Por Tulio Riomesta.
La
victoria final del bando sublevado y la desaparición de todos los
archivos municipales y provinciales relacionados con los sucesos de
Badajoz han hecho que estos jamás hayan sido llevados ante un tribunal.
Campesinos
que habían osado enfrentarse al feudalismo de los señoritos dando vida
al sueño de la reforma agraria. José Herrera Petere: “La carne y la
sangre viva, el trabajo, el sudor, las lágrimas y el hambre, salían al
encuentro de la bisutería, las barras de carmín, los polvos, el
colorete, las rentas artificiales, las trampas, la hipocresía”.
República y al fin la tierra para quien la trabaja. Pacíficos
jornaleros, a lomos de burros y pertrechados de azadas, dispararon a la
tierra con sus arados en 280 pueblos, comenzando a labrar más de 3.000
fincas. Los terratenientes y sus caciques jamás les perdonaron aquella
insolencia, el propósito de vivir dignamente, sin servidumbre ni amos.
El
Ejército de África, el general Yagüe, las columnas de Asensio y
Castejón se dirigieron a Badajoz, importante porque representaba el faro
de la reforma agraria republicana. Pero Badajoz no se rendía, yunteros,
lavanderas, ferroviarios, costureras, albañiles, maestras, mecánicos,
criadas, médicos..decidieron resistir, defender la República. Durante
días Badajoz padeció el bombardeo aéreo incesante y los obuses sembrando
el terror, las columnas sublevadas habían puesto el cerco. Las milicias
populares defendían la ciudad pero no llegaba artillería ni aviación de
Madrid. La ciudad tenía sus horas contadas. A los republicanos les
sobraba corazón, pero les faltaban municiones. La defensa heroica
sucumbió. Badajoz cayó, empezó la escabechina, la carnicería más
monstruosa que se pueda imaginar.
Los
republicanos detenidos en la Catedral de San Juan fueron fusilados en
los altares. Los arrestados por toda la ciudad congregados en la plaza
del Ayuntamiento fueron ametrallados por grupos, a centenares, pero el
genocidio no había hecho más que empezar: Mutilación, castración de
cadáveres, ametrallamientos colectivos, saqueo indiscriminado,
violaciones, degüellos. Yagüe ordenó el encierro de los prisioneros en
la plaza de toros. Se entregaron invitaciones para acudir al festejo, se
instalaron focos para iluminar. En los tendidos señoritos, falangistas,
terratenientes, señoritas cristianas, devotas de la alta sociedad,
monjas, frailes, aguardaban impacientes la orgía de sangre que se
avecinaba.
Jorge
Pinto, terrateniente de Olivenza hacía bailar a las mujeres antes de
matarlas. El sargento moro Muley vestido de torero usaba la bayoneta
como estoque contra la cara y cuello de los prisioneros. La gente de ley
y orden daba olés y aplausos cuando los prisioneros eran
banderilleados. El miliciano Juan Gallardo Bermejo le arrebató la
bayoneta a uno de los legionarios-torero y lo mató. Se retiraron de la
arena moros y legionarios y comenzó un ametrallamiento masivo. No más de
2 o 3 personas sobrevivieron de más de 4.000; se llenaron las fosas
comunes. Texto de Julián Zugazagoitia: “..Cientos de prisioneros
atraillados como perros de caza, eran empujados al ruedo para blanco de
las ametralladoras que los destruían con ráfagas implacables..”.
El
periodista Jay Allen, del Chicago Tribune contó 1.200 asesinados solo
el día 15, entre ellos el alcalde de Badajoz, Sinforiano Madroñero y el
diputado socialista Nicolás de Pablo. El día 25 publicó: “..les llevan
al ruedo, hay ametralladoras esperándoles, la sangre subía un palmo del
suelo…1.800 hombres- mujeres también- fueron abatidos en 12 horas”.
Jacques Berthet, corresponsal del Journal de Genève (actual Le Temps):
“..alrededor de 1.200 personas han sido fusiladas, las aceras de la
Comandancia Militar empapadas de sangre, arrestos, ejecuciones en masa
en la Plaza de Toros..”
Le Populaire: “..17 de agosto. continúan las
ejecuciones en masa en Badajoz, sobrepasando los 1.500, entre ellos
militares republicanos, el coronel Cantero, el comandante Alonso, el
capitán Almendro, el teniente Vega, suboficiales, soldados. Mario Neves".
Diario de Lisboa: “..En las avenidas principales, larga hilera de
cadáveres insepultos, los legionarios y los moros encargados de las
ejecuciones quieren que sirvan de ejemplo”.
Yagüe lo confirmó al
corresponsal del New York Herald, John Whitaker: ”Por supuesto que los
matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar 4.000 prisioneros rojos
conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a
soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?"
En
el libro “La columna de la muerte” Francisco Espinosa documenta 1.389
ejecuciones, y constata hasta 3.800. Según Paul Preston podrían ser
2.500.
La
victoria final del bando sublevado y la desaparición de todos los
archivos municipales y provinciales relacionados con los sucesos de
Badajoz han hecho que estos jamás hayan sido llevados ante un tribunal.
El partido popular, heredero directo de la dictadura, ha destinado cero
euros, en sus cinco legislaturas, a todo lo relacionado con la memoria
histórica. En España 140.000 personas siguen actualmente
“desaparecidas”.
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