29 de junio de 2018

Ochenta años de la violación y muerte de Fidelita Díez a manos de una manada de cinco falangistas

Por José Ramón Saiz Viadero


“Al poco tiempo murió  y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron aquellas hienas”

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Fueron cinco… fueron cinco”. Solamente estas palabras, repetidas entrecortada y compulsivamente pero en voz baja, pudieron extraer de la joven Fidelita sus compañeras de cautiverio. Por la noche había entrado en aquella cárcel una manada compuesta por cinco falangistas y, con la complicidad de las carceleras, se habían llevado a la muchacha: cuando la devolvieron, estaba destrozada y apenas podía musitar una frase de denuncia.

“No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”

Era la actuación de la manada como una de las consecuencias de poder campar a sus anchas en tiempos de terror e impunidad, siguiendo las directrices pregonadas desde los micrófonos de Radio Sevilla por el general Queipo de Llano cuando anunciaba: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”. Toda una llamada a la agresión sexual y también una patente de corso ideológica para sus seguidores.

El 25 de junio de 1938 falleció y el certificado defunción decía que a consecuencia de una tuberculosis, siendo enterrada al día siguiente en el cementerio torrelaveguense de Geloria, en la soledad de un acto casi clandestino efectuado bajo los ecos de los festejos de San Juan celebrados en algunos pueblos de las riberas del Besaya y el Pas, pese a la tristeza derivada de la guerra civil.
Fidela Díez Cuevas, así se llamaba la joven, cumpliría 18 años durante los meses de permanencia forzada en una de las cárceles habilitadas en la ciudad de Torrelavega para albergar provisionalmente a los millares de personas detenidas después de la entrada en la provincia de las tropas sublevadas, a fines de agosto de 1937. Para las mujeres se había requisado el Salón Olimpia, un cine propiedad de una familia republicana también represaliada y que se hallaba repleto de mujeres jóvenes y mayores procedentes de las inmediaciones, cuyo único delito, en principio, consistía en haber hecho suya la voz que la República les había concedido para poder participar en la vida social, cultural y política. Fidelita, con sus pocos años, era una de ellas.
Fidelita era una niña-prodigio en el campo de la poesía

Según la descripción hecha muy posteriormente por una de sus compañeras de cautiverio, una joven modista llamada Antolina Matarranz, era “muy guapa, de unos diez y siete años (…), una muchacha encantadora, pero cuyo delito fue ser hija de padres de izquierdas y recitar poesías en el teatro (…)”. Efectivamente, Fidelita era lo que pudiéramos considerar una niña-prodigio en el campo de la poesía. Hija del mejor ebanista de Torrelavega y premiado carrocista, cuyas horas de ocio estaban siempre entregadas a la actividad cultural; Fidel Díez Asenjo (1892-1954) –El Maño como popularmente se le conocía–, fue uno de los animadores de la sección Amigos del Arte que en los años de la Segunda República funcionó con gran éxito dentro de las actividades de la Biblioteca Popular de Torrelavega, de la que cual directivo así como afiliado del Partido Republicano Radical. Su hija, pues, heredaría estas aficiones desde muy pequeña y también siendo aún una niña comenzó a dar ejemplos públicos de sus aptitudes para el verso y la declamación.

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Fidelita Díez en 1936 | Archivo AGE Cantabria

A partir de 1933 mostró sus aptitudes en diversas entidades culturales, protagonizando recitales en la Biblioteca Popular de Torrelavega, Comillas, Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, Ateneo Popular y Ateneo de Santander, Teatro Principal y Cinema Solvay, además de ante los micrófonos de Radio Santander, siempre con gran éxito ya que, como ha recordado el cronista de Torrelavega Aurelio García Cantalapiedra, “asombró a los asistentes por sus condiciones como rapsoda, tanto por la manera de decir como por la memoria de que hacía gala”. Su repertorio estaba compuesto, principalmente, por obras de Antonio Machado, Federico García Lorca y Jesús Cancio, y los medios de comunicación de Cantabria y La Habana se hicieron eco de su trabajo en más de 30 recitales.

Pero no todo el mundo debió de ver con buenos ojos la exhibición de sus facultades porque una vez cayó Cantabria en poder de los sublevados, fue conducida a la improvisada prisión, donde, como a todas las presas, a Fidelita “las carceleras le cortaron el pelo al cero y para ridiculizarla todavía más le dejaron un mechón largo atrás, para amarrarle un lazo rojo”. Pero ella preguntaba ingenuamente:
– ¿Verdad que me sienta muy bien esto, Antolina?
– ¡Sí, Fidelita, estás encantadora!”

Según se desprende del contenido de una dedicatoria suya, este castigo, añadido al del encierro, no fue suficiente para doblegar su espíritu, puesto que escribía a una amiga: “Hoy, 17 de marzo, 6 meses de nuestro ingreso en Prisión… que sirva este pequeño recuerdo como estímulo a nuestra gran amistad que aquí, en la cárcel hicimos. Cariñosamente. Fidelita Díez”.

“Al poco tiempo murió  y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron aquellas hienas”.

Este escrito estaba dirigido a Antolina, quien tuvo mejor suerte que su amiga, porque una tarde, según esta recuerda, visitaron la cárcel los componentes de un grupo de falangistas “y acordaron, junto con las guardianas, sacarla aquella noche. Las compañeras quedaron horrorizadas cuando, a las pocas horas, vieron llegar a Fidelita hecha una piltrafa humana. Cayó de bruces y las compañeras no fueron capaces de que ella contara qué habían hecho con ella aquellos asesinos. Sólo podía repetir: “fueron cinco, fueron cinco”. Al poco tiempo murió  y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron aquellas hienas”. Así lo transcribiría en sus memorias el antiguo guerrillero Felipe Matarranz, apodado Capitán Lobo, según el relato tomado de su hermana Antolina.

Quienes decidieron poner punto final a la existencia de una joven que aún no había cumplido los 18 años eran correligionarios de los que un año antes asesinaron a Federico, encerraron a Jesús Cancio y, un año después, mandaron a morir en el exilio a Antonio Machado. Fidelita se había quedado sin la voz viva de los poetas de su repertorio, pero enterado de su fallecimiento cuando él estaba también en la cárcel de partido de Torrelavega, el poeta comillano Cancio escribiría a modo de elogio fúnebre su Romance del entierro de la gentil recitadora de mis versos, un poema que no ha logrado ver la luz hasta hace unos pocos años.

Cumplida la condena impuesta a Eloy se vieron obligad@s a un destierro voluntario en Vigo.

Su familia estaba completamente destruida, porque el padre hubo de pasar muchos años en las prisiones franquistas hasta conseguir la libertad condicional, el hermano mayor Eloy Díez Cuevas (1916-1994), teniente del Ejecito Republicano, acusado de un delito de excitación a la rebelión fue condenado a la pena de doce años de prisión y enviado a un batallón disciplinario en Tenerife, mientras que a su madre, Eloína Cuevas Ibáñez, le había sido denegada la licencia para su puesto fijo y tenía que conformarse con establecer una máquina ambulante en la Plazuela del Sol, vendiendo castañas como única forma de subsistencia para ella y para sus tres hij@s Fidel, Claudio y Mercedes, hasta que cumplida la condena impuesta a Eloy se vieron obligad@s a un destierro voluntario en Vigo para así sustraerse de la persecución política que sobre la familia se ejercía.
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Eloína con sus tres hij@s menores Fidel, Claudio y Mercedes | Gentileza de Eva Díez

Desde entonces, sobre la figura de Fidelita se corrió un velo de silencio, de tal manera que incluso en el monolito levantado en el cementerio en memoria de los republicanos fusilados en Torrelavega no figura su nombre. Pero podemos sospechar que en algunos ambientes de la ciudad aún se recuerda tanto su final como la personalidad de unos verdugos que en medio de la  impunidad desatada en aquellos años públicamente se vanagloriarían de la hazaña perpetrada.
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Fuente de la noticia: El Diario Cantabria





22 de junio de 2018

Chocolate espeso.

Por Amaro Villanueva

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Vea don Nemesio: yo, d’ eso, poco entiendo. Y no me aflijo. Trabajo, me pagan y sanseacabó. Las cuentas claras, ¿sabe? Lo demás es puro enredo. Dejemos eso pa los dotores y los políticos, que entienden la letra menuda y saben sacar provecho jorobando a los pobres… ¡qué quiere!

-Estás errao, muchacho: si precisamente con lo que hay que acabar es con el enredo, empezando por aclararnos el asunto. Y, siguiendo tu parecer, vamos a ir a parar en que somos edénticos a los bichos, a los animales… Sí, señor. Vos, muchas veces, me has ponderao mi caballo, qu’ es todo mi lujo…

-Así es, don Nemesio: su doradillo es un lindo pingo, verdaderamente. Créame que muchas veces me da lástima verlo en las varas del carretón…

-Y güeno: mi caballo (perdóname la comparancia ¿no?) también trabaja, come y descansa. Y sanseacabó. Pero, por más lindo que sea mi doradillo, ni a mí, ni a vos, ni a naides le gusta que lo tengan en la condición de caballo. Y un poco ‘e la lástima que le tenemos al pingo debemos dejarla pa nosotros mismos.

