2 de octubre de 2011

18 aniversario de los sucesos del “octubre negro” en Moscú. Un gobierno manchado de sangre



Por Eduard Korenev. Participante de los sucesos de octubre del 93 en Moscú, para Pravda.
Traducido del ruso por Josafat S. Comín




















Rusia ha vivido para ver los vergonzosos festejos de la dictadura burguesa. En aquel momento, cuando esta dictadura estaba todavía en proceso embrionario, nosotros las gentes soviéticas, prácticamente desarmados, nos enfrentamos abiertamente a ella. 12 días y 12 noches resistimos defendiendo el último órgano legislativo del Poder soviético: el Soviet Supremo de la RSFSR. No estábamos defendiendo a Rutskoi ni a Jasbulátov, como quieren hacer creer nuestros asesinos y sus medios vendidos. No éramos chusma ni lumpen, como pretenden presentarnos esos sinvergüenzas; Éramos hijos de nuestra patria.

Trabajo como técnico de laboratorio en un instituto de investigación en el sector espacial puntero. En nuestra unidad (6ª compañía del 2º batallón del regimiento del Soviet Supremo) había un doctor en ingeniería, técnicos de investigación, militares en activo, entrenadores deportivos, estudiantes, periodistas. Ninguno de nosotros llegó allí siguiendo las órdenes de nadie, fuimos por nuestra propia voluntad, y nos conocimos allí, junto a la Casa de los Soviets. Solo por el nombre: Estábamos vestidos de civil, lo que sirvió de excusa a alguno, para calificarnos de muchedumbre y chusma.

















Mientras, desde el 27 de septiembre, nos regíamos por una férrea disciplina, un estricto control de paso y movimientos limitados dentro de territorio del edificio. Y por supuesto, “ley seca”.

Hay que decir que las armas (fusiles automáticos) se repartieron únicamente entre los oficiales en activo del servicio de seguridad de los dirigentes y a los que hacían guardia en los rellanos de las escaleras. La gran mayoría de nosotros estábamos desarmados.















Estábamos allí para defender una vida digna y los derechos de la gente sencilla, de la gente decente, honrada y trabajadora, cuya posición económica se mide por la utilidad que aporta a las demás personas, a la sociedad, al país.

Sí, muchos de nosotros pedíamos armas como garantía de victoria. Pero muchos de nosotros creíamos también que nuestro escudo humano desarmado, detendría la represión contra nosotros y el Soviet Supremo. Estábamos plenamente decididos a resistir hasta el final, para repeler la desgracia que amenazaba a nuestros hijos y nietos, a las futuras generaciones. Para que no tuvieran problemas con la educación, la salud, la vivienda, la alimentación. Estábamos seguros de que la mayoría de la población del país compartía nuestros objetivos.

En lo concreto, la mayoría de nosotros consideraba que la salida a la situación creada sería convocar simultáneamente elecciones del Soviet Supremo y presidenciales. Y luego, claro está, restaurar la Unión Soviética. El principal obstáculo para lograrlo era Yeltsin, su entorno y su régimen de vendidos.

Nos estábamos engañando. Menospreciamos la bajeza y avidez de sangre del enemigo, que buscaba excusas para aplastar sangrientamente la resistencia. También nos engañamos, creyendo en la madurez, posibilidades, capacidades organizativas y firmeza de nuestros propios dirigentes. Ya entonces, no terminábamos de creer en su unidad y su solidaridad con nosotros, con los defensores y el pueblo en general.















Los resultados ya los conocemos. Se perdió la última posibilidad de conservar las conquistas sociales del Poder Soviético. Cientos de los nuestros, defensores, fueron fusilados. Memoria eterna para nuestros camaradas caídos.

Y ahora el pueblo tiene lo que tiene.
Una legislación laboral draconiana, que lo deja indefenso ante el empresario.
Dicen que la justicia llega para todos. Pero nuestros antepasados ya decían: no te entiendas con los fuertes, ni vayas a juicios con los ricos. Ya hemos oído lo suficiente sobre el arrojo y la integridad de nuestros tribunales.

