4 de julio de 2014

Con debates internos, Maduro anuncia una revolución dentro del Estado


Por Fernando Vicente Prieto





En medio de discusiones en el seno del chavismo, el presidente Nicolás Maduro anunció que entre el 1° y el 15 de julio se realizará una revisión profunda en todos los ministerios, “para que sean del poder popular”.
El chavismo a debate
Son días agitados al interior de la coalición gobernante, con debates que instalan diferentes análisis y predicciones.
Para algunos, se trata de los síntomas del inminente desmoronamiento de la fuerza política y social agrupada en torno al proyecto de Hugo Chávez, tras la desaparición física del líder. Aquello que debía producirse a partir del 5 de marzo de 2013 -la agudización de las tensiones y finalmente, la división entre los diversos sectores que conforman el gobierno bolivariano- estaría haciendo su aparición en cuentagotas, con la ayuda de algunos golpes de efecto como la carta abierta del ex ministro Jorge Giordani, quien a su salida del gobierno emitió durísimas críticas al presidente.
Para otros, en cambio, el debate expresa la vitalidad del chavismo, un amplio y complejo movimiento en el que siempre convivieron diferentes tendencias, haciendo realidad aquella aspiración de unidad en la diversidad, tan difícil de alcanzar en otras latitudes.
Lo único claro es que en la primera fuerza política del país coexisten distintas orientaciones: desde sectores que proponen un modelo que se podría caracterizar como “capitalismo de Estado con importantes políticas sociales”, hasta quienes retoman el programa de transformación radical del Comandante Chávez, sintetizada en la frase “Comuna o Nada”. En el fondo, se trata de dos concepciones antagónicas en la forma de entender al pueblo: de un lado, como beneficiario de políticas de redistribución; del otro, como sujeto revolucionario, capaz de asumir cada vez mayores cuotas de poder hasta construir el socialismo del siglo XXI, basado en la democracia participativa y protagónica.
Sin embargo, de lo anterior no se deduce que estas contradicciones necesariamente tengan que eclosionar en una división, o en todo caso, que ésta vaya a ocurrir en forma inmediata. De hecho, hace más de un año y medio que Chávez no está gobernando, la Revolución ha sufrido una multiplicidad de situaciones que podían habilitar fracturas y al menos hasta el momento, esto no ha pasado.
Sucede que la realidad -siempre original, siempre cambiante- no se adapta a los esquemas abstractos concebidos para analizar “en general” los procesos políticos y sociales. No sería la primera vez que con el chavismo se quemen todos los papeles. Pero además, en el terreno concreto de la acción política, estas contradicciones no se expresan nítidamente en sectores definidos. Sino que más bien recorren en escala de grises todas y cada una de las estructuras del proceso revolucionario.
Incluso puede suceder que en lo más avanzado del chavismo de base, el que le “echa bola” a la organización comunal, se encuentren trabas a la construcción del poder popular, expresadas en paradójicas rémoras de institucionalismo, fragmentación, verticalismo o incluso casos de corrupción en la gestión colectiva. O que en la estructura de las instituciones -en medio de la lógica signada por el Estado liberal burgués, aún vigente- se originen políticas de avanzada en apoyo a la organización de base.
Las limitaciones y potencialidades de una cultura basada en el rentismo petrolero, pero atravesada también por el despertar político de millones de personas, se expresan así en forma compleja y por momentos incomprensible para quienes hemos sido formados en culturas más prolijamente clasificatorias y divisionistas.
Por eso es necesaria la prudencia al momento de pronosticar para dónde van los debates que toman estado público. No hay que olvidar que se acerca el Congreso Extraordinario del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que sesionará en Caracas entre el 27 y el 29 de julio, y también será un momento de fuertes intercambios sobre el rumbo del gobierno y de la sociedad venezolana.
El telón de fondo continúa siendo la guerra económica, que implica desabastecimiento programado y un aumento de precios que deteriora la situación para la mayoría del pueblo. Según encuestas recientes, casi el 60% de la población plantea que el principal reto de Nicolás Maduro es solucionar los problemas económicos. De acuerdo al estudio elaborado por Hinterlaces, Maduro cosecha imagen positiva y negativa en partes iguales: 49% en cada caso, con un 2% de indecisos.
En general, el chavismo de a pie le reconoce la lealtad a los principios de Chávez, aunque para consolidar ese liderazgo es preciso derrotar la escalada de precios y garantizar la normal provisión de productos, un tema clave en el que están involucrados diversos elementos, desde la lucha contra el contrabando (se estima que un 40% de los productos se venden ilegalmente en Colombia), el combate a la burocracia y a la corrupción y el desarrollo del poder popular, que implica de por sí la contraloría social y también la posibilidad de avanzar en mayor presencia de la economía comunal.
Revisión ministerial
En este contexto, Nicolás Maduro convocó para los próximos días a una revisión profunda de las instituciones del Estado. El presidente sabe que -como también sucedía con Chávez- los niveles intermedios de gobierno son los más cuestionados en las propias filas del chavismo, que ven que muchas de las políticas se estancan en la maraña burocrática de las instituciones.
El primer día de julio, en su programa “En contacto con Maduro”, el presidente expresó: “Del 1° al 15 de julio vamos a revisar todo. Nivel de cumplimiento y ejecución. Ministro por ministro. Cómo va cada misión, cuáles son los métodos de trabajo, cómo debate los temas, cómo toma las decisiones y sobre todo, si se cumple que los ministerios sean para el poder popular”.
“Sin poder popular no hay socialismo, no hay democracia, no hay nada”, añadió, luego de anunciar que trabaja en “un conjunto de planes para hacer una revolución total y profunda en la administración del Estado. Una revolución dentro de la revolución. Cambiarlo todo para servir al pueblo es la consigna”.
Hace poco más de un año, apenas ganadas las elecciones presidenciales, Maduro lanzó el Gobierno de Calle, iniciativa que le permitió reunirse con miles de personas en todo el país y legitimarse a partir de su interlocución directa con el poder popular. En esa misma lógica, desde el primer día impulsó la legalización de las comunas en construcción, hasta cumplir y superar las metas del Plan de la Patria, plataforma política electoral elaborada por Chávez para el período 2013-2019.
En un momento clave de la Revolución, en el cual no aflojan los ataques de sectores derechistas y comienzan a aparecer cuestionamientos internos a su figura, las principales interrogantes pasan ahora por saber si esta revisión quedará en simples anuncios o Nicolás Maduro avanzará con decisión sobre la lógica del Estado liberal burgués. Aquel que -en palabras del propio Chávez- “aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas”, convirtiéndose en un obstáculo para el ejercicio del poder popular protagónico, “insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI”.

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