Por Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye, en "La pluma del cormorán", publicado en Crónica Popular.
La
relación de la cultura rusa con la europea occidental nunca ha sido
fácil. Y la soviética, es decir, la que incluye a las antiguas
repúblicas, hoy casi todas independientes, aún menos.
Es
cierto que en la Unión Soviética se favoreció el realismo en la época
de Stalin, por dos razones: el realismo no cultiva tanto la imaginación
que se considera peligrosa; la segunda, ligada a la primera, es que se
desdeña el encumbramiento elitista de los intelectuales: hay que
escribir para que lo entienda el pueblo. No olvidemos que las letras y
la alfabetización fueron uno de los pilares de la revolución de 1917 y
basta con recordar a Lunacharski para
comprobarlo. La alfabetización llegó a todas las repúblicas soviéticas,
a las asiáticas, a las musulmanas, así como la igualdad entre hombre y
mujer y la liberación de ésta. Hoy, dudo que hayan avanzado muchos esas
repúblicas, sumidas en el oscurantismo, el nacionalismo, la corrupción y
la dictadura.
La guerra fría y la Perestroika
hicieron que en occidente tirásemos a la basura toda la literatura y
las artes de la época soviética.
También la historia literaria la
escriben los vencedores. De la URSS parece como si no hubiera quedado
culturalmente sino tierra quemada. Y no es así. Se ha desdeñado en
bloque a muchos grandes artistas, escritores y poetas, injustamente
censurados al ser tachados de comunistas, estalinistas, funcionarios o
cualquier otro epíteto que los ha desvalorizado de entrada. También esa
izquierda de salón bastante snob ha despreciado siempre el realismo. Y
la derecha sólo ha encumbrado a los rusos que fueran disidentes,
olvidando a todos los demás.
La Unión de Escritores Soviéticos fue fundada en 1932, tras la abolición de la Asociación Rusa de Escritores Proletarios. Gorki fue su primer presidente y mantuvo la edición de la legendaria Literatúrnaya Gazeta, que había sido fundada en 1831, en tiempos de Pushkin.
Como una herencia algo remota de aquella revista, Literatura Soviética es fundada en 1946 por la Unión de Escritores Soviéticos llegando a publicarse en diez lenguas. El adjetivo ‘soviética’
aludía a que no era solamente literatura rusa, pues en sus páginas
escribían muchos autores del Uzbequistán (Jamid Guliam y otros, que
tradujeron al uzbeko Dante, Longfellow, escritores turcos y persas, y un
largo etcétera), el Daguestán (Rasul Gamzátov), Georgia (Griboyedov),
Azerbaidján (con un número especial dedicado a su literatura, en 1978),
Tajiristán, Siberia (en 1932 apareció el primer libro en lengua mansí),
Kirzguistán (Vera Tkachenko), zíngaros en su propia lengua (Alexandr
Guermano, Ivan Romeko, Nikolai Sadkevich), Turkmenia (Artiómov), todas
las quince repúblicas. La lengua tatar, yakut, mansí, nijv (Sajalín), y
muchísimas más fueron fomentadas, y en ellas se publicarían muchos libros,
incluidos clásicos rusos y europeos.
Su
finalidad fue la divulgación en el extranjero de las literaturas de las
quince repúblicas que formaban la URSS así como de sus culturas. La
edición en español tenía un contenido específico sobre la cultura a la
que se dirigía (por ejemplo, en español aparecían entrevistas con
Dolores Medio, Mario Benedetti, Neruda, el obituario de Blas de Otero,
etcétera). Claro que muchos la consideraron como una herramienta de
penetración soviética en Occidente, lo que les llevó a despreciar e
ignorar todo su contenido.
La
revista en lengua castellana estableció unas relaciones muy estrechas
con poetas y escritores españoles, residentes tanto en España como en el
exilio, así como latinoamericanos. Difundió la revista intercambiándola
con las principales revistas de España de la época como Insula, Triunfo, Papeles de Son Armadans, Cuadernos para el Diálogo, y con varias revistas latinoamericanas. También llegó a la Biblioteca Nacional.
César Arconada, que fue su director, falleció en 1964 y le sucedería José Santacreu Mansanet, hasta
1970. Colaboradores y traductores al español fueron, entre otros, Julio
Travieso, José Vento, Clara Rosen, Carlos Sherman (de poesía), Juan
Julio, Venancio Uribes, Angel Pozo Sandoval, José María Álvarez Posada,
Victoriano Imbert (Premio Gorki de 1976, hijo de exilado a la URSS en
1939, vuelto a España, empleado en Aguilar y fallecido en Madrid en
1982), Ana Varela, Isabel Vicente, Samuel Feijóo.
Los viejos números de la revista Literatura Soviética son muy útiles, además de interesantes, para conocer escritores que han pasado desapercibidos en Occidente, y otros que han sido borrados literalmente del acervo de las antiguas repúblicas soviéticas. Ilustrados con obras de pintores y dibujantes, nos permiten conocer ese mundo ya olvidado y tan denostado por superficiales ideólogos.
Es cierto que en sus páginas hay muchos escritores y poetas –he encontrado hasta un relato de Breznev, Tierras vírgenes-,
elegíacos, épicos, acríticos en general con la situación interna de la
Unión Soviética, cómplices, les llamarán algunos. Pero hay muchos textos
que son de una calidad considerable. Recuerde, si no, el lector Por quién doblan las campanas y tantas novelas norteamericanas y británicas que son también épicas. Ser épicos no es un baldón.
Encontramos además escritoras como Marietta Chaguinian, con su relato Moscú la pequeña,
en donde evoca su pasado burgués, recuerda a Marina Tsevataieva con
quien compartió trabajos de traducción, nos habla del concepto de
trabajo y de música y su gran amigo Serguei Rachmaninov. O Aleksandr Tvardovski, Daniíl Granin y Valentin Rasputin.