-Oh!... Es moy distinto, don Nemesio… ¡Moy distinto! A mí me pagan mi trabajo con plata. Y yo gasto mi plata como me parece mejor: atiendo a mi familia, me doy algún gusto y hasta, sin ser fantástico, m’ empilcho más o menos…

-¡Ajáh!... claro: a vos, igual que a mí, Laureano, no te dan una ración de maíz, o de alfa, sinó que te pagan con plata. Y por eso ya se te hace que la cosa es muy distinta. Las cuentas claras, me decís. Pero, ponete a sacar cuentas, muchacho, que p’algo sirve haber pasao el tercer grado.

-Las cuentas las hacen ellos, don Nemesio, las hacen los patrones. Yo sé cuándo están bien y cuando están mal. Si están bien, bien; y si están mal, reclamo y me hago pagar lo que deben pagarme.

-Eso es muy cierto, eso que has dicho: las cuentas las hacen los patrones. Muy cierto: las hacen los que manejan la plata. ¿Y nunca te ha dao la curiosidá por fijarte cómo las hacen?... Mirá, yo te viá decir: las hacen como yo se las hago a mi caballo. Yo a mi caballo lo cuido pa que siempre se mantenga en buen estao, porque lo preciso todos los días pa’l carretón de reparto. Y hasta algún domingo, si mal no viene, lo ensillo, como la gente, pa dir a visitar un amigo’el campo, por acá cerca no más, claro. Y güeno: lo mesmito hacen con nosotros los que manejan la plata. Creeme Laureano: nos pagan pa que nos mantengamos y podamos seguir burriando y rindiendo en el trabajo lo más posible. Eso es todo m’hijo.

Hay un silencio largo. Laureano mira hacia abajo, como sin ver. Mira pensando. Es un hombre joven, que no debe tener ni treinta años, de linda planta y moreno rostro simpático. Don Nemesio Burgos es hombre ya de edad y debe andar pisando los sesenta, que, aunque muy bien llevados, se denuncian en su frente espaciosa de calvo -una frente clara y austera- y en las hebras blancas que salpican su pequeña barba en punta. Viste con pulcra sencillez obrera. En su cara atezada, de criollo, brillan unos ojos vivos, con esa lucecita cordial con que miran los antiguos. Y fuma con reposada lentitud, como olvidándose del cigarrillo fuerte. Amigo íntimo del finado padre de Laureano, siguen siendo vecinos, ahí por donde se ha formado ahora el barrio del Frigorífico Municipal.
-Algo de razón le hallo -dice, por fin, Laureano-. Pero es bastante esagerao su modo de compararnos…

-¡Esagerao! -arguye el de más edad-. Ponete a sacar cuentas, a ver si esagero. Mirá, vos ganás como 40 pesos de jornal, ¿no es así? Güeno: y trabajás entre 22 y 26 días al mes. Ponele 25. Y te redondiás al mes unos 1.000 pesos, cuando ganás más. Y… ¿querés decirme qué te quedan, después de todo?

-¿Qué nos queda? Unos 100 pesos pa los vicios, que son el cigarrillo y alguna copa el día domingo. Y p’alguna güelta que vamos al cine, o salimos por ahí, con la patrona y los dos chicos. Eso me queda.

-Y te queda… porque tironiás bastante la rienda ‘e tus necesidades. Y porque tenés una mujer reguapa, que cincha en las casas, de sol a sol, y sabe desempeñarse en la cocina, pa hacerte los gustos, sin cair en gastos mayores.

-Eso es verdad, don Nemesio.

Y güeno… pero ahura verás lo que no le ves a la cosa: a vos te pagan 40 pesos por día, (¿no es así?, qu ’en realidá son por las ocho horas de trabajo, ¿sabés?...

-¡Y claro, don Nemesio! ¡No me van a pagar por las horas que no trabajo!

-No se apure, amigo: despacito por las piedras, como dice el pato Bogado. A vos te pagan por las ocho horas de trabajo y ganan con el trabajo que vos hacés, ¿no?

-¡Seguro! Si no ganaran no me tendrían de pión, pues.

-Güeno, ganan con tu trabajo, con lo que hacés en las ocho horas que te pagan por día. Vos trabajás esas 8 horas y después te vas a tu casa, a descansar. Pero a tu casa no te la pagan ellos. Te la pagás vos, ¿no es cierto? Güeno: y ahí te van sacando otra ganancia, de la plata ‘e tu trabajo. Vos llegás a tu casa, te sentás en una banquilla y te prendés con el mate que ya te tiene preparao tu patrona, mientras te fumás un cigarrillo a gusto. Y ni al fuego en que se calienta l’agua, ni al mate, ni al cigarrillo te lo pagan ellos, sino que te lo pagás vos. Y ahí ya te sacan otra ganancia más de la plata de tus 8 horas de trabajo. Después llega la hora de cenar, y vos, tu mujer y tus dos muchachos se sientan a comer un guiso, un puchero o un asao. Y sos vos el que paga la leña o el carbón, y la carne, y el fideo, y todo lo demás, en lo que también te van sacando otra ganancia. ¿Comprendés? Porque la comida no te la pagan ellos…

-¡Pero, seguro! Si es pa mí y pa mi gente. La pago yo.

-Aguardate. Eso es dos veces por día. Todos los días, trabajés o no trabajés. Y cuando no trabajás es pior; porqu’ellos no te pagan el día que no trabajás. Y si es un domingo, que te encontrás con unos amigos, toman la copa y vos pagás una güelta, o dos, correspondiendo, ya t’están sacando otra ganancia en eso, los que manejan la plata. Y si te vas al cine o a pasiar, por ahí, con tu mujer y tus chicos: que por el ómnibus, que por las entradas p’al cine, que porque la convidás a tu mujer con un chop y a los chicos con unas galletitas o con caramelos, ya vas dejando en cada cosa otras ganancias pa los que manejan la plata. Agregale que tu chiquilín más grande ya v’a la escuela, desde hace dos años, y que guardapolvo, y que zapatillas, y que cuaderno, y que libro y libreta, y que goma y lápiz, qu ’estampilla p’al ahorro, y seguile echando, qu ‘en todo eso le vas dejando más ganancias a los que manejan la plata. ¿No es así?

-Así que…

-¡Y!... Que desde que te levantás hasta que te acostás, y hasta cuando estás durmiendo, t’están sacando ganancia m’hijo, los que manejan la plata. Porque, ¿qué te queda al fin del día, y ahí está lo cierto, de los cuarenta pesos? O, ¿qué te queda, al fin del mes, de los novecientos y tantos? ¡Nada, che! Quiere decir que te han hecho trabajar y no has ganao nada.

-Pero ¿y lo que me han pagao?

-¿Y no has visto? Lo que te han pagao, igual que lo que me pagan a mí, es como la ración de maíz o de alfa que yo le doy a mi doradillo pá que pueda seguir tirando del carretón de reparto. Te han pagao, pero vos no has ganao nada, al fin de cuentas. Toda la ganancia ‘e tu trabajo, y hasta los cuarenta pesos del salario que te pagan cuando trabajás, al fin del día están con ellos, con los que manejan la plata. Lo hemos visto bien clarito.

-Y sí, no hay nada que hacerle. Pero la verdá es que no caigo, don Nemesio, en cómo es que nos embroman tan fiero…

-Mirá, nos pagan por día, dicen, pero no nos pagan más que las horas que trabajamos, ¿no es así?, y vos trabajás hoy, pongamos por caso, pero pa trabajar mañana otra vez precisás descansar, asearte, tener una muda’e ropa, comer, dormir y, si es posible, distrairte un poco, lo que se llama reponer tu fuerza, tus energías, porque si no, al otro día no hay pión, o hay un pión que no rinde. ¿No es verdá?... Y güeno, eso te quiere decir qu’el descanso, la comida, la ropa, el sueño y todo lo demás que precisás pa reponer tus energías, lo precisás pa poder cinchar las ocho horas de trabajo al día siguiente, así como precisás las herramientas, ya sea una pala, una llave, un cepillo o un torno, pa’l trabajo que te mandan hacer. A la herramienta te la dan, pa que trabajés mejor y rindás más en el trabajo, pero no te dan la comida, ni el descanso, ni todo lo otro que precisás pa reponerte en las horas que no trabajás. A eso te lo cobran, y de yapa, te le sacan ganancia, igual que a tu trabajo. Así que te pagan pa que podás dir tirando, y nada más. Y vos, encima d’eso, tenés que criar tus hijos, pa qu ’ellos, los platudos, tengan piones a quienes sacarles el jugo mañana, cuando vos ya no des. ¿Me has comprendido? 

