes terrenos. Aquí también, pregona una forma de coexistencia pacifista: mientras el socialismo avanza constantemente de forma victoriosa, el imperialismo se hunde en crisis cada vez más profundas; «El sistema capitalista conoce una crisis general»; «La agresividad creciente del imperialismo refleja el crecimiento de las dificultades y de las contradicciones en las que se mueve el sistema capitalista mundial en nuestros días. (…) El imperialismo es impotente ante la marcha de la historia»

Brezhnev recoge la tesis de Jruschov sobre el tránsito pacífico, por la vía parlamentaria, «apoyándose en duras luchas de masas». En Francia, donde el Partido Comunista se tiñe cada vez más de revisionismo, Brezhnev constata la «madurez política de las masas». Hace la misma afirmación sobre Italia y Estados Unidos. «Se constata la formación de un amplio frente antimonopolista. Este proceso favorece la unión de las masas y la extensión de su lucha hacia el objetivo final: la refundición revolucionaria de la sociedad, el socialismo. El capitalismo está a la víspera de días difíciles. Se hace cada vez más evidente que está abocado a desaparecer. Pero los capitalistas jamás renunciarán voluntariamente a su dominación. Las masas trabajadoras y la clase obrera sólo podrán obtener la victoria a través duras batallas de clase». Éste es el típico lenguaje de los traidores al marxismo-leninismo, empezando por los socialdemócratas de los años 1918-21, que divagaban entonces sobre «duras batallas» y la «refundición revolucionaria de la sociedad» para combatir mejor la insurrección popular, la destrucción del aparato represivo del Estado burgués y la dictadura del proletariado.

Y en los países del tercer mundo, dónde no se dan condiciones revolucionarias socialistas, pregonan lo contrario. Así, Brezhnev afirma: «Las masas populares se convencen de que la mejor vía es la del desarrollo no-capitalista. Los pueblos no pueden deshacerse de la explotación, la miseria y el hambre más que adoptando esta vía. (…) Hemos establecidos relaciones estrechas y amistosas con los jóvenes Estados que se orientan hacia el socialismo». Estas tesis revisionistas niegan la necesidad de hacer un análisis clasista de las diferentes fuerzas en el poder en los países recientemente independientes; niegan también el análisis clasista del antiguo aparato de Estado colonial, que muchas veces sigue intacto, y rechazan hacer un análisis materialista del control del imperialismo sobre las diferentes palancas económicas de estos países, descartando las revoluciones demócratico burguesas como vía hacia el socialismo. 

En el XXIVº Congreso, Brezhnev ataca la Construcción del Socialismo en época de Stalin, calificándola como «dogmatismo».

En el XXIVº congreso (1971), Brezhnev sutilmente va imponiendo la línea revisionista emanada de Jruschov. Ataca la Construcción del Socialismo en época de Stalin, calificándola como «dogmatismo»: «El partido ha demostrado la inanidad de las concepciones dogmáticas que ignoraron los grandes cambios acontecidos estos últimos años en la vida de nuestra sociedad. La liquidación de la secuelas del culto a la personalidad y de los errores subjetivistas han tenido repercusiones profundamente beneficiosas en la atmósfera política general».

Brezhnev enfatiza la «integración económica de los Estados socialistas», lo que implica en los hechos una subordinación de las economías de los distintos países socialistas a la Unión Soviética, como consecuencia internacional de sustituir el impulso económico del plan central por el objetivo de la ganancia empresarial. Extendiendo su paraguas militar sobre los demás países socialistas, Brezhnev declara: «Los países socialistas son el mayor bastión contra las fuerzas que tratan de atacar y debilitar el campo socialista»

Aparentemente, la Unión Soviética expresa así su fidelidad al internacionalismo proletario. Pero cuando uno mira más de cerca, se constata que, lejos de fortalecer la comunidad socialista, su injerencia y su control sobre los otros países debilitan las bases del socialismo en los demás países y hace descansar su cohesión sobre la fuerza de la Unión Soviética. La teoría de «la mejor muralla: la unidad fraternal», es decir, la protección de la Unión Soviética, es fundamentalmente falsa. 

La mejor muralla no puede ser otra que la movilización de los trabajadores, el desarrollo de su conciencia, su esfuerzo independiente por defender el régimen popular. Sobre esta base, un país puede, en circunstancias excepcionales y durante un periodo limitado, solicitar ayuda a países socialistas amigos. 

La República Democrática y Popular de Corea siempre mantuvo su independencia política y económica. Agredida por el ejército americano en 1950, aceptó la ayuda militar china y soviética, pero eso no la apartó de su política fundamental de apoyarse ante todo en sus propias fuerzas. La experiencia ha demostrado que el socialismo en Corea está más sólidamente implantado entre las masas que en los países de Europa del Este, que aceptaron el control económico y militar permanente de la URSS.

Escalada contra la China socialista 

Brezhnev redobla sus ataques contra China y contra todos los partidos y organizaciones que se acogen a una interpretación revolucionaria del marxismo-leninismo. «Los dirigentes chinos», dice Brezhnev, «han adoptado respecto a cuestiones esenciales de la vida internacional y del movimiento comunista internacional, una plataforma ideológica y política particular, incompatible con el leninismo. Han exigido que renunciemos a la línea del XXº congreso y al programa del PCUS». Al igual que en el XXIIIº congreso, no aprendemos nada nuevo sobre las cuestiones de fondo debatidas entre el PCUS y el PCCh. China habría «exigido» que el PCUS renuncie a su línea. Realmente, fueron los soviéticos quienes exigieron que todos los partidos comunistas del mundo se adhirieran a la línea del XXº congreso del PCUS.

Así, Brezhnev hace del seguidismo político hacia el PCUS el criterio decisivo del internacionalismo: aquellos que no siguen al PCUS son culpables de desviación nacionalista, cuando no de antisovietismo. Aunque fuera cierto en parte, la realidad es que durante el Gran Debate entre el PCUS y el PCCh a inicios de los años sesenta, los chinos se atuvieron a las tesis esenciales de Lenin y a su espíritu revolucionario, mientras que Jruschov presentaba como «desarrollos creadores del leninismo» a viejas tesis socialdemócratas. 

Muchas organizaciones revolucionarias nacidas en los años 60 se sentían más cercanas a las ideas defendidas por China y por Albania que al revisionismo. Todas fueron acusadas de hacer secesión, despreciando la realidad política de cada país. Así, el insignificante grupo revisionista de los hermanos Lava en Filipinas recibe el título de marxista-leninista, mientras que el nuevo Partido Comunista de Filipinas, una de las organizaciones comunistas más serias y dinámicas de Asia, es apartada por secesionista. En Italia, Brezhnev mete al «grupúsculo Il Manifesto» en el saco de los «renegados».