Entre los escritores, además de los más oficiales, como Konstantin Simonov, escribían a menudo en sus páginas Borís Polevói (Un hombre de verdad) y Nikolai Ovstrovski (Así se templó el acero), y muchos otros, como Ivan Stadniuk, autor de La guerra, Yuri Bondarev, Mujtar Auezov, Felix Kuznestov, Anatoli Kim o Mijaíl Morozov, dramaturgo, experto en Shakespeare. O Jakob Jelemski, A dos pasos de Granada, o Mijaíl Svetlov, otro amante de España.
Muchos sociólogos e historiadores de literatura escribieron en Literatura Soviética, como Albert Beliaev, con su notoria Lucha ideológica y literatura: la sovietología en los Estados Unidos. Quitando
la ganga y quedándonos con el mineral, es muy interesante descubrir
tantos libros que han quedado, por razones políticas e ideológicas,
fuera de nuestro alcance y conocimiento.
Evidentemente,
hay sonadas ausencias. Los disidentes solían ser reducidos al
ostracismo (una sola edición de sus libros, sin reimpresiones) o
expulsados, como Zozshenko, escritor humorista comparado a Gogol, que
fue expulsado de la Unión de Escritores, como lo sería Solzhenitsin en
1974, a pesar de la defensa de Tvardovski. Vasili Grossman, claro, no
figuró en sus páginas. Pero esta exclusión, por razones a veces
parecidas, también se ha manifestado y aún se manifiesta en el mundo
editorial español con escritores que “no encajan“ en la línea editorial o
cuya crítica les fue adversa o fueron ignorados, lo mismo que no
reimprimen y excluyen del catálogo determinados libros. Las editoriales a
menudo han eludido a determinados autores, guiándose por el gusto
personal, la amistad o la simple lógica comercial.
La
poesía siempre ha tenido un lugar preferente en las letras rusas.
Así,
además de la obligada mención a los tres poetas que fundaron la poesía,
por así decirlo, soviética: Maiakovski, Essenin y Blok, o un poeta como Ehrenburg,
hay muchos más, quizá menores por menos divulgados, pero dignos de
respeto, como Egor Isaev y Vladimir Lougovskoi, Maxim Tank. Sin olvidar
al historiador y crítico de poesía rusa, Vladímir Orlov.
La literatura soviética, con su realismo o, como ellos la llamaron, literatura objetiva,
nos ofrece un interesante documento de cómo era la vida en la Unión
Soviética, más allá de heroísmos o mitos. Es natural que las élites
intelectuales la desprecien pues muchos son autores proletarios,
es literatura proletaria, con simplificaciones muy a ras del suelo a
veces. Pero los tipos individuales, tomados del natural, y los tipos
colectivos, como personajes comunes y frecuentes suelen darnos una
imagen vívida de la Unión Soviética. También podemos adentrarnos en la
vida cotidiana de las antiguas repúblicas y comprender mejor el país,
pues muchos de los escritores están en la tradición y el sendero trazado
por Turgueniev, Chéjov o Dostoievski, por citar solamente tres grandes
autores rusos.
La revista se mueve en ese ámbito trazado por aquella pregunta de Máximo Gorki “¿Con quién estáis vosotros, los maestros de la cultura?”.
Del mismo modo que Ignacio Aldecoa, Carmen Laforet, Armando López
Salinas, Narcís Oller o Josep Pla retratan la sociedad de sus tiempos,
como nos la dieron Baroja, Galdós o Pardo Bazán. O como Vasco Pratolini o
Cesare Pavese, Steinbeck, Erskine Caldwell, Dreiser, etc. Escritores
que han sido además los mejores cronistas de su tiempo, como muchos de
los que aparecen en las páginas de Literatura Soviética.
Todas los números de la revista incluyen ilustraciones de pintores, entre los cuales Oleg Vukolov, Alexandr Deineka,
del que hubo una magnífica exposición en la Fundación Juan March hace
unos tres o cuatro años, Semion Kaplan, Oleg Loshakov, con sus
fascinantes pinturas de la Kuriles, Yuri Raksha, Oleg Filatchev, Piotr
Ossovski, Vladimir Volkov, Dianna Toutoudjian, Vladimir Lineu, Viktor
Ni, Viktor Krilov, o Boris Talberg con su mural Las fuerzas de la paz.
Muchos los puede encontrar el curioso en la página https://soviet-art.ru/ . La revista también dedicó mucha atención a los clásicos, a la gran tradición humanística y cultural rusa.
Muchos los puede encontrar el curioso en la página https://soviet-art.ru/ . La revista también dedicó mucha atención a los clásicos, a la gran tradición humanística y cultural rusa.
No
se trata de nostalgia sino de tratar de conocer mejor la literatura
rusa y de otros países de su esfera y de hacer justicia a poetas y
novelistas desconocidos en nuestro país y en general en Europa
occidental. En fin, se trataría de redescubrir, recuperar y volver a
publicar algunos autores que nos darían una visión singular de la Rusia
del siglo XX y de muchos de los territorios que cubría la Unión
Soviética.
Ello contribuiría a conocer y comprender mejor esa Rusia eterna, que ha sido y es pieza esencial de Europa y
a la que seguimos teniendo dificultad de conocer. Debemos leer sus
libros, incluso los de la época de Stalin, lo que nos ayudará a
superar esa guerra fría mental y militar que aún perdura. La Unión Europea no será nunca una fuerza, una estructura sólida, si no incluye a Rusia.
Enlace original:
https://www.cronicapopular.es/2020/01/la-revista-literatura-sovietica/#comment-73335
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