Por Osmany Sánchez, en La Joven Cuba
El enemigo continúa estando ahí, agazapado como siempre. Culparlo de todos nuestros problemas puede ser un error tan grande como ignorarlo.
La situación en Cuba es diferente a los otros países progresistas de
América Latina, pero los enemigos son los mismos. Los medios que
manipulan la realidad venezolana hacen algo similar con Cuba. La mano que mece la cuna, es la misma..
Cuando los “disidentes” cubanos felicitan a los opositores venezolanos por su “lucha pacífica”, están apoyando las acciones vandálicas de un grupo de personas que lo mismo le prenden candela a un ómnibus que a un hospital pediátrico.
Si ven con buenos ojos ese tipo de “lucha” entonces harían lo mismo
aquí si tuvieran la oportunidad y de hecho algunos hacen llamados
solapados a realizarlo.
Cuando
un grupo violento como la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) se
nos presenta ahora como pacifistas es porque el contexto no les permite
organizar acciones terroristas como hace unos años, no porque hayan
cambiado de idea. No estar atento a eso es cometer un suicidio.
Nuestros enemigos de disfrazan para confundirnos, pero su propia
naturaleza los traiciona y saca lo peor de ellos. Los mismos que nos
acusan de intolerancia política, de falta de libertades, o de mil cosas
más son los que prohíben un libro de las escuelas de Miami solo porque en la portada aparecen unos pioneros cubanos sonriendo, o los que les retiran las llaves de la ciudad a unos músicos porque aparece un comunista bailando con su música.
Si
en la actualidad, cuando nos quieren confundir y engatusar son capaces
de obligar a los peloteros cubanos a jurar que no son militantes
comunistas para poder jugar en Grandes Ligas ¿de qué no serían capaces
si un día derrocan a la Revolución cubana? ¿Retomarían aquella idea de
los tres días para matar? No es algo descabellado porque una vez lo
hicieron con la llamada Operación 40.
Se
han dado pasos, es cierto, pero el bloqueo sigue ahí, afectando a
nuestra economía como siempre. La Base Naval de Guantánamo sigue
horadando nuestra soberanía. Los millones de dólares para la subversión
siguen fluyendo. El acoso sigue, pero con métodos diferentes.
Minimizar
las acciones o la propia existencia de nuestros enemigos no puede ser
la vía para denunciar los errores de algunos que actúan a nombre de la
Revolución. Si lo hacemos así, no se alcanzarán los resultados que
queremos. No se puede construir el país al que aspiramos si no existe la
unidad y la existencia de esta, parte del reconocimiento de los
enemigos externos. Luego iremos a resolver nuestros problemas.
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