La negación en la práctica de la lucha de clases.

El punto clave de la traición Jruschovista fue la negación de la lucha de clases bajo el socialismo y la consiguiente liquidación de la dictadura del proletariado. 

Brezhnev llevó ese absurdo pequeñoburgués al extremo. Una simple observación materialista de la sociedad soviética indicaba que las diferencias de clase se acentuaban a medida que pasaban los años y que las contradicciones económicas, políticas y culturales entre las repúblicas se agudizaban. Los «desarrollos creativos de la teoría» de los que hablaba Brezhnev no eran más que elucubraciones idealistas, completamente alejadas de la realidad, imágenes ideológicas de las que se servía la capa dirigente para legitimar la creciente división de la sociedad en clases antagónicas. 

He aquí lo que dice Brezhnev sobre la sociedad sin clases que supuestamente existía en la URSS: «El acercamiento entre todas las clases y grupos sociales, el reforzamiento de su unidad social se produce en nuestro país sobre la base de la ideología marxista-leninista». «Nuestra intelectualidad soviética considera que su vocación es la de consagrar su energía y su energía creativa a la obra de edificación de la sociedad comunista»

Pero en aquella época, buena parte de esa intelectualidad que se «consagraba al comunismo» estaba completamente despolitizada, desarrollaba para sí una ideología tecnocrática, y estaba atraída por el sistema económico y social de Occidente. En esta sociedad brezhneviana sin clases, también se borran las diferencias entre nacionalidades… Brezhnev habla de «una demostración impresionante de la unidad monolítica de todos los pueblos de nuestra Patria». Esto le lleva a formular uno de sus mayores descubrimientos teóricos: la creación del «pueblo soviético», concepto en el que se disuelven tanto las clases como las nacionalidades. «Hemos visto formarse en nuestro país una nueva comunidad histórica: el pueblo soviético. Las nuevas relaciones armoniosas entre las clases y los grupos sociales, entre naciones y nacionalidades, relaciones de amistad y cooperación, nacieron del trabajo en común (…) En nuestro país, la gente está unida por la comunidad de su ideología marxista-leninista».

Esta ficción sobre la «unidad del pueblo soviético unido por el marxismo-leninismo» se contradice con una serie de hechos y fenómenos que no se pueden obviar. ¿Cómo resuelve Brezhnev esta contradicción? Reduciendo las contradicciones y antagonismos sociales a fenómenos marginales, que se deben a actitudes personales y a la degeneración moral a escala individual. 

En otras palabras, niega que ciertos fenómenos negativos, demasiado visibles, estén relacionados con la diferenciación de clases que se deriva de las posiciones económicas y sociales, cada vez más divergentes, que ocupan las personas en la producción material y en el seno del aparato estatal. Niega que se deban a las corrientes políticas burguesas y reaccionarias que se desarrollan tanto entre las capas dirigentes como en el seno de las masas populares. 

Análisis idealista del imperialismo, apoyo al reformismo 

Entre 1914 y 1919, una gran desavenencia ocurrió entre Lenin y Bujarin, precisamente en torno a este aspecto. Bujarin rechazó apelar revolucionariamente al nacionalismo al considerarlo como algo fuera del contexto de las clases y del marxismo y, en consecuencia, no previó la ola de liberación nacional posterior a la Primera Guerra Mundial. Lenin, por el contrario, argumentaba que el nacionalismo en países coloniales tenía un gran potencial revolucionario, y que si los socialistas revolucionarios luchaban sinceramente por la autodeterminación, la mayoría del campesinado nacionalista en las naciones colonizadas uniría sus fuerzas a la revolución proletaria. 

El biógrafo de Bujarin, Stephen F.Cohen, afirmó: “La incapacidad de Bujarin para percibir el nacionalismo antiimperialista como una fuerza revolucionaria, fue el defecto más evidente de su enfoque original en relación con el imperialismo”. El éxito de la revolución rusa al ganar el apoyo de las naciones oprimidas bajo el imperio zarista, confirmó la concepción de Lenin y hasta llegó a cambiar la opinión de Bujarin.

De 1917 a 1956, el socialismo mundial tuvo un empuje notable gracias a las incesantes luchas revolucionarias de los pueblos, que estuvieron correctamente dirigidas, en lo principal, por los partidos comunistas. El imperialismo tuvo que retroceder durante este periodo, ante el vigor del movimiento revolucionario internacional de los pueblos. 

Esta tendencia, que se desarrolló a través de duros combates, Brezhnev la convierte en una ley histórica que se impone automáticamente: el socialismo se refuerza de manera continua y el imperialismo tiende irremediablemente a su fin. El análisis de Brezhnev de los países dominados por el capitalismo mundial también está completamente desprovisto de fundamentos materialistas. «La crisis general del capitalismo sigue profundizándose». De este análisis idealista y unilateral de las realidades del imperialismo, se sigue una estrategia reformista para «derrocar» al capitalismo en las metrópolis y para expulsar el imperialismo de los países dependientes. 

En los años 60, algunos partidos burgueses y pequeñoburgueses del tercer mundo empleaban un lenguaje marxista y socialista para recoger los anhelos de una población exasperada por décadas de barbarie colonial, ganarse apoyos en el campo socialista, y reforzar su posición en las negociaciones con el capitalismo internacional. Descartando todo análisis de clase y haciendo desprecio de toda la estrategia leninista, Brezhnev declara que estas fuerzas han emprendido la vía del socialismo auténtico. 

La instauración de la corriente socialdemócrata de Dubcek, a la cabeza del partido checoslovaco, lanzó el desafío más peligroso para los fundamentos socialistas del país. El Ejército Rojo tuvo que intervenir en agosto de 1968 para salvarlos y evitar que Checoslovaquia se convirtiera en cabeza de puente de la OTAN en el campo socialista. 

