Por lachekavchk.blogspot.com
El
3 (16) de abril volvió a Rusia Lenin, y el 7 (20) se publicaron sus
Tesis de Abril, que abrieron amplias perspectivas para hacer más
profunda aún la lucha revolucionaria. Por primera vez en la Historia, se
planteaba como tarea práctica el paso de la revolución burguesa a la
proletaria, a la lucha por el socialismo.
El 24 de abril, la VII
Conferencia (Conferencia de Abril) de los bolcheviques de toda Rusia,
por la mayoría aplastante, aprobó la línea de Lenin.
Ante esta
Conferencia, hizo el camarada Stalin un informe sobre el problema
nacional. Denunciando la política de saqueo del Gobierno Provisional y
de los conciliadores, mencheviques y socialrevolucionarios, que querían
eternizar un chovinismo de gran potencia, desarrolló el programa
marxista-leninista sobre el problema nacional.
“Nuestro punto de
vista sobre el problema nacional se reduce a los principios siguientes:
a) Reconocer el derecho de cada pueblo a la separación; b) para los
pueblos que continúen en los confines de un Estado determinado, la
autonomía regional; c) para las minorías nacionales, leyes especiales,
que les aseguren libertad de desarrollo; d) para los proletarios de
todas las nacionalidades de un Estado determinado, una organización
proletaria única e indivisible, un partido único” (Stalin, “El marxismo y
el problema nacional-colonial”, pag. 67, ed. Rusa.)
En la
Conferencia de Abril, Stalin sostuvo enérgicamente los principios
leninistas sobre todos los problemas de la revolución, rebatiendo
duramente a Kámenev, Zinóviev, Ríkov, Piatakov, Bujarin y otros
oportunistas, que intentaban desviar al Partido de las posiciones
leninistas.
La Conferencia de Abril planteó ante el Partido
Bolchevique tareas de enorme trascendencia: explicar a las masas, con
paciencia de un modo insistente y sistemático, el carácter imperialista
del Gobierno Provisional, descubriendo la táctica traidora de los
socialrevolucionarios y mencheviques, demostrando a las masas, por su
propia experiencia en la lucha, que no era posible que el pueblo
consiguiera la paz, ni la tierra, ni el pan, sino se instauraba el Poder
de los Soviets.
La agitación bolchevique abría los ojos a los
obreros y a los soldados, les ayudaba a orientarse en los
acontecimientos que tenían lugar, a llegar a comprender su actitud ante
la guerra y ante sus verdaderos instigadores.
Las
manifestaciones de abril, mayo y junio de 1917 contra la guerra
expresaban el descontento por la política del Gobierno Provisional. El
Partido bolchevique estaba al frente de este movimiento de las masas,
dándole un carácter organizado y consciente.
“¡Mañana ondearán las banderas de la victoria, para espanto de los enemigos de la libertad y del socialismo!
¡Vuestra
llamada, llamada de combatientes de la revolución, ha de correr por
todo el mundo para júbilo de todos los oprimidos y esclavizados!
Allí,
en Occidente, en los países beligerantes, se enciende ya la aurora de
una nueva vida, la aurora de la gran revolución obrera. ¡Vuestros
hermanos de Occidente sabrán mañana que en vuestras banderas o les
lleváis, sino la paz; no la esclavitud, sino la liberación!
¡Obreros! ¡Soldados! ¡Echad vuestras manos fraternales, y adelante bajo la bandera del socialismo!
¡Todos a la calle, camaradas!
¡Formad apretado círculo en torno a vuestras banderas!
Marchad en filas compactas por las calles de la capital.
Manifestad serena y firmemente vuestros anhelos:
¡Abajo la contrarrevolución!
¡Abajo la Duma zarista!
¡Abajo el Consejo de Estado!
¡Abajo los diez ministros capitalistas!
¡Todo
el Poder para los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y
Campesinos!”. (Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, pág. 181, ed.
Rusa)
La manifestación de junio desfiló con las consignas bolcheviques formuladas por Stalin en aquella proclama.
El
Partido hizo un gran trabajo entre los soldados, tanto en el frente
como en la retaguardia. Se crearon organizaciones militares del Partido,
adjuntas al Comité Central, y en muchas grandes ciudades. Se editaron
periódicos especiales: “Soldatskaia Pravda” y “Ocopnaia Pravda”, que
llevaban conciencia y organización a la lucha de las masas de soldados.
El
camarada Stalin dedicaba gran atención a estos periódicos, no sólo en
el sentido de su dirección general, sino participando directamente en
ellos. Sobre todo, escribió mucho en la “Soldatskaia Pravda”.
Los
periódicos bolcheviques eran muy populares en el frente y en la
retaguardia. Las masas de soldados se liberaban rápidamente de las
ilusiones defensistas.
Más difícil les era a los bolcheviques el
trabajo en las unidades nacionales. No sólo tenían que actuar allí
contra el chovinismo de gran potencia, sino también contra el
nacionalismo local, lo cual exigía una línea exactamente bolchevique en
el problema nacional.
Stalin expuso esta línea en su informe
ante la Conferencia de las organizaciones militares del Partido de toda
Rusia, el 16 de junio de 1917. En la resolución adoptada por la
Conferencia a propuesta suya, resolución que sirvió de base para el
trabajo ulterior del Partido en las unidades formadas por elementos
nacionales, leemos:
“La Conferencia está firmemente convencida
de que, sólo reconociendo enérgica y definitivamente el derecho de cada
nacionalidad a la autodeterminación, sólo reconociéndolo en la práctica,
y no únicamente de palabra, se puede afirmar entre los pueblos de Rusia
una confianza fraternal y abrir así el camino para su unificación
efectiva, para su unificación voluntaria, y no impuesta por la
violencia, a fin de formar un conjunto estatal único”.
El
Gobierno Provisional, apoyado por mencheviques y socialrevolucionarios,
continuaba la guerra imperialista. Lanzó a los soldados a una ofensiva,
calculando que, cualquiera que fuese el resultado, conseguiría por
aquella aventura que todo el Poder quedara en manos de la burguesía.
Los
rumores sobre la preparación de la ofensiva, sobre la implantación de
la pena de muerte en el frente, sobre el acuerdo de descargar Petrogrado
de obreros y soldados revolucionarios, etc., todas aquellas medidas,
que tenían por objeto fortalecer el Gobierno Provisional
contrarrevolucionario, hicieron que los obreros y los soldados salieran
de nuevo a la calle. Centenares de miles de manifestantes se dirigieron
en los días de julio hacia el Soviet de Petrogrado y hacia el Comité
Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia, exigiendo que tomaran el
Poder en sus manos y pusieran término a la guerra imperialista.
Las
masas trabajadoras veían claramente que la burguesía, y con ella
mencheviques y socialrevolucionarios, querían liquidar la revolución con
ayuda de los generales zaristas. Los bolcheviques plantearon en forma
clara y tajante a las masas revolucionarias este dilema: O vence
plenamente la contrarrevolución, o se hace una nueva revolución.
La
manifestación de obreros y soldados, el 3-5 de julio, en Petrogrado,
fue tiroteada. El Partido bolchevique, en realidad, fue declarado al
margen de la ley. Había terminado el período de la dualidad de poderes.
Del
26 de julio al 3 de agosto, se celebró el VI Congreso del Partido
bolchevique. Transcurrió en la clandestinidad. Lenin no asistió a él.
Perseguido por el Gobierno de Kerenski, tenía que vivir oculto. El
Congreso trabajó bajo la dirección inmediata de Stalin, a base de
directivas dadas por Lenin.
