21 de abril de 2015

Dolores Ibárruri, sobre el asesinato de Julián Grimau por el franquismo

Por Dolores Ibarruri (Extraído del libro Memorias de Pasionaria)




Uno de los momentos de más lacerante dolor que vivimos en la lejanía de la emigración fue la noche del 20 de abril de 1963. Pegadas al aparato de radio, manteníamos un hilo de esperanza.

¿Sería posible salvar a nuestro entrañable Julián Grimau? Pero, ¿cómo? Durante días y noches estuvimos empeñados en movilizar a la opinión nacional e internacional, a través de la Pirenaica, de la prensa, dirigiéndonos a personalidades influyentes de distintos países para detener la ejecución de nuestro gran camarada.

Todos los comunistas, todos nuestros amigos, los demócratas de España, los del mundo, elevaron su voz para salvar la vida del patriota español.

En Madrid, en Barcelona, en la cuenca minera asturiana, en Galicia, en Sevilla y otras tantas ciudades se distribuyeron millares de octavillas explicando quién era Julián Grimau y llamando a la acción en su defensa.


Desde París, Santiago Carrillo, con todo el partido, apoyados activamente por los camaradas franceses, combinando sus esfuerzos con los de los demócratas de España, luchaban desesperadamente para impedir que se cometiera el crimen. La Pirenaica tenía montado un perfecto mecanismo que penetraba incluso en la cárcel de Carabanchel, y hasta en la celda de nuestro Julián. Informaba Radio España Independiente al minuto de los acontecimientos en torno a la vida de Grimau. Habían pedido la conmutación de la pena de muerte desde Juan XXIII hasta John Kennedy. Nikita Jruschov se dirigió directamente a Franco. Participaban en la acción por salvar la vida de Grimau, Ramón Menéndez Pidal, Teófilo Hernández, Xavier Zubiri, García Moreno, Bergamín, Laín Entralgo, Aranguren. Joaquín Ruiz Jiménez visitó a Muñoz Grandes, a Fraga, a Castiella...

Con la natural angustia yo me había dirigido, pidiendo solidaridad para salvar la vida de Grimau a muchas personalidades y amigos.

A usted también, Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio; a ustedes también, señores del Consejo Nacional del Movimiento, que han expresado abiertamente su descontento por la situación en España: ¿van a callar ante el crimen que se prepara?


¿Que es extraño que una comunista se dirija a una falangista? Sí, no es corriente... pero en el tablero está la vida de un hombre que es necesario salvar. Usted, Pilar, y permítame la familiaridad de un adversario, dirá que los republicanos fusilaron a su hermano. Es verdad, es una dolorosa verdad. Pero era la guerra y, hasta ese momento, ¡cuánta sangre, cuánta ruina, cuánto duelo, cuánto estrago tenían en su haber quienes se sublevaron contra la República!

Recordaba a continuación que el PCE defendía una política de reconciliación nacional, una política que abriera el camino a la convivencia civil y a la democracia, que hiciera imposible la vuelta a nuevas guerras y nuevas cruzadas.

En otra alocución yo llamaba a todos, a los amigos de siempre y a los que lucharon contra nosotros en la guerra. La vida de Julián Grimau es sagrada para nosotros, por bueno, por noble, por sencillo, por abnegado.


Salvar a Julián Grimau de una condena dictada por el odio es hacer recuperar a los hombres la fe en la justicia, en la posibilidad de la convivencia. Es dar un paso, quizá decisivo, en el establecimiento o en la liquidación de esas bases de convivencia.

Con la esperanza de que pudiera escuchar mi voz, me dirigí a nuestro Julián: "Y tú, Julián Grimau, camarada, ¡hermano! Yo quisiera que mi voz cordial, fraterna, cariñosa, llegase hasta tu celda donde sufres, esperas, donde estamos todos acompañándote con el pensamiento".

Parece ser que Julián nos escuchaba; tenía en su poder un pequeño aparato de radio.


El crimen.

