11 de marzo de 2014

Del “especial” te cuento

Por Gabriela González González. Enviado de La Joven Cuba. Publicado en "Quinquenio de Luz".


Período especial. Sinónimo de una de las más crudas crisis económicas cubanas.Solo dos palabras que desempolvan miles de recuerdos, anécdotas; porque más allá de causas e índices macroeconómicos, cada cubano recuerda su propia aventura hacia la sobrevivencia.
El período especial en tiempo de paz constituyó una estrategia política y económica, trazada por la dirección del país una vez que se previeron las consecuencias de la caída de la URSS y el campo socialista. Desde entonces, dicha frase ha quedado latente en el imaginario popular cubano para denominar esa etapa de carencias y escasez.
Pero un gran amigo sin ser erudito ni académico una vez me expresó:“No deberíamos llamar especial a un período colmado de necesidades, ciertamente especial fue la década de los ochenta. Los años de abundancia en los mercados paralelos, de las confituras y productos al alcance de las mayorías”
El reconocido dramaturgo matancero Ulises Rodríguez Febles expone que quienes vivieron, a finales de la década del 80 del pasado siglo,disfrutaron de beneficios que les hacían más fácil la vida, cosas que se semejaban a sus aspiraciones.
“Conocer las desgarraduras, a las que teníamos que enfrentarnos; que el camino sería largo, lleno de obstáculos, de mutaciones, persiguiendo lo que era, es realmente una tragedia de nuestra generación”, agrega el también investigador.
El período especial llegó como un fantasma aterrador a los hogares cubanos. Contaminó el ambiente de hambre. Arrebató la comida a muchas embarazadas, niños y ancianos. Impuso la oscuridad en la noche.
Según señala el investigador Vicente Figueroa en su obraENSAYOS SOBRE LA CONSTRUCCIÓN SOCIALISTA EN LA EXPERIENCIA DE CUBA, la crisis afectó de forma peligrosa la dieta del pueblo. El consumo diario de alimentos por habitantes llegó a ser de 2277kcalorías y 54 gramos de proteína, cuando una alimentación cercana o por debajo de 1.200 kcal se considera muy deficiente para la salud humana.
Rosamaría González Cuesta, profesora de psicología de la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos rememora que en su casa solo contaban con arroz para la cena del fin de año(1993). Pero, cuando su esposo y ella se adaptaban a la idea de cocinar algún invento casero, el sindicato de trabajadores del Instituto Pedagógico Juan Marinello les ofreció a los profesores la posibilidad de pasar el 31 en un campismo. Asimismo, la psicóloga acota: “El menú que nos ofrecieron en ese entidad nos recordó nuevamente el exquisito sabor de nuestra comida criolla”
Sí , El Periodo Especial lleva el traje lúgubre de los años de color negro y solo trae para la mayoría de sus testigos, aunque con sobradas razones, recuerdos desalentadores. ¿Pero no puede existir una luz en la penumbra?
Como alegara una vez el brillante científico Albert Einstein, de las crisis nace la inventiva y se desarrolla el ingenio. En particular, los cubanos buscaron alternativas ante la escasez de cualquier tipo de producto. Para la falta de desodorante encontraron el bicarbonato. Limón en sustitución del acondicionador para cabellos. Bicicletas ante la crisis del transporte público.
Se descubrieron recetas inigualables, sabores nuevos al paladar. Desfilaron por las cocinas tortillas con masa de pan, refresco de pepino, bistec de toronja, fufú de plátano con maní, col como plato fuerte y fideo en sustitución del arroz.
En medio de la tenebrosidad se escucharon ingenios sorprendentes, frases de humor.¿Acaso el cubano no lleva el calificativo popular de ser jovial, jaranero hasta en las etapas más difíciles? En las tardes y noches de apagones muchas familias se reunían para contar chistes o realizar juegos donde se desarrollaba la inteligencia, la imaginación y el lenguaje.
La escritora Laidi Fernández de Juan en su testimonio sobre el período especial, recogido en el libro No hay que llorar, cuenta que como alternativa al miedo que sentían sus hijos hacia la habitual oscuridad se le ocurrió el juego de los fantasmas buenos. “(…) ¿Dónde están?, preguntaban los niños y recorríamos juntos por las habitaciones, saludando en voz alta a los visitantes?...”, detalla la narradora.
Quizás, las penas, los sufrimientos experimentados no admiten guarismos, mas en esos tiempos el dolor de un cubano se convirtió en el propio dolor de un vecino, en el de un familiar lejano. La solidaridad se acrecentó. El pueblo cubano, guiado por el carisma del Comandante Fidel Castro, se volvió una masa más unida, capaz de vencer los gigantes molinos.
El escritor cubano Virgilio López Lemus finaliza su testimonio, también publicado en el citado libro de Arístides Vega Chapú, con el siguiente alegato:“La década de los años 90 y el llamado Período Especial fortalecieron mi espíritu y me hicieron resistente, ¿qué más podría sobrevenir que no pueda ser enfrentado con pasión y deseos de hacer, añadir, ser útil, como modo de hallar un poco de felicidad o de alegría, en medio del vórtice social turbulento en que viví y en que vivo?”.
Viví biológicamente el período especial, pero no conscientemente. No puedo contar mis propias experiencias. Mas, si puedo hacer mías las experiencias de mis padres, de mis vecinos. Sí puedo hacer mías las vivencias de todos esos cubanos que convirtieron dicha etapa en coraza contra el pesimismo y el desaliento.

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