Los sueños de una sociedad mejor, más justa, menos peligrosa, viven en la mente de algunas personas. Quizás, la necesidad de un mundo menos globalizado, sea el deseo de otras para el nuevo año. Pero una realidad se impone y pinta un panorama de violencia, drogas, narcotráfico, secuestros y reality—show.
Los desajustes financieros, las crisis económicas, el caos, persisten en la contemporaneidad. Mensajes electrónicos, programas en Internet, amigos en Facebook y otras redes sociales no vencen las diferencias. Y, aunque para subsistir tratamos de obviar esas dificultades, resulta imposible pasar por alto lo que nos afecta. Hoy aumentan los indigentes y las tasas de mortalidad por suicidio. La prostitución, el hambre y el desempleo son males innegables. El hombre en busca de una luz bastante oscura alimenta su podredumbre más criticable: la explotación de sus semejantes para beneficiarse.
Vivimos una era de maltratos y guerras, de tristezas y muertes. Los niños no se libran de esa tempestad. Esos que, desde muy cerca, sufren el azote de un mundo que no mira hacia atrás para aprender de los errores, para ver consecuencias.
Algunas estadísticas
Solo en América Latina, más de 40 millones de niños y niñas viven en las calles. Según los reportes de la UNICEF, miles de menores de edad en todo el mundo se agregan al mercado humano cada año, anunciados por más de 8 mil portales de pornografía infantil que existen en Internet. Cada año, miles de infantes son vendidos por sus padres para obtener dinero. La cifra “chicos utilizados en la producción de estupefacientes” aumenta cada año.
Pero la situación se agrava: asciende el número de menores víctimas de maltratos físicos o psicológicos. Uno de los casos más conocidos en América es el de los 65 sacerdotes que fueron acusados, en Estados Unidos, de abuso de menores y, a pesar de ello, ejercen su profesión en diócesis de México, sin responder a un proceso judicial acorde con el código penal mexicano. Estudios del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños y Niñas, muestran que 2 infantes de menos de 14 años mueren en México cada 24 horas.
Situaciones como esas se repiten en varias partes del planeta. Los sucesos no son invisibles. Gobernantes e instituciones administrativas conocen la realidad. Sin embargo, qué hacen para cambiarla.
Y quedarse con las manos cruzadas…
Cada país tiene la obligación de velar por el normal desarrollo de la población infantil y poner a su disposición servicios de salud, educación y artículos de primera necesidad. Mas algunos gobiernos se concentran en desarrollar el capital financiero y la industria armamentista, pues mejorar las condiciones en que viven los niños no está entre sus prioridades.
No obstante organizaciones no gubernamentales expresan la necesidad de preservar la calidad de vida y pretenden eliminar la violencia infantil. Los esfuerzos por cambiar esa realidad no cesan, aunque a veces esas voces son polvos en el camino del olvido.
Por eso en 1978, Polonia, propuso crear un tratado internacional que reconociera los derechos humanos de las niñas y los niños de todo el mundo, y la Organización de Naciones Unidas (ONU) lo aprobó al año siguiente en al marco del Año Intencional de la Infancia. El tratado se nombró La Convención de los Derechos del Niño, y entró en vigor el 2 de septiembre de 1990.
El documento rector de esa convención aconsejaba a los padres, jueces, gobiernos y funcionarios judiciales a tomar en cuenta la opinión de los niños sobre aquellos asuntos que afectaran su vida. Fue firmado por casi todos los Estados de la ONU, excepto Malasia y Estados Unidos, y es considerado el primer documento vinculante en la protección de sus derechos e intereses.
Resulta sobresaliente que existe una convención internacional sobre los asuntos en que deben tomar partido los Estados, empero la realidad es otra. Un ejemplo claro es la situación de los niños y adolescentes en México, país con la tasa más alta de violencia contra menores de edad. Allí los índices de violación y abusos es exasperante, sin embargo el gobierno no toma cartas en el asunto.
Cuesta trabajo pensar que un país, que frente a la comunidad internacional prometió defender y velar por el cumplimiento de los derechos de sus integrantes más jóvenes, no protagonice la lucha contra la eliminación de toda forma de violencia contra ellos. Es inconcebible que el gobierno mexicano no defienda el bienestar de sus chicos, ni combata la muerte de infantes por hambre, frío, golpes y enfermedades prevenibles.
En el juzgado…
Casi todas las naciones en su código penal contemplan artículos que juzgan a quienes cometan delitos contra la integridad física y sicológica de los más chicos. Por otro lado, la mencionada convención, aunque es un instrumento jurídico más amplio y fue aceptada por la comunidad internacional de forma rápida, no se cumple. Al final, los tratados legales aumentan y no se efectúan. Hay gobiernos que no respetan ni los instrumentos legales establecidos por ellos en su territorio y mucho menos los tratados internacionales.
Los artículos 33 y 34 de la Convención refieren que los Estados firmantes de dicho documento tomarán las medidas pertinentes para proteger a los niños del consumo de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, y velarán porque ellos no sean utilizados en el tráfico y producción de esas sustancias. También deben velar porque los pequeños no sean víctimas de abusos.
Hoy una de las realidades más duras de los niños pobres es ser víctimas de pedófilos que pagan por servicios exclusivos. Cada año miles de menores se suman a la alta cifra de los incluidos en cadenas del amor rentado, otros tantos realizan labores forzosas, trabajan en casas, limpian autos y comienzan su vida de adictos al crack, el éxtasis y la heroína a edades muy tempranas.
Así es la realidad de parte de América latina y el mundo. Una realidad que puede cambiar con la colaboración de todos los Estados, con el cumplimiento de cada uno de los artículos de la Convención de los derechos del niño, con el constante chequeo del ambiente donde se desarrollan nuestros menores. Esa realidad cambiará el día que se apruebe un tratado que respete toda la comunidad internacional. Y cuando, para los gobiernos, cuidar a sus niños no sea una obligación detestable, sino necesidad, interés y conciencia. Ese día estaremos realmente a un paso de lograr el mundo mejor que muchos pretendemos. Ese día tal vez podamos caminar tranquilos, pues una generación de hombres de bien nacerá y crecerá sin miedos al abismo. Ese momento esperado llegará y entonces sabremos cuánto podemos hacer por ver a nuestros niños y adolescentes felices; cuando disfrutemos de esa realidad sabremos qué somos capaces de hacer por una sonrisa….
tomado de: http://mirajovencuba. wordpress.com
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