Vean si no, esa reforma que permite desauciar a los pobres que no pueden pagar por su vivienda.
La ley de tierras, que deja sin tierras a los campesinos y en un futuro cercano, la indefensión de la gente de la ciudad ante los acaparadores de terrenos urbanos.
La reforma de la educación, que garantiza a los hijos de los ricos diplomas elitistas y un sitio calentito en los futuros gobiernos democráticos, mientras que sin educación a los pobres, para eso que han inventado algo así como una educación básica.
El gobierno se esfuerza tanto en esa lucha contra el crimen, que teme vencer. Cientos de miles de víctimas claman justicia. ¿En qué están preocupados en el gobierno? En defender los derechos de los asesinos, ladrones, violadores, estafadores: Parece que son ellos quienes componen la parte activa de la nueva sociedad de mercado.

¿Qué conclusión podemos sacar? En el gobierno se encuentra una dictadura, que gobierna para el interés de los oligarcas, los grandes propietarios, y una minoría depredadora y absolutamente indiferente ante los problemas de la gente.
Cómo echaron a correr, como cucarachas, asustados por la palabra referéndum, sobre temas tan elementales, pero vitales para la mayoría: en apenas dos semanas endilgaron y colaron una ley que prohibía la celebración de cualquier referéndum.
Es algo sin precedentes.

¿A qué tienen miedo?
¿A un salario que no esté por debajo del mínimo vital para la subsistencia? Eso sería un lujo imperdonable, garantizar a los trabajadores un salario que les permitiese vivir… ¿Cómo no les da vergüenza a los comunistas y patriotas proponer una ley así?

¿Tienen miedo de la exigencia de que los gastos relacionados con la vivienda no superen el 10% del presupuesto familiar? ¿Cómo va a ser eso? Lo que hace falta es liberar esas viviendas decentes de la gente que no las puede pagar.
Hacer más llevadera la vida del pueblo, sería un golpe al bolsillo de los nuevos ricos, acostumbrados a considerar suyo todo lo que puedan tocar con sus manos de rapiña.

No escatimarán en mentiras. El engaño y la mentira han sido legalizadas, para hacerles inmunes ante la ley. El engaño y la mentira son sus armas, su arte. La conciencia y el honor se han convertido en prejuicios.

Recordemos al académico Shatalin: “¿Qué es mejor, trozos iguales de un pastel pequeño, o diferentes de uno grande?”. ¿Pero dónde está ese pastel grande? ¿Y donde están los dos coches de la marca “Volga” a cambio del los bonos de privatización, que Chubais prometió? ¿No los tienen? Culpa vuestra.

Hoy día el jubilado puede decidir en qué fondo de pensiones (estatal o privado) guardar sus ahorros. Si se equivoca, es culpa suya, no haberlo decidido así. Por lo visto el gobierno piensa que todos los jubilados tienen formación económica universitaria y pueden como profesionales tomar decisiones y hacerse responsables de las mismas. Pobres ancianos ¿Cómo podrán sobrevivir entre estos caníbales ilustrados?
Otra de sus tesis: El estado es un propietario ineficiente. Solo un propietario privado puede asegurar el crecimiento del bienestar. Sí, el bienestar propio, a cuenta de los millones, que ellos mismos han sido “culpables” de ganar. Pero a ver. ¿Cuántos dueños puede haber? En una silla no caben diez. Lo que significa, que para ser “dueño”, hay que echar a empujones de esa “silla” tan deseada a los otros nueve.

El hocico de cerdo, no se puede ocultar tras las hojas de higuera. De los saqueadores, no puedes esperar que salgan buenos pastores y dueños diligentes.

¿Es culpable de nuestras desgracias el administrador de fincas, el encargado del taller, el director de la tienda, del mercado de la fábrica?

Seguramente. Pero levanten la vista más, más arriba, y verán quién está poniendo en práctica los antiguos planes de Hítler para dividir la Unión Soviética y Rusia.

Solo sé una cosa: tenían razón los héroes que defendieron la Casa Blanca (sede del Soviet Supremo), los que cayeron a manos de los fusileros de Yeltsin. Sus nombres y hechos permanecerán en la historia de Rusia, al igual que lo hicieron los “decembristas”. Los supervivientes deben ahora culminar su noble causa.

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