El VI Congreso del Partido tiene
gran importancia histórica. Encauzó la actividad del Partido hacia la
preparación práctica de la insurrección armada. La atención del Congreso
se concentró en dos informes del camarada Stalin: el informe político
del C.C. y el informe sobre la situación política.
“Antes de
pasar a informar sobre la actividad política del C.C. durante los dos
meses y medio que acaban de transcurrir – decía Stalin –, creo necesario
subrayar el hecho fundamental que ha determinado la labor del C.C. Me
refiero al desarrollo que ha adquirido nuestra revolución, que plantea
el problema de la intervención en las relaciones económicas y el de la
forma de control sobre la producción; que plantea la entrega de la
tierra a los campesinos, el paso del Poder de las manos de la burguesía a
las de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. Todo esto determina
la gran profundidad de nuestra revolución que ha empezado a
caracterizarse como revolución socialista, como revolución obrera”.
En
su informe sobre la situación política, el camarada Stalin desarrolló
los problemas de táctica del Partido en relación con el cambio de la
situación política que se había producido en el país después del 3-5 de
julio. Fin de la dualidad de poderes, orden de detención contra Lenin,
leyes de excepción contra los bolcheviques, disolución de las unidades
revolucionarias de la guarnición de Petrogrado y de la Guardia Roja:
todo ello demostraba que había terminado el período de desarrollo
pacífico de la revolución.
“Hasta el 3 (16) de julio – dice el
camarada Stalin –, era posible una victoria pacífica, era posible que el
Poder pasara pacíficamente a manos de los Soviets. Si el Congreso de
los Soviets hubiera acordado tomar el Poder, los kadetes, creo yo, no se
habrían atrevido a manifestarse abiertamente en contra de los Soviets,
porque semejante actitud habría estado de antemano condenada al fracaso.
Pero ahora, cuando la contrarrevolución se ha organizado y se ha hecho
más fuerte, decir que los Soviets, porque semejante actitud habría
estado de antemano condenada al fracaso. Pero ahora, cuando la
contrarrevolución se ha organizado y se ha hecho más fuerte, decir que
los Soviets pueden por vía pacífica tomar el Poder, es hablar por
hablar. El período pacífico de la revolución ha terminado; empieza el
período no pacífico, el período de los choques y de las explosiones”.
En
el VI Congreso del Partido, el camarada Stalin rebatió en forma
decisiva la salida trotskista de Preobrazhenski, sobre la imposibilidad
de la victoria del socialismo en Rusia sin una revolución proletaria en
Occidente.
“No está excluida la posibilidad – indicaba entonces
el camarada Stalin – de que precisamente Rusia sea el país que trace el
camino hacia el socialismo. Ningún país ha gozado hasta ahora de la
libertad que ha habido en Rusia, ningún otro ha probado a poner en
práctica el control de los obreros sobre la producción. Además, la base
de nuestra revolución es más amplia que en la Europa occidental, donde
el proletariado está cara a cara con la burguesía, en completa soledad.
En nuestro país, apoyan a los obreros los sectores más pobres de los
campesinos… Hay que arrojar a un lado la caduca idea de que sólo Europa
puede indicarnos el camino. Existe un marxismo dogmático y un marxismo
creador. Yo piso el terreno de este último”.
Bujarin, que habló
en este Congreso, expuso a su vez puntos de vista trotskistas, afirmando
que los campesinos eran defensistas, que formaban un bloque con la
burguesía y que de ningún modo seguiría a la clase obrera.
Rebatiendo
enérgicamente estos puntos de vista, el camarada Stalin decía que hay
diferentes clases de campesinos, que había campesinos ricos, que
efectivamente apoyaría a la burguesía imperialista y perderían con la
revolución socialista, pero que había también campesinos pobres que son
aliados de la clase obrera y le apoyaban en la lucha por el triunfo de
la revolución socialista.
El Congreso rechazó todas las
enmiendas de Preobrazhenski, Bujarin y otros oportunistas, y aprobó el
proyecto de resolución del camarada Stalin.
De este modo,
llevando a la práctica las indicaciones de Lenin, Stalin agrupó
estrechamente al Congreso del Partido en torno a la tarea fundamental:
derrocar el Gobierno burgués e implantar el Poder de los obreros y
campesinos pobres.
La contrarrevolución burguesa, que había
crecido al amparo de los mencheviques y socialrevolucionarios, se hacía
cada vez más descarada.
Pero también crecía las fuerzas de la revolución.
La
atmósfera revolucionaria estaba cada vez más caldeada en el país. De
día en día aumentaba la mayoría de los bolcheviques en los Soviets de
Diputados Obreros y Soldados en Petrogrado y en Moscú.
“La
revolución no ha muerto – escribía el camarada Stalin en una proclama
dirigida a todos los trabajadores, a todos los obreros y soldados de
Petrogrado –, no ha hecho más que ocultarse manteniéndose en acecho para
después, habiendo reunido nuevos partidarios, arrojarse con nuevas
fuerzas sobre sus enemigos…
¡Habrá nuevos combates!
¡Habrá nuevas victorias!
¡El secreto está en afrontar con honor y de una manera organizada los combates inminentes!
¡Obreros!
Os ha correspondido el honroso papel de dirigentes de la revolución
rusa. Agrupad las masas a vuestro alrededor y reunidlas bajo la bandera
de nuestro Partido. Recordad que, en los difíciles momentos de los días
de julio, cuando los enemigos del pueblo disparaban contra la
revolución, el Partido bolchevique fue el único que no abandonó los
barrios obreros. No olvidéis que, en aquellos días difíciles,
mencheviques y socialrevolucionarios estaban con los que aniquilaban y
desarmaban a los obreros.
¡Venid bajo nuestra bandera, camaradas!
¡Campesinos!
Vuestros dirigentes no han justificado las esperanzas que en ellos
cifrabais. Se han ido tras la contrarrevolución, y vosotros seguís sin
tierra, porque mientras domine la contrarrevolución no recibiréis las
tierras de los terratenientes. Los obreros son vuestros únicos aliados
fieles. Sólo en alianza con ellos obtendréis la tierra y la libertad.
¡Agrupaos, pues, junto a los obreros!
¡Soldados! La fuerza de la
revolución está en la unión entre el pueblo y los soldados. Los
ministros se suceden, pero el pueblo queda. ¡Permaneced siempre al lado
del pueblo y luchad en sus filas!” (Lenin y Stalin, “Obras escogidas,
1917”, pag. 235, ed. Rusa.)
El Partido bolchevique daba cohesión
a las masas de obreros y campesinos, encaminándolas a hacer más honda
la revolución, desenmascarando sistemáticamente las maquinaciones y los
actos de la contrarrevolución.
En su artículo “Contra la reunión
de Moscú”, el camarada Stalin explicaba lo que la burguesía trataba de
conseguir convocándola.
“Convocar una reunión de comerciantes e
industriales, de terratenientes y banqueros, de miembros de la Duma
zarista y de mencheviques y socialrevolucionarios ya domesticados, para
conseguir que esta asamblea, declarada “Conferencia de Estado”, apruebe
la política del imperialismo y de la contrarrevolución, cargando el peso
de la guerra sobre los hombros obreros y campesinos: ésta es la
“salida” para la contrarrevolución…
No es difícil comprender
que, en semejantes circunstancias, la reunión convocada de Moscú para el
12 de agosto no puede menos de convertirse en un órgano de complot de
la contrarrevolución contra los obreros, a los que amenazan con
lock-outs y paro forzoso; contra los campesinos, a los que no ‘no dan’
la tierra; contra los soldados, a los que se priva de la libertad que ha
conquistado en los días de la revolución; en un órgano de conspiración
encubierto por ‘frases socialistas’ de los socialrevolucionarios y
mencheviques, que apoyan esa reunión”. (Lugar citado, pág. 300.)
