Bruno Guigue (alto funcionario y articulista
francés) habla sobre el tremendo salto de desarrollo aportado a China
por 70 años de socialismo.
Por mucho que los medios de comunicación occidentales traten de
ocultar esta evidencia, salta a la vista: China ha logrado en 70 años lo
que ningún país ha logrado hacer en dos siglos. Al celebrar el
aniversario de la República Popular, proclamada por Mao Zedong el 1º de
octubre de 1949, los chinos conocen la situación de su país. Pero
también saben en qué estado se encontraba en 1949. Devastado por décadas
de guerra civil e invasión extranjera, era un campo de ruinas.
“La China anterior a 1949”, recuerda Alain Peyrefitte, “es un país de
la Edad Media, (…) un enjambre de mendigos con muñones, niños cubiertos
de heridas, cerdos negros y perros flacos; harapos, entre los cuales se
deslizan algunos brocados. Cuando los elementos se desencadenaban, la
hambruna arrasaba con todo. Los campesinos estaban arruinados de
antemano; en caso de sequías o inundaciones, no tenían la más mínima
reserva”( Cuando China despierte, el mundo temblará , 1973, T. 2, 85).
Con una pobreza increíble, el país solo representaba una ínfima
fracción del PIB mundial, frente al 30% que había alcanzado en 1820,
antes de que el declive de la dinastía Qing y de la intrusión de las
potencias depredadoras de Occidente, a las que pronto se sumaría Japón,
hubieran arruinado esta prosperidad. Devastados por la guerra, los
diques y los canales quedaron en ruinas. Debido a la falta de
mantenimiento, la red ferroviaria estaba en un estado lamentable. Apenas
consiguiendo alimentar al mundo rural, la agricultura estaba
trágicamente mal equipada.
Compuesta en un 90% por agricultores hambrientos, la población tenía
el nivel de vida más bajo del planeta: era inferior al de la India
ex-británica y al del África subsahariana. En esta tierra donde la
existencia pende de un hilo, la esperanza de vida era de entre 36 y 40
años. Abandonada a su ignorancia a pesar de la riqueza de una
civilización plurimilenaria, el 80% de la población china era
analfabeta.
Hoy, la economía china representa el 18% del PIB mundial en paridad
de poder adquisitivo, y ha sobrepasado a la economía estadounidense en
2014. China es la principal potencia exportadora del mundo. Su fuerza
industrial es el doble que la de los Estados Unidos y cuatro veces la de
Japón. Sin embargo, el endeudamiento general del país (deuda pública y
privada) es menor que el de los Estados Unidos (250% contra 360%) y su
deuda externa es baja.
Socialismo vs. capitalismo. ¿Qué sistema ha creado más riquezas? 1960-2016: la China socialista aumenta su PIB per cápita de 191 a 6900 dólares; la India capitalista aumenta su PIB per cápita de 304 a 1861 dólares. El socialismo hace a la gente 4 veces más rica. Victoria para el comunismo.
Como principal potencia acreedora, China tiene las mayores reservas
de divisas del mundo (3 billones de dólares). Como primer socio
comercial de 130 países, ha producido un 30% del crecimiento mundial en
la última década. China es el mayor productor mundial de acero, cemento,
aluminio, arroz, trigo y patatas. Con 400 millones de personas, la
clase media china es la más grande del mundo, y 140 millones de chinos
salieron de vacaciones al extranjero en 2018.
Este desarrollo económico ha mejorado espectacularmente las
condiciones de vida de los chinos. La esperanza de vida aumentó de 40 a
64 años bajo Mao (de 1950 a 1975) y ahora se acerca a 77 años (frente a
82 en Francia, 80 en Cuba, 79 en los Estados Unidos y 68 en la India) .
La tasa de mortalidad infantil es de 7 ‰ contra 30 ‰ en la India y 6 ‰
en los Estados Unidos. El analfabetismo está casi erradicado. La tasa de
matriculación es del 98,9% en las escuelas primarias y del 94,1% en las
escuelas secundarias.
Aún más significativo es que la tasa de pobreza, según el Banco
Mundial, se redujo del 95% en 1980 al 17% en 2010 y al 3,1% en 2017. Xi
Jinping prometió su erradicación para 2020. Según Branko Milanovic, ex
economista jefe del Banco Mundial, la aparición de una gran clase media
en China es la causa principal de la reducción de las desigualdades
mundiales entre 1988 y 2008. En veinte años, 700 millones de personas
han salido de la pobreza. El salario medio se ha duplicado,
especialmente como resultado de la movilización laboral, y las empresas
extranjeras han comenzado a deslocalizar su actividad en busca de una
fuerza laboral menos costosa.