Laureano, que está muy pensativo, dice que sí con un movimiento de cabeza, que traduce, al mismo tiempo, su íntimo asombro al comprender, con tanta claridad, el problema que le explica su compañero. Don Nemesio continúa:

-Es como si yo dijera que le pago a mi mancarrón… O qu’el doradillo gana algo, trabajando por mi cuenta… Los únicos que ganan son los que tienen la plata, cremeló. Y ahura verás el tuétano d’este caracú, porque, como decía el finao Martín Fierro, “vamos dentrando recién a la parte más sentida…” Tu patrón te paga un salario ¿no? Entonces, ¿qu’es lo que vos le vendés, o qu’él te compra, por ese salario? Te compra la fuerza, m’hijo, tu energía y tu baquía pa’l trabajo. Pero lo que vos producís trabajando, ya sea que hagás alpargatas o sombreros, cuchillos de mesa o mecheros pa calentadores, vale más que la fuerza y la baquía que vos gastás en hacerlo. Porque vos bien sabés que no vale lo mismo un cuero ‘e vacuno qu’el lazo que podés hacer con él, o los pares de botas que podés hacer con ese cuero. Como no vale lo mismo un tronco de árbol que los muebles que podés sacar d’ese tronco… Por lo consiguiente, con lo que vos producís trabajando cuatro horas, pongamos por caso, quedarías a mano con tu patrón, por el salario que te paga. Y a pesar d’eso tenés que trabajar otras cuatro horas, vale decir, el doble, pa enterar la jornada ‘e trabajo. Y lo que vos producís en esas otras cuatro horas ya es ganancia limpita qu’el patrón le saca a tu trabajo. Y se la embolsica nada más que porque tiene plata p’hacerte trabajar por su cuenta, ¿m’entendés? Así que, nada más que porque tiene plata pa pagarte, él gana en el día, con tu trabajo, por lo menos tanto como lo que te hacen creer que vos ganás chorriando la gota gorda. Pero como tu patrón tiene otras cuarenta o cincuenta personas que trabajan, como vos, por el salario que les paga, él s’embolsica en el día, con el trabajo de esa gente, una ganancia igual a los cuarenta o cincuenta salarios de sus piones ¿sabés?... Y, ahura, calculá lo que ganarán aquellos patrones que tienen plata p’hacer trabajar por su cuenta a mil o a diez mil obreros… Porque los platudos son los únicos que ganan, haciendo trabajar por su cuenta a los demás. Y de ahí que sean también los que cada día tienen más plata, pa explotar a más gente pobre, mientras que los trabajadores, los que le producimos esa ganancia, seamos más pobres cada vez.

Don Nemesio toma ahora del brazo a Laureano para reiniciar la caminata interrumpida. Y ya de camino, le dice:

-Estas son las cuentas claras, Laureano, como las hacen los patrones. Hace un rato, cuando vos me contestaste así, yo me acordé del finao tu padre, que fue’l que m’hizo ver cómo eran las cosas. El qu ’era tan letor desde que la parálisis l’envaró las piernas y lo tuvo sentado más de cuatro años, hasta que lo tragó el hoyo, fue’l que m’ enseñó lo qu t’he dicho. Entonces, cuando no pudo manejar más el martillo con el que hacía aquellas rejas de fierro que parecían un ramo ‘e flores, se dio a ler, p’ayudarnos a entender nuestras cosas. Los domingos nos juntábamos en tu casa unos cuantos obreros, qu ’íbamos a visitarlo, y él nos leía y nos esplicaba lo que no entendíamos. Vos eras chiquito, pero a lo mejor te acordás… yo, qu ‘era vecino, m’iba todas las santas tardes, después del trabajo a pasar un rato con él, matiando, leyendo y conversando. Y, una güelta, cuando conseguimos entender esto de que hemos hablado, me acuerdo patente, como si juera ayer, el finao me dijo: “Mirá, Nemesio: ¡esta cuenta si qu’ es clara! Y ya sabés qué dice el refrán: “las cuentas, claras, y el chocolate, espeso”. Y se le llenaron los ojos de alegría, lo que habíamos llegao a saber, por fin, como era la cosa, como es que hacen esto que se llama la explotación del hombre por el hombre. ¡Amigo! ¡Qué hombre de linda cabeza era el finao tu padre, che Laureano!...

Y, con el sol a la espalda, un sol ya de horizonte, las siluetas de los dos vecinos del barrio del frigorífico se agrandan, como sus sombras, en el fraternal regreso a las casas, identificados en una misma conciencia de porvenir.



Cuba: Revolución Sexo-Diversa (30 años del Cenesex)

Por Cuba Información.

El pueblo cubano, en la calles de La Habana y Pinar del Río, opina sobre el Cenesex. 

Este año se celebra el aniversario 30 del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, la institución dirigida por la diputada Mariela Castro Espín. El Cenesex, cuya actividad científica, docente, divulgativa y sensibilizadora abarca muchas otras áreas, ha tenido en los últimos años un papel de vanguardia en la apertura de caminos -legislativos, educativos, sociales, políticos- en favor del respeto a la libre orientación sexual y de género y en contra de la homofobia, la transfobia y la violencia de género en Cuba. 

Grabación en Cuba: Esther Jávega, José Manzaneda. Fotos: Karoly Emerson / ICAP. Edición: Esther Jávega.


20 de junio de 2018

La teoría de la revolución de Lenin contra la teoría de Trotski de la “revolución permanente” (Harpal Brar)

Por Harpal Brar


Sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario.
Lenin, ¿Qué hacer?

(…) sólo un partido guiado por una teoría de vanguardia es capaz de cumplir el papel de combatiente de vanguardia.
Lenin, ¿Qué hacer?

(…)la práctica es ciega si la teoría revolucionaría no alumbra su camino.
Stalin, Los fundamentos del leninismo.


Las diferencias entre los bolcheviques, los mencheviques y Trotski sobre el carácter de la revolución rusa


La posición de los mencheviques acerca del carácter de la revolución rusa

Los mencheviques (los socialistas reformistas) pretendían que la revolución que se vislumbraba en Rusia sería una revolución burguesa y que, dada su naturaleza democrático-burguesa, debía estar dirigida por la burguesía liberal. El proletariado no debía establecer relaciones estrechas con el campesinado, sino con la burguesía liberal. La táctica del proletariado debía consistir en ayudar a la burguesía liberal a hacerse con el poder del Estado. El proletariado no debía asumir la dirección de la revolución, pues un despliegue vigoroso de celo revolucionario por parte del proletariado podría espantar a la burguesía liberal y obligarla a refugiarse en los brazos de la autocracia. El proletariado tampoco podría participar en ningún gobierno provisional, porque significaría una repetición del error cometido por los socialistas franceses que se sumaron al gobierno burgués. Al contrario, el proletariado debía ejercer presiones desde el exterior con el fin de forzar a la burguesía liberal a llevar a término la revolución democrático-burguesa.

En resumen, los mencheviques pretendían que el proletariado jugara un papel subsidiario, el papel de apéndice de la burguesía liberal. No debía desempeñar una función predominante y no debía establecer relaciones estrechas con el campesinado, porque esto “incitaría a las clases burguesas a desviarse de la revolución y a reducir su alcance”.

La posición leninista bolchevique

Por su parte, los bolcheviques, los socialistas revolucionarios, pretendían que, a pesar del carácter democrático-burgués de la revolución inminente, era primeramente el proletariado quien más interesado estaba en su victoria total, porque la victoria de esta revolución le permitiría organizarse, desarrollarse políticamente y adquirir experiencia en la dirección política de las masas trabajadoras, y, con ello, pasar del estadio de la revolución burguesa al de la revolución socialista. El proletariado estaba más interesado en la victoria total de la revolución democrático-burguesa que la burguesía, pues “la revolución burguesa es, en cierto sentido, más ventajosa para el proletariado que para la burguesía”[1]. Por consiguiente, el proletariado debía asumir la dirección de la revolución.

Pero el proletariado en solitario no podía efectuar con éxito su tarea consistente en dirigir la revolución democrático-burguesa, y realizarla, sin la asistencia y la participación activa de un aliado digno de confianza[2]. Este aliado digno de confianza, según los bolcheviques, no podía ser otro que el campesinado. Los campesinos estaban interesados en el éxito de la revolución, ya que sólo un acontecimiento así podía conducir al campesinado a ajustar cuentas con la clase de los terratenientes y tomar posesión de sus tierras.

