Por Martha Eugenia López Villeda *, en Cubadebate.
Fidel, a un año del triunfo de la Revolución en 1960, dijo algo que
ha estado presente en todo el proceso revolucionario: los niños de hoy,
son el pueblo del mañana. “Hay que cuidarlos y velar por ellos como los
pilares con que se funda una obra verdaderamente hermosa y
verdaderamente útil (…)” (1)
En Cuba, desde hace alrededor de cuatro décadas, el 100% de los niños
en edad primaria asisten a la escuela y no hay deserción. Mientras, con
deserción similar, en el nivel secundario el tanto porciento de matrícula es
de 98, y existen programas especiales para que sigan estudiando.
El gobierno Revolucionario, que era de nuevo tipo, se encontró el
mismo año de su triunfo que casi la mitad de la población en edad
escolar estaba fuera del sistema de educación, con cerca de 600 mil
niños sin escuela. “El 53% de la población infantil rural y el 43 %
urbano no tenían escuela ni maestro. La asistencia escolar era entre un
50 % y un 60 % en las poblaciones, y mucho menor en el campo, donde la
deserción y el retraso escolar cronológico y pedagógico eran
constantes”. (2)
Se partía de las condiciones de país subdesarrollado donde nunca
había interesado la escolarización y no existía un presupuesto adecuado,
el que era, por demás, malversado.
Una Hazaña era necesaria para resolver esa situación. Las acciones se
acometieron de inmediato. La educación primaria comenzó a experimentar
un cambio sensible. “En septiembre de 1959 fueron creadas 10 mil aulas
en todo el país. Se convirtieron 69 cuarteles de la antigua tiranía en
escuela. Así mismo, se obtuvieron locales facilitados por los sindicatos
y organizaciones locales (…) y se comenzó a desarrollar, de inmediato,
un amplio plan de construcciones escolares, tanto de reparaciones como
de edificación de nuevos centros docentes" (3).
Se necesitaba entonces contar con el material de estudio necesario
como libros con contenido acorde a la nueva etapa de la historia que se
iniciaba, tizas, borradores, así como libretas, lápices para los alumnos
y el uniforme escolar correspondiente.
Tener maestros para cubrir esa ampliación del servicio parecía
difícil de cumplir, pero se resolvió con los 10 mil maestros sin trabajo
y 3 mil maestros voluntarios para las zonas más apartadas del país. El
pueblo acudía nuevamente al llamado de la Revolución, una muestra de la
confianza hacia Fidel, quien hizo el llamado.
La promulgación de la Ley de Educación, el saneamiento del Ministerio
de Educación, la designación del Dr. Armando Hart Dávalos como Ministro
-quien a pesar de su juventud desarrollaría una extraordinaria labor-,
sacaron adelante la dirección de la Revolución sobre la educación de la
niñez. Un servicio intransferible e indelegable del Estado.
Para Cuba, siendo un país bloqueado económicamente por el gobierno
Norteamericano, la educación ha representado un gran esfuerzo. Más
adelante, al implantarse el período especial, escaseaban las libretas
para los niños, los lápices… Se acudía a los movimientos solidarios en
el exterior.
La acción más difícil de esta hazaña fue lograr la asistencia de los
niños a la escuela de forma sistemática y sin deserción escolar. No
había hábito al respecto y muchos irían por primera vez a una escuela.
Lo más complicado fue que los padres y familiares comprendieran la
importancia del estudio y lo que este representaba para la propia niñez,
para la familia y el futuro de la Patria. Muchos infantes ayudaban a
sus padres en trabajos agrícolas o de otra índole, en tareas en el hogar
y, hasta ese momento, no veían la necesidad del estudio.
Se convirtió en una tarea de todo el pueblo. Las organizaciones
sociales desempeñaron un papel importante. Cuando un miembro de los
Comité de Defensa de la Revolución o de la Federación de Mujeres Cubanas
veían a un niño en la calle en horario escolar, lo llamaban para saber
el motivo y conversaban con la familia y el centro escolar para lograr
su asistencia.
Fueron años de trabajo sistemático para lograr que el 100% de los
niños acudieran a la escuela y no desertaran, algo ahora asimilamos con
normalidad, al no concebir que un niño en edad escolar no asista a la
escuela.
Hoy existen programas para que niños con limitaciones motoras puedan
trasladarse hacia las escuelas, además de la creación de escuelas
especiales.
Por las calles de las ciudades, poblados y caminos en el campo
temprano en la mañana se ven a los niños con su uniforme rumbo a la
escuela. Uniformes que varios han pasado de un alumno a otro, o esta
remendado, por las limitaciones económicas del país, una consecuencia
del bloqueo económico impuesto por el gobierno Norteamericano.
En el perfeccionamiento de los programas de estudio, acorde a los
principios de la Revolución y preparación del personal docente se
trabaja sistemáticamente, incluyendo el sistema de becas, la educación
preescolar y las escuelas especiales para los niños que tienen
limitaciones físicas y mentales, lo cual ha sido posible gracias a
estudios científicos realizados por y en nuestro país.
La hazaña se cumplió y así lo ha apreciado la UNESCO en sus visitas a Cuba.
Se ha cumplido con el llamado de Fidel y el pronunciamiento de José
Martí: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben
querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.
* Martha Eugenia López Villeda, mexicana, incorporada al proceso revolucionario cubano desde 1955, ha escrito varios libros.
Notas:
(1) Fidel en la entrega de la Fortaleza Militar de la Ciudad de
Holguín, al Ministerio de Educación, Oriente 24 de febrero de 1960,
Fidel: mujer, niñez y familia, Vol 1 Selección temática 8 1959-1981),
Editora Historia, La Habana, 2010, pag. 50.
(2) La niñez en Cuba, 30 años de Revolución, Editorial de Ciencias Sociales 1979, pag. 10.
(3) ídem, pag. 12
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