3 de noviembre de 2019

30 de Octubre, Día de la poesía y la libertad, cuando nació Miguel Hernández

Por Nestor Guadaño.

Este sencillo homenaje, tiene como fin actualizar y sostener las ideas de Miguel Hernández, sus certezas, en el día de celebración de su nacimiento en 1910.

Sus poemas son liberadores, leedle, es un paño de oníricas realidades, aventura una vida plena colectiva y augura que la belleza se tiñe de rojo, palpitando por cada poro, de sus poemas.

Leedle, Leedle.

Porque sus letras son una realidad 
que nos impulsa a horadar 
la gris sociedad actual
de la incultura del imperialismo.

Sus melodías cargadas de futuro, 
encienden la luz a los tiempos de esperanza,
y en las épocas de sombrías cataduras,
animan la voluntad de lograr el socialismo.

Sus espigas naceran 
"...con el puño levantado", 
y en los rostros más jóvenes, 
germinarán las estrellas del pasado.

Porque es su obra, manantial de vivencias,
son nuestro acerbo cultural,
sus mismas hojas adornan nuestras sienes, 
su verbo fecundo irradia nuevos amaneceres.

Biografía de Miguel Hernández

Por Anabel Sáiz Ripoll


Miguel HernándezMiguel Hernández es uno de los poetas más humanos de la poesía española, junto con Antonio Machado y Blas de Otero.


En Miguel Hernández hay una estrecha relación entre vida y obra. Su obra es madura y no responde al mito de que Miguel Hernández fuese un pobre pastor de cabras que estuvo en la guerra y que escribió poesía. No, él elaboró una obra poética sólida, equilibrada, llena de pasión y sentimiento. Fue autodidacta, sí; pero con una buena preparación técnica.


Miguel Hernández maneja con propiedad tanto los recursos de la poesía clásica como los de la poesía popular. Para él su vida es el centro de su obra. En sus obras hay una tonalidad trágica dominante. Su poesía surge del corazón y la vida impregna sus poemas. Su vitalismo trágico reside en lo cotidiano, no en el más allá; sino en un presentimiento que tiene el poeta, desde el principio, de la muerte.


Ya en Sino sangriento se advierte la fatalidad que planea sobre su vitalismo:

"De sangre en sangre vengo,
como el mar de ola en ola,
de color de amapola el alma tengo,
de amapola sin suerte es mi destino,
y llego de amapola en amapola
a dar en la cornada de mi sino".


A lo largo de su producción repite una serie de símbolos como el del toro, que es la vida en plenitud, pero con un destino trágico. Ese toro resume su cosmovisión (el ejemplo clarísimo lo leemos en su soneto "Como el toro"). El toro representa la virilidad, la fuerza, la violencia, la masculinidad, la hombría, la libertad más o menos ilimitada; porque él siempre fue un hombre incomprendido por su padre, por sus hermanos, por la gente del pueblo e, incluso, por su mujer.

Miguel Hernández 2Otros símbolos son la luna como el signo sobrenatural del destino poético, la búsqueda de la contemplación (véase su primera obra Perito en lunas). El vientre es símbolo de fecundidad, de amor humano y la sangre significa impulso y dolor, fuerza y tragedia.


Miguel Hernández, en sus poemas, suele emplear la sinestesia, que es una figura retórica puesta en práctica por los simbolistas que asocia un contenido moral con algo físico: "Umbrío por la pena casi bruno", "porque la pena tizna cuando estalla", "Cuánto penar para morirse uno".


Su vida arranca y arraiga en la tierra. No es un poeta platónico, sino directo. Un poeta amenazado por la muerte y traspasado por el amor, con un lenguaje expresivo, intenso, incluso brutal algunas veces.


Su obra es puente entre dos etapas fundamentales de la poesía española. Gerardo Diego lo llama "genial epígono de la generación del 27", aunque por edad pertenece a la Generación del 36, aunque no sigue sus contenidos.