Brézhnev, sin embargo, se queda a medio camino en el análisis de este acontecimiento: «Los acontecimientos checoslovacos han recordado, una vez más, que en los países que han iniciado la edificación socialista, las fuerzas antisocialistas que lograron mantenerse en el interior pueden, bajo ciertas condiciones, intensificar su actividad y llegar a actos contrarrevolucionarios directos con la esperanza de obtener un apoyo exterior por parte del imperialismo, que siempre está dispuesto a hacer frente común con estas fuerzas. Hemos visto cómo se manifiesta el peligro del revisionismo de derecha que, bajo el pretexto de mejorar el socialismo, se esfuerza en allanar el terreno a la ideología burguesa. (…) Es importante reforzar constantemente el papel dirigente del partido en la sociedad socialista, afrontar como marxistas-leninistas y con espíritu creativo los problemas del desarrollo socialista que han llegado a madurez»

En realidad, los fundamentos del revisionismo de derecha ya habían sido puestos por Jruschov: renuncia de la experiencia revolucionaria del partido bajo Stalin, renuncia a la dictadura del proletariado, teoría del cese de la lucha de clases bajo el socialismo, concepto del “partido de todo el pueblo”. Fue Jruschov el primero en haber allanado el terreno para la ideología burguesa, bajo el pretexto de mejorar el socialismo. Brezhnev pretendía mantener este revisionismo soviético, pero al mismo tiempo quiso prohibir que los demás hiciesen realidad todas las consecuencias de este revisionismo. 

El movimiento comunista internacional dividido

Al margen de las declaraciones, la realidad es que, sobre la base de la plataforma revisionista de Jruschov, un gran número de partidos comunistas se dirigían a marchas forzadas hacia la reconciliación con la burguesía local y hacia la colaboración con la gran burguesía monopolista. Este acercamiento con la burguesía del propio país significaba en los hechos la destrucción de la unidad del movimiento comunista internacional. 

En 1964, el PCCh escribió: «Jruschov adoptó una serie de medidas políticas revisionistas que han acelerado considerablemente el desarrollo de las fuerzas capitalistas, y han exacerbado de nuevo en la Unión Soviética la lucha entre el proletariado y la burguesía, la lucha entre la vía socialista y la vía capitalista.

A partir de ese año, los dirigentes revisionistas soviéticos exigen que todos los partidos comunistas del mundo se adhieran a la línea del XXº Congreso del PCUS. En muchos partidos, la dirección del PCUS organizó putschs para apartar a los dirigentes que se acogían al «estalinismo», y reemplazarlos por adeptos a la línea revisionista de Jruschov. Valiéndose de su posición hegemónica, los dirigentes soviéticos decretaron que la «plataforma particular» elaborada por el PCCh era «incompatible» con el leninismo (en su versión jruschovista).

El hegemonismo de los revisionistas soviéticos

El hegemonismo de Brezhnev sustituye una unidad verdadera, revolucionaria de la comunidad socialista, puesto que falta el fundamento para ello: la dirección efectiva del Partido Comunista sobre las masas, obtenida a través de la lucha de clases contra las antiguas capas explotadoras, las injerencias y las influencias ideológicas del imperialismo, el burocratismo, el tecnocratismo, el revisionismo y la corrupción en el seno de las instituciones, y a través de la movilización política de las masas trabajadoras por la edificación económica. Las capas aburguesadas que dirigen los países socialistas del Este rechaza el regreso a métodos de movilización política de las masas tildados de métodos “estalinistas” y presentan su dirección política cada vez más contradictoria y debilitada como una forma superior de integración socialista. Brezhnev declara: «Vemos aparecer cada vez más elementos comunes en la política, la economía y la vida social de los Estados socialistas. Este proceso de acercamiento gradual de los países socialistas adquiere hoy fuerza de ley».

Presentando la actividad del bloque soviético como «eje principal del progreso de la humanidad», Brezhnev niega la verdad elemental de que tan sólo la acción revolucionaria autónoma de aquellos que sufren el yugo del imperialismo puede traer el socialismo en su parte del mundo. La construcción del socialismo, la lucha por la revolución socialista y la lucha por la revolución nacional-democrática son los tres ejes del progreso social y político. Estos tres ejes son fundamentales e independientes, aunque también existen nexos de interdependencia entre ellos. Absolutizar arbitrariamente uno de los ejes, el de la construcción del socialismo y su influencia en el mundo, despreciando la lucha revolucionaria de los trabajadores y de las naciones oprimidas, es una de las prácticas características del revisionismo Jruschovista. 

¿Cómo podemos entender el surgimiento de una corriente hegemonista en la URSS entre 1965 y 1975?

Durante este periodo, diversas fuerzas revolucionarias en el tercer mundo infligían realmente duros golpes a la dominación imperialista. El proceso de descolonización avanzó de manera vigorosa durante los años 60 y 70. El imperialismo norteamericano encajó serias derrotas militares en Vietnam, Camboya y Laos, y recibió duros golpes en Chile y Etiopía. El viejo colonialismo europeo fue hecho trizas por la lucha armada en Angola y Mozambique.

Habiendo abandonado el punto de vista marxista-leninista sobre la lucha de clases en los países dependientes, Brezhnev creía que podía capitalizar esas luchas para extender la influencia y la presencia soviética.

El capitalismo conoció graves problemas, así como importantes crisis económicas y políticas. Los movimientos de masas de los obreros y los estudiantes se desarrollaban. Tras haber abandonado la tesis marxista-leninista sobre la naturaleza del imperialismo y del Estado burgués y sobre el carácter burgués de los movimientos reformistas, Brezhnev creía que el socialismo estaba a la orden del día en el mundo capitalista, y que la influencia política, el peso militar y la ayuda económica de la URSS facilitaría este tránsito. 

En la Unión Soviética seguían funcionando una gran cantidad de mecanismos socialistas, seguía habiendo comunistas que motivaban y movilizaban a los trabajadores en la producción. 

El desmantelamiento de las estructuras y los valores socialistas no se hizo más que lentamente. La Unión Soviética conoció una época de relativa estabilidad económica y de constante desarrollo. 

Desde mediados de los años cincuenta hasta finales de los setenta del siglo pasado, la Unión Soviética duplicó el crecimiento de los países más desarrollados. Entre 1950 y 1975 los índices de crecimiento industrial del país aumentaron 9,85 veces (de acuerdo con cifras soviéticas) o 6,77 veces (de acuerdo con los cálculos de la CIA), mientras que la producción industrial de los Estados Unidos tuvo un índice de crecimiento de solo 2,62 veces. La Unión Soviética contaba con la cuarta parte de los científicos del mundo y el lanzamiento del Sputnik, del lanzamiento al cosmos del primer hombre y mujer, constituyó un símbolo de sus logros científicos. 

Los salarios y el nivel de vida crecieron de manera estable. La semana laboral se fijó en 40 horas para la mayoría de los puestos de trabajo y en 35 para los trabajos duros. Se aprobó un sistema de pensión universal, los bienes de consumo se hicieron crecientemente disponibles y las diferencias en los niveles de desarrollo económico y social entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, se redujeron rápidamente. A mediados de los años ochenta, la Unión Soviética producía el 20 % de la producción industrial mundial. Cuando triunfó la revolución producía solo el 4 % de un total mundial mucho menor. Era el líder mundial en la producción de petróleo, gas, metales ferrosos, minerales, tractores, productos de algodón, zapatos, azúcar de remolacha, patatas, leche, huevos y otros productos. La producción de hidroelectricidad, productos químicos, maquinarias, cemento y algodón, era superada solo por los Estados Unidos.