Lenin habló sobre el papel del campesinado ruso -el papel que le había sido asignado por su posición de clase en la revolución que se preparaba- con los siguientes términos:
El campesinado se compone de una masa de elementos semi-proletarios al lado de sus elementos pequeñoburgueses. Esto lo vuelve inestable, a él también, y obliga al proletariado a agruparse en un partido de clase estrictamente definido. Pero la inestabilidad del campesinado difiere radicalmente de la inestabilidad de la burguesía, porque, en la actualidad, el campesinado está menos interesado en la conservación absoluta de la propiedad privada que en la confiscación de las tierras señoriales, una de las formas principales de esta propiedad. Sin que esto lo convierta en socialista, sin dejar de ser pequeñoburgués, el campesinado es capaz de convertirse en un partidario decidido, y uno de los más radicales, de la revolución democrática. Lo será inevitablemente sólo si el curso de los acontecimientos revolucionarios que lo están educando no se ve interrumpido demasiado pronto por la traición de la burguesía y la derrota del proletariado. Con esta condición, el campesinado se convertirá inevitablemente en el baluarte de la revolución y de la República, puesto que sólo una revolución enteramente victoriosa podrá darle todo en el campo de las reformas agrarias, todo lo que el campesinado desea, aquello con lo que sueña, lo que le es verdaderamente necesario (…).[3]

Además, los bolcheviques pretendían que la burguesía liberal debía ser neutralizada, porque, sin apartar a esta clase desleal e inestable, no podría llevarse a término una revolución democrático-burguesa bajo la dirección del proletariado. Refiriéndose a la objeción de los mencheviques según la cual la táctica bolchevique “incitaría a las clases burguesas a desviarse de la revolución y, con ello, a reducir su alcance” y rechazando estas objeciones como una “táctica de traición a la revolución” y como una “táctica que transformaría al proletariado en un triste apéndice de las clases burguesas”, Lenin escribía:
Quien comprenda verdaderamente el papel del campesinado en la revolución rusa victoriosa jamás dirá que la envergadura de la revolución disminuirá cuando la burguesía se haya apartado de ella. Pues el verdadero auge de la revolución rusa no comenzará realmente, la revolución no alcanzará realmente la mayor envergadura posible en el marco de un movimiento democrático-burgués, más que cuando la burguesía se haya apartado de ella y que la masa campesina, marchando junto al proletariado, asuma un papel revolucionario activo. Para llevarla hasta el final de manera consecuente, nuestra revolución democrática debe apoyarse en fuerzas capaces de paralizar la inconsecuencia inevitable de la burguesía (es decir, capaces justamente de “obligarla a desviarse” (…).[4]

Según los bolcheviques, la victoria decisiva sobre el zarismo tendría como resultado la instauración de un gobierno provisional que consistiría en una dictadura revolucionaria del proletariado y del campesinado. La función de tal gobierno sería asegurar una victoria decisiva sobre el zarismo, aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia, neutralizar la inestabilidad de la burguesía, llevar a cabo reformas agrarias y otras reformas democráticas y, por consiguiente, realizar la revolución democrático-burguesa hasta sus últimas consecuencias. Citando la famosa tesis de Marx según la cual “después de la revolución, toda organización provisional del Estado exige la dictadura, y una dictadura enérgica”[5], Lenin llegó a la conclusión de que:
La “victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo” es la dictadura revolucionaria del proletariado y del campesinado. (…)

Y esta victoria será, precisamente, una dictadura, es decir, deberá apoyarse inevitablemente en la fuerza de las armas, en las masas armadas, en la insurrección, y no en estas o en las otras instituciones creadas “por la vía legal”, “por la vía pacífica”. Sólo puede ser una dictadura, porque la implantación de los cambios inmediata y absolutamente necesarios para el proletariado y los campesinos provocará una resistencia desesperada por parte de los terratenientes, de la gran burguesía y del zarismo Sin dictadura, será imposible aplastar esta resistencia, rechazar los intentos contrarrevolucionarios. Pero no será, naturalmente, una dictadura socialista, sino una dictadura democrática. Esta dictadura no podrá tocar (sin pasar por toda una serie de grados intermedios de desarrollo revolucionario) las bases del capitalismo.[6]

A fin de cuentas, los bolcheviques no tenían la intención de pararse en el momento en que la revolución democrático-burguesa se hubiera realizado. Consideraban que no existía ningún muro infranqueable entre la revolución democrático-burguesa y la revolución socialista. Pretendían que, en el impulso del cumplimiento de las tareas democráticas, el proletariado y las otras masas explotadas tendrían que emprender una lucha por la revolución socialista. Para los bolcheviques, la república democrático-burguesa no era un fin en sí, sino un medio que permitía alcanzar una finalidad, es decir, una república socialista: la república democrático-burguesa era una etapa necesaria e indispensable hacia una república socialista -una etapa intermedia indispensable en el desarrollo del movimiento revolucionario en su progresión inexorable hacia el establecimiento de la dictadura del proletariado. Pero eso sólo podía hacerse si el proletariado estaba al frente de todo el pueblo y particularmente del campesinado, en la fase de la revolución democrática, y al frente de todos los trabajadores y explotados en el período de lucha por el socialismo. Lenin, en su obra Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, al hablar sobre la amplitud de la revolución burguesa y de las tareas del partido proletario, resumía con brillantez la estrategia y las tácticas del partido del proletariado en el período de la revolución democrático-burguesa y, de una vez por todas, trataba con gran claridad la cuestión de la relación entre la revolución burguesa y la revolución socialista. Escribía lo siguiente:
El proletariado debe llevar a término la revolución democrática, atrayéndose a la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para des trozar por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía. Tales son las tareas del proletariado, que los partidarios de nueva Iskra conciben de un modo tan estrecho en todos sus razonamientos y resoluciones sobre la amplitud de la revolución.

Y, un poco más abajo:
¡A la cabeza de todo el pueblo y, en particular, de los campesinos, por la libertad total, por la revolución democrática consecuente, por la república! ¡A la cabeza de todos los trabajadores y explotados, por el socialismo! Tal debe ser, en la práctica, la política del proletariado revolucionario, ésta es la consigna de clase que debe informar y determinar la solución de todos los problemas tácticos, de todos los pasos prácticos del Partido obrero, durante la revolución.[7]

Era la teoría de la revolución ininterrumpida, la teoría de la revolución democrático-burguesa que se transforma en revolución socialista.

La posición de Trotski: su teoría de la “revolución permanente”

Trotski ocupaba una posición “intermedia”, formalmente diferente, tanto de la de los bolcheviques como de la de los mencheviques, pero, en su esencia y objetivamente, más próxima a ésta en todos sus objetivos prácticos. Estaba en desacuerdo con los bolcheviques acerca de cómo éstos estimaban a la burguesía liberal rusa (los capitalistas) y no quería por tanto ni oír hablar de ello. Al mismo tiempo, estaba totalmente de acuerdo con los mencheviques a propósito de cómo éstos estimaban al campesinado y, por consiguiente, tampoco quería oír hablar de ello. Según él, el campesinado no podía ser un aliado en que se pudiera confiar. El movimiento campesino y su levantamiento espontáneo podrían ayudar a la clase obrera en su lucha contra el despotismo zarista, pero no era lo mismo que el papel del campesinado como aliado revolucionario de la clase obrera revolucionaria en su lucha contra la autocracia. El zarismo, según Trotski, sólo podía ser sustituido por un gobierno obrero. En ningún caso, podía ser sustituido por una dictadura mixta de la clase obrera y del campesinado. 

Y, al llegar al poder, la función del gobierno obrero sería atacar la propiedad privada, incluidas las tierras pertenecientes al campesinado. Al atacar la propiedad privada, el gobierno obrero alejaría y despertaría la hostilidad y la resistencia (gracias a Trotski) de la mayoría de la población, a saber, del campesinado. La resistencia del campesinado pondría en peligro la misma existencia del gobierno obrero. Pero, por otra parte, el gobierno obrero estimularía a la clase obrera de los países industrialmente avanzados de Europa para desarrollar una lucha implacable contra sus “propias” burguesías, para hacerse con el poder del Estado y para instaurar el socialismo. Y, a su vez, la clase obrera victoriosa de los países avanzados de Europa Occidental acudiría al socorro del gobierno obrero de Rusia, con el fin de ayudar a éste a aplastar por la fuerza la resistencia del campesinado. Trotski llamaba a esta teoría la teoría de la “revolución permanente” y fue la causa y el objeto de una virulenta controversia entre Lenin y Trotski.

Una cosa sobre la que conviene insistir, a propósito de Trotski, es que, cada vez que adoptaba una posición incorrecta y oportunista, la envolvía siempre con expresiones “ultraizquierdistas” y “ultrarrevolucionarias”. Por ejemplo, era partidario de saltarse arbitrariamente la primera etapa de la revolución rusa. Se oponía a la instauración de la dictadura del proletariado y del campesinado como condición previa necesaria para el establecimiento de la dictadura del proletariado. ¿Por qué? Porque, según pretendía, “vivimos en una época de imperialismo (…) ésta no opone la nación burguesa al antiguo régimen, sino el proletariado a la nación burguesa”.[8]

A la vista de lo que se ha dicho más arriba, se imponen las dos siguientes conclusiones:

(1) La hostilidad de Trotski y su desconfianza hacia el campesinado; su incapacidad para apreciar el papel revolucionario que el campesinado puede jugar en cierta etapa del desarrollo de la revolución.

