Mayo de 1917: Por el poder absoluto de los Soviets
Los titulares de los periódicos gubernamentales eran alarmantes:
“Llamamiento del Gobierno Provisional a la población…”, “Carta del
ministro-presidente al presidente del Soviet de Petrogrado…”, “Dimisión
del ministro de Guerra y Marina…”, “Declaración del ministro de Asuntos
Exteriores”.
El Gobierno Provisional, convencido de su aislamiento político total, publicó el 26 de abril el llamamiento Sobre el Gobierno de coalición, en
el que prometía reanudar con insistencia los esfuerzos encaminados a
ampliar su composición atrayendo a las “fuerzas creadoras activas del
país”. La burguesía rusa consideraba entre estas fuerzas “creadoras”
anónimas a los dirigentes eseristas y mencheviques de los Soviets, dando
así una alta apreciación a la política conciliadora en los primeros
meses después de la Revolución de Febrero.
En la carta de G. Lvov, ministro-presidente, a Chjeidze, presidente
del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, publicada el 27 de
abril, se planteó de manera abierta crear un Gobierno de coalición con
la participación de los líderes del Soviet.
El 28 de abril, este punto se discutió en la sesión del Comité
Ejecutivo y se rechazó por mayoría de un voto (22 a favor, 23 en
contra y 2 abstenciones). No obstante, la cuestión se planteó de nuevo
el 1 de mayo, y esta vez fue aprobada: 44 votos a favor (mencheviques,
eseristas y otros), 19 en contra (bolcheviques y mencheviques
internacionalistas) y 2 abstenciones de eseristas. La circunstancia
decisiva que cambió de manera tan radical la actitud de la mayoría
eserista y menchevique en los Soviets, fue la dimisión de
Guchkov y Miliukov; pero en realidad, la entrada de los socialistas
conciliadores en el Gobierno Provisional fue determinada por su
conducta, y por su capitulación ante la burguesía rusa, que había
conducido al establecimiento de la dualidad de poderes. Así se explica
la diferencia tan asombrosa en el número de los votantes a favor de
formar el Gobierno de coalición. La votación del 1 de mayo reflejaba
la verdadera posición de los mencheviques y eseristas.
Comunicado del periódico Izvestia Petrográdskogo Sovieta Rabóchij y Soldatskij Deputatov (“Noticias del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado”) sobre la decisión del Comité Ejecutivo de los Soviets de incluir a sus representantes en el Gobierno Provisional
2 de mayo de 1917
El 1 de mayo desde la tarde hasta la noche se celebró una sesión
extraordinaria del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y
Soldados, dedicada a analizar la crisis gubernamental, originada por
los acontecimientos de los últimos días.
Para aclarar la situación, fue invitado a la sesión A. F. Kerenski, vicepresidente del Soviet de Diputados Obreros y Soldados y ministro de Justicia.
De su informe y de los comunicados de otros miembros del Comité
Ejecutivo, se dedujo que la situación en el país era muy grave, que
sólo con la participación activa de la democracia revolucionaria
podría crearse un poder nuevo, capaz de terminar con el desbarajuste
económico, organizar la defensa del frente y acelerar la conclusión de
la paz a nivel internacional.
Venta de Pravda en la plaza del Palacio de Petrogrado
Después de discutir de manera exhaustiva el tema, se anunció un
receso para que se reunieran los distintos grupos que integran el
Comité Ejecutivo. Todos los grupos populistas y los mencheviques
socialdemócratas se expresaron a favor de la entrada de representantes de la democracia en el Gobierno. En contra se manifestaron sólo los bolcheviques.
El 5 de mayo se formó el primer Gobierno de coalición. Sobre la base
de la decisión del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y con la
autorización de los comités centrales de los respectivos partidos,
ingresaron en él los mencheviques I. Tsereteli, ministro de Correos y
Telégrafos ; M. Skóbelev, ministro del Trabajo; los socialistas
revolucionarios V. Chernov, ministro de Agricultura; Kerenski, ministro
de Guerra y Marina ; el trudovique P. Perevérzev, ministro de Justicia
; el líder del partido de los socialistas populares A. Peshejónov,
ministro de Abastos. Con esto se cumplían las condiciones del Congreso
de la II Internacional en Amsterdam, que permitió la participación de
los socialistas en el Gobierno burgués en casos excepcionales, bajo el
control del partido y sobre la base de un programa. Sin embargo, el
ejemplo del socialista francés Millerand, quien en 1899 entró en el
Gobierno burgués, cuando el movimiento revolucionario estaba en su
apogeo en el país, había demostrado que ni las “condiciones
preliminares” ni el “control partidario” podían reemplazar una
apreciación precisa y clara de la situación existente cuando se adopta
cierta decisión, pues la entrada de Millerand en el Gobierno condujo
de hecho al apoyo a la contrarrevolución y al descenso de la actividad
revolucionaria de las masas.
