Por Harold Cárdenas Lema. Enviado por La Joven Cuba
Los revolucionarios nunca hemos tenido tiempo para lágrimas, honramos a nuestros mártires en el fragor de la lucha y ellos nos perdonan por ello. En momentos de dolor por la pérdida de un ser querido, Sara González nos recuerda que a los héroes se les recuerda sin llanto, en todo caso una lágrima a escondidas resulta suficiente.
Entonces te sorprendes a ti mismo derramando dos y tres por alguien que nunca conociste de cerca, que ni siquiera tenías conciencia de cuánto significaba para ti, con quien alguna vez llegaste incluso a discrepar por alguna frase o método específico. Y te asombras por tu propio dolor, que nunca imaginaste fuera tanto, que aunque existieran señales que lo anunciaban, no estabas preparado para lidiar con él.
Cuando escuché la noticia de la muerte de Hugo Chávez estaba camino al Morro de Santiago de Cuba con varios amigos venezolanos, el golpe fue tremendo, el regreso inminente y en el lobby de un hotel que nos colamos vimos el comunicado por la televisión. La primera reacción fue el shock, mis compañeros lloraban y yo no soltaba una lágrima.
La segunda reacción fue la rabia, contra los hijos de puta que a lo largo de la historia se han ocupado por dominar en vez de libertar, los hijos de puta que, sospecho, mataron al presidente de Venezuela. La tercera reacción fue la más genuina, pasado el shock y en la beca de la Universidad de Oriente, me sorprendí a mí mismo con varias lágrimas inesperadas.
Fue entonces que acepté lo sucedido, me preocupé por mis abuelos y los llamé urgentemente, quise poder llamar también a Fidel, quise tener a mi familia y amigos muy cerca, como si con ello el golpe pudiera mitigarse.
Los revolucionarios nunca hemos tenido tiempo para lágrimas, pasado el golpe inicial nos tenemos que recuperar lo antes posible y convertir el dolor en energías. De esa forma, las palabras de Sara serán realidad, Chávez vive allí donde haya un hombre presto a luchar, a continuar…
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