Pero, la situación política e ideológica se pudría a ojos vista en el campo socialista. La pérdida de la adhesión de las masas a los objetivos del PCUS se debía principalmente a que la clase obrera veía que los hechos eran inversamente proporcionales a las palabras. El aumento de los avances sociales, de la producción y de la confianza en el Partido disminuyó, así como se estancó el nivel de vida. El proletariado no obtenía mediante su esfuerzo un desarrollo de las estructuras de superación de las dificultades, sino que se acrecentaban las desigualdades entre las capas intelectuales y los obreros.

Stilyagi 

Al explotar algunas de las superioridades del sistema económico socialista, Brezhnev hizo gigantescos esfuerzos en el terreno militar, dándole a la URSS la paridad con la superpotencia norteamericana. 

Para Brezhnev, el fundamento principal de la coexistencia pacífica es la fuerza militar soviética. «El paso de la guerra fría a la distensión estaba ligado, ante todo, a la modificación de la correlación de fuerzas en la arena mundial»

Pero también, pasa por ayudar a los diferentes gobiernos de naciones oprimidas que luchaban por su soberanía e independencia: Vietnam, Laos, Kampuchea, Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Etiopía, etc.

La degeneración creciente del partido

En realidad, la progresiva degeneración política e ideológica del Partido Comunista tiene consecuencias sobre el conjunto de la situación en la URSS. Pero como principal inspirador de esta degeneración, Brezhnev es incapaz de detectar este fenómeno y comprender su alcance estratégico. Sigue pregonando la «unidad monolítica de las filas del Partido, el apoyo entero e unánime a la línea general del partido». Repite frases vacías de contenido, machacándolas congreso tras congreso. «Las teorías escolásticas no hacen más que poner trabas a nuestro avance». «La iniciación de las masas en el marxismo-leninismo es una particularidad importante de la evolución de la conciencia social en la etapa contemporánea». ¿Pero en qué consiste este marxismo-leninismo no escolástico? “El objetivo esencial de toda nuestra red de escuelas del Partido es el de hacer estudiar a fondo las decisiones del XXVº congreso del Partido”.

Al igual que en el XXIVº congreso, en el XXVº celebrado en 1976, los innegables fenómenos ligados a la aparición de clases sociales antagónicas en la URSS se abordan en un lenguaje moralizante, que ningún político cristiano reaccionario recusaría en Occidente. Brezhnev amonesta a la «gente que conoce nuestra política y nuestros principios, pero no siempre los respeta en la práctica». Denuncia «el divorcio entre las palabras y los hechos». «Corremos el riesgo de volver a manifestaciones propias de la mentalidad de los filisteos pequeño-burgueses».

Brezhnev critica que «la codicia, la ambición por poseer, la delincuencia, el burocratismo y la indiferencia hacia el hombre son rasgos contrarios a la naturaleza misma de nuestra sociedad». A las relaciones sociales burguesas que se restablecen en la URSS, se corresponden tácticas y análisis ideológicos característicos de todas las sociedades capitalistas. 

Los tecnócratas, sobre los que un «marxismo-leninismo» fosilizado ya no tiene influencia alguna, eran seducidos por las concepciones políticas «científicas», «neutrales» y «humanistas» de Occidente. 

Su peso en el PCUS crecía constantemente. Brezhnev revela que «la proporción de miembros del Partido provenientes de la rama de los especialistas ha aumentado de manera sustancial. Actualmente, un especialista de cada cuatro o cinco es comunista». El «99% de los secretarios de los comités de territorio o región del Partido (…), de los secretarios de los comités de ciudad, distrito y barrio tienen una formación superior»

Los burócratas que ocupaban puestos de responsabilidad se volvieron casi inamovibles. Brezhnev dice: «La diligencia y la atención hacia los cuadros son la norma en nuestro partido. Se acabaron los tiempos de los desplazamientos injustificados y las remodelaciones demasiado frecuentes de los cuadros permanentes». Brézhnev buscaba sobre todas las cosas paz, tranquilidad, eliminar conflictos y serenidad. Se mostraba aterrorizado ante la más ligera reforma. En cada uno de los cuatro congresos del Partido que presidió reconocía las escaseces, pero se oponía a las soluciones apresuradas. Es más, muchos de sus cuadros sufrían enfermedades y tenían edad avanzada.

Su mandato supone una tranquilidad segura para la capa aburguesada. Aquí también, la política de Brezhnev es completamente opuesta a la de Stalin: Stalin se mostraba exigente hacia los cuadros, los que cometían errores eran cesados, y los militantes más jóvenes, formados en el más puro espíritu bolchevique, eran promovidos a cargos de alta responsabilidad. Adepto de Jruschov, como Zhores Medvedev reconoce, sin embargo, que: «En tiempos de Stalin, los altos dirigentes del partido se sentían más amenazados por los órganos de seguridad que los simples ciudadanos»

La corrupción de la capa burguesa

Tras la apertura a la acumulación, durante Jruschov y Brézhnev la economía paralela creció con los años, y emergieron como fuerza alternativa al socialismo durante Gorbachov.

Asegurada la tranquilidad y la estabilidad para la élite política y económica, sus miembros no pueden conformarse con sus ingresos legales. «La estabilidad de la élite -según el citado autor- tuvo otro efecto negativo. La corrupción oficial no dejó de desarrollarse en todos los niveles. La disciplina del partido bajó, el nepotismo se convirtió en un fenómeno habitual y el prestigio ideológico y administrativo del partido se vio mermado». «La gran corrupción de los burócratas soviéticos que estaban mejor colocados se había convertido en una forma de “enfermedad profesional”. No se respetaba la distinción entre propiedad pública y propiedad privada»

Russakov, secretario de la región de Kuibishev, estaba implicado en la venta irregular de coches Zhigouli y Lada, hechos en la principal fábrica soviética de Fiat, situada en la región. 

La hija de Brezhnev, Gallina Churbanova, que estaba casada con el general Yuri Churbanov, viceministro de asuntos internos, participaba en el contrabando de diamantes y en la especulación de divisas, al igual que el hijo de Brezhnev, Yuri (¡cooptado en 1981 al Comité Central!). En el apartamento de uno de los miembros de esta banda, Anatoli Kolevatov, la policía incautó 200.000 dólares, así como diamantes estimados en un valor de un millón de dólares. 