Resolución de la asamblea de los obreros de la fábrica Chesher, y su protesta contra la formación del Gobierno coalicionista
3 de mayo de 1917
Los obreros de la fábrica Chesher consideramos que la entrada de
elementos socialistas en el Gobierno de coalición perjudica al
proletariado y al campesinado, pues dicha participación difumina
nuestra política clasista y reforzará al campo de la burguesía al
transferirle al proletariado parte de la responsabilidad que dimana de
la política interior y exterior burguesa.
Aprobada por unanimidad en la asamblea general.
Presidente A. Eloguin
Resolución adoptada por los miembros del Club de Presnia del POSD(b)R (Moscú) sobre su desacuerdo con el Gobierno de coalición.
3 de mayo de 1917
El Gobierno de coalición, instituido por iniciativa del Gobierno
Provisional para mantener ante la democracia revolucionaria su
confianza y prestigio tambaleantes, por su esencia será, como antes,
contrarrevolucionario en la política interna y usurpador en la externa…
Resolución de la asamblea de obreros y empleados de “Unión de
Fábricas de Cables”, de Petrogrado, contra la formación del Gobierno
de coalición y la exigencia de entregar el poder a los Soviets de
Diputados Obreros y Soldados.
5 de mayo de 1917
Nosotros, obreros y empleados de “Unión de Fábricas de Cables”,
reunidos el 3 de mayo en asamblea general, con la presencia de 2.500
personas, escuchamos a representantes del Soviet Central de Diputados
Obreros y Soldados quienes hablaron sobre el proyecto del Gobierno
Provisional y de la mayoría del Soviet de formar un Gobierno de
coalición con el fin de atraerse la confianza del pueblo, y dispusimos
expresar nuestra actitud negativa respecto a tal Gobierno, que será una
cobertura para la acción del Gobierno burgués; exigimos la entrega de
todo el poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados.
De la resolución del Soviet de Diputados Obreros, Soldados y
Cosacos de Krasnoyarsk contra la entrada de los socialistas en el
Gobierno de coalición y con el llamamiento a cohesionarse en torno a los
Soviets.
9 de mayo de 1917
…Consideramos que con la entrada en el Gobierno de coalición, los
socialistas endosan a sus partidos y al Soviet de Diputados Obreros y
Soldados toda la responsabilidad por el poder, sin posibilidad alguna
de ejercerlo.
El Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Cosacos de Krasnoyarsk
exhorta a la más estrecha cohesión de todas las fuerzas socialistas y
democráticas revolucionarias en torno a los Soviets para defender por
vía organizada los intereses del proletariado y la democracia en la
política interior y exterior.
El Comité Ejecutivo conciliador del Soviet de Petrogrado, a partir de
su apreciación errónea de las fuerzas motrices y las perspectivas de
la revolución democrática burguesa, no podía hacer un análisis objetivo
de la situación nacional, y por ello se encubría con su “programa” de
entrar en el Gobierno de coalición, en cuya base yacían cuatro puntos:
1) trabajo activo en favor de la paz, en base al manifiesto del Soviet
del 14 de marzo; 2) regulación de la industria y reformas financieras;
3) medidas preparatorias para solucionar los problemas agrario y
obrero; 4) aceleración de la convocatoria de la Asamblea Constituyente.
Ninguno de estos compromisos se cumplió.
¿De qué trabajo activo en favor de la paz podía hablarse, cuando los
representantes de las llamadas “fuerzas creadoras activas del país”,
que al fin habían entrado en el Gobierno, hicieron todo lo posible para
que las masas no se enteraran del telegrama que Mijaíl Teréschenko,
nuevo ministro de Asuntos Exteriores, envió el 7 de mayo a París, Londres,
Roma, Washington, Tokio, Lisboa, Bucarest, Bruselas y Belgrado? En ese
documento comunicaba a los ministros de Asuntos Exteriores de los
Estados aliados la disposición del Gobierno Provisional de continuar
la guerra. Su contenido se mantuvo en secreto, aunque se habló
reiteradas veces respecto a la actitud adoptada frente a la guerra.