Por eso los obreros avanzados deben:
“1)
Arrancar a la conferencia la máscara de representación popular,
poniendo de manifiesto su carácter contrarrevolucionario, antipopular.
2)
Desenmascarar a los mencheviques y sociarevolucionarios, que cubren
esta reunión con la bandera de la ‘salvación de la revolución’ e inducen
a engaño a los pueblos de Rusia.
3) Organizar mítines de masas
como protesta contra esa maniobra contrarrevolucionaria de los
‘salvadores’… de las ganancias de terratenientes y capitalistas.
Sepan
los enemigos de la revolución que los obreros no se dejarán engañar,
que no soltarán de sus manos la bandera de combate y de la revolución”.
(Lugar citado, pág. 300).
Y en efecto, los proletarios de Moscú
respondieron al llamamiento del Partido con una huelga general de
protesta, en la que tomaron parte más de 400.000 obreros.
“Moscú está en huelga. ¡Viva Moscú!” – escribía por aquellos días el camarada Stalin.
Tras
los bastidores de la Conferencia de Moscú, con la participación de
Kerenksi, con el conocimiento de Tseretelli y con la colaboración de
mencheviques y socialrevolucionarios, se preparaba la sublevación de
Kornílov que amenazaba con anegar a Rusia en sangre de obreros y
campesinos. En aquellos días críticos, el Partido movilizó todas sus
fuerzas para rechazar la contrarrevolución.
En su artículo “Lo que nosotros exigimos”, escribía Stalin:
“En
la lucha que actualmente tiene luchar entre el Gobierno de coalición y
el partido de Kornílov, no luchan la revolución y la contrarrevolución,
sino dos métodos distintos de política contrarrevolucionaria; y el
partido de Kornílov, el peor enemigo de la revolución, no se para en
barras para iniciar, una vez abandonada Riga, la marcha contra
Petrogrado, con objeto de preparar las condiciones necesarias para la
restauración del antiguo régimen”. (Lugar citado, pág 365.)
El Partido exige:
“1)
Que sean destituidos inmediatamente los generales
contrarrevolucionarios, tanto en el frente como en la retaguardia,
reemplazándolos con los que elijan los soldados y los oficiales, y que,
en general, se democratice por completo el ejército, de abajo arriba.
2)
Que se restablezcan las organizaciones revolucionarias de soldados, las
cuales son las únicas capaces de establecer una disciplina democrática
en el ejército.
3) Que se suprima toda clase de represiones, y en primer lugar la pena de muerte.
4)
Que todas las tierras de los terratenientes se pongan en seguida a
disposición de los comités de campesinos y se proporcionen aperos de
labranza a los campesinos más pobres.
5) Que implante por la ley
la jornada de ocho horas y la organización de un control democrático
sobre las fábricas, los talles y los bancos con predominio de
representación obrera.
6) Que se democratice completamente la
hacienda pública, y, ante todo, que sean gravados sin contemplaciones
los capitales y las propiedades, y confiscadas las escandalosas
ganancias de guerra.
7) Que se organice debidamente el
intercambio de productos entre la ciudad y el campo, de modo que la
ciudad reciba los vivieres que necesita y el campo de los artículos que
precisa.
8) Que se proclame inmediatamente el derecho de los pueblos de Rusia a la autodeterminación.
9)
Que se restablezcan las libertades, se decrete la República democrática
y la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente.
10) Que sean anulados los tratados secretos con los aliados y se propongan las condiciones de una paz democrática general.
El
Partido declara que, si no se realizan estas reivindicaciones, no es
posible salvar la revolución, que lleva medio año ahogándose en la
guerra y en la ruina general.
El Partido declara que el único
camino posible para realizar dichas reivindicaciones es la ruptura con
los capitalistas, la liquidación completa de la contrarrevolución
burguesa y el paso del Poder en el país a manos de los obreros,
campesinos y soldados revolucionarios.
Esta es la única salida que puede salvar del hundimiento al país y a la revolución”. (Lugar citado, pág. 366.)
La
experiencia de la sublevación de Kornílov convenció a las grandes masas
trabajadoras de que los bolcheviques tenían razón. Vieron que sólo
luchando por deshacer el poder de capitalistas y terratenientes, se
podía salvar la revolución. LA ofensiva de la contrarrevolución levantó y
puso en movimiento a toda la clase obrera, a todos los trabajadores.
El
Partido bolchevique preparó activamente a obreros, soldados y
campesinos pobres para la insurrección armada. Lenin decía que, teniendo
como tenían ya la mayoría en los Soviets de Petrogrado y de Moscú, los
bolcheviques podían y debían tomar el Poder del Estado.
El 10
(23) de octubre, con participación de Lenin, se celebró la histórica
sesión del Comité Central del Partido, en la que se acordó iniciar la
insurrección armada pocos días después.
El 16 (29) de octubre se
trató el problema de la insurrección en una sesión ampliada del Comité
Central del Partido, juntamente con la Comisión Ejecutiva del Comité de
Petrogrado, la organización militar, fracciones de sindicatos, de
comités de fábricas y con el Comité regional de Petrogrado.
En las dos sesiones se pronunciaron contra la insurrección armada de Kámenev y Zinóviev.
El camarada Stalin, defendiendo las proposiciones de Lenin, decía:
“Lo
que proponen Kámenev y Zinóviev, objetivamente, permite a la
contrarrevolución organizarse. Vamos a estar retirándonos siempre, hasta
hundir la revolución… Hay aquí dos líneas: una pone rumbo a la victoria
de la revolución y mira a Europa; la otra no cree en la revolución y
calcula ser sólo oposición. El Soviet de Petrogrado ha emprendido ya el
camino de la insurrección, al negarse a sancionar la salida de tropas.
La escuadra se ha sublevado ya, puesto que ha ido contra Kerenski”.
(Stalin, “En el camino hacia Octubre”, pág. 268, ed. Rusa.)
En
la sesión cerrada celebrada por el C.C. del Partido el 16 (29) de
Octubre, se creó un Centro del Partido para dirigir la insurrección, al
frente del cual estaba el camarada Stalin. Este Centro era el núcleo
dirigente del Comité Militar Revolucionario y fue el que dirigió
prácticamente la insurrección.
En vísperas de la insurrección
armada, el 24 de octubre (6 de noviembre), el mismo día en que Lenin
escribía en su carta a los miembros del C.C. que “la dilación en el
actuar equivale a la muerte”, el camarada Stalin dirigía, en el
editorial del periódico “Rabochi Put” (“La Senda Obrera”), un cálido
llamamiento a los trabajadores:
“Ha llegado el momento en el que el aplazamiento constituye una amenaza para toda la causa revolucionaria.
Hay que sustituir el actual gobierno de los terratenientes y capitalistas por un gobierno nuevo de obreros y campesinos…
El Poder debe pasar a manos de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos.
Tiene
que situarse en el Poder un nuevo gobierno, elegido por los Soviets, un
gobierno que los Soviets puedan disolver y que sea responsable ante los
Soviets”. (Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, págs. 588-589.)
