21 de mayo de 2025

FRIEDRICH ENGELS, EL SISTEMA DEL TRABAJO ASALARIADO.

...la verdadera redención de la clase obrera será imposible hasta tanto no sea dueña de todos los medios de trabajo (la tierra, materias primas, máquinas, etc.) y, con ello, dueña de TODO EL PRODUCTO DE SU PROPIO TRABAJO."


Por Esteban Zúñiga 

"Si el capitalista no ha podido entenderse con el obrero, se encuentra en condiciones de esperar, viviendo de su capital. El obrero no. No tiene otros medios de vida más que su salario, y por eso se ve obligado a aceptar el trabajo en el tiempo, el lugar y las condiciones en que lo pueda conseguir. Desde el principio mismo, el obrero se encuentra en condiciones desfavorables. El hambre lo coloca en una situación terriblemente desigual. Pero, según la economía política de la clase capitalista, esto es el colmo de la justicia."

(Fuente: Grupgerminal. Friedrich Engels. "Un salario justo por una jornada justa". "The Labour Standard". Londres, 7 de mayo de 1881).

FRIEDRICH ENGELS publicaría, como editorial -y sin firmar- en el Núm. 3 del periódico londinense "The Labour Standard" ("La Bandera del Trabajo"), del 21 de mayo de 1881, un texto titulado "EL SISTEMA DEL TRABAJO ASALARIADO".

En una colaboración con este periódico semanal que se había iniciado el 7 de mayo de 1881 y que finalizaría el 11 de agosto del mismo año, cuando se vería suspendida por Friedrich Engels al advertir la aparición de una cierta tendencia general de carácter oportunista, al ser requerido para que "dulcificara" algunos de sus textos que la dirección del semanal calificaría como demasiado fuertes, lo que venía a suponer un cierto alineamiento con la política gubernamental de William Gladstone.

Un texto que compartimos a continuación, y en el que tras preguntarse ¿Cuál es el papel a jugar por parte de las organizaciones obreras?, señalar, por un lado, la necesidad de luchar para conseguir mejores condiciones salariales y laborales, que amparen a las condiciones de vida de los trabajadores, y, por otro lado, la necesidad de hacerlo desde la unidad dentro de una organización obrera.

Citando que esta tarea colectiva de los trabajadores a través de las "tradeuniones" (los sindicatos) era fundamental y crítica. Pero advirtiendo, que estas organizaciones obreras y los procesos de negociación entre patronos y las "tradeuniones" se daban en el marco de una sociedad capitalista. Es decir, que estas "conversaciones" nunca dejarían de ser "injustas" para la clase trabajadora.

Defendiendo la necesidad de conformar una organización obrera sólida y poderosa:
"El salario, en cada caso, se establece mediante un tira y afloja, en el que quién más y mejor resiste tiene mayores posibilidades de sacar más de lo que le corresponde. Si el obrero aislado quiere regatear con el capitalista, es cosa fácil vencerlo y se debe rendir a discreción. Pero si los obreros de toda un rama de la producción forman un organización poderosa, reúnen entre todos un fondo que, en caso de necesidad, les permita resistir el combate con sus patronos, y gracias a ello pueden tratar con esos patronos de poder a poder, entonces y sólo entonces, podrán obtener siquiera sea la mísera limosna que, de acuerdo con el régimen económico de la sociedad moderna se puede califica de salario justo por una jornada justa."

FRIEDRICH ENGELS.
"EL SISTEMA DE TRABAJO ASALARIADO".
Núm. 3 del semanario "The Labour Standard".
Londres, 21 de mayo de 1881.
(Fuente: Grupgerminal).
"En el artículo anterior examinábamos la consigna, tenida desde hace un tiempo en buena estima, de "Un salario justo por una jornada justa". Llegando a la conclusión de que en las actuales condiciones sociales, el más justo de los salarios corresponde inevitablemente a la más injusta distribución del producto obrero, por cuanto la mayor parte de ese producto va la bolsillo del capitalista y el obrero debe conformarse con la parte indispensable para conservar su capacidad de trabajo y para propagar su especie.

Esto es un ley de la economía política o, con otras palabras, una ley de la presente organización económica de la sociedad, más fuerte que todas las leyes inglesas escritas y no escritas tomadas juntas, incluyendo el Tribunal de la Cancillería. Mientras la sociedad se encuentre dividida en dos clases opuestas, de un lado los capitalistas, que monopolizan todos los medios de producción, la tierra, las materias primas y las máquinas, y de otro lado los trabajadores, los obreros desprovistos de toda propiedad sobre los medios de producción, que no poseen nada más que su propia fuerza de trabajo, mientras exista esta organización social, la ley del salario seguirá siendo todopoderosa y remachará cada día las cadenas que convierten al obrero en esclavo de su propio producto, monopolizado por el capitalista.