Sobre ello se habló también en la declaración del nuevo Gobierno,
fechada el 5 de mayo: “…la derrota de Rusia y sus aliados… sería la
fuente de las más grandes calamidades para los pueblos”. Teréschenko en
su llamamiento A los ciudadanos de Rusia se refirió a lo
mismo: “La Rusia libre debe demostrar que cumple fielmente el principal
compromiso asumido por ella ante los aliados, el compromiso de la
lucha conjunta y la ayuda mutua”. Al parecer a esto ya no se podía
añadir nada nuevo, pero ahí precisamente residía la causa de que se
silenciara el mencionado telegrama, en el que se decía con demasiada
franqueza: “La democracia rusa (léase: los conciliadores que entraron
en el Gobierno coalicionista. — A. N.) considera que esta guerra es necesaria e inevitable para defender la libertad de la nación”.
El ministro de Asuntos Exteriores, sin afiliación partidaria,
comprendía la amenaza que conllevaba para sus colegas socialistas ese
comunicado de la “democracia rusa” respecto a la guerra.
Cuando el general Alexéiev, comandante en jefe de las tropas, hizo
uso de la palabra en el Congreso de Oficiales del Ejército y la Flota de
toda Rusia (en presencia del embajador estadounidense Francis, el
ministro socialista belga Vandervelde y representantes de las misiones
militares de Francia, Italia, Japón y Servia) y dijo que el programa de
paz sin anexiones ni contribuciones era “una frase utópica”, exhortando
a establecer un poder fuerte, no es casual que los coalicionistas,
quienes en realidad compartían por completo los puntos de vista
reaccionarios del general, se vieran obligados a destituirle, designando
para este cargo al general Brusílov.
Albert Thomas, uno de los líderes de los socialistas franceses, hace propaganda en el frente ruso a favor de la ofensiva.
Los “combatientes activos por la paz” aclamaron la intervención del socialchovinista francés A. Thomas, quien en la sesión del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y
Soldados de Petrogrado, celebrada el 29 de mayo, justificaba la
política traicionera de los socialistas franceses y exigía que el Soviet
contribuyera a fortalecer el ejército para continuar la guerra
imperialista detestada por los pueblos.
Para poner en práctica las ambiciones de la burguesía y la
“democracia” de continuar la guerra —aunque los primeros se proponían
conducirla hasta la victoria definitiva, mientras que los segundos
hacían hincapié en la necesidad de defender la patria y la revolución—,
el primer Gobierno de coalición designó, en los primeros días de mayo,
un comité especial para dirigir los asuntos militares, que integraban,
por una parte, el príncipe Lvov, Teréschenko y Nekrásov; y por otra,
Kerenski y Tsereteli.
Tratando de reforzar la disciplina en el ejército —inadmisiblemente
debilitada, desde su punto de vista— Kerenski ordenó combatir la
confraternización en el frente y puso en práctica la Declaración de los derechos del soldado, que
limitaba de manera considerable los derechos conquistados por los
soldados en las primeras jornadas de la Revolución de Febrero. Los
bolcheviques, que levantaban a las masas a luchar contra la guerra
imperialista, por la paz, la libertad y los derechos humanos, la
denominaban “declaración de la ausencia de derechos de los soldados”.
Por todo el país se convocaban mítines de protesta contra dicha declaración.
Deseando elevar los ánimos ultrapatrióticos, el Gobierno emitió el
“empréstito de la libertad”, designado para fines militares.
Cuando el Soviet de Petrogrado votó el 22 de abril a favor del
“empréstito de la libertad”, en los círculos próximos al Gobierno se
calificó esto como un gran éxito. En primer lugar, la votación
confirmaba que eran reales las esperanzas de utilizar el prestigio del
Soviet para pregonar la continuación de la guerra. En segundo lugar, el
apoyo al “empréstito” era una muestra del respaldo al curso político del
Gobierno Provisional.
El grupo bolchevique en el Soviet aprobó una resolución especial
respecto al “empréstito”, en la que se expresaba resueltamente por la
interpretación clasista y abierta de la guerra, indicando la hipocresía
del juego doble de los social-nacionalistas de todos los países, que
apoyaban a su burguesía imperialista y pedían ayuda al proletariado
internacional para terminar la guerra. Se indicaba además: “Mientras
el poder político y económico no haya pasado a manos del proletariado y
de los campesinos más pobres; mientras el objetivo de la guerra sea
determinado por los intereses del capital, los obreros se opondrán a
los nuevos empréstitos, orientados no a favor, sino en contra de la
libertad revolucionaria de Rusia”.
Al mismo tiempo, los líderes del Soviet de Petrogrado escribían en su periódico Izvestia: “En aras de salvar la revolución, imploramos con insistencia: ¡ciudadanos, apoyen el empréstito!”.