El
25 de octubre (7 de noviembre), los soldados y obreros armados,
dirigidos por el Partido de Lein y Stalin, derribaron el Gobierno
provisional contrarrevolucionario.
El Comité Militar
Revolucionario del Soviet de Obreros y Soldados de Petrogrado puso
oficialmente en conocimiento de todos los ciudadanos de Rusia que el
Poder del Estado había pasado a sus manos, como órgano colocado al
frente del proletariado y de la guarnición de Petrogrado, y que “la
causa por la que luchaba el pueblo: ofrecimiento inmediato de una paz
democrática, abolición de la propiedad de los terratenientes sobre la
tierra, control obrero de la producción y formación de un Gobierno
Soviético, estaba asegurada”. (Lugar citado, pág. 590.)
Aquel mismo día, habló en una reunión del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado Vladimir Ilich Lenin, diciendo:
“¡Camaradas! La revolución obrera y campesina, de cuya necesidad hablaban constantemente los bolcheviques, se ha realizado.
¿Qué
significación tiene esta revolución obrera y campesina? Ante todo, este
movimiento significa que tendremos un Gobierno Soviético, un órgano de
Poder propiamente nuestro, sin participación alguna de la burguesía. Las
masas oprimidas crearán ellas mismas un Poder. Quedará deshecho a raíz
del viejo aparato estatal y se constituirá un nuevo aparato de
dirección, las organizaciones soviéticas.
Comienza desde ahora
un nuevo período de la historia de Rusia, y esta revolución, la tercera
en Rusia, debe conducir el último término a la victoria del socialismo.
Una
de las tareas inmediatas que se nos plantea es la necesidad de poner
fin a la guerra, estrechamente enlazada con el actual régimen
capitalista, todo el mundo comprende que es necesario vencer al propio
capital”. (Lugar citado, pág. 593.)
En la noche de aquel mismo
día, inició sus sesiones el II Congreso de los Soviets de toda Rusia,
aprobando por aplastante mayoría de votos la resolución sobre el paso
del Poder a los Soviets:
“Apoyándose en la voluntad de la
inmensa mayoría de los obreros, soldados y campesinos y en la
insurrección triunfante llevada a cabo por los obreros y la guarnición
de Petrogrado, el Congreso toma en sus manos el Poder”. (Lugar citado,
pág. 596.)
Se constituyó el primer Gobierno Soviético, bajo la
presidencia de Lenin y con la participación del camarada Stalin, en
calidad de Comisario del Pueblo de las Nacionalidades.
¿Cómo se
explica que el Partido, a pesar de todas las dificultades, de las que se
daba perfecta cuenta, a pesar de los gemidos de pánico y de la traición
directa de dos miembros del C.C., los capituladores Kámenev y Zinóviev,
apoyara en forma tan unánime a Lenin y a Stalin en la preparación y
realización de la insurrección armada?
Lo explica el hecho de
que Lenin hubiera preparado infatigable al Partido para la revolución
socialista. El hecho de que, a lo largo de toda la historia del Partido,
Lenin lo preparó para la insurrección armada. El hecho de que el
camarada Stalin, en toda su actuación revolucionaria, con su trabajo
práctico, con su agitación y su propaganda, clavó en la mente de los
miembros del Partido de la convicción de que sólo una insurrección
armada victoriosa podía llevar a establecer la dictadura del
proletariado. Lo explica, por último, el hecho de la consigna de la
insurrección armada, que era la consigna que más constantemente mantenía
el Partido en toda su agitación y propaganda, penetró con mayor
profundidad en la conciencia de las masas.
Por tanto, si
abarcamos con una mirada toda la actividad del camarada Stalin para
preparar y llevar a cabo la insurrección armada de Octubre, podemos
decir que fue un período en el que se convirtió, para decirlo con sus
palabras, en maestro de la revolución.
“Por último – cuenta el
camarada Stalin –, recuerdo el año 1917, cuando, por voluntad del
Partido, después de peregrinar por cárceles y deportaciones, fui enviado
a Leningrado. Allí, entre los obreros rusos, en contacto directo con el
gran maestro de los proletarios de todos los países con el camarada
Lenin, en la tempestad de grandiosos choques entre el proletariado y la
burguesía, en las condiciones de una guerra imperialista, comprendí por
primera vez lo que significa ser uno de los dirigentes del gran Partido
de la clase obrera. Allí, entre los obreros rusos, libertadores de
pueblos oprimidos, entre los iniciadores de la lucha proletaria, de
todos los países y pueblos, recibí mi tercer bautismo de fuego
revolucionario. Allí, en Rusia, bajo la dirección de Lenin, me convertí
en uno de los maestros de la revolución”. (“Pravda”, 16 de junio de
1926).
VIII
Lenin formuló con especial claridad las tareas que se planteaban
ante el Partido y ante el proletariado después de la toma del Poder.
Habló de las dificultades que había que vencer para cumplirlas con
éxito. Lenin ponía frente a todo el mundo capitalista un país
agotado hasta lo indecible por la guerra imperialista, con una economía
desorganizada; un país hambriento, un país multinacional, en el que la
opresión secular del zarismo había hecho que más de la mitad de sus
habitantes miraran con profunda desconfianza todo lo ruso; un país en el
que la contrarrevolución no estaba todavía completamente deshecha, sino
que se hallaba dispuesta a vender a su patria a cualquier enemigo, con
tal de derribar el Poder de los bolcheviques. Al hacerlo, dio a
los proletarios de todos los países una lección práctica de cómo debe un
partido revolucionario cumplir con sus tareas internacionales. En esa lucha titánica, Stalin es la mano derecha de Lenin. Los
primeros actos políticos de Lenin y Stalin van ahora a conquistar para
el Poder Soviético a las masas campesinas de todas las nacionalidades de
Rusia y a consolidar esa conquista. “Paz, revolución en el
campo y libertad nacional – escribía más tarde Stalin – : tales son los
tres puntos fundamentales que han agrupado alrededor de la bandera roja
del proletariado ruso a los campesinos de más de veinte naciones de la
inmensa Rusia”. (Stalin, “El marxismo y el problema nacional-colonial”,
pág. 115, ed. Rusa.) El 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917,
el II Congreso de los Soviets aprobó los decretos sobre la paz y sobre
la tierra, redactados por Lenin. El 16 (3) de noviembre de 1917,
se publicó la “Declaración de derechos de los pueblos de Rusia”,
redactada por Stalin. Esta Declaración proclama los siguientes
principios de política nacional del Poder Soviético: 1. Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia. 2.