Miguel Hernández nace en 1910 en Orihuela, en el seno de una familia humilde. Su padre es tratante de ganado lanar, muy modesto. Crece en un ambiente separado de la cultura y su educación es elemental. Hacia los 10 años, algunas personas se interesan por su educación. Un canónigo de Orihuela propone a su padre que estudie en el Colegio de Santo Domingo, en las clases de niños pobres. Con el tiempo, se dan cuenta de sus capacidades y pasa a las clases de pago; pero a su padre no le gusta, lo reclama para el trabajo y deja de ir al colegio. A los 15 años es el pastor del rebaño de su padre.


El poco tiempo que estuvo en el colegio le despertó la pasión por la lectura. Tiene buenos amigos en el pueblo (bien situados) que le proporcionan libros que Miguel devora con pasión. Su padre no está de acuerdo porque no le ve ninguna utilidad; pero Miguel ya ha empezado su propio camino. Frecuenta la amistad de Ramón Sijé (seudónimo de José Marín), un muchacho enfermizo, que sale poco de casa y que lee mucho. Se convierte en su consejero, le presta libros y le anima a leer. Entre ellos se crea un vínculo de amistad. También frecuenta a los hermanos Fenoll (dueños de una panadería pero con aficiones literarias) y al padre Almarcha quien le presta libros. Se reúnen en tertulias y el grupo constituye en Orihuela una peña literaria. Así, en 1934 publican la revista "El Gallo Crisis" de la que sólo saldrán 6 números. Aquí Miguel empieza a publicar algún texto. La revista es de signo cristiano porque Sijé es quien, de alguna manera la dirige, y sus ideas son cristianas, aunque progresistas.


Precisamente el Auto sacramental de Miguel Hernández que se publica en "Cruz y Raya", Quién te ha visto y quién te ve o sombra de lo que eras, le valió, con los años, la conmutación de su pena de muerte por cadena perpetua.


Miguel publica en algunos periódicos locales como "El Pueblo" y "Voluntad". Pronto el mundo se su pueblo se que le queda pequeño y se desvincula del ámbito familiar. En 1931 parte para Madrid en busca de su destino. Ese mismo año se libra del servicio militar. En Madrid el apoyo es poco y pasa verdaderas penurias. Vuelve a Orihuela aparentemente derrotado; pero sigue escribiendo. Trabaja de meritorio en una notaria y, a la vez, escribe poemas de corte gongorino que son los que formarán su primer libro, Perito de lunas que aparece en Murcia, en 1933, financiado por algunos amigos. El libro recoge 42 octavas reales y está escrito con elaboración metafórica, aunque sus experiencias provienen de la tierra, del pastoreo que tanto marcaron su vida. Vale la pena detenernos en el título, en él Miguel se declara "perito", esto es, "diestro" en lunas o sea e ideales, en quimeras.


En 1933, en agosto, conoce a Josefina Manresa que será su compañera y la fuente de inspiración de su mejor poesía. Tras sus poemas más rotundos suele haber una anécdota que él eterniza gracias a la palabra ("Me tiraste un limón...", "Por tu pie...").


Con la ilusión de este libro, cercano a los contenidos de la Generación del 27, vuelve a Madrid. No tiene mucha suerte, pero entre unos y otros va abriéndose camino. Conoce a Pablo Neruda y de esta amistad surge su poesía más comprometida, más humanizada. Conoce también a Bergamín quien le publica en "Cruz y Raya" el Auto Sacramental ya mencionado. Y conoce a Cossío con el que colabora en su enciclopedia "Los Toros". Miguel es presentado en los círculos literarios de Madrid como un hombre de pueblo, espontáneo (véase la reflexión llena de afecto que sobre él hace Vicente Aleixandre con quien también traba amistad).