(2) De su incapacidad para apreciar el papel revolucionario del campesinado se ha derivado su deseo subjetivo de saltar por encima del estadio democrático-burgués de la revolución y de establecer directamente el socialismo. De ahí el llamamiento a un gobierno obrero para remplazar al zarismo. En la práctica, esto venía a significar lo siguiente: el primer estadio de la revolución no vería a la mayoría del pueblo ruso, particularmente al campesinado, oponerse al zar, sino solamente a la clase obrera (que constituía una pequeña minoría de la población rusa) oponerse al zar y a la “nación burguesa”, incluido el campesinado.

Aceptar esta teoría de la “revolución permanente” habría significado aceptar la contrarrevolución permanente; porque habría significado negar el papel revolucionario que el campesinado era capaz de jugar y que, de hecho, jugó; habría significado privar a la clase obrera rusa de un aliado extremadamente importante y fiable y transformar al campesinado en una herramienta de la burguesía liberal. Más tarde, Trotski sostendría que la revolución había sido traicionada por Stalin. Por ahora, diremos simplemente que no habría existido revolución y, en este sentido “traición”, si Trotski se hubiera salido con la suya, si su teoría de la “revolución permanente” se hubiera puesto en práctica, porque no habría habido revolución en Rusia sin el papel revolucionario jugado por el campesinado ruso. Lenin rechazó la teoría de la “revolución permanente” en su texto Sobre las dos líneas en la revolución (1915), en el que escribía:
Trotski repite “… su “original” teoría de 1905 y negándose a reflexionar sobre las causas por las cuales, durante diez años, la vida ha pasado de largo ante esa magnífica teoría”.

Y, más lejos:
“¡Trotsky ayuda en la práctica a los políticos obreros liberales de Rusia quienes entienden por “negación” del papel del campesinado una negativa a incorporar a los campesinos a la revolución!”

Sólo se necesitaron dos años para que se verificara lo acertado de la evaluación que hizo Lenin sobre el papel del campesinado.

A la vista de la evaluación de Trotski sobre el papel del campesinado y, concretamente, de su negación del campesinado como fuerza revolucionaria y, finalmente, de su negación de las etapas en el desarrollo de la revolución, no es en absoluto sorprendente que los trotskistas de hoy, tanto en Gran Bretaña como en el extranjero, ataquen al Frente Nacional de Liberación (FNL) de Vietnam del Sur y a su programa. No es en absoluto sorprendente que califiquen y rechacen el programa del FNL como un programa burgués y que lo vilipendien, o que sean incapaces de comprender su carácter revolucionario antiimperialista. Se niegan a aprender de la vida misma y « se niegan a reflexionar sobre las causas por las cuales », durante no menos de 60 años, « la vida ha pasado de largo ante esta magnífica teoría », la teoría de la « revolución permanente ». Pero volveremos más en detalle sobre ello posteriormente.

La teoría de la “revolución permanente” condujo a Trotski a la siguiente conclusión en 1906, conclusión que reiteraría en 1922:
Sin la ayuda directa del Estado por parte del proletariado europeo, la clase obrera de Rusia no podrá mantenerse en el poder y transformar su dominación temporal en una dictadura socialista duradera. De esto no se puede dudar un solo instante.[9]

Trotski llegó a esta conclusión en 1906. Nunca abandonaría este punto de vista. Según él, la revolución rusa no podía sobrevivir, y menos aún el socialismo, sin la ayuda de la clase obrera victoriosa de los países de Europa Occidental. Con un punto de vista así, ¿qué habría que hacer si la clase obrera europea no conseguía llevar a cabo su revolución social? Veremos que, cuando las oportunidades de una revolución socialista en los países de Europa Occidental se esfumaron (no cabe examinar aquí las razones del fracaso de la revolución en Europa), Trotski empezó propugnando una política de aventurerismo desesperada, alternando de cuando en cuando con una política de capitulación absoluta frente al capitalismo monopolista internacional. Esto constituía la consecuencia natural y lógica de su posición incorrecta y rotundamente oportunista en cuanto a la estrategia y las tácticas de la revolución rusa. 

Si se adoptaba la posición, como Trotski, de afirmar que la revolución rusa no podía sobrevivir sin el apoyo de la revolución social europea, sólo se podía llegar a las siguientes conclusiones sobre el fracaso de la clase obrera europea en su tentativa de tomar el poder:
Uno. Que, por medio de una u otra clase de aventurerismo, la revolución social debía ser “exportada” hacia los países de Europa Occidental;
Dos. La rendición completa ante el capitalismo monopolista internacional. Trotski llegó a estas dos conclusiones y las pregonó alternativamente. El aventurerismo unido a la tendencia a la capitulación, ambas derivadas de una falta de confianza en las masas y de una sobreestimación de la fuerza de la reacción, tal es la esencia del trotskismo.

Como consecuencia de esta teoría de la “revolución permanente”, con su negación del papel del campesinado, con su falta de fe en la capacidad del proletariado para dirigir a las masas trabajadoras hacia la victoria del socialismo en un solo país, con su creencia religiosa, no científica y contraria al marxismo según la cual la victoria del socialismo sólo sería posible a partir de una revolución simultánea “en los países más importantes de Europa”, Trotski nunca fue capaz de comprender las características particulares de la Revolución de Octubre. Es preciso que abordemos estas características con el fin de deslindar las posiciones respectivas (e irreconciliables) del leninismo y del trotskismo.

Las características particulares de la Revolución de Octubre

¿Cuáles son las características particulares de la Revolución de Octubre?

La Revolución de Octubre presenta dos características propias cuya comprensión constituye una condición previa para captar la importancia de esta revolución, en el plano tanto nacional como internacional. Estas dos características son las siguientes:
  • La dictadura del proletariado nació en Rusia sobre la base de una alianza entre el proletariado y el campesinado jornalero, bajo la dirección de la clase obrera;
  • La dictadura del proletariado fue instaurada en un solo país, además un país atrasado desde el punto de vista de su desarrollo, mientras que el capitalismo se mantuvo en los demás países, algunos de ellos muy desarrollados en este plano.
Estas dos característica son de una importancia extrema para nosotros, porque no solamente representan la esencia de la Revolución de Octubre así como una aplicación brillante de la teoría de Lenin de la dictadura del proletariado y de su teoría de la revolución proletaria, sino que revelan también la naturaleza rotundamente oportunista de la teoría de Trotski de la “revolución permanente”.

Examinemos brevemente estas características:

(1) La alianza entre el proletariado y el campesinado, bajo la dirección del proletariado.

La cuestión de los aliados reviste una enorme importancia. ¿A quién van a apoyar las masas laboriosas de las ciudades y de los campos? ¿De quién van a ser reservas, del proletariado o de la burguesía? De esto depende la suerte, la solidez de la revolución. Como decía Stalin: “Las revoluciones de 1848 y de 1871 en Francia fracasaron sobre todo porque las reservas campesinas se alinearon del lado de la burguesía. La Revolución de Octubre venció porque supo arrancar a la burguesía sus reservas campesinas; porque supo conquistar estas reservas para el proletariado (…).
Quien no ha comprendido esto no comprenderá jamás ni el carácter de la Revolución de Octubre, ni la naturaleza de la dictadura del proletariado, ni el carácter particular de la política interior de nuestro poder proletario”.[10]

Se puede apreciar por tanto que la dictadura del proletariado es una alianza de clase entre el proletariado y el campesinado, bajo la dirección del primero, con vistas al derrocamiento revolucionario del capitalismo y a la victoria final del socialismo. Así pues, no se trata, como dicen algunos, de sobreestimar o de subestimar “ligeramente” el papel del campesinado, sino que se trata del carácter y de los fundamentos de la dictadura del proletariado. ¿En qué consiste, en este caso, la teoría leninista de la dictadura del proletariado? Así es como Lenin formula la cuestión en 1919:
La dictadura del proletaria es una forma especial de alianza de clase entre el proletariado, vanguardia de los trabajadores, y las amplias capas no proletarias de trabajadores (la pequeña burguesía, los pequeños propietarios, el campesinado, la intelectualidad, etc.) o la mayoría de éstas; es una alianza contra el capital, una alianza dirigida al derrocamiento completo del capital, a la supresión completa de la resistencia de la burguesía y de toda tentativa de restauración por su parte, una alianza dirigida al establecimiento definitivo y la consolidación del socialismo.[11]

Y, más adelante:
Si traducimos la expresión latina, científica, histórica y filosófica “dictadura del proletariado” a un lenguaje más simple, esto es lo que significa: sólo una clase precisa, a saber, la de los trabajadores urbanos y la de los trabajadores de la industria en general, está en condiciones de dirigir al conjunto de los trabajadores y de los explotados en la lucha por el derrocamiento del yugo del capital, en este proceso de derrocamiento, en la lucha por conservar y consolidar la victoria, en el trabajo consistente en crear el nuevo sistema social socialista, en el conjunto de la lucha dirigida a abolir completamente las clases.[12]

Tal es la teoría leninista de la dictadura del proletariado. La Revolución de Octubre “es una aplicación clásica de la teoría leninista de la dictadura del proletariado”.[13]

Éstas son las características del primer rasgo esencial de la Revolución de Octubre.