Derecho de los pueblos de Rusia a la libre autodeterminación, incluso a
la separación y formación de un Estado independiente. 3. Abolición de toda clase de privilegios y restricciones nacionales y nacional-religiosas. 4. Libre desarrollo de las minorías nacionales y grupos etnográficos que pueblan el territorio de Rusia. Como
Comisario del Pueblo de las Nacionalidades, el camarada Stalin realizó
de un modo consecuente y práctico la igualdad completa de las naciones,
la liquidación de todas las formas de opresión nacional y de desigualdad
de derechos entre las diversas nacionalidades. Colocando
juntamente con Lenin los cimientos del Estado Soviético y
fortaleciéndolo, Stalin desarrolló al mismo tiempo una enorme labor
práctica, en todas las esferas de la actividad económica y
administrativa, y especialmente en los llamados sectores débiles. Esta
labor fue tan diversa, que es imposible enumerarla. Me limitaré a poner
un solo ejemplo. En el verano de 1918, cuando la lucha por el
trigo se convirtió en una lucha por el socialismo, Lenin envió a Stalin a
Tsaritsin, y en un plazo brevísimo, venciendo dificultades
inverosímiles, empezó a enviar desde allí trenes cargados de víveres
para Moscú y Petrogrado, Ivanovo-Vosnesensk y otros centros
industriales. A este período corresponde el telegrama sumamente
característico que dirigió a Lenin, Sverdlov, a Tsiurupa, al Consejo
Militar Revolucionario y al Comisario del Pueblo de Ferrocarriles,
telegrama que refleja en cierto modo la manera de trabajar stalinista. “Para
preparar el expedir inmediatamente a Moscú diez millones de puds de
trigo y unas diez mil cabezas de ganado, es necesario poner a
disposición de la Comisión Extraordinaria de Abastecimientos setenta y
cinco millones de metálico, a ser posible en billetes pequeños, y unos
treinta y seis millones de rublos en artículos diversos: horcas, hachas,
clavos, tornillos, tuercas, cristales para ventanas, utensilios de
cocina, segadoras y piezas de recambio para ellas, remaches, llantas,
segadoras-atadoras, apisonadoras, cerillas, arreos de caballo, calzado,
percal, tejidos de punto, calicó, crudillo, madapolán, nansú, dril,
sarga, satén, cheviot, paño para trajes de mujer y de hombre, diversos
cueros, conservas, té, guadañas, sembradoras, platos, arados, sacos,
lona, botas de goma, pinturas, lacas, herramientas de herrería y
carpintería, limas, ácido fénico, aguarrás, sosa. La Comisión no tiene
más que unos quince millones en metálico y otros diez en artículos
diversos. El dinero y los artículos indicados deben enviarse sin demora.
Que Trotski dé a todos los jefes de destacamento en el frente y al
Estado Mayor de Snesarev orden telegráfica de que no requisen los
cargamentos de víveres y artículos manufacturados, que dejen pasar sin
dificultades nuestros trenes y presten ayuda a nuestros comités de
abastos. Una copia a Stalin. Por orden telegráfica, el Comité Ejecutivo
Central debe obligar inmediatamente a los Soviets de Kuaban, de Tersk y
de Stavropol a respetar los precios de tasa, a no fomentar los envíos de
víveres realizados por iniciativa particular ni la expotación aislada
por provincias, comarcas y distritos, sino a colaborar por todos los
medios con Stalin y la Comisión. Una copia a Stalin. Kóbosev y Nevski
deben dar inmediatamente a los agentes de ferrocarriles de todas las
líneas del sur de Rusia orden telegráfica de no admitir, bajo su
exclusiva responsabilidad, cargamentos de víveres que no vayan dirigidos
a la Comisión o al Comisariado, ni viajeros que lleven saco con trigo.
Copia a Stalin. Lo mismo y en la misma forma deben Kóbosev y Nevski con
todos los agentes de navegación del Volga. Copia a Stalin. El
Comisariado del Pueblo de Abastecimiento deben enviar una orden circular
a todos los comités de abastos de provincias y a todos los Soviets,
especialmente a Oréjovo-Suievo y demás ciudades industriales, ordenando
que no envíen agentes suyos al sur en busca de trigo, ya que todo el
trigo almacenado lo enviaremos a Moscú por tierra y a Nishny por vía
fluvial. Copia a Stalin. Insistimos en que se impersonalicen los
cargamentos de víveres enviados desde el sur; nos desentendemos de las
funciones de distribución, dejándolas por entero a la Comisión de
Abastecimiento de la región del Volga, limitándonos a almacenar y
transportar a dos puntos: Moscú y Nishny, donde proponemos que el
Comisariado de Abastecimiento organice almacenes de base y oficinas de
distribución para toda Rusia; se exceptúan Bakú, el Turkestán y la
provincia de Astraján, próximos al sur, cuyas necesidades podemos
satisfacer directamente. Se ha iniciado la construcción del ferrocarril
de Kisliarsk. El Comisario del Pueblo: Stalin”. Lugar especial
ocupa la actividad militar del camarada Stalin durante la guerra civil.
Su valor no reside sólo en las victorias, sino también en la alta
calidad de sus iniciativas estratégicas y tácticas, en la forma en que
supo organizar y dirigir la fuerza de combate para obtener el máximo
resultado en daño inferido al enemigo. La actividad militar de
Stalin exige un trabajo aparte, escrito por un gran hombre. Es notable
el telegrama que, en mayo de 1919, envió Lenin a los defensores de
Tsaristin, telegrama que demuestra en cuán alto grado apreciaba Lenin la
labor militar de Stalin. Decía Lenin: “Destacad inmediatamente un grupo
de hombres que hayan trabajado en Tsaritsin con más responsabilidad y
con más energía, que hayan tomado parte en la realización de las medidas
propuestas por Stalin para la defensa de Tsaritsin, y encargadles que
comiencen a aplicar todas esas medidas con las mismas energías”. Voroshílov describe con las palabras siguientes la labor de Stalin en los frentes de la guerra civil: “En
el período comprendido entre 1918 y 1920, el camarada Stalin fue,
quizás, el único hombre a quien el Comité Central enviaba de un frente a
otro, siempre a los lugares de mayor peligro y donde la revolución se
hallaba más amenazada. A Stalin no se le encontraba nunca en los sitios
de relativa calma y seguridad, allí donde teníamos éxito. En cambio, se
le encontraba siempre en los lugares donde, por cualquier circunstancia,
los ejércitos rojos estaban amenazados de disgregación; allí donde las
fuerzas contrarrevolucionarias, explotando sus éxitos, amenazaban la
existencia del propio Poder de los Soviets, o en aquellos lugares donde
la desmoralización y el pánico podían en cualquier momento transformarse
en una derrota catastrófica. No dormía. Organizaba. Dirigía con mano
firme; salvaba todos los obstáculos, mostrándose implacable; lograba el
viraje y salvaba la situación.” (K. Voroshilov, “Stalin y el Ejército
Rojo”., pág. 4.) En una palabra, corresponde al camarada Stalin
un papel de trascendencia inmensa en la victoria sobre las banderas
blancas y la intervención extranjera.
IX
Al terminar la guerra civil, el País de los Soviets emprendió el camino pacífico de la construcción económica.
La
transición tenía lugar en circunstancias extraordinariamente difíciles:
ruina económica, descontento de los campesinos por el sistema de
contingentación, cansancio de los obreros por el hambre y la guerra,
etc., circunstancias que no dejaron de aprovechar loe enemigos del
pueblo. Dirigidas por socialrevolucionarios y otras organizaciones de
guardias blancos, se producen sublevaciones de kulaks en Siberia, en
Ucrania y en la provincia de Támbov. Estalla la sublevación de
Crónstadt.
Se planteó ante el Partido la tarea de trazar una
nueva línea de política económica, en concordancia con las condiciones
de paz. Ya no era necesario el comunismo de guerra, impuesto por ésta y
por el bloqueo. El sistema contingentación se había convertido en un
obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas del campo. Lo
más urgente para la construcción socialista era poner nuevamente en pie
la industria. Había que crear una nueva base económica para a alianza
entre obreros y campesinos.
En aquel difícil período de la vida
del Partido y del Estado Soviético, Trotski, Bujarin, Shliapnikov y otros,
volvieron a luchar encarnizadamente contra Lenin y el Comité Central,
tratando de minar la unidad del Partido, para levantar a los campesinos
contra los obreros y hundir el Poder Soviético.
