Por Daniel Bellaco, extraído de digitalsevilla.com.
“Es el mercado amigo”, como diría aquel. El capitalismo
radical imperante es lo que tiene, que se explota a gente en cualquier
lugar del mundo para el beneficio de las grandes empresas
multinacionales.
El estudio más importante realizado en los últimos años sobre las condiciones laborales de las empleados en la industria textil en el tercer mundo afirma que la mayor parte de los más de 12 millones que se dedican en sus hogares a trabajar por 11 céntimos de euros por hora son mujeres y niñas.
El estudio ha sido realizado por el Centro Blum para Economías en Desarrollo de la Universidad de Berkeley, en California y establece en su informe que la mayoría además pertenecen a comunidades étnicas que han sufrido represiones históricas.
Estas trabajadoras explotadas son las encargadas de dar los retoques finales a las prendas (abotonados, bordados o abalorios) de las “principales marcas de moda occidentales” según afirma Siddaharh Kara, director del estudio ‘Prendas Manchadas’.
“El objetivo de este estudio es el de revelar las condiciones en las que trabajan estas empleadas con la esperanza de que los gobiernos, las compañías y las ONG puedan coordinar una solución a esta explotación laboral”, ha detallado Kara.
Estas mujeres esclavizadas son un sector invisible, subcontratado, sin nóminas, residentes en campamentos laborales, alrededor de las enormes fábricas textiles de la India.
El 95,5% son mujeres. El 99,3% de las trabajadoras son pertenecientes a una casta inferior o musulmanas. El 99,2% trabajan bajo condiciones de trabajo forzado, por debajo del salario mínimo establecido. El 20% de estas mujeres son menores de 17 años y entre las 1.452 entrevistadas había niñas menores de 10 años. El 6% de ellas trabajaban para pagar una deuda.
“Absolutamente ninguna de las empleadas tiene seguro médico, y nadie pertenecía a sindicato alguno, o recordaba haber firmado un acuerdo laboral por escrito”, según las conclusiones del estudio.
Son penalizadas si no entregan las prendas a tiempo, pasan semanas encerradas en casa sin parar de coser sufriendo problemas físicos como dolores crónicos de espalda o visión borrosa.
Según explicaron fuentes del Ministerio de Trabajo de la India, esta explotación “desenfrenada” se originó por culpa de los ajustes estructurales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en los años 90.
La globalización permitió que las multinacionales dueñas de las primeras marcas occidentales produjeran en países del tercer mundo para aumentar así sus beneficios.
En la India, 35 millones de personas se dedican a este tipo de sector textil, 20 millones son mujeres.
Gutam Kumar Mahanty responsable de la ONG Aajeevika Bureau, especializada en el seguimiento de empleados inmigrantes en India, denuncia a World Crunch que “los empleados reciben objetivos imposibles de cumplir, como el de abotonar entre 400 y 500 prendas al día, tres o cuatro veces más de lo que es humanamente posible”.
“Las noches son lo peor, porque nos da mucho miedo estar solas en la fábrica. Nos traemos a nuestros hijos y les dormimos en cunas hechas de telas, y cerca de las calderas para que no pasen frío”, afirma una trabajadora que pasa su vida en los campamentos de producción establecidos alrededor de las factorías donde los abusos sexuales son constantes y las denuncias prácticamente inexistentes.
El estudio realizado por la Universidad de Berkeley recomienda a las compañías occidentales que comiencen a investigar estas subcontrataciones. “No basta con que me digan, ‘bueno, es que la fábrica no nos dice que subcontratan'”, detalla Kara, “sino que es la labor de estas compañías preguntar por las condiciones de las empleadas. Si no preguntan, está claro que esta explotación va a continuar”.
Exige el análisis a que las compañías occidentales deben hacer presión para que suban los salarios: “Hay que desarrollar una cooperación concertada al más alto nivel entre los ámbitos público y privado”.
El estudio más importante realizado en los últimos años sobre las condiciones laborales de las empleados en la industria textil en el tercer mundo afirma que la mayor parte de los más de 12 millones que se dedican en sus hogares a trabajar por 11 céntimos de euros por hora son mujeres y niñas.
El estudio ha sido realizado por el Centro Blum para Economías en Desarrollo de la Universidad de Berkeley, en California y establece en su informe que la mayoría además pertenecen a comunidades étnicas que han sufrido represiones históricas.