¿Cuál es la posición del trotskismo a la luz de la primera característica propia a la Revolución de Octubre? Dicho de otro modo, ¿cuál es la relación de estas cuestiones con la teoría de Trotski de la “revolución permanente”?

(…) Vivimos en una época de imperialismo (…) Éste no opone la nación burguesa al antiguo régimen, sino el proletariado a la nación burguesa.[14]

No vamos a perder nuestro tiempo detallando la posición de Trotski en 1905, cuando lanzó la consigna “Sin zar, por un gobierno obrero”, es decir, ¡una revolución sin el campesinado! Tampoco nos eternizaremos sobre la posición de Trotski en 1915, cuando, partiendo del hecho de que “vivimos en una época de imperialismo” y que el imperialismo “no opone la nación burguesa al antiguo régimen, sino el proletariado a la nación burguesa”, llegaba a la conclusión, en su artículo titulado La lucha por el poder (Trotski, 17-10-15), de que el papel del campesinado estaba condenado a declinar, que el campesinado ya no estaba destinado a jugar el papel importante que se le había atribuido hasta entonces, que la consigna de la confiscación de las tierras ya no tenía la importancia que tuvo en el pasado. 

Como sabe todo el mundo, Lenin, en aquella época, reprochó esta tesis a Trotski en los términos siguientes:
Trotski ayuda de hecho a los políticos liberales de Rusia que “niegan” el papel de los campesinos porque no quieren empujarlos a la revolución.[15]

Pasemos pues a las obras posteriores de Trotski sobre la cuestión, sus obras del período siguiente a la instauración de la dictadura del proletariado. Tomen, por ejemplo, el prefacio que Trotski escribió en 1922 para su libro de 1909 titulado 1905. Esto es lo que Trotski dice en él a propósito de su teoría de la “revolución permanente”:
Es precisamente en el intervalo del 9 de enero hasta la huelga de octubre de 1905, que se formularon por el autor las concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia, que fueron designadas bajo el nombre de la teoría de la «revolución permanente». (…) Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria debería, desde los primeros días de su dominación, operar las más profundas incursiones sobre la propiedad no sólo feudal, sino también burguesa. Haciéndolo, entraría en colisión hostil, no sólo con todos los gobiernos de la burguesía que le hubiesen apoyado en el principio de su lucha revolucionaria, sino también con las grandes masas del campesinado con cuyo concurso hubiese avanzado en la toma del poder. Las contradicciones en la situación del gobierno obrero de un país atrasado, en donde la mayoría aplastante de la población está compuesta por campesinos, pueden encontrar solución únicamente sobre el plano internacional, en la arena de la revolución mundial del proletariado.[16]

Ésta es la teoría trotskista de la “revolución permanente”. Ésta es la posición del trotskismo sobre la dictadura del proletariado. Así están las cosas en cuanto a la teoría de la “revolución permanente” a la luz de la primera característica específica de la Revolución de Octubre, a saber, que la dictadura del proletariado se ha establecido en Rusia sobre la base de una alianza entre el proletariado y el campesinado, bajo la dirección del proletariado.

Camaradas, ¿hay algo en común entre la teoría de Lenin de la dictadura del proletariado y la teoría de Trotski de la “revolución permanente”? No hace falta probar que, de hecho, nada tienen en común ambas teorías. Basta con confrontar la cita que acabamos de reproducir tomada del prefacio de Trotski con las otras dos citas precedentes de los escritos de Lenin “para comprender qué abismo separa la teoría leninista de la dictadura del proletariado y la teoría de la “revolución permanente” de Trotski”.[17]

Permitidme, camaradas, que resuma este punto, a saber, la comparación entre la teoría de Lenin de la dictadura del proletariado y la de Trotski sobre la «revolución permanente », en el lenguaje inmortal del camarada Stalin. Éste dice:
Lenin habla de la alianza entre el proletariado y las capas trabajadoras del campo como de la base de la dictadura del proletariado. En Trotski, por el contrario, nos encontramos con “choques hostiles ” entre la “vanguardia proletaria” y las “vastas masas campesinas”.
Lenin habla de la dirección, por el proletariado, de las masas trabajadoras y explotadas. En Trotski, por el contrario, nos encontramos con “contradicciones en la situación del gobierno obrero en un país atrasado, en el que la mayoría aplastante de la población está compuesta de campesinos”.

Según Lenin, la revolución saca sus fuerzas, ante todo, de los obreros y los campesinos de Rusia misma. En Trotski, por el contrario, resulta que las fuerzas indispensables pueden sacarse únicamente de “la palestra de la revolución mundial del proletariado”.
¿Y qué hacer si la revolución internacional ha de demorarse? ¿Le queda a nuestra revolución algún rayo de esperanza? Trotski no nos deja ningún rayo de esperanza, pues “las contradicciones en la situación del gobierno obrero… podrán ser solucionadas sólo… en la palestra de la revolución mundial del proletariado”. Con arreglo a este plan, a nuestra revolución no le queda más que una perspectiva: vegetar en sus propias contradicciones y podrirse en vida, esperando la revolución mundial.
¿Qué es, según Lenin, la dictadura del proletariado?
La dictadura del proletariado es un Poder que descansa en la alianza del proletariado con las masas trabajadoras del campo para “el derrocamiento completo del capital”, para “la instauración y la consolidación definitiva del socialismo”.
(…)

¿En qué se diferencia esta “teoría de la revolución permanente” de la conocida teoría del menchevismo que niega la idea de la dictadura del proletariado?
En el fondo, no se diferencia en nada.
No cabe duda: la “revolución permanente” no se limita a menospreciar las posibilidades revolucionarias del movimiento campesino. La “revolución permanente” menosprecia el movimiento campesino hasta tal extremo, que es la negación de la teoría leninista de la dictadura del proletariado.
La “revolución permanente” de Trotski es una variedad del menchevismo.[18]

Ésta es pues la importancia del problema respecto de la primera característica particular de la Revolución de Octubre.

(2) La victoria de la revolución en un solo país -poco desarrollado en sentido capitalista- mientras se mantiene el capitalismo en otros países más avanzados en este sentido.

A partir de sus estudios sobre el imperialismo, Lenin llegó a la ley del desarrollo económico y político desigual en los diversos países capitalistas. Según esta ley, el desarrollo capitalista de los diversos países no transcurre según un plan definido de manera que un país capitalista va siempre por delante de los demás, mientras que éstos sufren siempre un cierto atraso con respecto a aquel país. Al contrario, el desarrollo de los países capitalistas se efectúa de manera espasmódica, por medio de saltos adelante en el desarrollo de algunos y por medio de interrupciones en el desarrollo de los otros. Esta situación conduce a aspiraciones “absolutamente legítimas” por parte de estos países, los cuales estaban adelantados con respecto a los demás, pero que se han quedado rezagados, a aferrarse a sus antiguas posiciones, y a aspiraciones “igualmente legítimas” por parte de los países que han sido relegados al atraso a efectuar cambios en sus antiguas posiciones para conquistar otras nuevas. Estas dos aspiraciones tan “legítimas” como irreconciliables necesariamente tienen que desembocar en choques armadas y guerras interimperialistas. Es a partir de estas contradicciones que estallaron tanto la Primera Guerra Mundial como la Segunda. Alemania, que había sido un país atrasado con un capitalismo poco desarrollado, había sobrepasado a Francia y le pisaba los talones a Gran Bretaña en el mercado mundial. La aspiración “legítima” de Gran Bretaña y de Francia a mantener sus antiguas posiciones respectivas y la aspiración igualmente “legítima” de Alemania a conquistar nuevas posiciones desembocaron en la Primera Guerra Mundial interimperialista.

La ley del desarrollo desigual se desprende de lo siguiente:

(1) “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de asfixia financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países ‘avanzados’.”[19]

(2) “Y ese “botín” es compartido entre dos o tres potencias mundiales saqueadoras armadas hasta los dientes (EEUU, Gran Bretaña, Japón), que arrastran al mundo entero a su guerra por el reparto de su botín.”[20]

(3) A causa de la intensificación de las contradicciones catastróficas en el seno mismo del sistema imperialista, y de que éstas se traducen en guerras imperialistas y en el desarrollo de movimientos revolucionarios, el frente mundial del imperialismo se vuelve cada vez más vulnerable. Entonces, se pueden abrir brechas en este frente, concretadas individualmente en ciertos países.

(4) ¿Dónde se producirá esta brecha? En el eslabón más débil de la cadena del frente mundial del imperialismo, allí donde el imperialismo es débil y donde las fuerzas revolucionarias son lo bastante fuertes como para provocar tal brecha.

(5) Por consiguiente, la victoria del socialismo en un solo país (incluso un país atrasado donde el capitalismo está poco desarrollado), al tiempo que se mantiene el capitalismo en otros países (más desarrollados en el sentido capitalista del término), se convierte en algo probable.