El general Cheliokov, un viejo amigo de Brezhnev, ocupó el puesto de ministro de asuntos internos. Entre 1970 y 1982, se produjo una serie de aumentos en la fabricación de productos de lujo como oro, plata, joyas, caviar y pieles. Cheliokov tenía por costumbre comprar grandes cantidades de estos productos, antes del súbito aumento de sus precios. Había redes que exportaban clandestinamente algunos artículos caros, como iconos, pieles, caviar, vodka y que importaban clandestinamente cadenas hi-fi, pantalones vaqueros y ropa occidental. Entre 1969 y 1979, cientos de personas, entre ellas el ministro y el viceministro de pesca, estuvieron implicados en el tráfico de caviar. Se enlataba de forma secreta caviar negro en conservas de 3 kilos que portaban la etiqueta de «arenques». Se vendían en la URSS y en el extranjero, y los defraudadores se embolsaban la diferencia entre el precio del arenque y del caviar.

Hacia finales de los años 70, Victor Grishin y Grigori Romanov, dos de los miembros más jóvenes del Buró Político, vivían en la opulencia y la corrupción. Para la boda de su hija, Romanov hizo traer el servicio de mesa de Caterina II la Grande, que se componía de cientos de piezas de un valor incalculable. En pleno estado de embriaguez, los invitados rompieron buena parte de los vasos imperiales. 

Y no solamente en los círculos cercanos sino en cada una de las nacionalidades, la corrupción fue asentándose. Por ejemplo en Uzbekistán el líder del Partido tenía 14 familiares trabajando en el aparato partidista y el chantaje, las arbitrariedades, las injusticias y las violaciones flagrantes de la ley se mantenían al margen de las palabras, los decretos y las llamadas de atención del Comité Central.

La corrupción de las mentes también se manifestaba en el ámbito político. Brezhnev jugó un papel marginal durante la guerra antifascista. Pero 23 años después de la guerra, en 1968, se hizo atribuir la medalla de oro de la Orden de Lenin, la medalla militar más importante. Durante los años 70, se atribuyó hasta cuatro veces la medalla de oro de héroe de guerra. Saltándose tres gradaciones, se convirtió en mariscal. Después se concedió a sí mismo la Orden de la Victoria, condecoración especial que, al final de la guerra, recibieron excepcionalmente algunos célebres mariscales que habían dirigido las mayores batallas durante los cuatro años de guerra. Entre ellos, Zhukov, que había organizado la defensa de Leningrado y Moscú, y había dirigido, junto con otros generales, la batalla de Stalingrado y la ofensiva sobre Berlín. A su muerte, Zhukov poseía 7 medallas y condecoraciones; en el momento de su muerte, Brezhnev tenía… ¡270! 

El XXVIº Congreso (1981): huida hacia adelante en dirección al derrumbe

El informe al XXVIº Congreso, tras diversas manifestaciones sobre progresos económicos, enlaza con una afirmación contraria «Hubo bastantes dificultades, tanto en el desarrollo económico del país como en la situación internacional»

La situación en los países socialistas europeos es de franca perdida de las bases sociales populares. En Polonia, «las bases del Estado socialista están siendo amenazadas». «No dejaremos que se atente contra la Polonia socialista, no abandonaremos a su suerte a un país hermano».

Es en esta época de escalada de enfrentamiento con el imperialismo europeo y norteamericano, que apoyando una petición de ayuda de un gobierno antimperialista en Afganistán, Brezhnev envía un contingente militar, contra las fuerzas islámicas más retrógradas que sostienen una guerra de desgaste, para destruir los avances sociales conseguidos por el pueblo afgano.

Estancamiento económico

En el terreno económico también, augura una futura crisis de la economía y la sociedad soviética: «Aún no hemos superado totalmente la fuerza de la inercia y de los hábitos adquiridos en un periodo en el que se le daba mayor prioridad a los aspectos más cuantitativos». Porque los logros de la ciencia son introducidos en la producción con una «lentitud intolerable». «El sector decisivo y más preocupante hoy es la implantación de los descubrimientos científicos y de las invenciones»

Pero en el propio informe, Brezhnev no puede ya silenciar la desorganización y negligencia en las empresas estatales industriales y agrícolas. El 25% de la producción de laminados de metales ferrosos se convierte en deshechos o en productos defectuosos. Las pérdidas de legumbres y frutas son considerables, debido a los fallos en el transporte, el almacenamiento y el tratamiento. 

Así la desatención de las necesidades de la población, tras dos planes quinquenales para lograr su satisfacción, es claramente desastrosa: «Año tras año, no se cumple con los planes de entrega de numerosos artículos de consumo, especialmente tejidos, confecciones, zapatos de cuero, muebles y televisores. Los progresos son insuficientes en lo que respecta a la calidad, el acabado y el surtido». «…retrasos en la base científica y en el estudio de proyectos de industrias ligeras, alimentarias y farmacéuticas, la construcción de máquinas agrícolas». 

Pero en el informe hay una significativa idea: «podemos contar con la ayuda de las ramas que disponen de una base de investigación científica particularmente fuerte, como es el caso de la industria de defensa». 

La carrera armamentista impuesta por el imperialismo norteamericano había obligado a la URSS, no sólo a malgastar del 10 al 14% de su producto nacional bruto en la industria militar, sino también a mantener en este sector económico la planificación central socialista, gracias a lo cual era el más avanzado y eficiente de todos. Para la economía norteamericana, en cambio, se manifestaba sólo como un lastre, aunque políticamente necesario para someter a sus enemigos.

«La militarización de los Estados Unidos –su gasto militar alcanza los 150 billones al año– debilita la posición económica norteamericana: su parte en las exportaciones mundiales ha disminuido un 20%».

Brezhnev confiesa que la planificación, uno de los fundamentos de la economía socialista, es cada vez más deficiente. «El partido siempre consideró que el plan es una ley. Esta verdad manifiesta tiende a ser olvidada. Cada vez es más extendida la revisión de los planes, en el sentido de su disminución. Esta práctica desorganiza la economía, corrompe a los cuadros, les incita a no asumir sus responsabilidades». No obstante, la conclusión que sacará de ello será, infaliblemente, la de ir en dirección hacia un desmantelamiento más acelerado de la planificación. Según él, hace falta «una extensión de la autonomía de las cooperativas y empresas, de los derechos y responsabilidades de los dirigentes económicos».