Las tradeuniones (los sindicatos) del país, luchan desde hace casi ya sesenta años contra esta ley, ¿con qué resultado? ¿Han conseguido emancipar a la clase obrera la esclavitud en que la mantiene el capital, este producto de sus propias manos? ¿Han puesto, siquiera sea una parte de la clase obrera, en condiciones de elevarse sobre la situación de esclavos asalariados, de hacerse dueños de los medios de producción, que son suyos, de las materias primas, los instrumentos y las máquinas que necesitan para producir, y de convertirse, por tanto, en duelos del producto de su propio trabajo?

Se sabe muy bien que no sólo no lo han hecho, sino que jamás trataron de hacerlo.

Estamos lejos de afirmar que las tradeuniones sean inútiles porque no lo han hecho así. Al contrario, las tradeuniones, lo mismo en Inglaterra que en cualquier otro país industrial, son un instrumento que la clase obrera necesita en su lucha contra los capitalistas. La medida del salario es igual al conjunto de los artículos de primera necesidad suficientes para que los obreros de un país puedan reproducirse de acuerdo con el nivel de vida habitual en ese país.

Este nivel de vida puede ser muy diferente para las distintas capas de obreros. Un gran mérito de las tradeuniones, en su lucha por mantener cierto nivel la cuantía del salario y por reducir la jornada es que traten de mantener y elevar el nivel de vida.

En el East-end de Londres hay muchas industrias en las que el trabajo es tan calificado y tan duro como el de los albañiles y los peones de albañil, aunque apenas ganan allí la mitad que estos últimos.

¿Por qué?

Simplemente, porque la fuerte organización permite a un grupo mantener un nivel de vida relativamente alto, como norma mediante la cual se mide su salario, mientras que otro grupo, desorganizado e impotente, se ve obligado a sufrir de sus patronos las exacciones que son inevitables y arbitrarias por añadidura. Su nivel de vida baja gradualmente, se acostumbra a vivir con un salario cada vez menor, y este salario, se comprende, desciende hasta el nivel que el mismo grupo acepta como suficiente.

La ley del salario, pues, no es una ley que actúa de manera inmutable y en línea recta. Hasta cierto límite no es inexorable. En cualquier tiempo (exceptuando los períodos de gran depresión), para cada rama de la producción existe determinada amplitud de fluctuaciones, dentro de la cual la cuantía del salario puede experimentar cambios como resultado de la lucha entre las dos partes contendientes. El salario, en cada caso, se establece mediante un tira y afloja, en el que quién más y mejor resiste tiene mayores posibilidades de sacar más de lo que le corresponde.

Si el obrero aislado quiere regatear con el capitalista, es cosa fácil vencerlo y se debe rendir a discreción. Pero si los obreros de toda una rama de la producción forman una organización poderosa, reúnen entre todos un fondo que, en caso de necesidad, les permita resistir el combate con sus patronos, y gracias a ello pueden tratar con esos patronos de poder a poder, entonces y sólo entonces, podrán obtener siquiera sea la mísera limosna que, de acuerdo con el régimen económica de la sociedad moderna se puede calificar de salario justo por una jornada justa.

La ley del salario no cesa de regir en virtud de la lucha de las tradeuniones. Al contrario, se cumple gracias a ella. Sin los medios de resistencia que dan las tradeuniones, el obrero no percibiría ni siquiera lo que le corresponde según las leyes del sistema de trabajo asalariado. Únicamente ante la amenaza de las tradeuniones se puede obligar al capitalista a pagar a su trabajador el valor completo de la fuerza de trabajo de éste en el mercado. ¿Queréis pruebas? Mira el salario que se paga a los miembros de las grandes tradeuniones y el que se abona en las infinitas industrias pequeñas de ese remanso de profunda miseria que es el East-end londinense.

Así pues, las tradeuniones no atacan el sistema del trabajo asalariado.

Pero el salario alto o bajo, no es lo que determina la degradación económica de la clase obrera. Esta degradación reside en el hecho de que en vez de recibir por su trabajo el producto completo de este trabajo, la clase obrera se ve obligada a conformarse con una parte de su propio producto, que lleva el nombre de salario. El capitalista se adueña de todo el producto, (pagando de él al obrero) porque es el dueño de los medios de trabajo.

Y por eso, la verdadera redención de la clase obrera será imposible hasta tanto no sea dueña de todos los medios de trabajo (la tierra, materias primas, máquinas, etc.) y, con ello, dueña de TODO EL PRODUCTO DE SU PROPIO TRABAJO."


... los comunistas apoyan en todas partes cualquier movimiento revolucionario que vaya contra el orden social y político vigente. En todos los movimientos destacan la cuestión de la propiedad, cualesquiera que sea la forma más o menos desarrollada que haya revestido ésta, como la cuestión fundamental de los mismos. Finalmente, los comunistas se esfuerzan por doquier en favor de la unión y el entendimiento entre los partidos democráticos de todos los países.
Los comunistas consideran despreciable el ocultar sus opiniones e intenciones. Proclaman abiertamente que sus objetivos tan sólo se pueden alcanzar mediante el derrocamiento violento de todo el orden social preexistente.

Que las clases dominantes tiemblen ante una revolución comunista.

Los proletarios nada tienen que perder en ella, salvo sus cadenas.

Y tienen un mundo que ganar.

- Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista.

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