Poco a poco Pablo Neruda infunde en Miguel el sentimiento anticlerical. Por eso rompe con Sijé, su amigo de Orihuela. No hay reconciliación porque Sijé muere antes y Miguel le escribe una de las elegías más rotundas de la literatura española, "La elegía a Ramón Sijé", "con quien tanto quería" que es la dedicatoria con la que se inicia el poema y que muestra que la amistad es "querer con uno las mismas cosas". En esta elegía se rebela contra la muerte. Encontramos imágenes sobrecogedoras, telúricas, el afán por abrir la tierra y recuperar al amigo muerto otra vez a la vida. Hay un clímax ascendente y tras la vehemencia apasionada sigue el sosiego, el remanso lírico, el final del poema.


El rayo que no cesaEn 1936 en la colección "Héroe", dirigida por M. Altolaguirre, publica El rayo que no cesa, que recoge la gran poesía de Hernández antes de su compromiso con la poesía cívica y política. El libro es el resultado de la reelaboración de dos libros Imagen de tu huella y El silbo vulnerado. Testimonia la plenitud poética del autor. El rayo que no cesa es el asedio del poeta, el aguijón que lo persigue, el rayo de la violencia. Produce una herida inmaterial, constante. En el libro se encuentran los sonetos en perfecta armonía con los tercetos encadenados dedicados a Sijé. Hay un dominio total de la forma y de la palabra. Tres temas se imponen: el amor, la vida y la muerte. Muerte sentida como soledad y pena, como retorno a la tierra. El amor sentido como anhelo vitalista que se estrella contra la realidad. El amor como fuerza, como desesperación; pero también como sufrimiento y mansedumbre. Gran parte de la poesía hernandiana es amorosa; pero este amor es vital, es pasión, es afecto o experiencia física. Miguel Hernández está influido por el barroquismo y canta a menudo detalles insignificantes (un pie, un beso, un limón...). Además, como hombre del campo que es, emplea imágenes vegetales.


Al principio de la Guerra Civil se alista en el 5º Regimiento Republicano. Es comisario de cultura. Marcha a Andalucía. Se casa con Josefina (a quien le habían matado al padre, guardia civil republicano) en Orihuela por lo civil. Participa en el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas. Tras esto marcha a Rusia y se pone en contacto con la cultura soviética. En 1937 nace su primer hijo, que muere en 1938 sin haber cumplido el año. Por estas fechas ya está escribiendo El hombre acecha, que ya no se publicará en vida del poeta.


En 1937 aparece su Viento del pueblo que marca otra trayectoria. La poesía se hace canto épico. El poeta lleva a la práctica la idea de que la poesía es un "arma de guerra". Su poesía es de combate, social. Allí leemos el rotundo "Andaluces de Jaén" (magníficamente popularizado por Paco Ibáñez), "El niño yuntero" o "Vientos del pueblo". El idioma se hace más claro y directo y predomina el romance. Se dirige a la colectividad. Es un canto de combate, de lucha, de reivindicación.


En 1939 acaba El hombre acecha, que es un libro de compromiso, de acento cívico. Es un libro de desencanto, pierde el acento épico del anterior, pierde la pasión, el entusiasmo y, ante el caos que vive el país, el libro se tiñe de dolor. Se plantea la dimensión de un mundo cruel en el que el hombre es un lobo para el hombre (como en la máxima de Hobbes, "Homo homini lupus est").


Al acabar la Guerra Civil vuelve a Orihuela. De ahí piensa partir a Huelva para salir por Portugal y huir de la persecución. En mayo del 39 es detenido y encarcelado en Madrid. Puesto en libertad por causas no del todo claras, vuelve de nuevo a Orihuela en el 39 y ése es su gran error. Pronto es denunciado y detenido y empieza su encierro. En julio del 40 se le condena a pena de muerte, conmutada a 30 años de reclusión. Va de cárcel en cárcel hasta llegar al Reformatorio de Adultos de Alicante en 1941. Allí está cerca de la familia y en presidio coincide con Antonio Buero Vallejo, quien traza a carboncillo ese retrato tan célebre de Miguel Hernández. En diciembre contrae un tifus, se le declara un proceso de tuberculosis y muere el 28 de marzo de 1942 a las 5 de la madrugada: un cuaderno manuscrito es su legado.