Brezhnev constata que se están derrumbando trozos enteros del edificio económico soviético, sin que sea capaz de parar las causas que durante su vida él mismo alentó. «Ha habido grandes decepciones en la planificación y la gestión, una falta de exigencia por parte de ciertos organismos del partido y de los responsables económicos, trasgresiones de la disciplina y manifestaciones de negligencia»

Hacia finales de la época de Brézhnev, se habían acumulado muchos problemas económicos, sociales, ideológicos y políticos. A pesar de las diferencias entre los dirigentes, había consenso general dentro y fuera del Partido sobre los problemas acuciantes con la productividad y el crecimiento económico. Pero cada vez se rompía más la planificación económica centralizada.

La política económica iba hacia la descentralización, los mecanismos de mercado y ciertas formas de empresa privada. En un texto de 1975, Moshe Lewin expresó:  

“Es asombroso descubrir cuántas ideas del programa antistalinista de Bujarin de 1928-1929, fueron asumidas por los reformistas actuales”

Los economistas soviéticos con esta manera de pensar, eran una minoría, pero dominaban tres de los cuatro institutos académicos más importantes de la Unión Soviética. Uno de los economistas líderes en esta línea de pensamiento, era Abel Aganbeguián, quien más tarde sería uno de los asesores más importantes de Gorbachov.

Entre Brézhnev y Gorbachov (1981-1985)

Tras la muerte de Brezhnev, una corriente contraria dentro del gobierno, que buscaba atajar la escandalosa corrupción eligió a Yuri Andrópov. Según algunos autores como Keeran y Kenny, Andrópov tenía condiciones personales admirables, una base teórica marxista-leninista sólida, una rica experiencia de dirección, un dominio amplio de los problemas de la Unión Soviética y unas ideas claras y firmes en torno a las reformas necesarias. Durante la enfermedad y los últimos años de Brézhnev, cuando muchos se corrompieron y quebrantaron las normas leninistas, Andrópov vivía modestamente y tenía fama de trabajador infatigable.

Yuri Andropov - Soviet Life, August 1983.jpg


Los comunistas tenían esperanzas en el enfoque que tenía Andrópov de los problemas, en sus ideas acerca de las reformas y en su decisiva implementación de cambios. Las medidas por él desarrolladas, fueron contundentes. El Presídium y toda la dirección del Partido en Azerbaiyán fueron reemplazados por corrupción, soborno y malversación.

Los análisis de Andrópov acerca de los problemas que aquejaban a la Unión Soviética y sus propuestas políticas para enfrentarlos se encuentran en tres discursos pronunciados ante el Comité Central del Partido, en noviembre y diciembre de 1982 y en junio de 1983, y en un artículo que escribió en este año, en conmemoración del centenario de la muerte de Karl Marx. Como era de esperarse, Andrópov se concentró en los problemas económicos. 

El año 1982, no solamente fue el peor en la historia de la Unión Soviética en lo que a productividad del trabajo se refiere y a los malos resultados de la economía, sino que además, era el cuarto año consecutivo con resultados pobres en las cosechas. En su primer discurso ante el Comité Central como secretario general, Andrópov estableció las bases de lo que sería el plan que conduciría las acciones de su corto término en el poder. 

Mientras mejor trabajemos mejor viviremos”. 

Era la consigna del discurso de Yuri Andrópov, donde denunciaba los problemas principales que enfrentaba el país: 

"ineficiencia, despilfarro, pobre productividad, falta de disciplina laboral, crecimiento lento en el nivel de vida, calidad y cantidad insuficientes de algunos bienes de consumo y los servicios, particularmente la vivienda, la salud y la alimentación". 

Al defender los problemas que enfrentaba la producción de bienes de consumo, se distanciaba del enfoque de Jruschov. Afirmaba que el nivel de vida no se limitaba en sí mismo a la simple competencia con Occidente sobre mayor ingreso y más elementos materiales. En el socialismo, el nivel de vida significaba mucho más: mayor nivel de conciencia y nivel cultural más alto, consumo razonable, dieta racional, servicios públicos de calidad, y uso adecuado moral y estéticamente del tiempo libre.

De acuerdo con Andrópov, el pobre sistema de planificación y el sistema atrasado de dirección, el fracaso en la utilización de las innovaciones científicas y tecnológicas, los métodos de producción extensivos en vez de intensivos y la falta de disciplina laboral, eran las causas de las dificultades económicas. Llamó a “la aceleración (uskorenie) en la introducción de los resultados del progreso científico y tecnológico”.

Visualizaba una modernización de la economía por medio de la aplicación intensiva de las tecnologías informáticas. Además, llamó también a la Comisión de Energía a rectificar el uso ineficiente de los recursos naturales.

Andrópov abogaba por la idea de enfrentar los problemas económicos por medio del mejoramiento acelerado del sistema de planificación y dirección en lo más alto de la sociedad soviética, y el mejoramiento de la disciplina y los incentivos en la base. En muchos casos, el sistema de dirección debía reducirse y ser más simple. Reconocía que los métodos de planificación y de dirección existentes, desestimulaban a menudo la eficiencia y la introducción de la informática, la robótica y las tecnologías, partiendo del presupuesto de que la introducción de nuevos métodos de trabajo enaltecería el programa de industrialización y los planes industriales de producción. Un cambio en los métodos de planificación y de estímulos materiales, debía asegurar que aquellos que introdujeran las nuevas tecnologías no se vieran en desventajas.

Reconocía que algunos expertos pensaban que los problemas económicos eran originados por el exceso de centralización de la planificación, y que la solución pasaba por garantizar mayor independencia a las empresas y a las formas colectivas de producción agrícola. Por experiencia personal, a partir de la descentralización en Hungría con Kadár y en la Unión Soviética con Jruschov, Andrópov sabía que tales iniciativas podían conducir al parroquialismo y a la desigualdad. No rechazaba del todo la descentralización, pero sí la forma que tomarían luego los acontecimientos bajo la dirección de Gorbachov: lanzarse radicalmente a la descentralización. En su lugar, pensaba que debía actuarse de forma circunspecta, experimentar si era necesario y evaluar y considerar las experiencias de los países fraternales hacia la Unión Soviética. Más importante que todo, cualquier incremento en la independencia y la descentralización debía combinarse con el aumento de la responsabilidad y la preocupación ante los intereses del pueblo.

El mejoramiento de la productividad, y de la cantidad y calidad de los bienes y servicios, pensaba Andrópov, era un proceso relacionado estrechamente con una mayor disciplina y una mejor remuneración. En particular, lanzó una campaña contra el mal aprovechamiento de la jornada laboral, el absentismo, el alcoholismo, el pluriempleo ineficiente y la irresponsabilidad. Los responsables debían responder de manera inexorable por medio de penalidades salariales, demociones de sus cargos y de su prestigio moral.

Durante la Operación Limpieza, al comienzo de 1983, las autoridades combatían abiertamente a los que, ausentes de sus trabajos y en horario laboral, se encontraban en tiendas, bares, baños de vapor y otros lugares.