Comenzaron por
la discusión sobre el papel de los sindicatos, aunque este problema no
era en 1920 el principal problema de la política del Partido. En
realidad, se discutía la actitud de la clase obrera respecto a los
campesinos y a las masas sin partido, en el momento del paso a la
construcción pacífica de la economía.
En la lucha con estos
grupos de oposición, la organización del Partido apretó sus filas,
levantando una muralla inexpugnable, en torno a Lenin y Stalin. El X
Congreso del Partido, que tuvo lugar en marzo de 1921, afirmó esta
victoria y adoptó el importantísimo acuerdo de pasar a una nueva
política económica, que fortaleciera la alianza de la clase obrera con
los campesinos.
En aquel mismo Congreso, según informe del
camarada Stalin, el Partido llevó por primera vez al orden del día la
unificación de las Repúblicas Soviéticas en un Estado Federal.
El
camarada Stalin realizó una considerable labor preparatoria para llevar
a la práctica este acuerdo del X Congreso del Partido.
En el X
Congreso de los Soviets de toda Rusia (26 de diciembre de 1922) y en el
primer Congreso de los Soviets de la U.R.S.S. (30 de diciembre de 1922),
después del informe del camarada Stalin, se aprobaron la declaración y
el acuerdo de formación de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas.
En su informe, el camarada Stalin caracterizaba con las palabras siguientes este período del desarrollo del país:
“En
la historia del Poder Soviético, el día de hoy es un día de transición,
un día que marca un jalón entre el período transcurrido, ya viejo, en
el que las Repúblicas Soviéticas, aun cuando actuaban en conjunto,
procedían cada una por su cuenta, preocupadas, ante todo, por la propia
existencia, y el período nuevo, ya iniciado, en el que se pone término a
la existencia aislada de cada una de las Repúblicas Soviéticas, en el
que las Repúblicas se agrupan en un solo Estado Federal, para luchar
eficazmente contra la ruina económica, y en el que el Poder Soviético
piensa ya no sólo en existir, sino en llegar a ser una considerable
fuerza internacional, que pueda influir en la situación internacional y
modificarla en favor de los trabajadores.” (Stalin, “El marxismo y el
problema nacional-colonial”, pág. 162, ed. Rusa.)
El XI Congreso del Partido fue el último que se celebró bajo la dirección inmediata de Lenin.
En
el primer pleno del Comité Central, después del XI Congreso del
Partido, en abril de 1922, se instituyó el cargo de secretario general
del C.C. del Partido, y a propuesta de Lenin fue elegido para este cargo
el camarada Stalin.
Lenin no pudo ya asistir al XII Congreso
del Partido, en abril de 1923: cayó gravemente enfermo. La dirección del
Congreso estuvo, por ello, en gran parte a cargo del camarada Stalin,
que dio unidad al Congreso sobre la base de la política leninista,
luchando contra la eterna confusión de los oposicionistas en el Partido,
los cuales no comprendían y tergiversaban la línea de Lenin.
Pero
la autoridad de los acuerdos del Congreso y el apoyo unánime que todo
el Partido dio a la línea de Lenin y Stalin no consiguieron establecer
por largo tiempo en el Partido una labor tranquila. Defendiendo la línea
del Partido, el camarada Stalin hubo de rechazar ya en otoño de 1923
nuevos ataques de los trotskistas como desviación pequeñoburguesa del
marxismo.
El Partido, la clase obrera y toda la humanidad
progresiva recibieron un golpe dolorosísimo. El 21 de enero de 1924
murió Lenin.
En aquellos días de luto, en el II Congreso de los
Soviets de la U.R.S.S., en camarada Stalin pronunció ante los restos
mortales de Lenin, en nombre del Partido, su gran promesa:
“Nosotros,
los comunistas, somos hombres de temple especial. Estamos hechos de una
trama especial. Somos los que forman el ejército del gran estratega
proletario, el ejército del camarada Lenin. No hay nada más alto que el
honor de pertenecer a este ejército. No hay nada superior al título de
miembro del Partido, cuyo fundador y jefe es el camarada Lenin…
Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de mantener en alto y
conservar en toda su pureza el gran título de miembro del Partido. ¡Te
juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor este mandato!
Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de velar por la unidad de
nuestro Partido como por las niñas de nuestros ojos. ¡Te juramos,
camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este mandato!
Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de conservar y fortalecer
la dictadura del proletario. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no
escatimaremos esfuerzo para ejecutar con honor también este mandato!
Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de afianzar con todas
nuestras fuerzas la alianza de los obreros y campesinos. ¡Te juramos,
camarada Lenin, que ejecutaremos con honor igualmente este mandato!
El
camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la necesidad de una
alianza voluntaria y libre entre los pueblos de nuestro país, de la
necesidad de su colaboración fraternal dentro del marco de la Unión
Soviética.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de
reforzar y desarrollar la unión de las repúblicas soviéticas. ¡Te
juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor también este
mandato!
Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento
del Ejército Rojo y su perfeccionamiento constituyen una de las tareas
esenciales de nuestro Partido…
Juremos, pues, camaradas, que no escatimaremos esfuerzos para fortalecer nuestro Ejército Rojo, nuestra Flota Roja…
Al
dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de permanecer fieles a
los principios de la Internacional Comunista. ¡Te juramos, camarada
Lenin, que no regatearemos nuestra vida para fortalecer y extender la
unión de los trabajadores del mundo entero, la Internacional Comunista!”
(I. Stalin, “Lenin”, págs. 25-31.)
La muerte de Lenin causó un
profundo dolor en los corazones de los trabajadores de todo el mundo.
Pero, sobre todo, sintieron ese dolor y toda su enorme responsabilidad
los pueblos de las Repúblicas Soviéticas. Cada cual se preguntaba con
inquietud si el Partido Bolchevique podría vender sin Lenin todas las
dificultades que le esperaban.
Surgió prácticamente ante el
Partido un problema de dirección. Teniendo en cuenta que trataba de
escalar la dirección gentes que durante casi toda su vida política
habían luchado contra Lenin, contra el bolchevismo, el Partido venció
brillantemente esta dificultad. El camarada Stalin fue reelegido
secretario del Comité Central del Partido. La unanimidad del Partido era
tan fuerte, que los enemigos, tanto los declarados como los
encubiertos, que el leninismo tenía en el Partido se “acallaron” por
entonces, continuando al mismo tiempo sus maquinaciones encubiertas
contra el Partido.
En realidad, la reelección del camarada
Stalin como secretario general significaba que la dirección del Partido
pasaba a sus manos. Desde aquel momento, pasó sobre él una enorme
responsabilidad, como dirigente del Partido, por el fortalecimiento de
la unidad del mismo sobre la base del leninismo, por el desarrollo y el
afianzamiento del Poder Soviético, por la construcción del socialismo
del País de los Soviets.
Desenmascarando el griterío trotskista
sobre el peligro de una burocratización del aparato del Partido, decía
el camarada Stalin en el XIII Congreso del Partido:
“No es ahí
donde está el peligro, sino en la posibilidad de que el Partido quede
realmente separado de las masas sin partido. Podéis tener un Partido con
un aparato de estructura democrática, pero si no está unido íntimamente
con la clase obrera, será una democracia vana, una democracia que nada
vale. El Partido existe para la clase. Mientras esté unido a esa clase u
mantenga el contacto con ella, mientras cuente con autoridad y respeto
entre las masas sin partido, podrá existir y desarrollarse, incluso si
tuviera deficiencias burocráticas. Pero si falta todo eso, sea cual
fuere la organización del Partido, burocrática o democrática, el Partido
perecerá inevitablemente. El Partido es parte de una clase, existe para
la clase y no para sí mismo”. (Stalin, “De la oposición”, págs. 89 y
90, ed. Rusa.)