En este cuaderno se encuentra su último libro Cancionero y Romancero de Ausencias, escrito entre 1938 y 1941, publicado póstumamente en el 58. Aquí se encuentra la poesía más depurada de Miguel Hernández. Vuelve otra vez al intimismo y recoge poemas personales dirigidos a su mujer y a sus hijos, el muerto y el nacido en el 39. Los temas son el amor a su familia, el dolor del prisionero, el desengaño y la tristeza tras la guerra. Poemas de dolor, de despedida como Nanas de la cebolla. El hijo vivo es su única esperanza. Aquí canta a la inocencia, al candor de ese niño de 8 meses que es alimentado por su madre, quien sólo come pan y cebolla.


En la poesía de Miguel Hernández, como hemos visto, vida y muerte van estrechamente unidas. En toda su poesía, que rebosa vitalidad, hay siempre una constante premonición de la muerte. En esto se acerca a otro gran poeta vitalista y marcado por la intuición de la muerte, Federico García Lorca. Ambos, bien lo sabemos, mueren en plena juventud.
 
Poemas de futuro


LLAMO A LA JUVENTUD

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.

Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.

ME SOBRA EL CORAZÓN

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

EL SOLDADO Y LA NIEVE

Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.

Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.

Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.

Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.

Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.

Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.

Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.

LAS DESIERTAS ABARCAS (POR EL CINCO DE ENERO)

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,

he prolongado el eco de sangre a que respondo

y espero sobre el surco como el arado espera:

he llegado hasta el fondo.


Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,

esposa de mi piel, gran trago de mi vida,

tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos

de cierva concebida.


Ya me parece que eres un cristal delicado,

temo que te me rompas al más leve tropiezo,

y a reforzar tus venas con mi piel de soldado

fuera como el cerezo.


Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,

ansiado por el plomo.


Sobre los ataúdes feroces en acecho,

sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa

te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho

hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate te piensa

mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,

te acercas hacia mí como una boca inmensa

de hambrienta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

y defiendo tu vientre de pobre que me espera,

y defiendo tu hijo.


Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado

envuelto en un clamor de victoria y guitarras,

y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para seguir viviendo.

Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,

y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo

cosida por tu mano.


Tus piernas implacables al parto van derechas,

y tu implacable boca de labios indomables,

y ante mi soledad de explosiones y brechas

recorres un camino de besos implacables.


Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos

tu corazón y el mío naufragarán, quedando

una mujer y un hombre gastados por los besos.

TODO ESTÁ LLENO DE TI

Todo está lleno de ti,
y todo de mí está lleno:
llenas están las ciudades,
igual que los cementerios
de ti, por todas las casas,
de mí, por todos los cuerpos.

Por las calles voy dejando
algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía
venidos desde muy lejos.

Voy alado a la agonía,
arrastrándome me veo
en el umbral, en el fondo
latente del nacimiento.

Todo está lleno de mí:
de algo que es tuyo y recuerdo
perdido, pero encontrado
alguna vez, algún tiempo.

Tiempo que se queda atrás
decididamente negro,
indeleblemente rojo,
dorado sobre tu cuerpo.

Todo está lleno de ti,
traspasado de tu pelo:
de algo que no he conseguido
y que busco entre tus huesos.

EL RAYO QUE NO CESA

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?

¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

EL HAMBRE

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

ELEGÍA A LA MUERTE DE RAMON SIJÉ


(En Orihuela, su pueblo y el mío
se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión mas grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedientas de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Y volverás a mi huerto y a mi higuera
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
de almendro de natas te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas
compañero del alma, compañero.


NANAS DE LA CEBOLLA

(Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer,
en la que le decía que no comía más que pan: y cebolla)


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
.
Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

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