“…Abran sus tesoros y apresúrense a entregar su dinero para liberar a
Rusia”, les hacía eco el ministro socialista Kerenski. Especulando con
el enorme deseo de las masas de vivir en paz, desplegaron una intensa
propaganda bajo la consigna: “¡El camino hacia la paz pasa por las
trincheras del enemigo!” Esta consigna hablaba por sí misma.
La situación económica del país continuaba siendo extraordinariamente grave.
El 9 de mayo, la Sociedad Petrogradense de Empresarios envió al
Gobierno Provisional una nota, indicando que “la catástrofe industrial
se aproxima a una velocidad vertiginosa”. Hacia el 30 de mayo, sólo en
Petrogrado había cerca de 50.000 desempleados.
La iniciativa de combatir la ruina económica tampoco partía de los
ministros socialistas. El primero que propuso adoptar medidas reales
fue el Congreso de Comités Militar-Industriales de toda Rusia (16-19 de
mayo). Como es natural, la burguesía proponía una solución a costa de
la clase obrera. Guchkov, presidente del congreso, declaró en su
discurso que los obreros presentaban a los empresarios reivindicaciones
demasiado elevadas, y afirmaba que la nacionalización del capital
acabaría con la industria.
En la conferencia de comerciantes e industriales, celebrada en Rostov
del Don, también se dijo que el Gobierno Provisional no estaba en
condiciones de ampararlos ante las resoluciones de los Soviets respecto a
la jornada laboral, a los salarios, etc. Los ministros socialistas,
que no disponían de su propio programa de desarrollo económico,
intentaban maniobrar. De una parte, se dejaban llevar por los
capitalistas; de otra, engañaban a las masas prometiendo mejorar muy
pronto su situación.
En cuanto al problema agrario, los ministros socialistas no llegaron a tomar ninguna medida real.
Víctor
Chernov, uno de los fundadores del partido de los socialistas
revolucionarios (eseristas) y su teórico. Participó en el movimiento
revolucionario desde finales de los años 80 del siglo XIX. Fue ministro
de Agricultura en el Gobierno Provisional de coalición
A raíz de la Revolución de Febrero, los terratenientes comenzaron una
especulación desenfrenada con las tierras. Dividían las parcelas, las
vendían a extranjeros, las entregaban a testaferros, dejaban de
cultivarlas. El eserista Chernov, ministro de Agricultura en el
Gobierno coalicionista de mayo, intentaba prohibir tales transacciones
aunque fuese hasta cuando apareciera una disposición especial. A
partir del proyecto propuesto por Chernov, Perevérzev, ministro de
Justicia, envió el 17 de mayo un telegrama a los notarios sobre la
prohibición temporal de las transacciones con las tierras. Pero el 24
del mismo mes, el Consejo de Sociedades Unificadas de la Nobleza se
dirigió al Gobierno con una nota en la que afirmaba que tal prohibición
era… el retorno al régimen de servidumbre (!), pues al latifundista lo
ataban a una tierra que tal vez él quisiera vender. A la protesta de
los terratenientes unieron su voz el Comité de Congresos de
Representantes de Sociedades Anónimas, los bancos agrarios, el Comité
Provisional de la Duma. Los ministros socialistas retrocedieron también
en esta cuestión. En las postrimerías de mayo, el ministro de Justicia
explicó que la prohibición de las transacciones con las tierras no se
extendía al establecimiento y transición de los derechos hipotecarios,
lo que anulaba, en realidad, la disposición anterior.
La ausencia de la respuesta precisa a una de las cuestiones
fundamentales de la revolución —el problema de la tierra—causaba el
crecimiento incesante de las acciones campesinas. Cerrando los ojos ante
esta situación, el socialista revolucionario Chernov declaraba que los
“excesos” en el sector agrario tenían, supuestamente, un carácter
temporal, y exhortó a ponerles fin. Por entonces, A. Jruschev,
viceministro de Agricultura, comunicó que el movimiento agrario
continuaba en ascenso y amenazaba con el desorden de toda la vida
económica del país. Se aprobó otra declaración en la que se volvía a
hablar, de manera abstracta, sobre la necesidad de organizar comités
agrarios locales y promulgar una ley sobre la “regulación de las
relaciones entre los propietarios de las tierras y los campesinos”. En
el comité, los representantes de los bolcheviques se pronunciaron a
favor de confiscar de inmediato las tierras de los latifundistas.
En Petrogrado, Moscú, Odesa, Járkov, Kazán, y en las demás grandes ciudades industriales, el pueblo bullía, hacía mítines.