La desigualdad del desarrollo económico y político, dice Lenin, es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país en forma aislada. El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados. (…) La libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados.[21]

Y más todavía:
El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el regimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses.[22] (subrayado por Harpal Brar)

Tales son los fundamentos de la teoría leninista de la revolución proletaria. Los oportunistas (ya sean trotskistas, revisionistas o socialdemócratas) de todos los países afirman que una revolución proletaria sólo puede desencadenarse en países altamente industrializados. Es más, según ellos, la victoria del socialismo en un solo país, particularmente un país donde el capitalismo no esté altamente desarrollado, queda absolutamente excluida. Lenin combatió esta teoría oportunista desde el inicio de la Primera Guerra Mundial y, apoyándose en la ley del desarrollo desigual del capitalismo, hizo frente a los oportunistas con su teoría de la revolución proletaria. ¿Qué es lo que distingue la teoría leninista de la revolución proletaria de las diversas teorías oportunistas?

La posibilidad y la probabilidad de la victoria del socialismo en un solo país, incluso si este país no está altamente desarrollado en el sentido capitalista del término, es lo que distingue la teoría leninista de la revolución proletaria de todas las teoría oportunistas que afirman que el socialismo no puede triunfar en un solo país y, con mayor motivo, en un país atrasado.

La Revolución de Octubre suministró una prueba elocuente de la justeza de la teoría leninista de la revolución proletaria y una prueba tan elocuente de la falsedad y de la naturaleza oportunista de las diversas teorías que pretenden que la victoria del socialismo no es posible en un solo país, particularmente en un país atrasado:
La segunda particularidad de la Revolución de Octubre consiste en que esta revolución es un modelo de aplicación práctica de la teoría leninista de la revolución proletaria.

Quien no haya comprendido esta particularidad de la Revolución de Octubre, jamás comprenderá ni el carácter internacional de esta revolución, ni su formidable potencia internacional, ni su peculiar política exterior.[23]

¿Cómo la teoría trotskista de la “revolución permanente” responde a la teoría leninista de la revolución proletaria?

En su obra Nuestra revolución (1906), Trotski escribía:
Sin un apoyo estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera de Rusia no podrá mantenerse en el Poder y transformar su dominación temporal en una dictadura socialista duradera. De ello no cabe dudar ni un instante.[24]

¿Qué quiere decir esta cita? Su significado es que el socialismo no puede resultar victorioso en un solo país –Rusia, en este caso- “sin el apoyo estatal directo del proletariado europeo”. Esto quiere decir que, en Rusia, el proletariado no puede “mantenerse en el poder”, y menos aún construir el socialismo, antes de que el proletariado europeo haya tomado el poder.

¿Hay algo en común entre esta “teoría” y la teoría leninista de la revolución proletaria que habla de la victoria del socialismo en un solo país, aunque este país no esté altamente desarrollado en el sentido capitalista del término?

Apenas es necesario decir que no hay nada en común entre las dos teorías. Se podría pretender que la obra de Trotski, Nuestra revolución, fue publicada en 1906 cuando todavía era difícil determinar con precisión el carácter de la revolución rusa; que contiene ciertos errores y que, por consiguiente, no refleja las opiniones posteriores de Trotski. Pero, examinemos las opiniones de Trotski tal como las expone en otro folleto titulado Programa de paz. Este folleto se publicó antes de la Revolución de Octubre y se reeditó en 1924 en la obra de Trotski 1917. En él Trotski ataca la teoría leninista de la revolución proletaria sobre la victoria del socialismo en un solo país y le opone su teoría de los Estados Unidos de Europa. Trotski pretende que la victoria del socialismo sólo es posible si se alcanza en los principales Estados europeos, los cuales deberían luego agruparse en los Estados Unidos de Europa. 

Según Trotski, una revolución en Rusia no podría resultar victoriosa sin revolución proletaria en Alemania. Y la revolución no podría resultar victoriosa en Alemania sin una revolución en otros países europeos avanzados. Esto es lo que dice Trotski:
La única consideración historica más o menos concreta — dice Trotski — contra la consigna de los Estados Unidos ha sido formulada en el Sotsial-Demokrat de Suiza (entonces órgano central de los bolcheviques, explica Stalin), en la siguiente frase: ‘La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo’. De aquí deducía Sotsial-Demokrat que la victoria del socialismo en un solo país es posible y, por tanto, no hay por qué supeditar la dictadura del proletariado en cada país a la formación de los Estados Unidos de Europa. Que el desarrollo capitalista de los distintos países es desigual, es una afirmación absolutamente indiscutible. Pero esta desigualdad es ella misma sumamente desigual. El nivel capitalista de Inglaterra, de Austria, de Alemania o de Francia no es el mismo. Pero, en comparación con Africa y Asia, todos estos países representan la ‘Europa’ capitalista, madura ya para la revolución social. Que ningún país debe ‘aguardar’ a los otros en su lucha, es una idea elemental que es útil y necesario repetir, para que la idea de una acción internacional paralela no sea sustituida por la idea de una inactividad internacional expectante. Sin aguardar a los demás, comenzamos y continuamos la lucha en el terreno nacional, con la plena seguridad de que nuestra iniciativa impulsará la lucha en otros países; y, si esto no sucediese, no hay ningún fundamento para suponer — así lo atestiguan la experiencia histórica y las consideraciones teóricas — que la Rusia revolucionaria, por ejemplo, podria sostenerse frente a la Europa conservadora o que la Alemania socialista podría subsistir aislada en un mundo capitalista.[25]

Por consiguiente, lo que se nos presenta una vez más es esta vieja teoría de la “revolución permanente” que requiere una victoria simultánea de la revolución proletaria en los más importantes países europeos. La teoría de la “revolución permanente” de Trotski excluía la teoría leninista de la revolución proletaria; la teoría de Trotski de la desesperanza “permanente” no tiene nada en común con la teoría de Lenin de la revolución proletaria que acoge la victoria del socialismo en un solo país.

Sería posible que la cita anterior de la obra de Trotski 1917 no correspondiera a las opiniones más maduras de Trotski. En ese caso, examinemos pues sus obras posteriores, redactadas después de la victoria de la revolución proletaria en Rusia, es decir, en un solo país. Tomemos, por ejemplo, el epílogo de Trotski, escrito en 1922, para la nueva edición de su folleto Programa de paz, y veamos lo que declara en él:
La afirmación, varias veces repetida en El programa de la paz, de que la revolución proletaria no puede terminar victoriosamente dentro de un marco nacional, parecerá quizá a algunos lectores desmentida por la experiencia de casi cinco años de vida de nuestra República Soviética. Pero semejante conclusión sería infundada. El hecho de que el Estado obrero haya resistido contra el mundo entero en un solo país, y además en un país atrasado, atestigua la potencia colosal del proletariado, que en otros países más adelantados y más civilizados será capaz de hacer verdaderos milagros. Pero, habiendo logrado mantenernos como Estado en el sentido político y militar, no hemos llegado todavía, ni siquiera nos hemos acercado a la creación de la sociedad socialista (…) Mientras en los demás Estados europeos se mantenga en el Poder la burguesía nos veremos obligados, en la lucha contra el aislamiento económico, a buscar acuerdos con el mundo capitalista; al mismo tiempo, puede afirmarse con toda certidumbre que estos acuerdos pueden, en el mejor de los casos, ayudarnos a cicatrizar una u otra herida económica, a dar uno u otro paso adelante, pero el verdadero auge de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los países más importantes de Europa.[26] (la cursiva es de Stalin)

Permitidme, camaradas, que concluya el punto citando lo que el camarada Stalin decía de la cita anterior:
Esto es lo que dice Trotski, pecando manifiestamente contra la realidad y esforzándose a toda costa por salvar del naufragio definitivo la “revolución permanente”.
Resulta que, por más vueltas que se le dé, no sólo “no hemos llegado”, sino que “ni siquiera nos hemos acercado” a la creación de la sociedad socialista. Resulta que alguien abrigaba la esperanza de llegar a “acuerdos con el mundo capitalista”, pero resulta también que de estos acuerdos tampoco sale nada, pues, por más vueltas que se le dé, “el verdadero auge de la economía socialista” no se alcanzará mientras el proletariado no haya vencido “en los países más importantes de Europa”.
Y como aún no se ha obtenido la victoria en el Occidente, a la revolución de Rusia no le queda más que un “dilema”: o podrirse desde la raíz o degenerar en un Estado burgués.
Por algo hace ya dos años que Trotski viene hablando de la “degeneración” de nuestro Partido.
Por algo Trotski profetizaba el año pasado el “hundimiento” de nuestro país.
¿Cómo se puede conciliar esta extraña “teoría” con la teoría de Lenin sobre la “victoria del socialismo en un solo país”?
¿Cómo se puede conciliar esta extraña “perspectiva” con la perspectiva de Lenin, según la cual la nueva política económica nos permitirá “echar los cimientos de la economía socialista”?
¿Cómo se puede conciliar esta desesperanza “permanente” con las siguientes palabras de Lenin, por ejemplo?
“Hoy, el socialismo no es ya un problema de un futuro remoto, ni una visión abstracta o un icono. De los iconos seguimos tenicndo la opinión de antes, una opinión muy mala. Hemos hecho penetrar el socialismo en la vida diaria, y de eso es de lo que debemos ocuparnos. Esa es la tarea de nuestros días, esa es la tarea de nuestra época. Permitidme que termine expresando la seguridad de que, por más difícil que sea esa tarea, por más nueva que sea, en comparación con nuestra tarea anterior, y por más dificultades que nos origine, todos nosotros, juntos y no mañana, sino en el transcutso de unos cuantos años, todos nosotros, juntos, la resolveremos a toda costa, de modo que de la Rusia de la Nep salga la Rusia socialista” (v. t. XXVII, pág. 366).

