En
Estados Unidos, 19 militantes afroamericanos del Black Panther Party,
de la Black Liberation Army y de la organización Move, detenidos en los
años 1970 y 1980, están todavía en prisión.
Acusados
de haber asesinado policías y guardias de prisiones blancos, algunos
de ellos reivindican estos homicidios como actos políticos, pero muchos
otros, como Mumia Abu Jamal, han negado siempre las muertes que les
imputaban.
Frecuentemente, las acusaciones atribuidas a estos militantes
fueron completamente inventadas y sus procesos fueron parodias de la
justicia. Desde el año 2000, diez militantes del movimiento Black Power
han muerto en prisión. Mumia Abu Jamal, aunque ya no está condenado a
muerte, sí lo está a cadena perpetua y se le niega, a los 64 años, los
cuidados médicos que necesita.
Culpables
o inocentes de los hechos que les atribuyen, estos activistas se pudren
desde hace cuarenta años en prisión porque el Estado norteamericano
quiere hacerles pagar caro haberse atrevido levantarse contra el
sistema que les oprimía, y que oprime todavía a la aplastante mayoría
de los afroamericanos.
La
negación de atenderlos sanitariamente correctamente forma también parte
del castigo político infligido por el poder. La justicia estadounidense
ni se plantea liberarlos y tiene a gala privarles de libertad para
siempre.
En
cuanto a los policías blancos que, cada año, asesinan a jóvenes negros,
no tienen que preocuparse en absoluto de acabar igual. Protegidos por
el Estado al cual sirven, la mayoría no pasará ni un solo día de su vida
en prisión.
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