Luego, dio el camarada Stalin una magnífica
respuesta a los intentos trotskistas de poner a la juventud frente a los
antiguos cuadros del Partido:
“El problema de las generaciones
es un problema secundario. La estadística de nuestro Partido y su vida
misma demuestran que la generación joven va entrando paso a paso en los
cuadros, los cuadros se amplían con la incorporación de la juventud. El
Partido ha seguido y seguirá siempre este camino. Sólo quien considere a
los cuadros como algo estancado, una especia de estamento privilegiado,
que no admite en su seno nuevos miembros, sólo quien vea en los cuadros
la guardia militar de los tiempos viejos, que consideran muy ‘por
debajo de sí’ a todos los demás miembros del Partido, sólo quien desea
abrir una zanja entre los cuadros y la juventud del Partido puede
agudizar el problema de la democracia en la cuestión de las generaciones
en el Partido. Lo esencial de la democracia no está en el problema de
las generaciones, sino en el problema de la iniciativa propia, de la
participación activa de los miembros del Partido en su dirección. Así y
sólo así es como puede plantearse el problema de la democracia, sino
verdaderamente proletario, unido por lazos indisolubles a las masas de
la clase obrera”. (Lugar citado, pág. 89.)
No es por casualidad
por lo que Lenin llamó a Trotski “veleta”. Trotski pasaba fácilmente de
una tendencia política a otra. A Trotski y los suyos les resultaba
insoportable el concepto bolchevique de considerar el Partido como un
todo monolítico. Por ello, los trotskistas trataron de imponer al
Partido su punto de vista, según el cual podía haber en su seno diversas
tendencias y fracciones.
Todo bolchevique comprende que aquello
constituía una amenaza terrible para el Partido y para la dictadura del
proletariado, porque el consentimiento de fracciones y grupos en el
seno del Partido abría el camino para una lucha por parte de los
elementos contrarrevolucionarios, que no habrían dudado en aprovechar
semejantes fracciones y grupos para sus fines.
“En la escala
internacional – decía el camarada Stalin – la disposición de fuerzas es
tal, que cualquier tentativa de debilitar la autoridad de nuestro
Partido y la solidez de la dictadura de nuestro país será aprovechada
sin falta por los enemigos de la revolución, como ventajosa para ellos, y
lo mismo dará que la tentativa parta de nuestra oposición, como de los
socialrevolucionarios y los mencheviques”. (Lugar citado, pág. 93.)
Y así sucedió después con todas las oposiciones.
El
camarada Stalin, fiel al juramento pronunciado ante los restos mortales
de Lenin, salió en defensa del leninismo con toda la pasión de un
combatiente bolchevique. Fue el primero en descubrir y desenmascarar la
naturaleza menchevique contrarrevolucionaria del trotskismo, en levantar
a todo el Partido para una lucha despiadada contra toda tentativa de
sustituir el leninismo por el trotskismo.
En el discurso que
pronunció en el Pleno de la fracción del Consejo Central de los
Sindicatos de la U.R.S.S., el 19 de noviembre de 1924, dijo el camarada
Stalin:
“Trotski, en sus manifestaciones literarias, hace otro
intento más (¡otro más!) de preparar el terreno para sustituir el
leninismo por el trotskismo. Trotski necesita ‘hasta más no poder’
desprestigiar al Partido y a sus cuadros, que han hecho la insurrección,
para pasar después a desprestigiar el leninismo. Y necesita
desprestigiar el leninismo para hacer pasar el trotskismo por la ‘única’
ideología ‘proletaria’ (¡no es broma!). Todo esto, naturalmente (¡oh,
naturalmente!) bajo una bandera de leninismo, para que todo el
contrabando se haga “con el menor riesgo posible”. (Lugar citado, pág.
118.)
Es admirable la colosal energía que mostró por esos años
el camarada Stalin. Dirigente de un Partido que traía a la vida a un
gran país, que necesitaba de una dirección ideal, orientando el trabajo
de todos los cuadros del Partido y de los Soviets, dándoles
cotidianamente indicaciones prácticas, el camarada Stalin realizaba, al
mismo tiempo, una enorme labor teórica.
A este período
corresponden en primer lugar sus famosas conferencias “Sobre los
fundamentos del leninismo”, pronunciadas en abril de 1924 en la
Universidad Sverdlov. Hay que decir que no se trataba de unas
conferencias de tipo corriente, sino de una apasionada defesa del
leninismo, su valiente contraposición, ante los ojos de las masas, a las
teorías hostiles.
El camarada Stalin ha dado un gran impulso a
la teoría revolucionaria marxista-leninista; ha enriquecido con un
contenido nuevo todos los problemas fundamentales del
marxismo-leninismo, aplicado a las nuevas circunstancias; ha elevado a
un nivel más alto la doctrina leninista sobre el imperialismo; ha
tratado detalladamente la cuestión del Estado proletario, el problema
campesino, el problema nacional, el problema del Partido y de su papel
en el sistema de la dictadura del proletariado, problemas de estrategia y
de táctica y, por último, el problema del triunfo del socialismo en un
solo país y el de las vías de la construcción del socialismo.
A
este período corresponde un extenso artículo del camarada Stalin: “La
revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos”, escrito en
diciembre de 1924 como prólogo para el libro “En el camino hacia
Octubre” y para el folleto “En torno a los problemas del leninismo”,
publicado en enero de 1926.
Millones de hombres estudian el
marxismo-leninismo en estas obras, no sólo entre nosotros, sino también
en el extranjero. Constituyen un material de valor inapreciable para el
desarrollo del pensamiento político y para la lucha por los intereses
proletarios.
Los trabajos teóricos del camarada Stalin son
ejemplo de aplicación de la dialéctica marxista. Prueban una capacidad
magnífica para estudiar el proceso del desarrollo, para reflejar todas
las particularidades del mismo y, a base de ello, la capacidad de
previsión.
La enorme fuerza de las generalizaciones teóricas de
Stalin consiste en que siempre están relacionadas con la actuación
práctica de las masas. Y respecto a este punto quisiera recordar, como
ejemplo, la cuestión de la posibilidad de construir el socialismo en un
solo país. Alzando al Partido para la lucha contra el trotskismo, el
camarada Stalin no agudizó esta cuestión por casualidad, sino como
perspectiva par aun ulterior progreso. Nuestro país terminaba entonces
la restauración de su economía. En la estabilización parcial del
capitalismo, que se había iniciado, veían los oportunistas el fin de la
revolución en Rusia.
“De este modo, tenemos – decía el camarada
Stalin – dos estabilizaciones. En un polo se estabiliza el capitalismo,
haciéndose fuerte en las posiciones conquistadas y continuando su
desarrollo. En el otro polo se estabiliza el régimen soviético,
haciéndose fuerte en las posiciones conquistadas y avanzando por el
camino que lleva al triunfo.
¿Quién vencerá a quién? He aquí el problema.
¿Por
qué se producen estas dos estabilizaciones paralelamente, porqué
existen estos dos polos? Porque no hay ya en el mundo un capitalismo
único que lo abarque todo. Porque el mundo se ha dividido en dos campos:
el campo del capitalismo, a cuyo frente está el capital angloamericano,
y el campo del socialismo, con la Unión Soviética al frente. Porque la
situación internacional estará determinada cada vez más por la
correlación de fuerzas de ambos campos”. (Lugar citado, págs. 172-173.)