¿Cómo se puede conciliar la falta “permanente” de perspectivas de Trotski con las siguientes palabras de Lenin, por ejemplo?

“En efecto, todos los grandes medios de producción en poder del Estado y el Poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos; asegurar la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es esto todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa partiendo de la cooperación, y nada más que de la cooperación, a la que antes motejábamos de mercantilista y que ahora, bajo la Nep, merece también, en cierto modo, el mismo trato; acaso no es esto todo lo imprescindible para edificar la sociedad socialista completa? Eso no es todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para esta edificación” (v. t. XXVII, pág. 392).
Es evidente que todo eso no se concilia ni puede conciliarse. La “revolución permanente” de Trotski es la negación de la teoría leninista de la revolución proletaria, y viceversa: la teoría leninista de la revolución proletaria es la negación de la teoría de la “revolución permanente”.
La falta de fe en la fuerza y en la capacidad de nuestra revolución, la falta de fe en las fuerzas y en la capacidad del proletariado de Rusia: tal es el fondo de la teoría de la “revolucion permanente”.
Hasta ahora solía señalarse un solo lado de la teoría de la “revolución permanente”: la falta de fe en las posibilidades revolucionarias del movimiento campesino. Ahora, para ser justos, hay que completar ese lado con otro: la falta de fe en las fuerzas y en la capacidad del proletariado de Rusia.
¿En qué se diferencia la teoría de Trotski de la teoría corriente del menchevismo, según la cual la victoria del socialismo en un solo país, por añadidura atrasado, es imposible sin la victoria previa de la revolución proletaria “en los principales países de la Europa Occidental”?
En el fondo, no se diferencia en nada.
No cabe duda: la teoría de la “revolución permanente” de Trotski es una variedad del menchevismo.[27]

Así están las cosas en cuanto a la segunda característica particular de la Revolución de Octubre.

Los trotskistas y la intelectualidad burguesa, en su tentativa desesperada de hacernos tragar que la teoría de la “revolución permanente” es compatible con el leninismo afirman muy a menudo que el problema de Trotski es que iba demasiado por delante; que, si la teoría de Trotski no convenía para el año 1905, resultó correcta para octubre de 1917. Se afirma además que, en abril de 1917, Lenin renunció a su punto de vista sobre la “revolución permanente” de Trotski. Es necesario analizar esta afirmación porque, si fuera cierta, sería entonces correcto decir que Lenin era trotskista. Más aún, no se hablaría en este caso de marxismo-leninismo, sino de marxismo-trotskismo. Así pues, se puede ver con claridad, camaradas, que los trotskistas no sólo intentan hacer aparecer el trotskismo como compatible con el leninismo, sino que intentan de hecho sustituir el leninismo por el trotskismo. No es la primera vez que el trotskismo realiza semejante tentativa, y tampoco será la última. Pero podemos decir con certeza que, al igual que en todas las anteriores tentativas del trotskismo por sustituir el leninismo y por presentarse como única ideología proletaria (¡!), la que nos ocupa (lo mismo que las tentativas posteriores) será completamente aniquilada.

Otro intento de presentar el trotskismo como algo compatible como el leninismo fue el de Rádek, en 1924. A raíz de esta tentativa, Stalin llamó a Radek el “diplomático podrido”. Éste es el planteamiento de Rádek:
La guerra ha abierto un abismo entre los campesinos, que aspiran a conquistar la tierra y la paz, y los partidos pequeñoburgueses; la guerra ha puesto a los campesinos bajo la dirección de la clase obrera y de su vanguardia, el Partido Bolchevique. Lo que se ha hecho posible no es la dictadura de la clase obrera y de los campesinos, sino la dictadura de la clase obrera, apoyada en los campesinos. Lo que Rosa Luxemburgo y Trotski propugnaban en 1905 contra Lenin (es decir, la “revolución permanente”, explica Stalin) ha resultado ser, de hecho, la segunda etapa del desarrollo histórico.

No puede hallarse mejor refutación de las afirmaciones contenidas en la cita anterior que las siguientes líneas del camarada Stalin:
Cada una de estas palabras es una falsedad. Es falso que durante la guerra “lo que se ha hecho posible no es la dictadura de la clase obrera y de los campesinos, sino la dictadura de la clase obrera, apoyada en los campesinos”. En realidad, la revolución de febrero de 1917 fue la realización de la dictadura del proletariado y de los campesinos, entrelazada de modo peculiar con la dictadura de la burguesía.

Es falso que la teoría de la “revolución permanente”, que Rádek silencia púdicamente, fuese formulada en 1905 por Rosa Luxemburgo y Trotski. En realidad, esa teoría la expusieron Parvus y Trotski. Ahora, a los diez meses, Rádek se rectifica a sí mismo y estima necesario reprochar a Parvus la “revolución permanente”. Pero la justicia exige de Rádek que los reproches alcancen también a Trotski, el socio de Parvus. No es cierto que la “revolución permanente”, refutada por la revolución de 1905, haya resultado acertada en la “segunda etapa del desarrollo histórico”, es decir, durante la Revolución de Octubre. Todo el curso de la Revolución de Octubre, todo su desarrollo han revelado y demostrado la inconsistencia absoluta de la teoría de la “revolución permanente”, su absoluta incompatibilidad con los fundamentos del leninismo.

Con discursos melifluos y diplomacia podrida no se puede cubrir la profunda sima que separa la teoría de la “revolución permanente” y el leninismo.[28]


Notas.-
 

[1] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/1905-vii.htm
[2] «El problema de las masas laboriosas de la pequeña burguesía, a la vez urbana y rural, el problema de atraer a esas masas al lado del proletariado, es de una importancia excepcional para la revolución proletaria. ¿A quien van a apoyar los trabajadores de las ciudades y del campo en la lucha por el poder, a la burguesía o al proletariado? ¿Se convertirán en reserva de la burguesía o en reserva del proletariado? De esto depende la suerte de la revolución y de la estabilidad de la dictadura del proletariado. En Francia, las revoluciones de 1848 y de 1871 fracasaron principalmente porque las reservas campesinas resultaron estar al lado de la burguesía. La Revolución de Octubre triunfó porque consiguió privar a la burguesía de sus reservas campesinas, porque fue capaz de atraer a estas reservas al lado del proletariado y porque, en esta revolución, el proletariado probó que era la única fuerza dirigente para las masas importantes de trabajadores de la ciudad y del campo». «Quien no comprenda esto nunca comprenderá el carácter de la Revolución de Octubre, ni la naturaleza de la dictadura del proletariado, ni las características particulares de la política interna de nuestro poder proletario.» (Stalin, Los problemas del leninismo)
[3] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
[4] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
[5] Nueva Gaceta Renana, 14 de septiembre de 1848, citado en Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
[6] Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
[7] Ibíd.
[8] Citado por Lenin en Sobre las dos líneas en la revolución. http://www.forocomunista.com/t28005-sobre-las-dos-lineas-en-la-revolucion-contra-plejanov-y-la-original-teoria-de-trotsky-lenin-1915
[9] Trotski, Nuestra revolución, 1906, citado por Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[10] Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[11] Lenin, Cómo se engaña al pueblo con las consignas de libertad y de igualdad, citado por Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[12] Lenin, Una gran iniciativa, citado por Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[13] Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[14] Trotski, citado por Lenin en Sobre las dos líneas en la revolución.
[15] Lenin, Sobre las dos líneas en la revolución.
[16] Trotski, Prefacio de 1922 a Resultados y perspectivas, http://www.ceipleontrotsky.org/Prefacio-a-la-edicion-rusa-de-1905. Los subrayados son de Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos, al citar el original de Trotski.
[17] Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[18] Stalin en La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[19] Lenin, Prólogo a las ediciones francesa y alemana de El imperialismo, fase superior del capitalismo.
[20] Ibíd.
[21] Lenin, Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa.
[22] Lenin, El programa militar de la revolución proletaria.
[23] Stalin, La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[24] Citado en Ibíd.
[25] Stalin, La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos.
[26] Ibíd.
[27] Ibíd.
[28] Ibíd.