Los medios de comunicación se unieron a la campaña por una mayor disciplina, y Andrópov personalmente participó en ella desde una fábrica de máquinas herramientas. Durante el análisis propuso castigar a aquellos que abandonaban el trabajo, y se iban de compras por las tiendas y para los baños de vapor. De acuerdo con Zhores Medvédev, los esfuerzos de Andrópov por reducir el despilfarro y la ineficiencia produjeron resultados inmediatos y alentadores. Los periódicos comenzaron a criticar abiertamente la ineficiencia de cooperativas y granjas estatales, y las incompetencias en la industria alimenticia.

Andrópov se oponía enérgicamente al igualitarismo en los salarios tal y como se había entendido en la época de Jruschov, y lo interpretaba como una violación del principio esencial del socialismo: a cada cual según su trabajo. Pensaba que si el incremento de la productividad del trabajo no permitía el aumento de los salarios y, no obstante, estos se elevaban, estimularían una demanda artificial que no pudiera ser satisfecha completamente y de tal manera, se producirían escaseces y otras dificultades económicas y sociales, sobre todo, el llamado mercado negro. Debidamente concebida, la remuneración tenía que provocar resultados que fueran más allá de la sola retribución del trabajo; debía estimular el carácter cualitativo de los resultados laborales y la planificación participativa y colectiva. En consecuencia, repercutiría en toda la sociedad.

En el terreno de las relaciones internacionales, Andrópov no compartía las estrategias de retirada y de concesiones unilaterales que caracterizarían la política exterior de Gorbachov. Sostuvo y enalteció las políticas de evitar la guerra y de promover la coexistencia pacífica, pero insistía en la prevalencia de la lucha de clases al nivel internacional.

En la década de los años setenta, había insistido repetidamente en que por medio de sus políticas de creación de disidentes y de los derechos humanos, y con el incremento de las transmisiones radiales de Radio Europa Libre y Radio Libertad, los Estados Unidos no hacían otra cosa que incrementar la guerra psicológica contra la Unión Soviética.

En su primer discurso como secretario general, Andrópov afirmó que la política exterior del país permanecería igual, como había sido hasta ese momento. En ese período, Afganistán constituía el eje en torno al cual giraba la política internacional y Andrópov no titubeó al enfrentar la situación. Meses antes de llegar a ser el secretario general del Partido, afirmó que el Comité Central permanecería fiel a sus deberes internacionales y haría todo lo posible por fortalecer la solidaridad y la cooperación con sus hermanos de clase en todo el mundo.

A los pocos días de asumir el cargo al frente de la Unión Soviética, le expresó al presidente de Pakistán que cambiara su actitud de simular que no estaba asociado a los Estados Unidos en la guerra en Afganistán y le aseguró que “la Unión Soviética apoyará a Afganistán”.

En relación con los Estados Unidos, trató de impulsar una perspectiva de paz. Partía, en su política hacia los Estados Unidos, de la convicción profunda de que la paz no se obtenía mendigándola. Podía sostenerse solo si se basaba sobre la fortaleza invencible de las fuerzas armadas de la Unión Soviética.

Por tanto, rechazó la llamada Opción Cero (más tarde aceptada por Gorbachov) por desequilibrada y según la cual los cohetes de alcance medio de Europa Occidental se mantendrían, pero que los Estados Unidos se abstendrían de instalar misiles de alcance medio en Europa, si la Unión Soviética retiraba todos los misiles de alcance medio instalados en bases militares en Europa del Este. Andrópov no mostró ningún interés en lo que evaluó como una concesión unilateral.  

“Toda la experiencia de la Unión Soviética”, afirmó, “muestra que uno no puede llegar ante los imperialistas, de mansa paloma, para obtener la paz”.

En vez de semejante actitud, realizó varias propuestas de desarme basadas en la estricta paridad, a la vez que dejaba claro que la Unión Soviética no se rebajaría por menos.

En su corto período en funciones, mostró flexibilidad e iniciativa en las negociaciones con los norteamericanos. Restableció las conversaciones de alto nivel con los Estados Unidos luego de un lapso de dos años. Cuando Reagan se reunió por primera vez con Dobrinin y planteó solo una cuestión de importancia: la garantía de visas para los pentecostales que se habían refugiado en la Embajada norteamericana en Moscú, Andrópov estuvo de acuerdo y les permitió la salida. Aunque estaba convencido de que Reagan buscaba la superioridad militar y de que no desechaba la opción del primer golpe nuclear, instruyó a sus negociadores militares a dejar de amenazar con retirarse de las conversaciones, las cuales se habían interrumpido desde la época de Carter, y a que las reiniciaran en un clima adecuado. Instruyó a Dobrinin a permanecer alerta acerca de cualquier señal de Reagan por tratar de mejorar las relaciones. Finalmente, sus esfuerzos por encontrar receptividad ante alguna iniciativa por parte de los Estados Unidos dieron pocos resultados.

En el corto tiempo en el cargo, atendió un número de problemas relacionados con las normas del Partido, los cuadros, la democracia, la ideología y la cuestión de las nacionalidades. Estableció que el Partido no toleraría la corrupción, el soborno y la malversación. Insistió en la restauración de las normas leninistas. Según Ligachov, después de que Andrópov asumiera el cargo de secretario general, todos cambiaron de un día aparente de trabajo, a un intenso día de trabajo.

Abolió la política de estabilidad de los cuadros, instaurada por Brézhnev, retiró a los antiguos e incompetentes y promovió a nuevos cuadros para el Partido y el Estado. Una de sus primeras decisiones fue la sustitución del ministro de Transporte, quien había sido una fuente de innumerables impedimentos para la economía.

En relación con la democracia dentro del Partido, atacó el exceso de formalismo en las reuniones del Partido y demandó el fin de su carácter compartimentado. Demandó la eliminación de obstáculos a las nuevas iniciativas de los trabajadores y, según Ligachov, introdujo la práctica de sostener reuniones preliminares a las decisiones del Partido y del Gobierno con los trabajadores en colectivos y fábricas.

En junio de 1983, dedicó un Pleno del Comité Central al mejoramiento del trabajo ideológico. Según Keeran y Kenny, comprendió los problemas que afectaban a la Unión Soviética y al Comité Central del Partido, y emprendió reformas profundas para resolverlos. Algunos escritores occidentales planteaban que era un liberal sacado de una vitrina, pero en realidad lo que querían era que tal afirmación fuera cierta.