En el “favorable” ambiente pequeño-burgués adquiría cada vez más
fuerza el bulo de que Lenin había sobornado a los obreros con ayuda del
oro alemán y que por eso ahora todos ellos lo apoyaban. Los hilos de la
sucia calumnia conducían al servicio de inteligencia inglés. El Estado
Mayor General británico entregó a las autoridades rusas unos datos
obtenidos de “fuente fidedigna” —en realidad fabricados por él mismo—
en el sentido de que Alemania había enviado a Rusia 500 agentes, a
título de especialistas, con el fin de provocar un conflicto entre el
Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado e instigar a los
campesinos para que se apoderaran de las tierras. Supuestamente, se les
encomendaba a ellos mismos volar los barcos de la Flota del Báltico.
Tales mentiras se hiperbolizaban, de manera particular, en el ambiente
pequeñoburgués.
—Hay que matar a todos esos miserables— decían entre los
propietarios de las pequeñas empresas al ver a los manifestantes. Pero
ya era imposible eliminarlos, así como tampoco se podía —como sucedía
antes— llamar al pueblo al orden por medio de un grito. Y, en la sesión
del Gobierno, el ministro de Justicia propuso como necesario implantar
temporalmente el arresto extrajudicial, y para los desertores,
tribunales en los que las causas “se examinen con la mayor rapidez
posible”, aunque sí observando “las reglas generales”.
El 12 de mayo el ministro del Interior envió una circular a los
comisarios provinciales en la que exigía adoptar medidas urgentes para
luchar contra el movimiento revolucionario en las localidades.
Mitin frente al Palacio Mariinski
Pero era imposible detener el ascenso de la revolución. Sólo en un
día, el 19 de mayo, se convocaron en la capital : una manifestación de
la juventud obrera con las consignas “¡Abajo la guerra!” y “¡Todo el
poder a los Soviets!”, en la que participaron 8.000 personas; una
reunión de los obreros de la fábrica Putilov para protestar contra el
traslado de las empresas al sur de Rusia, contra lo que se llamaba
“descargar” Petrogrado de obreros revolucionarios; una asamblea general
de soldados de los talleres de automóviles del grupo de carros
blindados de reserva, en la que se protestó contra la Declaración de los derechos del soldado. En
el Regimiento Preobrazhenski se aprobó una resolución de protesta
debido a que el 13 de mayo los contrarrevolucionarios quemaron 40.000
ejemplares del periódico Soldátskaia Pravda (“La Verdad del
Soldado”) destinados para el frente. Ese mismo día, los obreros de la
fábrica de vidrio de Tigot (provincia de Nóvgorod) detuvieron al
administrador de la empresa y se adueñaron de los libros de
contabilidad y la oficina de seguros; en Ust-Tsilma (provincia de
Arjánguelsk) comenzó una huelga; en el pueblo de Annino (distrito de
Venevsk, provincia de Tula), los campesinos requisaron la hacienda de la
terrateniente Majótina; el general Kornilov, a la sazón jefe del 8º
Ejército, comunicaba desde el Frente Sudoeste acerca de la
confraternización en el frente, particularmente en la zona de la 79ª
División, donde, según sus palabras, “adquirió grandes dimensiones”;
en el distrito de Slavianoserbski (provincia de Ekaterinoslav), los
campesinos de la aldea de Manúilovka confiscaron en la hacienda de
Bunch los terrenos para pastar el ganado; en Odesa, la asamblea de
obreros y empleados de la refinería de azúcar de la sociedad
Alexándrovskaia exigieron la renuncia del director de la empresa por
ignorar los derechos del comité de fábrica y por despedir ilegalmente a
obreros, y un largo etcétera.
Resolución del Soviet de Diputados Obreros del distrito
Gorodskoi de Moscú sobre la necesidad de transmitir el poder a los
Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos.
24 de mayo de 1917
- La guerra es la causa fundamental de la crisis financiero-económica y alimentaria.
- Para superar la crisis es preciso adoptar medidas revolucionarias
radicales: nacionalizar la tierra, los bancos, las ramas más
importantes de la gran industria agrupadas en sindicatos (uniones
capitalistas), requisar las reservas de trigo a los terratenientes y
campesinos ricos (que tengan más de 50 desiatinas), confiscar las
riquezas de los monasterios, así como las de la familia de los Románov y
todas las ganancias expoliadas por los capitalistas durante la guerra.
El Gobierno de coalición, que es una transacción de los socialistas
con la burguesía, no está en condiciones de poner en práctica estas
medidas revolucionarias, las cuales socavan las propias bases del
régimen burgués.
