10 de diciembre de 2011

Michurin, el renovador de la naturaleza

El socialismo no solamente es un sistema social de la vida de la humanidad. Es la única sociedad en que las extraordinarias capacidades de mujeres y hombres pueden desarrollarse. A lo largo de las páginas de este blog, hemos recomendado la lectura y la obra de sobresalientes soviéticas y soviéticos. En el mundo de la ecología, del mejoramiento de la naturaleza sobresale Iván Vladímir Michurin, muy desconocido en Occidente. Recordemos que toda su obra la realizó antes de la IIª Guerra Mundial. Por eso, durante los años 30 más se desarrolló toda su ingente labor, que impregnaría a la ciencia botánica soviética de una indudable proyección mundial. Su objetivo era mejorar las técnicas de cultivo que hasta entonces se realizaban y luchar contra el hambre en el mundo.

Ya es hora que el proletariado conozca su imprescindible obra. Sus enseñanzas deberían ser recogidas por botánicos, ecologistas, pensadores, etc. Pero tiene que ser el socialismo quien haga realidad sus impresionantes avances.

Por Carlos Hermida

Iván Vladimir Michurin nació en la localidad de Verchina en 1855, en el seno de una familia campesina. Asistió a la escuela local del distrito de Pronsk y durante un tiempo cursó estudios en la ciudad de Riazán. A los diecisiete años comenzó a trabajar como ayudante en la oficina de la estación ferroviaria de la localidad de Kozlov. Tras contraer matrimonio, adquirió un pequeño terreno en el que comenzó a experimentar con la selección artificial de semillas para obtener nuevas variedades de manzanos.

La afición por la fruticultura la había heredado de su padre, pero Michurin carecía de formación científica y sus primeros experimentos terminaron en fracaso. Sin desanimarse, realizó un viaje por su distrito, visitando diferentes huertos para observar las especies producidas mediante injertos. En su recorrido tuvo la ocasión de visitar la empresa frutícola de Ilya Illich Krechetnikov, un terrateniente ilustrado con amplios conocimientos sobre fruticultura. El joven Michurin fue consciente entonces de sus nulos conocimientos de botánica, biología y agronomía, y decidió marchar a Moscú para conseguir el bagaje científico del que carecía.

De Moscú regresó a Kozlov con un buen cargamento de libros, instaló un taller de relojería y óptica y continuó con sus investigaciones autodidactas. En 1888 tuvo su primer gran éxito, cuando un cruce de cerezo con guindo dio abundantes frutos. Michurin escribió dos artículos y los envió a San Petesburgo, al Instituto de Bosques, a nombre del prestigioso profesor Alejandro Rudsky. Ambos trabajos fueron publicados en el Mensajero de la Horticultura y Fruticultura.

El año 1890 fue muy importante en la vida de Michurin. Varios cruces de diferentes variedades de manzanos, perales, ciruelos y guindos fructificaron. Su fama comenzó a extenderse, mientras él incrementaba sus lecturas, entre las que figuraban catálogos de horticultura europeos y norteamericanos. A pesar de la importancia de sus trabajos de hibridación, el régimen zarista no concedió ninguna ayuda oficial al eminente agrónomo. La falta de reconocimiento oficial no le desanimó y rechazó la oferta que le hizo el gobierno norteamericano para que se instalase en Estados Unidos con un sueldo anual de ocho mil dólares.

La situación cambió completamente cuando los bolcheviques tomaron el poder en Octubre de 1917. El huerto de Michurin fue puesto bajo la protección del Estado, Lenin se interesó personalmente por sus investigaciones y en 1922 el sabio naturalista recibió la visita de Kalinin, uno de los máximos dirigentes del Estado soviético. En 1923 Michurin recibió el primer premio otorgado por el jurado de la Exposción Agrícola de la Rusia Soviética.

El régimen soviético prestó el máximo apoyo a Michurin. Declaró su sementera como bien de interés público y difundió sus técnicas entre los sovjoses y koljoses del país. En 1925 se concedió al investigador la Orden de la Bandera Roja y en 1931 la Orden de Lenin. Fue nombrado también miembro honorario de la Academia de Ciencias de la URSS y de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas.

Michurin, a quien se conoció como el “renovador de la naturaleza”, se identificó con el gobierno soviético, con la revolución socialista, y quiso mostrar su agradecimiento en una carta que casi al final de su vida dirigió a Stalin:

Moscú. Al camarada Stalin.

Querido líder:

Permítame escribirle lo que sigue. El gobierno soviético convirtió mi obra del cultivo de nuevas variedades de frutas, comenzada hace sesenta años, en un gran centro de la horticultura industrial con miles de hectáreas cultivadas, con magníficos laboratorios, con experimentados colaboradores científicos.

El gobierno soviético hizo también que yo mismo, de un solitario experimentador, no reconocido y ridiculizado por la ciencia oficial y por los funcionarios del zar, me convirtiera en el director de trabajos sobre centenares de miles de plantas.

El gobierno soviético me ha dado todo lo necesario, todo lo que puede desear un experimentador para su trabajo. Se ha realizado el sueño de mi vida. Las variedades cultivadas por mí penetraron en millares de huertos, reemplazando a la acostumbrada acidez que reinaba allí desde tiempos remotos.

El gobierno soviético me hizo objeto de las más altas distinciones, editó y reeditó mis obras y hasta dio mi nombre a la ciudad donde vivo.

Sepa usted que yo acepto todo esto no como una cosa lógica y natural, sino con profunda emoción, por lo cual quiero expresarle a usted la gratitud, el reconocimiento y el amor en nombre de la causa a la cual dediqué sesenta años de vida y trabajo.

Querido conductor del país: tengo ya ochenta años de edad, pero la energía que yo veo en todos los que me rodean me contagia también a mí el ansia de vivir y trabajar para el pueblo al cual entregué mi huerto.
Me enorgullece saber que el pueblo me ha confiado la dirección de este gigantesco criadero para que yo pueda continuar mis experimentos…” (1)

Pocos días después llegó la respuesta de Stalin, felicitándole por su labor y deseándole mucha salud y nuevos éxitos en su tarea.

Michurin falleció en 1935 y dejó en sus registros las anotaciones de diez mil injertos. Creó trescientas especies nuevas de frutales adaptando especies de climas templados a climas fríos. La base de su experimentación fue el rechazo de las teorías de Mendel sobre la herencia genética, defendiendo y demostrando en la práctica que los caracteres hereditarios se pueden modificar si el medio que rodea al individuo favorece ese cambio.


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1. V. LEBEDEV: El renovador de la naturaleza. Vida y obra de Michurin. Buenos Aires, Ediciones Siglo XX, 1948. Págs. 242-243.

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