La noticia fue terrible: nuestro Julián Grimau había sido fusilado. A través de Radio España Independiente dije:

Camaradas y amigos, la iniquidad se ha consumado. Nuestro amigo, nuestro hermano, nuestro camarada, el comunista abnegado y heroico Julián Grimau, ha sido asesinado por orden de Franco y de sus ministros, sobre los que personalmente recae la total responsabilidad de este crimen que el pueblo español no perdonará.

El Caudillo ha querido desafiar al mundo desoyendo las voces humanitarias que, haciéndole un gran honor, se han dirigido a él de todos los países para impedir lo inevitable.

Señores del gobierno franquista: queremos haceros justicia. Sois como suponíamos: ruines, cobardes, abominables. Pensamos ingenuamente que en vosotros quedaría, después de vuestro trágico pasado, un resto de dignidad, de humanismo. Pero no. Sois consecuentes con vosotros mismos. Sois los sepulcros blanqueados de que habla el Evangelio. Pero no sois más que eso: sepulcros que hieden.

Julián Grimau muerto es una bandera de lucha. Está entre nosotros, vive y vivirá con las nuevas generaciones que avanzan por el camino del comunismo, por el camino de la victoria. La vida continúa, y continúa la lucha. Julián Grimau ha sido asesinado en nombre de la ley fascista. En nombre de la causa del pueblo, lo mejor de la juventud española vendrá con nosotros, viene y vendrá al PCE a luchar como luchó Julián Grimau, como lucharon tantos millares de héroes, ejemplo de combatientes revolucionarios, que al caer en la lucha, cayeron invencibles.

Vengaremos este crimen estableciendo en España un régimen más humano, un régimen democrático que termine con el espíritu de guerra civil, con la represión sangrienta y en el que todos los españoles, cualesquiera que sean sus ideas y sus creencias, tengan asegurada la vida y la libertad.

Y añadía:

Franco negocia en estos momentos con los americanos la concesión de bases navales para los submarinos de proyectiles Polaris y en esas negociaciones, donde se juega la seguridad y la independencia de España para exigir un precio remunerador, Franco necesita demostrar a los norteamericanos que él es un hombre consecuente con su reaccionarismo fascista, con el que pueden contar para todo, incluso para el crimen.

Nuestras entrañables Angelita Grimau, esposa de Julián, y sus hijas Carmen y Lolita, se comportaron con entereza en la campaña por salvar a Julián. Ante los medios de comunicación internacionales,

Angelita manifestó:

"Frente a lo irreparable, quiero declarar ante la conciencia universal que mi deseo más profundo y, también el de mis dos hijas y el de mi madre, es que la sangre derramada por Julián Grimau sea la última. ¡Que el general Franco sea proscrito para la Humanidad!... No quiero que otras madres, otras esposas y otros niños tengan que sufrir lo que estamos sufriendonosotros en estos momentos..."


Hubo manifestaciones ante las embajadas españolas en París, en Roma, en Bonn, en tantas otras capitales. Protestas ante las autoridades españolas en los países de América latina. En EE. UU. piquetes de demócratas habían reclamado respeto a la vida de Julián Grimau.

Algunas calles de diversas ciudades del mundo llevan el nombre de Julián Grimau: en París, una plaza fue bautizada con el nombre del héroe español.

En la barriada de San Andrés —y Dios sabe en cuántas barriadas de ciudades españolas—, una calle amaneció con la inscripción: «Calle de Julián Grimau.»

Yo asistí, con la natural emoción, al descubrimiento de una lápida —oro y azabache sobre mármol gris— que lleva el nombre de Julián Grimau colocada en una calle nueva y blanca, de un distrito joven, recién estrenado, el Novie Cheriomushki, de la capital soviética. Uno de los vecinos prometió: «Seremos dignos del nombre de Julián Grimau.»

Fuentes:

http://www.buscameenelciclodelavida.com/2015/04/julian-grimau.html


* Dolores Ibarruri. 
Memorias de Pasionaria (1939 - 1977) 
Editorial Planeta, 1984

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