Sólo la democracia revolucionaria, cuyos representantes son los
Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos, puede realizar
—tomando el poder en sus manos— estas medidas de transición que
conducen a la revolución socialista en el mundo entero.
La fuerza que organizaba el movimiento de las masas eran los
bolcheviques. En las jornadas de mayo de 1917, Lenin intervino en
muchos mítines obreros de Petrogrado, donde explicó las consignas
fundamentales del Partido Bolchevique: el 12 de mayo, en un mitin
multitudinario de obreros de la fábrica y los astilleros Putílov, y en
los astilleros del Almirantazgo; el 17 de mayo, en la fábrica de tubos,
esclareció la táctica del Partido Bolchevique y denunció la demagogia
de los mencheviques y eseristas, su comportamiento de lacayos ante la
burguesía.
Lenin tenía que intervenir con bastante frecuencia ante auditorios
donde los eseristas y mencheviques trataban de indisponer a los obreros
contra los bolcheviques; e incluso a veces interrumpían a los oradores
bolcheviques. Así, cuando Lenin hacía uso de la palabra en un mitin
multitudinario de la fábrica Obújov, entonces ciudadela de los
eseristas, éstos trataron de interrumpirlo dos veces, pero los obreros
los llamaron al orden.
He aquí como describe A. Kuchkin, uno de los delegados al I Congreso
de Diputados Campesinos de toda Rusia, la intervención de Lenin en este
evento el 22 de mayo, ante una gran parte de diputados que no
pertenecían a ningún partido y tenían un espíritu antibolchevique: “El
ruido en la sala cesó de repente, cuando A. Avxéntiev, uno de los
líderes de los eseristas, presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de
Diputados Campesinos de toda Rusia, dijo: “Se concede la palabra al
camarada Lenin”.
Tan pronto sonó su voz fuerte, algo gutural, desde la derecha de la sala gritaron:
— ¿Por qué se le concede la palabra a Lenin? Él no es delegado al congreso. ¡Qué se le prive de la palabra!
En la sala se oyó un murmullo. Pero Lenin permanecía tranquilo,
ciñendo el pupitre con ambas manos y mirando pensativo a los de la
derecha, enfurecidos. Al fin, el murmullo cesó.
He venido aquí —dijo Vladimir Ilich— como miembro del grupo
bolchevique, elegido legalmente al presente congreso. Y levantó sobre
su cabeza el mandato (Lenin tenía voto consultivo).
Avxéntiev lo confirmó. Lenin comenzó el informe. Al empezar el
discurso se oyeron réplicas desde los escaños de la derecha. No duraron
mucho tiempo. Luego, Lenin hablaba en medio de un absoluto silencio.
Explicaba la política de los bolcheviques sobre tres cuestiones
básicas: la tierra, la guerra, la organización del Estado. Presentó una
resolución sobre el problema agrario, en la que se proponía entregar de
inmediato al pueblo, sin indemnización alguna, todas las tierras de
los latifundistas, de propiedad privada, de la familia real, de la
Iglesia y otras. La propiedad privada sobre la tierra —se indicaba en la
resolución— debe ser abolida, es decir, el derecho de propiedad sobre
la tierra debe pertenecer sólo a todo el pueblo; la tierra deben
administrarla las instituciones democráticas locales. En la resolución
bolchevique se indicaba que la entrega de las tierras de los
latifundistas a los campesinos sin indemnización, no podría efectuarse
sin la estrecha alianza de los campesinos con los obreros urbanos, sin
el paso de todo el poder estatal a manos de los Soviets de Diputados
Obreros, Soldados y Campesinos.
Los delegados, sobre todo los campesinos, mantenían fijas sus
miradas en el rostro de Lenin. Sus palabras eran concisas, claras y
comprensibles para todos… Las frases, acertadas y agudas como flechas…
suscitaban ovación. ¡El auditorio fue conquistado, cautivado!…”
Cada vez eran más quienes comprendían que Lenin tenía razón al
vincular la solución de los problemas más importantes de la revolución
con el paso del poder estatal a los Soviets. Sólo esto podría impedir la
aventura en la política exterior e interior, hacia la que los círculos
gobernantes empujaban al país.
En Rusia —escribió Lenin—, “…los capitalistas no podrán oponer
resistencia a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos”.
Los eseristas y mencheviques calificaron los acontecimientos de mayo
en Kronstadt como una ruptura con la democracia revolucionaria y el
resultado de que dominaron elementos anarquistas. Declararon que los
culpables eran los bolcheviques, aunque todos sabían que la mayoría de
los miembros de Soviet de Kronstadt no pertenecían a ningún partido y
que la resolución sobre el poder se había aprobado por iniciativa de esa
mayoría.
