9 de junio de 2017

Las Mujeres en los tiempos de Stalin

Por Anna Louise Strong


Se ha escrito mucho sobre la historia del Día Internacional de la Mujer. A este respecto hemos pensado que sería una buena idea reimprimir un artículo escrito por Anna Louise Strong, que vivió en la URSS desde 1929 hasta 1949 como periodista. Aunque su supuesta "expulsión de la Unión Soviética" estuviera rodeada de controversia, la consecuencia parece demostrar que Anna Louise Strong  fue utilizada por los enemigos del socialismo. Esperamos que este artículo ayude al lector a hacerse una idea de algunos de los acontecimientos acaecidos en aquellos años.


El cambio de estatus de la mujer ha sido una de las transformaciones sociales más importantes en todas las regiones de la URSS. La Revolución trajo consigo la plena igualdad legal y política para las mujeres: la industrialización proporcionó la base económica para un salario igual. Pero en cada pueblo y aldea las mujeres aún tuvieron que luchar contra costumbres centenarias. Por ejemplo, llegaron noticias de un pueblo de Siberia en el que, después de que las granjas colectivas otorgaran la independencia económica a las mujeres, éstas convocaron una huelga en protesta por el maltrato físico a las mujeres y acabaron con esa costumbre consagrada en una semana.

"Todos los hombres se burlaban de la primera mujer que elegimos para nuestro soviet rural", me contó una presidenta de aldea, "pero en la siguiente elección elegimos a seis mujeres, y ahora somos nosotras las que nos reímos"

Conocí a veinte de estas mujeres presidentas de aldea en 1928, en Siberia, a bordo de un tren destinado a un Congreso de Mujeres en Moscú. Para la mayoría de ellas éste era su primer viaje en tren, y sólo una había estado fuera de Siberia. Habían sido invitadas a Moscú para asesorar al gobierno acerca de las demandas de las mujeres. Sus respectivos distritos las habían elegido a ellas como representantes.

La lucha más tenaz de todas por la liberación de la mujer tuvo lugar en Asia Central. Aquí las mujeres eran bienes inmuebles vendidos en temprano matrimonio, a partir del cual nunca volvían a ser vistas en público sin el horrible "paranja", un velo largo y negro de crin tejida que cubría el rostro entero dificultando la respiración y la visión. La tradición otorgaba a los maridos el derecho a matar a sus mujeres si se quitaban el velo; los mullahs --sacerdotes musulmanes-- apoyaban esta costumbre en la religión. Las mujeres rusas trajeron el primer mensaje de libertad: fundaron clínicas de atención a la infancia, donde las mujeres nativas se quitaban el velo en presencia de otras personas. En estos lugares se discutían los derechos de las mujeres y los males del velo. El Partido Comunista ejercía presión sobre sus miembros para que permitieran a sus mujeres quitarse el velo.

Cuando visité por vez primera Tashkent, en 1928, una conferencia de mujeres comunistas anunciaba: "En pueblos atrasados nuestras militantes están siendo violadas, torturadas y asesinadas. Pero este año debemos terminar con el insidioso velo; éste debe ser un año histórico". Incidentes espantosos siguieron a esta resolución. Una alumna de una escuela de Tashkent dedicó sus vacaciones a manifestarse en favor de los derechos de la mujer en su pueblo natal. Su cuerpo descuartizado fue devuelto a la escuela en un carro que llevaba escritas las siguientes palabras: "Esto a cambio de tu libertad para las mujeres". Otra mujer había rechazado las atenciones de un terrateniente y se había casado con un campesino comunista; una cuadrilla de dieciocho hombres, incitados por el terrateniente, la violaron en su octavo mes de embarazo y luego la asesinaron y arrojaron su cuerpo al río.

Muchos poemas fueron escritos por las mujeres para expresar su lucha. Cuando Zulfia Khan, una luchadora por la libertad, fue quemada viva por los mullahs, las mujeres de su pueblo escribieron este lamento:

¡O, mujer, el mundo no olvidará tu lucha por la libertad!
Tu llama --que no piensen que te ha consumido.

La llama en la que ardiste es una antorcha en nuestras manos.

La ciudadela de la opresión ortodoxa era Santa Bujara. En este lugar se organizó una dramática retirada colectiva de velos. Se extendió la noticia de que algo espectacular iba a ocurrir el Día Internacional de la Mujer, el 8 de Marzo. Aquel día se celebraron mítines masivos de mujeres en muchas partes de la ciudad, y las oradoras animaron a todas las mujeres presentes a quitarse el velo a la vez. Las mujeres marcharon sobre la plataforma, arrojaron sus velos delante de las oradoras y luego desfilaron por las calles. Las tribunas se habían instalado donde los líderes del gobierno solían saludar a las mujeres. Otras mujeres se unieron al desfile desde sus casas y arrojaron sus velos sobre las tribunas. Este desfile rompió la tradición del velo en Santa Bujara. Muchas mujeres, por supuesto, se pusieron otra vez los velos antes de enfrentarse con sus maridos airados. Pero desde aquel día el velo se vio cada vez menos.

El poder soviético empleó muchos medios para la liberación de las mujeres. La educación, la propaganda, la legislación, todo fue utilizado. Se celebraron grandes procesos públicos para juzgar a los maridos que asesinaban a sus mujeres; la presión de la nueva propaganda dio la razón a los jueces que aplicaban la pena de muerte para castigar los actos que la vieja costumbre no consideraba criminales. El instrumento más importante para liberar a las mujeres fue, como en la propia Rusia, la reindustrialización.

Visité una nueva fabrica de seda en la Vieja Bujara. Su director, un hombre pálido y exhausto que trabajaba infatigablemente en la construcción de una nueva industria, me dijo que no esperaban que la fábrica obtuviera beneficios durante mucho tiempo. "Estamos entrenando a las mujeres del pueblo para que sean el nuevo personal de las futuras factorías de seda del Turquestán. Nuestra fábrica es la fuerza conscientemente aplicada que ha roto la costumbre de llevar velo en las mujeres; exigimos que las mujeres se quiten el velo dentro de la fábrica".

Las jóvenes trabajadoras textiles escribieron canciones sobre el nuevo significado de su vida, cuando cambiaron el velo por el tocado o pañuelo ruso.

Cuando emprendí el camino a la fábrica

Encontré allí un nuevo pañuelo,

Un pañuelo rojo, un pañuelo de seda,

¡Comprado con el trabajo de mis propias manos!

El rugido de la fábrica está en mí.

Esto me da ritmo.

Esto me da energía. 

No podemos leer lo anterior sin recordar, en contraste, la "Canción de la Camisa" de Thomas Hood, que habla de las condiciones de las primeras fábricas de Gran Bretaña.

Con dedos cansados y magullados,

Con párpados pesados y rojos,

Una mujer se sentó, en harapos nada femeninos,

A manejar su aguja y su hilo.

La puntada, la puntada, la puntada, en la pobreza, el hambre y la miseria,

Y  de todos modos, con una voz de diapasón doloroso,

Cantó la canción de la camisa.

En la capitalista Gran Bretaña, la fábrica era un instrumento de explotación para el beneficio privado de unos pocos. En la URSS no sólo era un medio para crear riqueza colectiva, sino también un instrumento utilizado de manera concienzuda para romper los grilletes del pasado. 



Fuente:
[1] Título original: 'Women in Stalin Era'. [Traducción: 'En defensa del Marxismo-Leninismo'].

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