El
huracán de gran intensidad Matthew acaba de azotar el extremo oriente
de Cuba con vientos superiores a los 200 Km/ hora y hasta los momentos
en que escribo estas líneas no se conoce de la pérdida de ninguna vida
humana. ¿Cómo puede lograr eso este “desastroso país”, donde la gente se
está “muriendo de hambre” y donde no hay recursos de ningún tipo?
Como
en otras ocasiones he leído, medios de prensa extranjeros le hallarán
la explicación en el “carácter totalitario” de nuestra sociedad y que
eso facilita las acciones en momentos de desastres. No creo que lo
expresen con mala intención, sino que están muy lejos de nuestra
realidad que es muy distinta a la de muchos países.
En
1963 el ciclón Flora le costó la vida a más de mil compatriotas. Dicho
ciclón lo enfrentamos con la “moderna y eficiente” estructura que
recibimos del capitalismo en 1959. En 1964 se crea la Escuela Cubana de
Meteorología y en 1965, el Instituto de Meteorología y a partir de ese
momento se ha desarrollado sistemáticamente el personal y la técnica de
nuestros centros meteorológicos hasta llegar hoy a cerca de 70
estaciones meteorológicas en todo el país y físicos, meteorólogos,
informáticos, matemáticos y cientos de especialistas que no se han ido a
otros países donde recibirían más remuneración para apreciar desde allí
con mirada solidaria nuestros problemas, sino que se han quedado junto a
su pueblo para no tener que ser solidarios distantes, sino solidarios
actuantes.
Junto
al desarrollo de nuestra meteorología se llevó a cabo la llamada
voluntad hidráulica, que ha multiplicado por más de 100 veces nuestra
capacidad de embalse de agua, lo que permite controlar en gran medida
las inundaciones, junto a una red de estaciones hidráulicas que casi
llega al número de 800.
Pero
estos elementos solos no bastarían. Sería imposible sin nuestro sistema
de Defensa Civil que trabaja en la capacitación de toda la población y
de la realización de ejercicios como el Meteoro, que preparan a todo
nuestro pueblo para disminuir los efectos de los desastres naturales. A
los que no viven en nuestro país les será muy difícil entender que ante
situaciones como estas todas las instituciones se ponen en función de la
sociedad, bajo la dirección de los Consejos de Defensa a niveles
nacional, provincial, municipal y de consejo popular y que los
dirigentes de estos órganos son los principales dirigentes del Partido
en cada nivel y como segundos jefes los presidente/as del Poder Popular
en cada territorio, que pasan los días necesarios lejos de su familia,
corriendo los peligros que hagan falta por preservar las vidas de la
población y los recursos materiales. En estos difíciles momentos el
pueblo puede contar siempre con los miembros de nuestras Fuerzas Armadas
y el Ministerio del Interior.
Cómo
entenderán que se evacúan cientos de miles de personas y que para ello
no dependen, si tienen o no recursos de transporte, porque la sociedad
se lo garantiza, así como el alojamiento, los servicios médicos y la
alimentación a los que lo necesiten, durante los días que dure el
evento. ¿Entenderán que para los lugares que se pueden incomunicar van
especialistas en cirugía, ortopedia, intensivistas y otros especialistas
de la salud para que no se vaya a perder una vida? ¿Entenderán que
estos son los mismos médicos que no se acogen a la política de “parole”
del gobierno de Estados Unidos y como dicen los Van Van, siguen ahí?
El
huracán ha producido grandes daños en Guantánamo, hay muchas viviendas
destrozadas, seguramente no se le podrán resolver los problemas de
inmediato a toda la población, pero nadie quedará abandonado.
¿Entenderán la solidaridad existente en el país donde se movilizan
linieros, trabajadores del teléfono, constructores y de otras esferas
para trabajar codo con codo con los guantanameros el tiempo que sea
necesario?
Si
somos buenos en la reducción de los riesgos, no lo somos menos en la
recuperación. Dentro de unos días las calles de Baracoa, Imías y otros
municipios serán asaltadas por lo pioneros que asistirán a sus escuelas,
eliminaremos las principales huellas del paso de Matthew y atenderemos a
los damnificados en la medida que lo permitan nuestros recursos, sin
tener en cuenta su ideología, ni su filiación política, ni el color de
la piel, ni la orientación sexual, ni el nivel educacional, solo basta
que lo necesiten.
Siempre,
pero en momentos como estos más, se incrementan los deseos de cantar
con el trovador Eduardo Sosa: ¡Cómo me gusta esto, compay!
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