Una de las cuestiones fundamentales del desarrollo es el acceso a las
tecnologías modernas. La China de Mao se benefició al principio con la
ayuda de la URSS, pero ésta se interrumpió en 1960 debido al cisma
chino-soviético. Para resolver este problema crucial, Deng Xiaoping
organizó en 1979 la apertura gradual de la economía china a los
capitales externos: a cambio de las ganancias obtenidas en China, las
empresas extranjeras llevarían a cabo transferencias de tecnología a las
empresas chinas.
¡En 40 años, los chinos han asimilado las tecnologías más
sofisticadas, y el discípulo ha superado al maestro! Hoy, la
participación de China en las industrias de alta tecnología es del 28%
del total mundial y se espera que supere a los Estados Unidos en 2021.
Es cierto que China tiene considerables recursos humanos. Envía a
550.000 estudiantes al extranjero y recibe 400.000 estudiantes. Con 80
polos tecnológicos, es el número uno del mundo en diplomados en
ciencias, tecnología e ingeniería, formando a cuatro veces más que los
Estados Unidos.
Este avance tecnológico del gigante chino ahora va ahora a la par con
la transición ecológica. Como firmante del Acuerdo Climático de París,
China es el mayor inversor mundial en energía renovable. Posee el 60% de
los paneles solares y el 50% de las turbinas eólicas del planeta. El
99% de los autobuses eléctricos en servicio en el mundo se fabrican en
China. Posee el 50% de los vehículos eléctricos y fabrica tres veces más
que los Estados Unidos.
China también tiene la red ferroviaria de alta velocidad más grande
del mundo (30.000 km) y apunta a alcanzar 40.000 km. La empresa pública
china CRRC es el líder mundial en la construcción de Trenes de Alta
Velocidad: fabrica 200 trenes al año y trabaja para 80 países.
Finalmente, China ha emprendido la operación de reforestación más grande
del planeta (35 millones de hectáreas). Tomando en serio la desastrosa
contaminación de la atmósfera en la región de Beijing, ha logrado
reducir en un 50% las emisiones de partículas tóxicas en cinco años.
Este espectacular desarrollo de la República Popular de China es el
resultado de 70 años de esfuerzos titánicos. Para lograr esto, los
chinos han inventado un sistema sociopolítico original, pero que cuesta
describir con las categorías utilizadas en Occidente. Lejos de ser una
“dictadura totalitaria”, es un sistema neoimperial cuya legitimidad
descansa exclusivamente en la mejora de las condiciones de vida del
pueblo chino.
Como organismo dirigente del país desde 1949, el Partido Comunista
Chino sabe que la más mínima desviación de la línea del bienestar
colectivo sería incomprendida y provocaría su caída. Acostumbrados a
pensar que la democracia se basa en el ritual electoral, los
occidentales no entienden este sistema. Además, ni siquiera ven que su
“democracia” se concreta en la designación del presidente por parte de
los bancos, mientras que en China los bancos obedecen al presidente.
Para impulsar el desarrollo del país, los comunistas chinos han
construido una economía mixta pilotada por un Estado fuerte. Su objetivo
prioritario es el crecimiento, que se apoya desde las reformas de 1979
en la modernización de las empresas públicas que dominan los sectores
clave, la constitución de un sector privado poderoso, el recurso a los
capitales extranjeros y las transferencias de tecnología desde los
países más avanzados. Al contrario de lo que a veces se dice, fue el
propio Mao Zedong quien inició este proceso en 1972, cuando restableció
las relaciones con los Estados Unidos.
¡Para desarrollar el país, había que cenar con el diablo! Obviamente,
los comunistas chinos han aprendido a hacerlo. Pero este acercamiento
con el Occidente capitalista, este “compromiso acrobático” acertadamente
calificado así por algunos marxistas, era un medio y no un fin.
Mientras justificaba la apertura económica, Jiang Zemin recordó en 1997
que China no perdía de vista la edificación del socialismo. Es por eso
que el estado debe conducir el desarrollo, la propiedad pública seguir
siendo dominante y el sector financiero mantenerse bajo control.
Hace dos siglos, China seguía siendo el taller del mundo. Agravando
sus contradicciones internas, el imperialismo occidental arruinó el
envejecido imperio manchú. Las guerras del siglo XX, a su vez, sumieron
al país en el caos. A los ojos de los chinos, la República Popular de
China tiene la virtud de haber puesto fin a este largo siglo de miseria y
humillación que comenzó en 1840 con las “guerras del opio”. Liberada y
unificada por Mao, China emprendió el estrecho camino del desarrollo.
Con una pobreza hoy inimaginable, aislada y sin recursos, exploró
caminos desconocidos e intentó, con el maoísmo, transformar radicalmente
la sociedad. (…)
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