Por Marco Teruggi
Casi no se habla de comunas en
Venezuela. Es una excepción ver en un medio público un informe,
reportaje, análisis, debate que hable sobre el tema. Como si no
existieran, salvo en finales de discurso del presidente Nicolás Maduro
cuando llama y enumera a todos los sectores de la sociedad.
La ausencia puede explicarse por
la permanente coyuntura en llamas que no deja espacio para los medianos
plazos. En estos días, por ejemplo, uno de los debates gira en torno a
la renovación de los partidos políticos, y, debajo de ese tema, la gran
pregunta: ¿cuándo serán las elecciones a gobernadores y alcaldes? El
tema ocupa titulares, declaraciones, fuegos abiertos, y tiene, por el
momento, un desenlace incierto. Otro punto de agenda es el ataque de los Estados Unidos al vicepresidente de la República, Tareck El Aissami, a quien acusan de narcotraficante y terrorista -el coctel del mal. ¿Qué espacio queda para las comunas en este contexto?
Lo urgente cubre siempre
entonces lo demás. El problema es que ese demás es precisamente el
proyecto estratégico de sociedad desarrollado por Hugo Chávez. Las
comunas no son levantadas como bandera de los logros del proceso, como
espacios donde se ensayan tramas de socialismo, como experiencias
productivas exitosas en un momento donde es necesario mostrar que sí se
produce. No están en la opinión pública.
¿Existen las comunas? Sí. Son más de 1700.
Se dice entonces que son
ficticias, solo existen en el papel. Se intenta así desmerecer, anular
las comunas, una mirada que suele tener por marca el desconocimiento.
Las comunas, como todo proceso de organización popular, tienen
desniveles, tiempos dispares, diferencias según su relación con el
Estado, el acompañamiento o no de movimientos populares etc. ¿Algunas
son maquetas antes que experiencias reales de autogobierno? Sin dudas.
¿Cuántas son? Difícil saberlo.
Resulta interesante hacer el
ejercicio al revés, y en lugar de buscar las que no son lo que deberían
ser, ir donde sí el proceso avanza. Pongamos por caso el Estado
(provincia) Portuguesa, granero de Venezuela. En números: para que todo
su territorio -15.200 km2- sea comunalmente cubierto, son necesarias unas
130 comunas. En la actualidad existen 110. De esas 110, 64 tienen las
principales instancias de autogobierno constituidas, Parlamento, Banco, Contraloría, Ejecutivo. Las demás están en el proceso de
conformación.
A su vez 70 de ellas están
agrupadas en el Bloque Estadal de Comunas, instancia regional del
Consejo Presidencial de Gobierno Popular para las Comunas, espacio
creado para el cogobierno entre el presidente de la República y los
Gobiernos comunales. Y aunque el Consejo no haya sido convocado en todo
el 2016 y lo que va del año por el presidente, su dinámica se ha
desarrollado, en particular en los Estados. Es ahí donde parece
concentrarse el salto cualitativo del proceso comunal.
Una comuna no hace el
socialismo.
Ni miles de comunas hacen al socialismo ¿quién sabe cómo se
hace?. Pero un proceso de agrupamiento comunal en miras de un gobierno
de las comunas a nivel de un Estado es un avance en esa dirección. Más
aún si son varios estados en ese proceso. Ahí comienza a condensarse un
poder territorial, productivo, con capacidad de autonomía en caso de ser
necesaria.
¿Autonomía para qué? Para, dentro de la unidad del chavismo,
plantearse presionar ante la falta de respuestas políticas y
reivindicativas, por ejemplo. Dar la disputa al interior del movimiento
desde la legitimidad que da la construcción de masas.
Eso fue precisamente lo que hizo
recientemente el Bloque de Comunas de Portuguesa: movilizó a Caracas, a
exigirle respuestas al Ministro del Poder Popular para las Comunas. Lo
hizo en autobuses, en la parte de atrás de los camiones comunales -con
sillas con vistas a las estrellas- con lo que pudo reunir. No es un
detalle menor: en un proceso político donde las iniciativas populares
han sido históricamente dependientes del financiamiento del Estado, la
capacidad de movilización propia es una señal de fuerza popular.
Lograron, pasados los días, reunirse con el ministro e iniciar una serie de acuerdos.
Los resultados no fueron hasta el momento los esperados.
Fuimos a Portuguesa los días
posteriores, a filmar, mostrar las siembras, las Empresas de Propiedad
Social, las ideas, debates, conclusiones políticas a las cuales han
llegado. Recorrimos llano adentro -horizonte rajado de sol- y montaña
arriba -selvas con flores naranjas- para sentarnos a escuchar. La
conclusión es, nuevamente: el acumulado político más avanzado se
encuentra en territorios comunales, en particular en zonas campesinas.
"El pueblo es sabio y paciente,
ha resistido, pero ya en estos momentos hay un nivel de indignación ante
la no respuesta, queremos pasar a otro nivel, hacer fuerza para ser
escuchados", dijo Nelly Rodríguez, vocera del Bloque, militante de la
Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora.
El diagnóstico es extendido.
La
paciencia ante la capa impenetrable de burocracia -en particular en las
regiones- llegó a su límite. ¿Cómo traducirlo en medidas de presión en
este escenario político acupunturista? Es parte de los debates que se
dan las 70 comunas de Portuguesa, que se han propuesto invitar a las
demás Bloques a buscar las formas de hacerse escuchar. ¿Llegó la hora de
asumir otro papel?
En lo que va del año tuvo lugar un rescate de
tierras de la Comuna Negro Miguel, en Yaracuy, otro en Sur del Lago, en
Barinas, otra movilización comunera en Guárico. Una lucha no hace un
ciclo de luchas, pero varias pueden indicar que algo comenzó a cambiar:
puede pasar a más o apagarse por falta de articulación, proyección
común, condiciones políticas compartidas.
No se trata de idealizar el
entramado comunal. No existe sujeto político puro, libre de errores y
techos. Las comunas son un proceso eminentemente venezolano, chavista:
cargan con las virtudes y falencias del proyecto. Son -con sus
laberintos- los lugares dónde se puede visualizar el país porvenir, una
fuerza ética en un momento de crisis de la misma, espacios de
resistencia centrales en un hipotético escenario de pérdida de Gobierno.
¿Por qué entonces casi no se habla de las comunas? ¿No es esta la época
para hablar de eso, para pensar en eso, meterse en eso?
No existe duda acerca de la
importancia del debate de las elecciones, renovación de partidos,
precios internacionales del petróleo, cambios del gabinete, acuerdos con
China, ataques de Estados Unidos, o sacadas de ojos entre dirigentes de
la derecha. El problema es que de tanto dejar algo de lado se puede
olvidar que existe. Para que no pase es necesario asumir una disputa que
de a poco emerge. No se trata de quejarse sino de encontrar las formas
de revertir el silencio.
Nota:
Publicado en Resumen Latinoamericano
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