Ha empezado ya el año 2017,
durante el cual será recordada la revolución proletaria que triunfó
en Rusia hace cien años. La mayor parte de lo que ya se está
difundiendo son falsedades y difamaciones, porque los grandes
medios de difusión cultural pertenecen a los capitalistas. No
debemos perder de vista que éstos sólo pueden existir a costa de la
explotación de los trabajadores asalariados. Es pues fácilmente
comprensible que se opongan furiosamente a cualquier tentativa de
emancipación de la clase obrera, con más motivo si ésta se realiza
con éxito, como fue el caso de la revolución rusa. Así que, cuando
oigamos, veamos y leamos la avalancha de "sesudos"
argumentos contra ella, no olvidemos que no tienen nada que ver con
la ciencia, con la verdad histórica, sino con el interés de la
burguesía por prolongar la explotación del hombre por el hombre.
Mucho más desmoralizante para
la clase obrera es la crítica de sus supuestos amigos contra la
Revolución de Octubre. Nos referimos a quienes se presentan a sí
mismos como simpatizantes de los trabajadores, del socialismo, de la
revolución, etc., pero que coinciden con la propaganda burguesa
a la hora de arremeter contra tal o cual principio de Octubre
(dictadura del proletariado, violencia revolucionaria, dirección del
movimiento obrero por parte de su partido comunista, etc.).
La revolución que triunfó el
7 de Noviembre de 1917 y que fue la mayor de toda la historia
no resultó de un concurso de circunstancias casuales. Las
condiciones objetivas y casuales -beneficiosas y perjudiciales-
fueron coronadas por la victoria del proletariado porque las manejó
el Partido bolchevique, un partido comunista enteramente basado en la
teoría científica del marxismo-leninismo. Esta teoría no es una
colección cualquiera de ideas inconexas, sino un todo absolutamente
coherente con el interés de clase del proletariado como forjador de
la sociedad comunista y absolutamente antagónico con el
interés de clase de la burguesía por conservar el capitalismo. Por
eso, prescindir aunque sea de uno solo de sus principios equivale a
renegar del marxismo por entero; es abrir una vía de agua que acaba
hundiendo el barco.
En definitiva, la diferencia
entre un sincero homenaje a la Revolución de Octubre y un ataque más
o menos encubierto a la misma se mide por la fidelidad al espíritu
del bolchevismo que la hizo posible.
Así, el anarquismo que parece
amigo de la clase obrera, del socialismo y de la revolución se
convierte en su enemigo, en un aliado de la burguesía, desde el
momento en que se opone a la dictadura del proletariado,
imprescindible para que éste pueda defenderse de la
contrarrevolución burguesa y completar la transformación de la
sociedad capitalista en sociedad comunista. La crítica anarquista de
la Revolución de Octubre es, en esencia, una crítica burguesa, o,
más exactamente, pequeñoburguesa.
La socialdemocracia también
critica la revolución soviética en nombre de la clase obrera y del
socialismo, pero lleva ya más de un siglo demostrando en la práctica
que su crítica está al servicio del imperialismo. Por eso,
sólo conserva cierta influencia sobre la parte trasera del
movimiento obrero.
Sin embargo, hay una versión
"izquierdista" de la socialdemocracia que influye
negativamente sobre la parte más joven e inexperta de
la vanguardia proletaria: se trata del trotskismo, a través de
todas sus variadas expresiones. Unas atacan casi toda la actuación
del Poder soviético, mientras que otras la defienden formalmente
hasta el momento en que murió Lenin. Es una defensa falsa,
farisaica, porque ocultan la larga lucha de Lenin contra el
trotskismo y presentan al último Lenin como a un trotskista
converso; todo ello para tergiversar el bolchevismo y suplantarlo
por el trotskismo. El espíritu del bolchevismo fue llevar hasta
lo más alto la transformación socialista de Rusia, estimulando la
revolución mundial con este ejemplo práctico, mientras que el
trotskismo es sacrificar la construcción del socialismo en un solo
país por una fantástica revolución internacional más o menos
simultánea. El trotskismo es, como la socialdemocracia de la que es
parte, la capitulación frente al capitalismo y al imperialismo (ahí
está, por ejemplo, su apoyo entusiasta a Solidarnosc en la Polonia
de los 80 y, luego, a la intervención extranjera contra Yugoslavia,
Libia, Siria, etc.), pero adornada a veces con frases izquierdistas.
Es, por ello, su versión más engañosa y peligrosa para la causa
revolucionaria. Por eso, recibe sin falta todo el apoyo ideológico y
material del imperialismo en su lucha contra el comunismo
consecuente.
Desgraciadamente, ahí no
termina el recuento de los críticos con la Revolución de Octubre.
En efecto, no todos los partidarios del marxismo-leninismo han sido
inmunes a la presión ideológica de la burguesía. Con el paso del
tiempo, en la URSS y en el resto del mundo, muchos cedieron a esta
presión, suplantaron el marxismo-leninismo por un pálido sucedáneo
y respaldaron algunos de los infundios de la socialdemocracia
personificados en Stalin, el dirigente bolchevique más relevante
después de Lenin. Después de comprobar el desastre al que nos ha
conducido el revisionismo moderno de Jruschov, Tito, Carrillo, etc.,
afortunadamente, muchos de ellos intentan restablecer los principios
del bolchevismo, pero se quedan a medio camino por la confusión y
los prejuicios que arrastran.