Nada en su conducta o en sus textos escritos sugiere que haya tenido el más mínimo interés por la senda que emprendería Gorbachov a partir de 1987. No se trata solamente de que Andrópov citara a Marx y a Lenin y se acogiera a una línea de acción partidista. El Partido no esperaba menos de cualquiera de sus líderes. Keeran y Kenny sostienen que Andrópov se distinguía en sus discursos desde 1964 hasta 1983, por una interpretación creativa del marxismo-leninismo en su aplicación a los nuevos problemas, y que manifestó una defensa enérgica a las políticas más correctas y una habilidad probada para rebatir las críticas de Occidente con firmeza y elegancia. Precisamente en las áreas en que Gorbachov mostraba mayores vacilaciones, sobresalían las fortalezas de Andrópov.

Igualmente, adoptó un acercamiento más enérgico a los temas relacionados con la democracia socialista, el nacionalismo y la llamada Segunda Economía (mercado negro), que la actitud que asumiría luego Gorbachov. Andrópov se atuvo a la tradición revisionista de rechazar las supuestas violaciones de Stalin a la legalidad socialista y la democracia partidista, pero proclamó el derecho de la revolución a defenderse a sí misma con todas sus fuerzas. Manifestó una fuerte oposición a la Segunda Economía. Nada lo molestaba más que el dinero mal habido, el irrespeto a la propiedad personal y la utilización de los puestos públicos para el enriquecimiento individual.

La codicia personal perjudicaba al socialismo, reflejaba valores burgueses que el revisionismo había incubado. En lo que pudiera ser su último artículo, afirmó: “El punto de viraje del yo al nosotros es un proceso largo y multifacético que no debe simplificarse. Aun cuando las relaciones de producción socialistas han sido establecidas de una vez y por todas, ciertas personas todavía preservan el remanente, y hasta lo reproducen, de hábitos individualistas, la tendencia a enriquecerse ellos mismos a costa de otros y a expensas de la sociedad”. No reconocía que las relaciones socialistas sólo habían comenzado a establecerse, que luego se habían ido revirtiendo y que estaban muy lejos de haberse restablecido de una vez y por todas.

Sobre la cuestión de las nacionalidades, asumió una postura que difería del optimismo complaciente de los secretarios generales que lo antecedieron y de la indiferencia posterior de Gorbachov. Muy lejos de considerar que el socialismo había resuelto ese problema (sobre todo con el retroceso causado por el revisionismo que Andrópov no consideraba tal), afirmó que las nacionalidades durarían históricamente más que la distinción de clases y que la conciencia nacional, con el crecimiento económico y cultural, se había profundizado en vez de desvanecerse. El problema de las nacionalidades permanecería en la agenda independientemente del grado de madurez del socialismo.

Llamó a la rectificación de los errores del pasado y del presente cuyas políticas habían herido sensibilidades nacionales, pero a la vez insistía en la necesidad de ser intransigentes con la arrogancia nacionalista, la vanagloria y la exclusividad. Clamaba por un sistema de acciones afirmativas para asegurar la representación adecuada de todas las nacionalidades en los órganos del Estado y del Gobierno. Semejante posición por parte de un líder comunista puede parecer completamente ordinaria, pero contrasta radicalmente con la posición incompetente de Gorbachov. De hecho, los problemas de las nacionalidades que afloraron durante los años ochenta ilustran en gran medida, la visión de Andrópov y la ceguera de Gorbachov.

Hay razones sobradas para pensar que el enfoque de Andrópov en torno a los problemas del socialismo en la Unión Soviética y sus iniciativas para resolverlos funcionarían, prolongando la existencia de la Unión Soviética socialista, a pesar de su deriva revisionista. Tenía cualidades para ello pero le fallaba la salud. 

Lo que Andrópov no tenía era tiempo. Tres meses después de asumir su responsabilidad, se le presentaron serios problemas renales y a los quince meses falleció. No obstante, el año de Andrópov (1983), puso de manifiesto que o se tomaban muy duras medidas para corregir el rumbo hacia el capitalismo de muchos “directores de fábricas y dirigentes koljosianos” o la economía sumergida elevaría a la secretaría general a un ejecutor de las reformas que llevasen a la URSS a su extinción. Y así ocurrió. 

Su sucesor pactado, Chernenko, no se atrevió a proseguir sus iniciativas, y las fuerzas conservadoras se auparon nuevamente. Es más, la economía sumergida o “mercado negro”, con la corrupción subsiguiente, iban alcanzando a los niveles más altos del partido, desde 1953 hasta el fin de Gorbachov. Por ejemplo, el caso de Frol Kózlov, “mano derecha” de Jruschov, viceprimer ministro y miembro del Secretariado del Comité Central del Partido, quien fue expulsado del partido después de que las autoridades abrieron la caja fuerte de un oficial fallecido en Leningrado y encontraron paquetes pertenecientes a Kózlov conteniendo piedras preciosas y fajos de dinero. Se trataba de dádivas como pago por el uso de la influencia de Kózlov para detener procesos legales contra hombres de negocios metidos en problemas. 

Después de la muerte de Chernenko en 1985, funcionarios del Comité Central encontraron gavetas llenas de billetes de banco, en la caja fuerte privada del secretario general.

Alexander Gúrov, un alto oficial de la milicia criminal de la Unión Soviética, relacionó el desarrollo de la corrupción en el Partido desde la época de Jruschov hasta la de Gorbachov, directa y proporcionalmente con el desarrollo de la economía ilegal y del crimen organizado:

“El crimen organizado comenzó a manifestarse tan pronto como el sistema se abrió a partir del llamado deshielo de los años sesenta bajo el poder de Nikita Jruschov… Era imposible imaginar poderosos grupos del crimen organizado mientras Stalin detentó el poder… Lo que nosotros hemos tenido después de ese momento en nuestra sociedad, es el código moral de los estafadores. Por supuesto, todo ocurría en interés de los ladrones instalados en el Partido. Por ejemplo, nosotros teníamos la llamada mafia del comercio en Moscú con representantes en el aparato del Partido al más alto nivel, tan temprano como en 1974. Si yo, o cualquier otra persona hubiera tratado de alertar sobre el daño que representaba la economía subterránea entonces, los intelectuales se hubieran reído y el Gobierno nos hubiera tildado de locos. Pero así fue como todo comenzó y el Gobierno permitió que ocurriera por razones que nos debieran dar mucho en qué pensar. Todo comenzó bajo el poder de Jruschov y se desarrolló bajo el de Brézhnev. Pero en la época de Gorbachov fue cuando el crimen organizado se hizo verdaderamente poderoso en nuestro país”.

 

Fuentes:

Congresos del XXº al XXVIº. Editorial Progreso. Moscú. En ruso.

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