Los ministros socialistas Tsereteli y Skóbelev, así como una
delegación del Soviet de Petrogrado, encabezada por Chjeidze, fueron a
Kronstadt y exigieron el cumplimiento de todas las decisiones del
Gobierno Provisional. No obstante, el Soviet de Kronstadt declaró que
reconocía el poder del Gobierno Provisional, pero señaló que eso no
excluía “la crítica y el deseo de que la democracia revolucionaria
cree una organización nueva del poder central entregando todo el poder
al Soviet de Diputados Soldados y Obreros”.
Del llamamiento del Soviet de Obreros y Soldados de Kronstadt
a la población de Petrogrado y de toda Rusia con motivo de la campaña
calumniosa de la burguesía contra el Kronstadt revolucionario.
27 de mayo de 1917
De los marineros, soldados y obreros de Kronstadt al pueblo revolucionario de Petrogrado y de toda Rusia.
El nombre de Kronstadt figura en las gloriosas páginas de la historia
de la revolución rusa, y ahora se difama y denigra en las planas de
todos los periódicos burgueses. Las rabiosas plumas de los calumniadores
contrarrevolucionarios escriben que nosotros exhortamos al pueblo a la
arbitrariedad, al linchamiento y a la anarquía; que infligimos
tormentos a los opresores y servidores del zarismo que hemos detenido;
que, por último, nos hemos negado a reconocer el Gobierno Provisional,
nos separamos de Rusia y creamos la república independiente de
Kronstadt.
¡Qué patraña tan absurda! ¡Qué calumnia tan miserable y vergonzosa!
Aquí, en Kronstadt, no hemos implantado la anarquía, sino un orden
revolucionario, honesto y firme. Nuestro Soviet de Diputados Obreros y
Soldados ha tomado el poder en sus manos en todos los asuntos locales.
Nos oponemos al linchamiento, a todo tipo de venganza indigna
respecto a los servidores del zarismo detenidos. Pero sí estamos a favor
de un tribunal de la revolución honesto, libre, organizado
imparcialmente contra los enemigos del pueblo. Los oficiales, gendarmes y
policías que hemos detenido en las jornadas de la revolución, han
declarado ellos mismos a los representantes del Gobierno que no pueden
quejarse en absoluto del trato que reciben en prisión. Es verdad que
los edificios de las cárceles de Kronstadt son espantosos, pero son los
mismos que construyó el zarismo para nosotros. No tenemos otras. Y si
mantenemos en esas cárceles a enemigos del pueblo, los mantenemos no por
venganza, sino por razones de seguridad revolucionaria.
… Acusarnos de perfidia sólo pueden hacerlo los instigadores, a
quienes les conviene frustrar el acuerdo alcanzado con los
representantes del poder central, para devastar Kronstadt, considerado
“nido revolucionario”, y para facilitar el trabajo de la
contrarrevolución. Camaradas y hermanos: nadie podrá atreverse a
acusarnos de cometer actos indignos. No violamos la palabra dada. Los
revolucionarios somos personas honradas. Estamos firmemente
convencidos de que este llamamiento dispersará, sin dejar rastro, la
mentira, la calumnia y la sospecha, y restituirá entre nosotros el nexo
inquebrantable de confianza revolucionaria mutua…
Los de Kronstadt permanecemos en nuestro puesto, en el flanco
izquierdo del gran ejército de la revolución rusa. Tenemos esperanzas,
tenemos fe, estamos convencidos de que cada día nuevo irá abriendo cada
vez más los ojos a las capas más ignorantes y atrasadas del pueblo ruso
y de que no está lejos la hora cuando, con las fuerzas unificadas de
las masas trabajadoras, toda la plenitud del poder en el país pasará a
manos de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Nosotros,
marineros, soldados y obreros de Kronstadt, les extendemos nuestra mano,
hermanos de la revolución en Petrogrado y en toda Rusia. Nuestra
ligazón es indisoluble. Nuestra unidad es inquebrantable. Nuestra
fidelidad es inmutable.
¡Abajo los calumniadores y divisores del pueblo revolucionario!
¡Viva la revolución rusa!
Presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados Lamanov
Secretario Priselkov
Las reelecciones efectuadas en muchos Soviets en mayo y junio
otorgaron a los bolcheviques la gran mayoría. Los presidentes de
comités ejecutivos de los Soviets de los distritos capitalinos de
Vasílevski Ostrov, Pervi Gorodskoi y de Petrogradski eran bolcheviques.
En el Soviet de Diputados Obreros de Moscú, a partir del 1 de junio, los
bolcheviques obtuvieron 205 de los 625 escaños existentes.
Los bolcheviques conquistaron las secciones obreras en los Soviets de Sarátov, Ekaterinburgo y Sizran.
Los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de Ivánovo-Voznesensk (12
de mayo), de Krasnoyarsk (12 de mayo), de Marienburgo (16 de mayo) y de
Tomsk (entre el 19 y el 22 de mayo) expresaron su desconfianza al
Gobierno Provisional y declararon que sólo se podría solucionar la
situación entregando el poder a los Soviets. Pero la mayoría de los
Soviets, que confiaba aún en los conciliadores, apoyaba por doquier al
Gobierno Provisional y aprobaba su curso.
La Conferencia nacional de los mencheviques, que sesionó del 7 al 12
de mayo, aprobó la entrada de los mencheviques en el Gobierno
Provisional y reconoció necesario prestarle plena ayuda.
El III Congreso del partido de los eseristas, celebrado entre el 25
de mayo y el 4 de junio, aprobó la formación del Gobierno
coalicionista, aunque en las filas de este partido ya sonaban críticas
contra su directiva. El grupo que presentó su crítica en el congreso
declaró la creación del Buró Organizativo y que se reservaba la
libertad de acción; ellos mismos frustraron la elección de Kerenski al
Comité Central.
El VIII Congreso del partido de los demócratas constitucionalistas
(9-11 de mayo) expresó “la esperanza de que la entrada de los
socialistas en el Gobierno pondrá fin a la dualidad de poderes”.
Sólo los bolcheviques explicaban que la entrada de representantes de
los partidos “socialistas” en el Gobierno de coalición no había
cambiado nada. No ha cambiado nada: así se titulaba uno de los artículos de Lenin publicado en el Pravda del 11 de mayo.
“Ahora que han entrado en el Gobierno ministros “socialistas”
—escribía—, las cosas marcharán de otra manera: nos han asegurado y
siguen asegurándonos los defensistas. Pero han bastado unos cuantos días
para que empiece a revelarse la falsedad de tales aseveraciones”.
Promoviendo y apoyando la consigna “¡Todo el poder a los Soviets!”,
los bolcheviques, al mismo tiempo, exhortaban a los obreros y soldados
a lograr que los Soviets conciliadores cambiaran su política,
renunciaran a la política de confiar en el Gobierno Provisional, se
reeligieran los delegados a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados.
En el Mandato a los diputados a elegir por las fábricas y regimientos para el Soviet de Diputados Obreros y Soldados, escrito por Lenin, se subrayaba:
“1º) Nuestro diputado debe ser un adversario incondicional de la
guerra actual, imperialista, de rapiña. Esta guerra la hacen los
capitalistas de todos los países —Rusia, Alemania, Inglaterra, etc.— en
aras de sus beneficios y para estrangular a los pueblos débiles.
2º) Mientras esté al frente del pueblo ruso un Gobierno de los
capitalistas, ¡ningún apoyo, ni un solo kopek para ese Gobierno, que
hace una guerra de conquista!
3º) Nuestro diputado debe abogar por la inmediata publicación de los
rapaces tratados secretos (sobre la estrangulación de Persia, el
reparto de Turquía, de Austria y otros) concertados por el ex zar
Nicolás con los capitalistas de Inglaterra, Francia, etc.
4º) Nuestro diputado debe abogar por la inmediata anulación de todos
esos tratados. El pueblo ruso, los obreros y los campesinos, no quieren
oprimir ni oprimirán a ningún pueblo; no quieren retener ni retendrán
por la fuerza dentro de las fronteras de Rusia a ningún pueblo no ruso.
¡Libertad para todos los pueblos, alianza fraternal entre los obreros y
campesinos de todas las nacionalidades!
(5) Nuestro diputado debe abogar por que el Gobierno ruso proponga
inmediata e incondicionalmente, sin la menor reserva ni la más leve
demora, abiertamente, la paz a todos los países beligerantes, sobre la base de la emancipación de todas las naciones oprimidas o privadas de plenitud de derechos, sin ninguna excepción”.
Lenin no terminó de escribir el Mandato, pero los principales preceptos de este esbozo, publicado por primera vez en 1925, fueron la base del Proyecto de mandato al elegir los delegados al Soviet de Diputados Obreros y Soldados, que apareció en el Pravda el
7 de mayo de 1917. Esto era la plataforma oficial del Partido
Bolchevique en la campaña para reelegir los Soviets, que reflejaba el
estado de ánimo y las aspiraciones de las más amplias masas.