Estas trabajadoras explotadas son las encargadas de dar los retoques finales a las prendas (abotonados, bordados o abalorios) de las “principales marcas de moda occidentales” según afirma Siddaharh Kara, director del estudio ‘Prendas Manchadas’.
“El objetivo de este estudio es el de revelar las condiciones en las que trabajan estas empleadas con la esperanza de que los gobiernos, las compañías y las ONG puedan coordinar una solución a esta explotación laboral”, ha detallado Kara.
Estas mujeres esclavizadas son un sector invisible, subcontratado, sin nóminas, residentes en campamentos laborales, alrededor de las enormes fábricas textiles de la India.
El 95,5% son mujeres. El 99,3% de las trabajadoras son pertenecientes a una casta inferior o musulmanas. El 99,2% trabajan bajo condiciones de trabajo forzado, por debajo del salario mínimo establecido. El 20% de estas mujeres son menores de 17 años y entre las 1.452 entrevistadas había niñas menores de 10 años. El 6% de ellas trabajaban para pagar una deuda.
“Absolutamente ninguna de las empleadas tiene seguro médico, y nadie pertenecía a sindicato alguno, o recordaba haber firmado un acuerdo laboral por escrito”, según las conclusiones del estudio.
Son penalizadas si no entregan las prendas a tiempo, pasan semanas encerradas en casa sin parar de coser sufriendo problemas físicos como dolores crónicos de espalda o visión borrosa.
Según explicaron fuentes del Ministerio de Trabajo de la India, esta explotación “desenfrenada” se originó por culpa de los ajustes estructurales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en los años 90.
La globalización permitió que las multinacionales dueñas de las primeras marcas occidentales produjeran en países del tercer mundo para aumentar así sus beneficios.
En la India, 35 millones de personas se dedican a este tipo de sector textil, 20 millones son mujeres.
Gutam Kumar Mahanty responsable de la ONG Aajeevika Bureau, especializada en el seguimiento de empleados inmigrantes en India, denuncia a World Crunch que “los empleados reciben objetivos imposibles de cumplir, como el de abotonar entre 400 y 500 prendas al día, tres o cuatro veces más de lo que es humanamente posible”.
“Las noches son lo peor, porque nos da mucho miedo estar solas en la fábrica. Nos traemos a nuestros hijos y les dormimos en cunas hechas de telas, y cerca de las calderas para que no pasen frío”, afirma una trabajadora que pasa su vida en los campamentos de producción establecidos alrededor de las factorías donde los abusos sexuales son constantes y las denuncias prácticamente inexistentes.
El estudio realizado por la Universidad de Berkeley recomienda a las compañías occidentales que comiencen a investigar estas subcontrataciones. “No basta con que me digan, ‘bueno, es que la fábrica no nos dice que subcontratan'”, detalla Kara, “sino que es la labor de estas compañías preguntar por las condiciones de las empleadas. Si no preguntan, está claro que esta explotación va a continuar”.
Exige el análisis a que las compañías occidentales deben hacer presión para que suban los salarios: “Hay que desarrollar una cooperación concertada al más alto nivel entre los ámbitos público y privado”.
Fuente original:
Esto sigue igual que el la época de Marx, ya lo escribió en El Capital, hoy inclúso peor al estar el capital libre de fronteras, ya que los capitalistas después de epoliar a los trabajadores en su país luego se llevan la fábrica y el capital allí donde la mano de obra es a cambio de un plato de arroz a razón de dias y noches de explotación laboral. Es lo mismo que los indianos que fueron a hacer las américas que se decía o dicen que trabajaron de sol a sol para hoy hacerse millonarios y tener grandes empresas y cientos y cientos de trabajadores, lo que nunca dirán o dijeron es que cuando llegaron a hacer las américas hicieron lo mismo que Colón, traficaban con wiski, con rón, con tabaco que traian los marineros de los barcos yankis, con putas, vendían a cambio de dolares a indianas, etc. así empezaron y así siguieron, es la historia de los indianos, los que fueron con una mano alante y otra atrás, hoy sigue la explotación infantil en países subdesarrollados para que los mismos mamarrachos se hagan de oro por el bien de sus bolsillos. El capitalismo no tiene fronteras.
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