Se planteó en la forma más tajante el problema de hacia dónde ir. ¿Podemos construir el socialismo en nuestro país?
El
camarada Stalin, frente a todos los escépticos, amigos de lamentaciones
y liquidacionistas, contestó franca y claramente que nuestro país, el
país de la dictadura del proletariado, cuenta con los elementos
necesarios y suficientes para construir una sociedad socialista
completa, que podemos construir el socialismo en un solo país tomado por
separado.
“¿Qué sucederá – escribía el camarada Stalin – si en
la U.R.S.S. van aumentando los éxitos de la construcción socialista?
Ello mejorará radicalmente las posiciones revolucionarias de los
proletarios de todos los países en su lucha contra el capital, minará
las posiciones del capital internacional en su lucha contra el
proletariado y dará el máximo de probabilidades al comunismo mundial…
Por
ello, construir el socialismo en la U.R.S.S. es trabajar por la causa
común de los trabajadores de todos los países, significa forjar la
victoria sobre el capital no sólo en la U.R.S.S., sino en todos los
países capitalistas, porque la revolución en la U.R.S.S. es una parte de
la revolución mundial, su principio y la base de su desarrollo”. (Lugar
citado, pág. 457.)
Colocando en el centro de toda la política
económica del Estado Soviético la industrialización del país, el
camarada Stalin, como reformador genial, orientó todos los recursos
materiales, todas las fuerzas creadoras del país a la realización de esa
tarea angular, esencial. A los faltos de fe, amigos de lamentaciones, a
los que no venían la meta socialista de aquella grandiosa labor, les
decía el camarada Stalin:
“El Partido no puede dirigir la
construcción sin tener unos horizontes claros, sin un objetivo nítido.
No podemos vivir con la receta de Bernstein: ‘El movimiento lo es todo;
el fin, nada’. Nosotros, al contrario, como revolucionarios, debemos
impulsar nuestro movimiento hacia adelante, debemos dirigir nuestro
trabajo práctico a lo que es fundamentalmente el objetivo de clase, a la
construcción proletaria. Sin ella, nos hundiremos en la charca del
oportunismo, indudable e inevitablemente.
Hay más aún. Sin
perspectivas claras en nuestra construcción, sin la seguridad de
construir el socialismo, las masas obreras no pueden tomar parte de una
manera consciente en la construcción, no pueden dirigir conscientemente a
los campesinos. Sin la seguridad de edificar el socialismo, no puede
haber voluntad de construirlo. ¿Quién puede tener ganas de construir
sabiendo que no llevará a cabo la obra? Por ello, la falta de horizontes
socialistas lleva, inevitable e indudablemente, en nuestra
construcción, a un debilitamiento de la voluntad del proletariado para
esa edificación”. (Lugar citado, págs. 361-362.)
La XIV
Conferencia del Partido, en abril de 1925, aprobó este principio
leninista-staliniano, como ley del Partido. Los zinovievustas, puestos
entre la espada y la pared, para disimular, votaron en la Conferencia en
favor de esta ley del Partido, proponiéndose dar la batalla en el XIV
Congreso.
Partiendo del principio de que es posible la
construcción del socialismo en un solo país, el camarada Stalin llevó
con toda consecuencia al orden del día el problema de la
industrialización del país, como base de la línea general del Partido.
Lo planteó en el XIV Congreso, en diciembre de 1925.
En
su informe político, trazó el camarada Stalin un cuadro exacto de los
progresos realizados por la Unión Soviética en el terreno político y
económico, progresos debidos a las ventajas del sistema económico
soviético. Al mismo tiempo, el camarada Stalin aconsejaba no dormirse
sobre los laureles, sino tener en cuenta que nuestro país es un país
atrasado y que está rodeado por un cerco capitalista hostil.
“Trabajamos
y construimos – decía – en medio de un cero capitalista. Lo cual quiere
decir que nuestra economía y nuestra construcción se desenvolverán
entre contradicciones y choques de nuestro sistema económico con el de
la economía capitalista. Esta contradicción no podremos evitarla de
ningún modo. Es el terreno en el que habría de tener lugar la lucha
entre dos sistemas: el socialista y el capitalista. Y quiere decir,
además, que nuestra economía debe edificarse no sólo en oposición con la
economía capitalista en el exterior, sino también en oposición con
diversos elementos del interior de nuestro país, en oposición de los
elementos socialistas contra los elementos capitalistas.
De aquí
se deduce que debemos construir nuestra economía de modo que nuestro
país no quede convertido en un apéndice del sistema mundial capitalista,
de modo que no quede incluido en el sistema general de desarrollo
capitalista, como una de sus empresas accesorias; de modo que nuestra
economía no se desarrolle como una empresa auxiliar del capitalismo
mundial, sino como unidad económica independiente, apoyada, ante todo,
en el mercado interior, basada en el íntimo contacto de nuestra
industria con la economía agraria de nuestro país”.
La tarea
cardinal que el camarada Stalin planteó para el Partido consistía en
“convertir a nuestro país, de agrario en industrial; en un país capaz de
producir por sus propias fuerzas la maquinaria necesaria”. En ello,
decía, “está la esencia, la base de nuestra línea general”. (Lugar
citado, pág. 488.)
Al plan leninista-staliniano de
industrialización socialista enfrentó la “nueva oposición” de los
zinovievistas un plan burgués a lo Dawes para la U.R.S.S., negando con
los trotskistas que fuera posible construir el socialismo en un solo
país. Según este plan, la Unión Soviética debía seguir siendo un país
agrario, sirviendo de apéndice a los países capitalistas altamente
desarrollados.
El camarada Stalin desenmascaró este plan de
traición de los zinovievistas, como plan de esclavización de la
U.R.S.S., y descubrió el fondo trotskista y menchevique de la “nueva
oposición”, que trataba de dividir el Partido y de poner en peligro la
dictadura del proletariado.
El Congreso del Partido deshizo los
intentos de todas las oposiciones para destruir la alianza de la clase
obrera con los campesinos laboriosos. Desenmascarando a los oportunistas
de derecha (bujarinistas), que trataban de rebajar la importancia del
peligro de los kulaks, y a los oportunistas “de izquierda”
(zinovievistas), que estaban poseídos del miedo a los kulaks y
menospreciaban la importancia de os campesinos medios, el camarada
Stalin contestó a la pregunta de cuál de las dos oposiciones era la
peor, diciendo:
“Ambas, la primera y la segunda desviación, son
peores. Y si estas desviaciones ganasen terreno, serían capaces de
descomponer y aniquilar a nuestro Partido. Dentro de nuestro Partido
hay, por fortuna, fuerzas suficientes para cortar de cuajo la primera y
la segunda desviación”.
“La significación histórica del XIV
Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S. – escribía más tarde el camarada
Stalin – consiste en que ha sabido poner al desnudo hasta en su raíz los
errores de la nueva oposición, en que ha dado al traste con su falta de
fe y sus lamentaciones, en que ha trazado clara y nítidamente el camino
para seguir luchando por el socialismo, ha dado el Partido en camino
para seguir luchando por el socialismo, ha dado al Partido un camino de
vitorias y, con ello, ha infundido el proletariado la fe inquebrantable
en el triunfo de la edificación socialista”. (Stalin, “Los problemas del
leninismo”, pág. 156, ed. Rusa.)
Nota:
La Cheká ha extraído este texto del libro El sexagésimo aniversario de Stalin de M. Kalinin. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1939.