Ahora que el centenario de la
Revolución de Octubre nos da pie para desenmascarar radicalmente la
montaña de mentiras acumuladas contra ella desde hace más de medio
siglo, surgen iniciativas que sacrifican las exigencias ideológicas
con tal de sumar gente. Otra vez, la cantidad en detrimento de la
calidad. Se anuncia una multitud de actividades para divulgar una
versión elemental de la revolución rusa que, en el mejor de los
casos, elude las cuestiones espinosas. Por este camino, no sólo se
facilita que aquellos falsos amigos se infiltren entre los
organizadores de las celebraciones y las echen a perder, sino que se
traiciona -aun sin quererlo- lo que precisamente hizo posible el
triunfo del Gran Octubre.
El espíritu bolchevique fue
el de la lucha contra la confusión, por la clarificación, por la
verdad, por la integridad del marxismo frente a la degradación del
mismo por el ambiente burgués y pequeñoburgués. Marx y Engels
habían realizado un titánico esfuerzo para que el movimiento obrero
se basara en el socialismo científico. Y el bolchevismo fue su digno
continuador en un tiempo en que, de palabra, nadie se atrevía a
cuestionar la autoridad del socialismo de aquéllos, ni siquiera los
que se empeñaban en corromperlo. El bolchevismo consistió en exigir
la máxima calidad ideológica como base para la conquista de todos
los éxitos prácticos. Así es como la Unión Soviética pudo llegar
tan lejos y animar tras de sí las masas de cientos de millones de
personas que, por todo el planeta, formaron las filas del movimiento
obrero y comunista internacional.
Ser consecuentes con la Gran
Revolución Socialista de Octubre es no ceder a la historiografía
convencional que contrapone la etapa de Lenin a la de Stalin, que
edulcora la primera y que ensombrece la segunda (igual que hay
seudomarxistas que contraponen el Marx revolucionario al Marx de El
Capital, y otros
que contraponen Engels a Marx).
Es explicar que la etapa de
Lenin consiguió restaurar la soberanía y la economía de Rusia, no
para quedarse a la espera de la revolución mundial, sino para poder
pasar a la ofensiva en la construcción del socialismo, como así se
hizo durante la etapa de Stalin.
Es defender la
industrialización como base indispensable del socialismo proletario
y la colectivización agraria como medio de incorporar al campesinado
trabajador a la edificación socialista.
Es explicar los prodigios
económicos y políticos de la URSS como el fruto del trabajo libre
de explotación gracias precisamente a la dictadura revolucionaria
del proletariado contra los explotadores.
Es combatir la ingenuidad
bobalicona que difunden los reformistas entre las masas para que se
crean el cuento de que la lucha de clase de la burguesía contra la
clase obrera se extingue a medida que avanza la construcción del
socialismo. Como si el imperialismo no reaccionara contra este
desarrollo concentrando todas sus fuerzas para destruirlo; como si no
pudiera apoyarse en las contradicciones de clase persistentes en el
socialismo; como si no hubiera dirigentes del partido proletario que
lo traicionan convirtiéndose en representantes de las clases
explotadoras sucesivamente confrontadas a las transformaciones
revolucionarias (por ejemplo, Trotski, Zinóviev, Kámenev, Bujarin,
Jruschov, etc.).
Ser consecuentes con Octubre
también es reconocer los errores y limitaciones que facilitaron la
victoria de la contrarrevolución, después de haber realizado tantos
progresos. Es no hacer del marxismo-leninismo un icono de veneración
y nostalgia, sino un arma viva que siga desbrozando el camino que
lleva al comunismo. Es asumir que los mejores bolcheviques, incluido
Stalin, se confiaron en exceso con los cambios realizados y
minusvaloraron el riesgo que entrañan las contradicciones sociales
aún no resueltas. Es sobre todo el caso de la división de la
sociedad en trabajadores manuales y trabajadores intelectuales, parte
de los cuales conformaron una nueva burguesía revisionista que
arrebató la dirección política a la clase obrera en la URSS y en
otros países socialistas, a partir de mediados del siglo pasado.
Finalmente, a estas alturas,
ser consecuentes con Octubre es hacer extensiva a nosotros mismos la
autocrítica que necesita el movimiento comunista internacional. En
concreto, hay que tratar correctamente, dialécticamente, la
contradicción de la revolución proletaria con esa nueva burguesía
socialista, con el socialismo pequeñoburgués que la misma encabeza.
Es hacerlo sin exageraciones "izquierdistas" y, a la vez,
defendiendo la independencia política de la clase obrera. Es
comprender la naturaleza contradictoria de esta nueva clase burguesa:
contrarrevolucionaria y revisionista en relación con las necesidades
del proletariado revolucionario, a la vez que acosada por la
burguesía imperialista y enfrentada a ella. De ahí, la conveniencia
de promover una alianza con aquella burguesía socialista (Rusia,
China, Siria, etc.) contra el imperialismo e incluso para preservar
las transformaciones revolucionarias habidas, mientras la correlación
de fuerzas de clase existente todavía no permita desplegar una
verdadera ofensiva revolucionaria general. Los comunistas chinos y
albaneses cometieron errores de "izquierda" en esta lucha,
pero -a César lo que el de César- hay que reconocer que fueron los
primeros en diagnosticar y en combatir esta nueva contrarrevolución.
Plagiar algunos de sus análisis para poder explicar el derrumbe
de la URSS y, al mismo tiempo, confundir el marxismo-leninismo con el
revisionismo de la nueva burguesía socialista representa una forma
de oportunismo que no honra el espíritu de Octubre.
En conclusión, son muchas las
exigencias, pero no podemos pasarlas por alto si queremos que la
celebración del Centenario del Gran Octubre nos ayude a reanudar la
revolución proletaria mundial, en vez de reforzar la dominación
burguesa y el capitalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario